AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Cuando el metal se funde... sorpresas trae [Amelhíon]
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Cuando el metal se funde... sorpresas trae [Amelhíon]
Comenzaba el día trabajando y lo terminaba de la misma forma, y ese día era igual a los otros tenía que terminar algunas balas que me habían pedido, balas de plata, que ironía era aquella yo que podría morir con el tacto de unas de esas pero aun así las fabricaba, mi secreto aún estaba bien guardado y los cazadores uno a uno llegaban en silencio a mi herrería para hacerme los más excéntricos pedidos, me gustaban los retos así que casi nunca decía que no. Y ahora estaba en eso, en uno de aquellos pedidos especiales.
La herrería era amplia constaba con cuatro calderos y hornos de varios tamaños, me gustaba la limpieza y el orden así que tenía todo en su lugar, de alguna forma así evitaba caer en mi propia trampa. Me habían traído del oriente unos moldes para balas de mosquetes, pistolas y escopetas, para mi aquel trabajo era un juego de niños pero hecho por un grande, un tal Duprê me había encargado una pistola para regalo, me dio las especificaciones y el tamaño, aún seguía sin entender como regalaban armas de fuego, pero no era de mi incumbencia, entre más difícil el trabajo mas francos iban a mi bolsillo así que no me quejaba por los pedidos, es más los aceptaba con una gran sonrisa. Ayer ya había terminado el arma en cuestión era más pequeña de lo común con grabados de rayos y círculos extraños, supuse que sería un regalo de iniciación e algún clan de cazadores, el pedido lo vendrían a buscar mañana así que ahora me tocaba hacer el trabajo delicado, las balas.
Entre todos los moldes que tenía encontré uno que le hacía al arma que había hecho, así que en un caldero puse plata y unas gotas de bronce, para que el calibre fuera preciso y mortal. Si tenían aquel pensamiento que era plata pura, pero no, me había dedicado a probar y buscar entre licans que encontré muertos sus balas y claramente el compuesto no era pura plata, ya que difícil era de conseguir y nadie trabajaba con pureza al cien por ciento, así pues que como herrero hacíamos pensar que pura era, ingenuos los que compraban pero así era el mercado, el cliente siempre tiene la razón. Una pequeña campanilla comenzó a sonar, advirtiéndome que la mezcla estaba lista para el uso; mis ropajes eran de cuero, de pies a cabezas para soportar el calor y evitar daños mayores, tome una pinza enorme y tome el pequeño caldero que en su interior tenía el líquido rojizo, la mezcla hervía, la introduje en un cuenco más grande con un poco de agua para que se enfriara y lograra la viscosidad necesaria. Mientras tanto los hornos prendidos cocían en su interior algunas espadas para darles el acabado perfecto y el temple adecuado para que el metal no cediera con los golpes. Me quede observando como el caldero cambiaba de color de un rojizo casi anaranjado a un tono gris metálico, volví a tomar las pinzas y saque el caldero, vertiendo el contenido de este en el molde de las balas, doscientas balas me habían pedido y tan solo tenía tres moldes de ese tamaño y de 20 balas cada uno, un largo día me esperaría…
La herrería era amplia constaba con cuatro calderos y hornos de varios tamaños, me gustaba la limpieza y el orden así que tenía todo en su lugar, de alguna forma así evitaba caer en mi propia trampa. Me habían traído del oriente unos moldes para balas de mosquetes, pistolas y escopetas, para mi aquel trabajo era un juego de niños pero hecho por un grande, un tal Duprê me había encargado una pistola para regalo, me dio las especificaciones y el tamaño, aún seguía sin entender como regalaban armas de fuego, pero no era de mi incumbencia, entre más difícil el trabajo mas francos iban a mi bolsillo así que no me quejaba por los pedidos, es más los aceptaba con una gran sonrisa. Ayer ya había terminado el arma en cuestión era más pequeña de lo común con grabados de rayos y círculos extraños, supuse que sería un regalo de iniciación e algún clan de cazadores, el pedido lo vendrían a buscar mañana así que ahora me tocaba hacer el trabajo delicado, las balas.
