AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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En lúgubres horas nocturnas - Privado - Judith Velazquez
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En lúgubres horas nocturnas - Privado - Judith Velazquez
Todo en su vida parecía estar desencadenándose de forma repentina. Por un lado su casamiento repentino con el Señor Khritov, que si en un primer momento, ella no se había opuesto, ahora, con el correr de los días, y con la venda que caía de sus ojos, estaba segura de que se hubiera negado. No solo por que al fin de cuentas él no la amaba y tal vez no la amaría jamás. Sino, que su decisión de casarse, había tenido como único objetivo, el traer paz al alma atormentada de su padre. El corazón de una hija abnegada, era capaz de aceptar todos los sufrimientos, con tal de que los pocos o muchos días que restaran de vida a su padre, fueran apacibles y felices. A pesar de que su madre, la mantenía informada de los avances en el tratamiento de la enfermedad de su padre, Lenya, había decidido concurrir al hospital y escuchar de boca del mismo facultativo, la terrible noticia. La enfermedad de su padre, no mejoraría, los días de apacible vida, se habían esfumado y solo le restaban horas de sufrimiento, agonía y desesperación, no solo para el enfermo, sino parra sus seres amados, quienes no podrían hacer nada, mas que acompañarlo en el desenlace de tan terrible y despiadada enfermedad.
Con lagrimas en los ojos, había dejado la consulta del medico, su piel mostraba la palidez de quien ha sido herido de muerte, pues si en cierta forma, conocía la gravedad de la enfermedad. Sus padres, tal vez por no arruinar su casamiento y posterior luna de miel, habían ocultado todo lo concerniente al tratamiento y al sufrimiento de su padre. Escuchar de boca del doctor, que su padre hacía mas de cinco meses, consumía diariamente morfina, - una sustancia derivada del opio, aquella droga que matones y traficantes, introducían al país -, la hizo tomar verdadera dimensión del problema a que se enfrentaban. - Su padre, no tiene un pronostico favorable... la expectativa de vida, no superará los cuatro meses - le había sentenciado el medico a cargo.
Tras permanecer una media hora sentada en uno de las butacas que se encontraban en la sala de recepción del consultorio. Lenya se levantó y comenzó su lento recorrido rumbo a la salida del hospital. Apretaba su bolso entre sus manos, comprimiendo su pecho, como si temiera perder algo importante que había guardado en él. Así llegó a la entrada del nosocomio, pero, en vez de salir a la calle y allí esperar algún coche de alquiler, que la transportara hasta la residencia en la que vivía junto a su esposo. Pero en vez de eso, se dirigió al inmenso parque que rodeaba el edificio, allí, buscó un asiento y se dejó caer en él. Su mirada se perdió en el cielo y las copas de los arboles, que poco a poco, fueron coloreándose de tonos oscuros, mientras el cielo se pintaba de naranjas y rojos, como consecuencia de la proximidad de la noche.Así, el clima fue cambiando, un viento gélido le rosó las mejillas, haciendo que temblara, Lenya inspiró profundamente, abrió sus ojos y secó sus lagrimas. Un pensamiento tan lúgubre como ese anochecer, cruzó por su cabeza y salió de sus labios, como un quejido, - ¿Porque los hombres deben morir... como el sol en el horizonte? ¿porque todo termina, aún cuando no exista en aquellas almas pecado alguno? -.
Con lagrimas en los ojos, había dejado la consulta del medico, su piel mostraba la palidez de quien ha sido herido de muerte, pues si en cierta forma, conocía la gravedad de la enfermedad. Sus padres, tal vez por no arruinar su casamiento y posterior luna de miel, habían ocultado todo lo concerniente al tratamiento y al sufrimiento de su padre. Escuchar de boca del doctor, que su padre hacía mas de cinco meses, consumía diariamente morfina, - una sustancia derivada del opio, aquella droga que matones y traficantes, introducían al país -, la hizo tomar verdadera dimensión del problema a que se enfrentaban. - Su padre, no tiene un pronostico favorable... la expectativa de vida, no superará los cuatro meses - le había sentenciado el medico a cargo.
Tras permanecer una media hora sentada en uno de las butacas que se encontraban en la sala de recepción del consultorio. Lenya se levantó y comenzó su lento recorrido rumbo a la salida del hospital. Apretaba su bolso entre sus manos, comprimiendo su pecho, como si temiera perder algo importante que había guardado en él. Así llegó a la entrada del nosocomio, pero, en vez de salir a la calle y allí esperar algún coche de alquiler, que la transportara hasta la residencia en la que vivía junto a su esposo. Pero en vez de eso, se dirigió al inmenso parque que rodeaba el edificio, allí, buscó un asiento y se dejó caer en él. Su mirada se perdió en el cielo y las copas de los arboles, que poco a poco, fueron coloreándose de tonos oscuros, mientras el cielo se pintaba de naranjas y rojos, como consecuencia de la proximidad de la noche.Así, el clima fue cambiando, un viento gélido le rosó las mejillas, haciendo que temblara, Lenya inspiró profundamente, abrió sus ojos y secó sus lagrimas. Un pensamiento tan lúgubre como ese anochecer, cruzó por su cabeza y salió de sus labios, como un quejido, - ¿Porque los hombres deben morir... como el sol en el horizonte? ¿porque todo termina, aún cuando no exista en aquellas almas pecado alguno? -.
