AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Lucky Girl [Lauren Von Krautzs]
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Lucky Girl [Lauren Von Krautzs]
Nowhere to run
There's nowhere to hide
This is madness, madness, madness.
There's nowhere to hide
This is madness, madness, madness.
Su llegada a París es esperada por su tío Conrad, mayordomo de la mansión que es propiedad de un miembro de la aristocracia. La carta es entregada, leída y la expresión de su tío dista mucho de ser amable. El hombre de cincuenta y largos años, curtido en las artes físicas, le observa con reservas. Las valijas son subidas al carruaje de la casa, ella se acomoda en el interior para ser enviada hacia su nuevo lugar de residencia. Las habitaciones para los sirvientes se encuentran en la casa más pequeña, orientada hacia el sur para no obstruir la vista de los jardines. Una de ellas será la suya durante todo un año esperando que las consecuencias de sus actos en Venecia sean olvidados o bien, disminuyan la intensidad de los chismorreos que ahora la crucifican peor que a Santo Cristo. Le dan algo de comer. En cuanto termina de hacerlo, su tío toca la puerta, entra a la habitación y toma asiento en una de las dos sillas que ahí se encuentran.
- Vamos a dejar claro ésto. Te recibo porque tus padres fueron muy buenas personas conmigo durante el tiempo que pasé con ellos antes de que nacieras, eso no significa que permitiré exabruptos y faltas de respeto. Aquí te comportas. Lo que sucedió en Venecia, poco y nada me importa. Ésta es la casa de una mujer de la alta sociedad a quien le dirigirás palabra si ella te pregunta algo. Es una persona de trato muy particular, de preferencia te mantendrás alejada de su presencia. Está ahora mismo fuera de la ciudad, lo que te permitirá acoplarte a tus nuevas labores. Pagarás con trabajo tu estancia, aquí nada es gratis. Te diré qué habitaciones te corresponderá atender conforme a tus habilidades. Tu padre me decía que sabías llevar una casa, ésto será juego de niños. Una vez termines, eres libre de hacer lo que gustes siempre y cuando mantengas el recato y seas educada. La hora de queda son las ocho de la noche en el interior de esta habitación. Se desayuna a las seis de la mañana para los trabajadores, se almuerza a la una de la tarde y se cena a las siete. ¿Dudas? - su tono arisco es algo que Violette podría criticar. Se contiene a sabiendas de que la situación es mala para ella. Éste fue el recurso que su padre utilizó para cuidarla. No le hará quedar mal.
Niega con la cabeza en silencio. - Entonces mañana empezamos. Seis de la mañana, ten en cuenta eso, cuando escuches el toque a la puerta, arriba - se retira. Ni un abrazo, un beso de buenas noches como su padre la tiene acostumbrada. Gajes del oficio. En soledad, toma el cuaderno y la tiza para seguir con el diseño de la armadura que iniciara en el camino a París. Se dice que la ciudad está plagada de sobrenaturales y ella quisiera ir a ver qué tan cierto es. Para eso, deberá ganarse la confianza. Echa la cabeza atrás, sentada en la cama, con los almohadones en la espalda. Será un año difícil. Al menos intentará aprender algo. Para ello, deberá mantener el perfil bajo. Más problemas son indeseados.
Al siguiente día, su tío le indica las cuatro habitaciones que deberá mantener en orden. La primera, es la sala de la dueña. La segunda, la biblioteca. La tercera, el estudio donde trabaja. La cuarta, la deja boquiabierta. Entra sorprendida, con los ojos abiertos cual platos mirando a su tío - ¿Esto significa que...? - su mano señala todas las armas ahí contenidas. El mayordomo asiente - la señora es una inquisidora, por eso tu padre te mandó acá a sabiendas de que estarías bien protegida. Nadie sabe ésto, calla la boca y si alguien más se entera, estaremos de patitas en la calle ambos. La señora dista de tener paciencia, seguro que podrás con las tareas. Empiezas en cuanto amanece, ni un instante antes. Terminas en cuanto el sol da señales de ocultarse. De noche, no puedes estar. ¿Entendido? De momento, puedes trabajar todo el tiempo que quieras, la señora está fuera de la ciudad los siguientes seis días. En cuanto llegue, ya sabes. Organiza ésto, que quede bien - menudas órdenes. Violette vuelve a ver la habitación repleta de armas. Una Inquisidora y de campo al parecer, porque si necesitan que mantenga todo ésto en orden, es porque tiende a usarlas.
- De acuerdo - sonríe contenta. Será un buen año si lograra que la inquisidora le enseñe algo, para eso tiene que sorprenderla. Recuerda las palabras de su tío respecto a que tiene un carácter especial. Se pregunta qué tanta hiel puede tener. Pone manos a la obra. Arregla primero la sala, sabiendo que si estará fuera durante una semana, tiene tiempo. Continúa con el despacho, dejando todo prolijo, limpio y desinfectado con lejía. Las manos se le tiñen con el característico brote que señala su reacción alérgica al químico. Lo ignora, terminando las dos habitaciones a tiempo para salir avisando a su tío y conseguir primero, carpinteros y luego, herreros. ¿Qué busca? De los primeros, cuadros de madera de metro y medio de largo por uno y medio de alto, con un grosor de cinco centímetros. Tres en total. Solicita que los envíen a la mansión en dos días.
De los herreros, solicita nueve uniones de metal en forma de rieles de dos centímetros de ancho por un metro de largo. Les hace un boceto cuando ellos no comprenden qué busca. Los hombres asienten al ver cómo deben quedar y se comprometen en tenerlos en tres días. Le quedará perfecto porque primero tendrá que hacer las pruebas con los paneles de madera. Acepta y estrecha su mano con una gran sonrisa yendo de regreso a la mansión. Los siguientes dos días, los pasa en la biblioteca que mantendrá en el mismo orden en que la encontró, quitando los libros para quitarles el polvo y colocarlos en el mismo lugar. La tarde del segundo día, recibe los cuadros de madera que revisa exhaustivamente hasta aceptar la carga, indicando dónde pueden dejarlos ayudada por su tío. Se pagan con el propio dinero que servirá de sueldo de la joven. ¿Qué importa si tiene techo y comida, perder unos cuantos francos con tal de sorprender a la inquisidora?
Es el tercer día (cuarto desde su llegada) cuando por fin, entra a la armería en la mañana sonriendo de oreja a oreja. Se truena los dedos. Hace un recuento rápido de todo lo que se encuentra en el sitio. Armas, municiones y demás. Organiza en su mente cómo va a acomodar todo. El resto del día inserta unas argollas gruesas en los extremos norte de los paneles, tres por cada uno. Deja espacio en la armería para hacer los cálculos y mediciones para hacer el catálogo de armas movible como lo tiene pensado. Así, será más fácil la elección para la inquisidora. Con una regla y tiza, hace los bocetos en cada cuadro. Va trabajando en silencio, con una taza de té a su lado, cual adicta que es. Con dos cucharadas de azúcar y un toque de crema. Caliente a más no poder, se lo termina frío conforme avanza la jornada. Listos los trazos, toma el martillo y los clavos. Va poniendo un clavo en cada lugar estratégico para que mantenga las armas en su lugar mientras no sean usadas. Listos los soportes, suspira echando atrás la cabeza. Está agotada con todo ésto.
Al otro día, vuelve al ataque. Esta vez, toma los rieles que fueron traídos la tarde anterior. Consigue escaleras para fijarlos en el techo. Tres líneas de tres metros de largo. Se pasa horas haciendo eso, cuidando que queden derechos y luego, a armar. Para eso, solicita la ayuda de su tío que al ver todo, se queda boquiabierto. - ¿Qué estás haciendo? - observa todo alrededor, Violette le sonríe - un organizador de armas, así no tiene que desplazarse por todo el lugar. Ayúdame a levantar los paneles para ajustar las argollas en los rieles. La idea es que sea movible. Sólo tendrá que ponerse frente a los paneles y mover cada uno a su conveniencia para elegir el arma e irse. No perderá tanto tiempo y permite que puedan usarse por ambos lados por si crecen sus activos - su tío parece dudoso - espero que no le dé un ataque - confiesa su temor. La joven le observa - Sólo es cuestión de que se acostumbre, hicimos varios de éstos para la Inquisición en Roma y Venecia, seguro que los reconoce - no muy convencido, el hombre le ayuda en la labor.
Está anocheciendo cuando los paneles están bien colocados. Las argollas permiten un fácil desplazamiento y Violette sonríe feliz. - Listo, mañana me dedico a limpiar las armas y colocarlas en sus lugares. ¿Cuándo dices que vuelve? - su tío se queda mirando el trabajo. Vaya que es arduo - pasado mañana por la noche, así que tienes tiempo. Apresúrate - la joven asiente. Los siguientes dos días hace lo que prometió. Limpia las armas, repara lo que está mal con cuidado de no dañar la estructura y el balance de los arcos. Coloca todo en los paneles y cuando son las seis de la tarde del día en que la inquisidora vuelve, ya tiene todo limpio, higienizado y pulcro. Se da golpecitos en su propia espalda - buen trabajo, Violette, bien hecho - da un salto de alegría comprobando que todo está bien y da un pase rápido con el trapo por el piso quitando sus huellas y el polvo. Hace lo mismo en la sala, el despacho y estudio.
Justo a tiempo, escucha las voces anunciando la llegada de la señora. Se apresura a salir llevando las cosas de limpieza, procurando no cruzarse en su camino. En cuanto entra a su habitación designada, se deja caer en el colchón de agotamiento. Su sonrisa se extiende, hizo bien. Espera que le agrade a la mujer. - Si no, mañana tendré que quitar todo - se reconforta sabiendo que todo tiene arreglo. Por eso es que lo hizo tan básico.
- Vamos a dejar claro ésto. Te recibo porque tus padres fueron muy buenas personas conmigo durante el tiempo que pasé con ellos antes de que nacieras, eso no significa que permitiré exabruptos y faltas de respeto. Aquí te comportas. Lo que sucedió en Venecia, poco y nada me importa. Ésta es la casa de una mujer de la alta sociedad a quien le dirigirás palabra si ella te pregunta algo. Es una persona de trato muy particular, de preferencia te mantendrás alejada de su presencia. Está ahora mismo fuera de la ciudad, lo que te permitirá acoplarte a tus nuevas labores. Pagarás con trabajo tu estancia, aquí nada es gratis. Te diré qué habitaciones te corresponderá atender conforme a tus habilidades. Tu padre me decía que sabías llevar una casa, ésto será juego de niños. Una vez termines, eres libre de hacer lo que gustes siempre y cuando mantengas el recato y seas educada. La hora de queda son las ocho de la noche en el interior de esta habitación. Se desayuna a las seis de la mañana para los trabajadores, se almuerza a la una de la tarde y se cena a las siete. ¿Dudas? - su tono arisco es algo que Violette podría criticar. Se contiene a sabiendas de que la situación es mala para ella. Éste fue el recurso que su padre utilizó para cuidarla. No le hará quedar mal.
