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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Invitado Vie Jul 02, 2010 10:02 am

Todavía era temprano. Tenia un par de horas. Salí a caminar porque no quería transformarme en la mansión de nuevo, la ultima vez tuve que reponer todo el mobiliario de la habitación. Podía usar ese dinero en cosas mas divertidas antes que andar comprando muebles nuevos todos los meses. Por eso estaba allí, en la laguna, perdido en mis pensamientos de lo que podría estarle haciendo a esa adorable mujerzuela que había conocido un par de días antes si no tuviera que esperar la noche alejado de los humanos porque seguramente les haría daño si me veían cambiando. Era de vital importancia para mi que absolutamente nadie supiera mi secreto. No es que me importara lo que los demás pensaran, eso nunca. Pero sabia que algunas cortesanas y damas de compañía se negarían a tener sexo con un licántropo por miedo a salir muy lastimadas. Y por desgracia, yo no quería privarme de ninguna de ellas. Por eso siempre me alejaba simulando viajes y paseando por lugares relativamente solitarios en esos días tan horribles del mes.

Me sentía disminuido a ser como una mujer, cuando tiene sus días... pesados. Tener que abstenerme de mis caprichos y placeres por una estupidez semejante. Ah, pero el día que encontrara a Brigitte, me vengaría y ella lo sabia. Había desaparecido tan rápido después de que me contagiara esta odiosa enfermedad que nadie sabia donde había ido. Pero yo tenia contactos, y estaba cada ves mas cerca.

Mientras tanto, solo tenia que vivir oculto unas cuantas noches. De día, frecuentaba lugares alejados de los habituales. Y tenia que disfrazarme, dejando de lado mi ropa elegante. Eso era lo que mas me molestaba, dejar mis lujos. No, no era eso lo molesto. Lo mas incomodo eran esos vampiros que siempre estaban rondando, con ese olor acido que emanaba de ellos por toda la sangre consumida. Me reconocían, lógicamente, pero no podían decir mucho o también ellos se verían descubiertos. Era como una molesta tregua a la que había que ceder obligados.

Seguí caminando lentamente entre los pocos arboles que había en el lugar, creyendo que no había nadie alrededor, cuando escuche pisadas. ¡Mierda! Ahora tendría que subir a un árbol para que no me vieran, y rogar que se retiraran antes de que me transformara o seria trágico para todos.
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Mensaje por Invitado Vie Jul 02, 2010 11:37 am

No solía salir tan pronto por las noches para realizar mis pequeñas incursiones en aquella sociedad que tanto me disgustaba y arrebatarle un par de mugrientos miembros que pudieran servirme como alimento y así calmar mi sed, pero hoy era un día especial. Por alguna razón que aún no tengo del todo clara ni siquiera ahora, que he abandonado la comodidad de mi hogar para adentrarme en los brazos de la noche y alimentarme un poco, como siempre hacía para seguir con esta existencia que no podía tildarse de vida. Esta vez había sido una prostituta enferma de muerte, que prácticamente se había lanzado a mis brazos para que, con mi aspecto noble o al menos propio de una clase social alta, le diera unas monedas que le permitieran sobrevivir. Mis palabras, destinadas a calmarla, habían logrado su objetivo: llevármela de la vista y beber de ella hasta dejarla seca, tirada en una calle como si fuera una muñeca de trapo vacía y sin vida, que era en lo que, tras mi abrazo letal, se había convertido. Por desgracia para ella, no se había librado de mi sed en aquel preciso momento.

Abandonar la escena del crimen tras cometerlo es una lección que había aprendido el mismo primer día de mi transformación, hacía ya más de milenio y medio. Era vieja, bastante vieja para los vampiros con los que había tenido la ocasión de tratar hasta ese momento, pero aún así muchas cosas en mí no eran como se suponía que debían ser. Aún me gustaba demasiado el sabor de la sangre bajando por mi garganta, y también recorrer lugares míseros de las ciudades en las que me encontraba para encontrar una segunda presa, a pesar de haber saciado ya mi sangre. Tenía más apetito que muchos, y eso no disminuía con los años. En cualquier caso, no sería lógico por mi parte permanecer en la misma zona en la que había matado a aquella mujer, así que me alejé de allí lo más que pude y terminé por llegar a una laguna, desconocida para mí en aquellos momentos de mi existencia. Bueno, por descubrir cosas nuevas que no fuera.

