AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¡Otra ronda! (privado)
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¡Otra ronda! (privado)
Entré en la taberna de la sirena borracha, apenas hacía unas horas que mi Perla Negra había atracado en puerto, por fin la había recuperado tras apostarla en una noche de borrachera, así que complacido por mi gran arte en el engaño tomé asiento en una de las mesas y pedí una botella de ron que no tardo en servirme una pelirroja de abultado busto y sonrisa algo torcida.
El vaso como todos no es que brillara pero a mi poco me importaba, lo que no mata te hace mas fuerte y yo era indestructible.
Mi visita no era casual, bebía dando rápidos sorbos mientras hacía bailar entre mis dedos mi real de ocho.
Cada señor pirata lleva siempre un real de a ocho. Los miembros originales de la corte eran tan pobres que carecían de cualquier dinero, excepto para el primer señor pirata, que tenía un real de ocho y eso acabó convirtiéndose en ley. Cada real de a ocho debe ser presentado para verificar la identidad de un señor pirata, y se impone al sucesor de ese señor.
Observé la mesa de la derecha, llena de tipos que bebían y jugaban a las cartas, seguramente la mayoría eran ya tripulación de otros navíos que habían atracado en puerto para vender lo saqueado y seguir su camino, yo tenía el barco, peor necesitaba gente para poder tripularlo y aparte de esa moneda, mi real de a ocho nada mas tenía para ofrecer que mi palabra de que surgiríamos los mares y conseguiríamos los tesoros mas infames.
Bebí hasta casi apurar la botella de ron, ladeé la sonrisa con los ojos vidriosos por el alcohol había llegado la hora de mi gran presentación.
De un salto que para mi mente fue una voltereta mortal con doble rizo y que para el resto de los presentes fue subir a la mesa torpemente carraspeé aclarando mi garganta.
-¿por que esto se mueve? -pregunté sintiendo que la taberna era arrasada por el mar -bueno, quizás me muevo yo, que mas da -aseveré mirando a la preciosa camarera de grandes tetas -ronda para todos -dije captando la atención de los presentes -estoy aquí para buscar una tripulación, apuntaros en la lista esa -dije mientras sacaba con torpeza de mi cinto el cuchillo y lo lanzaba como un águila que se abrió paso entre distintas cabezas hasta clavarse en el papel en blanco del tablón donde se reclutaban los grumetes o se solicitaba cualquier tipo de trabajo.
Me bajé de un salto haciendo una reverencia teatral sombrero en mano pero los aplausos no sonaron ¿serían ingratos? -la pelirroja se acercó y mis labios a su oído -cobralé la ronda al caballero del fondo -dije con mi habitual picaresca.
-Es una señorita – dijo la chica.
-¿Si? -enfoqué mi turbia mirada -ah, esa, es mi mujer, cobrásela a ella.
El vaso como todos no es que brillara pero a mi poco me importaba, lo que no mata te hace mas fuerte y yo era indestructible.
Mi visita no era casual, bebía dando rápidos sorbos mientras hacía bailar entre mis dedos mi real de ocho.
Cada señor pirata lleva siempre un real de a ocho. Los miembros originales de la corte eran tan pobres que carecían de cualquier dinero, excepto para el primer señor pirata, que tenía un real de ocho y eso acabó convirtiéndose en ley. Cada real de a ocho debe ser presentado para verificar la identidad de un señor pirata, y se impone al sucesor de ese señor.
Observé la mesa de la derecha, llena de tipos que bebían y jugaban a las cartas, seguramente la mayoría eran ya tripulación de otros navíos que habían atracado en puerto para vender lo saqueado y seguir su camino, yo tenía el barco, peor necesitaba gente para poder tripularlo y aparte de esa moneda, mi real de a ocho nada mas tenía para ofrecer que mi palabra de que surgiríamos los mares y conseguiríamos los tesoros mas infames.
Bebí hasta casi apurar la botella de ron, ladeé la sonrisa con los ojos vidriosos por el alcohol había llegado la hora de mi gran presentación.
De un salto que para mi mente fue una voltereta mortal con doble rizo y que para el resto de los presentes fue subir a la mesa torpemente carraspeé aclarando mi garganta.