Entre todos los moldes que tenía encontré uno que le hacía al arma que había hecho, así que en un caldero puse plata y unas gotas de bronce, para que el calibre fuera preciso y mortal. Si tenían aquel pensamiento que era plata pura, pero no, me había dedicado a probar y buscar entre licans que encontré muertos sus balas y claramente el compuesto no era pura plata, ya que difícil era de conseguir y nadie trabajaba con pureza al cien por ciento, así pues que como herrero hacíamos pensar que pura era, ingenuos los que compraban pero así era el mercado, el cliente siempre tiene la razón. Una pequeña campanilla comenzó a sonar, advirtiéndome que la mezcla estaba lista para el uso; mis ropajes eran de cuero, de pies a cabezas para soportar el calor y evitar daños mayores, tome una pinza enorme y tome el pequeño caldero que en su interior tenía el líquido rojizo, la mezcla hervía, la introduje en un cuenco más grande con un poco de agua para que se enfriara y lograra la viscosidad necesaria. Mientras tanto los hornos prendidos cocían en su interior algunas espadas para darles el acabado perfecto y el temple adecuado para que el metal no cediera con los golpes. Me quede observando como el caldero cambiaba de color de un rojizo casi anaranjado a un tono gris metálico, volví a tomar las pinzas y saque el caldero, vertiendo el contenido de este en el molde de las balas, doscientas balas me habían pedido y tan solo tenía tres moldes de ese tamaño y de 20 balas cada uno, un largo día me esperaría…
Ulric Von Liechtenstein- Licántropo Clase Media
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Re: Cuando el metal se funde... sorpresas trae [Amelhíon]
Caída la noche abandonaba por enécima vez mi barco. De día varios incidentes habían captado mi atención, en el muelle vecino una serie de asesinatos de misteriosa procedencia se habían llevado a cabo las noches anteriores. Las autoridades máximas creían la presencia de un vampiro, pensé en aquel que se había enfrentado a mí y a la lamia hace días atrás. Según Ross, en el pueblo existía un hombre que podría saber acerca de aquellos asesinatos. Siendo honestos, no creía en aquellas espculaciones, si era un vampiro las víctimas no aparcerían de esa forma maltratada. De todas formas, era necesario que fuera a la zona comercial, ya que necesitaba una nueva espada, pronto tendría que zarpar y estaba desprotegido.
Me calcé el sobretodo negro, mi sombrero y en compañía de mi bastón desaparecí del puerto. Las calles de la zona comercial eran más luminosas que las otras, aún de noche seguía funcionando con total normalidad, también había quienes aprovechaban para vender pócimas vencidas u otros encantamientos mal hechos.
Una mujer de pollera amplia, roja y negra se dirigió a mí. Con una sonrisa me sacó el sombrero que cubría mi rostro. Sin decir palabra alguna hizo una reverencia.
- ¿Se puede saber...quién es usted.-? murmuré enfadado.
- Lo siento, lo siento mucho...- respondió la mujer, la luna la hacía ver provocativa, en aquellos momentos supe que se trataba de una mujer de la noche. Con mirada cómplice, la tomé del rostro, nuestros labios estaban por besarse cuando le respondí.
- Bonita... vayése ahora... que es de noche mujer...- La morena se dio vuelta, me volví a colocar el sombrero.- ¡ Salve la noche!..-grité mientras seguía mi camino, a lo lejos podía escuchar su carcajada. Pobre mujer.
Seguí caminando hasta que me topé con un cartel que anunciaba la herrarería. Miré hacia el cielo, sabía que era de noche, pero en aquel lugar se podía notar una presencia extraña, como si estuviera aislado de la realidad, como si en aquel lugar el sol todavía seguiría reinando.
Tomé impulso y entré. Como acto reflejo abandoné mi sobretodo en un improvisado sofá. Un hombre de tez oscura, vestido de cuero estaba trabajando.
