AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Los espirales negras (privado)
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Los espirales negras (privado)
Abrí los ojos de forma pesada, mis manos acariciaron la fresca hierba sintiendo el candor de los primeros haces de luz de la mañana.
Bajo mi cuerpo un charco de sangre, mi tez manchada de rojo carmesí y de nuevo el olvido se apoderaba de mi.
Elevé el rostro buscando el atroz destino de aquel que se hubiera cruzado en mi camino, apreté el puño suplicando a mis dioses no haberme cobrado vida humana mientras la dama blanca coronaba el cielo.
Dejé escapar el aire cuando descubrí a un corzo desplomado en el suelo con las tripas abiertas, y claros signos de haber sido mi presa. Por suerte, estos bosques donde de forma voluntaria había convertido en mi hogar estaban aislados de la mayoría de las aldeas, con la caza suficiente para saciar mi hambre podían mantener mi instinto de depredador sujeto las noches de luna llena.
Vivía en una cabaña de madera como todo un ermitaño y bajaba apenas al poblado para hacer unas compras de material necesario y útiles varios que no podía encontrar en la naturaleza.
Ademas llevando a mi montura para herrar había entablado cierta “amistad” con el herrero del pueblo, un hombre de edad avanzada que un día sirvió directamente al conde Höor, peor que hoy en día tras haber vivido demasiadas guerras y perdidas. había decidido pasar sus últimos años de una forma mas tranquila.
Ya no forjaba armas, solo se limitaba ha hacer trabajos nimios como el herraje de caballos y yo le ayudaba en lo que podía pues le costaba ya partir leña como de seguro lo hacía antaño, a cambio me daba algo de conversación, me gustaba su compañía, era un hombre calmo y muy sabio.
Aquel día estaba en la parte de atrás de la herrería partiendo unos leños para que tuviera suficientes para prender la lumbre en estas frías noches cuando escuché una voz femenina en el porche de la casona.
Al parecer debía conocer al maestro de armas pues lo llamaba por su nombre de pila, por supuso me mantuve en silencio no queriendo ser encontrado.
Me costaba mucho entablar conversación con extraños, era reacio a todo contacto, supongo que las torturas a las que fui sometido habían hecho de mi un hombre esquivo, malpensado y huidizo.
Bajo mi cuerpo un charco de sangre, mi tez manchada de rojo carmesí y de nuevo el olvido se apoderaba de mi.
Elevé el rostro buscando el atroz destino de aquel que se hubiera cruzado en mi camino, apreté el puño suplicando a mis dioses no haberme cobrado vida humana mientras la dama blanca coronaba el cielo.
Dejé escapar el aire cuando descubrí a un corzo desplomado en el suelo con las tripas abiertas, y claros signos de haber sido mi presa. Por suerte, estos bosques donde de forma voluntaria había convertido en mi hogar estaban aislados de la mayoría de las aldeas, con la caza suficiente para saciar mi hambre podían mantener mi instinto de depredador sujeto las noches de luna llena.
Vivía en una cabaña de madera como todo un ermitaño y bajaba apenas al poblado para hacer unas compras de material necesario y útiles varios que no podía encontrar en la naturaleza.
Ademas llevando a mi montura para herrar había entablado cierta “amistad” con el herrero del pueblo, un hombre de edad avanzada que un día sirvió directamente al conde Höor, peor que hoy en día tras haber vivido demasiadas guerras y perdidas. había decidido pasar sus últimos años de una forma mas tranquila.
Ya no forjaba armas, solo se limitaba ha hacer trabajos nimios como el herraje de caballos y yo le ayudaba en lo que podía pues le costaba ya partir leña como de seguro lo hacía antaño, a cambio me daba algo de conversación, me gustaba su compañía, era un hombre calmo y muy sabio.
Aquel día estaba en la parte de atrás de la herrería partiendo unos leños para que tuviera suficientes para prender la lumbre en estas frías noches cuando escuché una voz femenina en el porche de la casona.
Al parecer debía conocer al maestro de armas pues lo llamaba por su nombre de pila, por supuso me mantuve en silencio no queriendo ser encontrado.
Me costaba mucho entablar conversación con extraños, era reacio a todo contacto, supongo que las torturas a las que fui sometido habían hecho de mi un hombre esquivo, malpensado y huidizo.
Breogan- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 22
Fecha de inscripción : 28/05/2018
Re: Los espirales negras (privado)
— ¡Eret!.— desmontó de un salto del caballo alazán que montaba y se aproximó casi corriendo a estrechar el brazo del armero. Habían pasado ocho años desde que el viejo maestro de armas se retiró de Akershus para vivir más tranquilo en los bosques, pero por sus ojos habían pasado casi todos los niños Cannif, al menos aquellos que optaron por empuñar armas. tanto Orn como ella le habían gastado innumerables bromas, entre sus travesuras infantiles se encontraba cambiarle el almuerzo por un hatillo de serrín, aflojarle las tuercas a alguna herramienta o caer ambos sobre él cuando atravesaba la arcada de los establos.— Te echamos mucho de menos en Akershus...sobre todo Orn, su chichón ya no es lo mismo desde que no le arreas con cada estupidez que hace...
Les había forjado sus primeras armas y les había enseñado a blandirlas junto a Ulf y Höor, había sido su maestro cuando éstos no estaban presentes y había tratado de inculcarles la calma del guerrero inteligente, algo que sin duda a los Cannif les hacía mucha falta, eran todos una pandilla de temerarios. Sobre todo Orn había sido el que más collejas se había llevado, pero todas merecidas, sin duda.
— Has crecido mucho, te veo bien.— el viejo armero les tenía cariño a todo ellos, si algo echaba de menos de su vieja vida era su función de maestro, la de transmitir sus conocimientos a las generaciones venideras, ya que su propia descendencia cayó a manos del rey loco y nunca rehízo su vida. Honor, lealtad y coraje. Aprender a pensar para salir victorioso sin vender el alma al diablo. Ese había sido su legado y nadie lo olvidaba, pero respetaban su decisión y habían tratado de no molestarlo. Pero Fiolett aparecía por allí al menos cada dos o tres años, priemro para verlo y segundo porque no se fiaba de ningún herrero que no fuera él.
— Mira... he aprendido trucos nuevos.— Sacó su arco de tejo negro y colocó dos flechas en la cuerda, tensado y soltando de forma que cada una salió en direcciones diferentes clvándose una en la puerta del herrero y la otra en un poste de madera lateral, justo unos segundos antes de que alguien asomara apenas, para luego recular.— ¡Por Odín! lo siento! no sabía que tenías compañía. ¡Eh! lo siento!!
Iba a ir a recoger las flechas pero Eret la detuvo con una mano en claro gesto de que lo dejase estar por el momento.
— Ya veo...estás hecha una gran arquera como tu padre. ¿Qué necesitas?.— Eret sabía que Fiolett le tenía aprecio pero seguramente no habría ido de visita.
— Pues...una espada de mano o mano y media, la mía acabó en el fondo del mar mientras íbamos al sur a defender la frontera, nos atacaron esos cerdos y les acabamos por abordar y machacar, pero perdí mi arma. Ya sé que no te dedicas a ello...pero es que no me sirve ninguna, sólo tú sabes cómo hacerla para que sea perfecta...por favor...te prometo que será la última, no perderé ninguna más, la protegeré con mi vida...
Le puso pucheros y muecas y el viejo armero sonrió, seguía siendo esa niña que soñaba con batallar junto a Orn y su padre y liberar el norte de la tiranía, sólo que ya era una realidad, que luchaba, sangraba y podía morir si su arma era una basura.
— Está bien, chantajista. Anda, pasa y cuéntame qué tal va todo por Akershus.
— ¿tienes invitados?.— estiró el cuello para tratar de ver quién andaba por detrás de la cabaña y que casi se había comido su flechazo.
— es una larga historia... vamos.
Les había forjado sus primeras armas y les había enseñado a blandirlas junto a Ulf y Höor, había sido su maestro cuando éstos no estaban presentes y había tratado de inculcarles la calma del guerrero inteligente, algo que sin duda a los Cannif les hacía mucha falta, eran todos una pandilla de temerarios. Sobre todo Orn había sido el que más collejas se había llevado, pero todas merecidas, sin duda.
— Has crecido mucho, te veo bien.— el viejo armero les tenía cariño a todo ellos, si algo echaba de menos de su vieja vida era su función de maestro, la de transmitir sus conocimientos a las generaciones venideras, ya que su propia descendencia cayó a manos del rey loco y nunca rehízo su vida. Honor, lealtad y coraje. Aprender a pensar para salir victorioso sin vender el alma al diablo. Ese había sido su legado y nadie lo olvidaba, pero respetaban su decisión y habían tratado de no molestarlo. Pero Fiolett aparecía por allí al menos cada dos o tres años, priemro para verlo y segundo porque no se fiaba de ningún herrero que no fuera él.