La sorpresa de la noche fue que no estaba sola. Lo había percibido nada más llegar allí, y ahora el olor a licántropo era más fuerte que antes, siendo hasta casi molesto para mí. Mi oído, fino como solía, me permitió identificar la procedencia del sonido que el lobito estaba haciendo, y mi gesto se arrugó inmediatamente. No me gustaba demasiado tener trato con ellos porque no nos llevábamos bien, era ley de vida, pero aún así podía resultar interesante. Le escuché subir a un árbol y una sonrisa se grabó en mi expresión, divertida. - Puedes bajar de ahí. - le dije.
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Mensaje por Invitado Vie Jul 02, 2010 6:17 pm

Sentí el olor que empalagaba, y me di cuenta que quien se acercaba era un vampiro. Peor aun, una mujer. Supe que el escondite no serviría de mucho, aunque igual me quede unos momentos ahí. Cuando ella llego, sonreí de lado. Mucho mejor, una mujer. Salte del árbol, cayendo perfectamente bien. Mi perfecto equilibrio era una de las pocas cosas que habían mejorado con esta maldición.

-Vaya, vaya, ¿que tenemos aquí? Si es un mosquito gigantesco.- me acerque a la vampiresa y tome su rostro con dos dedos, levantándole así la mirada. – Una bella mujercita... Lastima que este corrupta.- la solté, me aleje unos pasos y me recosté contra el árbol en el que había estado trepado. Me limpie los dedos en la pechera del saco, intentando quitarme el repugnante aroma. Sentía mis dedos sucios. - ¿Qué anda haciendo tan temprano? ¿Buscando algún bocado? Aunque veo que ya se ha alimentado, siento el asqueroso olor de la sangre fresca en su aliento. - la mire con desprecio. Esos seres eran totalmente molestos. Por mas que intentaba estar alejado de ellos, aparecían en todos lados. Eran una plaga.

El sol ya empezaba a ocultarse. Una hora y media después la luna estaría en todo su esplendor y mi demonio interior saldría a la superficie. Si lo que esa chupasangre quería era una pelea, la tendría, aunque prefería no golpear damas. Seria muchas cosas, pero violento no era necesariamente una de ellas. Igual, cuando la fiera salía, nunca sabia lo que hacia. Peor para ella. De todos modos, tenia que alejarme para desvestirme antes de transformarme. Los trajes también estaban levantando sospechas, ya que debía comprar al menos 7 al mes.
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Mensaje por Invitado Sáb Jul 03, 2010 6:52 am

La mejor palabra para definir a los licántropos es, sin duda, arrogancia. Exactamente igual que la que aquel chico me estaba demostrando desde el mismísimo momento en el que nuestras miradas se habían cruzado. Si no me tentaban podía ser muy pacífica y tranquila, limitando mis ataques y pullas a un campo meramente verbal, pero aquel chico tenía todas las pintas de querer buscar algo más que una simple competición de agilidad verbal. Se le veía en la cara de desagrado que había puesto nada más verme, y eso no podía ser producto simplemente de mi naturaleza, porque eso lo tenía que haber percibido ya de antes, del momento en el que captó mi olor. No, eso era diferente. ¿Sería, tal vez, porque era una mujer? Oh, genial, un lobito con complejo de macho alfa. Justo lo que me faltaba. Si de por sí ya eran inaguantables, llevados hasta ese extremo eran superiores a mi escasa paciencia.

Después de una pqueña exhibición de sus habilidades lobunas, en particular aquella de su equilibrio al caer del árbol que lo escondía hasta ese momento de mostrarse frente a mí, sus palabras ya comenzaron queriendo ser hirientes. Por favor, ¿mosquito gigantesco? Algo más de imaginación, que uno de los inconvenientes de haber vivido tanto como yo es que he tenido la ocasión de oír casi todos los motes imaginables. Y ese, sin duda, no era el más creativo de todos los que me habían dicho. Acercó su mano a mi cara y me alzó la mirada, ganándose una expresión furibunda con aquel sucio contacto. Si a él le daba asco (como después demostró al limpiarse los dedos) a mí me entraba el deseo de arrancarme la piel a tiras para borrar cualquier rastro de él. Se alejó de mí, tras haberme llamado bella y corrupta, y se apoyó en un árbol, queriendo saber el motivo de mi salida nocturna con obvio desprecio en su voz.