Niega con la cabeza en silencio. - Entonces mañana empezamos. Seis de la mañana, ten en cuenta eso, cuando escuches el toque a la puerta, arriba - se retira. Ni un abrazo, un beso de buenas noches como su padre la tiene acostumbrada. Gajes del oficio. En soledad, toma el cuaderno y la tiza para seguir con el diseño de la armadura que iniciara en el camino a París. Se dice que la ciudad está plagada de sobrenaturales y ella quisiera ir a ver qué tan cierto es. Para eso, deberá ganarse la confianza. Echa la cabeza atrás, sentada en la cama, con los almohadones en la espalda. Será un año difícil. Al menos intentará aprender algo. Para ello, deberá mantener el perfil bajo. Más problemas son indeseados.
Al siguiente día, su tío le indica las cuatro habitaciones que deberá mantener en orden. La primera, es la sala de la dueña. La segunda, la biblioteca. La tercera, el estudio donde trabaja. La cuarta, la deja boquiabierta. Entra sorprendida, con los ojos abiertos cual platos mirando a su tío - ¿Esto significa que...? - su mano señala todas las armas ahí contenidas. El mayordomo asiente - la señora es una inquisidora, por eso tu padre te mandó acá a sabiendas de que estarías bien protegida. Nadie sabe ésto, calla la boca y si alguien más se entera, estaremos de patitas en la calle ambos. La señora dista de tener paciencia, seguro que podrás con las tareas. Empiezas en cuanto amanece, ni un instante antes. Terminas en cuanto el sol da señales de ocultarse. De noche, no puedes estar. ¿Entendido? De momento, puedes trabajar todo el tiempo que quieras, la señora está fuera de la ciudad los siguientes seis días. En cuanto llegue, ya sabes. Organiza ésto, que quede bien - menudas órdenes. Violette vuelve a ver la habitación repleta de armas. Una Inquisidora y de campo al parecer, porque si necesitan que mantenga todo ésto en orden, es porque tiende a usarlas.
- De acuerdo - sonríe contenta. Será un buen año si lograra que la inquisidora le enseñe algo, para eso tiene que sorprenderla. Recuerda las palabras de su tío respecto a que tiene un carácter especial. Se pregunta qué tanta hiel puede tener. Pone manos a la obra. Arregla primero la sala, sabiendo que si estará fuera durante una semana, tiene tiempo. Continúa con el despacho, dejando todo prolijo, limpio y desinfectado con lejía. Las manos se le tiñen con el característico brote que señala su reacción alérgica al químico. Lo ignora, terminando las dos habitaciones a tiempo para salir avisando a su tío y conseguir primero, carpinteros y luego, herreros. ¿Qué busca? De los primeros, cuadros de madera de metro y medio de largo por uno y medio de alto, con un grosor de cinco centímetros. Tres en total. Solicita que los envíen a la mansión en dos días.
De los herreros, solicita nueve uniones de metal en forma de rieles de dos centímetros de ancho por un metro de largo. Les hace un boceto cuando ellos no comprenden qué busca. Los hombres asienten al ver cómo deben quedar y se comprometen en tenerlos en tres días. Le quedará perfecto porque primero tendrá que hacer las pruebas con los paneles de madera. Acepta y estrecha su mano con una gran sonrisa yendo de regreso a la mansión. Los siguientes dos días, los pasa en la biblioteca que mantendrá en el mismo orden en que la encontró, quitando los libros para quitarles el polvo y colocarlos en el mismo lugar. La tarde del segundo día, recibe los cuadros de madera que revisa exhaustivamente hasta aceptar la carga, indicando dónde pueden dejarlos ayudada por su tío. Se pagan con el propio dinero que servirá de sueldo de la joven. ¿Qué importa si tiene techo y comida, perder unos cuantos francos con tal de sorprender a la inquisidora?
Es el tercer día (cuarto desde su llegada) cuando por fin, entra a la armería en la mañana sonriendo de oreja a oreja. Se truena los dedos. Hace un recuento rápido de todo lo que se encuentra en el sitio. Armas, municiones y demás. Organiza en su mente cómo va a acomodar todo. El resto del día inserta unas argollas gruesas en los extremos norte de los paneles, tres por cada uno. Deja espacio en la armería para hacer los cálculos y mediciones para hacer el catálogo de armas movible como lo tiene pensado. Así, será más fácil la elección para la inquisidora. Con una regla y tiza, hace los bocetos en cada cuadro. Va trabajando en silencio, con una taza de té a su lado, cual adicta que es. Con dos cucharadas de azúcar y un toque de crema. Caliente a más no poder, se lo termina frío conforme avanza la jornada. Listos los trazos, toma el martillo y los clavos. Va poniendo un clavo en cada lugar estratégico para que mantenga las armas en su lugar mientras no sean usadas. Listos los soportes, suspira echando atrás la cabeza. Está agotada con todo ésto.
Al otro día, vuelve al ataque. Esta vez, toma los rieles que fueron traídos la tarde anterior. Consigue escaleras para fijarlos en el techo. Tres líneas de tres metros de largo. Se pasa horas haciendo eso, cuidando que queden derechos y luego, a armar. Para eso, solicita la ayuda de su tío que al ver todo, se queda boquiabierto. - ¿Qué estás haciendo? - observa todo alrededor, Violette le sonríe - un organizador de armas, así no tiene que desplazarse por todo el lugar. Ayúdame a levantar los paneles para ajustar las argollas en los rieles. La idea es que sea movible. Sólo tendrá que ponerse frente a los paneles y mover cada uno a su conveniencia para elegir el arma e irse. No perderá tanto tiempo y permite que puedan usarse por ambos lados por si crecen sus activos - su tío parece dudoso - espero que no le dé un ataque - confiesa su temor. La joven le observa - Sólo es cuestión de que se acostumbre, hicimos varios de éstos para la Inquisición en Roma y Venecia, seguro que los reconoce - no muy convencido, el hombre le ayuda en la labor.
Está anocheciendo cuando los paneles están bien colocados. Las argollas permiten un fácil desplazamiento y Violette sonríe feliz. - Listo, mañana me dedico a limpiar las armas y colocarlas en sus lugares. ¿Cuándo dices que vuelve? - su tío se queda mirando el trabajo. Vaya que es arduo - pasado mañana por la noche, así que tienes tiempo. Apresúrate - la joven asiente. Los siguientes dos días hace lo que prometió. Limpia las armas, repara lo que está mal con cuidado de no dañar la estructura y el balance de los arcos. Coloca todo en los paneles y cuando son las seis de la tarde del día en que la inquisidora vuelve, ya tiene todo limpio, higienizado y pulcro. Se da golpecitos en su propia espalda - buen trabajo, Violette, bien hecho - da un salto de alegría comprobando que todo está bien y da un pase rápido con el trapo por el piso quitando sus huellas y el polvo. Hace lo mismo en la sala, el despacho y estudio.
Justo a tiempo, escucha las voces anunciando la llegada de la señora. Se apresura a salir llevando las cosas de limpieza, procurando no cruzarse en su camino. En cuanto entra a su habitación designada, se deja caer en el colchón de agotamiento. Su sonrisa se extiende, hizo bien. Espera que le agrade a la mujer. - Si no, mañana tendré que quitar todo - se reconforta sabiendo que todo tiene arreglo. Por eso es que lo hizo tan básico.
Violette Princewater- Cazador Clase Media
- Mensajes : 31
Fecha de inscripción : 26/08/2018
Re: Lucky Girl [Lauren Von Krautzs]
"Why can't we just admit it?
We won't give pause until the blood is flowin".
We won't give pause until the blood is flowin".
Su tiempo en París era tan vago como sus ganas de regresar, últimamente se autoexigía más la cuenta en misiones que ella misma se creaba, situaciones que al menos le tomaría un par de día antes de regresar.
Ésta última semana la pasaría en Inglaterra, contactos ahí le habían enviado un par de cartas con datos que revelaban un tipo de guarida de Herejes, un grupo bastante considerable que continuaba expandiéndose y era precisamente eso lo que Lauren buscaría evitar.
Su salida de la residencia fue percibida solo por aquellos que ella decidió, la ama de llaves y el mayordomo, éste último con quien tuvo una larga conversación antes de salir, en donde una parte fue más súplica y demás, aunque finalmente el hombre consiguió la aprobación de la inmortal para traer a la mansión a su sobrina, que por suerte para ella estaba siguiendo un buen camino; Cazadora, o algo por el estilo fue lo que alcanzó y quiso retener. A fin de cuentas le pidió un año, mismo que podría servirle bastante si buscaba entrenarse y poner en marcha sus habilidades, si es que las tenía o morir en el intento.
Dejando todo en orden comenzó a pasar sus días lejos de Francia, el primer día se dedicó a vagar por las cales, con un poco de suerte conseguiría hacer caer a mas de un grupo, pero nada, horas perdidas que no le llevaron a ninguna parte.
Dos días perdidos hasta que decidió enfocarse a lo que realmente impulsó su viaje, y una vez tranquila en la residencia apoyada por la iglesia y que se encargaba de mantenerles ocultos, memorizó las direcciones y aguardó a que la noche cubriera sus pasos.
Encontrar la "casa" que utilizaban para reunirse no fue difícil, y no habían menos de quince hechiceros ahí, lo que podría considerarse una caza prudente, valdría la pena.
Se acercó sigilosamente bloqueando la entrada principal y ventanas, acomodando objetos inflamables y sería toda su participación, por lo general no era escandalosa frente a los hechiceros, no se divertía asesinándolos a sangre fría, diferente sería con los Lycans y los otros vampiros, ambos si daban peleas que valían la pena. En cambio ahora, solo a la mañana siguiente encontrarían los restos del lugar con un par de cadáveres dentro, y al menos Lauren esperaba que la suma no fuera menor a la mitad, que hayan conseguido escapar los menos posible, y que su viaje sea satisfactorio.
Doce fue la suma oficial, no era un mal número de calcinados, y por su parte podría darse por pagada, y también pudo acelerar su regreso a Paris, ¿Tenía motivos? En absoluto, por ende disfrutaría de su estadía y se perdería en algún bar, después de todo nadie conocía su estatus social, allí podría perderse en un sitio de mala muerte y nadie le juzgaría por eso, quizás solo por el hecho de ser mujer, pero eso tampoco le quitaba el sueño.