-¿por que esto se mueve? -pregunté sintiendo que la taberna era arrasada por el mar -bueno, quizás me muevo yo, que mas da -aseveré mirando a la preciosa camarera de grandes tetas -ronda para todos -dije captando la atención de los presentes -estoy aquí para buscar una tripulación, apuntaros en la lista esa -dije mientras sacaba con torpeza de mi cinto el cuchillo y lo lanzaba como un águila que se abrió paso entre distintas cabezas hasta clavarse en el papel en blanco del tablón donde se reclutaban los grumetes o se solicitaba cualquier tipo de trabajo.
Me bajé de un salto haciendo una reverencia teatral sombrero en mano pero los aplausos no sonaron ¿serían ingratos? -la pelirroja se acercó y mis labios a su oído -cobralé la ronda al caballero del fondo -dije con mi habitual picaresca.
-Es una señorita – dijo la chica.
-¿Si? -enfoqué mi turbia mirada -ah, esa, es mi mujer, cobrásela a ella.
J. Hook- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 40
Fecha de inscripción : 19/12/2017
Re: ¡Otra ronda! (privado)
El capitán Slater le había ordenado que se tomara un descanso. Porque sí, de no ser una obligación, Alabaster no abandonaría a la tripulación o al barco. Llevaba desde niña en aquellas bodegas, corriendo por cubierta, subiéndose a los mástiles y trepando por las velas. Era una rata de mar, una pirata empedernida. Vivía por y para el Madrigal. Ese nombre se lo había puesto el anterior dueño, un frustrado poeta italiano que se había echado a la mar en la busca del amor verdadero, de los sueños imposibles y de la ilusión por descubrir mundo.
Así pues, con un sombrero con un ala torcida y agujereada, su vieja casaca polvorienta y apestando a humedad, se adentró en una taberna a tomarse unas jarras y ver pasar el tiempo. No le apetecía confraternizar con nadie, estaba molesta y ni siquiera quiso apostarse unos reales a las cartas. Era muy buena, especialmente haciendo trampas, pero estaba totalmente desganada aquella tarde y sólo deseaba ahogar sus penas en alcohol como una buena pirata.
La música era animada, hasta el punto de que su pie izquierdo se movía por cuenta propia, marcando un ritmo con la punta de la bota contra el suelo. Suave, pero continuado. Todo lobo de mar lleva la melodía en la sangre y siempre entonan salomas para alegrar sus viajes. Era imposible no dejarse llevar, aún y cuando su ceño estaba fruncido y su mandíbula prieta.
Hizo caso omiso del borracho acróbata, porque tontos como él los había a patadas. Siguió bebiendo de espaldas a la gente, con la mirada fija en las botellas que reposaban vacías tras la barra, junto a los barriles de madera y los odres de agua que colgaban de las vigas. Ella estaba tan tranquila, “disfrutando” forzosamente de su cerveza, cuando, de pronto, se le acercó la mesera y le pidió el pago por la ronda a la que el beodo había invitado. Alabaste dio un toque al frontal de su sombrero y éste dio un pequeño salto, despejando su campo de visión. La azul y gélida mirada de la pirata se clavó en la mujer pechugona.
–¿Por qué debo pagar algo que yo no he pedido, tetona?
Exigió saber con tono cortante. La mujer se apresuró en explicar lo sucedido y, entonces, la pirata cambió de objetivo. Le dio el trago final a su jarra, apartó a la rolliza mujer con el brazo, pero sin ser brusca y se puso de pie, encaminando sus firmes pasos hacia el tipo que había montado todo aquel lío. Se le plantó delante, mientras él seguía sentado.
–¿Por qué mandas a la mesera a cobrarme tus deudas? ¿Quién es tu mujer?
Porque sí, la señora se lo había contado todo, hasta aquella mentira que el burlón hombre le había soltado. ¿Qué estúpida le habría creído? ¿No dijo que inicialmente la había confundido con un varón? Era todo demasiado ilógico, pero la mitad iban allí hasta las cejas de alcohol.
Así pues, con un sombrero con un ala torcida y agujereada, su vieja casaca polvorienta y apestando a humedad, se adentró en una taberna a tomarse unas jarras y ver pasar el tiempo. No le apetecía confraternizar con nadie, estaba molesta y ni siquiera quiso apostarse unos reales a las cartas. Era muy buena, especialmente haciendo trampas, pero estaba totalmente desganada aquella tarde y sólo deseaba ahogar sus penas en alcohol como una buena pirata.
