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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Annabeth De Louise Miér Nov 28, 2018 9:33 am

Recuerdo del primer mensaje :

Cuando las cosas pueden salir mal,
¿Por qué siempre me estalla el Vesubio?


Recargada contra la pared, hace un recuento de todo lo que pudo salir mal y que debió evitarse. Una a una, las premisas pasan por su mente sin que haya forma de encontrar una sola. ¡Una sola! Sus planes se vieron abajo cuando descubrió que lo que habitaba el lugar, no eran cambiantes, si no fantasmas. ¡Fantasmas, por el amor del cielo! Hace una mueca con el dolor de su diestra pierna, de reojo mira la herida que podrá curarse una vez que esté en su mansión, mientras tanto, se hace más pequeñita intentando pasar desapercibida a los dos fantasmas que la están buscando. ¿Cómo llegó aquí dentro? Su cabeza hace memoria. ¡Ah sí! Algo que ver con una búsqueda de datos que podrían ser indispensables para Phoenix, la organización que ella lidera y que guarda secretos, objetos mágicos y sabiduría sobrenatural y humana desde hace casi cuatrocientos años o más. Frunce los labios pensado que de todas maneras, para lo poco que sabe de los fantasmas, más allá de lo que Celine pudo explicar, puede que el amanecer le ayude para dos cosas: para al menos ver dónde pisa (pues así se lastimó la pierna) y para nada.

Duda que los poderes de los fantasmas disminuyan con la luz. Si fueran vampiros, otro sería el cantar. Mira el reloj que por extrañas razones, sigue funcionando. Puede ser que esa pareja de etéreos seres le dé cuerda. Las once y treinta y dos minutos de la noche. Gemiría de frustración si pudiera, pero eso dejaría en claro cuál es su ubicación. Se rasca la nuca haciendo una mueca. Toma el borde de su vestido de montar para rasgarlo con cuidado. Opta por darle el jalón y que suene lo que haya que escucharse porque es más fácil que pase desapercibido un solo ruido durante un espacio corto de tiempo, que muchos por una fracción larga de minutos. Con la tela desgarrada, se hace un pequeño torniquete en el muslo deseando que ningún vampiro huela. O quizá sí, sería mejor porque tendría de esa manera una distracción para los territoriales espectros y podría huir.

Al menos tiene lo que fue a buscar. De reojo observa su portafolios de piel en cuyo interior están los pergaminos. "¿Por qué me tiene que pasar a mí, por Dios?". Desde que desapareciera Bernard, parece que los problemas hacen fila para dejarse caer. ¿Por qué? ¿Por qué, por qué, por qué? Y seguirá preguntándose una y otra vez de no ser porque un sonido la pone en alerta. Limpia su mente de pensamientos por si es un fantasma, que no la "oiga". Su labio inferior es atrapado por su colmillito izquierdo. Sí, ahí está de nuevo el sonido. Se escucha como que alguien quiere entrar a la casa. Gritaría por ayuda, pero como viene su suerte, capaz de que se arrepienten de atravesar el umbral. Se perdona por sus malos deseos porque espera que ese ruido sea el imán de los entes para ir a castigar al imprudente. Se acuclilla lento, rogando porque su pierna reaccione. Atrapa su portafolios, porque capaz de que corre y se tiene que regresar por él. Impensable olvidar semejante objeto. El sufrimiento tiene que ver su recompensa. En cuanto escucha los golpes, sale a toda velocidad -la que le permite la pierna-, hacia la puerta trasera que para su fortuna, está abierta. Sólo hay que atravesar unos cuantos objetos caídos. ¡Ja, pan comido!

Claro, hasta que resbala y ¡BROAAAAMMM! Se derrumban los objetos y con ellos, pierde el paso cayendo al piso. Gruñe de molestia, se levanta de nuevo, avanza diez pasos y nota que va ligera. ¿Ligera? ¡Maldito portafolios! ¿Alguien llamó a la mala suerte? El número que usted marcó, está disponible y listo para que entre en contacto con su interlocutor.

Casi llorando, atrapa el objeto entre palabrotas que sólo piensa porque como hable, peor le irá. Uno de los fantasmas es una mujer que odia las groserías. Sigue esforzando la pierna, el cuerpo, el aliento y cuando atraviesa el umbral, quisiera gritar de felicidad, pero un estallido dentro de la casa -quizá telequinesis fuera de control-, la obliga a seguir. Sus pasos le llevan a la calle, justo donde su caballo favorito, Thunder, le espera sujeto a un árbol. Guarda el portafolios en el bolso que en el anca tiene el corcel justo cuando un estallido de fuego se escucha dentro. Anna no sabe si es cierto u otra de las ilusiones de ese par, pero se sube al caballo y... ¿Y la cabeza de Thunder? Se queda mirando al frente cubriéndose el rostro con las manos. ¡No pudo ser tan patosa! ¡No pudo! ¿Que no? El rabo del animal se mueve de izquierda a derecha deshaciéndose de las moscas justo enfrente de las narices de la inglesa que gime con fuerza.

Está salada. ¡Está salada! Necesitará ir con Madame Violette a que le consiga una curandera y le haga una limpia. Se baja del caballo, se asegura de subirse bien en el enorme bicho. Es un pura sangre, un hermoso y bien cuidado percherón que a comparación de ella, es un gigante. Se acomoda bien, ya montada como debe, sujeta las riendas del caballo que cocea con las patas delanteras inquieto - lo sé, Thunder, lo sé, tampoco es tu día - le palmea el cuello incitándolo con un golpecito con las piernas para que avance. El corcel avanza un par de pasos lento, moviendo la cabeza en el proceso de arriba a abajo, antes de soltar tremendo relincho, elevando las patas al frente, quedándose de pie sobre las traseras en un mortal movimiento que la jinete logra aguantar. No es la primera vez que lo hace, sí la primera que ella teme por su vida. En cuanto caen las patas al piso, la cabalgadura sale corriendo a una velocidad de miedo.

Annabeth suspira de alivio cuando toma camino hacia su hogar, pero antes de siquiera avanzar hasta la última madera clavada de la pequeña verja que señaliza el término de la propiedad, una figura se adelanta haciendo que el caballo vuelva a detenerse con violento movimiento, relinchando de nueva cuenta, alzando las patas delanteras que se mueven con mortal dirección directo al enemigo de su ama. La inglesa gime sintiendo que se va de espaldas, pero logra sostener las riendas en el último momento recuperando el equilibrio. El caballo da un par de pasos atrás hasta caer de nuevo, se agita con violencia intentando escapar a toda velocidad. La mujer gruñe con molestia por todo, por nada, por lo ocurrido, por lo omitido y en su voz, resuena todo eso cuando grita: - ¡QUIETO, THUNDER! ¡BASTA! - un par de ajetreos más y el caballo se detiene exhalando por las narinas un vaho furioso. Sigue relinchando, como advertencia al entrometido de que dará de golpes con los cascos como se atreva a tocar a la mujer que está perdiendo color conforme todo ésto se acumula en su cabeza. Es una presión de sangre que la desestabiliza. - Quieto, sosegado, Thunder... Ohh, ohhh, ¡Quieto te digo! - jala las bridas con fuerza, la poca que le queda y en cuanto el animal se relaja, ella siente que todo le gira deslizándose peligrosamente a la diestra, sabiendo que esta vez se va a caer.
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Mensaje por Annabeth De Louise Mar Dic 18, 2018 6:17 pm

I want to follow where she goes
I think about her and she knows it.


De acuerdo, en algún momento de esta noche, algo se me fue de las manos y ahora mismo no sé qué fue. Debería tener todo fríamente calculado y resulta que me siento como una pequeña niña sentada en el regazo del amor platónico al que le pedía que se casara con ella y por fin le dijo que sí, que mañana será su esposa. No, no malinterpreto, es como me siento. He alcanzado lo que durante más de seis años me obsesionó con el "hubiera" y ahora que lo tengo, ya no sé qué hacer con él. ¿Lo empujo, lo atraigo, lo beso, lo qué? ¿Lo qué? Y puede pensarse que actúo como una chiquilla, es posible tal aseveración. La diferencia radica en que tras la muerte de mis padres, sepulté mis sentimientos con ellos, en donde hice colocar dos lápidas para tener a dónde ir a llorarles y después de eso, me obsesioné con Phoenix. No hubo nada más importante que la organización que heredaran mis padres en su momento y que hoy, se está extendiendo cada vez más gracias a mis logros. ¿Que si duermo cuatro horas al día? A veces son menos, pero logré sacar la cabeza de la tierra para mirar al futuro y alcanzar mis metas.

