El cumpleaños del joven Attere [Privado / Éferon]

“I ricordi ritornano sotto forma di sguardo,
di primo bacio, dell'ultimo amaro addio”

traduzione:

Toda la tarde había permanecido durmiendo, la noche había sido devastadora y la siguiente debía estar fresco como una rosa. La señora Gilbert le había mandado el encargo de la sastrería, el traje que debía lucir al evento y de paso, tener ese detalle con él que tanto le agradaba. El sastre de siempre sabía sus medidas, solía ir a menudo con la dama y proporcionarle el mayor placer para el italiano, siempre impoluto y a ella como poco le importaba lo que dijesen , lo consentía a raudales por el simple hecho de compañía y buena conversación. Consideraba al italiano como su hijo, alguien muy querido desde que apenas era un niño, los Gilbert fueron amigos de la familia antes de que incluso Éferon naciera por lo que prácticamente lo había visto crecer ante sus ojos.

Despeinado, abrió la puerta y tomó el pedido en cuestión, le dio un par de monedas al repartidor, dejando seguidamente con mucho tacto el traje en la cama revuelta. Rufus lo observaba desde su rincón, jugando con un hueso que una amable señorita le había dado a cambio de mimos. Se aseó, permaneciendo en el agua unos minutos, su mente voló a un pasado no muy lejano en donde aún su apellido era reconocido, su bisabuelo comenzó con el negocio pero no llegó a buenas manos y él, más que encantado de seguir el legado, luchaba cada día por sostenerlo a flote y saldar las deudas para por fin comenzar una nueva vida.

Frente a su espejo de pie, de plata con pequeños dibujos de espirales de nácar, observó el resultado una vez puesto el dicho traje, le quedaba como un guante y volvía a brillar con luz propia. Sonrió frente al espejo antes de colocarse el sombrero, ese evento era importante, acudiría mucha gente y de paso, cerrar bocas con silenciosas palabras, tan sólo con su presencia. La mujer lo esperaba en su carruaje, vestida de forma elegante en tonos oscuros y galardonada de joyas, el hombre dejó un beso en su mejilla de lo más cariñoso a lo que la dama dejó escapar una suave risa.

-Cuando realmente creo que no puedes estar más hermoso, me sigues sorprendiendo. Buenas noches, hijo. Siento haberte avisado a última horas, esos acontecimientos de cumplir años son innecesarios ¿quién celebra tal cosa?  -Éferon le devolvió una sonrisa cómplice y marcharon hacia dicho lugar. Una vez llegaron, gran parte de los invitados ya habían llegado, ayudó a la mujer a bajar y de su brazo se adentraron con dicha invitación al interior del salón -Hace mucho que no vengo a esta casa, ¿me echarán? Los pensamientos de que me pagues por asistir para luego rematarlo en la cama… ¿no es divertido? -la mujer siseó riendo por lo bajo , entre ellos la familiaridad lo era todo -Lo es, por eso siempre prefiero venir contigo, siembro envidia…nadie es más elegante que tú, mi italiano ¿no son…? -distraído, miró hacia la dirección que señalaba con la cabeza pero le fue imposible visualizar nada, fue arrastrado aprisa hasta dichas personas a las que ella quería saludar. Quién iba a pensar que él también las conocería -Buenas noches y bienvenidas, ¡cuánto tiempo! ¿no crees, querido? -con el traspiés apenas le dio tiempo a reaccionar, sólo asintió y buscó la mirada ajena, una desconocida que le dejó petrificado sin poder articular palabra.

Traje:

Minuet:

Los primeros acordes de un minuet, le devolvieron a la realidad pues por un momento viajó en el tiempo en forma de recuerdos, un Éferon mucho más joven y alocado donde asistir a las fiestas significaba beber, comer y conocer de forma más íntima a las féminas, no había ninguna que se le resistiese. Era un crío descerebrado donde sólo terminar entre las piernas de una mujer era el objetivo, salvo una en concreto quién cambió por un periodo de tiempo, todo su mundo.

