AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
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Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
Recuerdo del primer mensaje :
Decir que su dinámica cambió desde el momento en que Ezequiel O'Claude apareció en su vida, es poco comparado al terremoto que cimbró la casa cuando se sintió bien de la pierna y pudo caminar a la perfección. Tres días después de su "compromiso", Dáire está enfurruñada porque no cesa en preguntar qué más tiene que hacer, qué más hay por reparar, que si la ayuda, que si va, que si viene y un sinfín de cuestiones le persiguen con ello: ¿Y si arreglamos ésto? ¿Y si pintamos lo otro? ¿Y si mejor cambiamos la madera de las escaleras porque si el tercer escalón se rompió y se repara no significa que los otros estén bien? Justo está escuchando el último "Y si" de la tarde, cuando alza la mirada con un brillo asesino en sus orbes azules - ¿Y si te callas, te sientas y te pones a dibujar dejando que pueda estar tranquila mientras reviso mis provisiones médicas para que no pierda la cuenta? Digo, porque ya me tienes cansada con tus "y si" - resopla con ímpetu antes de mirar de nuevo el inventario de medicamentos que tiene sobre la mesa. A veces piensa que lo hace a propósito sólo para sacarla de sus casillas.
Parpadea como si algo le faltara y es cuando se fija de que justo, ¡Perdió la cuenta! - ¡Por dios, Ezequiel! Es la tercera vez que tengo que reiniciar la revisión de lo que tengo porque estás que no te aguantas sin hacer algo. Ya me demostraste que eres un hombre trabajador, comedido, atento y bastante impertinente porque no sabes dónde más meter mano. Ve a meter la mano dentro de tus pantalo... - está señalando justo su entrepierna cuando escucha una voz que la hace respingar - ¡Dáire Isobel MacKay! ¿No le estarás otra vez gritoneando a Ezequiel, verdad? - aprieta los labios mirando atrás de ella hacia donde su nana tiene las manos en jarras esperando una respuesta, con esa pose tan típica de "vamos a reprender a Dáire" que ya es costumbre en esa casa. La doctora cierra los ojos y va con la boca contando del uno al diez sin que se oiga sonido alguno. - Nana ¿Te has olvidado que soy yo a quien hay que cuidar y no a este hombre? - reniega porque el compañerismo entre las mujeres a veces es interrumpido y traicionado cuando la vieja le da su apoyo al otro.
La nana se sonríe de lado - vamos, Dáire, el hombre sólo quiere ayudar haciendo todo lo que dijiste que mandarías a reparar y llevamos casi un año sin que lo hagas, querida. Como veo que estás tan susceptible, me lo llevo. Venga, Ezequiel, le daré algo qué hacer - le llama con ella para llevarlo a la habitación de Dáire y que le ayude a reparar algunos de los cajones y de las puertas que con el uso empiezan a deteriorarse. Ésto se está haciendo costumbre: una unión entre vieja y hombre que deja a la cambiante con ganas de irse de ahí por un rato, cambiar a su forma perruna y estirar las patas en el bosque. Estando arriba, la nana no duda en advertir algo al hombre - Me pareció curioso que su salida a la propuesta de quedarse haya sido su compromiso con mi niña. Sólo le pido que cuando decida retirarse a dormir, intente que los lobos que están peleándose desde hace tres noches, no rechinen demasiado la cama porque no me dejan dormir y que apaguen sus gruñidos contra las almohadas. Ah y que se cuide bien en sus salidas nocturnas porque la última mordida que tiene, señor, es mucho más visible que las anteriores y ya empiezan los pacientes a chismosear. ¿No ha intentado con una mordaza? - dice muy ufana con una sonrisa de mal sana diversión al tiempo que va saliendo de la habitación - voy a hacer la cena, espero que esta vez sí pueda acudir - le restriega en la cara su ausencia la primera tarde que se quedó con Dáire.
Una Dáire que en silencio, sigue haciendo el recuento cuando la campana suena en el recibidor cortando la concentración. Blasfema echando atrás la cabeza. ¿Acaso no puede estar sola un minuto? Se dirige hacia la entrada con paso firme y rápido, abre la puerta para recibir a quien sea con una sonrisa -al menos- en la boca, cuando se le congela al ver quién es el que está en el umbral. Su gesto se torna adusto y serio - Jonathan, no te esperaba, no me avisaron que vendrías, creí que habíamos quedado que ya no nos ibamos a ver más - va preparando una buena respuesta para este hombre intentando por todos los medios no ceder al impulso de cerrar la puerta en sus narices. El primo en particular, recarga el hombro en el marco de la puerta admirando a la pequeña mujer a comparación de él. Es casi tan alto como Ezequiel, si no es que más. La cambiante no podría definirlo porque la sensación que le causa su pariente es equivalente al que le digan que la inyectarán.
- Dáire, estuve viniendo toda la semana pasada a diferente hora y Jacobina, tu nana me decía que no te encontrabas y que no sabía cuándo regresarías o a dónde habías ido. Vengo a que me perdones por lo abrupto de mis palabras la última vez, entenderás que la migraña pone irascibles a las personas y que sólo deseo tu bien, querida - le ofrece un bello ramo de rosas que seguro salió una fortuna. La doctora las mira así como a quien las entrega, como si le ofrecieran una caja de escorpiones. - No te preocupes, primo, entiendo que te hayas sentido mal y me alegra que estés mejor - por educación, toma el ramo sonriendo forzada - gracias, son muy bellas - le observa al rostro. Es atractivo, bastante. De no ser porque hay algo en él que le causa repelus. Los MacKenzie son familia por parte de su madre y de todos los primos a quien pudiera reencontrarse, que Jonathan la encontrara pudo haber sido su peor suerte.
Es terco, está empecinado en contraer nupcias con ella para que no esté sola porque eso es lo que demanda -según él-, la tradición familiar. - No tan bellas como tú, querida. ¿Me vas a invitar una taza de café o me tendrás en la puerta esperando? ¿Así se trata a las visitas? - la doctora querría mandarlo muy lejos con su educación hecha un rollito y bien metida en el culo. Sonríe forzada, justo cuando su Nana grita - DÁIRE, QUERIDA. ¿QUIÉN ES? - en tanto se oye con su fino oído cómo se queda al inicio de las escaleras. La mujer sonríe a Jonathan antes de voltear hacia atrás - ¡ES JONATHAN, NANA! - la anciana se queda sorprendida, voltea hacia la recámara de su muchacha para ir caminando sin mucho ruido - ¿LE DIJISTE QUE VAS DE SALIDA? - de inmediato se asoma a la puerta de la recámara donde está Ezequiel y bajito le dice - ese es el tipo que persigue a mi Dáire, corra, corra, finja que van a ir a conseguir más medicamento, ande - le palmea la espalda.
Dáire escucha la voz de su nana. - Ah, es cierto, tengo que ir a por un mandado que me solicitó mi nana -. si creyó convencerlo de que se fuera, se equivocó porque de inmediato sonríe - excelente, te acompaño. Así compro algo para mí. Ve a ponerte el abrigo y salimos juntos - ¡Pillada! Repasa los labios con su lengua nerviosa asintiendo - es que... no iba a ir sola - empieza a darle cerrones. - Dáire, iré contigo lo quieras o no. ¿Acaso estás intentando negarte a mi compañía? ¿Tan mal me he portado contigo que ya no quieres saber de mí? - esta vez va avanzando sin que la joven pueda evitar que su altura rebase la suya. Claro que es mucho más alto, con la musculatura tan desarrollada, propia de quien trabaja en el negocio del almacén, se nota que puede hacer que obedezca de una sola acción.
- Es que iba a ir con mi nana - se defiente como puede, dar un par de pasos atrás echando la cabeza atrás para tener fija su mirada - ¡Y yo te dije, Dáire, que iré contigo! ¡Deja a la vieja en la casa, ve a poner las rosas en la mesa, toma tu abrigo y vámonos! - Dáire respinga con molestia, los sonidos agudos la matan. - ¿Quién te crees para gritarme? - empieza a ponerse de pésimo humor. Es paciente, pero cuando la buscan, puede transformarse en una loba y atacar a mansalva. - ¡Soy tu prometido! ¡Te dije que te casarías conmigo! ¿Cuándo vas a entenderlo? - la doctora aprieta más los labios y niega con la cabeza - ¿No qué, Dáire, no qué? - exige con un tono más elevado y agresivo. - Tú no vas a ser mi prometido - suena terca y firme en sus convicciones.
No desea a alguien con quien tenga que temer a cada instante, si bien las disputas con Ezequiel son frecuentes, no pasa de un disgusto. Jamás con el cambiante sintió esta opresión en el pecho que le advierte del peligro. - Oh, Dáire, por favor. ¿Ya olvidaste a Brandon? ¿Tu ex prometido? ¿Que le dijiste quién eras y te traicionó? ¿Quién va a quererte como eres? ¿Quién va a aceptar una perra en su casa si no soy yo, Dáire? ¿Ah? ¡Dime, dime quién va a querer como esposa a una perra! - son sus gritos los que la descontrolan. Se lleva las manos a las orejas intentando contener los sonidos tan estridentes. Ésto es algo que Jonathan por supuesto, está aprovechando de su último encuentro en el burdel donde notó que si entonaba de cierta forma la voz, a ella le atudría. La tiene bien medida, vigilada y estudiada. Sabe de qué pie cojea. - ¡DIME DAIRE! ¿QUIÉN SI NO YO, VA A QUERER CASARSE CONTIGO? - esta vez le grita con ganas para que ella gima de dolor.
Le toma del brazo obligando a que deje descubierto el oído - ¿AH? ¿QUIÉN? ¿AH? DÉJATE DE TONTERÍAS Y ACEPTA MI PROPUESTA, ¡VAS A CASARTE CONMIGO LO QUIERAS O NO, PORQUE SI NO...! - la aprieta del brazo con fuerza en tanto la cambiante gime con los oídos sobresaturados. Odia los ruidos tan agudos y no los soporta muy cerca. Para su desgracia, la voz de Jonathan como la de su nana, están plagados de éstos.
Hope is the only thing stronger than fear.
Decir que su dinámica cambió desde el momento en que Ezequiel O'Claude apareció en su vida, es poco comparado al terremoto que cimbró la casa cuando se sintió bien de la pierna y pudo caminar a la perfección. Tres días después de su "compromiso", Dáire está enfurruñada porque no cesa en preguntar qué más tiene que hacer, qué más hay por reparar, que si la ayuda, que si va, que si viene y un sinfín de cuestiones le persiguen con ello: ¿Y si arreglamos ésto? ¿Y si pintamos lo otro? ¿Y si mejor cambiamos la madera de las escaleras porque si el tercer escalón se rompió y se repara no significa que los otros estén bien? Justo está escuchando el último "Y si" de la tarde, cuando alza la mirada con un brillo asesino en sus orbes azules - ¿Y si te callas, te sientas y te pones a dibujar dejando que pueda estar tranquila mientras reviso mis provisiones médicas para que no pierda la cuenta? Digo, porque ya me tienes cansada con tus "y si" - resopla con ímpetu antes de mirar de nuevo el inventario de medicamentos que tiene sobre la mesa. A veces piensa que lo hace a propósito sólo para sacarla de sus casillas.