Lo que no me quedaba claro era cómo un licántropo, precisamente alguien que no era mucho mejor que un animal, tenía la osadía de llamarme sanguinaria precisamente a mí. Yo me limentaba por sobrevivir, pero él creaba baños de sangre por falta de control y de racionalidad. - Al menos me he alimentado y eso me garantizará comportarme de una manera civilizada, cosa que en usted no está tan segura. Detesto cuando a los animales les entran pretensiones absurdas de ser como nosotros, es simplemente algo que puede conmigo. La luz del sol todavía me molestaba un poco porque no se había terminado de poner, aunque no suponía un peligro para mí. Sólo bajaría mis defensas naturales contra seres de su calaña hasta que la noche se abriera paso, y en ese momento yo ya sería la mayor amenaza a la que se tendría que enfrentar, más incluso que a una posible transformación. Como si aquel detalle me importara lo más mínimo.

Su actitud dejaba traslucir, aparte de un obvio odio innato hacia mí por raza (de una forma similar a lo que me pasaba a mí con él), que estaba planeando algo. ¿Tal vez mi intuición había sido correcta y se nos venía una transformación encima? Un escalofrío me recorrió, y me hizo sonreír ante la perspectiva. Hacía mucho tiempo que no me enfrentaba a un licántropo en plena transformación, y la sola idea me llenaba de ganas. Quería algo de acción para hacer más interesante la noche. - ¿Y qué trae a un perro sin correa a un lugar en el que puede hacer daño a alguien? - le pregunté, con aspecto inocente.
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Mensaje por Invitado Sáb Jul 03, 2010 2:53 pm

-Por favor, no insulte mi inteligencia. Los chupasangres no pueden ser civilizados. Si su intención no fuera la de alimentarse, ya se habría retirado a su tumba. - la mire con expresión de asco. Una pequeña gota de sangre, invisible para el ojo de un humano normal, había quedado pegada en el cuello de su elegante vestido. Su hedor era increíble, a pesar de ser tan pequeña. Mire hacia esa gota con repulsión, el tono amorronado que estaba adquiriendo al secarse me resultaba molesto. Nunca había sentido aversión por la sangre, pero que esta estuviera embarrada en el cuello de una vampiresa, le daba un significado totalmente nuevo. Desvié la mirada hacia su escote. Si, era una lastima que estuviera mancillada, ese escote podría haber hecho aflorar mis mas lujuriosas fantasías si fuera de una dama normal. Pero no esa noche y no con esa deshonrosa compañía.

-Lo que yo hago en este lugar no es de su incumbencia. También, si se dignara a observar un poco su alrededor, notaria que estamos completamente solos. Por eso seria muy raro que dañe a alguien, la única que corre peligro tan cerca mío es usted. Sonreí de lado, desafiándola. Sabia que era probable que respondiera, intentando atacarme. Me gustaba la idea de batallar con una mujer vampiro, nunca había tenido la oportunidad. Había luchado un par de veces con hombres de esa especie, pero el resultado fue decepcionante. Quizá había sido ventaja porque estaban sin alimentarse, no lo recuerdo. El caso es que hacia tiempo ya de eso, estaba aburrido y seguramente me vendría bien ejercitar. Me acerque a la mujer a tal punto que debía sentir mi respiración. Quería incomodarla tanto como me fuera posible. Mi pulso empezaba a acelerarse, indicando el pronto cambio. –¿Se siente con suerte? Si lo cree así, puede quedarse. Sino le aconsejo que se retire- observe el cielo, que ya estaba volviéndose oscuro. La luna empezaría a notarse en pocos minutos. Era la primera vez en mucho tiempo que me sentía emocionado por mi transformación.

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Mensaje por Invitado Sáb Jul 03, 2010 4:55 pm

- No me sea absurdo caballero, porque ni yo estoy tan avanzada como para insultar algo de lo que alguien carece. ¿Su inteligencia? Sí, ¿y qué más? or favor, si hasta con esos comentarios remarcaba su absoluta carencia de tan rpeciada cualidad para el ser huamno, preciada en algunos más que en otros precisamente por la falta de ella. Tentar a un vampiro y cabrearle no denotaba precisamente mucho sentido común de su parte, la verdad, aunque no me extrañaba de aquel detalle teniendo en cuenta que de la mente de un chucho no se puede esperar mucho más que aquello. Pobre, hace todo lo que puede con sus más que escasos recursos y aún así se cree superior a alguien que le supera con creces. Bueno, de ilusión también se puede vivir, eso está comprobado con creces.

Su cara de asco al observarme era más que obvia, pero no quería caer en su juego, así que la única con la que yo le respondía era una de indiferencia; de breve interés, como mucho, para así cabrearle sin decir una sola palabra. No lo necesitaba, pero aún así sería divertido. Su mirada se desvió un instante hacia mi escote, y me hizo alzar la ceja, divertida. Una lástima que yo estuviera corrupta, según él, o incluso que él me desagradara tanto por su simple olor, porque siendo sincera el chico era bastante atractivo. Desaprovechado, sí, pero atractivo.