— Mira... he aprendido trucos nuevos.— Sacó su arco de tejo negro y colocó dos flechas en la cuerda, tensado y soltando de forma que cada una salió en direcciones diferentes clvándose una en la puerta del herrero y la otra en un poste de madera lateral, justo unos segundos antes de que alguien asomara apenas, para luego recular.— ¡Por Odín! lo siento! no sabía que tenías compañía. ¡Eh! lo siento!!
Iba a ir a recoger las flechas pero Eret la detuvo con una mano en claro gesto de que lo dejase estar por el momento.
— Ya veo...estás hecha una gran arquera como tu padre. ¿Qué necesitas?.— Eret sabía que Fiolett le tenía aprecio pero seguramente no habría ido de visita.
— Pues...una espada de mano o mano y media, la mía acabó en el fondo del mar mientras íbamos al sur a defender la frontera, nos atacaron esos cerdos y les acabamos por abordar y machacar, pero perdí mi arma. Ya sé que no te dedicas a ello...pero es que no me sirve ninguna, sólo tú sabes cómo hacerla para que sea perfecta...por favor...te prometo que será la última, no perderé ninguna más, la protegeré con mi vida...
Le puso pucheros y muecas y el viejo armero sonrió, seguía siendo esa niña que soñaba con batallar junto a Orn y su padre y liberar el norte de la tiranía, sólo que ya era una realidad, que luchaba, sangraba y podía morir si su arma era una basura.
— Está bien, chantajista. Anda, pasa y cuéntame qué tal va todo por Akershus.
— ¿tienes invitados?.— estiró el cuello para tratar de ver quién andaba por detrás de la cabaña y que casi se había comido su flechazo.
— es una larga historia... vamos.
Fiolett- Humano Clase Alta
- Mensajes : 77
Fecha de inscripción : 14/06/2017
Localización : Akershus
Re: Los espirales negras (privado)
Mi pecho subía y bajaba agitado, esa chica quería ir tras la casona para descubrir quien se escondía de ella y yo no estaba acostumbrado a las visitas. Un gruñido emergió de mi garganta mas fruto de sentirme acorralado que como amenaza para que no se acercara ,mas por suerte el maestro de armas decidió llevarse a dentro a la joven sin contestar ni una sola de sus preguntas sobre mi persona.
Respiré aliviado al escuchar alejarse sus pasos y sin perder tiempo apilé los troncos partidos para que no tuviera que hacerlo el anciano y me dispuse a correr hacía mi montura para salir huyendo.
No estaba acostumbrado a ningún contacto humano, el único que había tenido desde que Randulf me capturó siendo un niño era el del herrero.
Me había acostumbrado a recibir palizas a diario, a ser objetivo de experimentos, cánulas por todo mi cuerpo, inyecciones, drogas, hubo un tiempo que ni siquiera sabía quien era, solo era un monstruo apenas incapaz de mutar a su parte humana, una bestia que el Rey tirano lanzaba contra las aldeas o los rebeldes que las defendían.
Hubo un tiempo que me convertí en su arma mas letal y aun por la noche, en sueños oía los gritos de los niños llorando, de las madres gritando y de los hombres muriendo bajo mis certeros ataques. Lo recordaba todo, lleve tanta muerte al norte que ni siquiera merecía estar con vida ahora mismo, lo único que podía hacer era retirarme a las montañas y evitar todo contacto con humanos, era un monstruo y dañaba todo lo que se me acercaba.
Tiré de las riendas del caballo que seguramente ya estaría herrado con la mala suerte de que bajo sus patas había un pozal que el anciano debió dejar en el proceso de ponerle las herraduras y que volcó al dar sus primeros pasos.
El ruido no pasó desapercibido y la chica sobresaltada salió de la cabaña, para encontrarse de frente conmigo.
Reculé asustado, fue instintivo mi labios superior se lazó en claro gesto de amenaza mientras mis ojos se tornaban dorados como la miel recién recolectada.
La morena llevó su diestra a la espada cuando el maestro la detuvo interponiéndose en medio pidiéndole, pidiéndonos calma.
-Solo quiero irme -gruñí entre dientes mas como una suplica -he de irme.
El mejor que nadie sabía l oque pasaba cuando me descontrolaba.
Respiré aliviado al escuchar alejarse sus pasos y sin perder tiempo apilé los troncos partidos para que no tuviera que hacerlo el anciano y me dispuse a correr hacía mi montura para salir huyendo.
No estaba acostumbrado a ningún contacto humano, el único que había tenido desde que Randulf me capturó siendo un niño era el del herrero.
Me había acostumbrado a recibir palizas a diario, a ser objetivo de experimentos, cánulas por todo mi cuerpo, inyecciones, drogas, hubo un tiempo que ni siquiera sabía quien era, solo era un monstruo apenas incapaz de mutar a su parte humana, una bestia que el Rey tirano lanzaba contra las aldeas o los rebeldes que las defendían.
Hubo un tiempo que me convertí en su arma mas letal y aun por la noche, en sueños oía los gritos de los niños llorando, de las madres gritando y de los hombres muriendo bajo mis certeros ataques. Lo recordaba todo, lleve tanta muerte al norte que ni siquiera merecía estar con vida ahora mismo, lo único que podía hacer era retirarme a las montañas y evitar todo contacto con humanos, era un monstruo y dañaba todo lo que se me acercaba.
Tiré de las riendas del caballo que seguramente ya estaría herrado con la mala suerte de que bajo sus patas había un pozal que el anciano debió dejar en el proceso de ponerle las herraduras y que volcó al dar sus primeros pasos.
El ruido no pasó desapercibido y la chica sobresaltada salió de la cabaña, para encontrarse de frente conmigo.
Reculé asustado, fue instintivo mi labios superior se lazó en claro gesto de amenaza mientras mis ojos se tornaban dorados como la miel recién recolectada.
La morena llevó su diestra a la espada cuando el maestro la detuvo interponiéndose en medio pidiéndole, pidiéndonos calma.
-Solo quiero irme -gruñí entre dientes mas como una suplica -he de irme.
El mejor que nadie sabía l oque pasaba cuando me descontrolaba.
Breogan- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 22
Fecha de inscripción : 28/05/2018
Re: Los espirales negras (privado)
Cuando salió a la parte trasera de la casa de Eret siguiendo el sonido de la leña partida con ahínco se encontró de bruces con un hombre que ostentaba una cicatriz que le cruzaba de parte a parte media cara. Había sacado instintivamente la espada de la vaina y al leer el lenguaje corporal del extraño la mantuvo en la mano. Frunció el ceño antes de hablar.
— ¿quién eres?
— es un amigo Fiolett, baja el arma.— la mano de Eret se posó en su hombro y la morena envainó. Sobre sus cabezas resonó un trueno siguiendo a un rayo y la lluvia comenzó a caer de forma inesperada, con gotas gruesas que calaban las camisas. — Entremos…— el viejo armero la hizo pasar y le hizo un gesto a Breogan para que los acompañara también, se había puesto una mala tarde, en breve amainaría seguramente.*
Negué con la cabeza cuando Eret me hizo un gesto con la cabeza para que entrara dentro, bien sabía el herrero que yo era huraño, que odiaba el contacto con los desconocidos y en este caso ella para mi era alguien extraño que me ponía especialmente nervioso.
Como un animal acorralado reculé un par de pasos dejando que la lluvia mojara mi rostro. Esta fue cogiendo intensidad, en el norte era frecuentes las tormentas, seguramente Thor andaba enfadado. Mi camisa quedó completamente empapada, las gotas de agua rodaban por mi rostro cayendo por mi nariz hasta el suelo.
-Tengo que irme -rugí mirando a mi caballo que alzaba sus patas delanteras nerviosos por la que se avecinaba.*
—¿eres un delincuente buscado o qué? Bah! A mi me da igual, si Eret dice que eres un amigo, para mi también lo eres. ¿Tienes miedo a que te muerda?.— ensanchó la sonrisa y le guiñó el ojo, desconociendo la naturaleza licántropa de Breo. Entró en la casa sin darle más importancia, si el hombre queria entrar, que entrase y si no… a ella tanto le daba. Sacó de la alforja unas botellas que le había traido al herrero y las dejó sobre un mesita. Sacó el corcho de una y le dio un trago agachándose para encender la lumbre.*
Eret trataba de convencerme de que entrara, que en el estado que estaba mi corcel no llegaría a la cabaña, que la chica era inofensiva, que se limitaría a parlotear pero que no me molestaría.
Negué un par de veces mas dejándole claro lo poco o nada que me gustaba la idea peor finalmente me dejé arrastrar dentro, eso si tomando asiento en una de las sillas mas alejadas de la morena.
Hubiera sacado los dientes de no ser porque eso me hubiera delatado ,así que con mi pecho subiendo y bajando y francamente arrinconado guardé silencio mirando la chica abrir la botella para dar un trago quitando el corcho.
Olía bien...el alcohol y ella también.*
Prendió la leña y pronto el color rojizo de las llamas inundó la estancia que se llenó de cierta calidez. Tomó una botella abierta y se la pasó al extraño.
