Cuando la tormenta se avecina - Privado

por **Eugene Choi** Lun Sep 24, 2018 7:19 pm

No le gustaba tener que cumplir las ordenes del embajador, pero no podía negarse, pues la amenaza que le hiciera en aquella noche que se encontraron en la embajada, fue tan contundente, que no pudo mas que bajar la mirada y asentir a todo lo que el inmortal le dijera, volviéndose un lacayo del coreano. Mas prefería convertirse en un esclavo de sangre, si con ello, podía cuidar de su amada Silke, nada en su vida valía la pena, solo su futura mujer, su bella alemana, que con solo recordar su mirada, lograba olvidar por un breve instante en donde se encontraba.

Apoyada su espalda en la fría pared de azulejos color verdemar, esperaba paciente al medico forense. Debía identificar un cadáver, el de una joven coreana que se encontró en las afueras de París, y que por la descripción de su estatura, complexión y ropas, podría tratarse de la sobrina del propio embajador. De ser así, una terrible guerra se iniciaría, pues estaba seguro que el oriental, no dejaría caer en saco roto terrible ofensa. Bien había escuchado por los pasillos de las oficinas de la embajada, que la joven sobrina, era muy estimada por el terrible funcionario de la corte del país de la mañana tranquila. Resopló, bajando la mirada a la punta de sus zapatos, golpeando de manera rítmica, el puño derecho contra el azulejo, -Si, llegara a ser la mujer muerta, la sobrina de Goryeo, Silke no podrá estar segura, pues irá contra todo contrabandista - caviló,frunciendo el ceño. Con los ojos cerrados, se mantuvo en silencio, intentando calmar sus nervios, esos que le decían que un mal presagio le erizaba la piel.

Una media hora mas tarde, el sonido de unos pasos, hicieron que se girara, para contemplar como un hombre delgado, alto, con los cabellos un tanto largos y renegridos, se acercaba a aso vivo, hacia donde él se encontraba, - Señor Gyum, debe perdonarme, me he demorado por el trafico, éstas lluvias otoñales, han vuelto las calles un verdadero suplicio - dijo el medico, mientras extendía su mano que mostraba gotas de lluvia en sus puños y abrigo. Lee asintió con un movimiento de cabeza, - no se preocupe, lo entiendo, pero... comprenderá, que el motivo de mi visita, es un tanto complicado - se apresuró a decir, mientra seguía los pasos del forense, que entraba a una pequeña sala, en donde un armario, un tanto mas grande de lo habitual era el único mobiliario, a excepción de una mesa hecha en mampostería y mármol. El medico le escuchaba, mientras, abría el armario, el cual poseía todo su interior recubierto en metal y barras de hielo se acumulaban a cada extremo del interior, en el centro, una camilla y sobre ésta, un cuerpo cubierto por una sabana blanca.

* * *

Tras comprobar que el cadáver, era el de la señorita Goryeo, Lee, se despidió del médico, para salir al pasillo, en donde se dejó caer, en uno de los bancos que poseía el recinto. Bajó la cabeza, hasta ponerla casi a la altura de sus rodillas, sus manos sostenían su frente, mientras maldecía en su idioma natal - Dios mio, que el cielo tenga misericordia de nosotros - susurró.

por **Naimariari** Lun Oct 01, 2018 6:54 pm

Esa mañana había mucha lluvia y ella misma había dejado claro que no salía por las mañanas a hacer servicios de noche pero la suma era tan asquerosamente elevada que accedió a su cliente darle su fantasía de hacerlo en la morgue siguiendo un rol muy peculiar. De todas maneras aun estaba en su residencia, preparándose para el acto sexual de su cliente, un hombre, forense de una morgue que al parecer tenía que mostrar un cadáver a un embajador o algo parecido. Las historias del cliente no les daba demasiada importancia, pero en parte tenía información para poder improvisar sobre su actuación y en la que prácticamente este mismo hombre la follaría en su morgue. Asqueroso, pero si daba dinero, mejor callarse que comer en las calles o apenas si quiera.

Ese día vistió un vestido negro con escotado de encaje negro. Actuaría como la viuda de alguien que ha perdido a su esposo pero en realidad se quedaría en el despacho del hombre este, el cual, intentaría forcejear con la viuda y acabaría completando la fantasía sexual del hombre de forzar a una dolida viuda. Había gente enferma, pero ella misma, tenía que mantener a niños y niñas en un orfanato. Ganaba dinero de sobra pero aun así tenía que seguir amasando dinero de alguna manera. No se maquilló pero si se puso dos cebollas cerca de los ojos para sensibilizar el lagrimal y poder parecer que al menos está llorando de verdad ante lo que sería el principio de una buena fantasía.

Para cuando pasó una hora, ella ya había hecho su actuación de viuda al ver un cadáver cualquiera, pudo notar en el ambiente el aroma de sexo además de la evidente excitación bajo los pantalones del hombre de cabellos grises que aún ni siquiera se había quitado el abrigo de la lluvia que había o que aún estaba cayendo sin cesar. Fue cuando salieron de la morgue y pudo ver con el rabillo del ojo a un hombre de rasgos asiáticos que esperaba su turno, Naimariari siguió al forense pero este no podría ver realizada aún su fantasía con la mujer, le dijo a Naimariari que esperara que terminaría enseguida con el hombre que estaba esperando su turno, pero lo que no se esperó es que el forense la encerrara con llave para que esta no escapara. Se llevó las manos a la cabeza y comenzó a golpear la puerta una y otra vez hasta que un ayudante la abrió y la dejó salir.

Naimariari salía enfurecida pero se topó con el hombre de antes que su expresión era otra muy diferente.

- ¿Está bien?

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