Me contestó que no era de mi incumbencia la razón por la que estaba allí, y sin duda tratando de provocarme me dijo que si me hubiera dado cuenta de que no estábamos solos habría sabido que no iba a atacar a nadie. Simplemente me limité a esbozar una sonrisa cortés mientras en el fondo me contenía para no ir hacia donde estaba y partirle el cuello de una vez para que dejara de contaminar el aire con sus palabras, su olor o su presencia. A mí me la resbalaba como agua de lluvia sobre un tejado, pero me molestaba bastante su hedor, que aumentaba a cualquier movimiento que hacía. ¿De verdad había creído que, por un momento, iba a rebajarme hasta su nivel y contestarle? No, por favor, ofensas de ese tipo las justas.

Se acercó a mí hasta el punto que sentía su respiración, el calor de su piel, su maldito olor tan cerca de mí que me entrarían náuseas de no ser porque ya no podía vomitar, y aún así la chispa divertida que cruzó sus ojos oscuros como la misma noche en la que nos encontrábamos no me pasó inadvertida, pese a mi creciente asco. Su pulso, captable a semejante distancia (o más bien poca distancia) que nos separaba, se aceleró leve pero perceptible mente, al menos a un oído como el mío. Su transformación parecía inminente, y aún así no me asustaba lo más mínimo. Por favor, sólo era un lobo. No sería ni el primero ni el último al que mataba, de eso estaba segura, y no me supondría un trauma hacerlo, pero no me apetecía terminar con la diversión tan pronto... No, mejor dejarle con vida.

Confiaba no en mi suerte (aunque de verdad me sentía afortunada aquella noche, no sabía por qué), sino más bien en mi habilidad y experiencia, así que me limité a mostrarle una amplia sonrisa, que sin duda no era lo que estaba esperando de mí, y subí la mano hasta su hombro, al que di un par de palmadas. Sí, jugaba con fuego, o una expresión más adecuada, me metía en la boda del lobo (no literalmente, por favor, que menudo asco y mal trago para quitar después el olor a chucho), pero aún así no podía evitarlo. - No necesito suerte. - le dije, con tono alegre, mientras me separaba de él un paso. Me llevé ambas manos al cuello, al cordón que mantenía atada mi capa, y lo desaté suavemente, dejando caer ésta al suelo mientras continuaba analizando su expresión. Ver una trasnformación en directo sería interesante, si me lo permitía, pero yendo tan emperifollada como iba yo no podía hacer mucho, así que cuantos menos estorbos llevara encima (como la capa) mejor. Me crucé de brazos y le miré, expectante. Tenía ganas de que comenzara el espectáculo.
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Mensaje por Invitado Mar Jul 06, 2010 10:45 am

Doy un paso atrás, sonriendo con expresión maligna y de placer al mismo tiempo. Siento la sangre correr por mis venas tan rápido que me produce una sensación de cosquilleo, pero se que no será agradable por mucho tiempo. Me acerco al árbol y comienzo a quitarme la ropa, colgándola en una rama que estaba baja. Al final, quedo descalzo vistiendo solo un par de pantalones largos que suelo llevar como ropa interior. Entonces empieza el dolor.

Primero siento como un fuerte pinchazo en la espalda, que recorre desde la base del cuello hasta el muslo como si un cuchillo me atravesara. Apretó los dientes para que no se note mi sufrimiento, al que estoy amargamente acostumbrado. La piel se rasga, dejando salir una gruesa capa de cabello oscuro. Lo siguiente son mis piernas, que arden como si estuvieran al fuego. La piel estalla en las dos piernas al mismo tiempo, esparciéndose alrededor y desintegrándose en cuestión de segundos. Donde estaban, ahora hay dos musculosas patas de animal, que son muy útiles para correr y saltar cuando es necesario. La zona de los brazos siempre es la mas lenta, tengo que arrancar los pedazos de piel con ayuda de mis manos, igual que en el pecho. Luego, el final. La cabeza me duele terriblemente, mientras que se alarga para tomar forma similar a la de un lobo. La piel no cae en su totalidad, pero el cabello crece en el rostro, oscuro y grueso. Las pupilas aumentan su tamaño, mientras que el iris toma un matiz amarillento. Los dientes se vuelven puntiagudos y filosos. Tengo uñas negras de al menos diez centímetros en las manos. Sonrío, aunque por no se note la diferencia debido a mi hocico, que antes era mi boca.