—¿A ti también te regaña? A mí me ha echado más broncas que mi padre.— sonrió con cierta burla a Eret y levantó la botella en su honor.— Por cierto, te envía recuerdos, y Orn me dio esto para ti.— Sacó de un bolsillo un amuleto de protección anti-trolls, tenía forma de herradura con los extremos roscados hacia fuera, forjado en metal de forma un poco burda y engarzado en hilos de cuero.— Lo hizo él, iba a regalárselo a mi padre, pero pensó que era lo justo que lo tuvieras tú, ya que le enseñaste a forjar al menos para una emergencia.*
Cogí la botella con un gesto rápido para ver si el alcohol lograba darme un poco de calma. En silencio escuché de lo que hablaban, parecía que Eret conocía a la chica desde hacía tiempo, me costo un poco entender de lo que hablaban, peor acabé atando cabos. Orn era el hijo mayor de Höor, así que si no me equivocaba ella debía ser Fiolett, su hija.
Las cosas se ponían feas, yo había sido usado por Randulf en un sinfín de gestas, en ellas destruí a muchos de los rebeldes, no fue queriendo, no estaba orgulloso de mi pasado, peor ahora era otro hombre o al menso trataba de serlo.
Bajé la mirada a la boquilla de la botella, en ella podía ver a consecución de imágenes, la sangre, los miembros cercenados, habría matado a tantos de los suyos que seguramente de descubrirlo trataría de hacer rodar mi cabeza por el suelo.*
— ¿quién eres?
— es un amigo Fiolett, baja el arma.— la mano de Eret se posó en su hombro y la morena envainó. Sobre sus cabezas resonó un trueno siguiendo a un rayo y la lluvia comenzó a caer de forma inesperada, con gotas gruesas que calaban las camisas. — Entremos…— el viejo armero la hizo pasar y le hizo un gesto a Breogan para que los acompañara también, se había puesto una mala tarde, en breve amainaría seguramente.*
Negué con la cabeza cuando Eret me hizo un gesto con la cabeza para que entrara dentro, bien sabía el herrero que yo era huraño, que odiaba el contacto con los desconocidos y en este caso ella para mi era alguien extraño que me ponía especialmente nervioso.
Como un animal acorralado reculé un par de pasos dejando que la lluvia mojara mi rostro. Esta fue cogiendo intensidad, en el norte era frecuentes las tormentas, seguramente Thor andaba enfadado. Mi camisa quedó completamente empapada, las gotas de agua rodaban por mi rostro cayendo por mi nariz hasta el suelo.
-Tengo que irme -rugí mirando a mi caballo que alzaba sus patas delanteras nerviosos por la que se avecinaba.*
—¿eres un delincuente buscado o qué? Bah! A mi me da igual, si Eret dice que eres un amigo, para mi también lo eres. ¿Tienes miedo a que te muerda?.— ensanchó la sonrisa y le guiñó el ojo, desconociendo la naturaleza licántropa de Breo. Entró en la casa sin darle más importancia, si el hombre queria entrar, que entrase y si no… a ella tanto le daba. Sacó de la alforja unas botellas que le había traido al herrero y las dejó sobre un mesita. Sacó el corcho de una y le dio un trago agachándose para encender la lumbre.*
Eret trataba de convencerme de que entrara, que en el estado que estaba mi corcel no llegaría a la cabaña, que la chica era inofensiva, que se limitaría a parlotear pero que no me molestaría.
Negué un par de veces mas dejándole claro lo poco o nada que me gustaba la idea peor finalmente me dejé arrastrar dentro, eso si tomando asiento en una de las sillas mas alejadas de la morena.
Hubiera sacado los dientes de no ser porque eso me hubiera delatado ,así que con mi pecho subiendo y bajando y francamente arrinconado guardé silencio mirando la chica abrir la botella para dar un trago quitando el corcho.
Olía bien...el alcohol y ella también.*
Prendió la leña y pronto el color rojizo de las llamas inundó la estancia que se llenó de cierta calidez. Tomó una botella abierta y se la pasó al extraño.
—¿A ti también te regaña? A mí me ha echado más broncas que mi padre.— sonrió con cierta burla a Eret y levantó la botella en su honor.— Por cierto, te envía recuerdos, y Orn me dio esto para ti.— Sacó de un bolsillo un amuleto de protección anti-trolls, tenía forma de herradura con los extremos roscados hacia fuera, forjado en metal de forma un poco burda y engarzado en hilos de cuero.— Lo hizo él, iba a regalárselo a mi padre, pero pensó que era lo justo que lo tuvieras tú, ya que le enseñaste a forjar al menos para una emergencia.*
Cogí la botella con un gesto rápido para ver si el alcohol lograba darme un poco de calma. En silencio escuché de lo que hablaban, parecía que Eret conocía a la chica desde hacía tiempo, me costo un poco entender de lo que hablaban, peor acabé atando cabos. Orn era el hijo mayor de Höor, así que si no me equivocaba ella debía ser Fiolett, su hija.
Las cosas se ponían feas, yo había sido usado por Randulf en un sinfín de gestas, en ellas destruí a muchos de los rebeldes, no fue queriendo, no estaba orgulloso de mi pasado, peor ahora era otro hombre o al menso trataba de serlo.
Bajé la mirada a la boquilla de la botella, en ella podía ver a consecución de imágenes, la sangre, los miembros cercenados, habría matado a tantos de los suyos que seguramente de descubrirlo trataría de hacer rodar mi cabeza por el suelo.*
Fiolett- Humano Clase Alta
- Mensajes : 77
Fecha de inscripción : 14/06/2017
Localización : Akershus
Re: Los espirales negras (privado)
El viejo armero se acercó y cogió la tercera botella dándole un trago y sacando de una alacena un plato con queso, nueces y pan. Lo puso sobre la mesa y se sentó con algo de dificultad.
— Eh… yo te ayudo.— pero Eret podía hacerlo solo y con un gesto la detuvo. Estaba mayor, pero se valía por si mismo y era orgulloso. Lo dejó, pero miró de reojo a Breogan, que estaba cortándole la leña al viejo y se lo agradeció con una mirada. Apreciaba a Eret, había sido casi como un segundo padre y no quería verlo padecer. Cortó algunos trozos de queso y con las nueces hizo lo mismo, picoteando un poco.— ¿Le ayudas en la forja? Es una tarea pesada para alguien que lleva toda la vida batallando sin descanso.*
Di un nuevo trago de la botella antes de elevar mi mirada hacía la morena.
-No, bueno, a veces -reconocí.
Sabía que al viejo no le gustaba reconocer que en ocasiones necesitaba de la ayuda de otros, en su día debió ser un orgulloso guerrero, como yo un grandísimo asesino, pero si el creía en mi redención, también debería entender que el tiempo había pasado para él y ya no era ese hombre que un día fue.
-Intercambiamos servicios, el me hierra el caballo, y yo le ayudo con la leña y a veces a forjar espadas, arreglarlas mas bien o herramientas para trabajar el campo...
Di un nuevo trago mirando hacía el exterior de la cabaña deseando que la lluvia amainara y poder volver a la seguridad de las montañas.*
— Como él no lo dirá, lo haré yo, y me da igual cómo suene esto. Si le pasa algo, no me enteraría hasta un mes después como poco, así que te pido que me avises si enferma o le sucede alguna cosa. Sabes que es así… y sabes que no te dejaré en paz.— Esta vez apuntó con el dedo a Eret que resopló.
— Eres una maldita caprichosa como tu hermana.
— No es verdad. Pero puedes rebuznar cuanto quieras, ahora no te estoy escuchando, estoy escuchando a Breogan.— Fio empezó el juego de siempre, en el que Orn y ella volvían loco a Eret, que fingía enfadarse y molestarse pero al final esos chiquillos le resultaban entrañables.
— Pffff…
— bueno, si prefieres bufar como un camello también me vale…
El pobre hombre puso los ojos en blanco y miró al licántropo buscando cierta ayuda, los Cannif eran así, o los querías o los adiabas.
—¿entiendes por qué me retiré al bosque? Imagínate esto a diario…a todas horas… multiplicado por muchos niños a los que he visto crecer.
— ¡Eh! No es para tanto! Sobre todo éramos Orn y yo, los demás te dieron poca lata…tsk. Se queja por todo.*
En mi intento de echar una mano al viejo carraspeé hundiendo mi lobuna mirada en la de la morena.
-Todo hombre tiene derecho de elegir como vivir y como morir -sentencié dejándole claro con una frase tan escueta como yo mismo lo era, que si el viejo se había retirado a una aldea era porque deseaba olvidar o dejar atrás Akershus y aunque ella no lo entendiera, si debía respetarlo. Como debía respetar que Eret no le contara ninguno de sus achaques, todos teníamos derecho a elegir morir solos o acompañados.