Parpadea como si algo le faltara y es cuando se fija de que justo, ¡Perdió la cuenta! - ¡Por dios, Ezequiel! Es la tercera vez que tengo que reiniciar la revisión de lo que tengo porque estás que no te aguantas sin hacer algo. Ya me demostraste que eres un hombre trabajador, comedido, atento y bastante impertinente porque no sabes dónde más meter mano. Ve a meter la mano dentro de tus pantalo... - está señalando justo su entrepierna cuando escucha una voz que la hace respingar - ¡Dáire Isobel MacKay! ¿No le estarás otra vez gritoneando a Ezequiel, verdad? - aprieta los labios mirando atrás de ella hacia donde su nana tiene las manos en jarras esperando una respuesta, con esa pose tan típica de "vamos a reprender a Dáire" que ya es costumbre en esa casa. La doctora cierra los ojos y va con la boca contando del uno al diez sin que se oiga sonido alguno. - Nana ¿Te has olvidado que soy yo a quien hay que cuidar y no a este hombre? - reniega porque el compañerismo entre las mujeres a veces es interrumpido y traicionado cuando la vieja le da su apoyo al otro.
La nana se sonríe de lado - vamos, Dáire, el hombre sólo quiere ayudar haciendo todo lo que dijiste que mandarías a reparar y llevamos casi un año sin que lo hagas, querida. Como veo que estás tan susceptible, me lo llevo. Venga, Ezequiel, le daré algo qué hacer - le llama con ella para llevarlo a la habitación de Dáire y que le ayude a reparar algunos de los cajones y de las puertas que con el uso empiezan a deteriorarse. Ésto se está haciendo costumbre: una unión entre vieja y hombre que deja a la cambiante con ganas de irse de ahí por un rato, cambiar a su forma perruna y estirar las patas en el bosque. Estando arriba, la nana no duda en advertir algo al hombre - Me pareció curioso que su salida a la propuesta de quedarse haya sido su compromiso con mi niña. Sólo le pido que cuando decida retirarse a dormir, intente que los lobos que están peleándose desde hace tres noches, no rechinen demasiado la cama porque no me dejan dormir y que apaguen sus gruñidos contra las almohadas. Ah y que se cuide bien en sus salidas nocturnas porque la última mordida que tiene, señor, es mucho más visible que las anteriores y ya empiezan los pacientes a chismosear. ¿No ha intentado con una mordaza? - dice muy ufana con una sonrisa de mal sana diversión al tiempo que va saliendo de la habitación - voy a hacer la cena, espero que esta vez sí pueda acudir - le restriega en la cara su ausencia la primera tarde que se quedó con Dáire.
Una Dáire que en silencio, sigue haciendo el recuento cuando la campana suena en el recibidor cortando la concentración. Blasfema echando atrás la cabeza. ¿Acaso no puede estar sola un minuto? Se dirige hacia la entrada con paso firme y rápido, abre la puerta para recibir a quien sea con una sonrisa -al menos- en la boca, cuando se le congela al ver quién es el que está en el umbral. Su gesto se torna adusto y serio - Jonathan, no te esperaba, no me avisaron que vendrías, creí que habíamos quedado que ya no nos ibamos a ver más - va preparando una buena respuesta para este hombre intentando por todos los medios no ceder al impulso de cerrar la puerta en sus narices. El primo en particular, recarga el hombro en el marco de la puerta admirando a la pequeña mujer a comparación de él. Es casi tan alto como Ezequiel, si no es que más. La cambiante no podría definirlo porque la sensación que le causa su pariente es equivalente al que le digan que la inyectarán.
- Dáire, estuve viniendo toda la semana pasada a diferente hora y Jacobina, tu nana me decía que no te encontrabas y que no sabía cuándo regresarías o a dónde habías ido. Vengo a que me perdones por lo abrupto de mis palabras la última vez, entenderás que la migraña pone irascibles a las personas y que sólo deseo tu bien, querida - le ofrece un bello ramo de rosas que seguro salió una fortuna. La doctora las mira así como a quien las entrega, como si le ofrecieran una caja de escorpiones. - No te preocupes, primo, entiendo que te hayas sentido mal y me alegra que estés mejor - por educación, toma el ramo sonriendo forzada - gracias, son muy bellas - le observa al rostro. Es atractivo, bastante. De no ser porque hay algo en él que le causa repelus. Los MacKenzie son familia por parte de su madre y de todos los primos a quien pudiera reencontrarse, que Jonathan la encontrara pudo haber sido su peor suerte.
Es terco, está empecinado en contraer nupcias con ella para que no esté sola porque eso es lo que demanda -según él-, la tradición familiar. - No tan bellas como tú, querida. ¿Me vas a invitar una taza de café o me tendrás en la puerta esperando? ¿Así se trata a las visitas? - la doctora querría mandarlo muy lejos con su educación hecha un rollito y bien metida en el culo. Sonríe forzada, justo cuando su Nana grita - DÁIRE, QUERIDA. ¿QUIÉN ES? - en tanto se oye con su fino oído cómo se queda al inicio de las escaleras. La mujer sonríe a Jonathan antes de voltear hacia atrás - ¡ES JONATHAN, NANA! - la anciana se queda sorprendida, voltea hacia la recámara de su muchacha para ir caminando sin mucho ruido - ¿LE DIJISTE QUE VAS DE SALIDA? - de inmediato se asoma a la puerta de la recámara donde está Ezequiel y bajito le dice - ese es el tipo que persigue a mi Dáire, corra, corra, finja que van a ir a conseguir más medicamento, ande - le palmea la espalda.
Dáire escucha la voz de su nana. - Ah, es cierto, tengo que ir a por un mandado que me solicitó mi nana -. si creyó convencerlo de que se fuera, se equivocó porque de inmediato sonríe - excelente, te acompaño. Así compro algo para mí. Ve a ponerte el abrigo y salimos juntos - ¡Pillada! Repasa los labios con su lengua nerviosa asintiendo - es que... no iba a ir sola - empieza a darle cerrones. - Dáire, iré contigo lo quieras o no. ¿Acaso estás intentando negarte a mi compañía? ¿Tan mal me he portado contigo que ya no quieres saber de mí? - esta vez va avanzando sin que la joven pueda evitar que su altura rebase la suya. Claro que es mucho más alto, con la musculatura tan desarrollada, propia de quien trabaja en el negocio del almacén, se nota que puede hacer que obedezca de una sola acción.
- Es que iba a ir con mi nana - se defiente como puede, dar un par de pasos atrás echando la cabeza atrás para tener fija su mirada - ¡Y yo te dije, Dáire, que iré contigo! ¡Deja a la vieja en la casa, ve a poner las rosas en la mesa, toma tu abrigo y vámonos! - Dáire respinga con molestia, los sonidos agudos la matan. - ¿Quién te crees para gritarme? - empieza a ponerse de pésimo humor. Es paciente, pero cuando la buscan, puede transformarse en una loba y atacar a mansalva. - ¡Soy tu prometido! ¡Te dije que te casarías conmigo! ¿Cuándo vas a entenderlo? - la doctora aprieta más los labios y niega con la cabeza - ¿No qué, Dáire, no qué? - exige con un tono más elevado y agresivo. - Tú no vas a ser mi prometido - suena terca y firme en sus convicciones.
No desea a alguien con quien tenga que temer a cada instante, si bien las disputas con Ezequiel son frecuentes, no pasa de un disgusto. Jamás con el cambiante sintió esta opresión en el pecho que le advierte del peligro. - Oh, Dáire, por favor. ¿Ya olvidaste a Brandon? ¿Tu ex prometido? ¿Que le dijiste quién eras y te traicionó? ¿Quién va a quererte como eres? ¿Quién va a aceptar una perra en su casa si no soy yo, Dáire? ¿Ah? ¡Dime, dime quién va a querer como esposa a una perra! - son sus gritos los que la descontrolan. Se lleva las manos a las orejas intentando contener los sonidos tan estridentes. Ésto es algo que Jonathan por supuesto, está aprovechando de su último encuentro en el burdel donde notó que si entonaba de cierta forma la voz, a ella le atudría. La tiene bien medida, vigilada y estudiada. Sabe de qué pie cojea. - ¡DIME DAIRE! ¿QUIÉN SI NO YO, VA A QUERER CASARSE CONTIGO? - esta vez le grita con ganas para que ella gima de dolor.
Le toma del brazo obligando a que deje descubierto el oído - ¿AH? ¿QUIÉN? ¿AH? DÉJATE DE TONTERÍAS Y ACEPTA MI PROPUESTA, ¡VAS A CASARTE CONMIGO LO QUIERAS O NO, PORQUE SI NO...! - la aprieta del brazo con fuerza en tanto la cambiante gime con los oídos sobresaturados. Odia los ruidos tan agudos y no los soporta muy cerca. Para su desgracia, la voz de Jonathan como la de su nana, están plagados de éstos.
Última edición por Dáire MacKay el Sáb Dic 29, 2018 3:51 pm, editado 1 vez
Dáire MacKay- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 63
Fecha de inscripción : 20/09/2018
Localización : Donde sea que pueda extrañar a Ezequiel
Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
”Through the dark, through the door...
Through where no one's been before”
Through where no one's been before”
Sostuvo su taza con firmeza, tal como si fuera una soga que le mantuviera a salvo frente a la fémina. Sus orbes estuvieron fijos y calmados, suspendidos en los ajenos mientras ella se dedicaba a dar los primeros tragos a su café y acomodarse para lanzar las primeras interrogantes que darían inicio a una posible noche de mutuo conocimiento.
Por su parte no movió un músculo y aguardó hasta que la voz femenina se alzó para contradecir sus propias palabras, algo a lo que, sin duda estaba acostumbrado.
— Espero que sigas pensando así luego de saber que no soy muy bueno escondiendo secretos. Claro, solo aquellos que no me pongan en riesgo. — argumentó, relajando su musculatura que sin darse cuenta había tenido contraída desde que llegó.
Estiró sus piernas y recibió con más tranquilidad una pregunta que fácilmente lo habría destrozado meses antes. No tenía mucho que ocultar con respecto a su familia, después de todo ella estaba casi tan sola como el cambiante.
Estuvo a punto de comenzar a responder, en cuanto la mujer se levantó de su lugar y todo el aire que había tomado para comenzar a hablar, salió exhalado por su boca en medio de una sonrisa, y ladeando la cabeza le siguió con la mirada hasta que se perdió por la puerta de la habitación. El varón se quedó solo con sus recuerdos por un par de minutos que sintió extremadamente largos, hasta que la castaña regresó con una sonrisa que logró contagiarlo.
— ¿Qué tienes ahí? — preguntó con curiosidad, observando atento las barras que no tardaron en expulsar su delicioso aroma. La historia de como las recibió es bastante vaga, pero careció de sentido en cuanto con algo de desconfianza tomó una de las mismas y le dio el primer mordisco. Tenía razón, su sabor no se asemejaba a nada que hubiera probado antes y fue una delicia hasta el último bocado.