Hasta hace unas dos horas, quizá menos, quizá más, todo en mi vida estaba resuelto. Que si Bernard vino a golpear la puerta, de acuerdo, sólo que su desaparición provocó que cerrara de nuevo la entrada a nadie que no sea Phoenix y sus miembros. ¿Por qué? Porque eso de ilusionarme y después fracasar, no va conmigo. Yo trabajo incansable en mis logros, en mis metas, pero una relación es de dos. Por más que jale, si Bernard o cualquier otro sujeto masculino no lo hace, ¿De qué sirve esforzarse? Pensé que todo era un designio divino y vaya que los he tenido a últimas fechas entre Horus, Odín, Hathor y demás, dioses reales, palpables, que pude apreciar con ojos, oídos, incluso tacto. Creí que mi destino era estar sola, hasta que este cabeza hueca volvió a entrometerse en mi camino. De nuevo, para variar.

Si analizamos todo al detalle, ni siquiera debería estar sentada en sus piernas dejando que me toque, mucho menos tener su camisa abierta disfrutando del tacto de su piel porque vaya que me gustó hacerlo la primera vez y ahora es como una afición malsana de la que no puedo desprenderme. Ahí están mis falanges de nuevo jugueteando con los vellos de su pecho. Ahí estoy de nuevo sonriendo como tonta por sus expresiones. Vamos, Annabeth, deja de embobarte, extrae un poco el sentimiento y mete a la razón. ¿Qué vas a obtener de todo ésto? Te va a abandonar con el corazón roto, peor que Bernard porque al menos a ese lo olvidaste pronto. A tu prometido tardaste un poquito más, pero a este insensato tardaste más de seis años en dejar de pensar en él. ¡Seis años! Piensa, piensa mujer.

No tardo en ponerme a regañarlo porque me deja a mí toda la carga de contener lo que sea que tenga que detener. Es decir, ni siquiera sé qué piensa hacer conmigo, pero tengo que decirle que no. ¿Cuándo? ¿Cuando me tome la mano, me bese de más, me acaricie por debajo de las enaguas? Tiempo, eso ya lo está haciendo. Ah, este, ups, mmmhh... Mejor me pongo a prestar atención ahora que me dice que son puras palabrerías las mías para ver qué es lo que él, más "sensato", es capaz de explicar porque me declaro desconocedora del tema y eso ya es mucho. O sea, me paso con la nariz metida en los libros al menos seis horas del día aprendiendo algo nuevo y si no es así, vienen a contarme algo que escribo en los libros que luego guardo en la biblioteca de Phoenix como para pensar que soy una ignorante. Y justo llego a este razonamiento cuando le presto toda la atención del mundo y más porque sus labios me arrebatan una caricia en los míos dejando atrás un suspiro que expresa mi frustración porque no siga adelante con estos tratos que no sólo me gustan, me encantan y me declaro adicta a ellos.

Su "cállate y escúchame" es como el pan nuestro de cada día en mi vida. Todos mis tutores me lo dicen y ahí está mi cara de que intento concentrarme y mi colmillito atrapando mi labio inferior para así, concentrarme en algo que no sea abrir la boca y ¿Cómo dijo? Ah sí, "palabrear". Hasta lo miro con ojos enormes, inocentes, pero llenos de intrigas e interrogaciones que como deje de morder mi labio inferior, estará seguro tapándose los oídos. ¿Qué culpa tengo de querer saber el por qué de todo? Eso díselo a mis padres que me dieron siempre las respuestas y si no las tenían, me mandaban al libro que me las diría. Bueno, casi todas, porque como que todavía no entiendo cómo es que la semillita de papá se mete para que fecunde al huevo dentro de mamá. ¿Semillas, huevos? ¡Son dos universos diferentes los cereales de los productos animales! El hecho es que se desaparecen en su habitación y después de que papá le deja la semilla a mamá, el huevo se crea en la panza de mamá y después de nueve meses hay un bebé que sale por la vagina de mamá, es inexplicable. Y eso de por dónde nace lo sé porque vi nacer a un niño, pero en cuanto pregunté, de inmediato Madame Violet me salió con que esas no son preguntas que hace una señorita y me mandó lejos. ¡Tiempo, tiempo! Volví a desviarme del tema. Por los dioses.

¿Y qué tanto dice Dimitry? Ah sí, lo del ghoul. Si me hago pasar por tonta es porque tengo que desempeñar ese papel. Cierto es que no entiendo una palabra de la semilla y el huevo, pero bien que sé todo lo que tiene que ver con los secretos sobrenaturales. Sé cómo es un ghoul, el proceso para crearlo, la adicción a la vitae, lo entiendo todo. Hay estudios de páginas y páginas sobre ello. ¿Por qué me hago la occisa? Porque no quiero a Dimitry preguntándome cómo es que lo sé. Eso haría que deba decirle que vampiros me lo han dicho, que tengo libros al respecto y uno más uno son dos y capaz de que me descubre. ¡No señor! No, no. ¿Qué tiene que ver con que hoy no beba de mí con eso de la transformación en ghoul? Una no está supeditada a la otra. Mi rostro muestra el típico gesto Moncrieff: las cejas, molestas, se intentan unir para crear un frente común y es tanta su ansiedad de hacer equipo, que crean tres gruesas líneas de expresión en mi entrecejo. Y de paso, yo añadí algo al gesto familiar: se me fruncen los labios apretándolos, en una expresión de total desacuerdo que se desvanece cuando tomas mi mentón con tu mano.

Parpadeo y mi rostro se muestra plano, sin emociones. Hasta que habla de "depravaciones". Whaaaat? Me quedo boquiabierta. ¿Depravaciones? ¿Por qué? ¿Conmigo? ¿De qué clase? ¡Si me hubieran dejado leer al Marqués de Sade, al menos entendería una fracción de lo que este inquisidor habla! Arrggh. Resoplo con frustración. Esa pregunta que él mismo responde sobre que no habrá forma de que vuelva a alejarse de mi vera, me queda bien grabada en la mente haciendo que toda la palabrería que estaba pensando... Oshh, es cierto, tiendo a "palabrear" en balde. Le concedo el triunfo. Dejo de pensar en el instante mismo en que lleva su brazo hacia su boca extendiendo los colmillos. La fractura de la piel es audible a mis oídos porque me parece fascinante cómo es que él lo hace. Lo he visto en otros, pero en Dimitry me llama, me estremece, provoca una ansiedad de ir a tomar su brazo para llevarlo a mis labios y beber de su ser. Suena horrible porque es sangre, pero dicen que sólo así puedes apreciar la verdadera esencia de un vampiro.

Se me reseca la garganta del nerviosismo, sus palabras son una explicación que esta vez, no pedí porque la conozco. Su brazo se ofrece, con esas pequeñas líneas que van deslizándose. Mis ojos de cielo se posan en los suyos, alargando las manos, las mías hacia su extremidad con cierto tiento y temblor. Lo tomo, voy a bajar la cabeza cuando necesito algo más. ¿Dice que seré suya de una forma o de otra? Que así sea porque eso por más que mi mente lo niegue, sé que es cierto. Volteo el brazo para que su palma y muñeca estén orientadas hacia mí, dejando su dorso en dirección a su rostro. Y así, puedo ver sus ojos cuando acerco lento la cabeza hasta depositar en su herida un suave beso manchando mis labios y parte de mi barbilla por las líneas rojizas que han caído hasta perderse en mi vestido. Separo el rostro para abrir la boca sintiendo su humedad en mis pliegues, voy a por esa fuente de vida. Mi lengua acaricia la superficie de la epidermis llevando las gotas que resbalaron a mi interior y es cuando todo se sale de control. Se nota en cómo mis pupilas se ensanchan por la sensualidad de este instante.

Es el sabor más inexplicable, intoxicante, jamás será suficiente. Es sabroso, como el mejor de los vinos, embriagante, seductor. Es más dulce que las propias fresas con nata y miel. Adictivo como la droga más potente de todas que jamás he probado, pero ésto, sí que quiero tenerlo conmigo. Dan ganas de abrir las mandíbulas en su totalidad y absorber toda la superficie de su piel, para que ninguna fracción, micra, pedazo, gota, lo que sea más ínfimo, se escape. Atrapo su extremidad con mis manos sujetándola con firmeza, con cierto toque de fuerza, para que no escape. El primer trago es abundante haciendo que mis párpados oculten mis ojos, más soy demasiado díscola para que me separen tan pronto de algo que me produce sensaciones de bienestar, anhelo y placer a partes iguales. Dejo que la vitae recorra mi boca hasta deslizarse por mi garganta. Un gemido escapa de mi boca. Esta vez, mi fuerza de voluntad entra en el juego, lento, recorro con la lengua las gotas que resbalan, apretando a veces con firmeza la lengua como una pared contra la herida haciendo una especie de torniquete para que él no pueda desprenderme de su fuente. Y así, las pequeñas micras del líquido son las que alargan mis sensaciones.

Los ojos se me abren, los párpados se levantan para que mis pupilas llenas de este intoxicante instante, miren las de Dimitry, se entrecierran en una expresión de total placer y complacencia. Mi lengua recorre la superficie una y dos veces llevando conmigo algo más golosa, las pequeñas gotas antes de volver, esta vez presionando los dientes alrededor de la herida para que la sangre brote con mayor fuerza succionando. Una de mis manos se suelta, tengo tanta opresión en el abdomen, en la parte baja de mi útero que ansía algo más intenso, más fuerte con tanto que siento, me provoca cada gota y a mi mente, llegan los recuerdos de lo que alguna vez leí. Esta transimisión de sangre, es como un subidón de la droga más potente que termina con una ansiedad por tener el tacto del vampiro en la piel de quien recibe su vitae. Que así seducían a las jóvenes para besarlas, morderlas y después, dejarlas vacías.

