Valiente {Lennart de Guich}

por **Blanche Molyneux** Vie Dic 07, 2018 5:56 pm

«Porque ser valiente
no sólo es cuestión de suerte [...]
porque ser valiente
no sólo es cuestión de verte.»
Vetusta Morla

Al fin se había atrevido a escribir aquella carta, con todo lo que aquello conllevaba. Lennart de Guich era un nombre conocido en el mundo en el que ella se había visto obligada a crecer. Conocido y temido a partes iguales, pero Blanche sabía que él era el único que podría llegar a ayudarla. La duda que la corroía por dentro era, ¿querría hacerlo?

Cuando salió de la oficina de correos, lo hizo con una sensación contradictoria en el pecho. Por un lado, sentía alivio al haber dado un paso tan definitivo, pero, por otro, estaba aterrada de que aquello no fuera a funcionar de la manera que ella había imaginado. Volvió a la casa del matrimonio que la había acogido a su llegada a París y esperó.

Los días pasaban y Blanche no recibía respuesta a su misiva. Quizá no le había llegado, sí, debía ser eso. ¿Quién, en su sano juicio, dejaría que una cualquiera como ella consiguiera la dirección de su casa, siendo alguien tan importante? Bien era cierto que Lennart era un hombre conocido y querido, de alguna manera; no tenía nada por lo que pudieran atraparlo, al contrario que a su hermano, que ya se había granjeado unos cuantos enemigos en su vida.

Casi una semana después de enviar la carta, unos hombres se le acercaron a la salida de la parroquia donde acudía cada mañana a rezar.

—¿Blanche Buchanan? —preguntó uno de ellos.

Ella asintió, a pesar de que todavía no estaba del todo acostumbrada a que la llamaran por ese nombre. Era falso, como su vida entera, pero era lo que había tenido que elegir para seguir con vida.

—¿Nos acompaña, si es tan amable?
—¿Puedo saber a dónde?
—A la mansión de Guich —contestó el otro, que se había quedado callado hasta entonces—. Por aquí, madame.

Blanche tragó saliva y los siguió sin decir ni una sola palabra más. La subieron a un coche muy elegante y anduvieron un buen trecho, con el traqueteo de las ruedas como único sonido. La casa a la que la llevaron era extensa y hermosa. Tenía un amplio jardín que la joven no tuvo tiempo de disfrutar, puesto que la llevaron al interior sin mayor dilación.

—Espere aquí —dijo uno de los tipos, y se fueron cerrando la puerta.

Ella obedeció, y esperó, demasiado para ser una invitada en aquella casa. Las horas pasaban y su mente no dejaba de dar vueltas sobre su cometido allí. ¿Querría escuchar aquello que tenía que decirle? ¿Querría terminar con ella por haberse atrevido a inmiscuirse en asuntos que le deberían traer sin cuidado? Tratándose de Lennart de Guich, cualquiera de las dos opciones era perfectamente factible.

Ya estaba entrado el atardecer cuando la puerta se abrió. Esta vez, entró una mujer del servicio con una gran caja en las manos, que dejó sobre la mesa del café.

—Quiere que se lo ponga y que baje al comedor. Él cenará con usted —explicó y se marchó.

Blanche abrió la caja y descubrió que contenía un bonito vestido de color burdeos. No había nota alguna, ni indicaciones; sólo las escuetas palabras de la mujer que ya se había marchado. Sacó la ropa y la observó a la luz de una de las velas. Era tan suave que quiso envolverse en el vestido y echarse a dormir, pero sabía que no podía hacerlo. Cuando estuvo lista, descendió las escaleras sin prisa y se encaminó al comedor, donde, según le habían dicho, ya la esperaba. ¿Qué tendría que contarle?

por **Lennart de Guich** Mar Dic 18, 2018 10:31 pm

Lennart no creía en Dios, aunque debía aparentar que sí, pues su madre era muy religiosa y prefería engañarla a tener que soportarla con sus sermones acerca de las virtudes del catolicismo. Afortunadamente para él, Prudence pasaba largas temporadas en la casa de Florence –su otra hija- pues no soportaba estar bajo ese techo tras la muerte de su esposo y de su hija menor.

De ese último hecho, la muerte de Constantine, Lennart no podía despegarse tan fácilmente como su madre. Pensaba en su hermana todo el tiempo, saber qué había ocurrido, encontrar a quien la había asesinado, se había vuelto su obsesión y había puesto a trabajar en eso a sus hombres de confianza. Tenían ya una pista, pero no sabía si era certera… aunque apuntaba directamente a su peor enemigo en materia de negocios: Grayson Buchanan.