Los siguientes días fueron así, un desperdicio que no le dejaba nada productivo, y fin de cuentas estaba lista para regresar a su lugar.
Fue paciente mientras se ocultaba el sol y se disponía a volver, era un viaje largo y debía ir haciendo paradas por razones obvias, ocultándose y demás.
Finalmente darían las siete treinta de la tarde cuando llegó de regreso a la residencia, en donde en la puerta principal le aguardaban un par de sirvientas, y el mayordomo, quienes le recibieron con una reverencia y se apresuraron a tomar su equipaje mientras ella ingresaba. El silencio del lugar le daba la tranquilidad que había perdido en la semana y ahora era una forma de sentirse muy a gusto.
Se volteó lanzando una mirada hacia el hombre, y éste supo de inmediato que tenía que seguir sus pasos y relatar las novedades en su ausencia, aunque fue en cuanto el mayordomo mencionó la llegada de su sobrina y un par de "arreglos" que la joven realizó, y fue entonces que la atención de Lauren fue más intensa, caminando rápidamente hacia su habitación de armas, admirando los cambios, sin mencionar lo reluciente que se veía todo, ese fue un punto inmediato para la humana.
Avanzó entre las armas y el nuevo estante que tenía, rozando los bordes con sus dedos, satisfecha con lo que veía, claramente conocía el tipo de fabricación, solo que nunca se dio el tiempo de pedirlo para ella.
El ceño de la inquisidora se frunció, buscando desvanecer cualquier expresión en su rostro que pudiera delatar sus intenciones, gustaba de asustar al hombre, solo par maldad.
— Tráeme a la joven, quiero conocerla.— le ordenó, mientras jugaba de forma tétrica con una de las dagas en sus manos.
Última edición por Lauren Von Krautzs el Jue Nov 29, 2018 11:24 pm, editado 1 vez
Lauren Von Krautzs- Condenado/Vampiro/Clase Alta
- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 26/05/2013
Edad : 1081
Localización : Es un misterio.
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Lucky Girl [Lauren Von Krautzs]
We're not broken
Just bent.
And you can learn to love again.
Just bent.
And you can learn to love again.
Metida en su habitación, la joven se dedica a elegir las prendas que utilizará al siguiente día considerando terminado éste. Se empeña en su esfuerzo de que todo quede perfecto y a la mano para arreglarse a velocidad adecuada. Se acostumbró a eso en Venecia, sobre todo por las inundaciones que a veces afectan a la ciudad y que en ocasiones le impiden que tenga el tiempo para buscar sus ropas, vestirse y salir de casa amenazados por algún percance. Listo todo, estira los brazos alargando el cuerpo mirando la hora. Es momento para ir a cenar, pues son las dieciocho horas con cincuenta minutos. Dirige sus pasos a la cocina de la enorme mansión tomando asiento en su lugar designado. Hoy toca un guiso de papas con zanahorias, carne y un toque de leve regusto a orégano y pimienta. Algo sencillo para digerir, pero contundente para que no sigan los empleados deseando más.
Su mano sigue en automático sus movimientos donde consume el contenido del platón hondo acompañando de vez en vez, con un pedazo de pan. Los demás se notan ya listos para ir a la cama. Uno de ellos, Lumiere, por el contrario, está muy despierto. Acaba de abrir los ojos hace poco porque se queda toda la noche velando. Es uno de los guardias nocturnos, su constitución física pareciera más la de un soldado de la inquisición que la de un empleado común y corriente. Ha de ser porque siendo un miembro del Santo Oficio, algunos ataques deberán ser contra este sitio. En tanto sigue meditando y comiendo, el silencio es algo que se mantiene constante. Los demás hablan y parlotean, ríen incluso relajando los ánimos y la tensión del día, comentando los errores que tuvieron que arreglar de inmediato.
Violette observa fijo su cuchara vacía. No recibió noticias de su trabajo, supone que por la hora, todavía falta para que lo vean. Y ojalá sea antes de que se meta a la cama porque odiaría arreglarse de nuevo para estar de pie poco tiempo y vuelta a la habitación. Termina su plato, se levanta para llevarlo al fregadero lavando lo que usó en unión de su taza cuyo té quedó consumido. Es tarea de todos tener la cocina limpia porque los empleados del lugar ya están también agotados. Si cada uno hace su labor, los trastes de lavan, secan y acomodan con facilidad asombrosa. Se despide caminando hacia su habitación cuando la intercepta su tío. La joven italiana le observa intrigada - ¿Todo bien? - la respuesta del hombre le deja con la zozobra. Sólo indica que ella quiere hablar. Frunce los labios siguiendo a su pariente hacia las habitaciones que conociera al dedillo tras todo este tiempo ahí metida.- Dice que quiere conocerte - eso no suena mal. ¿O si? - ¿Y por qué te preocupa? - no contesta ese tío suyo. Chasquea la lengua con impaciencia.
Una vez en el interior de las habitaciones de la ama y señora del lugar, Violette alisa sus vestimentas esperando que la señora no se moleste porque usa ropas de montar, con esas enaguas más sueltas y menos rimbombantes. Es esta indumentaria la que le permite tener mayor movimiento y no sufrir tanto de los pies. La puerta que separa el cuarto de armas de la habitación se abre, su tío ingresa primero guiando su paso. - Señora, ella es Violette Alexis Princewater, mi sobrina y la causante de todo este cambio - le echa la culpa. Violette hace una reverencia propia del estatus de la vampiresa. - Buena noche, mi señora. Es un placer conocerla - es todo lo que dice, espera paciente a que ella inicie la conversación pues ¿Qué más puede decir? A sus ojos llega la imagen de esa daga jugueteando en sus manos. Ha visto a muchos inquisidores hacer lo mismo, es algo relacionado con que así palian su ansiedad. Se pregunta si hizo mal o por el contrario, le gustó el cambio.
Su mano sigue en automático sus movimientos donde consume el contenido del platón hondo acompañando de vez en vez, con un pedazo de pan. Los demás se notan ya listos para ir a la cama. Uno de ellos, Lumiere, por el contrario, está muy despierto. Acaba de abrir los ojos hace poco porque se queda toda la noche velando. Es uno de los guardias nocturnos, su constitución física pareciera más la de un soldado de la inquisición que la de un empleado común y corriente. Ha de ser porque siendo un miembro del Santo Oficio, algunos ataques deberán ser contra este sitio. En tanto sigue meditando y comiendo, el silencio es algo que se mantiene constante. Los demás hablan y parlotean, ríen incluso relajando los ánimos y la tensión del día, comentando los errores que tuvieron que arreglar de inmediato.
Violette observa fijo su cuchara vacía. No recibió noticias de su trabajo, supone que por la hora, todavía falta para que lo vean. Y ojalá sea antes de que se meta a la cama porque odiaría arreglarse de nuevo para estar de pie poco tiempo y vuelta a la habitación. Termina su plato, se levanta para llevarlo al fregadero lavando lo que usó en unión de su taza cuyo té quedó consumido. Es tarea de todos tener la cocina limpia porque los empleados del lugar ya están también agotados. Si cada uno hace su labor, los trastes de lavan, secan y acomodan con facilidad asombrosa. Se despide caminando hacia su habitación cuando la intercepta su tío. La joven italiana le observa intrigada - ¿Todo bien? - la respuesta del hombre le deja con la zozobra. Sólo indica que ella quiere hablar. Frunce los labios siguiendo a su pariente hacia las habitaciones que conociera al dedillo tras todo este tiempo ahí metida.- Dice que quiere conocerte - eso no suena mal. ¿O si? - ¿Y por qué te preocupa? - no contesta ese tío suyo. Chasquea la lengua con impaciencia.
Una vez en el interior de las habitaciones de la ama y señora del lugar, Violette alisa sus vestimentas esperando que la señora no se moleste porque usa ropas de montar, con esas enaguas más sueltas y menos rimbombantes. Es esta indumentaria la que le permite tener mayor movimiento y no sufrir tanto de los pies. La puerta que separa el cuarto de armas de la habitación se abre, su tío ingresa primero guiando su paso. - Señora, ella es Violette Alexis Princewater, mi sobrina y la causante de todo este cambio - le echa la culpa. Violette hace una reverencia propia del estatus de la vampiresa. - Buena noche, mi señora. Es un placer conocerla - es todo lo que dice, espera paciente a que ella inicie la conversación pues ¿Qué más puede decir? A sus ojos llega la imagen de esa daga jugueteando en sus manos. Ha visto a muchos inquisidores hacer lo mismo, es algo relacionado con que así palian su ansiedad. Se pregunta si hizo mal o por el contrario, le gustó el cambio.
Violette Princewater- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 26/08/2018
Re: Lucky Girl [Lauren Von Krautzs]
"I need to watch things die from a good safe distance...
Vicariously, I live while the whole world dies".
Vicariously, I live while the whole world dies".
Observó como el hombre salió disparado para cumplir a su inesperada petición y en los labios de la inmortal se dibujó una sonrisa que delató sus intenciones solo cuando se encontró en soledad.
Bien podría decirse lo complacida que estaba con lo que veía, el orden era su debilidad, y ahora, el tener cada arma así de organizada significaba un deleite para sus orbes que no pararon de recorrer el sencillo mecanismo una y otra vez, removiendo un par de las mas afiladas, y regresándolas a su lugar, fácil manera de poner a prueba el funcionamiento y si realmente sería útil para sus aceleradas travesías. Todo indicaba que sí.
Estaba en eso, justo cuando escuchó el par de acelerados pasos que se acercaban a la habitación, en ese momento retomó su lugar y con ello la daga que anteriormente había sostenido y continuó jugueteando con ella, hasta que la puerta finalmente se abrió, con el mayordomo delante, aunque no tardó en exponer a la joven que le acompañaba, dándole también su nombre y por si fuera poco "culparla" del trabajo que se había realizado en el lugar, bien sabía Lauren que aquello no pudo ser obra de alguien más.
—Ya veo, gracias por la información, ya puedes retirarte.— le ordenó al hombre, y optó por no decir palabra alguna hasta no escuchar que se encontrara lo suficientemente lejos de las habitaciones.
El volteo de la daga entre las manos de la Inquisidora se detuvo, dejando la misma a un costado sobre una mesa que servía para dejar aquellos objetos más pequeños. Solo entonces su atención se posó en la joven, con suerte superaba los veinte años y aún así se mostraba tan segura de si misma o bien, ocultaba de forma perfecta su nerviosismo permaneciendo ahí con vampiresa.