Libero su brazo, sintiendo cada estremecimiento recorriendo mi cuerpo, el cómo mis labios tiemblan con cada temblor que como ola, me arrebata de la tierra llevándome lejos. Acaricio su tórax, ansío algo más intenso que sólo lo que tengo con su muñeca. Bajo mi rostro para hacer un recorrido desde la parte alta de sus abdominales dejando pequeños besos, succiones suaves, ligeras lamidas, en dirección norte intoxicándome con su sabor, con el olor que me incita, varonil, almizclado, con toques de algo que podría ser loción y no estoy tan segura de qué pueda ser, pero me declaro complacida con ello. La textura de su piel rematada en esos rizos oscuros, es fascinante. Denota su virilidad que se contrasta con lo lampiño de mi rostro haciendo un contraste delicioso.

Mis manos no se quedan ociosas, recorren los laterales de su cuerpo dejando que se marquen lo suficiente para causar escalofríos, no demasiado fuerte evitando el dolor. Y cuando llego a su cuello, jadeo contra su piel - lo quiero aquí, en tu cuello... - mordisqueo la piel una y otra vez. La segunda, jalando un poco el bocado sin ser bruta, pero con la insistencia que no deje lugar a dudas de que sí, quiero beber de la vena que recorre esa parte que une su tronco a la cabeza. Ansío perderme en las sensaciones. Gimiendo contra tu oído un suave: - lo deseo, Dimitry - es como mi voz suena ronca, producto de las sensaciones que me embargan desde los pies hasta la punta de mis cabellos.
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Mensaje por Dimitry L. Rudakov Miér Dic 19, 2018 1:42 am

"I'll be your hope when you feel like its over...
And I will pick you up when your whole world's ending".










Lo que parecía transformarse en una verdadera utopía en cuanto ella comenzara a dudar de que realmente estaba dispuesta a beber su sangre. Dejando que un ser tan oscuro como debía ser el Inquisidor le diera de su propia fortaleza, entregándose con una confianza que conseguía doblegar al mismísimo condenado que se mantenía inmóvil, ofreciendo su muñeca ante los labios temblorosos de la humana que, más que asustada parecía incluso más ansiosa que él.
Como le hubiera gustado a Dimitry entrar en la cabeza de la fémina para conocer con lujo de detalle las ideas que aglomeraba, porque sí, notaba las innumerables veces que la mirada femenina se perdía mientras le hablaba, como si tomara una frase de lo que el vampiro decía y el resto lo analizaba por los minutos suficientes para perder el hilo de la conversación. Así de despistada podía llegar a ser quien estaba sobre sus piernas. Y aún así, había conseguido dejarlo absolutamente desconcertado frente a ella.

La espera se volvía inaceptable, la velocidad con que la mujer se acercaba a la herida era tortuosamente lenta para el inmortal que en ningún momento dejó que su mirada perdiera el sustento de la femenina, misma que le invitaba a observar con una sensualidad tan innata que de seguro ni ella misma controlaba.
El primer tacto fue efímero, un gesto tan suave como apacible, totalmente ajeno a lo que se vendría luego. La mirada de la humana cambió, la forma en que su cuerpo se removió, fue suficiente para que Dimitry notara el momento exacto en cuanto la vitae comenzó su expansión por el sistema circulatorio de la mujer. Sintió como le aferraba con una fuerza desmedida su antebrazo con la mano, evitando que el inmortal siquiera intentara remover su herida, y solo ahí supo que había iniciado la mejor parte. Y no solo para él.

Le permitiría beber cuanto quisiera, ya que lo único que deseaba era que se hartara de consumir su sangre, que sintiera satisfecha. Ansiaba verla fuerte y recuperada, que volviera a plantarle cara como lo había hecho sin reparos en un inicio, esa era la Annabeth que necesitaba ver. Y estaba seguro que no faltaba demasiado para eso, ya que en cuanto notó como la presión de los dientes ajenos buscaron conseguir más de su propio elixir, la sonrisa complacida del inmortal no tardó en aparecer. Había conseguido el intercambio que sellaría una parte sumamente importante en el destino de ambos.

Sin importar las veces que había otorgado su sangre a otros, las sensaciones que experimentaba al tener a la mujer firme contra su piel, succionando por su propia cuenta más de su vitae, era indescriptibles. El deseo en él se volvía cada vez más difícil de controlar, por lo que en más de una ocasión tuvo que contener su mano libre, o sencillamente presionar con más fuerza sobre el muslo femenino, cuidando de no terminar incrustando sus dedos con la fuerza necesaria para lastimarle.

La forma en que se dedicó a beber, quien sabe por cuantos minutos, fue detallada por el inmortal, el recorrido de su lengua, sentir como saboreaba una y otra vez, como si le estuvieran ofreciendo el más delicioso de los manjares. Era inaudito ver a una "simple" humana disfrutar con tanta apetencia de su linfa, ¿Acaso ambos se había vuelto completamente locos? Tal vez sí, Dimitry estaba completamente hipnotizado por la fémina, embobado de una forma poco inusual en él. Conforme la entrega de la contraria se volvía algo evidente, más avanzaba en su derrumbe de muros que el vampiro se esmeraba en contener, sin éxito alguno. La maldita calidez que le otorgaba la mujer había conseguido derretir aquel manto congelado que albergaba la seguridad del condenado.

El tiempo que transcurrió antes de que le soltara por su cuenta, fue eterno. El inquisidor había logrado disfrutar de cada sensación que recorría el cuerpo ajeno, como el calor de su piel se había elevado de manera violenta, incluso como su corazón latía desbocado contra su pecho. Todo producto de un elixir que no debía estar en sus venas, pero aún así, ella lo había aceptado, consciente de sus actos, sin importar lo macabros que éstos se observaran.
Exhaló en cuanto la calidez de la boca femenina abandonó la herida, observando como los restos de sangre aún se deslizaban por su mentón y la comisura de sus labios. Una imagen atrayente que consiguió hacer que el vampiro perdiera la cabeza por unos cruciales segundos.

Segundos que la fémina aprovechó, embaucándole con más deseo, con ese tacto firme y cálido que recorría su torso, en conjunto con aquellos labios que todavía guardaban restos de sangre que terminaron difuminados sobre la gélida piel del propio vampiro dueño de esa linfa.
La mirada de Dimitry bajó, siguiendo muy de cerca los avances de la mujer, sorprendido de grata forma al observar la manera en que había comenzado a liberarse, siendo claramente incentivada por su sangre. En ese momento, poco le importaba. Más fuerte era el peso de su petición, la sensación ardiente contra su cuello, en cuanto el aliento femenino chocó en la zona, anhelando más.
Maldita sea.. ¿Y como podría negártelo?— masculló, aspirando sonoramente entre los labios, justo cuando la misma zurda lastimada acercó las falanges con aquellas filosas uñas, dejando que la del índice y medio, se incrustaran justo sobre su vena a un costado de la curvatura de su cuello, rasgando de forma irregular cuando buscó rodar las mismas uñas sobre la herida que estaba abriendo sin cuidado, solo para permitir la descontrolada pérdida de sangre en la zona. Cuanta insensatez guardaban sus actos.

La diestra del varón se instaló en la nuca de la contraria, invitándola a recibir lo que pedía con tanto énfasis. Mientras la mano libre, viajaba hasta acomodar sus piernas, haciendo que en lugar de sentarse de lado sobre él, se acomodara de frente con una pierna a cada lado del cuerpo masculino, recordando ese juego de roces íntimos que antes ya habían compartido.
Quiero que continúes hasta saciarte de mi sangre, Annabeth.— admitió, dejando que sus pensamientos se volvieran audibles para la mujer. Exponiéndose por milésima vez.

Con ella podría permitirse eso, y más.
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Vesubio [Dimitry L. Rudakov] - Página 2 Empty Re: Vesubio [Dimitry L. Rudakov]

Mensaje por Annabeth De Louise Miér Dic 19, 2018 9:34 am

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today they are needs
and tomorrow, angular parts of your life.


El carmesí pinta sus labios, se acumula en la comisura diestra, resbala por sus pliegues con pequeñas gotas hasta buscar su barbilla y saltar al abismo llevándose consigo la cordura, la prudencia y todo pensamiento racional en la fémina que está abrumada con cada una de las sensaciones desatadas por este potente elixir que penetra por su cavidad oral irrigando de fuerza, vitalidad y sanación cada parte de su ser. Es este sinuoso elemento oscuro, decadente y aberrante para ojos extraños, lo que impulsa la locura desatando los hilos y los lazos del comportamiento adecuado de la dama invocando a la mujer, dejando en el sitio al instinto que prima y domina a todo lo demás. Annabeth deja de introducir la vitae de esa muñeca que le sabe insuficiente. Desea un contacto más íntimo, más entregado, más pasional. Y tal cual es decidida en su vida ordinaria, deja muestra de ello en este pequeño habitáculo acomodada en el regazo del vampiro buscando más, exigiendo todo de él.