La vi fruncir el ceño y bajé de inmediato mi mirad hasta la botella tratando de evitar el conforntamiento, me ponía nerviosos saber que me rebatiría, no porque pensara que estaba errado si no porque me costaba mantener conversaciones de cualquier tipo con extraños, sobre todo con mujeres.*
— Ajá…ya veo. Así que sólo sois dos extraños ermitaños que estáis de acuerdo en desaparecer del mundo…— levantó la manos en señal de “me rindo”.— de acuerdo… no seré yo quien juzgue eso, pero ya que me quiere lejos, aunque sea de boquilla, permíteme al menos saber si ha emprendido el viaje al Valhalla para honrarlo. Fue mi maestro, el de mis hermanos, y quien soy en gran parte se lo debo a él. Así que no me dejes de lado, viejo infame!! Muere como quieras pero permíteme cumplir con mis deudas, te debo todo los honores y contar todas las grandes historias que has protagonizado, así que no seas idiota.— esta vez amenazó con la botella a Eret antes de darle un trago, para ella era como parte de su familia, y aunque respetase su decisión, no quería quedarse fuera.*
— Eh… yo te ayudo.— pero Eret podía hacerlo solo y con un gesto la detuvo. Estaba mayor, pero se valía por si mismo y era orgulloso. Lo dejó, pero miró de reojo a Breogan, que estaba cortándole la leña al viejo y se lo agradeció con una mirada. Apreciaba a Eret, había sido casi como un segundo padre y no quería verlo padecer. Cortó algunos trozos de queso y con las nueces hizo lo mismo, picoteando un poco.— ¿Le ayudas en la forja? Es una tarea pesada para alguien que lleva toda la vida batallando sin descanso.*
Di un nuevo trago de la botella antes de elevar mi mirada hacía la morena.
-No, bueno, a veces -reconocí.
Sabía que al viejo no le gustaba reconocer que en ocasiones necesitaba de la ayuda de otros, en su día debió ser un orgulloso guerrero, como yo un grandísimo asesino, pero si el creía en mi redención, también debería entender que el tiempo había pasado para él y ya no era ese hombre que un día fue.
-Intercambiamos servicios, el me hierra el caballo, y yo le ayudo con la leña y a veces a forjar espadas, arreglarlas mas bien o herramientas para trabajar el campo...
Di un nuevo trago mirando hacía el exterior de la cabaña deseando que la lluvia amainara y poder volver a la seguridad de las montañas.*
— Como él no lo dirá, lo haré yo, y me da igual cómo suene esto. Si le pasa algo, no me enteraría hasta un mes después como poco, así que te pido que me avises si enferma o le sucede alguna cosa. Sabes que es así… y sabes que no te dejaré en paz.— Esta vez apuntó con el dedo a Eret que resopló.
— Eres una maldita caprichosa como tu hermana.
— No es verdad. Pero puedes rebuznar cuanto quieras, ahora no te estoy escuchando, estoy escuchando a Breogan.— Fio empezó el juego de siempre, en el que Orn y ella volvían loco a Eret, que fingía enfadarse y molestarse pero al final esos chiquillos le resultaban entrañables.
— Pffff…
— bueno, si prefieres bufar como un camello también me vale…
El pobre hombre puso los ojos en blanco y miró al licántropo buscando cierta ayuda, los Cannif eran así, o los querías o los adiabas.
—¿entiendes por qué me retiré al bosque? Imagínate esto a diario…a todas horas… multiplicado por muchos niños a los que he visto crecer.
— ¡Eh! No es para tanto! Sobre todo éramos Orn y yo, los demás te dieron poca lata…tsk. Se queja por todo.*
En mi intento de echar una mano al viejo carraspeé hundiendo mi lobuna mirada en la de la morena.
-Todo hombre tiene derecho de elegir como vivir y como morir -sentencié dejándole claro con una frase tan escueta como yo mismo lo era, que si el viejo se había retirado a una aldea era porque deseaba olvidar o dejar atrás Akershus y aunque ella no lo entendiera, si debía respetarlo. Como debía respetar que Eret no le contara ninguno de sus achaques, todos teníamos derecho a elegir morir solos o acompañados.
La vi fruncir el ceño y bajé de inmediato mi mirad hasta la botella tratando de evitar el conforntamiento, me ponía nerviosos saber que me rebatiría, no porque pensara que estaba errado si no porque me costaba mantener conversaciones de cualquier tipo con extraños, sobre todo con mujeres.*
— Ajá…ya veo. Así que sólo sois dos extraños ermitaños que estáis de acuerdo en desaparecer del mundo…— levantó la manos en señal de “me rindo”.— de acuerdo… no seré yo quien juzgue eso, pero ya que me quiere lejos, aunque sea de boquilla, permíteme al menos saber si ha emprendido el viaje al Valhalla para honrarlo. Fue mi maestro, el de mis hermanos, y quien soy en gran parte se lo debo a él. Así que no me dejes de lado, viejo infame!! Muere como quieras pero permíteme cumplir con mis deudas, te debo todo los honores y contar todas las grandes historias que has protagonizado, así que no seas idiota.— esta vez amenazó con la botella a Eret antes de darle un trago, para ella era como parte de su familia, y aunque respetase su decisión, no quería quedarse fuera.*
Breogan- Licántropo Clase Baja
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Re: Los espirales negras (privado)
Desvié la mirada hacía la ventana, no pensaba meterme en un asunto que parecía familiar, se notaba el cariño que desprendían las palabras de la joven norteña, respetaba a ese pobre diablo, no me merecía yo nada que a eso se asemejara.
Todos elegíamos nuestro sino, bueno, casi todos, durante un tiempo Randulf lo eligió por mi convirtiéndome en una bestia sin escrúpulos, aun hoy la ponzoña corría por mis venas, no puedes dejar de ser un espiral negro aunque quieras.
El viejo trataba de ayudarme, darme conversación, alimento caliente en ocasiones, pero sabia tan bien como yo que mi reinserción entre los humanos era una mala idea, mantenerme alejado de la civilización, perdido en el bosque lidiando con mis propios fantasmas era lo mejor.
-Se me hace tarde -apunté poniéndome en pie.- Gracias por la conversación -apunté sin mas antes de caminar hacia el portón de madera de aquella casa vieja pero con fuertes pilares de piedra.
Había dejado la suficiente leña cortada en la parte trasera como para que el viejo no tuviera grandes problemas para pasar caliente unos días así que esperaba no tener que volver demasiado pronto, se acercaba la luna llena y los días que la precedían estaba especialmente agresivo y nervioso.*
Vio salir a Breogan por la puerta sin más y tampoco es que nadie se lo impidiese, pues ella acababa de conocerlo y el viejo parecía cómodo con sus entradas y salidas.
— ¿Cuál es el problema de ése?
— Mejor no preguntes, niña. Todos tenemos nuestros fantasmas.
— está bien… no me lo cuentes, no me importa. Sólo quiero saber si es un espía de Randulf. Te haces viejo y sería fácil engañarte haciéndose pasar por tu amigo para sacarte información.
— no es el caso.
— vale, vale… lo que tú digas.
Siguieron conversando pero al poco escuchó un ruido y relinchos de caballo en la dirección que apuntaba hacia el interior del bosque. Se levantó como si tuviera un muelle pegado al culo y tras decirle a Eret “quédate aquí” agarro su arco de tejo negro con las runas grabadas y salió a la carrera. Era ligera y en este caso el bosque frondoso cubría su silueta moviéndose entre los árboles. Finalmente alcanzó a ver soldados de Randulf, algunos a caballo portando ballestas de virotes anchos, otros a pie con espadas y uno llevaba un tridente, Breogan se encontraba en medio de ese círculo y por su gesto, iba a vender cara la piel. Apretó los dientes, ¡¡malditos bastardos!! Si pudiera arrancarles la cabeza con sus manos lo haría. Colocó una flecha en la cuerda, acarició las plumas mientras apuntaba y abatió a uno de los que portaban ballesta, esos eran los peligrosos, los que estaban cerca tendría que manejárselos el moreno. Su siguiente flecha impactó directamente en el ojo de otro de los arqueros y aunque estaba oculta, el tercero que portaba ballesta apuntó hacia ella, errando el tiro pero acercándose bastante.*
Sentía el veneno correr rudo por mis venas, mi corazón lo impulsaba en nombre de la adrenalina pr todo mi cuerpo, las venas sobresalían de los músculos y se oscurecieron mientras mis ojos centelleaban como dos gigantes rojas.
La bestia que anidaba en mi estaba suelta, y ahora no discerní de amigos o enemigos solo de sed de caza y venganza, me lancé de un salto contra uno de los que portaban espadas cayéndole encima a cuatro patas, ni siquiera había desenvainado la espada que portaba a mis espaldas, solo cuando era un hombre la necesitaba.
Mis garras había crecido, de un zarpazo atravesé su pecho abriéndole la carnaza sin miramientos. Su grito de dolor era agónico y aun así trato de ensartarme con la espada, mas mi diestra atrapó su muñeca y mis labios se curvaron en una sádica mueca. Hundí mis colmillos en su yugular, sacudí la cabeza desgarrando la piel y llevándome un trozo de carne mientras la aorta quedaba abierta y de ella emanaba un chorro de sangre.