Última edición por Lenya Bleier el Mar Sep 25, 2018 1:28 pm, editado 3 veces
Lanya Bleier- Humano Clase Alta
- Mensajes : 94
Fecha de inscripción : 28/02/2013
Re: En lúgubres horas nocturnas - Privado - Judith Velazquez
- Eso mismo me pregunte yo cuando él murió – Dijo Judith sentándose al lado de la mujer a la que había oído sollozar momentos antes cuando andaba cerca del hospital que evidentemente la escucho por su agudo oído. Judith, que esa noche estaba aburrida mientras su prima estaba en París holgazaneando con algún señor de buen dinero, Judith salió a dar una vuelta para poder entretenerse. Se sentó al lado de la muchacha, le sonrió y le tomo de la mano.
– No te preocupes, sea un padre o sea un ser amado, siempre están los buenos momentos que vivimos junto a esa persona – Sonriendo aún más, acaricio la mejilla de la pobre joven que al parecer tenía un poco los ojos hinchados de llorar – Bien tus lagrimas son de dolor no las dejes en tu interior, ya que estas pueden transformarse en un sentimiento ahogado y deprimido – Judith ladeo su rostro - Sonríe junto a tu ser amado antes de que la cruel llamada de la muerte lo llame sin previo aviso…-Tomo ambas manos de la joven – Me llamo Judith, yo, donde aquí me ves, perdí también a un ser amado o eso no quiero pensar ya que me delata mi faceta triste y angustiada.
Sin previo aviso Judith se acercó con una sonrisa seria, soltó las manos de la joven y trago saliva antes de hablar – A tu ser amado puedo salvar pues en ti quiero salvarte de que estés más tiempo angustiada…- Judith mordió con sus colmillos parte de su brazo mientras sacaba del interior de su bota izquierda un pequeño frasco alargado en donde fue introduciendo la sangre que podría salvar a su ser amado. Solamente dicho líquido carmesí le ayudaría aunque fueran un par de meses más de los que pudiera disfrutar con la muchacha que tenía a su lado. Cuando termino, con su pañuelo de seda le otorgo el frasco tapado con su sangre especial y en menos que canta un gallo, Judith sonriente entre risas va alejándose de la muchacha que estaba hace poco llorando por un ser amado.
Judith caminaba poco a poco, danzando por cada adoquín, ella casi podía jurar que se veía reflejada en ellos. Paro al instante. Su sonrisa había desaparecido y queriendo llorar lágrimas cristalinas de sal, no podía. Solo en su interior quería gritar en rebeldía. ¿Cómo iba a pensar que seguiría vivo? Le vieron…sufrir en las puertas de su hogar cuando su prima intentaba alejarla de ahí para salvarla. Cuando su cuerpo ya no quería sufrir más de aquel triste recuerdo, sus pies siguieron el camino poco a poco, llegando a una banca de piedra.
No había avanzado mucho desde el Hospital ni se había acercado al centro de la ciudad.
Estaba en mitad de dichos lugares, estaba en mitad de la balanza como sus pensamientos algunas veces ¿Estaba vivo o estaba muerto? Ella solamente se respondía a si misma lo que siempre se repetía.
Está vivo. Estaba segura.
– No te preocupes, sea un padre o sea un ser amado, siempre están los buenos momentos que vivimos junto a esa persona – Sonriendo aún más, acaricio la mejilla de la pobre joven que al parecer tenía un poco los ojos hinchados de llorar – Bien tus lagrimas son de dolor no las dejes en tu interior, ya que estas pueden transformarse en un sentimiento ahogado y deprimido – Judith ladeo su rostro - Sonríe junto a tu ser amado antes de que la cruel llamada de la muerte lo llame sin previo aviso…-Tomo ambas manos de la joven – Me llamo Judith, yo, donde aquí me ves, perdí también a un ser amado o eso no quiero pensar ya que me delata mi faceta triste y angustiada.
Sin previo aviso Judith se acercó con una sonrisa seria, soltó las manos de la joven y trago saliva antes de hablar – A tu ser amado puedo salvar pues en ti quiero salvarte de que estés más tiempo angustiada…- Judith mordió con sus colmillos parte de su brazo mientras sacaba del interior de su bota izquierda un pequeño frasco alargado en donde fue introduciendo la sangre que podría salvar a su ser amado. Solamente dicho líquido carmesí le ayudaría aunque fueran un par de meses más de los que pudiera disfrutar con la muchacha que tenía a su lado. Cuando termino, con su pañuelo de seda le otorgo el frasco tapado con su sangre especial y en menos que canta un gallo, Judith sonriente entre risas va alejándose de la muchacha que estaba hace poco llorando por un ser amado.
Judith caminaba poco a poco, danzando por cada adoquín, ella casi podía jurar que se veía reflejada en ellos. Paro al instante. Su sonrisa había desaparecido y queriendo llorar lágrimas cristalinas de sal, no podía. Solo en su interior quería gritar en rebeldía. ¿Cómo iba a pensar que seguiría vivo? Le vieron…sufrir en las puertas de su hogar cuando su prima intentaba alejarla de ahí para salvarla. Cuando su cuerpo ya no quería sufrir más de aquel triste recuerdo, sus pies siguieron el camino poco a poco, llegando a una banca de piedra.