El contacto de la piel contra sus labios, de los músculos bajo sus manos es erótico. Le provoca como seduce a partes iguales. Recorre su anatomía ansiando perderse más en ésta, sucumbir ante lo prohibido y oculto para una dama de su estatus. Pecando, sus labios recorren la extensión que separa su boca de su cuello, ahí donde el pulso debiera latir con fuerza y que en cambio, estuviera ausente. Ella tiene suficiente ritmo cardíaco para ambos, puede apreciar su corazón en los oídos, en los labios que osados, depositan besos en su cuello en tanto sus manos nada ociosas, aprecian la constitución del cuerpo masculino llenándose de su musculatura trabajada como humano y que como vampiro sólo atina a endurecerse cual metal. Cual sirena pagana, canta al marinero para que entregue todo lo que tiene para dar, que se sacrifique para la satisfacción de esta hechicera que sólo ansía tenerlo al completo.

El ruego es apremiante, sus dientes aprietan la carne masculina, sus manos recorren ahora los costados hacia el sur, incrustando las yemas de los dedos en notable desesperación. La urgencia es atendida y la súplica respondida. La voz del hombre resuena más gutural en el eco del silencio de este sitio donde sólo es interrumpido por la fuerte respiración de la mujer que con un resoplido observa fascinada el siguiente actuar de aquél que por mucho tiempo estuviera instalado en su mente y que tras este intercambio, está grabando una marca a metal y fuego en su piel. Pensar en repetir este acto con cualquier otro vampiro la disgusta, pero con Dimitry, es la cereza sobre el pastel. La desea, esa vitae pura y poderosa para ella, cual humana, se convierte en su máxima adicción, pero a diferencia de cualquier otro, Annabeth tiene un punto a favor. Como los Moncrieff, su fuerza de voluntad es heredada desde el más antiguo linaje de guerreros bravíos, feroces y aguerridos.

Firme, contundente, decidida, es difícil que se dejen llevar por las más bajas pasiones a menos de que ellos lo elijan. Las uñas del vampiro rasgan la piel secando la boca de la mujer que ansía tenerlo de nuevo con ella.

Y mientras haces el momento más decadente, haciendo que espere a que cumplas mi capricho, perforando la piel hasta que las gruesas gotas de la más oscura esencia de tu cuerpo resbalen, espero anhelando cada parte de ésta. Me complaces, me das lo que quiero. Tú, quien fuera mi verdugo, eres mi salvador. Puedo apreciar cómo cada parte de mi cuerpo va despertando con el transcurso del tiempo desde el primer trago hasta ahora. Mi pierna se siente mejor, va sanando con cada golpe del segundero del reloj y qué decir de mi cuerpo. Se llena de una sensación de total euforia. Nunca antes sentí tal vitalidad en cada célula de mi ser, en cada poro que va recuperando la fortaleza y la sanidad en detrimento de la manera en que mi mente va cayendo en la tremenda obsesión que será el compartir un momento de este estilo contigo. Mira tu obra, no es la vitae la que me tiene ansiosa, es que proviene de ti. Eres tú quien se introduce en mi cuerpo haciéndome tuya como quisieras y dijeras sabiamente antes de que me prendiera de tu muñeca como un infante hace del seno de su madre.

La diferencia estriba en que mientras el infante siente placer al ser alimentado y reconfortado, lo que aprecio en cada parte de mi organismo es por completo diferente porque se suma algo que no conozco, el deseo sexual. La ansiedad por poseer cada parte de tu piel, de tu cuerpo, de tus labios. Es un estallido como el culmen de una ópera in crescendo que se acumula en mi vientre inquieto que quiere una mayor satisfacción enlazando a estas urgencias la propia de mis senos, cuyas cimas necesitan de tu contacto. De mi piel, ansiando el recorrido de tus palmas callosas, duras y grandes. ¿Qué me hiciste Dimitry? Seguro que lo sabes, entendiste hacia dónde iba todo ésto cuando dijiste que terminaría siendo tuya de una forma o de otra. Cuando dijiste que no ibas a separarte más de mi vera. Mírame, admira tu obra que ahora busca esas aberturas de donde el manantial crea la visión más idílica. Ni siquiera necesito el impulso de tu mano sobre mi nuca para acercarme, mucho menos que presiones para que no me aleje porque no puedo. No quiero hacerlo.

Mis labios se acomodan rodeando la herida sin importar manchar mi rostro. ¿Así es como te sentías cuando bebiste de mí? Puedo entender entonces cómo rompí tu calma con mi pedido, ese ruego que se volvió insufrible cuando lo hiciste realidad, así como lo hago rozando con la boca tu piel, haciendo presión con los labios y las paredes internas de mis mejillas para que la succión sea más fuerte. Mis manos inquietas se pasean por tu espalda aprendiendo su orografía. Déjame que vuelva acariciarte, déjame que funda tu pecho en mi pecho. Quiero más. Te deseo por completo. En tanto me aferro a tu ser, con mis pliegues y mis manos, la palma de tu siniestra toma mi pierna incitando a que me levante sólo lo necesario para que me orientes como deseas. En cuanto me siento sobre tí a horcajadas, descubro que también era algo que anhelaba mi cuerpo sin que lo supiera. Tus manos repegan mi tronco hasta que quedan tan juntos el mío al tuyo, que podríamos fusionarnos. Entiendo ahora lo que significa la expresión "ser uno solo".

Suelto la herida jadeando, volteando para apreciar tus orbes, sin importar que las marcas de tu savia resbalen por mi rostro desviando la mirada hacia algo que me estorba: tu camisa. En automático, mi cabeza da la orden, mis manos van hacia una de tus muñecas, la diestra para desabrochar el botón. Imito el proceso con la siniestra, mirando cómo las gotas todavía manchan y resbalo mi lengua por tu piel llevando a mi interior tan sabroso manjar. Aún succionando, la llevo hacia ti, orientando la muñeca a tu boca para que la lamas y así, cerrar la herida. En tanto veo el espectáculo de tu lengua recorriendo tu epidermis, mordisqueo mi labio inferior. Me reacomodo sobre tu regazo para tener mejor sostén. Saco las faldas de tu prenda oculta bajo tu cinturón. Mis manos resbalan por tu camisa liberando tu cuerpo de su prisión, dejándola caer muerta al piso. Deslizo la palma desde tus abdominales siguiendo con la mirada ese movimiento sensual contra tu fría piel.

Helada contrasta con mi febril tacto. - Me declaro fascinada por tu tórax - susurro con voz baja sonriendo al ver cómo mis dedos llegan a tu pecho, jugueteo con tu tetilla, enredando las falanges en tus rizos. - Me gusta demasiado, Dimitry - mi voz suena a ronroneo. Carente del conocimiento sexual. Sin experiencia en estos instantes tan íntimos, todo es nuevo, magnífico y sobrecargado del impulso que me da el tener tu vitae en mi organismo. Bajo la cabeza para pasear mi lengua por la tetilla donde bajo ella, reposa tu corazón. En un impulso, cierro mis dientes contra ésta, mis labios siguen el movimiento apretando, succionando en tanto en medio de mis muslos, donde reposa la parte más íntima de mi ser, una protuberancia se deja sentir más rígida que en aquellos jardines donde iniciáramos esta decadente danza. Si es la perdición, gustosa me entrego. Jadeo al soltar tu piel, alzando los ojos hacia ti, mis azules están tan brillantes y las pupilas demasiado dilatadas como señal de lo que me provocas.

Es esta mirada la que encuentra un par de gotas que van resbalando del lado contrario, hacia la gemela que en este preciso instante, está siendo avasallada por las atenciones de mi boca. Deseo que bajen más esas gotas, hago tiempo deslizando mi lengua por tu firme botón, en tanto mis palmas aprecian tu espalda, aruñando a veces, presionando en otras. Mis mejillas están manchadas de rojo, parte de mi rubor y parte por tu vitae. En tanto no me vea, estará bien. En cuanto tenga mi reflejo frente a mí, estaré histérica limpiando porque ¿Quién sería si la coquetería de mi apariencia impoluta se esfumara? Justo cuando el líquido colorea tu tetilla, despego mi boca para ir a por ella. El gemido es ronco al sentir tu piel potenciada por el sabor de tu vitae. Me entretengo limpiando, cual gato aseando la zona. Mi lengua no es tan rugosa, más mis dientes sí. Se encajan en la zona que rodea tu punta con ahínco. Queriendo dejar una marca y al mismo tiempo, denotando cuánto te deseo. Satisfecho el capricho, entre besos y roces de mi músculo bucal, voy llevando a mi interior la savia hasta llegar a su fuente.