—Buena noche, Violette Alexis Princewater, un gran nombre sin duda alguna.— comentó, refiriéndose al énfasis que había dado su propio tío para mencionarlo, demasiado protocolo que por lo general ella misma dejaba a un lado.
—Me presento, Lauren Von Krautzs, dueña, ama y señora de la residencia.— añadió con ironía y vistazo de burla, dejando que su tono demostrara lo mucho que le molestaba continuar con las formalidades.
Avanzó hacia la humana, dando un par de vueltas a su alrededor, tomando una visión general de lo que era su contextura física, y que tan bien se mantenía bajo el hecho que tenía una cazadora frente a ella, demasiado joven por no decir una niña aún.
—A ver, Alexis.. ¿Está bien si te llamo así? — le interrogó, llevándose el índice contra los labios, golpeteándose los mismos, como si realmente no supiera por donde empezar.
—Ésto...— inició, volteándose para señalar el nuevo mecanismo que por lo visto, la joven dedicó tiempo y esfuerzo en construir. Incluso, hizo girar el mismo para que las armas pasearan frente a sus orbes.
—Es un gran acierto de tu parte, y debo decir que vas a ahorrarme valiosos minutos. Hiciste un buen trabajo.— le felicitó sin hacer gran alboroto y terminó por regalarle la primera sonrisa honesta que vería de ella.
Suspiró, y estirando sus brazos avanzó hasta el gran sofá que se encontraba en la habitación, dejándose caer en él de forma agraciada y alzó la mirada a la joven que se mantenía de pie como roca en el centro del lugar.
—Ven, siéntate junto a mí, quiero saber que más sabes hacer.— le invitó, dando unas palmadas sobre el sofá y se acomodó en una posición más cómoda para quedar de frente a ella cuando finalmente ocupó el lugar que le fue ofrecido.
—Debo confesar que en un inicio no estaba muy segura de permitirte la entrada, y quiero dejar claro que no era nada en tu contra es solo que, por razones obvias, debo mantener sol a personas de confianza a mi lado, ¿Entiendes? Pero siento que tú puedes ser de mucha utilidad aquí.— el tono de su voz se volvió más tranquilo, y por ende sería más llevadero para la recién llegada, que sin saberlo, había conseguido varios puntos a su favor.
Lauren Von Krautzs- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Lucky Girl [Lauren Von Krautzs]
What doesn't kill you makes you stronger.
El miedo que su tío siente, podría ser contagioso para la joven que espera paciente a ver qué es lo que está pasando, revisando con la mirada lo que hizo, reconociendo a tal grado -pues tal era su manera de analizar todo-, que algunas armas fueron movidas de lugar porque ella cuidaba mucho de acomodarlas de forma tal, que el mango fuera más accesible y en dos de ellas, es todo lo contrario dando prioridad a la mayor superficie sin reconocer que con la posición de los propios clavos, tiene más que suficiente para que se queden quietas. Coloca las manos a la espalda, quedando en total expectativa. ¿Qué querrá decirle? Su tío sigue tan tenso, que Violette se piensa tocarlo para ver si así se rompe como una cuerda de violín.
Muerde sus labios introduciendo los pliegues dentro de su boca para que ninguna palabra o bien, una sonrisa pueda emerger porque eso haría que su tío quedara en mala posición y eso sólo puede significar que la linchen. Lo despiden con tal velocidad, que seguro tardaría más en desechar algo a la basura. Con ese frío desdén típico de los inquisidores enlistados. Si lo conocerá ella, que vivió con tantos. El hombre le echa una mirada que no deja lugar a dudas que como toque siquiera la línea de lo indebido, la enviará de regreso a Venecia. Sólo le queda cerrar los ojos de forma tal, que él comprenda que acatará las órdenes. Cuando fue el reparto de la paciencia, Violette se formó diez veces, así que le sobra. Su carácter calmo es difícil de picotear y fisurar para que la impertinencia emerja. Espera a que todo ésto inicie, lo que sea que la vampiresa tenga planeado. Los pasos del varón por fin dejan de oírse, retomando el asunto en tanto la daga sigue siendo manoseada.
El largo nombre de Violette le provoca un encogimiento de hombros a forma de disculpa. La presentación es seguida por una reverencia que la joven le dedica a la mayor. - Es un gran placer, señora - vuelve a su posición. ¿Por qué está tan tranquila? Porque también en casa pasaron tantos inquisidores buenos, malos, amables, ariscos, molestos, que para la muchacha, Lauren es una más a quien hay que complacer. En tanto le guste lo que hace, entonces su relación seguirá viento en popa. Manteniendo la vista al frente, la ve acercarse. Cualquiera temblaría con la presencia de la señora de la casa, en cambio, Violette se siente inexplicablemente atraída hacia su persona. Por esos ojos que la atrapan, que la subyugan. Esa voz que es dulce como vibrante, fuerte y aguerrida. Es un soldado digno de admiración y más para esta joven que busca figuras así para seguir sus pasos, sabiendo que el mundo, tarde que temprano, tendrá que dar un gran giro y quizá, la igualdad de hombres y mujeres sea justo la última barrera que caerá.
Se siente rondada por un depredador, vuelta y vuelta la observa, no pierde detalle de su figura. Mantiene la posición entre relajada y firme. Demostrar miedo a un aliado, es equivalente a que te desechen con facilidad y la vampiresa ya dejó bien claro que es una exquisita con quienes la rodean. - Si le gusta así, no tengo inconveniente, sólo le pido paciencia porque todavía me cuesta contestar a mi segundo nombre. Mi padre me llama "Violette", mi madre me decía "Viola" y para mis amigos, con "Lexy" era suficiente. Le pido por favor sólo eso, paciencia si no volteo a mirarla la primera vez - le llama la atención a los paneles. Los observa con interés, esperando a que tengan algún defecto para su fina vista. Asiente con la cabeza con la felicitación. Esa es su respuesta aunada a una sonrisa complacida, que es contestada por la de su jefa.
Lauren, sonriendo, es la mujer más bella, se descubre pensado con sorpresa. Tiene la combinación de elegancia y altivez perfectas. Disfruta paseando la mirada por su figura, por su cabello, sus facciones. Incluso su manera de tomar asiento es sensual y posee un toque muy sexy. Le obedece acercando sus pies hasta el mueble, acomodando las sentaderas con las manos en los muslos. Se dedica a asentir con la cabeza empezando a tomar confianza. - Lo comprendo, señora. No se preocupe por ello, en su posición, tiene que ser muy cuidadosa con quien se rodea, cualquiera puede ser un espía - si lo sabrá ella que lo vio en Venecia. Su mirada recorre la estancia antes de sonreír - me disculparé, pero soy un alma inquieta - se levanta para ir a por uno de los arcos, recorriendo de nuevo la distancia hasta llegar a donde su jefa. - Veamos, podemos cambiar varias cosas para ayudarla en su misión. Puntas de baño de plata, sé que eso ya está muy visto, pero hay una nueva técnica donde las mismas pueden ser huecas y al contacto de la piel o el golpe de éste, sería tan sensible que caería a capa para desprender el veneno en el interior del enemigo. Puedo hacer lo típico: sumergir las puntas para que todas éstas queden impregnadas, pero eso significa incluso que su propio cuerpo sufra las consecuencias porque la ponzoña que utilizo, puede terminar gangrenando ahí donde se introduce - su tono es bastante profesional.
Se desenvuelve demasiado bien para lo joven que es - puedo mejorar el arco, dándole un apoyo mayor para que la flecha termine llegando más lejos. Incluso, hay algunos lentes que utilizamos en Venecia para darle una mira y que usted pueda acertar en el blanco a una distancia más grande. Sé que sus habilidades son suficientes para lograr un éxito rotundo, pero algunos de los inquisidores nos decían que hay momentos en que una sola flecha hace la diferencia. Para esos momentos, la mira sería perfecta. Igual, pensé en que utiliza bastantes armas afiladas, podríamos hacer algunos nuevos modelos que son más prácticos a la mano, conseguí un grupo de herreros que están dispuestos a ayudarnos y también, unos carpinteros. Con eso, puedo crear lo que sea. Incluso, tengo unos colegas que están viendo hacer una armadura moldeable, menos pesada y que complique menos los movimientos protegiendo más el cuerpo - son demasiadas las cosas que le gustaría hacer. La pregunta es ¿Qué prefiere la Inquisidora
Muerde sus labios introduciendo los pliegues dentro de su boca para que ninguna palabra o bien, una sonrisa pueda emerger porque eso haría que su tío quedara en mala posición y eso sólo puede significar que la linchen. Lo despiden con tal velocidad, que seguro tardaría más en desechar algo a la basura. Con ese frío desdén típico de los inquisidores enlistados. Si lo conocerá ella, que vivió con tantos. El hombre le echa una mirada que no deja lugar a dudas que como toque siquiera la línea de lo indebido, la enviará de regreso a Venecia. Sólo le queda cerrar los ojos de forma tal, que él comprenda que acatará las órdenes. Cuando fue el reparto de la paciencia, Violette se formó diez veces, así que le sobra. Su carácter calmo es difícil de picotear y fisurar para que la impertinencia emerja. Espera a que todo ésto inicie, lo que sea que la vampiresa tenga planeado. Los pasos del varón por fin dejan de oírse, retomando el asunto en tanto la daga sigue siendo manoseada.
El largo nombre de Violette le provoca un encogimiento de hombros a forma de disculpa. La presentación es seguida por una reverencia que la joven le dedica a la mayor. - Es un gran placer, señora - vuelve a su posición. ¿Por qué está tan tranquila? Porque también en casa pasaron tantos inquisidores buenos, malos, amables, ariscos, molestos, que para la muchacha, Lauren es una más a quien hay que complacer. En tanto le guste lo que hace, entonces su relación seguirá viento en popa. Manteniendo la vista al frente, la ve acercarse. Cualquiera temblaría con la presencia de la señora de la casa, en cambio, Violette se siente inexplicablemente atraída hacia su persona. Por esos ojos que la atrapan, que la subyugan. Esa voz que es dulce como vibrante, fuerte y aguerrida. Es un soldado digno de admiración y más para esta joven que busca figuras así para seguir sus pasos, sabiendo que el mundo, tarde que temprano, tendrá que dar un gran giro y quizá, la igualdad de hombres y mujeres sea justo la última barrera que caerá.