La música era animada, hasta el punto de que su pie izquierdo se movía por cuenta propia, marcando un ritmo con la punta de la bota contra el suelo. Suave, pero continuado. Todo lobo de mar lleva la melodía en la sangre y siempre entonan salomas para alegrar sus viajes. Era imposible no dejarse llevar, aún y cuando su ceño estaba fruncido y su mandíbula prieta.
Hizo caso omiso del borracho acróbata, porque tontos como él los había a patadas. Siguió bebiendo de espaldas a la gente, con la mirada fija en las botellas que reposaban vacías tras la barra, junto a los barriles de madera y los odres de agua que colgaban de las vigas. Ella estaba tan tranquila, “disfrutando” forzosamente de su cerveza, cuando, de pronto, se le acercó la mesera y le pidió el pago por la ronda a la que el beodo había invitado. Alabaste dio un toque al frontal de su sombrero y éste dio un pequeño salto, despejando su campo de visión. La azul y gélida mirada de la pirata se clavó en la mujer pechugona.
–¿Por qué debo pagar algo que yo no he pedido, tetona?
Exigió saber con tono cortante. La mujer se apresuró en explicar lo sucedido y, entonces, la pirata cambió de objetivo. Le dio el trago final a su jarra, apartó a la rolliza mujer con el brazo, pero sin ser brusca y se puso de pie, encaminando sus firmes pasos hacia el tipo que había montado todo aquel lío. Se le plantó delante, mientras él seguía sentado.
–¿Por qué mandas a la mesera a cobrarme tus deudas? ¿Quién es tu mujer?
Porque sí, la señora se lo había contado todo, hasta aquella mentira que el burlón hombre le había soltado. ¿Qué estúpida le habría creído? ¿No dijo que inicialmente la había confundido con un varón? Era todo demasiado ilógico, pero la mitad iban allí hasta las cejas de alcohol.
Alabaster- Humano Clase Baja
- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 24/05/2018
Re: ¡Otra ronda! (privado)
La chica que en inicio confundí con un pirata algo enclenque pues portaba el sombrero de capitán y todo pirata que se honrara de serlo sabía que las mujeres daban mala suerte a bordo, mas si ademas dirigían el timón, se plantó con esos azules frente a mi mesa.
Yo apuraba mi jarra elevando la mirada por encima del vidrio para encontrarme a la preciosa muchachita de largos cabellos pidiéndome explicaciones.
“Piensa rápido”
Me puse en pie con mi mejor sonrisa y tirandole por encima de los hombros el brazo la arrastré hacia mi cuerpo.
-¡Amor! -dije enredando las palabras casi contra sus labios mientras esta hacía una mueca de disgusto pro la intensidad de mi aliento.
Me relamí los labios enmarcando la sonrisa mas sincera que tenía, osea una falsa y torcida.
-Sígueme el rollo -susurré en voz baja en su oído captando toda su atención -hay infiltrados -dije como si estuviera contándole el mayor de los secretos contados mientras me la llevaba hacia la puerta disimulando -los policías ingleses quieren acabar con la piratería y están aquí -susurré haciendo eco en una perfecta interpretación teatral para dar miedo.
La chica me miraba de soslayo, creo que no acaba de tragarse nada de lo que le estaba contando, pero envuelta en mis palabras llegamos a la puerta y ante los ojos de la rolliza posadera eramos una pareja de enamorados.
-¡corre! -rugí saliendo por patas corriendo mientras me reía como un loco al percatarme que tras nosotros salían los seguratas de la posadera, esos que se encargaban de que todos pagaran su cuenta.
La morena resopló pero sabia que le iba a resultar difícil explicar a esos porque iba conmigo y al final iba a tocarle pagar, así que...salió por patas detrás de mi maldiciéndome.
Yo apuraba mi jarra elevando la mirada por encima del vidrio para encontrarme a la preciosa muchachita de largos cabellos pidiéndome explicaciones.
“Piensa rápido”
Me puse en pie con mi mejor sonrisa y tirandole por encima de los hombros el brazo la arrastré hacia mi cuerpo.
-¡Amor! -dije enredando las palabras casi contra sus labios mientras esta hacía una mueca de disgusto pro la intensidad de mi aliento.
Me relamí los labios enmarcando la sonrisa mas sincera que tenía, osea una falsa y torcida.
-Sígueme el rollo -susurré en voz baja en su oído captando toda su atención -hay infiltrados -dije como si estuviera contándole el mayor de los secretos contados mientras me la llevaba hacia la puerta disimulando -los policías ingleses quieren acabar con la piratería y están aquí -susurré haciendo eco en una perfecta interpretación teatral para dar miedo.