Mis uñas se encajan en tus hombros al estrecharte contra mí, contra el cuerpo que estimulado, necesita de tu fuerza y vigor para ser recompensado. Otro jadeo escapa al ver que mis acciones al exigir más de tu piel, son recompensadas con unas gotas más grandes y mi boca, perdida en la inmensidad de este trance, las atrapa haciendo que la succión acompasada sea la que te indique cuánto es que te necesito ahí, donde el vértice de mis muslos está tan sobresaturado de estimulaciones externas, que urge de roces más internos. Mi espalda se arquea pegando así mi tórax al tuyo, presionando en tanto busca que reacciones y me des lo que no sé que necesito, pero que urge a mi ser a tenerte. Mi diestra sube hasta tu nuca, rodeando mis falanges con tus cabellos, apretando para jalar hacia abajo arqueando tu cuello en tanto mis pozos de cielo observan tu hermoso arco, tu manzana de Adán, tu barba tupida.

Separo con reticencia la boca para ir a buscar algo que me corresponde, que necesito - te quiero todo para mí - confieso con vehemencia antes de que mis pliegues se peguen a los tuyos moviéndose para que el contacto sea el que consuele mi cuerpo, gimiendo contra tu boca, dejando que mi aliento caliente tu gélida anatomía. Y como hiciera antaño, ladina y escurridiza, mi lengua recorre la punta de tu colmillo hasta presionar y dejar que las gotas de vitae se escurran como una invitación oscura a lo pagano, a la laocura total donde olvides tus inhibiciones y te entregues por completo a mí. Porque eres mío.

Tan mío, que duele.
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Vesubio [Dimitry L. Rudakov] - Página 2 Empty Re: Vesubio [Dimitry L. Rudakov]

Mensaje por Dimitry L. Rudakov Dom Dic 23, 2018 11:51 am

"Lost in the rain again, when will it ever end.
The arms of relief seem so out of reach...
But I am here".










Los privilegios que le otorgaba a la fémina iban más allá de sus propias propias creencias. De sus casi quinientos años, jamás había permitido que alguien bebiera directamente de su cuello, que reclamara esa zona que él mismo la había considerado como algo tan íntimo, era receloso, sin importar su naturaleza, barreras tenía en demasía.
Y luego aparecía esta humana que con solo una petición era capaz de conseguir todo lo que buscara de él, dejándolo sin más remedio que acceder sin siquiera chistar, solo entregaba lo que ella necesitaba o anhelaba en el momento, y en éste solo buscaba su sangre; En un inicio porque la necesitaba, más ahora se estaba volviendo en una obsesión que el mismo vampiro alimentaba.

Más fuerte fue el acercamiento de la contraria a su cuello, incluso antes de que la palma del inmortal se enredara entre sus cabellos a la nuca, acomodándola contra él en un gesto evidentemente posesivo, ansiando que no se moviera de sus piernas, hasta que fue él quien diera el alto, aunque ambos sabían que si dependiera de él, la dejaría prendada a su cuello por toda la noche.

En cuanto los cálidos y ansiosos labios de la mujer se acomodaron sobre su cuello, la tensión en el cuerpo del vampiro fue evidente, la mezcla de placer y perdición que le provocaba sentir cada succión que se hacía sobre su vena, logró descolocarlo, aferrando su mano libre a la espalda femenina, presionando con sus dedos, buscando un roce más íntimo sobre su torso. Dejó que su cabeza cayera levemente hacia el lado contrario, dándole un acceso completo a su cuello, confiado de que era eso lo que buscaba de él, y si es así como ella esperaba que la sanara, lo haría mil veces más.

Hermoso fue el espectáculo que tuvo frente a él cuando el rostro ajeno se alzó, abandonando la herida. Ver como la sangre, su sangre decoraba parte de sus mejillas, sus labios y continuaba deslizándose por su barbilla. El índice del inquisidor se alzó para presionar una de las manchas carmesí de su mandíbula, y rozar de forma descendente, dejando un rastro de su linfa hasta su clavícula.
Fue cuando la mirada traviesa de la fémina dejó en evidencia lo que buscaba, siendo el mismo Dimitry quien mantuvo sus muñecas en alto para que los botones fueran removidos, liberando uno a uno los que ayudaban a cubrir su torso, mientras acercaba la zurda a su boca para lamer la herida que había provocado, dándole en el gusto a su compañera. Fue necesario que dejara caer sus brazos a los costados, y con aquel movimiento sintió su camisa en el suelo tras él.

Claramente se daba cuenta de que para ella todo era una exploración por un terreno que aún no conocía, y él era el terreno a descubrir. Por esa razón, permitió que se perdiera a juguetear en su torso, aunque cada mordida o succión que realizaba le seguía un estremecimiento que le hacía mover suavemente su cadera, solo para buscar un ínfimo roce contra su centro. Se contenía, luchaba a cada segundo contra en nulo autocontrol que le quedaba frente a las acciones de la mujer, quien parecía jugar al límite con él, quería enloquecerlo, la vitae actuaba a la perfección en ella, como si fuera de su propio origen. Combinación perfecta.

En un momento cuando las mordidas cesaron, bien podría parecer que la mujer estaba satisfecha, pero contra todo pronóstico regresó al cuello del inmortal, reclamando una vez más lo que ahora le pertenecía. El tacto de las palmas femeninas son abrasadoras en cuanto se encajaron en la piel desnuda de sus hombros. La sangre emanando y él en medio de un candente abrazo, siendo un mezcla de deseo y sumisión por su parte, debía ser así, ya que con el más mínimo movimiento podría hacer que toda su voluntad se viniera al piso, y claro, ¡Era ella! Como no esperar lo que vino a continuación.
Los labios femeninos subiendo, liberando un deseo que no era solo de la fémina, y en cuanto sus pétalos reclamaron los del inmortal, correspondió sin medirse de lo que tenía preparado.
Pudo ser tan ínfimo el gesto, quizás hasta lo habría pasado por alto de ser otro, pero no, en cuanto la sangre de la fémina, cargada en una simple gota que emergió del corte en su lengua, llegó a instalarse en la boca del inmortal, su contención se esfumó. Deseaba más, mucho más que un simple ápice.

Las manos del inquisidor se movieron con agilidad, una se instaló rodeando su cintura y la zurda se deslizó por su muslo, afianzándola contra él y menos de un pestañeo, e incluso sin dejar de reclamar sus labios, se levantó de la silla, dejando a la fémina con la espalda pegada a la pared que tenía tras de ellos. Hizo que le rodeara con ambas piernas la cadera, y de paso que mantuviera sus manos fijas en los hombros, quedando suspendida entre la madera y el cuerpo del vampiro.
No tienes idea de lo que eres capaz de provocar.— masculló con dificultad contra sus labios, dejando que los mismos abandonaran sus pétalos, viajando por su mandíbula, saboreando de paso la esencia de su piel en una mezcla con la sangre que aún decoraba extensiones de su rostro. El viaje continuó hasta su cuello, no podía seguir negándoselo, si ella lo necesitó antes, ahora para él significaría todo. Jadeó contra la pálida piel de la mujer, pegando su nariz directo en donde su vena latía incorregible, tan o más ansiosa que él. Sus colmillos aumentaron y una exhalación fue lo último que le dio fuerzas.
Mía.— reclamó, dejando que los filosos colmillos se incrustaran diligentes en su cuello. Su linfa no tardó en llenar cada espacio en su boca, y su cuerpo comenzaría a reaccionar.

El elixir que se formaba en él, dejándolo completamente aturdido era sublime. Degustar la sangre de la mujer, y parte de la propia en cada succión se volvía rápidamente en una perdición.Deseaba más, necesitaba más de ella.
La zurda se removió de su muslo, por entre las enaguas de la fémina, llegando a instalarse contra su glúteo, donde lograría sostenerle con mayor firmeza, aprovechando de realizar un recorrido por su piel. Bien sabía que habían límites, y él mismo se había impuesto no dejarse llevar por sus propios deseos, ella solo estaba recuperada momentáneamente gracias a su vitae, no debía dañarla más. Una misión casi imposible, que conseguía que el cuerpo del vampiro temblara en cuanto la linfa continuaba entrando en su sistema, sintiendo como su propio miembro buscaba con desesperación el roce sobre la intimidad de la fémina, viendo como un estorbo innecesario sus ropas. Estaba perdido.
Joder, Annabeth...— su voz salió ronca, casi rasposa en cuanto liberó su cuello con lo último que le quedaba de voluntad, dedicándose a lamer la herida con suavidad, contrayendo cada músculos de su cuerpo para inmovilizarse y no corromperla más.

Si antes le había pedido que lo detuviera, este era el momento.
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Mensaje por Annabeth De Louise Lun Dic 24, 2018 5:13 am

And at this moment, the words
they are the least able to show what I feel,
what you incite me, what I crave.