Apenas puedo controlar mis movimientos, de ahora en mas todo será por instinto. Giro y vuelvo a estar frente a frente con la vampiresa. Puedo ver por sus ojos que nunca antes ha presenciado una transformación y esta visiblemente asombrada, aunque no noto ni una pizca de miedo. Respiro, y cada exhalación hace que una especie de vaho blancuzco salga de mi nariz, lo que en presencia de otra persona seria un aspecto feroz, pero para esta vampiresa no hace efecto. Los vampiros sacaron la parte mas barata en el proceso de transformarse en criaturas de la noche. Otra razón mas para odiarlos. Un gruñido que intentaba ser una frase salió de mi garganta.

-Comienza la diversión- dije mientras saltaba sobre ella.



Última edición por Gaël Renard el Dom Ago 01, 2010 5:34 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Invitado Miér Jul 07, 2010 6:41 am

Dio un paso atrás, con una expresión en la cara de absoluta malicia y parte de desafío, no exenta de placer. Oh, sí, me imagino exactamente cómo debe estar sintiéndose al estar a las puertas de un combate con una vampiresa, precisamente mujer y vampiro, algo que a él no parecía gustarle demasiado. Pletórico es la palabra que me viene a la mente, pero no es la más adecuada. A su expresión sólo respondí con una de desafío, alzando las cejas ante su cara para que viera que yo estaba deseando que nuestra pequeña bronca tuviera lugar. No era lo más seguro que podía hacer en aquellas circunstancias, y mucho menos cuando hacía siglos que no luchaba con ninguno de su especie, pero no podía evitar que el peligro que él suponía transformado me llamara como una luz a una polilla. Aquel podía ser mi final, pero estaba segura de que no iba a serlo. Tenía más experiencia que la que él se pensaba, las ventajas de ser un vampiro realmente antiguo, y por eso precisamente contaba con una cierta fuerza que él no se esperaba. Error por su parte, juzgarme sólo por mi aspecto de apenas una joven.

Se comenzó a desnudar cerca de un árbol, bajo mi atenta mirada. Hasta estaba bien de cuerpo, y todo. Menuda desgracia que fuera un licántropo; de haber sido un humano, probablemente hasta bien me lo podría pasar con él. La suerte era que llegados a un punto determinado, todos perdíamos el pudor que la sociedad pretendía que tuviéramos, eso si alguna vez lo habíamos llegado a tener (como en mi caso), así que el quitarse la ropa delante de mí ni me iba ni me venía. No iba a bajar la cabeza, avergonzada por lo que mis ojos podían ver, porque no quería perderme ni un detalle de su transformación. En directo nunca había visto ninguna, y la sola perspectiva de tenerle delante de mí, dispuesto a mostrarme exactamente cómo tenía lugar era algo que me hacía sonreír. Muy bien, atendería a la clase magistral más que dispuesta.

Su cambio comenzó en la espalda, que se abrió para dejar ver una capa de grueso pelo oscuro. Las piernas fueron lo siguiente, convirtiéndose en patas con fuertes garras. Muy útiles, sí señor. Los brazos, junto con su torso, tardaron un poco más y requirieron de su ayuda para arrancar la piel que sobraba, y poco tardaron en convertirse en dos potentes patas delanteras de lobo. La cabeza fue lo último, y lo que más me llamó la atención, pues poco a poco perdió los rasgos humanos para convertirse en una auténtica cabeza de animal. Bien, ahora su aspecto concordaba a la perfección con su mente de animal: igual de inferior, igual de brutal. Esbozó una clase de mueca que, en su hocico (porque ya no podía llamarse boca) se tornó peligrosa y amenazadora, aunque probablemente habría sido una sonrisa por su parte, al menos en un inicio. Ya no valía la humanidad, la civilización ni el respeto que frente a las personas que no sabían de nuestras condiciones podríamos llegar a fingir; no, ahora sólo estaba el instinto, que en cuanto se giró hacia mí me pidió que le destrozara aquel maldito hocico de animal y que le reventara todo el cuerpo hasta que sus órganos salieran desparramados por ahí. Quería abrirle en canal, y ni siquiera por alguna razón lógica. De ser humano, podría hasta haberme caído bien.

Un gruñido, de nuevo bestial y amenazador, salió de lo más profundo de su garganta mientras, en respuesta, mi cuerpo se puso en tensión, preparado para atacar y defenderme ante la más mínima provocación. Casi pude imaginarme que había querido ser una frase, pero no llegué a captar lo que dijo el lobito en cuestión. Vaya, para mi lista de tareas está el comprarle una correa y un bozal y evitar así inconvenientes como que se lance sobre mí, exactamente lo que hizo. Le esquivé, aunque pronto volvió a la carga y nos enzarzamos en una pequeña lucha en la que, por fin, ponía a prueba mis habilidades. La vida sedentaria no es sana, eso está claro.