La chica me miraba de soslayo, creo que no acaba de tragarse nada de lo que le estaba contando, pero envuelta en mis palabras llegamos a la puerta y ante los ojos de la rolliza posadera eramos una pareja de enamorados.
-¡corre! -rugí saliendo por patas corriendo mientras me reía como un loco al percatarme que tras nosotros salían los seguratas de la posadera, esos que se encargaban de que todos pagaran su cuenta.
La morena resopló pero sabia que le iba a resultar difícil explicar a esos porque iba conmigo y al final iba a tocarle pagar, así que...salió por patas detrás de mi maldiciéndome.
J. Hook- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 40
Fecha de inscripción : 19/12/2017
Re: ¡Otra ronda! (privado)
Alabaster estaba más que acostumbrada a los beodos, a los descarados y a los estúpidos, así eran la mayoría de piratas. Ella a veces se pasaba también de la raya con el alcohol y se ponía un tanto gilipollas. Aunque solía controlar bastante, pero cuando había que celebrar… Celebraba como cualquiera, con salomas y jarras danzando de una mano a la otra, vaciándolas de largos tragos subidas a la barra de la una taberna maloliente y caldeada. Aún así, los hombres del Madrigal sabían que a ella el contacto físico no le gustaba y por ello evitaban abrazarla o colgarse de ella cuando iban más ciegos que nada. Sin embargo, aquel tipejo no la conocía de nada y no le bastó con intentar endiñarle el pago de a saber cuántas copas, sino que la llamó amor y le pasó el brazo por encima hasta que su aliento bañado en alcohol le humedeció la cara. De no haber llevado el sombrero seguro que hasta la habría peinado.
–¿Pero qué...?
Fue lo único que alcanzó a preguntar, antes de que el greñudo le sellara los labios con un dedo y acercara su boca al oído de la morena para susurrarle sandeces sobre unos espías y un intento de acabar con la piratería. El ceño de la pirata se frunció, obviamente no se tragaba ni una de aquellas palabras, pero sin darse cuenta sus pies se habían ido moviendo a la vez que ese desconocido caminaba. Para cuando se dio cuenta se encontraban bajo el umbral de la puerta, lo que la hizo dar un paso hacia atrás, intentando retroceder.
–Serás capullo.
Espetó, casi escupiéndole las palabras. Giró la cabeza con toda la intención de delatarle, mas ya había dos tiarrones enormes intentando darles alcance porque parecían querer escaparse sin pagar. Escuchó al liante gritarle que corriera al tiempo en que él ya lo hacía y Alabaster no tuvo más remedio que hacer lo mismo.
–¡Esta me la vas a pagar, desgraciado!
Gritó, acelerando el paso todo lo que le permitían sus piernas. Por suerte, así como los que les perseguían eran muy fuertes, también lo eran pesados y pronto les dejaron atrás, resollando como un molino en mal estado.
Vio al que la había metido en aquel embrollo girar hacia la derecha y ella hizo lo mismo, ya no preocupada porque les dieran alcance, sino por pillarle a él y darle su merecido. Una sonrisa se dibujó de inmediato en el rostro de la pirata que aminoró la marcha entre jadeos. Se detuvo, poniendo los brazos en jarra y miró al bulto que yacía en el suelo muerto de la risa, braceando como una cucaracha.
–Te tengo.
–¿Pero qué...?
Fue lo único que alcanzó a preguntar, antes de que el greñudo le sellara los labios con un dedo y acercara su boca al oído de la morena para susurrarle sandeces sobre unos espías y un intento de acabar con la piratería. El ceño de la pirata se frunció, obviamente no se tragaba ni una de aquellas palabras, pero sin darse cuenta sus pies se habían ido moviendo a la vez que ese desconocido caminaba. Para cuando se dio cuenta se encontraban bajo el umbral de la puerta, lo que la hizo dar un paso hacia atrás, intentando retroceder.
–Serás capullo.
Espetó, casi escupiéndole las palabras. Giró la cabeza con toda la intención de delatarle, mas ya había dos tiarrones enormes intentando darles alcance porque parecían querer escaparse sin pagar. Escuchó al liante gritarle que corriera al tiempo en que él ya lo hacía y Alabaster no tuvo más remedio que hacer lo mismo.
–¡Esta me la vas a pagar, desgraciado!