Seducida hasta la parte más íntima de mi mente, reconozco que este encuentro dejará una atadura invisible. Por más que nos esforcemos en romperla, estará firme o engrosando su tamaño. Mientras mis manos te estrechan con fuerza intentado que no te alejes, que permanezcas aquí, conmigo, en este habitáculo que se está transformando en un cómplice de estas caricias y besos apasionados, me aprecio avasallada por todo lo que siento y al mismo tiempo, me sensibiliza al máximo. Eres tú la causa, tu olor, tu cuerpo, las pocas caricias que me prodigas. ¿Acaso es que no te gusto como para tocarme? Si lo pienso, tus acciones lo desdicen porque siento tus estremecimientos, la manera en que alzas las caderas buscando el roce de tu cuerpo contra el mío. Mis uñas aprietan tu carne en un episodio parecido, esa firmeza que presiona el vértice de mis muslos me deja más inquieta, ansiosa, necesitando o urgiendo algo que no entiendo qué es.

Por esa necesidad, intento cerrar las piernas con el instinto de friccionar la una contra la otra sin éxito porque la posición en la que me encuentro. lo impide. Y un gemido de frustración emana de mi boca, el sonido de mi voz se apaga en tus labios. Necesitada, te castigo por lo que me provocas, acaricio mis pliegues contra los tuyos, demostrando que aprendí a besarte aquella vez que me enseñaste en los jardines. El martirio es mayor al deslizar mi lengua por tu colmillo rasgando la piel para que la vitae sea compartida a sabiendas de lo que puedo ocasionar. ¿Quién puede recriminar mi actuar si lo que ansío es enloquecer tus sentidos para que te entregues sin reservas? Exigente, egoísta, quiero más. Mucho más. Soy insaciable cuando tú eres el origen.

La causa es entendible, el efecto esperado. Siento cómo las tornas cambian, de ser la que domina, te conviertes en el amo y señor de la situación, atrapando mi cuerpo por la cintura y por el muslo desnudo. El impulso que me lleva a permanecer en el aire, con la pared en las espaldas y tu cuerpo como único sostén que evita mi caída, me sonroja aún más. Me hace sentir tan indefensa, tan pequeña y vulnerable. Y me gusta, contigo me gusta apreciarme así. Que seas tú quien domine, el hombre que me cuide, me entregue lo que necesito, me controle. ¡Estoy loca! Tus movimientos me enseñan a rodear tus caderas con las piernas como hace años, haciendo que mi sexo se presione contra ese abultamiento entre tus pantalones. Un gemido largo y atormentado escapa de mi boca todavía unida a la tuya en ese beso sin fin que me está dando lo que necesito. Lo entiendo al sentir un segundo roce de tu cadera contra la mía. Aprieto las uñas contra tus hombros.

- No, pero tú no me dañarías - susurro con toda la firmeza que ese conocimiento me da. Jamás harías algo para lastimarme. Siento tus labios bajando, una opresión se forma en mi viente, sé lo que viene. Creo pensar que esta vez, te atreverás a más. Estoy jugando con fuego, dios mío, estoy incitando a un vampiro, estoy bebiendo de él, me entrego sin tapujos, estoy demasiado enloquecida como para pensar con coherencia concentrándome en el único impulso que necesito: que me tomes, que me muerdas, que succiones mi vena como hace tantos años y que ahora estoy urgida por ello. Haces tan lentos tus movimientos que me siento desesperada, mi voz suena baja. Me hundo en el mar de las sensaciones sin oportunidad de emerger, ahogándome en ésto que me provocas. Exhalando con violencia echando la cabeza hacia el noreste pegada contra la pared dando espacio para tu boca y buscando intimidad para disfrutar lo que todos estos años fue un recuerdo intenso que me dejó sonrojada en la cama y con la misma opresión entre las piernas como ahora lo tengo.

Tus movimientos son predeterminados, ¿Buscas darme una lección? ¿Me castigas a la vez? - Dimitry, muerde ya - me remuevo contra tu cuerpo, nerviosa, estremecida. El hueco en su abdomen se hizo más grande al escuchar esa palabra de total posesión. ¿Acaso lo dudaste? Por supuesto que soy tuya. - Sí... sí, soy tuya - desconozco mi voz de lo gruesa que se escucha. Y cuando mi piel es abierta con ese sonido como si fuera mi coraza la capa que recubre una manzana, largo un sonido mitad dolor, mitad placer: - ¡Sí, Dimitry! - hago mayor esfuerzo en echar a un lado la cabeza provocando una tensión en mis músculos, espoleando a la vena para que te dé mi sangre. Mis manos, posicionadas en tus hombros, escalan hasta perderse entre los rizos de tu cabeza para obligar a que no te separes. Ahí estás bien.

Mi colmillito izquierdo atrapa mi labio inferior con demencia procurando que ningún sonido escape para que este intercambio de caricias y seducción, sea un secreto entre ambos. La primer succión arranca la coherencia, aprieto más las piernas alrededor de tus caderas pegando tu cuerpo al mío, sintiendo mejor esa firmeza que se roza contra mi centro desperdigando sensaciones eléctricas que me recorren desde ahí hasta las puntas de mis pies y de mis dedos. Una mano se cuela bajo mis enaguas tocando mi ropa interior, el impoluto algodón. Un peligroso recorrido deja mi piel ardiendo hasta llegar a mi glúteo donde se afirma, es mayor el roce, me enloquece, aturdida abro los ojos haciendo una osadía al mover mis caderas contra las tuyas, sintiendo alivio y al mismo tiempo, me atormento peor porque desconozco que para alcanzar la cima, hay que pasar también por los momentos más intensos y dolorosos.

Bajo la diestra por tu brazo zurdo apretando la piel de tus músculos. Pegado tu tórax contra el mío, las cimas de mis senos se presionan y friccionan también. Cada parte de mi cuerpo en contacto con el tuyo está por ebullir. Ciega, sorda, muda, me declaro tuya. No puedo más que dejarme llevar por lo que me haces, porque me siento presionada y sensibilizada por todos los frentes y no sé cómo reaccionar. Es justo ese desconocimiento, el que mete freno a todo y si le acumulo la frustración sexual que desconozco que existe como idea mental, porque sí que la siento, todo conduce a lo siguiente: - Dimitry, por favor, basta, no puedo más, basta... - mi voz es tortuosa, rasposa como única muestra de todo lo que está sucediendo - no puedo más. No me hagas más, me duele - no sé cómo describir esta tensión en mi sexo, en cómo mi cuerpo hace incontables movimientos de oprimir y soltar, mi propia respiración se corta a veces y en otras, pareciera que olvido cómo se aspira o se exhala. Mi rostro está tan sonrojado que podría competir con la más hermosa fresa.

Apenas abandonas mi cuello, oculto mi cara en el tuyo. Estremecida hasta los cimientos de mi ser, con el impulso de la vitae haciendo de las suyas por mi cuerpo, la frustración es mil veces mayor. Y el que sea sexual es peor porque no sé cómo aliviarla. Restriego mi cuerpo contra el tuyo, mis senos contra tu tórax, mi abdomen contra el tuyo, mi sexo contra ese abultamiento y no hay algo que me dé más alivio. La posición tampoco ayuda demasiado, si te tuviera boca arriba en la cama, podría aprender por instinto cómo darme alivio, pero así, es imposible. Y el estallido de rabia emana de mi boca. - ¡Basta, basta! - me revuelvo para que me sueltes. No soporto tu roce, más mortificación siento al apreciar que estoy húmeda entre las piernas. Desvío la mirada intentando que vuelva la serenidad y el control de mi cuerpo. - Quiero irme - cubro mi rostro con las manos de estas sensaciones que me urgen por más, mucho más.

Es una pena que no tenga idea de cómo pedírtelo.
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Vesubio [Dimitry L. Rudakov] - Página 2 Empty Re: Vesubio [Dimitry L. Rudakov]

Mensaje por Dimitry L. Rudakov Mar Dic 25, 2018 11:02 am

"Slowly fading away, your lost and so afraid...
Where is the hope in a world so cold?"











¿No la dañaría? Era increíble como la humana podía estar segura para confirmar aquello frente a él, sin saber que sus impulsos podían aplastar todo el control que había mantenido hasta ahora, que solo bastaría una acción más para que las cosas se desviaran de una forma que ni él estaría consciente. Ella era la perdición del inmortal, ¿Cuánto más podría resistirse de no arrancar cada tela que cubría el cuerpo femenino? Desesperado se sentía de rozar directamente su piel, ir marcando cada centímetro de su anatomía para reforzar su anticipada posesión, dejando que sus manos se pasearan por sus curvas, mientras los colmillos irían incrustándose en cada latente vena que se topara con sus labios, dejando que la linfa se deslizara hasta crear irregulares figuras sobre la blanquecina tez. Cuánto haría con ese inmaculado cuerpo.

