Oda a la muerte.

Retumbaban los aceros, metálicos los escudos cuando los truenos en el cielo me recordaron el camino al Valhalla, hogar de los guerreros. Dicen que allí te esperan tus ancestros, honor, orgullo en una Oda a la muerte que esta cerca y que rinde culto a los dioses, a los valientes o quizás solo a los necios capaces de morir por todo lo que creen justo.
Desenvainé como otras miles de veces, la lluvia empapaba mi rostro, resbalaba por mi frente y se agolpaba en mis labios como si el roció los besara hoy y para siempre.

Mi mente me traiciono, mientras esquivaba el hacha del titan que tenía enfrente, recordé el paso de una vida que no fue fácil, pero que viví de forma intensa. Skadi, aquella fiel norteña, la que era mi reflejo en el espejo, ambos oscuros, ambos victimas y verdugos de un tirano y de una guerra que nos arrebató demasiado. Valeria, la madre de mis hijos, la extranjera que volvió loco la vikingo y por último ,no por ello menos importante el amor de mi vida, la pirata con la que hubiera compartido una vida de no ser porque Odin me reclamaba aquella noche en la que podía ver el bifrost como un camino oscuro pero lleno de esperanza.

Cuando sentí atravesar mi costado supe que esta no sería como otras tantas veces , mas yo no me rendía, era un vikingo de hacerlo no merecería entrar por una de las miles de puertas del Valhalla, mi espada se hundió con saña mordiendo carnaza, destripé al enemigo que grito de dolor ante mi hazaña y la mole cayó frente a mis ojos, ladeé la sonrisa al ver a los cuervos danzar sobre mi cabeza.

Bajé la mirada al suelo, un charco de sangre teñía mi tierra, esa que ame, por la que luche y a la que le dejé una gran descendencia. Me desplomé sobre la misma, mi diestra acarició su aspereza antes de que mis ojos se cerraran pesados con un ultimo recuerdo instalado en mis pupilas, el mas importante de todos, mis hijos, no olvidé a ninguno, Nos verismo bajo aquel techo de escudos, en el palacio de oro cuyas butacas están forradas de cota de maya y las valquirias nos sirven hidromiel medio desnudas.

Los cuervos de negros ojos que sobrevolaban Helheim mandaron a su señora la rápida noticia: los dioses reclamaban al héroe de Akershus para el Gran Festín. Las trompetas sonarían, el Bifröst se abriría y Höor Cannif accedería a los más altos honores para el guerrero. La dueña del infierno helado parpadeó un par de veces y se levantó de la mesa donde estaba comiendo con Garm.

—Ven, sígueme, hay algo que debo hacer ahora.

Caminaron hacia una explanada yerma a las afueras de la ciudad y la diosa se detuvo mirando al horizonte con un gesto indescifrable en el rostro. Le tendió la mano a Garm que en principio la miró extrañado, pero estaba acostumbrado a no cuestionar las decisiones de Hela.

—Necesito tu fuerza, este cuerpo mortal no resistirá por si solo.— Tomó ambas manos del licántropo mirándolo a los ojos y empezó a murmurar cosas en viejo norse, en la lengua de los dioses casi olvidada, y sus ojos de pronto pasaron del azul celeste al blanco y después al negro más absoluto. La diosa de la muerte estaba abriendo las puertas de algo, estaba accediendo a un universo no visible que cohabitaba con el plano terrenal.

Seguro que Odín y Thor estaban de fiesta, y en alguna de sus borracheras habían decidido darle el final al conde para que se uniera a sus correrías mientras el Norte quedaba sumido en la oscuridad, así de caprichosos eran. Seguro que su padre, Loki estaría de acuerdo con ella en lo que iba a hacer.

Teleportó su esencia al cruce del camino donde las almas se dirigían o bien a Helmheim o bien a Asgard y poco tuvo que esperar. Höor Cannif apareció entre las brumas con todos los signos de una vida de batalla a sus espaldas. El choque de miradas fue intenso, de seguro que al conde no le resultaba extraña la presencia de Hela, aquella a la que se ancló para salvar su querido Norte, para luego tratar de impedirle su descenso a la tierra de los mortales.

— Nuestros caminos se cruzan de nuevo. Has caído con honor, seguro que en Asgard te esperan con la despensa llena y corriendo el vino.— Höor la miró con recelo. Era un guerrero orgulloso, y como tal, esperaba el Valhalla al que ahora se dirigía con la conciencia tranquila. Hela se acercó pausadamente hacia el moreno, en ese estado no era humana y por tanto era mucho más alta que él, así que se inclinó para susurrarle.— siento decirte que… no es tu hora. Ponte en pie y vive, quiero reclamarte para Hel, nada de Valhallas por hoy.

Sonrió de medio lado y se desvaneció, dejando su esencia macabra tras la estela de su espíritu. Para Höor todo volvería a comenzar en unos segundos, la ilusión de cruzar el puente arcoiris se desvaneció ante sus ojos y todo empezó a girar sin sentido.

Hela se tambaleó y Garm tuvo que sostenerla cuando le flaquearon las piernas, entre jadeos entrecortados le susurró a su soldado.

—Tu tío se ha muerto…acabo de salvarlo.— el cuerpo de la diosa se debilitó hasta desvanecerse entre los brazos del licano. Garm sólo tenía un tío, así que podía entender de sobra lo que su señora había hecho. Debían regresar a Akershus cuanto antes.