- Buenas no...- recordé de pronto que allí parecía ser de día.- Buenos días...- respondí con una sonrisa, que sólo eso se podía ver de mi rostro. Por lo que podía ver tenía un gran talento para aque arte de la herrarería.
Me calcé el sobretodo negro, mi sombrero y en compañía de mi bastón desaparecí del puerto. Las calles de la zona comercial eran más luminosas que las otras, aún de noche seguía funcionando con total normalidad, también había quienes aprovechaban para vender pócimas vencidas u otros encantamientos mal hechos.
Una mujer de pollera amplia, roja y negra se dirigió a mí. Con una sonrisa me sacó el sombrero que cubría mi rostro. Sin decir palabra alguna hizo una reverencia.
- ¿Se puede saber...quién es usted.-? murmuré enfadado.
- Lo siento, lo siento mucho...- respondió la mujer, la luna la hacía ver provocativa, en aquellos momentos supe que se trataba de una mujer de la noche. Con mirada cómplice, la tomé del rostro, nuestros labios estaban por besarse cuando le respondí.
- Bonita... vayése ahora... que es de noche mujer...- La morena se dio vuelta, me volví a colocar el sombrero.- ¡ Salve la noche!..-grité mientras seguía mi camino, a lo lejos podía escuchar su carcajada. Pobre mujer.
Seguí caminando hasta que me topé con un cartel que anunciaba la herrarería. Miré hacia el cielo, sabía que era de noche, pero en aquel lugar se podía notar una presencia extraña, como si estuviera aislado de la realidad, como si en aquel lugar el sol todavía seguiría reinando.
Tomé impulso y entré. Como acto reflejo abandoné mi sobretodo en un improvisado sofá. Un hombre de tez oscura, vestido de cuero estaba trabajando.
- Buenas no...- recordé de pronto que allí parecía ser de día.- Buenos días...- respondí con una sonrisa, que sólo eso se podía ver de mi rostro. Por lo que podía ver tenía un gran talento para aque arte de la herrarería.
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Re: Cuando el metal se funde... sorpresas trae [Amelhíon]
Normalmente cuando me encontraba en mi lugar de trabajo olvidaba todo, absolutamente todo, perdía la noción del tiempo y del espacio y tan solo quedábamos yo, mis manos y mi trabajo, no quería decir ni mucho menos admitir pero era el mejor herrero de Paris, había ya inspeccionado las otras herrerías, todas trabajadas por humanos que fuerza bruta tenían muy poco, agradecía mi condición de Lican en esos momentos donde podía utiliza mi fuerza y medirla como prioridad máxima, mis métodos de trabajos eran exclusivos, nadie más hacia balas como las mías muchos se parecían pero nunca eran iguales.
En la tinaja de agua fría tenía varios moldes rellenos, el tiempo paso rápido y desmolde todo aquello arsenal, ordenándolos en unas cajas pequeñas exclusivas para las balas de plata, su valor por la presentación aumentaban de precio y más por el tallado sin igual que poseían, piezas únicas que para un cazador serian su grandeza, mi mano sostuvo una bala tenía que apreciar mi trabajo ver que estaba completamente bien, que no había errores y así lo era – Perfecto – dije llevándola a su lugar. El olor a metales y el calor se hacía insoportable a medida que el caldero estaba en su máximo poder. Volví a colocar los moldes y vertí la mezcla de plata en ellos, el mismo trabajo, luego que aquel líquido estuviera en su lugar, espere algunos segundos y lo lleve a la tinaja de agua para que se endurecieran rápidamente. Al tiempo que hacia eso una voz escuche en deje todo en su lugar y me gire para ver de quien se trataba, tan solo con escuchar su voz supe que se trataba de un hombre de edad avanzada, quizás como la del Viejo. Mi sorpresa fue agradable cuando mis ojos se posaron en la persona, si tenían un parecido y me causo cierta alegría.