Se siente rondada por un depredador, vuelta y vuelta la observa, no pierde detalle de su figura. Mantiene la posición entre relajada y firme. Demostrar miedo a un aliado, es equivalente a que te desechen con facilidad y la vampiresa ya dejó bien claro que es una exquisita con quienes la rodean. - Si le gusta así, no tengo inconveniente, sólo le pido paciencia porque todavía me cuesta contestar a mi segundo nombre. Mi padre me llama "Violette", mi madre me decía "Viola" y para mis amigos, con "Lexy" era suficiente. Le pido por favor sólo eso, paciencia si no volteo a mirarla la primera vez - le llama la atención a los paneles. Los observa con interés, esperando a que tengan algún defecto para su fina vista. Asiente con la cabeza con la felicitación. Esa es su respuesta aunada a una sonrisa complacida, que es contestada por la de su jefa.
Lauren, sonriendo, es la mujer más bella, se descubre pensado con sorpresa. Tiene la combinación de elegancia y altivez perfectas. Disfruta paseando la mirada por su figura, por su cabello, sus facciones. Incluso su manera de tomar asiento es sensual y posee un toque muy sexy. Le obedece acercando sus pies hasta el mueble, acomodando las sentaderas con las manos en los muslos. Se dedica a asentir con la cabeza empezando a tomar confianza. - Lo comprendo, señora. No se preocupe por ello, en su posición, tiene que ser muy cuidadosa con quien se rodea, cualquiera puede ser un espía - si lo sabrá ella que lo vio en Venecia. Su mirada recorre la estancia antes de sonreír - me disculparé, pero soy un alma inquieta - se levanta para ir a por uno de los arcos, recorriendo de nuevo la distancia hasta llegar a donde su jefa. - Veamos, podemos cambiar varias cosas para ayudarla en su misión. Puntas de baño de plata, sé que eso ya está muy visto, pero hay una nueva técnica donde las mismas pueden ser huecas y al contacto de la piel o el golpe de éste, sería tan sensible que caería a capa para desprender el veneno en el interior del enemigo. Puedo hacer lo típico: sumergir las puntas para que todas éstas queden impregnadas, pero eso significa incluso que su propio cuerpo sufra las consecuencias porque la ponzoña que utilizo, puede terminar gangrenando ahí donde se introduce - su tono es bastante profesional.
Se desenvuelve demasiado bien para lo joven que es - puedo mejorar el arco, dándole un apoyo mayor para que la flecha termine llegando más lejos. Incluso, hay algunos lentes que utilizamos en Venecia para darle una mira y que usted pueda acertar en el blanco a una distancia más grande. Sé que sus habilidades son suficientes para lograr un éxito rotundo, pero algunos de los inquisidores nos decían que hay momentos en que una sola flecha hace la diferencia. Para esos momentos, la mira sería perfecta. Igual, pensé en que utiliza bastantes armas afiladas, podríamos hacer algunos nuevos modelos que son más prácticos a la mano, conseguí un grupo de herreros que están dispuestos a ayudarnos y también, unos carpinteros. Con eso, puedo crear lo que sea. Incluso, tengo unos colegas que están viendo hacer una armadura moldeable, menos pesada y que complique menos los movimientos protegiendo más el cuerpo - son demasiadas las cosas que le gustaría hacer. La pregunta es ¿Qué prefiere la Inquisidora
Violette Princewater- Cazador Clase Media
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Re: Lucky Girl [Lauren Von Krautzs]
"You all feel the same so, why can't we just admit it?
Blood like rain fallin' down".
Blood like rain fallin' down".
La Inquisidora no podía estar acostumbrada a ser complacida, sobretodo en su propio hogar. Las cosas iban tal y como las mencionaba ella, no trabajaba con subordinados, y mucho menos con traidores, cada persona que cruzara el umbral de su puerta debía ser de su confianza, ya que protegía el lugar con excesos, incluso con guardias en las esquinas más discretas.
Sus deseos eran órdenes para todos, y punto, hasta que apareció la joven cazadora. Su entrada fue más bien inesperada, y por más que Lauren pensó seriamente en negarse, ya pronto de iba dando cuenta que su elección fue, evidentemente, la más acertada. Era como si hubiera contratado a una fabricante de armas profesional.
Los comentarios que lanzaba le hacía reír en su interior, estaba claro que como todos, lo único en lo que se enfocaba era en como complacerla, y oportunista que era Lauren, le dejaría hacer, dándole más cuerda para tener de donde sostenerse luego.
—No te preocupes, Alexis, te acostumbrarás. Y claro, tienes razón, los espías están en todos lados, es más, tienes a una frente a ti.— comentó con orgullo, evidenciando cual era su lugar dentro de la Inquisición.
Las misiones siempre iban y venían, pero para ella terminaban siendo bastante monótonas, por lo mismo cuando tenía la oportunidad de cortar un par de cabezas, no perdía oportunidad.
En cuanto la humana se ubicó junto a ella le regaló el primer gusto por su sangre, llevando ese aroma a recordarlo en su memoria desde ese instante, dulce y jovial, así como ella misma. La visión que daba sobre su persona, no concordaba en nada a como se expresaba en cuanto fue soltando la lengua para hablar acerca de todo lo que sabía hacer, y vaya que tenía conocimientos, ¿Hace cuánto tiempo había comenzado a crear cosas? ¿A los tres?
La mirada complacida de la vampiresa era evidente, recordando cada implemento que la contraria mencionaba y asentía de vez en cuando, pensando que había algunos de esos que ésta misma noche le dejaría encargados.
En menos de unos minutos la joven soltó un sin fin de ideas, que al aprecer las traía atoradas en la garganta desde que llegó y se dio cuenta en el lugar que había caído. Claramente la inmortal no la culpaba, ella también tuo sus inicios, también se sentía emocionada, y ahora era el turno de nuevas generaciones, ahí es donde entraba Alexis.
—Bien, prefecto, respira un poco que tú lo necesitas.— le pidió, haciéndole ver que casi corría con las palabras.
—Te haré una breve explicación de las armas que más uso, que evidentemente voy a necesitar; Arcos, porqué sí, la verdad, no soy muy partidaria de los ataque cuerpo a cuerpo, a no ser que sea un vampiro, ya que con ellos es mucho más jocoso, así que Lycans a distancia, ya que detesto terminar con la sangre de esos animales sobre mí, y respecto a los hechiceros, dependerá de la ocasión y mi humor.— hizo una pausa, asegurándose que la humana estuviera atenta guardando la información en su cerebro, ya que no repetiría las cosas.
—Dagas; Tengo miles de ellas, pero siempre termino usando un par, ¿Razón? La velocidad, deben cortar el aire con precisión, y la mayoría pierden impulso y dirección, un desperdicio de tiempo. Así que quiero que te enfoques principalmente en esas armas, ya lo más común, puedes dejarlo para el final; Estacas, cadenas y balas de plata y todos los pequeños artilugios complementarios.— finalizó, llevando su diestra para acomodar su cabellera sobre el hombro derecho.
Su forma de analizar a la cazadora no pasaría desapercibida por ella, ya que si de observar se trataba, Lauren podía ser una completa descarada, por lo que el recorrido de pies a cabeza que se llevó la joven no fue menor, vista rápida que le mostró lo atractiva que era, mezclada con una dulzura que terminaba por enternecer a la Inquisidora. Y en conjunto de todo aquello, le llevaría a comentar algo que podría ser muy valioso para la humana.
—Siento que vamos a llevarnos muy bien, Alexis, solo procura no cometer errores.— tal vez la contraria no dimensionaría cuan grande podía ser esa frase, pero el tiempo sería un valioso mapa que le llevaría a descifrar las palabras de la inmortal.
Lauren Von Krautzs- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Lucky Girl [Lauren Von Krautzs]
Believe me,
you will have a good time.
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Pareciera que está con una persona a la que le interesa tener todo a la última era, lo cual le emociona porque significa que tendrá trabajo y no se va a aburrir, lo que sería horrible para alguien como Violette, que busca estar todo el tiempo activa. Le sorprende saber que es una espía, por el tipo de armas conservadas en el sitio, pensó que sería un soldado como mínimo. Las dos facciones con mayor actividad son esas: soldados o espías. Los tecnólogos sólo las tienen para probar las invenciones y los bibliotecarios, esos son ratas con lentes, dicen algunos. La mención de que tiene que respirar lleva en consecuencia que la joven eche la cabeza a un lado haciendo que los mechones de sus cabellos caigan por la atracción de la gravedad. ¿Respirar? Su rostro pone una expresión de curiosidad porque no entiende de qué le habla. Termina encogiendo los hombros, llevándolos al norte de su cuerpo para dejarlos caer dejando pasar el instante.
Así es Violette, no se aferra demasiado a las situaciones o a las sensaciones. De ser así, sería imposible avanzar y a ella le encanta poner pie delante y el otro y así hasta llegar a donde quiere ir. Medita lo que le dice con interés, golpeteando con suavidad su barbilla con los dedos de su diestra en alternados movimientos. Entrecierra el párpado izquierdo pensando en algo en particular. Se acerca sin dudar a la mesa jalando uno de los cajones para sacar las hojas, las tizas y hacer anotaciones. - Vampiros, cuerpo a cuerpo. Licántropos, armas arrojadizas, disparos a la distancia, ¿Gusta de usar armas de fuego o sólo arcos y otros objetos? - lo de los hechiceros lo deja con un signo de interrogación. Jala el asiento para poner el trasero jugueteando con la tiza en tanto sus ojos recorren el lugar. - Incluso puedo darle algunas ventajas que como humano las necesitará si tiene que combatir a algún hombre lobo, que son los más agresivos de los enemigos, por aquello de su instinto animal - ahí descubre a su tío. Él no le dijo que su señora era una vampiresa. Le dijo que trabajaría de sol a sol, no de noche a noche. Y eso no significa que descubra la verdad.
Asiente con la siguiente explicación, hace las anotaciones a un lado de la hoja cual lluvia de ideas, circulando la palabra referente a las dagas. - De acuerdo, pero no me gusta el viejo arsenal, en Venecia estamos pugnando por las mejoras y la innovación. Jugueteamos con nuevos diseños, el problema es que hay que probarlos antes de que funcionen. Y por las dagas, sé de qué habla. Papá tenía a un soldado que siempre se quejaba de lo mismo: que sus dagas eran muy pesadas, poco ligeras y sin puntería. Lo solucionamos muy fácil, las hechizamos - se sonríe divertida - utilizamos todos los recursos a favor de la inquisición y los hechiceros son uno de ellos. Las dagas terminan teniendo un balance perfecto, la velocidad de un rayo e inclusive, estábamos intentando hacer que al contacto del cuerpo, pudieran descargar electricidad - las últimas palabras le callan -por fin- haciendo que ladeé de nuevo la cabeza.