No había avanzado mucho desde el Hospital ni se había acercado al centro de la ciudad.
Estaba en mitad de dichos lugares, estaba en mitad de la balanza como sus pensamientos algunas veces ¿Estaba vivo o estaba muerto? Ella solamente se respondía a si misma lo que siempre se repetía.
Está vivo. Estaba segura.
Judith Velázquez- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 55
Fecha de inscripción : 14/08/2015
Re: En lúgubres horas nocturnas - Privado - Judith Velazquez
Sentada en aquel lugar, al abrigo de los arboles, y de quien pudiera acercarse al hospital, pero lo suficientemente cerca, como para volver sobre sus pasos, si escuchaba su nombre, en alguno de los cuidadores que solían hacer las rondas por los jardines, y llamar a los familiares de los pacientes agónicos, para que pudieran despedirse de éstos. Lenya se mantenía con el cuerpo levemente inclinado hacia adelante, las manos en un gesto de piedad y su rostro que pálido, parecía ser alguna de esas estatuas de ángeles llorosos que decoraban las tumbas de hombres probos. Así se mantuvo por un instante, hasta que la voz de una mujer, que parecía hablarle, la hizo elevar su mirada. Asombrada, muda por la situación que parecía arrancada de un sueño, se dedicó solo a contemplar a ese ángel, que se había aparecido ante ella.
Sin miedo a ser rechazado, la mujer, se acercó a ella, sentándose a su lado, tomando sus manos, apretando dulcemente. Lenya pudo sentir la frialdad en esas manos - ¿Acaso sera un fantasma? - caviló, mas la dama, parecía muy corpórea, y no etérea como se suponían eran los fantasmas. En verdad todas esas palabras, el aliento que esa extraña mujer le daba, logró hacer florecer una sonrisa. La caricia fría de los delicados dedos, secando sus lagrimas, provocó que Lenya volviera a pensar si era solo una aparición o en verdad aquella escena estaba ocurriendo.
Fue la certeza de la femina, quien le aseguraba que podía hacer que su padre estuviera con ella mas tiempo, lo que hizo que la alemana abriera sus ojos sorprendida, y quedara sin palabras cuando la observó morder su brazo y depositar sangre en un pequeño tubo de cristal, como si fuera un elixir milagroso. Aquella extraña mujer le entregó aquel frasco, y como había llegado,se marchó, como si se tratase de un espectro.
Lenya, se quedó con aquel frasco en su mano, sin saber que hacer, ¿debía dar esa sangre a su padre? ¿Le ayudaría a recuperarse? o por el contrario acabaría matándolo mas rápido. las dudas le asaltaron. Mas la esperanza de poder tener con ella un tiempo mas a su padre, la hicieron ir lo mas rápido que pudo a la sala donde su padre descansaba. Este se encontraba dormido, entró con sigilo, le ayudó a incorporarse y le hizo beber el contenido del tubo. Su padre se quejó, pero aún estaba adormilado por la morfina que había recibido una hora tras.
Luego de ayudarlo a recostarse, se escabulló sin ser vista y se alejó del hospital. Cuando caminaba rumbo a su casa, rogando que a la mañana siguiente, al volver al hospital, su pares se encontrara mejor, se fue acercando a una banca, en ella, la reconoció, era la mujer que le había dado el elixir. sin temor y agradecida, se fue acercando, - Disculpe - dijo casi en un susurro, cuando escuchó que ella decía una y otra vez, que él, debía estar vivo. Lenya suspiró, - En verdad espero que así sea, y que usted pueda ser feliz, le agradezco lo que hizo con mi padre, no importa si mañana muere, lo he intentado, y mi consciencia estará tranquila - dijo sonriendo con tristeza, - en verdad espero que usted también pueda estar con el ser amado que tanto añora -.
Sin miedo a ser rechazado, la mujer, se acercó a ella, sentándose a su lado, tomando sus manos, apretando dulcemente. Lenya pudo sentir la frialdad en esas manos - ¿Acaso sera un fantasma? - caviló, mas la dama, parecía muy corpórea, y no etérea como se suponían eran los fantasmas. En verdad todas esas palabras, el aliento que esa extraña mujer le daba, logró hacer florecer una sonrisa. La caricia fría de los delicados dedos, secando sus lagrimas, provocó que Lenya volviera a pensar si era solo una aparición o en verdad aquella escena estaba ocurriendo.
Fue la certeza de la femina, quien le aseguraba que podía hacer que su padre estuviera con ella mas tiempo, lo que hizo que la alemana abriera sus ojos sorprendida, y quedara sin palabras cuando la observó morder su brazo y depositar sangre en un pequeño tubo de cristal, como si fuera un elixir milagroso. Aquella extraña mujer le entregó aquel frasco, y como había llegado,se marchó, como si se tratase de un espectro.