Gritó, acelerando el paso todo lo que le permitían sus piernas. Por suerte, así como los que les perseguían eran muy fuertes, también lo eran pesados y pronto les dejaron atrás, resollando como un molino en mal estado.
Vio al que la había metido en aquel embrollo girar hacia la derecha y ella hizo lo mismo, ya no preocupada porque les dieran alcance, sino por pillarle a él y darle su merecido. Una sonrisa se dibujó de inmediato en el rostro de la pirata que aminoró la marcha entre jadeos. Se detuvo, poniendo los brazos en jarra y miró al bulto que yacía en el suelo muerto de la risa, braceando como una cucaracha.
–Te tengo.
Alabaster- Humano Clase Baja
- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 24/05/2018
Re: ¡Otra ronda! (privado)
Por suerte nosotros eramos rápidos como caballos desbocados y los otros dos gordinflones como barriles de ron pronto quedaron rezagados.
Me iba descojonando, admito que eso me hizo perder fuelle, mas al saber que mi preciosa mujer corría tras de mi decidí esperarla no fuera que llegara cansada.
Me colé en un callejón y allí ya me dejé caer al suelo doblado por la mitad, balanceándome en el suelo con lagrimas en los ojos, mira que me estaba divirtiendo, ella me hablaba con los brazos en jarra y ese ceño fruncido ¿que no veía lo gracioso que estaba siendo todo esto?
Cuando me calmé me puse en pie y me acerqué a la pirata con esa sonrisa ladeada que me caracterizaba.
-Te pillé -dije tirando de su cintura atrayendola contra mi mientras mi espalda chocaba contra la pared rugosa del callejón recostándose allí -esposa mía, hoy estas mas guapa que nunca -dije mirándola de arriba a bajo -te recordaba mas gorda ¿no? Espera...si no estoy casado -puse cara de que algo no me cuadraba -pero bueno, podemos fingir que lo estoy si eso te pone -aseguré bajando mi diestra por sus nalgas para apretárselas -oh, si, veo que tienes un gran culo.
La pirata me miraba con cara de estar viviendo una situación surrealista.
-Lo se, lo se, es el efecto que causo en las féminas, soy guapo, atractivo, con ese deje encantador que me caracteriza, pero aguanta mujer que ahora te daré lo tuyo.
Tomé su diestra llevándola a mi abultada hombría.
-Así, tocala despacio.
La pirata al parecer tuvo algún tipo de ataque, a veces las mujeres eran impredecibles y trató de darme un golpe, pero yo era un licano y la esquivé con mucha facilidad.
-¿y ahora que mosca te ha picado mujer? Si te he invitado a una ronda y te he traído a nuestro callejón favorito, no me seas estrecha ahora.
Me iba descojonando, admito que eso me hizo perder fuelle, mas al saber que mi preciosa mujer corría tras de mi decidí esperarla no fuera que llegara cansada.
Me colé en un callejón y allí ya me dejé caer al suelo doblado por la mitad, balanceándome en el suelo con lagrimas en los ojos, mira que me estaba divirtiendo, ella me hablaba con los brazos en jarra y ese ceño fruncido ¿que no veía lo gracioso que estaba siendo todo esto?
Cuando me calmé me puse en pie y me acerqué a la pirata con esa sonrisa ladeada que me caracterizaba.
-Te pillé -dije tirando de su cintura atrayendola contra mi mientras mi espalda chocaba contra la pared rugosa del callejón recostándose allí -esposa mía, hoy estas mas guapa que nunca -dije mirándola de arriba a bajo -te recordaba mas gorda ¿no? Espera...si no estoy casado -puse cara de que algo no me cuadraba -pero bueno, podemos fingir que lo estoy si eso te pone -aseguré bajando mi diestra por sus nalgas para apretárselas -oh, si, veo que tienes un gran culo.
La pirata me miraba con cara de estar viviendo una situación surrealista.
-Lo se, lo se, es el efecto que causo en las féminas, soy guapo, atractivo, con ese deje encantador que me caracteriza, pero aguanta mujer que ahora te daré lo tuyo.
Tomé su diestra llevándola a mi abultada hombría.
-Así, tocala despacio.
La pirata al parecer tuvo algún tipo de ataque, a veces las mujeres eran impredecibles y trató de darme un golpe, pero yo era un licano y la esquivé con mucha facilidad.
-¿y ahora que mosca te ha picado mujer? Si te he invitado a una ronda y te he traído a nuestro callejón favorito, no me seas estrecha ahora.