Todos elegíamos nuestro sino, bueno, casi todos, durante un tiempo Randulf lo eligió por mi convirtiéndome en una bestia sin escrúpulos, aun hoy la ponzoña corría por mis venas, no puedes dejar de ser un espiral negro aunque quieras.
El viejo trataba de ayudarme, darme conversación, alimento caliente en ocasiones, pero sabia tan bien como yo que mi reinserción entre los humanos era una mala idea, mantenerme alejado de la civilización, perdido en el bosque lidiando con mis propios fantasmas era lo mejor.
-Se me hace tarde -apunté poniéndome en pie.- Gracias por la conversación -apunté sin mas antes de caminar hacia el portón de madera de aquella casa vieja pero con fuertes pilares de piedra.
Había dejado la suficiente leña cortada en la parte trasera como para que el viejo no tuviera grandes problemas para pasar caliente unos días así que esperaba no tener que volver demasiado pronto, se acercaba la luna llena y los días que la precedían estaba especialmente agresivo y nervioso.*
Vio salir a Breogan por la puerta sin más y tampoco es que nadie se lo impidiese, pues ella acababa de conocerlo y el viejo parecía cómodo con sus entradas y salidas.
— ¿Cuál es el problema de ése?
— Mejor no preguntes, niña. Todos tenemos nuestros fantasmas.
— está bien… no me lo cuentes, no me importa. Sólo quiero saber si es un espía de Randulf. Te haces viejo y sería fácil engañarte haciéndose pasar por tu amigo para sacarte información.
— no es el caso.
— vale, vale… lo que tú digas.
Siguieron conversando pero al poco escuchó un ruido y relinchos de caballo en la dirección que apuntaba hacia el interior del bosque. Se levantó como si tuviera un muelle pegado al culo y tras decirle a Eret “quédate aquí” agarro su arco de tejo negro con las runas grabadas y salió a la carrera. Era ligera y en este caso el bosque frondoso cubría su silueta moviéndose entre los árboles. Finalmente alcanzó a ver soldados de Randulf, algunos a caballo portando ballestas de virotes anchos, otros a pie con espadas y uno llevaba un tridente, Breogan se encontraba en medio de ese círculo y por su gesto, iba a vender cara la piel. Apretó los dientes, ¡¡malditos bastardos!! Si pudiera arrancarles la cabeza con sus manos lo haría. Colocó una flecha en la cuerda, acarició las plumas mientras apuntaba y abatió a uno de los que portaban ballesta, esos eran los peligrosos, los que estaban cerca tendría que manejárselos el moreno. Su siguiente flecha impactó directamente en el ojo de otro de los arqueros y aunque estaba oculta, el tercero que portaba ballesta apuntó hacia ella, errando el tiro pero acercándose bastante.*
Sentía el veneno correr rudo por mis venas, mi corazón lo impulsaba en nombre de la adrenalina pr todo mi cuerpo, las venas sobresalían de los músculos y se oscurecieron mientras mis ojos centelleaban como dos gigantes rojas.
La bestia que anidaba en mi estaba suelta, y ahora no discerní de amigos o enemigos solo de sed de caza y venganza, me lancé de un salto contra uno de los que portaban espadas cayéndole encima a cuatro patas, ni siquiera había desenvainado la espada que portaba a mis espaldas, solo cuando era un hombre la necesitaba.
Mis garras había crecido, de un zarpazo atravesé su pecho abriéndole la carnaza sin miramientos. Su grito de dolor era agónico y aun así trato de ensartarme con la espada, mas mi diestra atrapó su muñeca y mis labios se curvaron en una sádica mueca. Hundí mis colmillos en su yugular, sacudí la cabeza desgarrando la piel y llevándome un trozo de carne mientras la aorta quedaba abierta y de ella emanaba un chorro de sangre.
Fiolett- Humano Clase Alta
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Re: Los espirales negras (privado)
Rápido embestí a un segundo, la masacre había empezado y los miembros cercenados de los soldados iban cayendo bajo la bestia que pretendían sin duda devolver ante Randlf, pocos experimentos le habían salido como quería y yo era uno de ellos no parecía dispuesto a prescindir de mis servicios y para volver a tenerme bajo su mando solo necesitaba aplicarme esa droga de la que me había medio desenganchado con la que controlaba a los espirales negras soldados fieles que por una dosis harían lo que fuera.*
Uno de los hombres armado con espada corrió hacia donde Fiolett se ocultaba tras un tronco, rodeándola para flanquearla y que no se percatase de que iba, mientras la morena disparaba una y otra vez abatiendo a todos lo que podía, sin poder despegar los ojos de la sangre y la batalla, estaba hecha a la guerra y no iba a impresionarse por eso ahora pero ciertamente la visión del lobo desgarrando y triturando era bastante dantesca y tomó nota mental de desaparecer antes de que se diera cuenta de dónde estaba, porque bien sabía que la bestias a veces no tenían raciocinio y cargaban contra cualquiera que estuviera en su camino.
El crujido de la rama la alertó demasiado tarde, lo tenía encima y aunque rodó por el suelo para esquivar su mandoble, éste sajó sus costillas abriendo la carne en un corte longitudinal. Interpuso el arco para parar su filo, pero al estar en el suelo lo tenía peor. Pateó y buscó sacárselo de encima, pero el tipo era persistente y la agarró con una mano por la garganta, tratando de estrangularla. Su cara era la del máximo esfuerzo, necesitaba toda su fuerza para evitar que la espada se hundiera en su pecho y el hombre apretaba cada vez con más fuerza aunque fuera con una sola mano, le empezaba a faltar el aire y no conseguí emitir grito alguno, sólo unos resuellos ahogados que salían de sus labios enrojecidos por la falta de oxígeno y el esfuerzo.*
No quedaron en pie ni los caballos, algunos agonizando movían sus patas tratando de alzarse para ponerse a salvo sin éxito alguno. En ese instante escuché signos de pelea tras unos matorrales, no había terminado y eso me complació porque cuando empezaba a matar parar era imposible. Unas zancadas me llevaron hasta el enfrentamiento, fue fácil atravesar con mis garras el pescuezo del hombre de Randulf y elevarlo del suelo mientras pataleaba perdiendo su vida en el intento.
Lo lancé a un lado como un despojo, centrando mi mirada en la chica morena que sobre la tierra trataba de recobrar el aire dando bocanadas como un pez fuera del agua, sangraba en abundancia por un costado y decir que me apiadé de ella hubiera sido bonito, mas también una utopía, no discernía amigos de enemigos y mi zarpa se alzó en vilo para arrancarle el corazón de cuajo, mas algo me detuvo, fue la corriente de aire que de pronto vino inundando mis fosas nasales del indiscutible olor del “cebo" lo que lo logro.
Solo había un instinto mas fuete que el de la guerra para nosotros, el del apareamiento y ella olía a hembra en celo en ese momento. A cuatro patas acerqué mi nariz a su sexo oliéndolo de cerca, sentí la saliva en mi boca y mi corazón bombear con fuerza.*
¿Qué clase de bestia era aquella? Había licántropos luchando en las filas de Akershus, pero Breogan era otra cosa, no había cambiado, pues no había luna, y sin embargo sus rasgos y extremidades tenían forma lupina como a medio hacer. Su pelo negro e hirsuto se encrespaba desde la nuca bajando hasta el trasero en forma de cresta, como una espina dorsal de pelo duro y negro. Levantó su garra dispuesto a matarla y sólo pudo levantar el arco como defensa, que sabía que no serviría de nada contra unas garras. El lobo lo agarró y lo lanzó a un lado, y cuando Fiolett creía que ya había llegado su hora final se detuvo y se puso a olisquearla. El terror se apoderó de ella. ¿Estaba buscando por dónde empezar a devorarla? Que la matase ya por Odín!! Se detuvo en su sexo y observó como comenzaba a salivar.
— No, no, no…ni de coña!! Qué haces??!! Apártate de mi!!.— reptó hacia atrás pateándole el hocico al bicho y éste la enganchó de nuevo tirando de ella y sujetando sus manos.— ¡¿Pero qué coño está mal contigo?! Que me sueltes!!! suéltame!!!*
Breogan- Licántropo Clase Baja
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Re: Los espirales negras (privado)
La morena reptaba hacia atrás buscando liberarse de la bestia que era, pero mi instinto me llevaba a aparearme con ella. Ladeé la cabeza sin comprender porque no aceptaba a un macho de mi envergadura, rugí elevando mi belfo superior y tiré de sus caderas con mis garras abriendo la carne de sus muslos mientras un grito desgarrador emergía de su garganta.
Con mis zarpas abrí sus piernas gruñendo, mi peso cayó sobre su cuerpo a plomo, mi piel cubierta de pelo rozo su pecho medio sacado por la camisa abierta. Mis fauces entreabiertas quedaron a escasa distancia de su rostro que asqueado se ladeó a un lado incapaz de mirarme rugiendo que la soltase. Lucho, lo hizo intentado golpearme, apartarme pero mi tamaño casi la duplicaba y eso que mi forma no era completamente la de un licano bajo el influjo de la dama blanca.