— Exquisitas, creo que es lo mejor que he comido en años, sin ofender a tu Nana, por supuesto. — recalcó animado, saboreándose para volver a concentrar su atención.
Respiró hondo y golpeteando sus dedos contra el muslo hizo un recuento mental de las preguntas, solo para contestar lo justo y necesario, en el orden correcto.
— Bien, empecemos de una vez. Mi madre se llamaba Ileana y mi padre Bogdan. — el nombrarlos le produjo un estremecimiento que recorrió su columna hasta la cervical, años habían pasado desde la última vez que los mencionó en voz alta.
— Mi hermana se llama Aniëtt. — finalizó la primera, limitándose a responder solo aquello que la contraria solicitó, no más ni menos.
Dio un nuevo trago a su té, mezclando el sabor de las barras dulces que antes había degustado y suspiró, la combinación no era nada mala.
— Nací el dieciocho de mayo de mil setecientos cuarenta y cuatro. — terminó la que sería la última pregunta más trivial, y exhaló, bordeando su taza con el índice.
Buscaba que su próxima respuesta fuera lo más resumida posible, considerando lo que actualmente conocía de su hermana, y de paso recordando los enormes errores que había cometido con ella, unos que finalmente se convirtieron en efímeros recuerdos que el tiempo desvanecería.
— En estos momentos, no lo sé, dejé de seguir su rastro hace un par de meses, luego de una conversación que tuvimos y eso fue todo, desde ese día no sé si aún sigue en París, aunque lo más seguro es que esté de vuelta en Rumanía. — o al menos él esperaba que así fuera, de vuelta sana y salva en su mansión.
Dejó su taza en el suelo a un costado de su lugar, para estirar brazos y piernas, y solo por buscar el tacto femenino, se acomodó de espaldas en el sillón, acomodando la cabeza sobre los muslos de la cambiante para observarle desde abajo.
— Es mi turno y no creo que comience tan sutil como tú, o al menos no con todas mis dudas. — advirtió, y se llevó la mano al mentón pensando, aunque las interrogantes no tardaron en llegar.
— Bien, Uno; ¿Cuál es tu comida favorita?, dos; ¿Por qué solo tú y tu padre vinieron a París?.. Y por último, y para que no creas que me olvidé de preguntarte antes, ¿Por qué escogiste ser doctora? — las preguntas del varón fueron una mezcla de emociones que esperaba no le perturbaran a la hora de responder, ya que realmente estaba interesado en saberlo.
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 138
Fecha de inscripción : 18/05/2014
Localización : Entre los brazos de una cambiante ~
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Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
Aunque no sé quién es, lo deben saber mis pies.
Lo siguen como a la flauta de Hammelin para no perderlo después.
Lo siguen como a la flauta de Hammelin para no perderlo después.
Ya tiene la primer respuesta que le interesa. Es pésimo guardando secretos. Interesante, eso significa que sólo necesita poner presión para que se le vaya la lengua y confiese hasta de qué color eligió la ropa interior ese día. Bueno, este día no, porque si recuerda bien, bajo esos pantalones está desnudo. Tal cual Dios lo trajo al mundo, planea dejarlo. Le pone difícil todo porque si va a estar hablando, ya se ve la díscola Dáire quitándose su propia ropa, porque hay algunas cosas que le gustaría guardarse para sí. Frunce el entrecejo tomando la barra de chocolate para darle una mordida saboreando y disfrutando de cada pedazo que se le derrite dentro de la boca. - No importa si ofendes a mi nana. Tengo que ocultarle las tabletas porque cuando llegué con ellas, eran diez. ¡Diez, Ezequiel! Y mira, me quedan tres - espera encontrarse pronto con el suizo porque de lo contrario, su nana reclamará en navidad. Cierto, se acercan las fechas de celebración. Será raro porque su padre no estará presente. Es la segunda navidad sin él.
Aleja los pensamientos cuando Ezequiel empieza a contestar. La cambiante frunce los labios, los aprieta para no decirle lo que piensa porque está notando que es muy categórico y tajante con las respuestas. Parece que este tema sobre su familia, para él, es escabroso. Eso podría ser o más bien, le afecta demasiado si presta atención a la forma en que los músculos se le tensan. La primera pregunta es respondida muy lineal. La segunda tenía sus datos. Dáire intenta memorizar su fecha de nacimiento porque ello significará su cumpleaños y de paso, su edad real, la aparente para responder cuando le pregunten y demás aspectos que para cualquier otro serían banales y para ellos, tendientes a ocultar su aspecto sobrenatural, son primordiales. - 1744, tienes entonces cincuenta y seis años. ¡Oh, por dios, eres un anciano! - resopla entornando los años - veintiocho años. ¿Es lo que dices, que tienes veintiocho o treinta? Yo digo que tengo veintiséis aquí en París, pero en otro lugar dije que tenía veintiuno - se encoge de hombros.
Y lo de Aniëtt suena a pisar terreno fanganoso. Demasiado porque se nota cómo los ojos se le apagan. Si después de su "plática" no sabe dónde está, es que discutieron y se separaron en malos términos. Eso para ella, es espantoso porque no podría seguir viviendo con la idea de que no volverá a ver a su hermana. Puede estar lejos de ella, pero que se peleén sin saber cuándo de nuevo estarán juntas, la mortifica demasiado. Estira las piernas para que él se acomode bien sobre sus muslos, llevando una mano de forma inconsciente a sus rizos, acariciándolos con suavidad. La otra mano mantiene la taza con el café caliente. Se concentra en alzar una ceja esperando sus preguntas, sobre todo cuando le amenaza de que no serán tan lineales como las suyas. Se preocupa cuando le pregunta por su comida favorita. Mira a su diestra, a su siniestra, antes de reír a carcajadas. - ¡Diablos! A ver, me gustan muchas cosas como para decidirme por una. Lo pondremos así. En las mañanas, puedo aceptar todo, menos que me dejes sin mi café y mis tostadas. No y no. Mis tostadas no se van, no se cambian por un pedazo de tarta o de cualquier cosa que se te ocurra porque no. Para almorzar, quizá el caldo de pescado que hacía mi madre se lleve las palmas. O el pescado al horno que hace nana. Sí, prefiero los productos del mar a la carne. Y en la noche, no perdono el postre. Si me das la carne de Nana, perfecto, pero me quitas mi postre y me enojo. Me pongo muy de malas, Ezequiel. Y como Nana haga esa tarta de grosellas negras y trocitos de nuez, me enojaré como se te ocurra atreverte a quitarme un pedazo. Esa me la como muy lento, casi que papá desesperaba, pero así me acostumbré a ingerirla. Despacito porque así me dura más el sabor. Una vez mi hermana metió mano en mi plato aprovechando que fui a llenar mi taza de café y me peleé con ella. Dejamos de hablarnos por dos días - da otro trago al caliente líquido. - Por supuesto, café por sobre todas las cosas. Y de fruta, amo y adoro e idolatro las grosellas negras. Soy muy tonta, me gustan las manzanas y todos me dan manzanas porque piensan que son mis favoritas, pero me pones un canasto de bayas negras y moriré. Incluso, hay un sitio en la costa de Escocia a donde mi hermana y yo corríamos a todo lo que las patas nos permitían. Nos hacíamos dos horas de ida y dos de venida, pero tienen sembradíos de todo tipo de baya. Nos poníamos a trabajar para que nos dieran de comer y de verdad, regresábamos gordas - se ríe recordando esos momentos.
Se queda en silencio recordando las razones del por qué llegaron a París. - Cuando mamá murió, papá empezó a ver nuestro hogar de forma aprensiva. Sentía que cada sitio le recordaba a mi madre y decidió cambiar de aires. Él siempre quiso ir a España. Era su sueño, algo que compartía con mamá y nunca lo lograron. Cuando dijo que se iba, hablé con mi hermana y decidimos que le acompañaría. Cassey, bueno, ella ya está casada. En esos momentos estaba con mi cuñado de noviazgo y estaba segura de que era el amor de su vida. Tomamos las maletas papá y yo y nos largamos a Granada, España. Al año de estar allá, surgió un problema y decidimos partir a un lugar menos agresivo y caímos acá. Mi hermana tiene un año de casada - se ríe divertida - y está empeñada a tener un hijo pronto. Esperemos que salga en carácter a su marido porque si sale a ella, seguro que lo ahorca como haga cualquiera de las travesuras que nosotras hacíamos - mira al frente mordiéndose el labio inferior con los dientes superiores. De sólo pensar en las travesuras que protagonizaron, la sonrisa se le queda fija. - Y bueno, papá murió hace un año y todavía como que no me decido a irme a Escocia de nuevo. Como que no tengo fuerzas de hacer una gran mudanza - ahí se le apaga el semblante.
Deja la taza en uno de los muebles al lado del sillón pensando - quería seguir los pasos de mi padre. Él me enseñó medicina siendo muy pequeña. Mi hermana era una cabra peor que yo y siempre necesitaba atención médica. Después de un día que se rompió la pata, literal, veías el hueso expuesto con esos picos tan raros que a mí me fascinaba por cómo se veía en tanto mi hermana berreaba de dolor, papá decidió tomarse más en serio mi educación. En un principio era mutuo, o sea, mi hermana y yo aprendíamos, pero cuando a ella se le ocurrió que yo era mejor para eso, pues papá se concentró en mí. La realidad es que Cassey es pésima con la sangre. La mira y ya está ella con mareos y dolores de cabeza. Así empezamos. Después, decidí irme a estudiar porque mamá siempre quiso que sus hijas pudieran cuidarse por su propia mano. Era devota del dicho "enséñales a pescar, en lugar de darle pescado todos los días". Siempre dijo que como nos tocara el destino de mi tía Hermy, estaríamos más jodidas que el jodido del clan. Mi tía Hermy fue abandonada por su marido con trece hijos. ¡Tre-ce! - reafirma con expresión asustada y sorprendida. - Y pues al final, terminaron todos trabajando porque mi tía Hermy es una mujer con la cabeza en las nubes. Mamá no quería eso, así que cuando dije que quería ser médico como papá, me dijo: "Bien, Dáire. Me gusta la idea. Te me vas entonces a Londres para que entres a la universidad. Ve a con Kelly, que era la curandera y bruja del pueblo, para que te confeccione algo de lo suyo para que tengas apariencia de hombre y te me vas a estudiar. Y tú, Frank, vas a con el Duque y dile que si nos hace un préstamo para que Dáire estudie allá. Y pobre de ti, Dáire, si te vas y no vuelves hecha una doctora, porque dejo de llamarme Breana si no voy a Londres a sacarte de las greñas de donde estés. ¡Y prohibido casarte hasta que no me traigas el título de doctora y pobre de ti como no me lo traigas, Dáire! ¡Si vas a estudiar, te me pones a estudiar!" - escuchar a Breana en los labios de su hija es toda una gran experiencia.