Lenya, se quedó con aquel frasco en su mano, sin saber que hacer, ¿debía dar esa sangre a su padre? ¿Le ayudaría a recuperarse? o por el contrario acabaría matándolo mas rápido. las dudas le asaltaron. Mas la esperanza de poder tener con ella un tiempo mas a su padre, la hicieron ir lo mas rápido que pudo a la sala donde su padre descansaba. Este se encontraba dormido, entró con sigilo, le ayudó a incorporarse y le hizo beber el contenido del tubo. Su padre se quejó, pero aún estaba adormilado por la morfina que había recibido una hora tras.
Luego de ayudarlo a recostarse, se escabulló sin ser vista y se alejó del hospital. Cuando caminaba rumbo a su casa, rogando que a la mañana siguiente, al volver al hospital, su pares se encontrara mejor, se fue acercando a una banca, en ella, la reconoció, era la mujer que le había dado el elixir. sin temor y agradecida, se fue acercando, - Disculpe - dijo casi en un susurro, cuando escuchó que ella decía una y otra vez, que él, debía estar vivo. Lenya suspiró, - En verdad espero que así sea, y que usted pueda ser feliz, le agradezco lo que hizo con mi padre, no importa si mañana muere, lo he intentado, y mi consciencia estará tranquila - dijo sonriendo con tristeza, - en verdad espero que usted también pueda estar con el ser amado que tanto añora -.
Lanya Bleier- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/02/2013
Re: En lúgubres horas nocturnas - Privado - Judith Velazquez
Judith sobresaltada miro a la mujer de hace unos instantes y esta parecía ¿un poco más aliviada? Judith le tomo de las manos con una sonrisa – Si al menos puedo hacer que haya más sonrisas en el mundo que eternas lágrimas llenas de dolor impugno, que así sea pues, pero desconociendo de tal información aun me tengo que aferrar a la realidad, a la de que él ha desaparecido entre las sombras de las que fue seducido hace tiempo.
Palabras angustiosas para Judith, sí, pero nada consoladoras para la nueva amiga que había conocido en esa noche – Permíteme acompañaros a la estancia del hospital en donde su padre se desenvuelve entre la vida y la muerte, pues una de las dos no estará sola si el otro fallece. Mejor dar felicidad aunque sea un los últimos segundos de vida – Terminando por levantarse esperaba una afirmación de parte de la muchacha, Judith sonrió – Perdóname, no me he presentado – Tosió un poco – Me llamo Judith, más no necesitas saber mucho más, ¿apellidos? ¿Qué más dan? – Entre risas, Judith se colocaba al lado de la muchacha, pero algo hizo levantar su rostro a modo de guardia. Tomo de la mano a su nueva amiga y la llevó de vuelta al hospital donde estuvieron o ella creía que lo estaban.
- Lamento haber corrido tanto – Diciendo mientras fingía estar asfixiada por el correr – Pero unos transeúntes creo que se acercaban a nosotras…-encogió los hombros – Probablemente a robarnos quien sabe – Sonriendo de lado, se acomodó su cabellera hacia un lado y esperó a que ella le diera permiso para poder ver al sujeto al que le dio su propia sangre. No se lo había dicho claro a la muchacha de que el padre de esta era una mera cobaya para el experimento que Judith estaba intentando llevar a cabo. Ella quería salvar a personas con su sangre, con la sangre tan beneficiosa y tan adicta para los humanos, pero todo tenía un coste, pero estaría dispuesta - ¿Permiso para ver a su apacentado padre? – Pregunto estando un poco nerviosa, no le gustaba esperar en nada y quería saber si había salvado la vida del hombre, esperaba que no lo hubiera devuelto a la niñez como Alicia y los trozos de seta - ¿Sí? – Afirmo en pregunta, esperando una respuesta afirmativa.
Y cuando nadie se lo estuviera esperando, el caos se desató de manera rápida y descontrolada. Judith llevó a un lado a la muchacha con la que había estado toda la noche para que no la atropellasen con la camilla que estaba entrando tan de repente con un paciente que estaba perdiendo mucha sangre y Judith tuvo que agarrarse a la muchacha para no perder el control, ahora la que estaba convulsionando o casi era ella, estaba intentando aguantar pero el ansia era demasiado que tuvo que correr en dirección contraria y se quedó en el jardín del hospital, recuperando su estabilidad emocional.
Palabras angustiosas para Judith, sí, pero nada consoladoras para la nueva amiga que había conocido en esa noche – Permíteme acompañaros a la estancia del hospital en donde su padre se desenvuelve entre la vida y la muerte, pues una de las dos no estará sola si el otro fallece. Mejor dar felicidad aunque sea un los últimos segundos de vida – Terminando por levantarse esperaba una afirmación de parte de la muchacha, Judith sonrió – Perdóname, no me he presentado – Tosió un poco – Me llamo Judith, más no necesitas saber mucho más, ¿apellidos? ¿Qué más dan? – Entre risas, Judith se colocaba al lado de la muchacha, pero algo hizo levantar su rostro a modo de guardia. Tomo de la mano a su nueva amiga y la llevó de vuelta al hospital donde estuvieron o ella creía que lo estaban.