Desgarré sus bragas con mi diestra, usó ese tiempo para golpear mi pecho con su pierna que había recogido en un impulso logrando sacarseme ligeramente de encima. Se giró y se arrastro por la tierra carmesí jadeando, intentando huir de su macabro sino*
Ahora no le quedaba ninguna duda de qué quería esa bestia, y no estaba dispuesta a que se la follara sin oponer resistencia, que de haber mantenido su apariencia humana y haber quedado para tomar una copas, quizás hubieran podido tener algo, pero eso no tenía ni pies ni cabeza. Pateó, se retorció y hasta lo mordió, tratando de quitárselo pero el espiral negra pesaba mucho. Reptó por el suelo unos metros tratando de incorporarse pero no llegó a ser porque con la zarpa estampó su cabeza contra el suelo consiguiendo que Fiolett se hiciera un corte cerca de la ceja y un buen moratón en el pómulo. Por unos segundos se quedó aturdida, tiempo que la bestia no dudó en aprovechar separando sus muslos y embistiéndola por detrás. El golpe fue como si la hubieran ensartado con un sable, no estaba excitada, no quería aquello y todo su cuerpo luchaba por repeler al atacante, pero con la cara sobre el suelo poco podía hacer. Buscó a tientas alguna piedra, algo que pudiera ayudarla a golpearlo, a sacarle los ojos, a lo que fuera…pero no había nada. Gritó, pidió ayuda y maldijo al lobo mutado con todos los insultos que recordaba, pero él no se detenía causándole más y más dolor.*
Separé sus muslos, mis enormes gigantes rojas se fijaron en sus nalgas completamente abiertas su agujero pedía guerra y ahí clave la primera estocada de tantas. Rugió de dolor retorciéndose, aunque para mi supuso un placer inaudito, mis venas se llenaron de sangre engrosando mas mi verga dentro de su coño reseco.
Sentí como sus paredes rozaban el tronco, mi glande rezumaba liquido pero no el suficiente para mojarla. Fueron los golpes del martillo lo que obligo a dilatar sus paredes. La norteña gritaba, me insultaba, pero yo estaba demasiado excitado para escucharla, mi saliva caía resbalando sobre su cuello, mis dientes lo apretaban impidiendo mas su movimiento.
Con mis zarpas abrí sus piernas gruñendo, mi peso cayó sobre su cuerpo a plomo, mi piel cubierta de pelo rozo su pecho medio sacado por la camisa abierta. Mis fauces entreabiertas quedaron a escasa distancia de su rostro que asqueado se ladeó a un lado incapaz de mirarme rugiendo que la soltase. Lucho, lo hizo intentado golpearme, apartarme pero mi tamaño casi la duplicaba y eso que mi forma no era completamente la de un licano bajo el influjo de la dama blanca.
Desgarré sus bragas con mi diestra, usó ese tiempo para golpear mi pecho con su pierna que había recogido en un impulso logrando sacarseme ligeramente de encima. Se giró y se arrastro por la tierra carmesí jadeando, intentando huir de su macabro sino*
Ahora no le quedaba ninguna duda de qué quería esa bestia, y no estaba dispuesta a que se la follara sin oponer resistencia, que de haber mantenido su apariencia humana y haber quedado para tomar una copas, quizás hubieran podido tener algo, pero eso no tenía ni pies ni cabeza. Pateó, se retorció y hasta lo mordió, tratando de quitárselo pero el espiral negra pesaba mucho. Reptó por el suelo unos metros tratando de incorporarse pero no llegó a ser porque con la zarpa estampó su cabeza contra el suelo consiguiendo que Fiolett se hiciera un corte cerca de la ceja y un buen moratón en el pómulo. Por unos segundos se quedó aturdida, tiempo que la bestia no dudó en aprovechar separando sus muslos y embistiéndola por detrás. El golpe fue como si la hubieran ensartado con un sable, no estaba excitada, no quería aquello y todo su cuerpo luchaba por repeler al atacante, pero con la cara sobre el suelo poco podía hacer. Buscó a tientas alguna piedra, algo que pudiera ayudarla a golpearlo, a sacarle los ojos, a lo que fuera…pero no había nada. Gritó, pidió ayuda y maldijo al lobo mutado con todos los insultos que recordaba, pero él no se detenía causándole más y más dolor.*
Separé sus muslos, mis enormes gigantes rojas se fijaron en sus nalgas completamente abiertas su agujero pedía guerra y ahí clave la primera estocada de tantas. Rugió de dolor retorciéndose, aunque para mi supuso un placer inaudito, mis venas se llenaron de sangre engrosando mas mi verga dentro de su coño reseco.
Sentí como sus paredes rozaban el tronco, mi glande rezumaba liquido pero no el suficiente para mojarla. Fueron los golpes del martillo lo que obligo a dilatar sus paredes. La norteña gritaba, me insultaba, pero yo estaba demasiado excitado para escucharla, mi saliva caía resbalando sobre su cuello, mis dientes lo apretaban impidiendo mas su movimiento.
Fiolett- Humano Clase Alta
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Localización : Akershus
Re: Los espirales negras (privado)
Las manos de la chica arañaban la tierra, como si eso pudiera salvarla de este instante en el que la convertí en mi hembra. La sangre regaba el norte, pero no sus lagrimas, aguanto estoica cada nueva entrada de mi mandoble aun sabiéndose desgarrada por dentro.
Solo cuando mi verga exploto palpitante en su interior rellenándola de mi esencia ambos caimos sobre la tierra. Sus músculos aun se mantenían tensos sintiendo dentro mis espasmos, yo sobre ella rendido al placer mas absoluto. Mi polla había crecido desmesuradamente anclándose a sus paredes, por mucho que intentara sacarseme de encima no podría, no hasta que me relajara y eso regresara a un tamaño mas “humano".*
Eso no le podía estar pasando. Sabía que si la capturaban en batalla podrían abusar de mil maneras de ella, pero siendo hija del conde Cannif, valía más viva y entera que torturada, pero aquella bestia no atendía a razones. No imaginaba jamás que algo así fuera posible, pero era real y le estaba pasando a ella. Podría haberse rendido, relajado y que pasase el tiempo como si aquello no fuera con ella, pero no, ella no se rendía jamás, como su padre, se levantaba una y otra vez, y cuando tuviera la oportunidad iba a matar a ese desgraciado, luchó con todas sus fuerzas pero su cuerpo la acabó traicionando, mojando su interior en respuesta a la invasión por parte del sexo ajeno. Cuando terminó sintió el odio ascender junto a la bilis, en cuanto la bestia paró, el dolor fue sordo y pulsátil, le había hecho daño, pero no se reflejaría en su cara y ya podía correr porque iba a matarlo.*
Tras un rato en su interior fui capaz de sacarla, llevé mi lengua a su coño lamiéndolo, limpiando los sobrantes de nuestra excitación que resbalaban por sus muslos. Sangraba, ella era una humana, de normal las relaciones se mantenían con hembras de nuestra especie y las humanas tendían a morir por la perdida de sangre. Ladeé la cabeza mirándola, seguía viva, es mas, trataba aun de luchar por escapar. Mi diestra agarró su pierna y sin pensarlo la arrastre rumbo a mi casa, allí aseguraría mi reproducción.
De nuevo la escuche rugir, gritar, pero no llorar y finalmente nada...*
Cuando la arrastró por el suelo estiró la mano y consiguió agarrar una de sus propias flechas a la cual rompió el asta y guardó la punta de acero en la muñequera de cuero que la protegía del roce de la cuerda del arco, estaba mareada, el golpe de la cabeza la hacía irse a negro y regresar de forma intermitente, si perdía mucha sangre moriría pero si se llevaba otro golpe perdería la consciencia del todo y no podía permitirse eso si quería sobrevivir. Encontraría el momento de matarlo cuando la creyese dormida o tan débil que no plantaría batalla.
Si le contaba eso a su padre arrasaría el bosque, lo quemaría entero con tal de que ese sucio bastardo muriese entre interminables dolores, esa ofensa no quedaría así, pero tenía claro que no se escondería de la vergüenza, lo mataría, le sacaría los ojos y la lengua y le haría pagar tal agravio. La cabaña no estaba muy lejos y cuando entró la soltó bruscamente como si sólo estuviera arrastrando un fardo.*
No se el tiempo que pasó, pero cuando volví en mi, una chica, la de la herrería estaba allí, tendida en el suelo, desangrándose. Llevé mi mano al puente de mi nariz frustrado, tratando de recordar y rugí airado al no lograrlo ¿que demonios había hecho? negué con la cabeza y de un ataque de ira lancé por los aires la mesa del comedor estampándola contra una de las paredes de madera. ¿La había matado? Era un monstruo, una bestia y ocultarme en le bosque no era suficiente, esto siempre sucedería mientras siguiera con vida.