J. Hook- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 40
Fecha de inscripción : 19/12/2017
Re: ¡Otra ronda! (privado)
Estaba más que acostumbrada a tratar con zafios piratas y borrachos, por eso era la teniente Madrigal, por la mano que se gastaba a la hora de poner en su sitio a la tripulación. El capitán era demasiado permisivo, por no hablar de sus malos hábitos con el opio, y era ella la que debía encargarse de que todo estuviera listo antes de partir o capaces se quedaban sin víveres a las dos semanas de haberse hecho a la mar. Alabaster no se fiaba de nadie, ni siquiera de su propia sombra.
Así que cuando aquel tipo se levantó con su aliento apestando a alcohol y aquella estúpida sonrisa dibujada en los labios, supo que él debía imaginarse como el mejor de los seductores. Beber tenía consecuencias como aquella, falta total de coordinación y aún menos pudor del que normalmente tenían los de su calaña.
–Si fuera tu esposa ya te habría echado a patadas de casa.
Aseguró ella, clavando sus orbes azules en los pardos de él que seguía riéndose y soltando tonterías por la boca. La pirata rodó los ojos al tiempo en que resoplaba. Pero entonces el hijo de puta descarado posó ambas manos en su culo y ella le pellizcó los dorsos con fuerza apartándole las zarpas.
Su primera intención fue golpearle pero el cabrón logró esquivarla a pesar del estado de embriaguez en el que se encontraba. En otro momento le hubiese reconocido cierto mérito, pero no ahora. Así que pasó al plan B y agarró la pistola que enfocó hacia arriba, presionando con su cañón las pelotas ajenas.
–No soy una fulana de esas que debes llevarte a la cama. Yo soy pirata como tú y a mí nadie me toca si yo no quiero, ¿estamos?
Alabaster se había puesto de puntillas para verse más alta. Era casi de la misma estatura que ese hombre, pero necesitaba verle “desde arriba” para causar mayor impresión y amedrentarle un poco, o al menos intentarlo.
–Responde.
Le apremió, haciendo mayor hincapié al empujar la boca del cañón contra la entrepierna ajena. Quería que tuviera bien claro que por muy rápido que fuera, si ella movía el dedo y tiraba del gatillo, si no le reventaba los cojones le atravesaría el muslo y, tal vez, acertara en la femoral y el desgraciado se desangrara. Aunque dudaba que tuviera la menor idea de anatomía o medicina como para llegar a deducir la última de las posibilidades que se le ofrecían.
Así que cuando aquel tipo se levantó con su aliento apestando a alcohol y aquella estúpida sonrisa dibujada en los labios, supo que él debía imaginarse como el mejor de los seductores. Beber tenía consecuencias como aquella, falta total de coordinación y aún menos pudor del que normalmente tenían los de su calaña.
–Si fuera tu esposa ya te habría echado a patadas de casa.
Aseguró ella, clavando sus orbes azules en los pardos de él que seguía riéndose y soltando tonterías por la boca. La pirata rodó los ojos al tiempo en que resoplaba. Pero entonces el hijo de puta descarado posó ambas manos en su culo y ella le pellizcó los dorsos con fuerza apartándole las zarpas.
Su primera intención fue golpearle pero el cabrón logró esquivarla a pesar del estado de embriaguez en el que se encontraba. En otro momento le hubiese reconocido cierto mérito, pero no ahora. Así que pasó al plan B y agarró la pistola que enfocó hacia arriba, presionando con su cañón las pelotas ajenas.
–No soy una fulana de esas que debes llevarte a la cama. Yo soy pirata como tú y a mí nadie me toca si yo no quiero, ¿estamos?
Alabaster se había puesto de puntillas para verse más alta. Era casi de la misma estatura que ese hombre, pero necesitaba verle “desde arriba” para causar mayor impresión y amedrentarle un poco, o al menos intentarlo.
–Responde.
Le apremió, haciendo mayor hincapié al empujar la boca del cañón contra la entrepierna ajena. Quería que tuviera bien claro que por muy rápido que fuera, si ella movía el dedo y tiraba del gatillo, si no le reventaba los cojones le atravesaría el muslo y, tal vez, acertara en la femoral y el desgraciado se desangrara. Aunque dudaba que tuviera la menor idea de anatomía o medicina como para llegar a deducir la última de las posibilidades que se le ofrecían.
Alabaster- Humano Clase Baja
- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 24/05/2018
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