Introduce los labios dentro de su boca colocando los pliegues en medio de sus dientes delanteros - y habrá momentos que no pueda cumplir con esa petición. Errores entre los tecnólogos siempre los va a haber, porque somos de error y acierto. Puedo comprometerme a revisar las armas, a ser quisquillosa y hacer bien mi trabajo, pero en ocasiones, tengo que volver a rehacer todo cuando el soldado llega diciendo que no le sirvió o bien, me dice los fallos. Así que no puedo hacer esa promesa - mira sus anotaciones con una mueca de desilusión. Si la espía espera que todo sea perfecto, está en un error garrafal - no puedo entonces desempeñar el trabajo. Me dedicaré pues, a tenerle todo arreglado y limpiar como me indicó mi tío. ¿Le parece bien? Si no le sirvo así, entonces pues le pido que me deje quedarme una semana a lo menos, le mandaré un telegrama a mi padre y que decida qué hacer conmigo. Y gracias por la oportunidad - dobla las hojas donde escribiera por la mitad. Así, no se puede trabajar. Perfección no hay, pues la ciencia es tal cual, una constante de variables que se descartan y una sola de éstas, muestra el camino del éxito. Es más fácil encontrar una aguja en u pajar.
Así es Violette, no se aferra demasiado a las situaciones o a las sensaciones. De ser así, sería imposible avanzar y a ella le encanta poner pie delante y el otro y así hasta llegar a donde quiere ir. Medita lo que le dice con interés, golpeteando con suavidad su barbilla con los dedos de su diestra en alternados movimientos. Entrecierra el párpado izquierdo pensando en algo en particular. Se acerca sin dudar a la mesa jalando uno de los cajones para sacar las hojas, las tizas y hacer anotaciones. - Vampiros, cuerpo a cuerpo. Licántropos, armas arrojadizas, disparos a la distancia, ¿Gusta de usar armas de fuego o sólo arcos y otros objetos? - lo de los hechiceros lo deja con un signo de interrogación. Jala el asiento para poner el trasero jugueteando con la tiza en tanto sus ojos recorren el lugar. - Incluso puedo darle algunas ventajas que como humano las necesitará si tiene que combatir a algún hombre lobo, que son los más agresivos de los enemigos, por aquello de su instinto animal - ahí descubre a su tío. Él no le dijo que su señora era una vampiresa. Le dijo que trabajaría de sol a sol, no de noche a noche. Y eso no significa que descubra la verdad.
Asiente con la siguiente explicación, hace las anotaciones a un lado de la hoja cual lluvia de ideas, circulando la palabra referente a las dagas. - De acuerdo, pero no me gusta el viejo arsenal, en Venecia estamos pugnando por las mejoras y la innovación. Jugueteamos con nuevos diseños, el problema es que hay que probarlos antes de que funcionen. Y por las dagas, sé de qué habla. Papá tenía a un soldado que siempre se quejaba de lo mismo: que sus dagas eran muy pesadas, poco ligeras y sin puntería. Lo solucionamos muy fácil, las hechizamos - se sonríe divertida - utilizamos todos los recursos a favor de la inquisición y los hechiceros son uno de ellos. Las dagas terminan teniendo un balance perfecto, la velocidad de un rayo e inclusive, estábamos intentando hacer que al contacto del cuerpo, pudieran descargar electricidad - las últimas palabras le callan -por fin- haciendo que ladeé de nuevo la cabeza.
Introduce los labios dentro de su boca colocando los pliegues en medio de sus dientes delanteros - y habrá momentos que no pueda cumplir con esa petición. Errores entre los tecnólogos siempre los va a haber, porque somos de error y acierto. Puedo comprometerme a revisar las armas, a ser quisquillosa y hacer bien mi trabajo, pero en ocasiones, tengo que volver a rehacer todo cuando el soldado llega diciendo que no le sirvió o bien, me dice los fallos. Así que no puedo hacer esa promesa - mira sus anotaciones con una mueca de desilusión. Si la espía espera que todo sea perfecto, está en un error garrafal - no puedo entonces desempeñar el trabajo. Me dedicaré pues, a tenerle todo arreglado y limpiar como me indicó mi tío. ¿Le parece bien? Si no le sirvo así, entonces pues le pido que me deje quedarme una semana a lo menos, le mandaré un telegrama a mi padre y que decida qué hacer conmigo. Y gracias por la oportunidad - dobla las hojas donde escribiera por la mitad. Así, no se puede trabajar. Perfección no hay, pues la ciencia es tal cual, una constante de variables que se descartan y una sola de éstas, muestra el camino del éxito. Es más fácil encontrar una aguja en u pajar.
Violette Princewater- Cazador Clase Media
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Re: Lucky Girl [Lauren Von Krautzs]
"Don't look me at like I'm a monster...
Frown out your one face, but with the other".
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Sin duda entre todas las palabras que veía nacer con tanta rapidez de la boca ajena, estaba claro que no todas las pasaría por alto. La inmortal valoraba en demasía la lealtad de quienes le rodeaban, y al parecer había escogido bien en quienes depositaría su confianza. Uno de ellos fue el mismísimo tío de la joven, quien al parecer le dio muchas instrucciones específicas a Violette, y aunque lo hizo de maravillas, sabiendo - o esperando - que la joven seguiría sus instrucciones y terminaría haciendo un buen trabajo, pero aún así se encargó de mantener resguardada su naturaleza, esperando que probablemente fuera ella quien le revelara la verdad, situación que sería lo más justo, nada conseguiría con tener una venda sobre los ojos de quien estaba entusiasmada de trabajar para ella. Y lo haría, claro que lo haría, a su manera.
—Si quieres crear armas de fuego, perfecto. Si eres capaz de hacer que las puntas de las flechas se mantengan encendidas antes de lanzar, perfecto. Crea lo que se te venga a la cabeza, y consideres que puedo usarlo. Por otro lado, no te preocupes de fabricar armaduras, ni nada de eso para mí.— le aconsejó, en primer lugar porque no las usaría y solo serían un estorbo para moverse con la agilidad que poseía, y en segundo lugar porque realmente no las necesitaba.
—Si es el caso, yo misma puedo darte contacto de hechiceros que están de nuestro lado, solo debes pedir lo que necesites. De alguna manera lo conseguiremos para ti, todo con tal de que hagas un excelente trabajo.— sus palabras denotaban la seguridad, las ganas que tenía por tener un arsenal digno, mismo que le permitiría una ventaja envidiable.
Pero fue luego de su comentario, que fue consciente en cuanto la joven comenzó a derretir su entusiasmo frente a ella, al parecer la humana era capaz de tomarse sus palabras muy a pecho de una forma equivocada.
—Ya veo que no comprendiste a que me refería. Los errores con las armas los he tenido desde el día uno, y seguiré teniéndolos hasta que acaben conmigo.— comentó, poniéndose de pie para acercase a la contraria que le observaba con la misma atención que ella estaba reclamando ahora.
—Con "errores" me refiero a ti, puedo aceptar fallos con las armas, pero no voy a tolerar algún tipo de traición por tu parte. Errores, dar mi posición, alertar a quien sea que se me haya encargado, que interfieras en mis misiones. Esos, Alexis, son errores que no puedes cometer.— se expresó con la mayor claridad posible, la humana necesitaba tener claros esos importantes detalles. La Inquisidora no daba segundas oportunidades.
Guardó silencio y acercó su mano para tomar el papel que antes la fémina utilizaría para anotar sus peticiones, dejándolo sobre la mesa se centro para concentrar su vista en ella.
—Por otro lado, creo que no se te dijo todo.— murmuró, tomando la cálida mano femenina para ubicar sus dedos sobre la muñeca de su propia zurda, ahí donde en lugar de estar su pulso, era solo quietud.
—¿Lo entiendes ahora? No soy una simple humana que va tras los sobrenaturales. Hace más de mil años que dejé de serlo, así que no es necesario que gastes tu tiempo en implementos que, te aseguro, no necesitaré.— terminaría de aclarar ciertas dudas antes de liberar la mano de la joven, dándole la espalda hasta llegar a la puerta de la habitación.
Su mano sostuvo el pómulo, rodando para finalmente terminar la charla tan confidencial que tuvieron, y esperaba que a esas horas, la gran mayoría de la servidumbre ya estuvieran en sus habitaciones.
—¿Vienes? — le interrogó con curiosidad, al ver que aún continuaba pegada a la silla. Lauren quería saber más de la joven, había algo en ella que le causaba curiosidad. Tal vez esa manera diferente de observarla, o el como era la única con tanta seguridad para hablarle viéndola a los ojos sin temor, y de seguro podría continuar averiguándolo en otro sitio, mucho más ameno que una habitación tapizada en armas.
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Re: Lucky Girl [Lauren Von Krautzs]
She really doesn't like to wait
Not really into hesitation.
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En algún lado se perdió. Porque la señora hablaba que no le gustaban los fallos por un lado y por el otro, está poniéndole en bandeja hasta a un grupo de hechiceros para que puedan hacer las puntas de las flechas con las habilidades que descubrieran en Venecia. Se mordisquea la uña del dedo índice izquierdo escuchando atenta tal cual lo hiciera la otra con su discurso. Mientras lo hace, sus ojos pasean como pájaros en pleno vuelo de libertad por las facciones de la fémina, esos movimientos elegantes, educados, que parecen estudiados durante mucho tiempo y quizá, sólo fuesen naturales. ¿Cómo aprendió a moverse así? Es como si Violette fuera una polilla y la señora una flama en la cual quisiera derretirse. ¡Qué cosas piensa, por dios! Por eso es que su padre le hizo empacar y largarse de Venecia hasta que meditara bien sus actos. Como si sus impulsos fueran pecaminosos -que según la religión lo son- y tuviera que latiguearse para fijarse en los hombres. Si fuera tan fácil, Violette ya estaría casada y con dos retoños.
Barre todas las ideas de su mente para reorganizarse de nuevo. Sí a las armas, no a las protecciones. Es una humana, por Dios, que no tenga protecciones es imán a venir herida cada dos por tres. Y ahora que medita esto, se fija en sus brazos impolutos. ¿Será que no tiene ninguna herida visible? Quizá tenga un poderoso hechicero que le haga conjuros para curar. No sabe qué tan fuertes puedan ser como para que la piel de la inquisidora parezca de bebé. Ay, qué envidia. Ni con todas las cremas y ungüentos que se pone, logra un efecto igual. La ve ponerse en pie corrigiendo sus impresiones. Si ese no es el error imperdonable ¿Cuál es? Parpadea porque no tiene más que hacer, ese charming de la inquisidora le eriza los vellos de la piel. Le gustaría ponerse en pie y averiguar si su piel es tan suave como se ve. Si su olor es tan delicioso como aprecia a pesar de la distancia. ¡Es una coqueta! ¿Y para qué negar lo que a simple vista no se juzga?