Buenos Días, caballero – dije acercándome a él, saque mis guantes y los deje sobre la mesa donde descansaban las balas que había guardado hace algunos minutos atrás – ¿Dígame en que lo puedo ayudar? – Nadie, absolutamente nadie entraba por que si en una herrería, siempre venían con pedidos extravagantes que hacían que mi trabajo fuera a veces una misión imposible, pero me gustaba tener que hacer ese tipo de cosas, así poco a poco mi nombre se pondría en lo alto, y los clientes llegarían… por que el amigo del amigo, les dijo que podían confiar en mí, porque nunca decepcionaba a nadie. - Ulric Von Liechtenstein – para servirle, dije estirando mi mano para saludarle formalmente, su apariencia traía a mi memoria al viejo… si mi viejo que quizás me estaba acompañando en este momento… MI padre… una persona sin igual que me había regalado más que sabiduría me había enseñado a vivir.
En la tinaja de agua fría tenía varios moldes rellenos, el tiempo paso rápido y desmolde todo aquello arsenal, ordenándolos en unas cajas pequeñas exclusivas para las balas de plata, su valor por la presentación aumentaban de precio y más por el tallado sin igual que poseían, piezas únicas que para un cazador serian su grandeza, mi mano sostuvo una bala tenía que apreciar mi trabajo ver que estaba completamente bien, que no había errores y así lo era – Perfecto – dije llevándola a su lugar. El olor a metales y el calor se hacía insoportable a medida que el caldero estaba en su máximo poder. Volví a colocar los moldes y vertí la mezcla de plata en ellos, el mismo trabajo, luego que aquel líquido estuviera en su lugar, espere algunos segundos y lo lleve a la tinaja de agua para que se endurecieran rápidamente. Al tiempo que hacia eso una voz escuche en deje todo en su lugar y me gire para ver de quien se trataba, tan solo con escuchar su voz supe que se trataba de un hombre de edad avanzada, quizás como la del Viejo. Mi sorpresa fue agradable cuando mis ojos se posaron en la persona, si tenían un parecido y me causo cierta alegría.
Buenos Días, caballero – dije acercándome a él, saque mis guantes y los deje sobre la mesa donde descansaban las balas que había guardado hace algunos minutos atrás – ¿Dígame en que lo puedo ayudar? – Nadie, absolutamente nadie entraba por que si en una herrería, siempre venían con pedidos extravagantes que hacían que mi trabajo fuera a veces una misión imposible, pero me gustaba tener que hacer ese tipo de cosas, así poco a poco mi nombre se pondría en lo alto, y los clientes llegarían… por que el amigo del amigo, les dijo que podían confiar en mí, porque nunca decepcionaba a nadie. - Ulric Von Liechtenstein – para servirle, dije estirando mi mano para saludarle formalmente, su apariencia traía a mi memoria al viejo… si mi viejo que quizás me estaba acompañando en este momento… MI padre… una persona sin igual que me había regalado más que sabiduría me había enseñado a vivir.
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Re: Cuando el metal se funde... sorpresas trae [Amelhíon]
Muchas veces el ser humano relaciona al hierro, al metal como si fuera aquella parte de la materia que transfería el pesar del humano, aquello que por más de pesar una tonelada, tenía un valor imprescindible para la sociedad de Francia y del mundo europeo de éstos tiempos de guerra, misterio y la fantasía que despertaría para el estudio de la historia tiempo más adelante, mucho más adelante que el ahora inmediato.
Divago, eso es cierto, pero las diversas situaciones que uno vive, logran tener una importancia casi frenética para quien es atento para los más pequeños detalles.
El hombre moreno, joven, de apariencia fuerte, podría pasar por un tripulante del Reina del mar, incluso pensé en ofrecerle algún puestecillo, pero más tarde comprendí que no sería capaz de modificarle a un hombre de vida hecha su camino escogido.
