El pecador más santo (Libre)

por **Zegrath** Vie Sep 07, 2018 8:03 pm

La mujer esperaba atentamente el momento para poder atacar. Estaba custodiando una pared en la que se estaba escondiendo de su presa, sus cabellos dorados se movían con la suavidad de las brisas tempranas de otoño. Hay que ver cuantos inviernos pasaría, hay que ver cuantos veranos vería incluso estando muerta para toda la eternidad. Mientras esta observaba a su presa se puso a pensar que tenía que volver pronto a la hermandad, estaba en realidad en plena fuga ya que aún quería su libertad, pero bien sabía que tenía que hacerse cargo de la hermandad que le dieron a dirigir.

Suspiró pensando en que era verdad y que tarde o temprano tendría que ejercer de líder pero tenía miedo de tomar las decisiones incorrectas, tenía miedo de fallar y de decepcionar a aquellos que la quieran seguir como líder si es que querían seguirla. Bien sabía que había uno que no estaría demasiado de acuerdo con el cargo que ella tenía que ejercer, bien sabía que este quería quitárselo de en medio para él reinar o gobernar la hermandad pues bien sabía que estaban en una época que era dominada por la palabra del hombre y que la mujer era un cero a la izquierda.

Esa noche, Zegrath estaba pendiente de su cena.

Podía oler el miedo de la joven al estar caminando sola por las calles de París sin compañía alguna se le hacía la boca agua y sus labios se agrietaban por la ansiedad de querer beber de esa sangre de inmediato, pero al conseguir calmarse se escondió tras la pared, observando a la joven que se iba acercando a su posición mientras buscaba un camino y en cuanto la joven ya supo que estaba perdida, una joven que pertenecería a la clase alta ya que llevaba ropajes que podrían resultar demasiado caros y de buena calidad. Ella misma llevaba este tipo de ropa pero no era lo demasiado estúpida para dejarse ver así en mitad de la noche donde es cuando todos los ladrones y desgraciados salen a pasárselo bien con señoritas como la que estaba delante de ella misma.

- Encanto – Dijo Zegrath saliendo de su escondite con sus acostumbradas ropas de cuero negro y rojo oscuro – No deberías estar por aquí…y sola – Sonriendo de lado, se acercó a la muchacha para tomarla de la mano y acercarla hasta ella que casi ambos labios de ambas estaban rozándose solo que era tan morboso aquel momento que Zegrath no evitó morrearle en los labios a la joven hasta que escuchó un leve gemido de los labios ajenos y fue entonces cuando Zegrath se separó dejando a la otra con ganas de más – Ven, te acompañaré hacia algún lugar seguro, la muchacha parecía hipnotizada por los encantos de Zegrath y fue hasta una media hora así que no llegaron a un apartamento sin ventanas en donde se metió con la muchacha de la alta cuna a pasar un buen rato por la noche y no fue hasta que la joven por fin decidió confiar en Zegrath creyendo que la iba a llevar al mejor de los orgasmos, pero Zegrath tenía otros planes para la joven.

Para cuando estaba ya con la muchacha a mil por hora y con un orgasmo ya expulsado de su virginal cuerpo, Zegrath estaba abriendo su boca, dejando salir sus colmillos para probar por fin su cena, estaba ya rozando la rosada piel de la muchacha, se estaba excitando de la ansiedad hasta que llamaron a la maldita puerta y eso, además de cortarle el rollo a Zegrath le dio un cabreo máximo