En primera, porque los sonidos son muy tenues, casi hay que prestar mucha atención para saber lo que se dice. En segunda, porque a pesar del tono de voz, puede sentirse la forma en que Breana era. Y en tercera, porque hay un leve dejo de añoranza en la voz de Dáire. - Mentí, me acabo de dar cuenta de que mentí - se quita un calcetín echándolo a un lado. Le mintió porque la razón de que ella se fuera tras su padre no fue dejarlo solo en el mundo. Es que ella tampoco podía hacer su duelo en Escocia. Y aún no lo logra. Parpadea con rapidez haciendo que el aroma salado de sus ojos se esfume antes de aclararse la garganta mirando a su diestra. - ¿A qué le tienes miedo en la vida? Es decir, ¿Qué situación te pone los pelos de punta? ¿Le tienes miedo a algún animal? ¿Eres alérgico a algo? - aspira ruidosamente por nariz antes de parpadear de nuevo, recuperando el tipo. - Ahora quiero que pierdas una prenda - amenaza antes de reírse con la diversión a flor de piel. Seguro que en alguna de las tres le miente. ¡Seguro! - Sabré si me mientes, Ezequiel, así que sinceridad ante todo - le muestra la lengua antes de desviar el rostro echando la cabeza atrás, mirando el techo para recuperarse de la sorpresa de la confesión interna.
Si se fue de Escocia, fue porque era más fácil fingir que se había ido de viaje y que cuando volviera a su terruño -si lo hacía-, su madre le esperaría en la puerta de su casa con esa sonrisa en los labios que le hacía siempre pensar que nada podía salir mal. Ni siquiera si confesaba que las moras para la tarta, todas, se las había comido ella.
Dáire MacKay- Cambiante Clase Media
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Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
”You may be right, you may be wrong, but say that you'll bring me along...
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Sí el juego hubiera sido al revés, y solo ella tuviera que contestar las dudas del varón, evidentemente habría sido el más feliz, ya que la compañía que significaba para él, era un regocijo constante que le recordaba que no volvería a estar solo. Tenía a su familia frente a sus ojos.
Aunque no sería fácil, las ganas estaban, el deseo de quedarse ahí con ella y el de continuar escuchando sus bromas y la forma que tiene de enfrentarlo.
— Y te atreves a llamarme anciano a mí, encima que tú mientes sobre tu edad, Dáire, muy mal. Yo tengo veintiocho y tú cuarenta y cinco, o seis quizás, ya me confundiste. — le reclamó, y refunfuñó solo para dar más énfasis a su palabras.
Cuando el giro de la conversación cambió, tuvo un dato de vital importancia cuando ella se adentró en el tema de la comida, está claro que lo fiera le salía en esos momentos, y no estaría tan errado el pensamiento de aquel cristiano de que el mal humor femenino era un hecho cuando tenían hambre, aunque no fueran capaces de decirlo directamente. Y así anotó en su libreta mental "No robarle ni una miga del plato a Dáire, a no ser que quiera ver el mundo arder.", aunque bien podría hacerlo para ver que tan terrible se ponía. Considerando el carácter ácido que poseía, de seguro sería una experiencia única.
Lo iba a reconsiderar.
Lo siguiente que englobaba a su familia era la profesión, ya que Ezequiel creía que al igual que la cambiante, su hermana también había seguido el mismo camino, pero no, Cassey, nombre conseguido sin preguntar, mientras su cabeza solo asentía para invitarle a continuar, situación a la que la castaña no se negaba, pues era capaz de emocionarse hablando y contándole más, dándole respuestas que no pidió, una ventaja de la que se iba a aprovechar. Por lo que la dejó que continuara dándole pistas sobre su vida.
Le encantaba la naturalidad con la que la fémina se expresaba, como utilizaba diferentes tonos a la hora de citar a su propia madre y de paso darle el nombre de ella, otro logro silencioso. Detalles que no pasarían desapercibidos para el cambiante que ahí, viéndole desde abajo como movía su boca y realizaba expresiones, en ocasiones muy cómicas, se sentía más que cómodo. Si le hubiera ofrecido quedarse así el resto de la noche y los días que siguieran bien que habría aceptado sin ningún tipo de queja.
No tardó para que la entonación ajena se volviera más apagada, el tema de su padre sin duda era algo sumamente delicado, ya que no era demasiado tiempo y producto de todo lo que le contó, aún era algo fresco que no terminaba de aceptar.
— Tuviste mucha suerte de poder seguir sus pasos, bicha, te convertiste en una excelente doctora. — le aseguró, solo evidenciando lo obvio, día a día le mandaban a buscar o llegaban por ella buscando ayuda, siempre ocupada en sus labores, y él jamás la vio haciéndolo de mala gana, al contrario.
Observó el calcetín y sonrió triunfante, al menos había sido honesta en reconocer su mentira, que al menos Ezequiel no buscó hondear más allá y solo confiaría en ella.
— Veamos, creo que lo que más me asusta en la vida es no poder defender a las personas que me importan. Es algo como, si estoy en una situación en que me tienen frente a alguien muy valiosos para mí y que esa persona corra peligro, peligro vital claramente, y yo como idiota no tener la fuerza o me sea imposible salvarla, tal vez hasta verla morir frente a mí... De solo pensarlo se me eriza la piel, la sensación es terrible. — respondió, aquello y terminó frotándose el brazo para disminuir la sensación, y de paso borrar la imagen de su padre de su mente.
— Creo que no le temo a ningún animal... Espera, sí, joder. — frunció los labios y acercó su pie para quitarse el primer calcetín.
— Cuando niño me tocó encontrarme con una víbora enorme en el cobertizo de mi casa, y la situación no fue agradable, y creo que, a pesar de no haber visto a ninguna tan cerca desde entonces, no me agrada la idea de toparme con ninguna. — aseguró, amurrándose unos segundos, recordando la escena en que no podía salir del lugar porque la muy desgraciada se acomodó frente a la puerta del cobertizo.
La última pregunta se la pensó antes de responder, ya que paseó desde su infancia hasta la actualidad, comprobando su respuesta.
— No, no sufro de alergias, por suerte para mí. — finalizó y exhaló, realmente se ponía tenso respondiendo cosas tan simples como aquellas, aunque no tardó en frotarse las manos y alzar el índice para picar la nariz de la fémina.
— Tú turno, y como no dijiste que las preguntas no pueden repetirse, ¿Cuál es tu mayor miedo?, y me iré aun más intensamente, ¿Qué esperas de la relación que estamos formando juntos?.. Y algo que me da algo de curiosidad y temor preguntar. — exageró y terminó soltando una risa más animada.
— ¿Hijos, cuántos? — preguntó entrecerrando los ojos, ya que era una duda fundamental que debía aclarar.
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
No quiero hablar de este tema,
pero es mi mayor problema.
pero es mi mayor problema.
Le muestra la lengua cuando le reclama por la edad, pero hace la anotación de que él sí lleva la edad justa. Acomodado en sus piernas, la doctora se entretiene acariciando sus cabellos, los mechones cortos que adoran el rostro que la mantiene bastante interesada en el apuesto cambiante. - Tengo cuarenta y seis, debería decir que tengo veintitrés, porque ya sabes cómo nos manejamos, pero a veces miento porque me es adecuado. Así no me relacionan tanto - encogimiento de hombros le sigue a eso. Además, los rostros se pierden en la memoria, para su fortuna y pocos pueden reconocerla siendo que de Escocia pasó a España y de ahí, a París. Sus manos siguen acariciando los sedosos rizos húmedos, llevándose parte de ese líquido imperceptible tras la ducha tomada instantes antes. Por un momento, en tanto él habla, le mueve la cabeza para revisar la herida de su nuca. Se tranquiliza cuando siente que cicatrizó y sanó como debe. A ese paso acelerado de los cambiantes. - Oh, gracias por eso de que soy una buena doctora, me alegra saber que a pesar de mis exquisitos modos, valoras el té que te damos - se mofa tomando su rostro para depositar un dulce beso en sus labios.
Esos gestos pequeños le nacen del alma. Le gusta tocarlo, mimarlo, tener al cambiante en su vida le creó una nueva perspectiva y eso que han pasado muy poco tiempo juntos, pero llegó para quedarse este pordiosero, gordo y molesto que encontrara en un callejón. Guarda silencio escuchando sus miedos, son tan parecidos a los suyos, que le aterra. - Me pasa igual, es desesperante, pero prometo cuidarme para que no sufras - se sonríe guiñando un ojo. Entorna los ojos cuando dice que no le tiene miedo a ningún animal. ¿De verdad que no? Va a increpar cuando se quita el calcetín demostrando que Dáire estaba en lo correcto. Le cuenta la anécdota con esa cosa, la cambiante sacude la cabeza - paso, no me gustaría encontrarme con algo así. Justo pensaba que en mi terruño, ninguno de nosotros era un reptil. Bueno, no una serpiente, porque uno salió cocodrilo y ya te imaginarás, corríamos en cuanto lo veíamos porque era escalofriante - recordarlo le pone la piel toda erizada. Lo de las alergias es primordial para la doctora, así puede saber que no tiene que preocuparse por él.
Arquea una ceja entrecerrando los párpados al ver que el otro se frota las manos. Se rasca la nuca esperando sus ataques y el primero es tranquilo, el segundo más complicado y el tercero... El tercero le abre la boca de par en par, como si los goznes desaparecieran con los ojos como platos haciendo juego. - ¡Hijos! - se queda sin habla hasta que por fin puede reunir sus neuronas que salieron despavoridas para todos lados. - A ver. Lo primero, mi mayor miedo siempre ha sido perder a mi familia. Y como lo viví, sigo teniendo pánico, así que te me cuidas. Igual, me da miedo que la Inquisición me descubra y venga tras mi pista. Vi, escuché y presencié tantas atrocidades de esos que se dicen santos, que me aterra. En cuanto sé que un inquisidor está por algún lado, prefiero dar media vuelta e irme por otro. En Escocia no pasa, la Iglesia no tiene injerencia, para mi fortuna - se sonríe a duras penas meditando que en ese aspecto, les iría mejor regresar a Escocia.
Conserva el silencio hilando las ideas para dar la siguiente respuesta. ¿Qué espera de esta relación? Se rasca la nuca porque de momento, se le vienen a la cabeza muchas cosas y en lugar de meditarlas, amenaza - puede que te guste la segunda respuesta, puede que no, pero iré diciendo todo lo que se me viene a la cabeza porque son muchas las expectativas y quién sabe si las hagamos realidad. Así que veamos. Comunicación es la primera parte, mientras más hablemos y seamos sinceros con el otro, creo que ésto puede funcionar. Compañerismo, sé que te doy la lata con que estás gordo y la verdad es que me encanta tu cuerpo al desnudo y si bajaras de peso por mis palabras, seguro que me castigarían haciendo que tu trasero desaparezca y prefiero que se mantenga así, pero son eso: bromas. Tú me pides algo y por supuesto que lo hago a menos que tenga mis objeciones. Espero lo mismo de ti. No por complacerme, faltes a tus reglas morales. Veamos, qué más... no quiero vivir en París, lo sigo pensando y me gustaría regresar a Escocia, pero sé que para eso, tú tienes también tu opinión. Comunicación ¿Recuerdas? Que haya confianza entre nosotros, que podamos tener aventuras como la de hace rato en nuestras formas animales. Eso es primordial, que te sientas a gusto mostrándote como eres. Que entiendas que aquí ni mi nana ni yo, te juzgaremos, todo lo contrario. Mmmhhh, este... - rueda sus ojos sobre las cuencas buscando si se le escapa algo - me parece que los sentimientos van surgiendo, de eso no me preocupo. El sexo, creo yo, va bien. Y sí, creo que es todo - asiente con la cabeza convencida.