- Lamento haber corrido tanto – Diciendo mientras fingía estar asfixiada por el correr – Pero unos transeúntes creo que se acercaban a nosotras…-encogió los hombros – Probablemente a robarnos quien sabe – Sonriendo de lado, se acomodó su cabellera hacia un lado y esperó a que ella le diera permiso para poder ver al sujeto al que le dio su propia sangre. No se lo había dicho claro a la muchacha de que el padre de esta era una mera cobaya para el experimento que Judith estaba intentando llevar a cabo. Ella quería salvar a personas con su sangre, con la sangre tan beneficiosa y tan adicta para los humanos, pero todo tenía un coste, pero estaría dispuesta - ¿Permiso para ver a su apacentado padre? – Pregunto estando un poco nerviosa, no le gustaba esperar en nada y quería saber si había salvado la vida del hombre, esperaba que no lo hubiera devuelto a la niñez como Alicia y los trozos de seta - ¿Sí? – Afirmo en pregunta, esperando una respuesta afirmativa.
Y cuando nadie se lo estuviera esperando, el caos se desató de manera rápida y descontrolada. Judith llevó a un lado a la muchacha con la que había estado toda la noche para que no la atropellasen con la camilla que estaba entrando tan de repente con un paciente que estaba perdiendo mucha sangre y Judith tuvo que agarrarse a la muchacha para no perder el control, ahora la que estaba convulsionando o casi era ella, estaba intentando aguantar pero el ansia era demasiado que tuvo que correr en dirección contraria y se quedó en el jardín del hospital, recuperando su estabilidad emocional.
Judith Velázquez- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/08/2015
Re: En lúgubres horas nocturnas - Privado - Judith Velazquez
Aquella muchacha era extraña, sus sentimientos y emociones estaba a flor de piel, y eran tan volátiles como el polvo de algunas flores que parecían expeler su polen tan solo con el rose de los dedos. Mas Lenya estaba agradecida, no sabía si su padre viviría o moriría, pero había hecho lo mas que se podía. El pedido de la joven la sobresaltó, ¿porque pedía ver a su padre? ¿acaso no había utilizado ese método muchas veces antes de dárselo a ella? sus ojos se clavaron en el rostro de la inmortal, y tragó saliva al darse cuenta que había sido demasiado ingenua, creyendo en extraños, que ni siquiera conocía el nombre.
La joven seguía comportándose de manera extraña, pes al comenzar el camino de regreso al hospital, de la nada, la tomó de la muñeca y tiró de ella, con fuerza, para que corriera con todas sus fuerza, y así llegar antes al edificio, como si tuviera miedo de algo, como si alguien las asechara. ¿que estaba pasando? Lenya se angustió, pues no sabía que debía hacer. Al llegar a las luces del hospital, la joven pareció estar mas tranquila, y fue así que se acercaron al portón que daba paso a la entrada del nosocomio.
En todo el trayecto que las separaba del cuarto de su padre, la alemana fue pensando en como decirle a la joven que mejor sería dejar que descansara y que recién mañana por la mañana, ella volvería a ver como se encontraba, pues si entraban en el cuarto y el enfermo se despertaba, de seguro le costaría volver a dormir, haciendo que su recuperación fuera mas lenta. aun pensaba en ello, cuando las voces agudas de un grupo de enfermeras y médicos la hicieron volver de sus cavilaciones. Tuvieron que hacerse a un lado, en el momento en que entraban con ua angarilla, llevando a un joven que parecía tener una herida de harma blanca, - un duelo - susurró, Lenya sabía muy bien que era en esas horas de la noche, o con el amanecer, que los duelos de honor solían realizarse, ya que estaban penados por la ley. Su mirada se clavó en el brazo que laxo cayó pendiendo libre, era una clara señal de que estaba moribundo o ya había muerto.
Mientras ella ponía atención a lo que pasaba con el grupo de personas que pasaban al lado suyo, la joven que la acompañaba la tomó por los hombros, para terminar apretada entre el cuerpo de la joven y la pared. Asustada, miró el rostro casi desencajado de aquella mujer, que le había dicho llamarse Judith, contuvo l respiración, cuando los colmillos relucieron entre los labios del inmortal. Lenya tembló, en ese instante fue consciente del peligro que podía ser, el estar cerca de un ser así. Como una exhalación, de pronto quedó sola, ¿adonde había ido la joven?.
La joven seguía comportándose de manera extraña, pes al comenzar el camino de regreso al hospital, de la nada, la tomó de la muñeca y tiró de ella, con fuerza, para que corriera con todas sus fuerza, y así llegar antes al edificio, como si tuviera miedo de algo, como si alguien las asechara. ¿que estaba pasando? Lenya se angustió, pues no sabía que debía hacer. Al llegar a las luces del hospital, la joven pareció estar mas tranquila, y fue así que se acercaron al portón que daba paso a la entrada del nosocomio.