Al principio nuestra lucha consistía en él abalanzándose sobre mí y yo esquivando sus golpes con una expresión de desprecio patente por su olor, mucho más intenso que antes, pero al final me estaba empezando a aburrir de aquello y, por una vez, dejé que me mordiera en un brazo. La sangre comenzó a manar de mi herida y aproveché el momento de confusión que, tras recibir mi olor de pleno, se apoderó de él. Ahora ya tenía una excusa para ir directa a por él, y precisamente eso hice. Fui corriendo, veloz como el rayo, hasta donde él estaba, con mis colmillos visibles, y le di un golpe brutal, similar a su mordisco, que nos hizo retroceder a ambos. De un salto me separé de él y le miré con una sonrisa, malvada. - ¿Eso es todo lo que el lobito puede hacer?
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Mensaje por Invitado Dom Ago 01, 2010 5:35 pm

Al primer intento, logre alcanzar su brazo y la sangre comenzó a fluir, espesa y con un olor espantoso. Por desgracia, un poco del liquido se había pegado a mis pelos, cerca del hocico, haciendo que me sintiera mareado y confuso. El momento de distracción fue una ventaja para la vampiresa, que me golpeo tomándome por sorpresa. Una expresión estúpida de asombro se dibujo en mis ojos, que era el único lugar que permanecía exactamente igual después de la conversión. La rabia que tenia por haber sido atacado descuidado se extendió por mi sangre como si de droga se tratara, enfureciéndome y despertándome del atontamiento que la sangre me había producido.

Me agache hasta ponerme en cuatro patas, para tomar impulso suficiente para un salto. Con un gruñido, me empuje hacia arriba, cayendo sobre la vampiresa y tirándola al suelo. Me acomode apretando sus piernas y brazos debajo de mi. La tenia atrapada, pero no quería hacerle daño como para dejarla fuera de la lucha tan rápido, así que me limite darle un zarpazo en el rostro, dejándole tres marcas de color rojo brillante con mis uñas.

Una gota de saliva goteo de mi boca, cayendo sobre las marcas frescas que la mujer tenia en el rostro. Sabia que eso tenia que ser como acido para ella, y lo confirme con la expresión que se dibujo en su rostro. Una espuma verdosa salió de las heridas. Quizá eso dejaría una marca en su marmoleo rostro. No sabia que podía sucederle a la piel de un vampiro cuando saliva de un licántropo caía en ella. Esperaba que dejara una cicatriz.

Salte hacia atrás, liberándola, para poder seguir con la lucha. De todos modos ya se retorcía demasiado, y en pocos segundos se hubiera liberado sola. Di un paso hacia atrás, esperando que ella decidiera el próximo ataque.


[off: siento haber tardado tanto, estaba de vacaciones]
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Mensaje por Invitado Lun Ago 02, 2010 4:08 pm

El asombro que había poblado sus ojos, la única parte de su estúpido rostro animal que aún mantenía emociones humanas fácilmente legibles, había sido algo que, en ocasiones normales, me habría provocado un ataque de risa de esos que logran que te caigas al suelo porque no puedes parar de reír, así de patético había sido. Por favor, ¿de verdad se pensaba que sólo porque pareciera una muñeca de porcelana con mala leche sólo era una chica frágil que no guardaba ningún as bajo su manga? Mal iba aquel lobito si me iba a ir juzgando aún sin haberme hecho ninguna herida demasiado grave. Nada de lo que él pudiera hacerme sería lo suficientemente grave; mi vejez, frente a su juventud (que de algún modo contrarrestaba la fuerza que tendría de ser algo más mayor), me hacía tener un aguante que muchos vampiros envidiarían, y en aquel caso, él vería en primera persona hasta qué punto podía soportar sus heridas sin que dejaran el más mínimo rastro en mi piel marmórea.

