Dance with demons-Priv

This is the greatest show.




Aquel reencuentro, realmente lo necesitaba. Contar con Ezequiel después de tantos años, para Abbey era un aliciente que añadir junto con el abrazo de sus compañeros de la Orden, necesitaba para llevar a cabo lo que minuciosamente había hilado, un plan en el que  su padre era el protagonista. Carlo seguía haciendo de las suyas entre las sombras, no se explicaba como un simple humano podía ejercer poder sobre seres sobrenaturales, perdió la cuenta en lo que no estaba involucrado.

Carlo Appleby se había forjado una buena vida, a su sufrida esposa a la que lucía del brazo por puras apariencias, a sus hijas a las que había podido poner a buen recaudo comprometiéndolas en matrimonios más convenientes para el propio inglés que para sus hijas. Pero Abbey…Abbey se le había escapado, un arma de doble filo que nunca había tenido a su merced y gracias a él, se había forjado como una de las mejores cazadoras de la Orden en ese período de tiempo en el que por fin , decidió tomar las propias alas a su libertad.

Le había pedido prestado uno de los vestidos de gala a la Lady Blackmore, pocos de esa guisa quedaban en su armario, todos quedaban destrozados sin poder hacer nada al respecto por arreglarlos. Había mandado a Ezequiel, un sencillo pero elegante traje para la ocasión…comprendía la pereza de llevar ese tipo de ropa, a ella le ocurría lo mismo, se encontraba mejor y más cómoda sin ropa que apretase o le picase por todas partes. La mandó a la dirección que él le había proporcionado antes de despedirse, no dudaba en que él acudiría a la fiesta, aún sin haberle invitado…habría seguido sus pasos como solía hacer, protegiéndola desde que se conocieron.

Siempre sintió su presencia, le desveló el secreto de su naturaleza en el momento idóneo. Sí que había pensado en ello, ¿cómo hubiese reaccionado? Seguramente de la misma forma, Ezequiel siempre se había mostrado tal como era, su naturaleza sí que le habría pillado por sorpresa pero le habría más que aceptado, porque era él y no otra persona.

De camino hacia la fiesta en cuestión, enredó los dedos en su cabello, acomodándolo a un lado de su hombros, un pasador de pelo con pequeños diamantes azules adornaba su cabello ahora oscuro, peinándolo hacia un lado. Al bajar, procuró no tropezarse, el hecho de llevar ese calzado incómodo sería un inconveniente para la noche pero todo era acostumbrarse, en cuanto puso un pie en el suelo, enderezó su espalda y entregó la invitación al entrar. Sus ojos zafiro se pasearon por cada uno de los asistentes, buscando una cara conocida, alguien en concreto. Con una breve sonrisa, elegantes reverencias…llegó hasta uno de los balcones, en donde se detuvo para tomar una copa de vino blanco, ni había divisado a su padre ni a Ezequiel…sólo esperaba que no se hubiesen encontrado antes.

-Oh vamos ¿dónde estás? -y lo vio, vio a su padre saludar a unos viejos conocidos, se giró disimuladamente para no ser vista y quedar de espaldas, pudo apreciar su posición por el reflejo del ventanal. Aún no era el  momento, necesitaba a su mejor amigo, no podía precipitarse, aquel bonito vestido era más útil de lo que parecía a simple vista, claro quién…iba a imaginarlo.

Abb:

Eze:

And buried in your bones there's an ache that you can't ignore
Taking your breath, stealing your mind
And all that was real is left behind





Carlo Appleby, el magnate de negocios y Lord inglés hizo acto de presencia, su sonrisa deslumbraba por sí misma encandilando a todo aquel a quién iba dirigida, a todos menos a una sola persona de la sala, a su hija menor…a Abbey Lynn Appleby. Ella mejor que nadie conocía su verdadera versión de sí mismo, alguien déspota, egoísta y sin sentimientos que no le importaba venderse con tal de conseguir todo lo que desease, ese ansia de poder lo cegaba, más tenía, más quería y ese es el eslabón vulnerable, el que Abbey tomaría para destruirlo, encerrarlo en el infierno del que no debió salir. Él sin duda, era el demonio que aún no había atrapado y el que más ansiaba destruir con sus propias manos.

Cuando el cambiante llegó a su posición, Abbey se giró en sí misma para encararlo, como si de  dos invitados al azar conversasen. No perdió la posición del hombre quien del brazo de una mujer muy hermosa y obviamente no era su madre, se paseaba como si nada, le crispaba esa risa insufrible, tuvo que aspirar aire y soltarlo para no borrarla de un plumazo pero no, no era el momento.

-Ese no es mi padre, ya no-concluyó negando con la cabeza, a ella también le incomodaba el atuendo, le picaban horrores las mangas, aunque no le quedaba mal el vestido, se notaba que no era de su agrado. -No lo sé, sabes que siempre los he odiado pero no podemos ir como unos muertos de hambre, así nos llaman…curioso que a la comodidad se le subestime -sonrió divertida, tomó su brazo y volvió a tomar aire, no estaba siendo fácil…por dentro era un huracán a punto de explotar pero si algo había aprendido en todo este tiempo era que atacar con rabia sólo sería condensarte a ti mismo.