Por eso podía decir que le agradecía a ese Dios, en el que no creía, su suerte. Blanche, la hermana de su enemigo, lo había contactado. ¿Acaso estaba loca? Se metía en la boca del lobo, y el lobo estaba enojado, pero no sería él quien le advirtiese, por el contrario le había extendido una cortés invitación a visitarle. Invitación un tanto infrecuente, cabía decirlo.

No solo la había hecho esperar hasta la noche porque estaba sumamente ocupado, sino también porque quería leer sobre ella –había mandado a investigarla-, mientras le daba tiempo a temer, a pensar en un montón de cosas que de seguro no ocurrirían, a armarse un discurso que él no tardaría en deshabilitar.

La noche llegó y Lennart se vistió con elegancia para bajar al salón comedor donde ella de seguro ya lo esperaba. Tenía curiosidad de ver cómo era aquella muchacha, porque sí que era feo Grayson… A ella quería descubrirla, por eso había reprimido la curiosidad de preguntarle a sus empleados que ya la habían visto sobre su aspecto.

Entró en el salón y no la halló allí. Eso no le gustó, pero tenía que reconocer que hacerla esperar no sería caballeroso de su parte. Blanche no tardó demasiado en aparecer, hermosa con el vestido que le había regalado. Él no lo había visto, simplemente había dado la orden de mandar a comprar alguno que le quedara bien a su talle, pero era su regalo después de todo.

-Que gusto es conocerla, señorita Buchanan –dijo y se acercó a ella con los brazos abiertos, como si se conocieran de toda la vida, y la abrazó suavemente-. Disculpe que la haya hecho esperar, no se imagina qué día ajetreado he tenido. ¿Se ha sentido a gusto en mi casa?

Le dio el brazo para acompañarla a ocupar su lugar, a la derecha de la cabecera que ocuparía él. Era muy bella, jamás habría adivinado que sería rubia y de facciones tan marcadas… y era mucho mayor de lo que imaginaba. Sabía que no se había casado ni tenía hijos. Estaba frente a una hermosa solterona entonces.

-He de decirle que su interés en mí me ha tomado por sorpresa –dijo, mientras la doméstica llenaba de vino ambas copas-. Brindemos, querida. Por su estadía en mi casa –le sonrió y alzó la copa-. ¿Quiere contarme por qué ha decidido contactarme? En su carta fue algo escueta…

por **Blanche Molyneux** Lun Ene 07, 2019 10:11 am

El vestido pesaba, pero eso sólo podía significar que era de muy buena calidad debido a la cantidad de capas de tela que llevaba. Por eso, también, tenía una falda tan voluminosa y difícil de mover, pero majestuosa una vez que se llevaba puesta.

—El gusto es mío, señor de Guich —contestó con voz suave y no se apartó cuando él abrió los brazos para envolverla en un abrazo—. Imagino lo ocupado que debe estar, así que agradezco que haya aceptado recibirme. Sí, he estado a gusto en su casa. Gracias por recibirme, y también por el vestido. Es precioso.

Aceptó su brazo y caminó junto a él hasta la silla que Lennart le mostró. Se sentó y esperó, haciendo gala de los modales que había aprendido en la residencia de de los Buchanan. En su infancia poco espacio había habido para conocer cómo debía comportarse una señorita en sociedad, porque ni sus padres, ni su hermano, la habían tratado como tal.

Respiró hondo para desechar esos pensamientos y abrió los ojos —que había cerrado al recordar todo— para centrarse en su presente. Estaba en el hogar del mayor enemigo de su hermano Grayson, y si de algo podía estar segura era de que, mientras permaneciera allí, no podría encontrarla.

—Me costó mucho animarme a escribirle, no le voy a engañar —confesó, tomando la copa recién servida y alzándola para brindar—. Brindemos, sí.

El sonido del cristal dio comienzo a una cena extraña, al menos para ella. Si los rumores y las habladurías sobre Lennart de Guich eran ciertas, Blanche sabía que a pocas cosas podría temer él. Era poderoso, mucho más que su hermano. Todavía no lograba entender cómo Grayson había osado siquiera a retarlo… De verdad se creía invencible, pero ya llegaría la hora de demostrarle que las cosas no eran como él las imaginaba.

—Fui escueta a propósito. Temía que esa carta fuera interceptada y, con ella, los secretos que guardo bien en mi mente aireados —explicó, dejando la copa tras el sorbo—. Imaginará que cualquier precaución es poca.