El asunto estaba, en aquel momento, en ver qué era lo que iba a hacer, y de haber sido un contrincante normal, uno cuya rabia no le estuviera cegando, prever sus posibles ataques sería demasiado fácil, pero precisamente porque él era un lobo y además cabreado (dos hechos que, en conjunto, no auguraban nada bueno para mí, que me iba a tener que tocar aguantar al perrito rabioso) no fui capaz de esquivar aquel salto, que terminó por tirarme al suelo con él encima de mí. Por favor, qué asco, me va a contagiar los piojos o alguna de esas enfermedades de las que seguro que su pelaje era un hervidero. Los perros deberían haberse extinguido hacía ya tiempo, pero ahí seguían, especializados en tocar las narices a quienes menos paciencia teníamos para aguantar sus malditas tonterías. Estúpidos... Creía que me tenía atrapada porque no me estaba moviendo apenas, e incluso dejé que me hiciera un arañazo en el rostro, pero que babeara sobre él (qué asco, aparte de qué escozor, sentir sus estúpidas babas sobre mí) fue ya la gota que colmó el vaso de mi (aquella noche escasa) paciencia. No tardé en coger impulso y ponerme a moverme con más fuerza hasta que, al final, me dejó salir de debajo de él. Si quisiera un abrigo de piel habría matado a un visón, pero no a un maldito lobo arrogante que encima me había hecho daño. Me llevé una mano hasta la mejilla, examinando suavemente mis heridas. Gracias a sus babas tardarían en cerrarse más de lo que cualquier herida normal lo haría (aún así serían unos minutos, a lo mucho) y de una manera bastante más dolorosa, pero por suerte las cicatrices se borrarían de mi cara a tiempo para darle una paliza en su estúpido hocico, que guardaba a alguien tan estúpido como él.

Me estiré en mi posición, quitándome el polvo y la suciedad de mis ropas mientras le examinaba con gesto frío y con un rostro sin ninguna expresión en él. Yo mostraría la poca civilización que él, como buen chucho, era incapaz de mostrar aunque quisiera. Mi aparente tranquilidad pareció terminar con su paciencia, pues no tardó en ponerse a gruñirme mientras yo le ignoraba, siguiendo con mi ropa hasta que, cuando menos se lo esperaba, le dediqué una sonrisa, con mis colmillos en pleno esplendor, fruto de la ira que había acumulado y como buen mecanismo de defensa. Él me había clavado las zarpas, yo le clavaría los colmillos, y antes de que se diera cuenta (porque al parecer con el olor de mi sangre aún parecía algo distraído) ya me había acercado a él y ya le había derribado en el suelo para contener la respiración y morderle directamente en el cuello. Tuve que apretar mucho y después soltar con auténtica rabia para lograr desgarrarle la piel, pero al final cumplí mi cometido (muerta de asco por tener que oler su sangre desde tan poca distancia, a pesar de que lo aguantaba mucho mejor que él porque ni siquiera aquello había sido capaz de echarme para atrás en mi ataque) y él lucía una gran y brillante herida en su cuello, de donde no tardé en separarme, con la boca llena de su sangre a pesar de que no había bebido nada. Por suerte, porque probablemente me sentaría mal. Me eché para atrás un par de pasos mientras me llevaba la mano de nuevo a la mejilla, comprobando que mis heridas ya habían empezado a cerrarse. En apenas unos minutos estaría como nueva, cuando él probablemente no podría decir lo mismo. Cosas de la edad, maldito cachorro.
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Mensaje por Invitado Vie Ago 13, 2010 9:22 am

Sorprendido por la mordida en el cuello, retrocedí tropezando hacia atrás. Ardía terriblemente por alguna sustancia de la saliva de la vampiresa. Lleve mi zarpa al cuello, para tantear la herida. No parecía tan grande al tacto, pero la sangre manaba como si fuera mucho mayor. Seguramente había llegado a una arteria. Casi al segundo comencé a ver mas borroso, como a través de un vidrio empañado. Entonces, mi habilidad para sanar rápidamente comenzó a actuar. La carne comenzó a crecer y la piel la cubrió en pocos segundos. Claro que había perdido mucha sangre, pero cuando hemorragia se detuvo, me sentí bien de nuevo aunque algo débil. Me puse en una posición erguida nuevamente, dispuesto para atacar.

Aunque la expresión de la vampiresa cuando le hice frente de nuevo no decía nada, podría jurar que en sus ojos vi que estaba asombrada por mi rápida recuperación. Supuse que para ella, como para la mayoría de los vampiros, los poderes que teníamos algunos licántropos eran inexistentes. Aprovechando su distracción, salte sobre ella y empecé a darle golpes en cada lugar que me era posible. Quería evitar el desagrado que seria morderla, eso me daría nauseas. Los ataques eran rápidos, y sin descanso. Cada golpe era acompañado de gruñidos, la pelea se había vuelto tan feroz que era difícil distinguir cada movimiento, ya sea mío o de la chupasangre. Su ropa fue destrozada por mis garras, pero ella no se detuvo. De hecho, eso debe haber sido una ventaja. Quitarse todo el peso de las telas que tenia encima la hacia mas veloz. Yo utilizaba cada movimiento que se me venia a la mente. No tenia mucha experiencia en lucha con vampiros, ni siquiera con otro licántropo así sea para entrenarme. Sabia que mi vida estaba en peligro, pero no tenia miedo.