-Muy cortés, espero que no se pegue nada de esta gente…-le dedicó una cómica pero elegante reverencia, todo lo aprendido en la residencia de señoritas le había servido para algo. Sin perder de vista los pasos del hombre del momento, sus pasos se acercaron a él a cierta distancia, lo que más le importaba a Abbey era quiénes se codeaban con él esa noche, tener un punto de partida donde comenzar -¿Bailas señor artista? Y me cuentas que pasa por tu cabeza mientras esperamos que se acomode en su nido -Lord Appleby aún buscaba quién sería el acompañante de baile de esa noche, Abbey sin soltar el brazo de su amigo, se dirigió al centro del salón, si no recordaba mal era la primera vez que iniciaban un baile, una situación del que ninguno estaba acostumbrado.

-Se ha detenido ¿lo ves? Me será útil lo de leer auras ¿puedes verlo? No bebe nada, lleva desde que llegué a la fiesta, solo en un rincón…ese tiene que ser su cita de esta noche -su ceño se frunció ligeramente, sólo con el hecho de encontrarse bajo el mismo te le asqueaba -Está metido en algo muy grande, Eze. La corrupción en París se encuentra bajo sus hilos. -lo notó ausente, no como siempre, ella era capaz de darse cuenta de tal cosa -¿Qué te ocurre? Estás…ausente, ¿qué te preocupa? Sabes que puedes contar conmigo, a cambio de retratos por supuesto -puntualizó sonriendo, tenerle a su lado era un gran pilar en su vida -Necesitaré que lo dibujes, a ese tipo, al que va a acercarse justo ahora -ambos hombres eran muy altos, corpulentos y de apariencia más joven que Carlo, rondarían los 30 y pico años, por el parecido tenían que ser familia. Abbey dio una vuelta en sí misma, fijándose en los rasgos, tenía buena memoria...si tenía algo que ver, los días serían contados.-Me aprovecho demasiado de ti, espero que el precio a pagar esté a mi alcance -buscaba hacerle sonreír en medio de todo, no podía arriesgarse, la vida de muchas personas estaba en sus manos.

Your fever dream, can't you see it getting closer
Just surrender 'cause you feel the feeling taking over





Inevitable que se preocupase por él, la manzana sabía cuando algo ocurría al cambiante y la preocupación captó su atención más que esos sobrenaturales por unos segundos. Ella no leía auras, sí se fijaba en sus comportamientos y en como no, las personas con las que terminaban dirigiéndose. Una mirada de aprobación a ese “después conversamos”, no iba a olvidarlo y marcharse sin más, hasta que no lo supiese no iba a dejar de insistir e insistir. Se tenían el uno al otro, a pocas personas brindaba confianza y en él, confiaba ciega y plenamente.

-Te tomo la palabra, prefiero que utilices ese “después” para contarme lo que sea ¿de acuerdo? - de reojo, pudo observar como esos dos hombres salían a uno de los balcones del jardín, con suerte si se escabullían hasta el lugar pero bajo el balcón, el cambiante podría oír sin problema la conversación, con nombres o palabras sueltas le valía…el caso era saber quiénes eran los que se habían acercado tan amistosamente a Carlo David Appleby.

-Guarda las imágenes en tu cabeza de artista. Se dirigen hacia la balconada, mi padre incluido y sé por dónde podemos escabullirnos, llegaremos incluso antes bajo el balcón -enarcó una ceja, dedicando una reverencia a su acompañante y tomarle del brazo después, fin del baile ante la mirada de los presentes…debían actuar lo más natural posible. -Está bien, siento haberte ofendido con el dinero… pero me sabía poco lo que haces por mí y quería recompensártelo. Ah y…sobre esto, ahora te explico porqué me sé estos atajos. Sígueme la corriente-tiró de su brazo cuando salieron por el pasillo, cuando éste acabase al torcer a la izquierda estarían en la zona de las cocinas por lo que ni podrían pasar ni les dejarían pero…

-¡Que despiste! ¿esto no es el baño? -una risa de desconcierto, totalmente creíble para los presentes, excusándose y dejándoles con la palabra en la boca, arrastró a Eze por el lugar, la puerta trasera de la cocina daba justo al balcón deseado y en cuestión de un par de minutos, ya se encontraban bajo éste. Sin que ellos se hubiesen dado cuenta, de paso tomó prestado un plato con un surtido de canapés, ya que fueron a la fiesta que al menos el estómago no se quedase vacío -No está tan rico como esa tarta de manzana a la que me invitaste pero servirá para aplacar el hambre y…míralos. Mi padre y esos dos hombres, desde aquí puedes apreciarlos mejor -

La madreselva, cubría parte del tejado y caía sobre la fachada del Palacio, no eran los únicos que paseaban por el lugar, les sería más fácil camuflarse. La sonrisa de Abbey se ensanchó a su pregunta, por supuesto no había ido sola, las gemelas custodiaban dos de las puertas principales, Roger y Max…dos cazadores veteranos las de entrada, no iban a marcharse de allí sin más.

