Fidelidad es lo primero (libre)

por **Agnes** Sáb Ago 25, 2018 8:57 pm

Muchas noches atrás, la esperanza de la princesa mora andaba en agonía. Muchas veces se dijo así misma de que encontraría la paz en el hombre que trajo a la hermandad de la que formaba parte, pero ahora estaba entre una espada y una pared, sujetada por varios inquisidores, intentando zafarse de aquellos que osaban apresarla contra la pared impidiéndola tener alguna salida. No siempre conseguía lo que quería, pero esta vez sí que quería estar a salvo, no morir, no perder la oportunidad de tener el amor de aquel humano que reside en la residencia. O era lo que al menos deseaba ella en sus adentros pero al parecer, la noche, tras nada más comenzar ya estaba siendo amenazada por los bárbaros de la iglesia que continuaban apresándola con demasiada devoción.

- Vamos a ver ¿Tienes algo que ofrecernos? – El inquisidor sin problemas y que tenía las manos libres aunque una de ellas sujeta a su pistola de fuego, miraba y preguntaba a la vampira, observando a la vez de que los otros dos la seguían manteniendo sujeta a la chupasangre.

- En cierto modo, no realmente…- pudo ver que quienes la estaban sujetando, se reían y ella se unió al grupo. Todos se rieron pero el inquisidor que hacia las preguntas se extrañó de esa reacción – Estáis en grandes problemas – Esta siguió riendo al silencio de los que la estaban sujetando. Enseguida, uno de los sirvientes de la hermandad de Agnes se les apareció, soplando un polvo mágico del mismo sirviente que ponía a la víctima a dormir. Para suerte de Agnes, esta no le afectaba en absoluto, en realidad, porque ella ya había sufrido de dicho polvo – Un poco más y me hacen polvo – Dijo Agnes a modo de queja siguiendo al sirviente que la estaba guiando a un sitio mejor.

Para cuando llegaron a lo que era a una especie de plaza abierta, Agnes se sentó para tomar de una petaca su ración diaria de comida, es decir, de sangre. Tendría que darse prisa por si los inquisidores se despertaban y seguían su rastro. No obstante todo parecía estar tranquilo.

- Madame, Lamento haber llegado tarde.

- Da igual Ignisius, de momento tengo el culo a salvo ¿Cuánta cantidad mezclaste de la mezcla?

- Hice para hasta dormir a un elefante, creo…-El sirviente tenía seguridad en sus palabras pero siempre todo podía torcerse.

- Bueno, de todas maneras despistémosles para que no nos sigan hasta nuestro destino. Prácticamente ya he infringido una regla de la hermandad y como se entere nuestro líder estoy prácticamente muerta, literalmente.