La siguente pregunta le arranca un sonoro, muy sonoro suspiro. - Me parece que dos embarazos con posibilidades de un tercero, estaría bien. Ya si pasa como con mi tía Kathy que cuando sus hijos tenían como veinte años, volvió a quedar embarazada, bueeeh - se ríe divertida - hubieras visto su cara cuando papá se lo confirmó. "¡No, no puede ser, primo, pero si ya estoy vieja", decía. Y papá todavía le soltó: "Vamos, Kathy, eres cambiante, a tus ochenta años, sigues con el cuerpo de una cuarentona, un estornudo y te embarazas". La tía casi lo mata a cojinazos - estalla a carcajadas antes de suspirar profundo, muy profundo - y antes de que preguntes por qué hablo en términos de embarazos, te diré que las familias de mis padres son propensas a embarazos múltiples. La tía Kathy, por ejemplo, tuvo mellizos. La tía Valery tuvo trillizos. Así que dos embarazos, como salgan hijos únicos, entonces puede que me atreva a un tercero con el riesgo de la tía Kathy - le guiña el ojo antes de echar la cabeza atrás para meditar qué va a preguntar ahora. Si él se fue a lo grande, ella también pretende hacerlo.
Asiente al encontrar sus inquietudes - te dije que tu boca sería mi medida. Te pasaste, así que ahora me paso yo. Primera pregunta fatal: ¿Qué no te gusta de mí?. Segunda pregunta fatal: ¿Por qué decidiste ser tan insistente en quedarte? Independiente de lo que encontré en el patio cubierto con una manta. Eso era fácil de solucionar y más lo de Jonathan. Y tercera pregunta fatal: ¿Qué es lo que más te excita en el sexo? - por inercia, succiona su pulgar pensando justo en ello, observando sus reacciones. - Pronosticaré dos prendas fuera porque seguro que mientes en algo y aviso, omisiones también se pagan con prenda, querido - su sonrisa es más maligna que la del diablo mismo. Picante es el último tema y no lo va a soltar como él empiece a contar. Por supuesto, todo lo que diga, será usado en su contra.
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Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
”
Then I see your face, I know I’m finally yours...
I find everything”.
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Se habría quedado dormido luego de tanto mimo y atenciones que recibía por parte de la cambiante, de no ser porque la conversación, aquel juego que nació como algo tan inocente, había tomado un curso oscuro y bastante preocupante. Se estaban desafiando mutuamente con las preguntas, buscando los puntos débiles de cada uno y al parecer tenían demasiados que no tardaban en aparecer.
— Sí, cuando no esté ahí para cuidarte, por favor hazlo tú. — le pidió con una sonrisa forzada, ya que solo imaginarla herida, o perderla por cualquier motivo, le formaba una agujero en el estómago que no podía sellar.
Fueron las siguientes palabras de ella que le sacaron una carcajada, sobretodo en cuanto imaginaba a todos corriendo despavoridos por el
— Créeme que preferiría toparme con un cocodrilo, en lugar de una serpiente. — comentó, sufriendo un escalofrío al pensar nuevamente en esos animales.
Sus comentarios sobre la Inquisición no pudieron parecerle más acertados, él por suerte, no se había topado con ellos, o de haberlo hecho, ninguno le echó que era un cambiante y siguieron su camino. Bien sabía él que podrían ser mas crueles que el mismo demonio, sus creencias religiosas estaban opacadas por la sangre que llevaban en sus manos.
No quiso desviar su atención a temas tan sombríos y regreso con ella en cuanto le dio la segunda respuesta, estando muy de acuerdo con lo que decía, asintiendo de vez en vez cuando nacía una interrogación de su parte. La forma en que mencionaba ciertos frases le hacía sonreír y por supuesto él tampoco podría quejarse en cuanto al sexo, porque vamos, desde que iniciaron se volvió pan de cada día.
Los hijos, en que estaba pensando cuando se le ocurrió preguntar por aquello, y al parecer había conseguido espantarla por unos segundos, aunque vio como se esforzó por explicarle su forma de afrontar ese tema. Muy serena, y por su parte estaría de acuerdo, aunque extrañamente él no se había planteado el tema de ser padre, o tal vez sí, solo en una ocasión y fue con ella precisamente.
— Es bueno saberlo, y con nuestra suerte tendremos cuatrillizos de una vez, ¿Te imaginas? — bromeó, soltando una carcajada, para alzar su diestra a la mejilla femenina, en una caricia suave para que no continuara alterándose por esa imagen.
Se lo esperaba, ¡Claro que sí!, aunque como idiota que es, no lo consideró antes de lanzar sus preguntas, y de seguro su sonrisa nerviosa le delató, llegando incluso a cubrir su rostro con ambas manos, terminando por frotar su barba. Esperaría a que terminara de preguntar y luego ordenaría sus ideas, aunque el comentario luego de la segunda pregunta le dejó sorprendido, tanto así que tuvo que incorporarse, y quedar sentado frente a ella nuevamente.
— Dáire, lo siento, no quería que vieras eso, y al parecer soy el más inútil cuando se trata de esconder evidencia. Y bien, aprovecharé de responder esa pregunta antes que nada. Fue tu nana la que me insistió que me quedara, estaba muy preocupada por ti, porque sí, ella vio al Husky que dejaron en el jardín, yo lo enterré y le prometí que me quedaría. Aunque debo admitir que la idea de que fueras mi prometida, fue solo mía, la verdad, yo tampoco quería irme... Me sentí inevitablemente atraído por ti, por más que buscaras alejarme, y finalmente el evento con tu primo fue lo que me clavó aquí definitivamente, no dejaré que ese imbécil vuelva a ponerte las manos encima. — confesó, encogiéndose de hombros y exhaló, lamentando que ella se hubiera encontrado con la horrible escena del jardín.
No se contuvo de tomar su rostro para besarle nuevamente, despacio, disfrutando de aquello antes de continuar con la ronda de siniestras preguntas.
— No hay nada que no me guste de ti. — dijo con un tono irónico, quitándose el último calcetín, y sonrió con las manos en alto.
— No me gusta ese mal carácter que traes encima, dios... A veces eres terrible, y dices muchas cosas cuando estás molesta o enrabiada por... lo que sea que te ponga de mal humor, no lo niegues. Y en otras, eres un jodido encanto que me vuelve loco. — masculló esas últimas palabras con sinceridad y antes que perdiera el hilo de las respuestas, continuó.
— Con ese gesto te respondiste sola, bicha. Me excita la forma en que me observas antes de que hagas desaparecer mi miembro en tu boca, sin mencionar que ya te estás volviendo experta en el tema. Tus movimientos, eres más felina para eso, aunque vaya en contra de tu naturaleza, y por supuesto esos gemidos, cuando me ruegas que te haga mía, es ese deseo tuyo que me excita, no te imaginas cuanto. — finalizó, intentado sin éxito alejar los recuerdos de las propias vivencias.
Tomó su taza para dar un trago largo, buscando que su concentración retornara de su entrepierna a la cabeza, debía corresponder de la misma forma.
— Quiero saber; ¿Por qué te entregaste a mí con tanta determinación la primera noche? Me arriesgaré tocar terreno delicado, ¿Qué ocurrió con tu prometido? Y por último creo que es justo que lo sepa también, y esta vez si mientes, quiero fuera la blusa, no el calcetín, ¿Qué no te gusta de mí? — ahí estaba, algunas más subidas que otras, pero no tenía más opciones que buscar respuestas, y con la evidente seguridad de que en algo mentiría.
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
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Nothing ever comes without a consequence or cost.
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La mención de la suerte en los embarazos y que podrían tener cuatrillizos le reseca la garganta - oh, por Dios, seguro que mi madre desde el cielo se ríe a carcajadas porque me va a desear que los cuatro salgan como mi hermana y yo, iguales de traviesos, díscolos y demás. ¿Sabías que mis padres querían otro hijo? Justo cuando iban a buscar el otro, fue que demostramos que éramos cambiantes. Al ver cuán locas éramos, se arrepintieron de tener otro hijo temiendo que fuera peor que nosotras - se muerde el labio inferior recordando esa anécdota en boca de sus padres cuando ya eran ambas grandes. Sacude la cabeza - no, no, por favor no. Ruego que no me toquen como yo, que sean todos como tú, tranquilos y nada ocurrentes - se mofa antes de echar una carcajada porque seguro que se lo toma a ofensa.
Lanza un gritito de triunfo al ver que se restriega la cara con las manos después de sus preguntas. - Yes, sufre, sufre - más la sonrisa se le apaga cuando empieza la explicación de lo que hay en la manta. Saber que es un husky le congela la piel. Ahora es ella la que se pone nerviosa - sí, eres pésimo ocultando evidencia. ¿Cómo se te ocurrió en el patio sabiendo que soy cambiante? Tarde que temprano eso apesta. Cuando descubrí al zorro, bueno, la zorra porque era hembra, la llevé al bosque para que nana no se diera cuenta. Ahí la enterré. Supongo que fue cuando estabas todavía con la pierna mal, así que no te preocupes, ya pasó - descubre la verdad, que no es la primera vez que alguien le deja claro lo que le va a pasar. El resto de sus palabras le enternecen, le hacen sentir que el pecho le va a estallar y tal cual, lo hace cuando él le toma el rostro depositando sus labios contra los suyos dando una caricia que la derrite como mantequilla al fuego. Sabe que siente algo muy fuerte por él, pero ponerle una etiqueta sería señal de una equivocación, por lo que lo entierra profundo para que no salga al menos en un buen tiempo.
Acaricia sus mejillas con las manos, sonriendo con sentimientos entremezclados. La respuesta a su primer pregunta la hace reír, hasta que se quita el calcetín. ¡Por poco y le deja pasar esa mentira siendo que se estaba portando tan dulce! Ahora que denota que es una mentira, se cruza de brazos entrecerrando los ojos con esa pose tan suya que significa que buscará pelea. ¡Y es justo lo que le critica! Su mal carácter. Infla las mejillas con un gesto contrariado y molesto. Gruñe un poco negando con la cabeza - es que cada que puedes hacer algo bien, me mientes y me pongo de malas porque huelo las mentiras a leguas. Soy médico, puedo notar cómo se alteran los sonidos de tu ritmo cardíaco y de paso, te pones nervioso y eso me altera más. Vamos, si quieres decirme que prefieres arreglar el sótano solo, pues avante, pero deja de estar preguntando qué más haces porque me exasperas - sacude la cabeza porque ahora ese punto está zanjado ya que aceptó ser su prometido. Su real y completo prometido.