Solo cuando mi verga exploto palpitante en su interior rellenándola de mi esencia ambos caimos sobre la tierra. Sus músculos aun se mantenían tensos sintiendo dentro mis espasmos, yo sobre ella rendido al placer mas absoluto. Mi polla había crecido desmesuradamente anclándose a sus paredes, por mucho que intentara sacarseme de encima no podría, no hasta que me relajara y eso regresara a un tamaño mas “humano".*
Eso no le podía estar pasando. Sabía que si la capturaban en batalla podrían abusar de mil maneras de ella, pero siendo hija del conde Cannif, valía más viva y entera que torturada, pero aquella bestia no atendía a razones. No imaginaba jamás que algo así fuera posible, pero era real y le estaba pasando a ella. Podría haberse rendido, relajado y que pasase el tiempo como si aquello no fuera con ella, pero no, ella no se rendía jamás, como su padre, se levantaba una y otra vez, y cuando tuviera la oportunidad iba a matar a ese desgraciado, luchó con todas sus fuerzas pero su cuerpo la acabó traicionando, mojando su interior en respuesta a la invasión por parte del sexo ajeno. Cuando terminó sintió el odio ascender junto a la bilis, en cuanto la bestia paró, el dolor fue sordo y pulsátil, le había hecho daño, pero no se reflejaría en su cara y ya podía correr porque iba a matarlo.*
Tras un rato en su interior fui capaz de sacarla, llevé mi lengua a su coño lamiéndolo, limpiando los sobrantes de nuestra excitación que resbalaban por sus muslos. Sangraba, ella era una humana, de normal las relaciones se mantenían con hembras de nuestra especie y las humanas tendían a morir por la perdida de sangre. Ladeé la cabeza mirándola, seguía viva, es mas, trataba aun de luchar por escapar. Mi diestra agarró su pierna y sin pensarlo la arrastre rumbo a mi casa, allí aseguraría mi reproducción.
De nuevo la escuche rugir, gritar, pero no llorar y finalmente nada...*
Cuando la arrastró por el suelo estiró la mano y consiguió agarrar una de sus propias flechas a la cual rompió el asta y guardó la punta de acero en la muñequera de cuero que la protegía del roce de la cuerda del arco, estaba mareada, el golpe de la cabeza la hacía irse a negro y regresar de forma intermitente, si perdía mucha sangre moriría pero si se llevaba otro golpe perdería la consciencia del todo y no podía permitirse eso si quería sobrevivir. Encontraría el momento de matarlo cuando la creyese dormida o tan débil que no plantaría batalla.
Si le contaba eso a su padre arrasaría el bosque, lo quemaría entero con tal de que ese sucio bastardo muriese entre interminables dolores, esa ofensa no quedaría así, pero tenía claro que no se escondería de la vergüenza, lo mataría, le sacaría los ojos y la lengua y le haría pagar tal agravio. La cabaña no estaba muy lejos y cuando entró la soltó bruscamente como si sólo estuviera arrastrando un fardo.*
No se el tiempo que pasó, pero cuando volví en mi, una chica, la de la herrería estaba allí, tendida en el suelo, desangrándose. Llevé mi mano al puente de mi nariz frustrado, tratando de recordar y rugí airado al no lograrlo ¿que demonios había hecho? negué con la cabeza y de un ataque de ira lancé por los aires la mesa del comedor estampándola contra una de las paredes de madera. ¿La había matado? Era un monstruo, una bestia y ocultarme en le bosque no era suficiente, esto siempre sucedería mientras siguiera con vida.
Breogan- Licántropo Clase Baja
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Re: Los espirales negras (privado)
Me acerqué a ella, respiraba, tenía un golpe fuerte en su cabeza y ...bajé la mirada por su cuerpo , las ropas desgarradas que lo medio cubrían me delataban, no tenía que ser muy listo para saber que había hecho y porque seguía viva. Sus muslos estaban llenos de sangre, no llevaba bragas, la había montado casi hasta llevarla a la muerte.
La alcé del suelo para llevarla a mi cama, allí la dejé con suavidad mientras intentaba pensar como cortar la hemorragia y salvar su vida. Los dioses ya n o me escuchaban, no los culpaba.
-Hela, no te la lleves -pedí mientras buscaba unos trapos que ponerle en sus partes bajas.*
La bestia cambió de forma a humano, el que antes estaba conversando con Eret como si fuera un vecino cualquiera, pero Fiolett no estaba para ser comprensiva, sentía que la vida se le escapaba entre los dedos. Con la fuerza que le quedaba sacó de la bota la punta flecha que había llevado consigo y se la intentó clavar en el cuello con un golpe seco, pero erró al estar débil y sólo consiguió hacerle un corte vertical que le cruzó desde la ceja hasta la barbilla. Breogan detuvo su mano y le quitó la flecha de entre los dedos, ahora lo único importante era salvarla y trataba de detener la hemorragia con unos paños.
— no me toques!!! Déjame morirme en paz!!! Necesito una espada…— su voz sonó enérgica pero poco a poco se fue apagando, empezaba a sentir el sopor y la mano que luchaba contra la fuerza del Licano quedó laxa.*
Ella luchaba por alcanzar el Valhalla y yo por retenerla aquí, en Midgard, no podía cargar con otra muerte.
-Aguanta, por favor, vive -pedí sin saber exactamente que hacer, como lograr que dejara de sangrar -ayúdame ¿que hago? -le pregunté -su vida se le escapaba, podría odiarme después.
Aparté los paños para observar que la cosa no había mejorado demasiado ,seguía saliendo mucha sangre.Tenía que hacerle una transfusión, pero yo era licántropo, la mataría, esa no era una opción viable, no me daría tiempo a llevarla a ningún hospital, lo único que podía hacer era parar esa hemorragia.
-Dolerá -aseguré tomando uno de los trapos y empujándolo dentro de sus paredes para ver si así podía conseguir algo, ella aúllo de dolor, mi diestra la mantuvo contra el lecho.
-Aguanta un poco -pedí sin saber ni siquiera si tenia algún sentido lo que estaba haciendo.*
La taponó como cuando las parteras trataban de parar las hemorragias de los partos complicados, sólo que menos estéril y cuidadoso, poco a poco el cúmulo de sensaciones se hizo una avalancha demasiado difícil de soportar y cayó en la inconsciencia presa del shock hemorrágico y neurogénico. La hemorragia fue parando con el tapón aunque su rostro seguía lívido y su pulso lento, durante una hora el olor a sangre inundó la cabaña mientras el sol se escondía. El lobo prendió una fogata en la chimenea rústica que tenía y al menos el calor mantuvo a Fiolett más templada. En su inconsciencia el cuerpo y la mente se alejaron de los recuerdos para poder sanar, el despertar sería terrible.*
Velé toda la noche a la morena, la hemorragia había cesado, peor estaba inconsciente con lo cual no podía alimentarla. El fuego crepitaba a mis espaldas, la silla quedaba enfrentada a la cama y yo con una botella de whisky con la que ahogar mi dolor miraba a la mujer a la que acaba de condenar.
Antes del alba abrió los ojos, di un respingo pues había estado pegando las dos ultimas horas cabezadas, mitad por el cansancio mitad por la botella que me había bebido y que en una de esas veces en las que Morfeo se apiado de mi había caído al suelo.
-¿Fiolett? -pregunté acercándome a su cama con cuidado de no asustarla mientras alzaba las manos en señal de derrota -has de comer, beber -aseguré tomando la bota de agua que sobre la mesilla había dejado preparada para acercársela a sus labios resecos.*
Despertó desorientada y muy dolorida, por unos instantes no recordaba dónde estaba ¿quizás había caído herida en una batalla? Pero al manifestarse el dolor de sus partes bajas recordó de inmediato lo sucedido y su voz se lo reafirmó. Le acercó una bota de agua y ella giró el rostro, no quería nada de él, no quería que la tocase, ni la rozase siquiera, que ni la mirase, tan sólo que desapareciera de su vista. No estaba manca, si quería beber ya bebería, sólo quería que el tiempo pasase lo suficientemente rápido para morirse o para escapar, pero no contemplaba más opciones. Debilitada no podía matarlo, pero si vivía, ella se encargaría de borrarlo de la faz del mundo.
— vete a la mierda monstruo…*
La alcé del suelo para llevarla a mi cama, allí la dejé con suavidad mientras intentaba pensar como cortar la hemorragia y salvar su vida. Los dioses ya n o me escuchaban, no los culpaba.
-Hela, no te la lleves -pedí mientras buscaba unos trapos que ponerle en sus partes bajas.*
La bestia cambió de forma a humano, el que antes estaba conversando con Eret como si fuera un vecino cualquiera, pero Fiolett no estaba para ser comprensiva, sentía que la vida se le escapaba entre los dedos. Con la fuerza que le quedaba sacó de la bota la punta flecha que había llevado consigo y se la intentó clavar en el cuello con un golpe seco, pero erró al estar débil y sólo consiguió hacerle un corte vertical que le cruzó desde la ceja hasta la barbilla. Breogan detuvo su mano y le quitó la flecha de entre los dedos, ahora lo único importante era salvarla y trataba de detener la hemorragia con unos paños.