Poseía un profesionalismo sorprendente, delicadeza en el más grotesco movimiento que ningún ser pensante se tomaría el tiempo de ser grácil y formidable al mismo tiempo, no pude negarme en sangrar por la herida, hacía mucho tiempo que necesitaba pensar en ser elegante y firme en mi andar, hacía mucho tiempo que no tenía aquella cualidad que en mi infancia consideraba innata.
- ¿ Será posible que éste joven que veo frente a mí, pudiera ayudarme en dos cosas: la primera es algo que quizá disfrute hacerlo, la segunda viene acompañada de un caso policial que me han dado a resolver y sin duda necesitaré ayuda, de quien sea, incluso de un niño?.- Sonreí, me dejé ver por el hilo de luz de la herrería.
Vi como ofrecía su mano, aquel protocolo no se veía con frecuencia. Cuando estreché mi mano con la suya, sentí que no estábamos solos, desee que sea otro cliente y no un espíritu que pretendiera llegar en mí para comunicarse, desde la muerte de Zaire, andaba un poco mal de salud cuando llamaba a un espíritu, sabía que me mejoraba notablemente pero no quería arriesgarme. Llevaba en el bolsillo de mi sobretodo un frasquito de vidrio añejo que contenía miel dorada, como los rayos del Astro Rey.
- Capitán Amelhíon Do Crucerois.-dije presentándome formalmente, siempre con una sonrisa que no se perdía.
Divago, eso es cierto, pero las diversas situaciones que uno vive, logran tener una importancia casi frenética para quien es atento para los más pequeños detalles.
El hombre moreno, joven, de apariencia fuerte, podría pasar por un tripulante del Reina del mar, incluso pensé en ofrecerle algún puestecillo, pero más tarde comprendí que no sería capaz de modificarle a un hombre de vida hecha su camino escogido.
Poseía un profesionalismo sorprendente, delicadeza en el más grotesco movimiento que ningún ser pensante se tomaría el tiempo de ser grácil y formidable al mismo tiempo, no pude negarme en sangrar por la herida, hacía mucho tiempo que necesitaba pensar en ser elegante y firme en mi andar, hacía mucho tiempo que no tenía aquella cualidad que en mi infancia consideraba innata.
- ¿ Será posible que éste joven que veo frente a mí, pudiera ayudarme en dos cosas: la primera es algo que quizá disfrute hacerlo, la segunda viene acompañada de un caso policial que me han dado a resolver y sin duda necesitaré ayuda, de quien sea, incluso de un niño?.- Sonreí, me dejé ver por el hilo de luz de la herrería.
Vi como ofrecía su mano, aquel protocolo no se veía con frecuencia. Cuando estreché mi mano con la suya, sentí que no estábamos solos, desee que sea otro cliente y no un espíritu que pretendiera llegar en mí para comunicarse, desde la muerte de Zaire, andaba un poco mal de salud cuando llamaba a un espíritu, sabía que me mejoraba notablemente pero no quería arriesgarme. Llevaba en el bolsillo de mi sobretodo un frasquito de vidrio añejo que contenía miel dorada, como los rayos del Astro Rey.
- Capitán Amelhíon Do Crucerois.-dije presentándome formalmente, siempre con una sonrisa que no se perdía.
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Re: Cuando el metal se funde... sorpresas trae [Amelhíon]
El orden y la perfección, siempre me decía mi padre que en aquello habitaba el diablo, pero no podría decir si aquello era verdad o no por el simple hecho que entre más orden sabia dónde estaba cada cosa y los clientes pedían perfección ahí era donde se guiaba mi trabajo en satisfacer al cliente por que la sonrisas cuando veían lo que deseaban hecho realidad era la mejor paga, ya que encontrar sonrisas eran difíciles en estos días más cuando todo parecía estar al revés, en un mundo donde los humanos se creían superiores y los mejores, existíamos también otros que nos adaptábamos a este mundo, al diario vivir para tratar de pasar desapercibidos.