Y como tal, se le ocurre contestar a la siguiente pregunta haciendo que el mal genio escape por la ventana al tiempo que se instala el incómodo bochorno en sus mejillas haciéndolas más rojas que de costumbre. Ni siquiera sabe dónde poner la mirada de cómo se siente de avergonzada. - Este... está bien, tomo nota - recordar lo que dijo, le deja más roja aún y con ganas de... se remueve de su lugar intentando que no se note demasiado cuánto le incitó lo que le dijo. Traga saliva rascándose la nuca esperando que él corte este incómodo momento que ella misma fomentó haciendo sus preguntas. - ¡Y la puta madre! - se lleva las manos al rostro con fuerza haciendo que choquen con su piel. - ¿Por qué haces preguntas tan tontas? - se levanta intentando contener la impaciencia y el nerviosismo intentando responder sin mirarlo. Voltea hacia él cuando termina todas las preguntas y gruñe de nuevo desviando el rostro hacia el frente para darle bien la espalda golpeando el piso con la punta del pie.
Mira al techo y frunce los labios chasqueando la lengua antes de responder al azar - mi prometido se largó corriendo cuando le dije que era una cambiante a dos semanas de la boda. Me pareció justo confesar mi naturaleza y en lugar de aceptarlo me acusó con la Inquisición, así que por poco y me atrapan. Papá de inmediato decidió cambiar de aires viniéndonos a París, por eso me atreví a pedirte que... que... eso, que me dejaras experimentar contigo. Si los humanos no me entendían y de paso, los hombres en Escocia ya son carne vista y no elegible, es decir, la mayoría están emparentados conmigo, no había forma de tener a alguien que fuera una buena elección. Tú eras cambiante, estabas ahí y con eso del compromiso, me dije: ¿Por qué no? Y creo que ni me lo pensé, sólo lo dije y listo. Yo quería saber lo que era un beso, tú me sedujiste - le echa toda la culpa.
Asiente con determinación ante sus propias palabras mentales descabelladas donde él, por supuesto, se ganó que le dijera todo eso porque tuvo la culpa de todo. En su mentira, suena bien. En la realidad, seguro que Ezequiel tiene algo qué decir. Y con la final cuestión, le mira con una ceja arqueada - odio que estés como pajarillo asustado todo el tiempo, que no sepas qué hacer o que te falte la confianza de que en esta casa eres bien recibido. Que pienses que te correré cuando en realidad, sólo buscaba la forma de que tú... de que... de que... - se queda sin palabras, le mira al rostro y sacude su cabeza desprendiéndose de la blusa para hacer una bola con ella y echarla al piso con frustración. - Listo. Siguientes preguntas - porque no quiere decir más, no quiere descubrir más lo que siente porque quizá entonces él sí salga corriendo a toda velocidad sin mirar atrás y será el compromiso más corto que Dáire jamás ha visto en la vida. Se cruza de brazos molesta, dando la espalda al hombre buscando serenar su mente para preguntar. - Uno, - se queda en silencio sin saber qué decir a continuación, para ella, resultó ser que la última respuesta fue demasiado para su mente, sobre todo, para su corazón.
Dáire MacKay- Cambiante Clase Media
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Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
”Tell me what I want to hear.
Don't fear the shadows, here nobody can hear you”
Don't fear the shadows, here nobody can hear you”
Ezequiel estaba cada segundo más sorprendido con la facilidad tenía la cambiante para hacerlo pasar de un extremo a otro, con un par de palabras, e incluso simples gestos que le dejaban preguntándose por su propio nombre, ¿Qué le pasaba realmente? Sabía que los sentimientos estaban, pero si antes se había sentido "enamorado", no se acercaba ni de lejos a lo que sentía ahora. Aunque las discusiones fueran constantes, tanto así que ahora ni el mismo juego propuesto por ella estuvieron ausentes. Ambos tenían sus características que iban en contra de los pensamientos del otro, y claramente existiría un choque en cuanto a eso, pero ni eso era capaz de alejar ni un centímetro al cambiante de la doctora.
Puso atención a las palabras que usó cuando tuvo que debatir a su respuesta sobre los disgustos, al menos ahora sabía en que debía enfocarse cuando fuera estrictamente necesario ocultarle algo para no preocuparla o exasperarla de cualquier forma. Era aprender a controlar sus pulsaciones o escuchar media hora un reclamo enorme que no se dejaría amedrentar por sus excusas.
— Las veces que te he mentido no han sido por decisión propia, es más, ni siquiera son mentiras, son... ¿Omisiones? Y lo hago por tu bien, sobretodo con el tema de los macabros regalos que el hijo de puta de tu primo deja aquí. Porque no tengo dudas que es él, y tú también lo sabes. — le aseguró, encogiéndose de hombros con algo de molestia con solo volver a pensar en ese bastardo, porque la verdad no planeaba comenzar a mentirle, al contrario, pero si sentía que lo que pudiera llegar a escuchar de él sería un daño evitable, así lo haría.
Ese tono carmesí en sus mejillas lo conocía muy bien, y fue solo lo que consiguió con su última respuesta, a la cual no tuvo nada que pelearle y solo buscó evadir su mirada, creando una situación bastante cómica para Ezequiel, quien aún no comprendía porqué le causaba tanto pudor el tema.
En cuanto se levantó de su lado, logró darse cuenta que las preguntas que para él terminaban siendo justas, estaban pasando una barrera que ella misma había implantado. Por su parte se mantuvo quieto y esperó a que dejara de rondar la habitación como gato enjaulado.
La respuesta no tardó en llegar, y fue ahí cuando el varón prestó atención realmente, y comprendió porque la castaña había sido tan reticente con él en primer lugar, la había traicionado. Aunque lo siguiente le sonó más bien a una mentira barata, a lo que el cambiante frunció los labios demostrando que no estaba de acuerdo en lo más mínimo con esa culpa que le regaló.
— ¿Perdón? ¿Yo te seduje? .. ¿Quién fue la que estuvo "dispuesta a todo" en primer lugar? — citó sus propias palabras mencionadas antes del fortuito encuentro que tuvieron, ya que si de algo podía jactarse, era precisamente de tener una memoria privilegiada.
— Pero no me malentiendas, fue increíble que me escogieras, Dáire. Solo que no quiero que te avergüences de eso. Nada más. — buscó explicarle con un tono de voz apacible, buscando no alterarla más de lo que ya estaba.
Había algo más, algo que se le estaba pasando y ella no le estaba diciendo. En cuanto la blusa terminó siendo un ovillo en los pies de la fémina, ella misma le confirmó que se estaba guardando algo con un recelo inmenso.
— Alto ahí, pequeña mentirosa. — musitó, levantándose de su lugar para caminar hasta ella, encandilado por la belleza de su piel desnuda, aunque solo llegó a rozar su espalda, acariciando desde la parte más baja, repasando justo por sobre su columna, hasta llegar a la nuca. Su cabeza se ladeó, inclinándose para depositar un efímero beso sobre su hombro derecho mientras se quitaba su camisa y la extendía sobre el cuerpo femenino para cubrir su torso.
Las manos del varón rodearon los brazos de la castaña, obligándole con suavidad a voltearse hacia él. Ansiaba ver que tanto ocultaba en esa mirada clara que ahora le negaba.
— No quiero que me ocultes las cosas, menos cuando lo haces tan evidente. Quiero saber a que te referías al decir que buscabas la forma de que yo.. ¿Qué? Se honesta conmigo, por favor. — su voz sonó más seria, no tenía ganas de sacarle sus verdades a la fuerza, solo necesitaba hacerle saber que no debía tener miedo de hablar con él.
La diestra del cambiante se posó contra la mejilla de su compañera, acariciando la zona, buscando relajar de alguna manera su cuerpo, la sentía tensa en sus brazos, como si hubieran retrocedido hasta el primer día.
Fue paciente, dejando que la mirada ajena se posara en la suya, mientras el percibía cada brillo de confusión en ellos. Fue entonces que olvidó todo lo demás, el juego dio paso a que llegaran a un punto que ambos habían estado ignorando desde que decidieron hacer real su compromiso, pero jamás se detuvieron a pensar en las razones que le llevaron a hacerlo. Se comprometieron, ¡Iban a casarse! Nadie los forzó a eso, ellos lo había elegido así, pero pasaron un detalle por alto, ¿Qué los impulsó?
— ¿Qué es lo que sientes? — necesitaba saberlo, comprobar que no estaba loco al creer que no sería un matrimonio por "conveniencia", había algo más.
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
Life is a drink and love's a drug
Oh, now I think I must be miles up.
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Resopla frustrada. Esto de que siempre vean por su bienestar sin tomarla en cuenta, le harta. Alza una ceja con una mirada que podría fundir el hierro más fuerte de las chispas que echa por los ojos. Sus brazos sobre el pecho cruzados, demuestran cuánto le molesta y le frustra por partes iguales. - ¿Sabes? Ya estoy grandecita, confía en mí. Mi nana me sigue viendo como una mocosa, si le sigues el juego, nunca creceré ante sus ojos - refunfuña porque eso de que le omitan o le mientan, es lo mismo para su criterio. Los hombros se elevan cuando le asegura que es su primo el que le deja tan tétricos recordatorios de lo que le puede pasar como no acepte su propuesta. Ni discute porque está en lo cierto. - Ya sé que es él, no tiene por qué dejarme un recado para que reconozca su olor en las presas - se rasca los pelos de la nuca porque le da un estremecimiento de esos que parecen más tirantes al repelus que al placer.
Se atraganta con eso de "¿Quién fue?", se le sonrojan hasta las orejas, hiperventila desviando la mirada que tenía fija en el cambiante porque justo se fija en las cortinas y le parecen muy bonitas en esta época del año. ¿Qué más puede hacer? Sabe que metió las cuatro patas con ésto y si bien el resultado fue fantástico y se unieron más, no deja de ser un punto en particular difícil de contestar. ¿Cómo decir que le gustó tanto para quedarse en cueros y sentir su piel contra la suya? Parpadea en varias ocasiones. En su mente, hay un grupo de neuronas intentando recuperarse dándose baños de agua fría y otras -las más estúpidas y las culpables de todo- mirándolo soñadoras recordando lo bien que se le ve el pelo en pecho y que ese camino de rizos lleva abajo de la cintura de su pantalón donde se encuentra esa parte que... Justo, justo, llegan las neuronas coherentes haciéndose cargo del tablón de sensaciones para darle un nuevo giro a la situación porque de lo contrario, ya se ve Dáire resbalando la mano hasta llegar a esa parte que tanto le intriga como seduce por lo diferente que es de su propia anatomía.
- ¿Y cómo no quieres que me avergüence cuando lo dices tan campante? - le azota un cojín contra el pecho intentando que se mantenga ocupado con algo y no provocando recuerdos que le provocan una salivación indebida de las ansias por tenerlo de nuevo en su boca. Estaba intentando recuperarse de la situación cuando le acusa de mentirosa. ¿Qué? - ¿Qué hice ahora? Dijimos que si no decíamos algo, pagaba prenda. Ya la pagué - le señala la blusa ociosa en el lugar donde cayó. Le mira ponerse en pie y las neuronas románticonas se ponen de nuevo al mando del timón. Aprieta los ojos dando la espalda, pero es un error. Su tacto recorre su espalda mandando estremecimientos a varios lados de su cuerpo, en especial a las cimas de sus pechos que se endurecen y a su útero que late ansioso por tenerlo de nuevo.