La señora Gilbert, le obligó prácticamente permanecer con ella, tirando de su brazo con determinación. La mujer entrada en años y a la que la vida le había enseñado tanto, no dejó pasar la oportunidad de saludar a sus viejos conocidos, también las de su acompañante. La sonrisa de la dama fue dedicada especialmente a Lorette, no le sorprendía lo lejos que había llegado, desde que tuvo uso de razón la pequeña avispada y talentosa, llevó por el camino de la perdición y viceversa, a su querido y amado italiano.

-Buenas noches, por supuesto que conozco a la señorita Lefoy, me alegra volverla a ver por París. Así que Directora, no es para menos, de niña ya destacaba por su inteligencia -Éferon sólo escuchaba en silencio sin poder articular palabra, ¿ella? Después de tanto tiempo, su sola presencia le incomodaba y no del modo que hubiese deseado , realmente no deseaba estar allí y podía saber porqué. Esconderse lo consideraba de cobardes por lo que tomó la mano de la acompañante de la joven, depositando un beso en su dorso, no perdió la sonrisa pero ante los ojos de la señora Gilbert podía leer la delicada situación que se vivía en esos instantes entre ambos jóvenes.

-Gianetti, Éferon Gianetti .-como buen caballero, ofreció su mano a la joven para ser tomada y realizar el mismo gesto, sólo que sí que buscó su mirada al dejar el suave beso en la piel, el cálido aliento del italiano acarició la zona en un descuido. La señora Gilbert, cambió de compañero de paseo, tomando a la tía de la joven y empujar de forma muy poco disimulada a Gianetti, insistiendo .

-Éferon, tengo que poner al día a la dama ¿un baile? -los ojos esmeralda del italiano se entrecerraron , le acababa de tender una trampa y no podía recriminárselo. Tendió su enguantada mano a la señorita guiándola a la pista, su mirada se perdió en el frente, hacía unos años se encontraban en un sitio similar pero él no llegó a bailar con ella. Con infinita suavidad enredó los dedos ajenos y la otra mano libre en el centro de su espalda, era violento, sentía hasta naúseas y por un segundo se olvidó hasta de los pasos de baile, retomándolos cuando ella comenzó. Se suponía el hombre dirigía a la dama pero en este caso no le importó lo contrario, no sabía qué decir así que optó por lo primero que se le pasó por la cabeza -Éferon -repitió en un susurro, siempre se dirigían a él como Gerard pero ni era ese joven insolente embaucador y sí un completo desconocido ante sus ojos -No tenemos que seguir bailando si no lo deseáis -no hacía falta que ella se lo dijese, le hizo daño en el pasado y nadie mejor que él sabía lo mucho que escocía el recuerdo, aún dolía.

Bajó la mirada sintiéndose verdaderamente culpable, problemas ajenos a los jóvenes que terminaron por escribir el destino de ambos.

-La Directora, no esperaba menos -un comentario sincero, suspiró…acaparaban todas las miradas pero él no pensaba en ello.

“Non saremo più gli stessi in passato, mai.”

Traduzione:

Cualquier dama estaría encantada de bailar con él y disfrutar de su compañía, ella volvía  a marcar la diferencia con el paso de los años, no sólo no estaba cómoda podía notarla temblar entre sus dedos, la cercanía el italiano no ayudaba y por un instante imaginó que sería por el desagrado que suponía tenerle cerca después de aquella noche. Ninguno deseaba permanecer allí tiempo innecesario, aún así no respondió a lo de estar indispuesta, siguió bailando con ese tacto y elegancia que le caracterizaba, realizando una vuelta y  aprovechar el movimiento para acercarla más hacia sí por la cintura, en un gesto involuntario.