Mi atención se centró en lo que aquel señor decía, ¿dos cosas? Antes de que dijera lo que le seguiría a continuación ya podía temerme al petitorio, asentí con la cabeza - Mi fuerte es todo lo que tenga que ver con armas, herraduras y tanta cosa que se pueda hacer con metal fundido – sonreí por que claramente me gustaba mi trabajo y quería que me reconocieran por él, en cuanto a lo segundo planto la duda en mi - ¿Un caso policial? – trague saliva, en realidad mis habilidades me ayudaban de sobre manera cuando de aquello se trataba pero el pedía ayuda ¿Quién era yo para negarla? – Si cree que le puedo servir, acepto las dos propuestas, Señor Do Crucerois. – esa sensación cuando sabes que puedes servir de ayuda a alguien era una de las dichas de sentir que cada día vivía como si fuera el ultimo.
Capitán Do Crucerois – dije con confianza y suavidad, conocía muy pocos por no decir ningún capitán, de aquella forma solo me decía que mi nombre y herrería ya estaba siendo promovida por Paris. – Bueno empecemos ¿Qué desea, como lo desea algún material en especial, incrustaciones, dibujos? Todo lo que desee yo lo puedo crear o al menos hacer el intento – Suspire mientras volvía a cubrir mis manos con los guantes para el agua, aquellos eran de un cuero más ligero que me permitía mayor movilidad, fui hasta la tinaja y palpe que estuvieran lo suficientemente tibios para poder tallarles las iniciales que me habían pedido, con cuidado y escurriendo el agua deje los casquetes sobre una gran mesa de madera gruesa, saque uno y tome una especia de cincel y con fineza talle las inicialé D.M. podía hacer dos cosas a la ves así que escuchar mientras tallaba era lo de menos – Y, bueno… me gustaría saber sobre el caso policial… - claro necesitaba información todo partía de una base y en esa se hacían las trenzas para llegar a su final.
Mi atención se centró en lo que aquel señor decía, ¿dos cosas? Antes de que dijera lo que le seguiría a continuación ya podía temerme al petitorio, asentí con la cabeza - Mi fuerte es todo lo que tenga que ver con armas, herraduras y tanta cosa que se pueda hacer con metal fundido – sonreí por que claramente me gustaba mi trabajo y quería que me reconocieran por él, en cuanto a lo segundo planto la duda en mi - ¿Un caso policial? – trague saliva, en realidad mis habilidades me ayudaban de sobre manera cuando de aquello se trataba pero el pedía ayuda ¿Quién era yo para negarla? – Si cree que le puedo servir, acepto las dos propuestas, Señor Do Crucerois. – esa sensación cuando sabes que puedes servir de ayuda a alguien era una de las dichas de sentir que cada día vivía como si fuera el ultimo.
Capitán Do Crucerois – dije con confianza y suavidad, conocía muy pocos por no decir ningún capitán, de aquella forma solo me decía que mi nombre y herrería ya estaba siendo promovida por Paris. – Bueno empecemos ¿Qué desea, como lo desea algún material en especial, incrustaciones, dibujos? Todo lo que desee yo lo puedo crear o al menos hacer el intento – Suspire mientras volvía a cubrir mis manos con los guantes para el agua, aquellos eran de un cuero más ligero que me permitía mayor movilidad, fui hasta la tinaja y palpe que estuvieran lo suficientemente tibios para poder tallarles las iniciales que me habían pedido, con cuidado y escurriendo el agua deje los casquetes sobre una gran mesa de madera gruesa, saque uno y tome una especia de cincel y con fineza talle las inicialé D.M. podía hacer dos cosas a la ves así que escuchar mientras tallaba era lo de menos – Y, bueno… me gustaría saber sobre el caso policial… - claro necesitaba información todo partía de una base y en esa se hacían las trenzas para llegar a su final.
Off: Lamento lo corto de mi respuesta, la próxima sera mejor.