Desvalida, se reconoce vulnerable con sus atenciones, ni siquiera el tacto de la tela la saca de este trance erótico en que la sumió con un simple beso en su hombro. Desearía perderse en sus brazos y olvidarse de este juego estúpido, pero están en un momento único, donde pueden aprender más del otro. Ezequiel no ayuda cuando la obliga a mirarlo, a observar su cuerpo, sus ojos, esos labios de perdición. ¡Dáire, debes ponerte a responder y seguir el guión! Y la cambiante sacude la cabeza contra esa orden interna. ¡No quiero, sólo lo quiero a él! Esa respuesta hace que la parte coherente gruña. ¡Haz lo que quieras! Y es justo lo que está haciendo, mirando al cambiante, aspirando fuerte, llenándose de valor, se queda un instante sin saber qué hacer o qué decir. Y decide hacerlo a su muy jodida manera. Como todo, como siempre. En el instante en que Ezequiel entró a su vida, puso todo su orden patas arriba. No conforme con eso, fue ganando lugares que a nadie le concedió. Es su karma, su punto débil y al mismo tiempo, su luz y la parte más racional, la que le da sentido a lo que vive.
- Tú lo pediste, espero que puedas con la respuesta - susurra llevando sus labios a su cuello, besando paso a paso - apareciste sin aviso, de una forma en que eras sólo un paciente más, un ser al que en cuanto se recuperara, lo echaría de mi casa a patadas - susurra contra su oído, acariciándolo con los labios, dejando una leve succión. - Iba bien, hasta que te pusiste a curarme. Nadie me cura, yo no soy paciente, yo soy la doctora y en cambio, ignoraste todo para plantarte y utilizar mis propios conocimientos para curar mis heridas - restriega la mejilla contra la suya, suave, cariñosa. - Así, te ganaste mi respeto y mi completa atención - confiesa en tanto baja besando su hombro, llevando sus manos a la cintura de sus pantalones, jugueteando con el borde. - Te ganaste a mi nana, eso te dio un lugar en mi admiración. Pocos pueden con la vieja limón y tú te la echaste a la bolsa como si fuera una muñeca - va bajando en sus caricias por su tórax, dejando un beso suave contra su tetilla.
Sus manos van al broche de sus pantalones quitando los estorbos. - Cuando me di cuenta, dormía a tu lado, se sentía tan bien, me sentía tan segura y protegida - y sus labios se encuentran con sus músculos abdominales, liberando por fin las telas para dejarlas caer con todo y la ropa interior dejándolo desnudo. - Y fue tu voz, tus brazos, tus ojos, los que me perseguían. Los que me aturdían, me hacían ansiar algo que jamás tuve y deseé siempre: la compañía de un hombre - en sus tobillos, quedaron las prendas. La mujer alzó la diestra para tomar la parte más íntima del hombre incorporándose frente a él, susurrando en su oído. - El sexo es muy mencionado entre los nuestros, como parte de un todo. Como el complemento de un ser, pero nunca lo anhelé como contigo. Y cuando te tuve a la mano, cuando me pediste que fingiéramos un compromiso, quise dejarme llevar - su palma lo atrapa, lo recorre por completo buscando darle firmeza. - Hacer ésto, algo tan íntimo, no me causaba interés, ni deseo. Contigo fue tener un par de besos y me urgía estar contigo. Entregarme a ti... - esconde su rostro en el cuello del hombre.
Su aliento golpea contra la piel masculina. - Y a pesar de todo, de no conocerte, de no saber ni un ápice de ti, me gustó estar en tu cama. Te metiste en mi piel, me hiciste adicta a tus besos, tus caricias, tus gemidos - pasea el pulgar por su uretra llevándose algo de su lubricación. - Y después, hiciste tanto por mí, por mi nana, que no tengo forma de pagarte. Y no quiero que te vayas de mi lado, no quiero que salgas por la puerta porque no sé si pueda resistir el impulso de perseguirte y rogarte que te quedes conmigo - su desespero le lleva a dejar una marca en su cuello, sus dientes aprietan la carne hasta dejar un rastro rojizo. - Te deseo. No sólo físicamente, me das paz. Me das seguridad. Me haces sentir apreciada, excepto cuando me mientes o piensas que tienes que ocultarme algo - masturba su piel con interés sintiendo que la erección está en su punto.
- Buscaba la forma de descubrir qué eras para mí. Por qué dormía contigo con facilidad. Por qué te dejaba hacer tanto - vuelve a bajar con besos. Cada respuesta es un beso desperdigado en su tórax, en sus abdominales, en su pubis. - Por qué me gustas tanto y por qué al hacer ésto, no siento timidez, sólo hay una enorme satisfacción - alza la mirada para observar sus ojos sin romper en ningún momento el contacto visual sabiendo ahora cómo le gusta. Introduce su falo en la boca acariciando con labios y lengua, demostrándole así, cuándo es que quedó marcado en su mente, en su cuerpo, en sus sentimientos. Y tras un masaje continuo, susurra contra su largo - demostrarte así cuánto te quiero, pareciera ser la única forma de que no huyas - repite la acción de la masturbación oral dejando que él la guíe como le enseñó, con la mano masculina en sus rizos, apretando o soltando según sus necesidades.
Y justo cuando escucha el gemido desgarrador del hombre, la cambiante lo suelta levantándose para mirarlo a los ojos. - Te quiero y tanto te quiero, que necesito seas mi prometido, mi novio, mi esposo, el padre de mis hijos. Hazme tuya, Ezequiel. Demuéstrame que no me equivoqué - implora antes de atrapar sus labios con los suyos para comerse la boca del único hombre en su vida.
Dáire MacKay- Cambiante Clase Media
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Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
”Keep riding this dream, the desire sweeps your body.
I watching now we wait, for another sweet departing.”
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¿Cómo podía exigirle tanta honestidad a ella, si él mismo no era capaz de dar detalles de lo que la cambiante provocaba en su mente? Era poco equitativo, pero astuto al saber que picándole un poco más podría conseguir información privilegiada, porque sabía lo orgullosa que era, sabía que mientras cualquier interrogante se volviera un desafío, Dáire lo aceptaría y respondería con sinceridad, solo para demostrarle lo fuerte y decidida que podía ser, aunque eso el varón ya lo sabía de antemano. Si continuaba recurriendo a esas técnicas porqué al igual que él, la fémina tenía sus formas de disfrazar lo que sentía, utilizando frases que dejarían confundido a cualquiera.
Fue su última pregunta la que les lanzaría de vuelta a la perdición que siempre caían, cada noche juntos era un descubrimiento.
Ezequiel se mantuvo inmóvil, como si de un hechizo se tratara, los brazos caían a sus costados mientras la mujer se encargaba de enfrentar su mirada, casi advirtiéndole con anticipación que su respuesta sería lo suficientemente fuerte para desequilibrarlo. Y así fue.
El suave tacto de sus labios fue un tranquilidad que se paseó por cada músculo, dejando su cuerpo a merced de quien ahora parecía segura de tener las atenciones preparadas desde un inicio, como si todo ésto hubiera sido premeditado. Sus palabras, aquella declaración, mezclada con un recuento de lo que había sido su llegada a la residencia de la cambiante, fue un momento lleno de satisfacción para él.
Y así como las frases avanzaban, las manos de la mujer también hicieron lo suyo, tal vez demasiado ágiles se habían vuelto en tan poco tiempo, ya que solo al volver a ser consciente de los movimientos en contra de su ropa, ya se encontraba totalmente desnudo y su miembro había comenzado a ser atendido con afición.
El juego dual de sus caricias y palabras, se volvió una combinación exquisita, algo contra lo que inútilmente podría luchar, y aunque pudiera, tampoco lo habría hecho. Solo era su cabeza la que en ocasiones realizaba un leve asentimiento y sus labios se abrían sutilmente para exhalar.
Su mirada prendida del rostro femenino en descenso no perdió atención, sabía lo que venía en cuantos los besos fueron deslizándose hasta llegar a su pelvis. Que embustera en usar las bases que él mismo le dio minutos atrás.
La diestra del cambiante se movió automática hasta la extensa cabellera y le aferró justo cuando su falo desapareció casi por completo en la boca de la mujer, un jadeo lleno de placer escapó de los labios del castaño. La facilidad con la que ahora realizaba esa succión, los movimientos de su lengua, una jodida perfección que llevaba al límite la impaciencia de Ezequiel.
Y en cuanto emitió aquel gruñido, que incluso le llevó a impulsar a la fémina a su altura desde su cabello, suspiró antes de que la petición fuera realizada y sus pétalos se devoraban en conjunto con la misma necesidad.
Fue como si su cuerpo volviera a tener control, el suficiente para aferrar la cintura ajena, atraerla hacia él con una desesperación que estaba ocultando. De pronto, en su mente se arremolinaron todos los deseos ajenos, mismos que él se había negado, solo por el insignificante temor a equivocarse, a entregar todo de él para luego recibir la puñalada que lo mandaría a su miserable realidad. Pero no, aquella mujer no era como ninguna que hubiera conocido, era su complemento, le hacía sentir vivo, en toda la extensión de la palabra.
— Creo que por primera vez conseguiste dejarme sin palabras. — admitió contra su labios, dándose el gusto de morderle el inferior con más fuerza, mientras sus manos liberaban la menuda cintura y se instalaban en el borde de los pantalones, y en un rápido movimiento al ponerse de cuclillas los bajó hasta sus tobillos, buscando igualdad de condiciones entre ambos. Tomó sus tobillos ayudándola a quitar sus pies y lanzar el pantalón aun costado.
La grandes manos del cambiante se posaron en los costados de sus muslos, en donde la piel de éstos recibió un camino de besos que fueron ascendiendo hasta los interiores de su centro, ayudándose con sus manos para separar sus piernas, buscando el acceso a su intimidad. En donde su lengua fue recibida por la ardiente abertura, paseándose hasta su clítoris para succionarlo con vehemencia y volver a recorrer con la sinhueso su húmeda cavidad. Habría podido quedarse ahí por horas, pero eran los latidos de su miembro que le impulsaban a continuar. Se levantó rápidamente, y mientras su mano se encargaba de continuar con las caricias sobre la intimidad femenina, prácticamente le arrastró a la cama.
— Súbete, y acomódate sobre tus rodillas. — le ordenó muy cerca de su oído esperando que cumpliera su petición. Y en cuanto la vio de rodillas sobre las mantas se acercó a besar su espalda, apartando la cabellera sobre su hombro, para recorrer la fina linea de su columna hasta llegar a la nuca, y de paso desviarse a su oreja, mordiendo el lóbulo de ésta.
— Extiende tus manos. — le avisó antes de que las manos masculinas se instalaran en su cadera, alzándola a la altura de su miembro que estaba ansioso por adentrarse en ella.
Sonrió complacido y excitado al ver la imagen que tenía frente a él, una posición muy propia de la naturaleza que les envolvía a ambos.
La pelvis masculina se acercó hasta que sus palmas se ubicaron en las redondas nalgas, masajeándolas con ímpetu mientras su falo se frotaba en el centro, aumentando así el deseo de ambos, pero no contaba con el control suficiente para continuar con aquel juego, ella lo había llevado a límites muy altos cuando comenzó.
