The widow will not cry | Privado

por **Marion Molinard** Sáb Dic 15, 2018 12:17 am

De viuda triste y compungida Marion no tenía nada. Se sentía extremadamente feliz de haberse deshecho de Gustav, no había en la tierra hombre más difícil de soportar que él. Además ahora que Brent había enviudado también sentía que la vida al fin le sonreía.

¿Vida? ¿En serio llamaba vida a eso que transitaba? Tenía poco tiempo de convertida, pero ya intuía que aquello era más una maldición que una bendición y quien contradijese aquello estaba simplemente loco. ¿Qué había que agradecer de su condición? ¿El tener que alimentarse de sangre? ¿El no poder salir de día? ¿El no volver jamás a conciliar el sueño? ¿Qué era lo bueno? Ni su nueva fuerza ni la capacidad de rastreo podían equiparar la balanza en la que Marion medía su condición.

Marion se sorprendió cuando le llegó la invitación para el baile de fin de año en el palacio de Versalles. Claro que ya había estado allí antes, sin importarle ser vista como la querida de Brent Lewis, pero ahora que todo había cambiado y que hacía meses que no veía a su amante, le tomó por sorpresa ser invitada a un lugar tan selecto y lo agradeció pues era lo que una dama como ella necesitaba para despejar su mente y festejar el cambio de año.

Se vistió como la reina que sentía ser. Hacía tiempo que no lucía todas las joyas que su esposo le había regalado en vida, por eso se puso el collar de perlas y los zafiros en las orejas. De su anillo de bodas no se había deshecho solo porque era grueso y de un oro brillante, una pieza excepcional y de suma elegancia.

El viaje hasta Versalles era largo y horrible, pero valía la pena en vistas de la noche que pensaba disfrutar. Marion aprovechó el trayecto para ensayar sonrisas y frases estratégicas que podían servirle al interactuar con lo más selecto de la sociedad parisina esa noche del 31 de diciembre. Mientras lo hacía no podía dejar de pensar en Brent, ¿estaría presente esa noche?

No tuvo que darle lugar a la incertidumbre durante mucho tiempo más, cuando llegó al palacio sintió su presencia –podía gracias a su naturaleza- y le bastó con buscarlo durante dos minutos entre el gentío hasta dar con él. Marion se desembarazó, educadamente, de la compañía de los Farfax –matrimonio con el que había compartido un minuto de charla cordial- y caminó hacia él.

-Señor Lewis, que gusto volver a verlo –dijo y le tendió la mano para que se la besara, pero inmediatamente se pegó a él para abrazarlo de forma cariñosa-: Te he echado de menos, querido –le susurró-. ¿Y tú a mí?