Parpadea con la fiereza que se imprime en las palabras. Vuelta a alzar y bajar las pestañas como aleteos de mariposa hasta que ladea la cabeza y susurra bajo: - es curioso, para alertar a cualquiera que sea su presa, debería conocer sus misiones. Y aunque las conozca, acabo de llegar de Venecia. Es imposible que pueda relacionarme con alguien si voy a estar trabajando en su hogar, con la mirada atenta de mi tío sobre mis pasos. Además, soy hija de un inquisidor. ¿Por qué tendría que informar a sus blancos de que va a por ellos? La simple concepción de la idea es ridícula - razona con lógica. Se acaricia el brazo izquierdo con la palma derecha. - No soy una soplona, hago trabajo de campo de vez en vez y eso porque me gusta aprender a ser una cazadora. Saber defenderme está en mis tareas y mis anhelos. ¿Por qué me echaría encima a una inquisidora de su experiencia? ¿Qué obtendría a cambio que valiera la pena? Ni mi vida porque usted me la quitaría en un santiamén - le hace ver su pensamiento, cómo razona, cómo lo haría si alguien la intentara obligar.
Y para rematar, termina de decirle: - En cambio, haría lo mismo que en Venecia. Llegaron para sacarme información de Carlo, un inquisidor, le inventé varias cosas entremezclando con algo de verdad que no comprometiera a su verdugo y cuando se fueron, fui a con Carlo a decirle quién vino, por qué vino, qué le dije y él se preparó para matarlos. Hizo carnicería - se encoge de hombros. Mantiene el silencio cuando toma su mano y la lleva a la muñeca. A pesar de no ser médico, puede encontrar fácil el ritmo cardíaco y por más que se esfuerza, no lo logra. Y la frialdad de su piel dice mucho de con quién se encuentra. Asiente solemne, la mira ir hacia la puerta y le rebota. - Lo mismo dijo la mano derecha de los espías y terminó muerto. Nunca está de más algo de protección extra, sobre todo con los licántropos en noche de luna llena - razona, pero si ella dice que no, será no.
Se pone en pie para seguirla, - le acompaño - avanza a sus espaldas cuidando de apagar las luces tras ella, tomando el candelabro para guiarse porque a diferencia de la vampiresa, ella no tiene agudizados los sentidos. - ¿Alguna técnica en particular que le guste hacer? ¿Algo con explosivos quizá? Puedo hacer una tipo esfera que estalle arrojando partículas de plata por doquier, por supuesto que usted no puede estar cerca o terminará herida - se le ocurre. Sus ojos se fijan en la figura de la inquisidora. Recorren su cabello en tan elaborado moño, la elegante línea de su espalda, la sinuosa curva de su trasero. Aprieta las manos. Otra vez está el diablo incitando sus deseos y como se le salga de control, esta vampiresa seguro que le pone un alto brutal. Se obliga a sacar de su mente esta atracción que siente por ella, concentrarse en el trabajo es mejor. - Si gusta, puede dejarme un listado con mi tío de lo que necesite y en el día lo confecciono mientras descansa, así no le quito su valioso tiempo - mientras más lejos esté de ella, será mejor. Mil veces mejor.
Se alejará de tentaciones y vaya que esta mujer la tienta, la tienta como ninguna antes.
Barre todas las ideas de su mente para reorganizarse de nuevo. Sí a las armas, no a las protecciones. Es una humana, por Dios, que no tenga protecciones es imán a venir herida cada dos por tres. Y ahora que medita esto, se fija en sus brazos impolutos. ¿Será que no tiene ninguna herida visible? Quizá tenga un poderoso hechicero que le haga conjuros para curar. No sabe qué tan fuertes puedan ser como para que la piel de la inquisidora parezca de bebé. Ay, qué envidia. Ni con todas las cremas y ungüentos que se pone, logra un efecto igual. La ve ponerse en pie corrigiendo sus impresiones. Si ese no es el error imperdonable ¿Cuál es? Parpadea porque no tiene más que hacer, ese charming de la inquisidora le eriza los vellos de la piel. Le gustaría ponerse en pie y averiguar si su piel es tan suave como se ve. Si su olor es tan delicioso como aprecia a pesar de la distancia. ¡Es una coqueta! ¿Y para qué negar lo que a simple vista no se juzga?
Parpadea con la fiereza que se imprime en las palabras. Vuelta a alzar y bajar las pestañas como aleteos de mariposa hasta que ladea la cabeza y susurra bajo: - es curioso, para alertar a cualquiera que sea su presa, debería conocer sus misiones. Y aunque las conozca, acabo de llegar de Venecia. Es imposible que pueda relacionarme con alguien si voy a estar trabajando en su hogar, con la mirada atenta de mi tío sobre mis pasos. Además, soy hija de un inquisidor. ¿Por qué tendría que informar a sus blancos de que va a por ellos? La simple concepción de la idea es ridícula - razona con lógica. Se acaricia el brazo izquierdo con la palma derecha. - No soy una soplona, hago trabajo de campo de vez en vez y eso porque me gusta aprender a ser una cazadora. Saber defenderme está en mis tareas y mis anhelos. ¿Por qué me echaría encima a una inquisidora de su experiencia? ¿Qué obtendría a cambio que valiera la pena? Ni mi vida porque usted me la quitaría en un santiamén - le hace ver su pensamiento, cómo razona, cómo lo haría si alguien la intentara obligar.
Y para rematar, termina de decirle: - En cambio, haría lo mismo que en Venecia. Llegaron para sacarme información de Carlo, un inquisidor, le inventé varias cosas entremezclando con algo de verdad que no comprometiera a su verdugo y cuando se fueron, fui a con Carlo a decirle quién vino, por qué vino, qué le dije y él se preparó para matarlos. Hizo carnicería - se encoge de hombros. Mantiene el silencio cuando toma su mano y la lleva a la muñeca. A pesar de no ser médico, puede encontrar fácil el ritmo cardíaco y por más que se esfuerza, no lo logra. Y la frialdad de su piel dice mucho de con quién se encuentra. Asiente solemne, la mira ir hacia la puerta y le rebota. - Lo mismo dijo la mano derecha de los espías y terminó muerto. Nunca está de más algo de protección extra, sobre todo con los licántropos en noche de luna llena - razona, pero si ella dice que no, será no.
Se pone en pie para seguirla, - le acompaño - avanza a sus espaldas cuidando de apagar las luces tras ella, tomando el candelabro para guiarse porque a diferencia de la vampiresa, ella no tiene agudizados los sentidos. - ¿Alguna técnica en particular que le guste hacer? ¿Algo con explosivos quizá? Puedo hacer una tipo esfera que estalle arrojando partículas de plata por doquier, por supuesto que usted no puede estar cerca o terminará herida - se le ocurre. Sus ojos se fijan en la figura de la inquisidora. Recorren su cabello en tan elaborado moño, la elegante línea de su espalda, la sinuosa curva de su trasero. Aprieta las manos. Otra vez está el diablo incitando sus deseos y como se le salga de control, esta vampiresa seguro que le pone un alto brutal. Se obliga a sacar de su mente esta atracción que siente por ella, concentrarse en el trabajo es mejor. - Si gusta, puede dejarme un listado con mi tío de lo que necesite y en el día lo confecciono mientras descansa, así no le quito su valioso tiempo - mientras más lejos esté de ella, será mejor. Mil veces mejor.
Se alejará de tentaciones y vaya que esta mujer la tienta, la tienta como ninguna antes.
Violette Princewater- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 26/08/2018
Re: Lucky Girl [Lauren Von Krautzs]
"Just because we check the guns at the door
Doesn't mean our brains will change from hand grenades".
Doesn't mean our brains will change from hand grenades".
Puso especial atención al tono que usaba la humana al referirse a ella, uno que bordeaba la preocupación por no faltarle el respeto y el como debatía ciertos aspectos que para ella no eran negociables. Si bien, valoraba el hecho de que se esforzara en darle énfasis a sus creaciones para ayudarla, no disfrutaría de sentirse agobiada por las mismas. La vampiresa tenía su manera de trabajar y no era algo que luego de siglos vendría a cambiar, en cambio la joven, era esa, una jovencita que recién estaba aprendiendo a vivir, y realizar su trabajo, y por su lado Lauren no podría juzgar antes de ver, y era precisamente eso lo que planearía para un futuro cercano. Tendría que analizar si contaba con las facilidades para realizar su labor, ya que los aficionados, por lo general, quedaban en el camino. Lo había visto muchas veces, y realmente ansiaba que no fuera el caso de la joven.
Sus pasos fueron tranquilos por el pasillo, sacándole un par de ventaja a su compañera para guiarla hasta el salón, en donde ella misma se acercaría para arrebatar con cuidado el candelabro de sus manos y encender las velas del lugar, luz tenue y suficiente para que ella pudiera tener una visión global del lugar. Por lo general los empleados solo ingresaban a limpiar, y se retiraban lo antes posible, nadie se quedaría ahí sin una invitación de la Inquisidora, y la única que tendría el privilegio esa noche sería la señorita Princewater.
—Toma asiento, Alexis.— le invitó, avanzando hacia uno de los bares que se encontraba en la esquina de la habitación, sirviendo dos copas de vino antes de regresar, ofreciéndole una de las copas.
—Debí preguntar si bebías o no, pero espero no recibir un rechazo de tu parte.— comentó con esa voz que acostumbraba a usar cuando buscaba conseguir algo, si bien ahora, no sería nada tan atrevido.
Tomó asiento frente a ella, cruzando su pierna para permitir que el vestido cayera doblando en su rodilla y bebió de su copa, esperando que la humana hiciera lo mismo, había algo en ella que le intrigaba, y como no le gustaba tener a personas tan cercanas siendo un misterio, debería iniciar por esa parte.
—Espero que no te moleste, pero siento que necesito saber más de las personas que comparten conmigo, sobretodo si van a ser más cercanas que de costumbre.— le comentó con seguridad, dejando en claro que desde ese momento la tendría más pendiente de sus pasos.
—Me gustaría saber la razón de tu venida aquí, si bien tu tío no me dio detalles, y en su momento yo tampoco los pedí, siento que es justo que me lo digas tú ahora, ¿Exiliada?— bromeó, sin saber que podría ser muy cercano a eso. Dio un nuevo trago a su copa, esperando las respuestas que exigió.