El tema del negocio familiar provocó que mirase a otro lado, seguía pausado esperando a resurgir de nuevo pero iba a ser muy difícil, fingió una sonrisa y no tan encantadora como pretendía, sí triste y desgarrada. Nadie conocía la verdad sobre el tema, sólo la señora Gilbert y lo había ayudado tanto que no habría vidas para agradecérselo.  No pudo decir nada, sólo se limitó a bailar, pareciendo el ser más descortés y frío del mundo pero ese reencuentro, las preguntas sobre su familia y los recuerdos le nublaban, volvía a ser ese joven rebelde y alegre al que una mujer le había sometido a la decepción más absoluta.

-La señora Gilbert sí, podía llamarse así. Mi negocio va bien, ahora estoy al frente, mi padre falleció hace un par de años, mi abuela sigue en Italia y espero traerla aquí conmigo algún día…cuando todo pase -bajó la mirada esmeralda avergonzado, si su abuela se llegase a enterar de a qué se dedicaba y lo que su propio hijo había dejado como herencia… sería su fin por ello lo ocultó, le escribía cartas y viajaba cuando podía a verla. La mujer se encontraba perfectamente, su único nieto era su mayor debilidad y Lorette lo sabía , conocía cosas de él que a nadie le había confesado.

Y volvía a ocurrir, él pura fachada con un negocio que hacía aguas y en bancarrota; ella una delicada joven hermosa con una profesión que le apasionaba y objetivos cumplidos, todo un orgullo y él…un lastre para todo lo que había soñado cuando fue más joven, un muchacho insolente que sólo se preocupó de vivir a cuerpo de rey sin percatarse de todo lo que ocurría a su alrededor y ahora pasaba factura. Lo mejor que pudo ocurrir fue justo aquello, cada uno por su lado, si hubiese permanecido a su lado la habría condenado a una vida de desgracia. Sin querer, apretó su mano con un poco más de fuerza.

Se detuvo un instante pero al comprobar que seguía engarzada en su mano, siguió bailando sintiendo que las piernas flaqueaban, buscó su mirada negando con la cabeza, qué necio y estúpido ¿desde cuándo él era así?

-Quizás deseéis bailar esta pieza con otra persona -no fue un reproche, le estaba arrebatando todos los bailes, aún así , al contrario que sus palabras la afianzó más contra sí con la palma de su mano al final de su espalda, se inclinó hacia ella dejando su mejilla apoyada en la sien de la joven y cerró los ojos un par de segundos -Sigo siendo un egoísta -estaba saltándose el protocolo poco le importó, desde el otro lado de la sala, la señora Gilbert sonrió al ver la escena pero se preocupó al ver la expresión del joven y Lorette no pudo apreciar por cómo se encontraban. -Estoy orgulloso de ti, Lorie-

Sonrió, apartándose ligeramente y buscar una vez más su mirada, sí, lo estaba y en eso no le estaba mintiendo, la pieza iba acabando y temió que aquel encuentro también finalizara.

El hecho de recordar a su abuela, su nanna, le devolvió la sonrisa que la joven tan bien conocía y no había cambiado ni un ápice, seguía siendo ese niño que adoraba y amaba a su abuela más que a nadie. “Verdadero y real”, ¿realmente lo podía describir así? Tal como llegó se marchó, como un huracán arrasándolo todo a su paso, ni él conocía esa faceta de entregarse a alguien que lo amaba con el mismo fervor, necesidad y un amor incondicional, así lo veía aquel muchacho joven que acompañaba su padre a todas partes y que éste mismo llamaba Gerard en vez de su nombre real, como un Capitán de barco que el señor Giacomo Gianetti conoció en el pasado.

Cerró los ojos ante tal declaración, “te he echado de menos”. No, no debió decir tal cosa, el hombre capaz de afrontar todo lo que le había regalado la vida, fuese cualquier situación, la batallaba a conciencia sin amedrentarse, decidiendo con madurez y escoger la mejor de las opciones. La voz de la cantante parecía gritarle a pleno pulmón lo que había perdido, “can’t let this momento…end”, él tampoco quería que se acabase pero alargarlo sería avivar una llama que debía estar apagada.