El aroma que envolvía a la fémina terminaba por delatar las sensaciones que vivía en ese preciso momento, y la excitación no fue más que un protagonista de peso en el menudo cuerpo que sostenía en vilo, mismo que realizaba pequeñas contorsiones que le regalaban los seductores roces contra su centro, generando una presión mayor sobre la tela de su pantalón. Cada movimiento, cada gesto hacía jadear al vampiro, regando su gélido aliento sobre la piel manchada de carmesí de la contraria. Su lengua continuó paseándose hasta dejar limpia la herida, esperando a que se apresurara a cerrar, dejando sencillamente las leves marcas de los colmillos, que bien sabía que sus ganas de volver a prenderse de ella, eran desmedidas.

Lo que vino a continuación le sirvió para regresar un poco a reclamar consciencia, estaba llegando demasiado lejos, y aunque notaba que ambos lo deseaban -con la diferencia que él sí conocía sus propios deseos sexuales - exhaló, alzando su cabeza para permitir que el rostro de la mujer se ocultara en la curva del suyo. No quería lastimarla, mucho menos espantarla, porque era evidente que el desconocimiento, lleva al temor, uno que Dimitry no dejaría que se instaurara en ella.
Tranquila, todo está bien. Respira.— la voz del inquisidor sonó levemente forzada producto de la acelerada carrera de la linfa femenina en su ser. Luchaba contra ella, buscando entregar una calma frente a la compleja situación.

La exhalación de frustración nació casi imperceptible de los labios del varón. No se tomaría el tiempo de explicar todo aquello, ya que el nerviosismo de la contrario no se dejó esperar, esa rabia contra lo que su cuerpo deseaba pero su mente no era capaz de comprender aún.
En cuanto comenzó a removerse en los brazos del vampiro, éste se aseguró de darle lo que necesitaba. La mano que se encargaba de mantenerle en alto se deslizó, dejando que los pies de la mujer quedaran firme en el suelo, y éste daba un paso atrás para darle espacio.
Nos iremos. No te preocupes, Annabeth.— le aseguró, llevando sus manos a las muñecas femeninas para descubrir su rostro. Marcado se encontraba, una mezcla atrayente de sangre y la coloración propia de sus mejillas que evidenciaban su pudor frente a la situación.
No tengas miedo de lo que sentiste, es absolutamente normal.— busca reconfortarle, inclinándose para reclamar sus pétalos, recibiendo una muestra de su propio sabor.

La mirada del vampiro se acompasó, ese era el poder que tenía el dejarse embelesar por los cristales femeninos que se enlazaron a sus orbes. Era una criatura tan fascinante como misteriosa, y Dimitry se torturaba con aquello. ¿Qué tanto sabía de ella? ¿Cuánto quería saber realmente? Tantas preguntas que le embargaron en cuanto su silencio se prolongó. ¿Podría dejarla libre después de esta noche?.. Iluso si la respuesta era un sí. Había creado un lazo invisible con ella, más fuerte de lo que pudo llegar a dilucidar, más intenso que la sensación que tuvo en el pecho por días al saber que nuevamente la vería después de tantos años. Encontrarla no fue sencillo, en lo absoluto, y es por eso que no podía perderla nuevamente.

Las palmas de sus manos se posaron contra las mejillas de la mujer, acariciando con suavidad ambos costados con los pulgares. Buscaba tranquilizarla, ya que el latido ferviente de su corazón le golpeaba con fuerza en los oídos, en conjunto con lo agitada de su respiración. Una parte de él estaba preocupado para cuando se viera en un espejo; Su aspecto era descuidado, el cabello revuelto y las sanguinarias marcas en su cuello y el rostro, dejaba un aspecto alejado de la visión que la fémina siempre se esforzaba en dar, mientras que el vampiro se había convertido en un reflejo de la entrega que tuvo con él. Un retrato perfecto.
Antes debemos esperar a que tu temperamento se regule. Y debes saber que no te dejaré ir sola a ninguna parte, así que tienes dos opciones; Me das tu dirección para llevarte a casa y asegurarme que estás a salvo o me dices quienes son de tu confianza para ir por ellos antes del amanecer.— no la forzaría a irse en su compañía, ya que si aún existía una efímera duda de él, estaba claro que no se arriesgaría de guiarlo hasta su residencia.

Aunque Dimitry desconocía que era por una razón mucho más de peso. Una que pudo haber descubierto si se hubiera esforzado un poco más, más averiguaciones y menos rabietas.


Última edición por Dimitry L. Rudakov el Sáb Ene 05, 2019 11:57 am, editado 1 vez
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Vesubio [Dimitry L. Rudakov] - Página 2 Empty Re: Vesubio [Dimitry L. Rudakov]

Mensaje por Annabeth De Louise Jue Dic 27, 2018 1:21 pm

Come back to me
and do not leave anymore.

Es mi desesperación la que impulsa la actuación del vampiro que con frases bajas y tono relajado. Sus pies recuperan el piso, por inercia, lleva a ocultar su rostro en el cuello del vampiro, donde la mujer se siente más segura que nunca. Abrazando sus hombros aprecia su pecho latir a toda velocidad, con un estruendo que podría escucharse a millas de distancia. La vitae de Dimitry hace su magia, recuperando sus heridas, cicatrizando, dando fuerza a sus músculos y a su cuerpo. Una elongada respiración inicia el proceso de dar tranquilidad a su cuerpo erotizado, lleno de todos esos impulsos que cada vez la enloquecen más y más hasta llevarla a cimas insospechadas donde Dimitry es el único que podría darle alivio. En cambio, recibe palabras de aliento para que rebaje la fiebre que amenaza con consumirla.

Ese calor que se eleva desde su vientre, acariciando las cimas de sus senos, sus brazos, piernas y la cabeza. Necesita un buen baño. Respira por nariz exhalando por boca. La presión va remitiendo y con ello, los reproches se conglomeran en su mente como si fueran las cartas de Phoenix esperando a que las conteste. No tiene ánimos de eso, ni siquiera puede pensar con claridad qué es lo que hará a continuación. Le toman de las manos, se las separa haciendo que le mire. Sus orbes azules están derretidos por la escena protagonizada en este habitáculo. Sus mejillas más que rojas por lo que experimentó. Su músculo bucal recorre su lengua hasta que le da el brillo propio de quien perdió incluso la lubricación de esa cavidad oral.

Le tiemblan los pliegues cuando él la besa. Quisiera abrazar de nuevo al hombre, pero teme lo que resulte con ello. Asiente de nuevo, se mordisquea el labio inferior con su colmillito hasta que por fin, pareciera que puede dar un paso sin ayuda. Se mueve por el lugar hasta llegar a su mochila sacando una pequeña petaca que, en lugar de tener whiskey, tiene un poco de té endulzado. Le da un par de tragos echando atrás la cabeza sintiendo que por fin, recupera la compostura. Sus oídos captaron lo que el vampiro quiere y por inercia, sacude la cabeza negando la petición. - ¿Puedes traerme algo de agua y una palangana, por favor? Necesito asearme antes de hacer nada - pide solícita necesitando asearse. Quizá así, pueda liberarse de la sensación erótica de la vitae.

Unos instantes después, sumerge las manos en el agua fría, se moja el rostro y suspira de alivio. Repite el proceso alzando una ceja al ver que el líquido se torna carmesí. Con un pañuelo, seca su rostro con suavidad mirando las marcas de vitae en éste. Se afana entonces en lavar bien su epidermis hasta que está al menos un poco más satisfecha. Sus manos buscan en el bolso hasta encontrar un peine con filo dorado que desliza por sus largos cabellos hasta recobrar la suavidad a la que está acostumbrada. Estira la mano hacia el inquisidor - las horquillas, por favor, las metiste en el bolsillo de tu pantalón - en cuanto se las entrega, las deja al lado de la palangana. Haciendo alarde de destreza, se hace un recogido con varias trenzas luciendo algo muy parecido a un peinado que podría lucir en una fiesta. Sujeta los mechones con las horquillas hasta dejarlo lo más perfecto que puede a ciegas, puesto que carece de espejo.

Se pasa el pañuelo por el cuello liberándolo de cualquier agente externo y luego, por sus manos. Una vez lista, suspira de alivio. - Me parece que si me das mi silbato, mi gente vendrá a llevarme a casa. Así también tú podrás ir a la tuya, Dimitry - le observa por fin segura de su voz y de su mente. Vuelta a ser Annnabeth De Louise, la líder de Phoenix y no la chiquilla que es como cera entre las manos del vampiro, que puede hacer y deshacer a su antojo. Toma el paño notando algo, se acerca a él y lo desliza por su cuello limpiando la suciedad de éste, recorriendo el tórax hasta que queda más decente. - Lo lamento, te manché todo - se sonroja con violencia - te prometo no volver a perder los papeles contigo - jura con tono compungido. Vaya que se le olvidó ser una dama, pero parece que es lo que Dimitry siempre provoca con su simple presencia.
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Vesubio [Dimitry L. Rudakov] - Página 2 Empty Re: Vesubio [Dimitry L. Rudakov]

Mensaje por Dimitry L. Rudakov Sáb Ene 05, 2019 12:13 pm

"And when your finally in my arms...
Look up and see that love has a face"











Podría haber dicho tantas cosas, tantos reclamos pasaron con ideas raudas y demandantes por su mente en cuanto notó aquel desvío que la humana pretendía. Sabía que no era justo, pero le dio esa facilidad, no presionar, solo aceptar lo que se venía ahora, ¿Podía exigir más después de todo lo que consiguió en una noche? Por supuesto que no. Las cartas estaban lanzadas y ambos sabían - aunque no dijeran una palabra -  que ésta no sería la última noche que se verían, aunque era evidente que no podían adelantarse a los hechos, y menos disponer del tiempo y las acciones que realizarían desde ahora. Así como eran ajenos a la prueba que pronto se les podría frente a sus rostros.

