AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La combustión.~Privado~
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La combustión.~Privado~
"La respiración es simplemente una combustión lenta de carbono y de hidrógeno, similar en todos los aspectos a lo que ocurre en una lámpara o vela encendida y, desde este punto de vista, los animales que respiran son en realidad cuerpos combustibles que arden y se consumen". Antoine Lavoisier.
Esa afirmación tenía tanto de ciencia como de poesía. Un cuerpo combustible era aquel que podía arder en llamas, explotar tras la ignición detonada por algún acelerante como la alta temperatura, el combustible, la chispa o el fuego. En el sentido literal, ese que analizaba la química y que ella podía recrear en su laboratorio, no era más que elementos químicos cambiando de estado y convirtiéndose en otros con diferentes propiedades físicas y químicas.
En el sentido figurado, Lavoisier le había dado que pensar. ¿Cuántas cosas podían hacer arder el alma? el odio, el amor, la pasión, la ira, el demonio... Sí, el demonio. Como el que contenía su hermano en el cuerpo. Exael, ese era su nombre, y era un ángel caído que abandonó las huestes de los Vigilantes cuando su superior Semihazah se negó a postrarse ante Adán por considerarlo indigno. Los doscientos ángeles que siguieron a su comandante fueron desterrados a los fuegos del infierno y por carambola de la vida ahora ése demonio se apoderaba de Marco de Luce cuando le venía en gana.
Sacó el reloj del bolsillo de la falda y miró la hora, a veces no se daba ni cuenta de qué día o qué hora era. Bien, eran sólo las siete, todavía podía retrasarlo un poco. Siguió paseando los ojos por el texto científico pero de alguna forma sus pensamientos la habían descentrado y se sintió incapaz de seguir leyendo, con lo que cerró las cubiertas del grueso tomo y se quedó mirando el horizonte, unas vistas preciosas sobre la ciudad de París. Allí en el edificio aledaño al Hotel de les Arenes, había alquilado una buhardilla con terraza, el bloque de casas era señorial, espacioso, pues ella pertenecía a la nobleza italiana y no iba a quedarse en un cuchitril del barrio latino. Aunque en verdad a Flavia le daba igual, sólo iba a su apartamento para cambiarse de ropa y dormir unas horas, la mayor parte del tiempo lo invertía en la sede inquisitorial donde trabajaba a destajo en los laboratorios. El sol se estaba ya poniendo y aunque todavía contaba con un rato decidió quitárselo de encima cuanto antes. Sacó la cánula desinfectada que estaba unida al tapón del frasco de cristal donde había hecho el vacío, se ató el garrote al brazo para marcar la vena y la insertó en esta; la sangre fluyó con furia dentro del cristal y cuando llenó un mililitro sacó la aguja y presionó con un gasa. Con los dientes desató el garrote y después insertó la sangre del tubo en otro frasco que tenía como un humo negruzco y una base líquida y roja. Allí yacía la sangre de su hermano, alterada mediante la química para que no se estropease, y con parte de la esencia de Exael en ella. Al introducir su propia sangre en le frasco, el humo se revolvió, envolviendo las gotas carmesíes, devorándolas como el demonio devoraba el alma del humano si no era alimentado.
Flavia y su madre habían conseguido de algún modo capturar la esencia del demonio en ese frasco y alimentarlo con la sangre virgen que pedía como sacrificio. Llevaban años haciéndolo y por el momento les había funcionado, pero la inquisidora buscaba fervientemente otra solución que expulsara a Exael de su familia. No se fiaba de los exorcismos, no solían ser suficiente y podían matar al poseído, así que trataba de hallarla mediante la ciencia. El frasco que se agitaba violentamente pronto entró en reposo y Flavia lo colocó en una caja metálica con cerradura, la guardó en un cajón que también tenía cierre bajo llave, cogió su libro y el abrigo y salió de su casa rumbo a Notre Dame, que le quedaba a dos manzanas escasas. Solía ir allí a buscar algo de consuelo cuando su fe se tambaleaba. Cruzó el puente que unía la Île de la Cité a la ciudad y atravesó el pórtico gótico de la catedral avanzando por el crucero, sintiendo el olor de incienso y el calor de las velas encendidas, una por cada plegaria. Se sentó en un banco observando los intrincados colores de los rosetones de cristal y se dejó llevar por el murmullo del imponente órgano.
Flavia De Luce- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 8
Fecha de inscripción : 20/10/2018
Re: La combustión.~Privado~
Humanidad, echos a la imagen y semejanza de Dios, pero con un único defecto en mi opinión, uno llamado libre albedrío, ese que los alejó del paraíso en día que Eva mordió la manzana y Adan se dejó convencer por ella.
Dios andándoles a esos seres débiles tal posesión había logrado dar alas a lucifer, el ángel caído que eligió su orgullo antes que el paraíso.
Muchos adoraban al diablo, aquel que debía arder por siempre en las llamas del fuego eterno y el que consigo se llevaba toda lama corrompida de este mundo. Ahora, allí, en el terreno mundo me daba cuenta de que esas eran muchas almas.
Caminaba por los callejones poco iluminados de los barrios bajos, corrupción, drogas, sexo, pecado, en cada esquina un demonio susurraba en el oído sesgando almas, condenando el mundo.