No podría decir cuanto tiempo llevaba la lucha, parecía interminable. Ambos teníamos la ventaja de que cada herida que nos provocaba el otro desaparecía en segundos. Si esto seguía así, la batalla recién terminaría cuando saliera el sol, y ella tuviera que resguardarse de el mientras yo volvería a mi forma humana. Yo no hablaba, solo esos constantes gruñidos. No era para guardar energía, en realidad me parecía innecesario entablar conversación con la criatura. A esta altura, esto parecía un buen entrenamiento y le sacaría todo el provecho posible.

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Mensaje por Invitado Dom Ago 22, 2010 9:47 am

¿Cómo explicar el nauseabundo sabor de su sangre en mi boca utilizando las palabras que expresen suficientemente lo sumamente asqueroso que es eso? No hay, sin duda, expresiones en ninguno de los muchos lenguajes que yo conocía que fueran capaces de reflejar con fidelidad esa repugnancia, y desde luego tuve que hacer de tripas corazón para morderle, aunque por lo menos me había servido como ventaja contra él. Habíamos llegado a un punto de la pelea en el que él podía estar luchando por su vida (porque al ser más joven y menos experimentado que yo, cualquier golpe que yo le diera ya suponía peligro para él), pero yo no era eso lo que estaba haciendo, sino más bien me estaba entrenando. Ninguno de mis golpes, por muy llenos de fuerza y de eficacia (al menos hasta que él empezara a curarse) que estuviera, iban directos a matarle, pues si me dejaba de tonterías y acababa con su vida adiós a mi anonimato en la ciudad de París. Y si hay algo que siempre he valorado tanto como mi propia vida ha sido, sin duda, mi intimidad, lo que me hacía darme cuenta de que acabar con él llevaría a algún otro lobo sobre mi pista, y para eso, prefería ahorrarme el disgusto de matar a más como él cuando no hacía más que traer problemas. Además, su hedor de la ropa es muy difícil de eliminar, e ir oliendo a perro por la vida no es algo que me vaya excesivamente.

No tardó en curarse de mi herida y mi rostro no mostró emoción al respecto, pues era normal que, como yo, las heridas no supusieran nada que no se pudiera curar en unos segundos y que ni siquiera amenazaran su vida. Típico, aunque sí que me sorprendió que siendo tan joven su poder funcionara con tanta eficacia. Habría que tener algo más de cuidado con él, eso estaba claro, y me lo demostró cuando no tardó en abalanzarse sobre mí y comenzar a darme golpes sin orden ni concierto, de una manera bestial (muy como él, si es que le pegaba, y todo), que acabaron por destrozar mi vestido. Sin la carga adicional de tules, telas, miriñaques y demás tonterías, mis movimientos pudieron hacerse más veloces que lo que habían sido, si bien al no ir en serio en la pelea no me estaba esforzando al máximo y mi velocidad no era tanta como en circunstancias normales podría llegar a serlo. Sus gruñidos, al final, se me estaban haciendo insoportablemente molestos; la falta de racionalidad o de algo parecido a una leve esencia humana en ellos, en realidad, estaba logrando hacerme perder la poca paciencia que tenía y, de un golpe más en serio que el resto de los que hasta entonces le había propinado le tumbé en el suelo, el cielo comenzando a aclarar y él comenzando a reflejar un atisbo de humanidad en sus ojos mientras no dejaba de revolverse. Por desgracia, años y años de experiencia tenían que servirme para algo, y no le dejé salir de aquella posición, sino que simplemente le dediqué una mirada divertida, entretenida por sus estúpidos intentos que no le iban a llevar a ninguna parte. Era demasiado testaruda como para dejarle ir. – Sé que el tiempo se pasa volando en tan buena compañía como yo, pero dado que está empezando a clarear – dije señalando al cielo, de un tono azul ya con leves matices rosados propios de la cercanía del amanecer – lo mejor será que dejemos esta agradable cita para otro momento, en el que ambos podamos estar en mejores condiciones. ¿No crees, lobito? – dije separándome de él para que su hedor no se me pagara más de lo necesario, aunque lobito había sido un pequeño favor de mi parte, pues estaba empezando a mostrar síntomas de parecido a un humano, más que un animal, a medida que el cielo iba clareando y yo sabía que me tenía que ir de allí para no morir achicharrada.
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