Una más. Cada batalla, cada gesta, cada misión... se había llegado a convertir en "un día más de trabajo". Ella misma sabía lo que era salir a navegar y no tener la certeza de saber si regresaría de una pieza o se la tragaría el mar bajo los cañonazos del buque enemigo. Pero era más fácil trivializarlo cuando se trataba de uno mismo que cuando se trataba del otro. Igualmente, de forma automática esperaba que al caer el día o los días pertinentes, regresaría sobre su caballo, quizás maltrecho, quizás con alguna cicatriz nueva, pero siempre regresaría, lo daba por sentado en su subconsciente. Aunque si lo pensaba en frío, las probabilidades jugaban en su contra, pero siempre había dicho que Höor era el favorito de los dioses porque siempre salía de todos los entuertos.

Esa vez no tenía por qué ser distinto, cuando escuchó los cuernos levantó la vista de lo papeles que tenía entre manos y vio abrirse el portón, con algunos generales a la cabeza.

Bajó la escalera y atravesó el gran salón saliendo por la puerta, estaba oscuro, hacía frío y con la edad éste se metía cada vez más en el interior de sus huesos. Había visto el caballo de Höor con una figura enlutada encima y se acercó a recibirlo, pero conforme más cerca estaba más inquietud se acumulaba en la boca de su estómago porque esa figura no estaba erguida y orgullosa, sino inclinada y sujeta a la montura. Su respiración se tornó densa y entrecortada, dejó caer el chal que llevaba sobre los hombros y corrió hacia el caballo. Ulf y Atharal se apresuraron a bajarlo, dando órdenes a gritos, tenían que llamar a Giuliana y trasladarlo al hospital, estaba muy mal herido.

Lo supo desde el mismo instante que rozó su rostro con los dedos, estaba a un paso de de dejar este mundo.¡¡No era justo!! todo el rollo ese de ir al Valhalla estaba muy bien, pero aún no, todavía tenían muchas cosas que hacer juntos, todavía quedaban muchas noches frías para besarse bajo las mantas. El caos cundió por unos momentos y el hospital se le antojaba muy lejos, pero consiguieron llevarlo y en un santiamén la magia de la bruja y sus ayudantes empezó a obrar el milagro.

Tomó su mano inerte entre las suyas, entrelazando los dedos y apoyando los labios en el dorno de la de Höor murmurando.

— Como te vayas ahora te enviaré a tu hijo Einar para que no te deje en paz y a Ulf para que te joda los polvos con las valquirias... esto no se queda así... no puedes irte aún...¡Por Odín, Höor! no me dejes sola ahora!!... vamos despierta...

Todo pasó a cámara lenta, sentí que me arrancaban de los cálidos dedos de las Valquirias, juraría que era la misma Freya la que me esperaba para que gozara entre sus piernas, el fin de los guerreros, o quizás solo el principio de ellos, cada día beberíamos follaríamos en aquel palacio de oro para morir en su patio de armas y resucitar de nuevo.

Hela, no solo me torturaba en vida, había decidido hacerlo también una vez muerto, gruñí contra la imagen etérea de sus labios cuando de un empujón me arrancó del limbo para devolverme al campo de batalla donde Ulf me pegaba golpes en el pecho para que regresara de entre los muertos.

-Maldito - aullé cogiéndole de la pechera antes de que un quejido escapara de mis labios y una tos cansina dejó claro que la herida era de muerte y que de no atenderla de inmediato ni Hela podría traerme a Midgard nuevamente.

El viaje fue oscuro, o al menos demasiado manchado de sombras, sentía la cálida sangre resbalar por mi costado, teñir el lomo de mi blanco caballo. Mi cuerpo daba tumbos, incapaz de erguir mi cabeza caía sobre mi pecho y mis ojos se cerraban sin poder mantenerme despierto
Los muros de Akershus se alzaron pronto ante mis ojos, lo siguiente que recuerdo fue el patio de armas donde me bajaron casi en volandas para llevarme a la enfermería donde como de costumbre Giuliana y su ejercito de curanderas me esperaba.

Gruñí cuando me dejaron caer en la cama, la cálida mano de Dani sujetaba la propia, eran sus labios lo único que me calentaba.
No se las horas que pasaron, pero la magia de la bruja hizo efecto y mis ojos nuevamente se abrieron.

-Mujer, no podías enviarme a Niels para disfrutar de las valquirias que incluso medio muerto me torturas con la presencia de nuestro hijo Einar -ladeé la sonrisa enredando mis dedos en los dorados cabellos de su nuca y la atraje para devorar sus labios con gula.

Ulf interrumpió como de costumbre con el típico chascarrillo sobre saltarseme los puntos.

-Estamos viejos amigo -le recordé al cambiate que negó con la cabeza tomando asiento al otro lado del lecho.

-Habla por ti Höor, yo tengo un ejercito de Valquirias esperándome -bromeó Ulf, soy el guerrero mas atractivo de todo Akershus, a ti te han tirado del Vlahalla por feo.

Me eché a reír negando con la cabeza

-De aquí nada Alrek será el elegido por las Valquirias, nuestros hijos lograrán que nos veamos menos interesantes para las mujeres aladas, asúmelo hermano, ya no somos lo que eramos.

Ulf gruñó haciéndome reír de nuevo mientras deslizaba mis dedos por la mano de la Inglesa, supongo que jamas se acostumbraría a esto de verme atravesar las puertas de Akershus en pie o medio muerto.