En todo el trayecto que las separaba del cuarto de su padre, la alemana fue pensando en como decirle a la joven que mejor sería dejar que descansara y que recién mañana por la mañana, ella volvería a ver como se encontraba, pues si entraban en el cuarto y el enfermo se despertaba, de seguro le costaría volver a dormir, haciendo que su recuperación fuera mas lenta. aun pensaba en ello, cuando las voces agudas de un grupo de enfermeras y médicos la hicieron volver de sus cavilaciones. Tuvieron que hacerse a un lado, en el momento en que entraban con ua angarilla, llevando a un joven que parecía tener una herida de harma blanca, - un duelo - susurró, Lenya sabía muy bien que era en esas horas de la noche, o con el amanecer, que los duelos de honor solían realizarse, ya que estaban penados por la ley. Su mirada se clavó en el brazo que laxo cayó pendiendo libre, era una clara señal de que estaba moribundo o ya había muerto.
Mientras ella ponía atención a lo que pasaba con el grupo de personas que pasaban al lado suyo, la joven que la acompañaba la tomó por los hombros, para terminar apretada entre el cuerpo de la joven y la pared. Asustada, miró el rostro casi desencajado de aquella mujer, que le había dicho llamarse Judith, contuvo l respiración, cuando los colmillos relucieron entre los labios del inmortal. Lenya tembló, en ese instante fue consciente del peligro que podía ser, el estar cerca de un ser así. Como una exhalación, de pronto quedó sola, ¿adonde había ido la joven?.
Lanya Bleier- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/02/2013
Re: En lúgubres horas nocturnas - Privado - Judith Velazquez
Cuando por fin recuperó la cordura del momento, Judith pudo ver la claridad de la noche, el suspiro del silencio y la calma que llevaba consigo. El joven que había pasado en la camilla tenía un olor similar al recuerdo amargo que quería olvidar, al olor de aquella persona que amó pero que gracias a su prima ella fue salvada. De todas maneras sentía que esa persona antaño murió a causa de su padre, no llego a verlo realmente pero ahora la curiosidad le atormentaba de manera grave, podría ir a ver quién se estaría ocultando bajo la sábana blanca que había sobre el cuerpo que recién habían traído en la camilla, pero lo único que hizo fue sentarse en el banco de piedra que había en aquel jardín del hospital.
La muchacha a la que había donado parte de su sangre para su padre, estaría asustada, de ella, de seguro había visto algo que probablemente no debiera haber visto, estaba asustada ella misma por si ahora le rechazaba por…Judith solamente suspiró. Demasiada carga llevaba consigo sobre su mente y su pesar. Teniendo en cuenta de que estaba con su prima, no se sentía sola, pero si sentimentalmente aunque haya habido veces que su misma prima se haya ofrecido para quitarle las penas mediante el sexo, pero Judith siempre rechazaba la oferta amable de su prima. Simplemente no veía bien dicha inclinación. No entendía. Debía de haber algo erróneo en ese tipo de personas según ella misma.
- … - No dijo nada ya que el silencio en aquel jardín era agradable. Pudo ver algunos médicos y a algunas enfermeras en conjunto hablando de cosas. Podía hasta escuchar a un médico y una enfermera meterse mano en el interior del jardín, pero aun así, Judith siguió sin articular palabra alguna ya que prefería no hacerlo. Todavía tenía ganas de ir hasta el cuerpo de aquel que vino en camilla antes de alejarse de la muchacha a la que había acompañado al hospital de vuelta. En cualquier caso, se concentró en la muestra de sangre que al parecer ya había sido invertida dentro del pariente de la muchacha de antes, se concentró y al parecer el sistema nervioso se había acelerado pero enseguida, esta captó la calma de un cuerpo que se estaba sanando.
De alguna manera suspiró aliviada.
Judith Velázquez- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/08/2015
Re: En lúgubres horas nocturnas - Privado - Judith Velazquez
Lenya, caminó por el pasillo del hospital, sin saber muy bien a donde se encontraba, puesto que con el susto, y al quedarse sola, no se pudo orientar bien, no encontraba la salida, ni tampoco la habitación de su padre. Vio pasar varios médicos, pero caminaban tan apresurados, ensimismados en sus anotaciones que llevaban en la mano, que le pareció desacertado pedir se detuvieran para indicarle a ella, donde se encontraba o como salir de aquel laberinto de pasillos y puertas dobles. Cuando volvió a quedarse sola, suspiró frustrada, ¿donde se habría escondido la joven llamada Judith?
Caminó hasta el final de un pasillo y cuando estaba por traspasar unas puertas, surgió de ellas una mujer vestida de negro, con sus ojos oscuros y unas enormes ojeras, la piel tan blanca que parecía de mármol, y los labios rojos. Su mirada se clavó en Lenya, y la joven tembló, se fue acercando a la alemana, y ésta juraría que parecía que la misteriosa mujer flotaba en el aire. Al verla acercarse mas y mas, Lenya gritó con todas sus fuerzas, y se echo a correr desesperada, traspasando puertas y mas puertas, sin saber hacia donde iba, ni en que lugar el laberinto le cerraría las puertas en una trampa mortal.