Por su parte no estaba preocupada, si le mentía u ocultaba información, lo sabría y con mayor énfasis buscaría saber el porqué, así que esperaba que la conversación fuera lo más honesta posible, para no caer en típico círculo viciosos de preguntar una y otra vez lo mismo, solo que alternando palabras.
—Y por supuesto quiero saber tus motivaciones, ya mencionaste tu cercanía con la Inquisición y demás, pero quiero saber que te motiva a ti en un aspecto mucho más personal, ¿Me explico?— la interrogación fue cargada de la curiosidad real que le provocaba. Ella sabía que la gran mayoría de los cazadores seguían esa regla familiar, y en ocasiones bastante oscuras, no eran precisamente lo que los primogénitos querían. No obstante, cuando la observaba a ella, veía algo más en sus ojos, un ligero brillo de maldad que no dejaba de parecerle atractivo.
En ese momento tuvo un par de ideas que comenzaron a vagar en su mente, tal vez, y con algo de suerte podría transforma a la joven en más que una simple empleada, ya que si veía en ella ese deseo de seguir sus pasos, de aprender, ella estaría dispuesta a ayudarla con su técnica. Pero antes que nada, la humana debía encargarse de mostrarle su seguridad y ganas de continuar con el sombrío camino. Si continuaba su propio destino, se convertiría en una asesina, eso sería ante los ojos del mundo y si bien, muchos la apoyarían comenzaría a forjar un odio con aquellos que la buscarían para hacerla pagar. La decisión era absolutamente personal, pero ahora esperaba que la compartiera con ella.
Lauren Von Krautzs- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Localización : Es un misterio.
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Datos de interés:
Re: Lucky Girl [Lauren Von Krautzs]
Why can't we say the things?
The things we wish we would?
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El silencio es su compañero hasta que llegan a donde la vampiresa quiere que permanezcan. Para Violette, el lugar es todo un misterio porque su tío se aferra a que concentre sus actividades en el área de la casa donde fue asignada y nada más. Supone que es para evitar que las servidumbre conozca todos los recovecos y quizá, vendan a su ama por más dinero o alguna mejor posición. En cuanto llegan, la vampiresa le toma el candelabro encendiendo ella misma las velas con una facilidad que denota el orden de todas las cosas, de lo contrario, sus movimientos no serían tan eficientes. Toma asiento en cuanto le indican y donde le dicen. Se recoge bien las faldas con tranquilidad mirando al frente cómo es que la inquisidora busca ir a donde tiene el bar, mientras observa el lugar desde su posición y sólo lo que alcanzan sus ojos a abarcar sin permitirse el lujo de mover demasiado la cabeza.
Alarga la mano tomando la copa de vino, es un movimiento con inercia. Alguien le ofrece, ella lo toma. Son modales y tal cual, sus padres se afanaron en que los tuviera y fuera la base de su interacción social. - Agradezco su amabilidad. Sí, una copa en la cena es la costumbre en mi familia. Mi padre invitaba a mi madre y cuando tuve la edad, extendió la cortesía - observa en silencio el líquido rojizo, aspira un poco su olor denotando que algo de vinos tiene conocimiento. Da un pequeño trago paladeando el sabor, las notas. Si bien la vampiresa toma asiento frente a ella, no parece incomodarle. Sostiene la copa con tranquilidad, mirando hacia su interlocutora. La frase que le dirige, deja en claro que si va a ser más íntima, necesita más datos.
Si supiera la clase de intimidad que la italiana desearía tener, quizá se replantearía sus palabras y la aprobación de que estuviera en su hogar. Su tensión es visible para alguien con tan buenos ojos y especializado en obtener de las personas, la mayor parte de la información con pocos actos. Remueve el líquido en la copa esperando a que tome aire y sus inquietudes, si bien intenta disfrazarlas con un tono ligero, le obligan a fruncir los labios y mirar el vino como si fuera lo más interesante de la habitación. Incómoda, se remueve de su asiento para tomar otra posición un poco más agradable para las tensas líneas de su cuerpo que de pronto parecen cuerdas de violín. La molestia se acumula en sus hombros y desearía darse un masaje, pero no sabe si será apropiado o no.
Por fin, decide hablar - es correcto. Mi padre decidió sacarme de Venecia en el primer barco que tuvo al alcance y luego, mandarme en tren hasta el más alejado de mis familiares - es su primer respuesta. Un nuevo trago relaja un poco más su cuerpo. La cantidad servida por la mujer resultó ser mayor a lo que su padre le daba cada noche y si bien está acostumbrada al vino todas las noches, la cantidad es un factor en contra. Da un tercer trago y luego, un cuarto terminando el líquido. - Me mandó lejos por lo que consideró una conducta impropia. Por prácticas que él no comprende de dónde fue que surgieron de su hija y lo demás, no tiene interés para usted - le observa con tono firme y al mismo tiempo educado. - Sé que es mi jefa, que debo tenerle respeto, pero tampoco veo la necesidad de confesarme como si usted fuera mi párroco. Así que espero sean suficientes mis palabras - suelta un suspiro largo y triste.
Se siente decepcionada por sus propios actos y por la determinación de su padre. Comprende que fue dura con la mujer y sacude la cabeza apretando los ojos. - Lo lamento, mis palabras fueron inapropiadas. Por favor, le suplico me disculpe, es un tema del que no me gustaría hablar. Si usted dice que no me tiene confianza, haré lo que sea para complacerla, pero no me pida que me abra como una flor porque la franqueza que le doy, no la recibo de usted y por lo tanto, no quiero decirle más - juguetea con sus manos, acaricia su piel reseca por la madera que utilizó y preparó para los paneles. Busca las palabras de la siguiente pregunta y al final, se encoge de hombros.
- Mi padre es tecnólogo, toda mi infancia la pasé mirando sus bocetos, acercándole herramientas o deteniendo algo para que lo pudiera acoplar. Me apasiona la creación, modificación, mantenimiento y restauración de todo tipo de armas. Aprendí que con ello, se combate el sadismo, la sed de sangre y la locura. Me esmero en ello, pero sé mis errores y es que yo no estoy en un combate para saber qué es lo que tengo que cuidar del soldado o del espía. Por eso empecé a ser entrenada, pero no completamos el adiestramiento por razones obvias, es decir, estoy en París y mis tutores en Venecia - se encoge de hombros. Para ella, todo ésto es así. Sin subterfugios ni dudas. Lo que le causa problema mencionar es su conducta impropia. Inmoral diría su padre. Por supuesto, fueron sus ojos los que la encontraron con una mujer en su cama.
Para Violette, el problema no fue que la encontrara, si no que llegó antes de que desapareciera las pruebas.
Alarga la mano tomando la copa de vino, es un movimiento con inercia. Alguien le ofrece, ella lo toma. Son modales y tal cual, sus padres se afanaron en que los tuviera y fuera la base de su interacción social. - Agradezco su amabilidad. Sí, una copa en la cena es la costumbre en mi familia. Mi padre invitaba a mi madre y cuando tuve la edad, extendió la cortesía - observa en silencio el líquido rojizo, aspira un poco su olor denotando que algo de vinos tiene conocimiento. Da un pequeño trago paladeando el sabor, las notas. Si bien la vampiresa toma asiento frente a ella, no parece incomodarle. Sostiene la copa con tranquilidad, mirando hacia su interlocutora. La frase que le dirige, deja en claro que si va a ser más íntima, necesita más datos.
Si supiera la clase de intimidad que la italiana desearía tener, quizá se replantearía sus palabras y la aprobación de que estuviera en su hogar. Su tensión es visible para alguien con tan buenos ojos y especializado en obtener de las personas, la mayor parte de la información con pocos actos. Remueve el líquido en la copa esperando a que tome aire y sus inquietudes, si bien intenta disfrazarlas con un tono ligero, le obligan a fruncir los labios y mirar el vino como si fuera lo más interesante de la habitación. Incómoda, se remueve de su asiento para tomar otra posición un poco más agradable para las tensas líneas de su cuerpo que de pronto parecen cuerdas de violín. La molestia se acumula en sus hombros y desearía darse un masaje, pero no sabe si será apropiado o no.
Por fin, decide hablar - es correcto. Mi padre decidió sacarme de Venecia en el primer barco que tuvo al alcance y luego, mandarme en tren hasta el más alejado de mis familiares - es su primer respuesta. Un nuevo trago relaja un poco más su cuerpo. La cantidad servida por la mujer resultó ser mayor a lo que su padre le daba cada noche y si bien está acostumbrada al vino todas las noches, la cantidad es un factor en contra. Da un tercer trago y luego, un cuarto terminando el líquido. - Me mandó lejos por lo que consideró una conducta impropia. Por prácticas que él no comprende de dónde fue que surgieron de su hija y lo demás, no tiene interés para usted - le observa con tono firme y al mismo tiempo educado. - Sé que es mi jefa, que debo tenerle respeto, pero tampoco veo la necesidad de confesarme como si usted fuera mi párroco. Así que espero sean suficientes mis palabras - suelta un suspiro largo y triste.
Se siente decepcionada por sus propios actos y por la determinación de su padre. Comprende que fue dura con la mujer y sacude la cabeza apretando los ojos. - Lo lamento, mis palabras fueron inapropiadas. Por favor, le suplico me disculpe, es un tema del que no me gustaría hablar. Si usted dice que no me tiene confianza, haré lo que sea para complacerla, pero no me pida que me abra como una flor porque la franqueza que le doy, no la recibo de usted y por lo tanto, no quiero decirle más - juguetea con sus manos, acaricia su piel reseca por la madera que utilizó y preparó para los paneles. Busca las palabras de la siguiente pregunta y al final, se encoge de hombros.
- Mi padre es tecnólogo, toda mi infancia la pasé mirando sus bocetos, acercándole herramientas o deteniendo algo para que lo pudiera acoplar. Me apasiona la creación, modificación, mantenimiento y restauración de todo tipo de armas. Aprendí que con ello, se combate el sadismo, la sed de sangre y la locura. Me esmero en ello, pero sé mis errores y es que yo no estoy en un combate para saber qué es lo que tengo que cuidar del soldado o del espía. Por eso empecé a ser entrenada, pero no completamos el adiestramiento por razones obvias, es decir, estoy en París y mis tutores en Venecia - se encoge de hombros. Para ella, todo ésto es así. Sin subterfugios ni dudas. Lo que le causa problema mencionar es su conducta impropia. Inmoral diría su padre. Por supuesto, fueron sus ojos los que la encontraron con una mujer en su cama.
Para Violette, el problema no fue que la encontrara, si no que llegó antes de que desapareciera las pruebas.
Violette Princewater- Cazador Clase Media
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