-Perdonales señor porque no saben lo que hacen -susurré sin detenerme.
Un ángel caído, una prostituta que ejercía en un pequeño burdel de mala muerte, al parecer esa mujer ya apenas recordaba quien un día fue, drogada, golpeada, desahuciada. Era necesario que al menos por una vez mas recordara ese ángel alado de blancas alas que ayudó al bien antes de caer.
Debía dar con el alma de Exael, Dios tenía motivos que yo ni conocía ni cuestionaba y aunque la tierra estaba plagada de mal, ahora mismo ese era el que yo debía erradicar.
Entré en el burdel, el olor a opio era embriagado y al entrar por mis fosas nasales me sentí ligeramente aturdido, al otro lado de la barra una mujer me sirvió una buena copa de bourbon, no tardó en llamar a un par de sus fulanas para como ella decía complacer a este “hombreton”
-Busco a Adaia
La madam puso cara de no comprender, al parecer la ángel de negras alas ya no debía ser conocida por ese nombre, peor una de las chicas que is había escuchado de sus labios pronunciar dicho nombre en una noche de colocon le dijo a la madam de quien se tratara.
-Esa chica esta siempre colocada ,no creo pueda atenderte ahora....-aseguró elige otra que este en sus cabales -me aconsejó.
-No, la quiero a ella
La furcia me guio escaleras arriba, la fornicación y la lujuria estaba en cada rincón, aquel antro estaba lleno de perversión y por Dios que lo hubiera hecho arder hasta reducirlo a cenizas peor debía centrarme en mi misión, Exael.
Entrañe en la habitación, en el lecho una mujer tumbada con un brazo cayendo ,una jeringa pendía del mismo.
La morena alzó su dilatada mirada y sonriendo en un vago intento de ponerse en pie se metió la mano a través del vestido sacándose uno de sus pechos.
-10 francos y puedes follarme por donde quieras -dijo enredando las palabras mientras se subía la falda dejando sus muslos al aire y la mitad de sus bragas.
Tenía los labios resecos, se relamió sin dejar de mirarme, incitándome a ir a tomarla.
-No he venido a eso Adaia -dije caminando despacio hacía aquella mujer que ahora recordaba, ella era como un espectro de lo que fue un día.
Dios andándoles a esos seres débiles tal posesión había logrado dar alas a lucifer, el ángel caído que eligió su orgullo antes que el paraíso.
Muchos adoraban al diablo, aquel que debía arder por siempre en las llamas del fuego eterno y el que consigo se llevaba toda lama corrompida de este mundo. Ahora, allí, en el terreno mundo me daba cuenta de que esas eran muchas almas.
Caminaba por los callejones poco iluminados de los barrios bajos, corrupción, drogas, sexo, pecado, en cada esquina un demonio susurraba en el oído sesgando almas, condenando el mundo.
-Perdonales señor porque no saben lo que hacen -susurré sin detenerme.
Un ángel caído, una prostituta que ejercía en un pequeño burdel de mala muerte, al parecer esa mujer ya apenas recordaba quien un día fue, drogada, golpeada, desahuciada. Era necesario que al menos por una vez mas recordara ese ángel alado de blancas alas que ayudó al bien antes de caer.
Debía dar con el alma de Exael, Dios tenía motivos que yo ni conocía ni cuestionaba y aunque la tierra estaba plagada de mal, ahora mismo ese era el que yo debía erradicar.
Entré en el burdel, el olor a opio era embriagado y al entrar por mis fosas nasales me sentí ligeramente aturdido, al otro lado de la barra una mujer me sirvió una buena copa de bourbon, no tardó en llamar a un par de sus fulanas para como ella decía complacer a este “hombreton”
-Busco a Adaia
La madam puso cara de no comprender, al parecer la ángel de negras alas ya no debía ser conocida por ese nombre, peor una de las chicas que is había escuchado de sus labios pronunciar dicho nombre en una noche de colocon le dijo a la madam de quien se tratara.
-Esa chica esta siempre colocada ,no creo pueda atenderte ahora....-aseguró elige otra que este en sus cabales -me aconsejó.
-No, la quiero a ella
La furcia me guio escaleras arriba, la fornicación y la lujuria estaba en cada rincón, aquel antro estaba lleno de perversión y por Dios que lo hubiera hecho arder hasta reducirlo a cenizas peor debía centrarme en mi misión, Exael.
Entrañe en la habitación, en el lecho una mujer tumbada con un brazo cayendo ,una jeringa pendía del mismo.
La morena alzó su dilatada mirada y sonriendo en un vago intento de ponerse en pie se metió la mano a través del vestido sacándose uno de sus pechos.
-10 francos y puedes follarme por donde quieras -dijo enredando las palabras mientras se subía la falda dejando sus muslos al aire y la mitad de sus bragas.
Tenía los labios resecos, se relamió sin dejar de mirarme, incitándome a ir a tomarla.
-No he venido a eso Adaia -dije caminando despacio hacía aquella mujer que ahora recordaba, ella era como un espectro de lo que fue un día.
Uriel- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 4
Fecha de inscripción : 25/10/2018
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