También había dado pocos detalles para causar en él la curiosidad suficiente como para que le permitiera reunirse con él. Necesitaba llegar a un acuerdo, la información que ella poseía por la protección de él contra el poder de Grayson y su banda. Aún no podía olvidar la voz de Peter susurrándole en el oído cuánto deseaba tomarla allí mismo, sea donde fuera que estuvieran.

—No me andaré por las ramas, imagino que estará cansado y no quiero molestarlo demasiado —dijo—. Como podrá imaginar, tengo información sobre las actividades que lleva a cabo mi hermano, y no me refiero a aquellas que todo el mundo conoce. He convivido con él durante todo este tiempo, y si he dejado de hacerlo es por mi propio bienestar.

La doncella llegó con el carrito de la comida, donde traía el primer plato de la noche. Era una vichyssoise de aspecto cremoso y que Blanche encontró deliciosa desde la primera cucharada.

—Le he contactado, señor de Guich, porque creo que es el único que puede ayudarme a estar a salvo de las garras de Grayson. A cambio de su ayuda, estoy dispuesta a contarle todo lo que sé sobre él, sus socios y las actividades que llevan a cabo. Conozco los planes que tenían entre manos, puedo darle nombres de terceros que, créame, usted mismo conoce, pero necesito su ayuda para poder mantenerme lejos de su influencia. Temo que termine encontrándome y, si lo hace, no sé qué será de mí.

por **Lennart de Guich** Lun Ene 28, 2019 3:18 pm

Luego del brindis, Lennart le hizo un gesto a la doméstica para que ingresasen ya el primer plato. El día había sido largo y ajetreado para él y moría de hambre. Lo peor era que todavía no había terminado, tenía un gran problema que resolver y la clave estaba sentada a su mesa en esos momentos.

-Es usted una mujer muy inteligente, eso me agrada, aunque mi padre siempre decía que había que temerle a las damas que pensaran –se rió levemente-. Como comprenderá, ese comentario nada le gustaba a mi madre.

Lo había supuesto, pero recién ahora que lo oía de su boca daba crédito a aquello. La muchacha había llegado hasta él, a la mismísima boca del lobo, para vender los secretos de su hermano. Lennart sonrió en un gesto que exudaba seguridad y se acomodó en la silla algo más relajado.

-No sé si lo estoy entendiendo todo bien. ¿Usted teme a su hermano? ¿Ese canalla la ha amenazado?

A pocos hombres despreciaba tanto como a Grayson Buchanan, ese desprecio estaba más latente que nunca en esos momentos bajo las sospechas que tenía. Le faltaban pruebas –y quizás en eso pudiera ayudarle su nueva huésped-, pero creía que ese malnacido era el responsable de la muerte de su hermana menor. El cuerpo que le habían entregado no tenía firma, pero Buchanan era su enemigo de más peso y lo sabía capaz de hacer algo así.

-Me interesa lo que me propone, le agradezco que haya elegido venir a mí en estos momentos –dijo y se dispuso a probar la comida que acababan de servir ante él, unas alitas de pavo con salsa de manzana y manteca, había pasado de la sopa inicial-. Por ahora solo hay un tema que me parece principal, pero no lo hablaremos aquí. No deseo arruinarnos la cena.

Mientras comía, Lennart pensaba todas las posibles opciones. Debía investigarla a fondo, mucho más de lo que ya había hecho, pues bien podía ser una espía de su hermano, enviada para sacar información. Era hermosa, adulta e inteligente, desempeñaría excelentemente el papel de espía.

-Cuénteme, ¿por qué tanto odio a su hermano? –dijo, luego de limpiarse los labios con la servilleta-. Yo tengo mis propios motivos, pero gracias a Dios no me une a ese cretino la sangre, sino el odio.

Restaba solo decirle que era una huésped obligada de la casa, pero ¿para qué arruinar con esa noticia el momento? Ya tendría tiempo luego de la cena para explicarle cuál era su condición allí.

-¿La cena está bien? ¿Todo es de su agrado? Therese, la copa de mi invitada está vacía –le dijo a la empleada que aguardaba en el rincón a la espera de ser requerida, la mujer se apuró a poner más vino en ambas copas.

por Contenido patrocinado

Valiente {Lennart de Guich}

Valiente {Lennart de Guich}

Re: Valiente {Lennart de Guich}

Re: Valiente {Lennart de Guich}

Re: Valiente {Lennart de Guich}

Re: Valiente {Lennart de Guich}