Fue recién, al cerrar la puerta tras de si, en una habitación desconocida y en penumbras, que se detuvo, intentando recuperar el aliento, su corazón latía de forma desbocada, su garganta esta seca y le costaba respirar. Inspiró profundamente, cerrando sus ojos, mientras se giraba y apoyaba su espalda en la puerta de madera. Siguió inspirando, llenando sus pulmones, y dejando que el aire saliera lentamente de ellos. Su mano, apoyada en su pecho sobre el corazón, le fue indicando que se iba tranquilizando. Cuando se sintió mas tranquila, abrió sus ojos, y sonrió, su mirada recorrió el lugar, que se encontraba entre penumbras. Sus ojos se fueron acostumbrando a la poca luz, la que dejaba entrar, altos ventanales, entreabiertos, y por la que se filtraba la luz mortecina de la luna. Tan grande, tan blanca, que provocó un suspiro en la alemana. Cuando la mirada de Lenya, dejó de fijarse en la luna, y se dirigió a una mesa en mitad de la habitación, fue que tuvo conciencia de donde se encontraba. En la mesa de mármol, un cuerpo, tapado con una sabana blanca, yacía en total inmovilidad. Lenya, palideció, mientras se iba replegando hacia una esquina de la habitación. En un instante le pareció que el cuerpo se movía, aterrada volvió a gritar, ésta vez gritó el nombre de la inmortal - Judith, sálvame -, en ese instante se desvaneció.
Caminó hasta el final de un pasillo y cuando estaba por traspasar unas puertas, surgió de ellas una mujer vestida de negro, con sus ojos oscuros y unas enormes ojeras, la piel tan blanca que parecía de mármol, y los labios rojos. Su mirada se clavó en Lenya, y la joven tembló, se fue acercando a la alemana, y ésta juraría que parecía que la misteriosa mujer flotaba en el aire. Al verla acercarse mas y mas, Lenya gritó con todas sus fuerzas, y se echo a correr desesperada, traspasando puertas y mas puertas, sin saber hacia donde iba, ni en que lugar el laberinto le cerraría las puertas en una trampa mortal.
Fue recién, al cerrar la puerta tras de si, en una habitación desconocida y en penumbras, que se detuvo, intentando recuperar el aliento, su corazón latía de forma desbocada, su garganta esta seca y le costaba respirar. Inspiró profundamente, cerrando sus ojos, mientras se giraba y apoyaba su espalda en la puerta de madera. Siguió inspirando, llenando sus pulmones, y dejando que el aire saliera lentamente de ellos. Su mano, apoyada en su pecho sobre el corazón, le fue indicando que se iba tranquilizando. Cuando se sintió mas tranquila, abrió sus ojos, y sonrió, su mirada recorrió el lugar, que se encontraba entre penumbras. Sus ojos se fueron acostumbrando a la poca luz, la que dejaba entrar, altos ventanales, entreabiertos, y por la que se filtraba la luz mortecina de la luna. Tan grande, tan blanca, que provocó un suspiro en la alemana. Cuando la mirada de Lenya, dejó de fijarse en la luna, y se dirigió a una mesa en mitad de la habitación, fue que tuvo conciencia de donde se encontraba. En la mesa de mármol, un cuerpo, tapado con una sabana blanca, yacía en total inmovilidad. Lenya, palideció, mientras se iba replegando hacia una esquina de la habitación. En un instante le pareció que el cuerpo se movía, aterrada volvió a gritar, ésta vez gritó el nombre de la inmortal - Judith, sálvame -, en ese instante se desvaneció.
Lanya Bleier- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/02/2013
Re: En lúgubres horas nocturnas - Privado - Judith Velazquez
Pero en ese mismo instante que Judith sentía mejorar la salud del sanado, otra sensación llegaba a sus sentidos, alertándola de que algo estaba pasando, pero no sentía nada, lo único que sentía era que alguien…Vaya, si se concentraba más podía notar que algo más se estaba avecinando en el interior del hospital y que envolvía una vida humana. Judith comenzó a inquietarse deliberadamente mientras estaba sentada en el banco, su columna vertebral se estremecía de sobremanera que no soporto más y se levantó de mala gana para volver de nuevo hacia el hospital en donde estaba la muchacha a la que había conocido no hace ni cinco horas.
- A ver qué pasa ahora – Dijo entre refunfuños Judith mientras se encaminaba hacia el hospital en donde todavía había el caos que se había originado anda más entrar la camilla con aquel hombre entre vendas y sangre, sangre de la que nunca se había podido olvidar desde que la había olido y tuve que irse del hospital de hacia donde ahora mismo se estaba dirigiendo para comprobar que era esa extraña sensación que tenía en su interior, a ver porque estaba tan molesta de repente.
Cuando llegó al hospital era como había pensado. La gente estaba corriendo de aquí para allí, era un completo caos, pero siguiendo el perfume de Lenya Judith siguió varios pasillos hasta que le llevó hacia una habitación en la que también se juntaba el olor de la putrefacción y que tampoco es que fuera un olor demasiado agradable. A través de la puerta pudo oler el miedo de Lenya en el interior con lo que fuera que hubiera dentro, pero algo de verdad se estaba moviendo y era hacia ella.