En su interior, el corazón del italiano comenzó a bombear con fuerza, podía oír cada latido acorde a las notas musicales, mezclándose como si fuesen uno. Él no tuvo que decirle que también la extrañó, las orbes esmeralda centellearon como un niño ilusionado, un niño soñador que por el bien de ambos no debía precipitar las cosas, si en el pasado tuvieron su momento y creyeron que podía funcionar, llevar hasta el final lo que ambos sentían….ahora, en ese mismo punto de sus vidas la mejor decisión eran por separado.

-Lorette, yo…- la señora Gilbert quien no los había perdido de vista ni un segundo, dejó con la palabra en la boca a la tía de la joven para correr hasta los dos jóvenes, conocía a la perfección a Éferon y su situación actual como su pasado, no podía tirarlo por la borda sin más -No creo que sea el momento más adecuado y… -fueron interrumpidos por la anciana quien clavó su inquisitiva mirada en el italiano negando con la cabeza -Estoy indispuesta, muchacho. Disculpad joven Lefoy pero creo que será mejor que nos marchemos, antes de que mi desmayo sea el cotilleo comentado en el almuerzo -Éferon deslizó la mano de su espalda a su cintura, dejando un roce de sus labios en la suave mejilla de Lorette, antes de separarse pero tomar entre sus dedos enguantados los de la joven -Claro, benne, disculpad -le costó horrores soltarla, separarse de ella y maldita sea, olía a violetas…ese olor impregnado en su traje, en la piel.

-Hablando de almuerzos…¿le apetece almorzar mañana en mi casa? No he hablado con vos, Éferon vendrá también, tiene que ayudarme a redactar unas cartas y de paso, pasear a mis mascotas -el italiano iba a negarse pero esa mirada, valía más que mil palabras por lo que no le dejó ni dar su opinión. -Sobre la hora que estime oportuna, estaremos encantados de recibirle -Éferon carraspeó, la mujer lo tomó del brazo y tiró de él como a primera hora de la velada, no iba a dejarlo esta vez obrar fiel a sus deberes, estaba cansada de que su adorado italiano tuviese que batallar con sus propios fantasmas, huir de las verdaderas cosas buenas de la vida -Buona notte, signorina Lefoy -la dama sonrió por ese acento italiano que tanto le gustaba, dedicó una mirada de complicidad a la joven Lefoy y abandonaron el lugar. Él con una gran sensación de pérdida y mil emociones más que se negaría a descifrar.

-No iba a dejar que hicieses otra estupidez -él suspiró negando con la cabeza, estaba muy equivocada, ella no tenía ni idea de nada en ese momento -Es una locura, no voy a acudir al almuerzo. Oh dai, diamine! (oh vamos, diablos) ¿es que te empeñas en remover cosas que es mejor dejarlas como están y…? -vislumbró el tono sonrojado de sus mejillas, algo le había confesado que no se podía quitar de la cabeza -No pienso destrozarle la vida, no sabe nada del yo de ahora… no voy a condenarla. Me ha dicho que me ha echado de menos cuando fue ella misma quién me echó de su lado -se encontraba confuso, él no entendía nada y aunque en su momento fue hiriente… de lo único que se arrepentía era de haber sido tan estúpido y no luchar en ese instante -Soy vieja y debes hacerme caso, pudiste haberte negado a bailar y lo has hecho, ambos queríais, ¿qué importa lo demás? Es un almuerzo, no os voy a preparar una boda, aunque no es mala idea ¡y ya sé que estás comprometido! Pero no la quieres, Éferon -el italiano suspiró, cerrando los ojos una vez dentro del carruaje, desvió la mirada a la puerta de la mansión donde ella se encontraba en el interior -Pero ella sabe mi situación y como bien dices , no , no la quiero -

El carruaje abandonó la casa y la sensación de vacío seguía en su pecho, quemándole bajo la ropa y la piel.