— no me toques!!! Déjame morirme en paz!!! Necesito una espada…— su voz sonó enérgica pero poco a poco se fue apagando, empezaba a sentir el sopor y la mano que luchaba contra la fuerza del Licano quedó laxa.*
Ella luchaba por alcanzar el Valhalla y yo por retenerla aquí, en Midgard, no podía cargar con otra muerte.
-Aguanta, por favor, vive -pedí sin saber exactamente que hacer, como lograr que dejara de sangrar -ayúdame ¿que hago? -le pregunté -su vida se le escapaba, podría odiarme después.
Aparté los paños para observar que la cosa no había mejorado demasiado ,seguía saliendo mucha sangre.Tenía que hacerle una transfusión, pero yo era licántropo, la mataría, esa no era una opción viable, no me daría tiempo a llevarla a ningún hospital, lo único que podía hacer era parar esa hemorragia.
-Dolerá -aseguré tomando uno de los trapos y empujándolo dentro de sus paredes para ver si así podía conseguir algo, ella aúllo de dolor, mi diestra la mantuvo contra el lecho.
-Aguanta un poco -pedí sin saber ni siquiera si tenia algún sentido lo que estaba haciendo.*
La taponó como cuando las parteras trataban de parar las hemorragias de los partos complicados, sólo que menos estéril y cuidadoso, poco a poco el cúmulo de sensaciones se hizo una avalancha demasiado difícil de soportar y cayó en la inconsciencia presa del shock hemorrágico y neurogénico. La hemorragia fue parando con el tapón aunque su rostro seguía lívido y su pulso lento, durante una hora el olor a sangre inundó la cabaña mientras el sol se escondía. El lobo prendió una fogata en la chimenea rústica que tenía y al menos el calor mantuvo a Fiolett más templada. En su inconsciencia el cuerpo y la mente se alejaron de los recuerdos para poder sanar, el despertar sería terrible.*
Velé toda la noche a la morena, la hemorragia había cesado, peor estaba inconsciente con lo cual no podía alimentarla. El fuego crepitaba a mis espaldas, la silla quedaba enfrentada a la cama y yo con una botella de whisky con la que ahogar mi dolor miraba a la mujer a la que acaba de condenar.
Antes del alba abrió los ojos, di un respingo pues había estado pegando las dos ultimas horas cabezadas, mitad por el cansancio mitad por la botella que me había bebido y que en una de esas veces en las que Morfeo se apiado de mi había caído al suelo.
-¿Fiolett? -pregunté acercándome a su cama con cuidado de no asustarla mientras alzaba las manos en señal de derrota -has de comer, beber -aseguré tomando la bota de agua que sobre la mesilla había dejado preparada para acercársela a sus labios resecos.*
Despertó desorientada y muy dolorida, por unos instantes no recordaba dónde estaba ¿quizás había caído herida en una batalla? Pero al manifestarse el dolor de sus partes bajas recordó de inmediato lo sucedido y su voz se lo reafirmó. Le acercó una bota de agua y ella giró el rostro, no quería nada de él, no quería que la tocase, ni la rozase siquiera, que ni la mirase, tan sólo que desapareciera de su vista. No estaba manca, si quería beber ya bebería, sólo quería que el tiempo pasase lo suficientemente rápido para morirse o para escapar, pero no contemplaba más opciones. Debilitada no podía matarlo, pero si vivía, ella se encargaría de borrarlo de la faz del mundo.
— vete a la mierda monstruo…*
Fiolett- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/06/2017
Localización : Akershus
Re: Los espirales negras (privado)
Recule un par de pasos apretando los dientes hasta que mi mandíbula se cuadriculo. No podía culparla, era exactamente eso, una bestia, un monstruo.
-Vale -dije buscando calmarla, no era bueno que se moviera o tratara de ponerse en pie -tienes ahí el agua. Me acerqué a la mesa para llevarle un plato de estofado de carne que había preparado la noche anterior y que recalenté para ella -come -pedí acercándoselo a la mesa de noche. Apestaba a alcohol, así que no quise tentar mas la suerte y que pensara que volvería a tomarla nada mas se curase.
-Yo no soy siempre un monstruo -trate mas que de justificarme de calmarla -no siempre soy así -aseguré cansado y dolido.*
Ya, claro. Y el asesino no siempre estaba asesinando, o el ladrón robando, pero eso no hacía que el delito cometido fuera menos grave. De nuevo le giró la cara, no pensaba hacer nada que él considerase conveniente, sólo quería que se diera la vuelta y dejara de hablarle.
— Si me muero en esta pocilga no iré al Valhalla y te aseguro que si eso no sucede volveré para atormentarte, pagarás por lo que has hecho.— Estaba muy dolorida, se sentía una puñetera mierda que debería estar muerta para más comodidad de todos, pero no lo estaba y sólo podía escupirle veneno y odio, pues el causante era él, aunque no tuviera el control cuando era una bestia.*
Bajé la mirada al suelo, así no iba a ponerse bien, si no aceptaba comer, ni beber, mis intentos por salvar su vida serían vanos.
-Iré por Eret, él sabrá que hacer, te llevará con tu familia...yo...- ni siquiera sabía como explicarle a estas alturas que fueron mis instintos, que fue lo que Randulf me había hecho lo que me había llevado a hacerle eso, era un monstruo, no le faltaba razón, pero ahora solo buscaba salvar su vida aunque con ese gesto condenara la mía.
-Iré a por el herrero.*
Dijo que iría a por Eret y eso era algo que no quería que pasase, había sido como su segundo padre y conociéndolo intentaría matar a Breogan, pero la edad ya no perdonaba y el herrero estaría muerto con dos zarpazos. No quería que nadie más sufriera por culpa de ese malnacido, ella misma se encargaría de liquidarlo sin florituras cuando se recuperase.
— Agua.— dijo sin más adornos. Bebería y se comería el potingue asqueroso que le ofreciera para retomar fuerzas. Tras el agua vino un par de cucharadas de estofado, pero cuando le miraba el rostro surcado por el corte de su flecha, algo empujaba desde su estómago hacia arriba dándole un sabor a bilis. En sus ojos había culpa y arrepentimiento, pero no podía perdonarlo, de ninguna de las maneras, tenía derecho a defender su honor y se tomaría eso al pie de la letra cuando tuviera fuerzas.*
-Vale -dije buscando calmarla, no era bueno que se moviera o tratara de ponerse en pie -tienes ahí el agua. Me acerqué a la mesa para llevarle un plato de estofado de carne que había preparado la noche anterior y que recalenté para ella -come -pedí acercándoselo a la mesa de noche. Apestaba a alcohol, así que no quise tentar mas la suerte y que pensara que volvería a tomarla nada mas se curase.
-Yo no soy siempre un monstruo -trate mas que de justificarme de calmarla -no siempre soy así -aseguré cansado y dolido.*
Ya, claro. Y el asesino no siempre estaba asesinando, o el ladrón robando, pero eso no hacía que el delito cometido fuera menos grave. De nuevo le giró la cara, no pensaba hacer nada que él considerase conveniente, sólo quería que se diera la vuelta y dejara de hablarle.
— Si me muero en esta pocilga no iré al Valhalla y te aseguro que si eso no sucede volveré para atormentarte, pagarás por lo que has hecho.— Estaba muy dolorida, se sentía una puñetera mierda que debería estar muerta para más comodidad de todos, pero no lo estaba y sólo podía escupirle veneno y odio, pues el causante era él, aunque no tuviera el control cuando era una bestia.*
Bajé la mirada al suelo, así no iba a ponerse bien, si no aceptaba comer, ni beber, mis intentos por salvar su vida serían vanos.
-Iré por Eret, él sabrá que hacer, te llevará con tu familia...yo...- ni siquiera sabía como explicarle a estas alturas que fueron mis instintos, que fue lo que Randulf me había hecho lo que me había llevado a hacerle eso, era un monstruo, no le faltaba razón, pero ahora solo buscaba salvar su vida aunque con ese gesto condenara la mía.
-Iré a por el herrero.*
Dijo que iría a por Eret y eso era algo que no quería que pasase, había sido como su segundo padre y conociéndolo intentaría matar a Breogan, pero la edad ya no perdonaba y el herrero estaría muerto con dos zarpazos. No quería que nadie más sufriera por culpa de ese malnacido, ella misma se encargaría de liquidarlo sin florituras cuando se recuperase.
— Agua.— dijo sin más adornos. Bebería y se comería el potingue asqueroso que le ofreciera para retomar fuerzas. Tras el agua vino un par de cucharadas de estofado, pero cuando le miraba el rostro surcado por el corte de su flecha, algo empujaba desde su estómago hacia arriba dándole un sabor a bilis. En sus ojos había culpa y arrepentimiento, pero no podía perdonarlo, de ninguna de las maneras, tenía derecho a defender su honor y se tomaría eso al pie de la letra cuando tuviera fuerzas.*
Breogan- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 28/05/2018
Re: Los espirales negras (privado)
Continua la trama aqui: https://victorianvampires.foroes.org/t42945-jakten-privado
Fiolett- Humano Clase Alta
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