La cabeza del inmortal se movió afirmativa en cuanto la mujer solicitó los productos para asearse, y al menos no vería el desastre que traía encima, solo sería un reflejo que evidentemente se apresuraría por mejorar. Por lo que tomó la palangana y fue en búsqueda de agua fresca y limpia para ella. Por su parte nunca fue tema estar cubierto d sangre, y solo podría considerarlo como una "noche más" en su ajetreada vida.
Sus orbes observaron el rostro de la mujer, como el agua bajaba desde éste por la curva de su cuello, y de paso llevándose consigo los restos carmesí que descansaban en su dermis, un espectáculo tan ínfimo, que para el vampiro lo era todo, ya que con solo examinar el aura, y en conjunto con los fuertes latidos de su corazón, estaba claro que se había recuperado de la mejor manera. Y como tal, estaría lista para irse del lugar.

En cuanto la mano de la fémina exigió lo siguiente para continuar con su elaborado trabajo de limpieza y orden, la mano del inquisidor buscó en su bolsillo las horquillas y se las entregó, quedándose a mirar como las manos se paseaban entre su cabello para realizar un elaborado peinado, que le recordó lo minuciosa que podía llegar a ser.
¿De aquí pretendes irte a descansar o a un baile con el rey? — bromeó, estirando sus brazos tras la espalda, logrando que parte de sus vértebras crujieran por la posición. Por su parte se sentía bien, tal vez confuso, pero bien, bien dentro lo que englobaba todo lo que atravesaba al estar junto a la fémina.

En cuanto la mirada ajena se posó sobre él y la distancia se acortó, entendió lo que se proponía y simplemente le dejó hacer, ignorando lo poco que duraría aquello. Fue por eso que la propia mano del vampiro detuvo la ajena con suavidad.
No te preocupes por eso. Y mucho menos por mantener los papeles conmigo... Creo que esos ya los dejaste en el suelo hace horas, que ni se te ocurra recogerlos ahora.— le advirtió, sabiendo que aquella metáfora tendría mucho más significado ahora, y era el único momento que tendría para dejar claras las cosas entre ambos.
Voy a darte el silbato, pero antes volveré a pedir lo mismo que hace años atrás; No desaparezcas, Annabeth, ya sabes que yo no iré en una cacería por ti, o por tu gente, lo entiendes, ¿Verdad? — la interrogación bordeó el regaño por su parte, ya que el disgusto de que hace mucho tiempo no tomara en cuenta sus palabras no dejaba de irritarle, ¿Por qué su afán de volverse invisible para él? ¿Qué tanto ocultaba? Y bien sabía Dimitry que no solo se trataba de los papeles que mencionaba. Había mucho más que eso.

La zurda del inmortal buscó la mano ajena, entrelazando sus dedos antes de exhalar abruptamente, estaba reclamando esa calidez, sin saber cuando volvería a recorrer su piel nuevamente, al menos tendría una leve esperanza de que ésto no sería todo. El tiempo era indescifrable y para ellos era limitado, los años no pasaban en balde, mucho menos para ella, al final la linea de tiempo del vampiro estaba congelada.
Debes cuidarte, sabes que Francesco no se dará por vencido tan facilmente, aunque posiblemente luego de saber que perdió cinco hombres por su obsesiva misión de dar con tu paradero, se tomará un tiempo para reconsiderar las cosas, también me encargaré de eso.—  Le aseguró, llevando su mano libre al bolsillo para dar con el silbato, el cual se paseó por su palma unos segundos antes de entregárselo a su dueña. En efecto, era un buen truco.

Volveré a verte.— una promesa que sería para ambos, y no deseaba que se volvieran simples palabras, si las dijo, fue porque lo sentía, ansiaba un nuevo encuentro con ella...
Aunque jamás hubiera imaginado la forma en que el destino volvería a juntarlos.
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Vesubio [Dimitry L. Rudakov] - Página 2 Empty Re: Vesubio [Dimitry L. Rudakov]

Mensaje por Annabeth De Louise Sáb Ene 05, 2019 1:31 pm

Do not go too far
because without you, I lose myself.

Sus fuerzas son puestas a prueba cuando menciona esa metáfora con los papeles que ilumina sus mejillas de un rojo carmesí. Baja la mirada abochornada reconociendo que tras lo vivido en los jardines y de nuevo, en este sitio, poco es lo que puede negarle. El inquisidor es un ser que podría hacerla temblar con un solo gesto, haciendo que suspire esperando encontrarlo, escucharlo, sentirlo. Probar su sabor fue lo peor que pudo hacer porque su vitae se remueve en su interior, en sus venas dando fuerza y al mismo tiempo, subyugando su férreo control para darle la victoria al vampiro. Hará lo que esté en sus manos para cumplir sus deseos, sus peticiones serán órdenes para ella y eso que ni siquiera se transformó en su esclava. Siente un estremecimiento sacudir cada parte de su cuerpo ante la demanda que más parecía un reproche. No desaparecer. Decirlo es fácil, hacerlo es lo complicado.

Siente la necesidad de confesar sus pecados ante el único que podría absolverla de éstos. Su boca podría abrirse en cualquier momento. El pensamiento y el recuerdo de todos los rostros que dependen de su silencio, lo evitan. ¿Cuánto tiempo más va a mantener esta charada? ¿Cuándo podrá ser sincera con él? ¿Podría soportar lo que tiene por decir? ¿Lo entenderá? Las preguntas le queman la mente, torturan su alma y subyugan su voluntad. - Está bien, no me desapareceré de tu radar - se muerde el labio inferior contrariada, seguro que esa condición llamará la curiosidad de Miyami cuando haga el hechizo de ocultación de nueva cuenta. Ya pensará qué pretexto darle. El contacto frío contra su palma es relajante. Le entregó un enorme poder a este inquisidor si la calma con un solo roce. Se siente aprensiva con el pensamiento de que debe alejarse de su lado. Si por ella fuera, lo llevaba a Phoenix y le daba un lugar para permanecer ahí de por vida, pero es imposible.

Se encoge de hombros con la advertencia de Francesco. - Y volverá a golpearse la cabeza contra la pared. No tiene oportunidad de encontrarme, mucho menos de llevarme a sus filas - desconoce lo que el futuro le tiene preparado, confía en algo que tiene una enorme falla. La magia no es omnipotente, no cuando se protege una parte y otra fundamental se descuida. Encontrará que sus palabras fueron soberbias en el futuro cercano y lo lamentará. - No arriesgues tu posición en el Santo Oficio por mí, Dimitry. Puedo cuidarme sola, ya lo viste. No quiero que te persigan porque te opusiste a Franceso y bien sabes que es capaz de poner a toda la orden en tu contra. Por favor, cuida tu lengua y tus palabras. No te arriesgues en balde - le ruega tomando el silbato, mirando sus ojos, llevando una mano a su tórax aún desnudo, apreciando sus músculos. Queriendo más de él y sabiendo que ya fue suficiente por esa noche.

Debe partir. Se desliga de su tacto, de su presencia tomando el abrigo, cubriéndose con él. Echa el bolso al hombro, no mira atrás porque de lo contrario, querrá quedarse. Abre la puerta saliendo del pequeño lugar, soplando el silbato esperando apoyada contra la madera mirando al cielo. Su espera no es demasiada, un enorme licántropo aparece de entre los matorrales haciendo que Annabeth alce una ceja. - ¿Y por qué no me sorprende que de entre todos, seas tú quien viniera por mí? - se acerca a la masa de músculos, garras, colmillos y pelaje para mirarlo con la cabeza ladeada. - Podemos irnos - ni siquiera piensa cuando el alfa le acerca el morro para olerla, le da un golpecito en la mandíbula - no me toques, no me babees y no me muerdas. Anda, vamos ya, Albrecht, la noche está por terminar - el aullido que emite el sobrenatural es una advertencia para cualquiera que ose acercarse al sitio. La toma en brazos mirando hacia el habitáculo, suelta un gruñido potente antes de iniciar la carrera de regreso a Phoenix, cuidando su carga. Annabeth no mira atrás. ¿Para qué? Siente que no será la última vez que lo vea. La pregunta es ¿Cuándo?

El destino es caprichoso, más cuando se emociona con dos seres y pretende juntarlos sin importar si lo desean o no.


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Vesubio [Dimitry L. Rudakov] - Página 2 Empty Re: Vesubio [Dimitry L. Rudakov]

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