— Voy a ser todo lo que deseas, y prometo complacerte todos los días de nuestra vida juntos. — sus palabras fueron firmes, decididas, y respaldadas en cuanto la punta de su glande se ubicó contra la obertura de su vagina y se adentró en ella de una sola estocada, sintiendo el tope que realizó su cadera antes de emitir un jadeo lleno de placer, comenzando el suculento vaivén.
Ella era suya, y lo dejaría en claro las veces que fuera necesario.
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
You better shape up,
’cause I need a man
and my heart is set on you.
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Como si de una melodía se tratara, los movimientos se convierten en acordes bien ejecutados que obtienen sonidos musicales de cada garganta. La suya, la del cambiante. ¿Importa? No. Ellos están hechos el uno para el otro sin que estén enterados del hecho. Como si tras la aparición de Ezequiel, alguien decidiera crear a Dáire para darle al cochero la oportunidad de amar con intensidad. La doctora es la mujer que se acopla a sus necesidades, que le toma con manos, boca y cuerpo sin dejarse algo en este vals creado para el amor. Sus confesiones dan cabida a ese sentimiento por más que se lo nieguen. Lo hace real, casi palpable como los labios que se encuentran con sus pares, absorbiendo el halo de vida, ese aliento que en lugar de disminuir los latidos de sus corazones, los aceleran sin límite.
La diestra de la mujer acaricia los cabellos recortados del varón. La barba le pica en las mejillas y la barbilla causando escalofríos. La espalda se arquea pegando el tórax de la fémina al de su compañero, rozando cada parte de su piel con sus falanges recreando un camino hacia el norte, admirando sus abdominales, sus pectorales, hasta anclarse en su cuello. Su sonrisa emerge con sus palabras. - ¿Mudo? No lo creo - jadea cuando Ezequiel le mordisquea el labio inferior. Tiene muchas ganas de él, con esa intensidad arrebatadora de emociones que es únicamente provocada por el cambiante. Aspira con fuerza, necesitando el aire porque de lo contrario, podría sufrir un desmayo de las eróticas sensaciones que le produce. Sus ojos recorren la figura del hombre que se deshace de sus pantalones, hasta hacer que levante un pie y luego, el otro.
Vestida en traje de Eva, se sonríe echando atrás la cabeza, arqueando la columna cuando sus manos se deslizan por sus muslos. Lleva las suyas a su propia nuca tragando saliva, buscando anclarse de algún sitio. Mordisquea sus labios removiendo sus piernas, friccionando sus muslos para dar cierto alivio contra su sexo en tanto él asciende mediante ósculos por su piel. La orden silenciosa de abrir sus extremidades inferiores es obedecida. Sus ojos bajan a sabiendas de lo que encontrará. Entreabre los labios en un jadeo desesperado, ansiosa por sentir su boca en donde más lo necesita. Y le cumple. Le da lo que necesita con aliento entrecortado. Sus manos bajan de su nuca hasta encontrar las redondas cimas de sus senos que aprieta sin pudor. Tal cual él le enseñase, se aferra a sus pezones apretando y soltando conforme él continua torturando su intimidad. Un jadeo más fuerte escapa de su garganta. Apenas es una pincelada de la obra de arte que el hombre pretende hacer de este encuentro. Uno especiado y delicioso.
Se sonríe coqueta al verlo levantarse, tiembla con esa mano que sobre estimula atrevida y pasional su sexo. Obedece hasta encontrarse con la cama, siguiendo sus órdenes, en tanto cada una de sus vértebras manda señales eléctricas. Por cada beso, un gemido femenino le acompaña. Remueve las caderas inquieta, ansiosa, expectante. - Ezequiel - su quedo gruñido es un llamado a su naturaleza, a su macho para que la tome. Mira por encima de su hombro su rostro, esa firme determinación incrementada por el nivel de excitación le provoca una mayor humedad de la que pierde el control cuando aprecia la presión de su miembro en las puertas de su sexo. Aruña las mantas, arruga las mismas cuando las atrapa con sus manos de ansiedad. Un quejido es la única respuesta cuando le toma con esa posesión tras sus palabras. Fuerte, firme, determinado. sin titubeos, de un solo envión. La espalda se arquea poniendo más el culo en pompa dando mayor facilidad a su penetración.
Cada movimiento del hombre, cada mete y saca le provoca una necesidad mayor. Un deseo imponente por lograr el clímax. La posición permite la sobre estimulación, cada entrada y salida de su falo, termina en un gemido profundo de la cambiante que empieza a hincar las uñas en las mantas. En un momento, ya no es suficiente. Alarga por detrás la mano sujetando la nuca del rumano, obligando a que se acerque y devorar sus labios. Aprieta las sábanas con la mano libre mirando sus ojos, sintiéndose sobrecogida por el momento. Por cada instante con él, arquea la cabeza echándola atrás apretando los cabellos del hombre en un ademán de cuánto lo necesita. Termina con ambas palmas en el colchón, echando el cuerpo al mismo, pegando su pecho a la tela mordiendo la primer almohada que logra tomar en un tanteo. Aprieta los dientes con fuerza, conteniendo el gemido y unos instantes después, ante el salvaje movimiento que emprende el cambiante, el placer pareciera saturar todos sus sentidos, obligando a que deje de respirar para que sea más potente.
Un gemido más, antes de que colapse y en medio de ese agitamiento, del agotador momento, logra susurrar bajo - y por eso te quiero - el hormigueo en todo su cuerpo sigue sin detenerse. El olor al sexo compartido invade todo el cuarto. Sonríe satisfecha, consciente de que él se dejó llevar por la misma excitación hasta alcanzar su orgasmo. Se remueve contra las mantas intentando acomodarse entre risas. - ¿Sabes? Me encanta tener sexo contigo - se espera a que él se instale a su lado y como cada noche, la escocesa le pasa una pierna por encima de las caderas pegando su cuerpo contra el costado masculino. La diestra mano estará debajo de la almohada, pero la siniestra, recorrerá el tórax velludo hasta llegar a su cuello, donde hará cariñitos a su mejilla poblada de vellos que tanto le gustan. Se deja vencer por el cansancio. No importa lo que su primo quiera, ella ya tiene al hombre que desea para ser su marido. El único que la satisface en cada plano, en cada uno de sus anhelos. Ezequiel es quien ella desea. Nadie más.
- Te quiero - es la última palabra que susurra antes de que el sueño la envuelva.
Dáire MacKay- Cambiante Clase Media
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Re: Million reasons +18 [Ezequiel O'Claude]
”You're the fear, I don't care cause I've never been so
high...
Follow me to the dark, let me take you past our satellites.”
high...
Follow me to the dark, let me take you past our satellites.”
Bien podría perderse una y mil veces en el cuerpo de la cambiante. Desde la primera noche que compartieron, que descansaron uno contra el otro, todo se volvió una fascinante repetición que cada atardecer les unía para compartir su intimidad, ya sea con palabras o en medio del acto sexual que siempre terminaba abriéndose paso, y ellos no eran lo suficientemente fuertes para ignorar el deseo que se despertaba frente a sus caricias.
Aunque creían no conocerse, sabían mucho más del otro con solo mirarse, eran cómplices, compartiendo gesto y roces que por momentos eran descubiertos por la anciana, quien terminaba regañándolos mientras se reía con ellos. Al final de cuenta, se habían convertido en una familia.
Y ahora, como tantas otras noches, partió diferente, pero terminaría de igual forma. Las robustas manos del varón paseándose sin reparo sobre la desnudez de la cambiante, apretando, marcando su tez con una fiereza propia de su naturaleza. La ansiedad de arremeter contra ella siempre se volvía un punto aislante que le recordaba que debía complacerla, se lo había prometido. Y era ella quien le buscaba, quien se entregaba con la determinación propia que nació luego de sus encuentros, había aprendido - demasiado bien - a satisfacer sus necesidades. Conocía la forma de buscarlo y aumentar más el deseo por su centro, como sus nalgas daban de golpes contra la pelvis masculina que en cada retroceso, regresaba con mas fuerza.
La diestra del cambiante se posó en su vientre cuando el cuerpo ajeno se irguió para buscar sus labios, que fueron rápidamente atendidos por los de él, devorando cada trozo de esos pétalos que no hacían más que gemir gustosos contra su boca. Sabiendo perfectamente que no podría aguantar por mucho tiempo más.
La hizo volver a la posición que exigió en un inicio, sosteniendo su cadera para mantener su culo en alto y entregado para él, conforme ambas manos se enroscaron en su cintura, ayudándose para que la entrada de su miembro fuera intensa y rítmica, lo suficiente para hacerlo bordear su clímax.
Y esperó, aguardó por sentir como las paredes ardientes de su intimidad le aprisionaran y en cuanto liberó aquel gemido, la simiente del cambiante también se liberó en su interior, compartiendo así los temblores y jadeos que le provocaba en medio del orgasmo que compartían. Sus manos aflojaron levemente el agarre, y su espalda se encorvó hasta que su frente se posó contra la curvatura de la espalda femenina.
Sintió la garganta seca luego de aquello, relamiéndose sus propios labios antes de soltarla y remover su satisfecho miembro de sus entrañas, permitiéndole así descansar sobre las sábanas, reconociendo también cuanto lo necesitaba su propio cuerpo.
— Lo tengo bastante claro, hemos llegado a tener sexo dos o tres veces al día, y eres tú quien me busca cuando tu nana se va de compras y no me dejas acompañarla. A veces creo que confabulan. — comenta con una sonrisa, dejándose caer derrotado junto a ella.
La forma en que sus cuerpos se acoplaban era perfecta, ella tenía su posición para dormir, casi aplastándole y él, embobado como lo tenía, ya estaba acostumbrado y se dejaba hacer.
— También te quiero bicha, no te imaginas cuanto. — murmuró besando sus labios una última vez antes de que el sueño la arrastrara. A veces envidiaba la facilidad que tenía ella para dormirse en un par de minutos.
Y esa noche no fue la excepción, dentro de un periodo mínimo de tiempo, la respiración de la cambiante se volvió tranquila y acompasada, mientras que la mano del castaño se paseaba acariciando la linea de su columna, de forma descendiente y de vuelta, distraído y satisfecho con tenerla con él.
Un recuerdo le llegó de golpe, y tuvo que removerse sin llegar a levantarse para no incomodarla. Estiró su brazo y la mano para llegar al cajón del velador, en donde removiendo un par de cosas, dio con una pequeña cajita negra que sostuvo en sus diestra, volviendo a acomodarse junto a la fémina, para observarla antes de desviar su mirada al objeto que sostenía, abriéndolo para observar el anillo que resplandeció en cuanto recibió los efímeros restos de luz que emitía la vela que estaba próxima a desaparecer.
Ezequiel nunca había estado más seguro de algo en su vida, era por eso que debía hacer las cosas bien, no dejaría que su compromiso solo fueran palabras. Dentro de muy poco lo haría oficial, prometiéndose a la única mujer que consiguió darle sentido a su vida.
Tema finalizado
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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