En el mercado, se encuentran siempre sorpresas - Libre

por **Eugene Choi** Sáb Jun 02, 2018 12:56 pm

Le había tocado realizar reuniones desde temprano, apenas el sol apareció tras su ventana Gyum, se dispuso a dejar su mansión y recorrer la distancia que lo separaba del puerto. Allí, se entrevistó con varios capitanes de barcos, acordando el precio que debería pagar por el transporte de la sustancia ilegal, desde un pequeño puerto del sur de Japón, hasta el concurrido y cosmopolita puerto de El Habre. La mañana se le escapó de las manos, y cuando quiso darse cuenta, las primeras horas de la tarde le encontraron realizando el camino inverso hacia el centro de la ciudad. Mas a medio camino, la idea de comprar un presente para su amada, le hicieron detener el carruaje, descender de éste y tomar un carruaje de alquiler, dejando así que su cochero volviera a la mansión. El nuevo destino era el concurrido mercado, un lugar en el que se podía adquirir de todo. Desde simples elementos para la labranza, como peligrosas sustancias, como el arsénico o el opio, solo se necesitaba saber donde preguntar, a quien dirigir las palabras apropiadas y llevar mucho metálico, cosas que Gyum estaba acostumbrado a llevar y ha saber a con quien hablar, para obtener lo que deseaba.

Se dejó llevar por la marea humana, una mezcla de lo mas variopinta, pues en un mismo lugar, se encontraban mujeres ricamente vestidas, quienes parecían estar visitando, como si aquello fuera una feria, o un atractivo turístico, en el que podrían ser sorprendidas y llevarse un agradable recuerdo. Aunque el oriental bien sabía que lo mas probable era que el recuerdo que se llevarían sería algún asalto a mano armada, apenas dejaran el mercado, si no eran acompañadas por un guardaespaldas o de manera precavida, tomaban un coche apenas cruzar la calle. Sonrió con malicia, al descubrir a un grupo de ladronzuelos que solían trabajar para él, pero que en ese momento se encontraban eligiendo a una de las presas mas importante del lugar. Una dama que enfundada en un hermoso vestido color azul grisáceo, se contoneaba, exhibiendo un elegante y costoso collar de perlas. Al pasar a su lado, la miró a los ojos, tocó el ala de su sombrero y comprobó que no tenía guardaespaldas, - que lástima, bellos ojos, pero pronto habrán de ser cegados por la muerte - pensó, al verla alejarse, seguida por la banda de ladronzuelos y asesinos. A la mañana siguiente, los periódicos darían cuenta de la tragedia.

Sus pasos le llevaron hasta el comercio de un japonés, radicado hacía años en París, allí compró un espejo ricamente decorado en perlas, oro y plata. Lo escondió entre sus ropas y caminó, hacia la salida. El bullicio de una multitud llamó su atención, policías corriendo en esa dirección le dieron la respuesta, - la bella dama ha sido asesinada - caviló, suspirando, mientras sacaba un cigarrillo de su pitillera y lo encendía, para luego proseguir su camino.

por **Pandora L. Hallewell** Lun Jul 02, 2018 7:03 pm

-¡QUIETOS!¡A QUIEN SE ACERQUE LE REVIENTO A HOSTIAS!

Pandora podria tener la reputacion de una bella dama, de bellos ojos y cabellos dorados y que parecia una diosa bla, bla y más bla bla, pero cuando se trataba de respetar a una mujer o de que un hombre se habia sobrepasado con una mujer aún sabiendo que estaban en una época que era gobernada por el hombre, ella odiaba que levantaran la mano y menos si estos se creían con derecho a robarlas y abusar de ellas en plena calle parisina. Fue entonces cuando todo empezaba bien en la mañana y ella se dedico a estar tooodo el día de parranda por las calles. Descanso un poco en un hostal y después volvia a estar en la calle, vigilandola por si alguien necesitaba su ayuda, estaba empezando a sentirse defensora de las mujeres, vamos, ellas hacian todo el trabajo sucio y los hombres solamente pensando en sus dotes de grandeza.

Fue cuando por la tarde casi atardeciendo, vió como tres gandules se acercaban a una señora bien adornada con un collar demasiado llamativo de perlas que evidentemente si Pandora no hacía nada, nadie lo haría por la mujer. Fue cuando entonces vio lo que pasaba y había intuido. El mayor de los tres del grupo, uno rechoncho, pelirrojo y con poco pelo y el resto calva rosada pálida, se acercaba a la mujer para pedirle la hora mientras que los otros dos paseaban alrededor vigilando los movimientos de la mujer. El segundo, uno de gafas, melena desaliñada y aspecto cuadrado se metia y sacaba las manos de los bolsillos de los pantalones, casi parecia una seña para atacar a la mujer que evidentemente estaba empezando a sentirse incómoda y asustada. Fue cuando el tercero la tomó del brazo, los otros dos se reían juntos, parecían juguetear con los ropajes de la tela del vestido de la gran mujer adinerada.

Entonces, Pandora siguió viendo desde una esquina el escenario, esperaba por meterse dentro de la escena ya pero si lo hacia un poco más tarde, podria conseguir mas pruebas delatoras contra los susodichos. Espero a que estos se metieran mas con la mujer, estaban ya consiguiendo su objetivo cuando finalmente Pandora entró en acción como una posesa.

- ¡DEJADLA EN PAZ, HOSTIAS YA! - Las palabras de Pandora no es que fueran las más adecuadas pero le habían tocado las narices demasiado ya con lo que estaban haciendo. Vale que ella había dejado que tocaran de más a la mujer para que ella pudiera incriminarles y culparles con las manos en la masa, pero a veces su manera de entrar en una pelea a veces eran demasiado aleatorias - ¡IROS A MOLESTAR A VUESTRA PUTA MADRE! - Con varios movimientos de artes marciales, Pandora derribó a uno y a otro lo dejó aturdido. Fue cuando entonces sacó la pistola y disparo al tercero dejando que el segundo y el primero medio vivo salieran como pudieran por patas en la calle.

La mujer fue recogida por un caballero de muchos adornos y colores llamativos que parecía ir a una fiesta de disfraces. No recibió ni un gracias pero si una bolsa de dinero bien llena que pesaba demasiado. Entonces recordó aquel espejo que habia visto dias atrás, era en una tienda tradicional japonesa, vio salir a un hombre de ojos rasgados pero no se detuvo, entró en la tienda pero para su desilusión, ya se habian llevado dicho espejo.

Menuda decepción.

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