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Re: Cuando el metal se funde... sorpresas trae [Amelhíon]
En un mundo que sólo el vil metal era lo que movía las pasiones siempre tendría que existir alguien que posea su corazón tan puro como el agua cristalina que he cruzado con mi barco, pero aquella petición sólo la podía ver en muy pocas personas, la mayoría de los hombres de éste siglo se mostraban hostiles a los nuevos valores humanos, a aquellos sentimientos que hacían recordar la enseñanza de los guías terrenales que llevaban a una espiritualidad mejor, incluso los brujos estaban más pegados a tierra, cuando ellos, todos ellos, sin distinción podrían ser un puente entre el mundo terrenal y el espiritual.
Sin duda aquel hombre que tenía frente a mí era uno de aquellos seres que están llenos de luz en su interior, que se consideran ángeles terrenales. Su corazón no podría negarle aquella sensación de haber hecho algo notable, que exigía lo mejor de él. Asentí complacido, por fortuna, los espiritus me acompañaban allí, todo estaba saliendo como tenía que ser, me ahorraba la demanda que me mandaría el Almirante.
Cerca de mi actual ayudante, un anciano que denotaba su edad por los rasgos curtidos de su rostro nos miraba espectante. Pensé en preguntarle a mi compañero de conversación si estábamos acompañados, pero temía aquel anciano de mirada nublada sea el espíritu de alguien que moraba allí, luego se lo preguntaría si salía la conversación.
Di un aplauso.- Verá dentro de poco tiempo zarparé de vuelta y necesito una nueva espada...- murmuré mientras con pasos firmes me recorría toda la herrería.- El material elijálo usted que es el experto, lo que le pido que en el mango de la espada tenga un ancla de plata, el Almirante pidió que todos los capitanes tengan un ancla con el material que sea pero que la tengan.
Sonreí amablemente, me senté en un silla de madera antigua que se encontraba allí.
-De acuerdo...le contaré...- hice una notable pausa para tomar un poco de aire.- Verá, no sé si se ha enterado de unos asesinatos que se han llevado a cabo en un muelle del puerto, lo extraño es que no parecieran asesinatos comunes...¿ No sé si me explico?...- pregunté mientras en mi paladar extrañaba el ardor del Whisky. Hacía tiempo que no tomaba mi bebida favorita, no por salud, sino porque no había podido descansar desde mi llegada a París.
Sin duda aquel hombre que tenía frente a mí era uno de aquellos seres que están llenos de luz en su interior, que se consideran ángeles terrenales. Su corazón no podría negarle aquella sensación de haber hecho algo notable, que exigía lo mejor de él. Asentí complacido, por fortuna, los espiritus me acompañaban allí, todo estaba saliendo como tenía que ser, me ahorraba la demanda que me mandaría el Almirante.
Cerca de mi actual ayudante, un anciano que denotaba su edad por los rasgos curtidos de su rostro nos miraba espectante. Pensé en preguntarle a mi compañero de conversación si estábamos acompañados, pero temía aquel anciano de mirada nublada sea el espíritu de alguien que moraba allí, luego se lo preguntaría si salía la conversación.
Di un aplauso.- Verá dentro de poco tiempo zarparé de vuelta y necesito una nueva espada...- murmuré mientras con pasos firmes me recorría toda la herrería.- El material elijálo usted que es el experto, lo que le pido que en el mango de la espada tenga un ancla de plata, el Almirante pidió que todos los capitanes tengan un ancla con el material que sea pero que la tengan.
Sonreí amablemente, me senté en un silla de madera antigua que se encontraba allí.
-De acuerdo...le contaré...- hice una notable pausa para tomar un poco de aire.- Verá, no sé si se ha enterado de unos asesinatos que se han llevado a cabo en un muelle del puerto, lo extraño es que no parecieran asesinatos comunes...¿ No sé si me explico?...- pregunté mientras en mi paladar extrañaba el ardor del Whisky. Hacía tiempo que no tomaba mi bebida favorita, no por salud, sino porque no había podido descansar desde mi llegada a París.
- Spoiler:
- Off: No te preocupes estuvo muy bien. Lo que hace a una respuesta buena es la calidad de escritura...
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