De un golpe, tras levantarse el bajo del vestido Judith dio una fuerte patada hacia la puerta que la abrió y enseguida pudo ver a un ser pálido, embadurnado de sangre por un accidente y que estaba amenazando a una pobre Lenya agazapada en una esquina. Judith amenazó a la criatura con sus dientes, amenazándola de que se alejara y dejara en paz a la humana Lenya a la que tan fácilmente y amablemente había ofrecido ayuda antes con su padre - ¡DEJALA O TE AGRANDO MÁS LA RAJA QUE YA TIENES EN LA ENTREPIERNA! – Con esa amenaza, la criatura se lanzó sobre Judith y comenzaron una pelea saliendo poco a poco de la habitación, dándose puñetazos y tirones en la ropa y en el pelo, pero finalmente, Judith, encontrando un punto flaco en la criatura, pudo acabar con ella con una estaca de la pata de una silla de madera y la criatura se disipó en polvo.
Judith Velázquez- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/08/2015
Re: En lúgubres horas nocturnas - Privado - Judith Velazquez
Lenya, se desvaneció, mas en pocos segundos su conciencia volvió, pues el instinto de supervivencia, el choque de adrenalina en su torrente sanguíneo, no le permitieron darse por vencida. Mas al ver que el cuerpo debajo de la sabana, comenzaba a moverse lentamente, hasta incorporarse y sentarse de manera erguida, casi como si se estuviera despertando de una siesta. Lenya, siguió arrastrándose por el suelo, con la espalda pegada a la pared y las piernas flexionadas, llevadas hacia el pecho, intentando ocultarse tras su propia falda. era algo tonto e inútil, ¿pero, que podía hacer?, no sabía defenderse, ni con arma blanca, ni con su cuerpo. Se maldijo pensando que debería haber tomado clases de esas técnicas bélicas, traídas a Europa por los asiáticos, ¿como las llamaban? se preguntó, mas el miedo le impedía pensar con claridad, - si tan solo algún empleado llegara, o pudiera escapar por la puerta, pero ésta se encontraba cerrada, y trancada por ella misma.
Un abrir y cerrar de ojos, fue lo que le llevó a ese ser, dejar la mesa de mármol, para encaminarse hacia ella, la sabana se iba deslizando del cuerpo de aquel no muerto, y dejando al descubierto una desnudez grotesca y mas que espeluznante para una pudorosa dama como era Lenya. Diez, siete, cuatro pasos, la estaban separando de aquel ser que se acercaba a ella con la intención de tomar su sangre y tal vez así, poder regenerar ese cuerpo lacerado. Ni un segundo le quedaba, inspiró profundamente, cerró sus ojos y sostuvo la respiración, repitiendo una y otra vez, como si de un mantra se tratase, la suplica - sálvame, sálvame, sálvame -. Un golpe en la puerta, y tras éste, otro mas, que logró despedazar la madera, como si una munición de cañón hubiera impactado en ésta, la hizo levantar la cabeza, girar su mirada hacia la puerta, y entonces la contempló. Era Judiht, quien se abalanzó hacia el monstruo y tras advertirle que no se acercara a Lenya, comenzó a luchar co éste, sacándole de la habitación, y clavándole una estaca que convirtió a ese ser infernal en un montón de polvo, esparcido en el suelo.
Atónita, con la boca abierta por la sorpresa, recorrió con su mirada el rostro y el cuerpo de la joven vampiro. Fue entonces que se percató que la mano de la inmortal estaba herida, como si hubiera tocado una pieza de hierro al rojo vivo. Desesperada, Lenya, se levantó corrió hacia donde su aliada y amiga se encontraba y tomó la mano herida, - Judith, deja que te limpie esa herida - dijo, buscando en un aparador cercano lo necesario para limpiar y cubrir con una venda, la quemadura.
Un abrir y cerrar de ojos, fue lo que le llevó a ese ser, dejar la mesa de mármol, para encaminarse hacia ella, la sabana se iba deslizando del cuerpo de aquel no muerto, y dejando al descubierto una desnudez grotesca y mas que espeluznante para una pudorosa dama como era Lenya. Diez, siete, cuatro pasos, la estaban separando de aquel ser que se acercaba a ella con la intención de tomar su sangre y tal vez así, poder regenerar ese cuerpo lacerado. Ni un segundo le quedaba, inspiró profundamente, cerró sus ojos y sostuvo la respiración, repitiendo una y otra vez, como si de un mantra se tratase, la suplica - sálvame, sálvame, sálvame -. Un golpe en la puerta, y tras éste, otro mas, que logró despedazar la madera, como si una munición de cañón hubiera impactado en ésta, la hizo levantar la cabeza, girar su mirada hacia la puerta, y entonces la contempló. Era Judiht, quien se abalanzó hacia el monstruo y tras advertirle que no se acercara a Lenya, comenzó a luchar co éste, sacándole de la habitación, y clavándole una estaca que convirtió a ese ser infernal en un montón de polvo, esparcido en el suelo.
Atónita, con la boca abierta por la sorpresa, recorrió con su mirada el rostro y el cuerpo de la joven vampiro. Fue entonces que se percató que la mano de la inmortal estaba herida, como si hubiera tocado una pieza de hierro al rojo vivo. Desesperada, Lenya, se levantó corrió hacia donde su aliada y amiga se encontraba y tomó la mano herida, - Judith, deja que te limpie esa herida - dijo, buscando en un aparador cercano lo necesario para limpiar y cubrir con una venda, la quemadura.
Lanya Bleier- Humano Clase Alta
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