-Todo controlado, tengo a cuatro de los míos por si algo llega a ocurrir pero no creo que mi padre sea tan estúpido para destaparse ante los suyos -aceleró el paso, cuanto antes llegasen bajo el balcón, antes…tomarían el sitio de honor. El dedo índice de Abbey se apoyó ligeramente sobre los labios de Eze pidiendo silencio, ahora sí que necesitaba de sus habilidades auditivas, el ruido se encontraba dentro del salón.

-Señores… gracias por asistir. -los otros dos dijeron alguna palabra en un idioma que la propia Abbey desconocía, serían extranjeros -No se preocupen, tendrán la carga justo cuando acordamos ¿Acaso he fallado a mi palabra alguna vez? Aunque esta vez, las mujeres superan a esos mocosos en número, son bonitas y muy jóvenes, las vírgenes están señaladas ya las veréis. No hago preguntas yo simplemente…ayudo para que me ayuden, ese es mi trato -Abbey apretó los puños ¿tráfico humano? -El señor está muy agradecido, Carlo. En dos semanas en el Puerto, aguardará el reencuentro y…obtendrás lo hablado. -Abbey bajó un instante la mirada, ¿y si fuese una de ellas? No podía dejar ese cargamento partir, tenía que impedirlo. Ya no sólo tráfico de humanos, lo sobrenatural terminaba siendo el objetivo de su padre, tantas vidas por un simple chute de poder.

En cuanto se marcharan, ellos también lo harían. Con eso bastaba para saber, el semblante de Abbey cambió a uno preocupado, pensativa… demasiada información. Niños y mujeres a manos de monstruos, no tanto como su propio padre.

“There's something breaking at the brick of every wall, it's holding
All that you know
So tell me do you wanna go?”



Ezequiel tenía la habilidad de hacerla sonreír incluso en los peores momentos, sabía las palabras exactas en cualquier instante, agradeciéndolo con una sonrisa. Sabía que en cuanto dejasen el lugar le debía un sinfín de explicaciones, se las daría, por supuesto… todo esto le era más llevadero a su lado, él le transmitía esa paz y esa fuerza que necesita, sin ciertas personas sujetando los cimientos, sería muy difícil y complicado avanzar… imposible.

Abbey dejó que su espalda se apoyase en la pared de piedra, bajo el balcón, el malnacido de su padre creía estar en un lugar en el que hablar abiertamente no sería ningún problema y como ella bien sabía, había oído por todas partes. Sus compañeros cazadores no perdían la atención de ningún movimiento o individuo extraño que esa noche había asistido al palacio Royal. Personas ajenas a los viles planes que se cocían entre los asistentes, el peor Carlo David Appleby, un hombre sin corazón y el cual vendió su alma hacía muchísimo tiempo.

Contempló a Ezequiel en silencio, estática, sin poder reaccionar hasta que sintió su tacto. Negó con la cabeza ¿cómo era posible que por sus venas corriese la misma sangre que ese cretino? Intentó tomar aire y soltarlo despacio, antes hubiese sido tan inconsciente de llevarse la venganza por su propia mano pero ahora era muy distinto, se tomaría su tiempo en elaborar el plan perfecto para ser ella a quién coronase y no como Lady Appleby, si no aquella a quién devolvió la paz y haber acabado con ese ser inhumano, mucho peor que los sobrenaturales a los que se había batido cara a cara.

- Ha sido maravilloso bailar contigo, lo mejor de la noche aparte del baile ha sido tu sutileza para no arrancarle la cabeza de cuajo a ese hombre sin alma.- escupió las palabras sin ser consciente de que su tono se había ensombrecido, dejando paso a esa niña enfadada con su progenitor, una parte de ella que se había forjado y ni en sueños imaginó que eso ocurriese. - Vámonos de aquí, ya sé todo lo que tenía que saber y no, no voy a permitírselo, te debo muchas explicaciones y una de ellas como he parecido una completa ladronzuela que es capaz de escabullirse como las ratas. - rió por lo bajo, tomando el brazo ajeno hasta adentrarse en el jardín, si se iban sin levantar sospechas como una pareja que abandonaba el lugar como si tal cosa, era la mejor táctica como no, a la atenta mirada de sus compañeros.

Se cruzó con una de ellos, una de las gemelas, le dedicó una reverencia y una breve sonrisa, señal de que todo estaba despejado y podían abandonar el recinto sin ningún tipo de problema.

- ¿Por qué no vamos a una fiesta de verdad? Las de tu gente me gustan más. Y te reto a ver quién tumba antes al otro, o puedo beber por ti y mientras haces los retratos. -bromeó guiñándole un ojo, su táctica para olvidar lo escuchado, se detuvo tirando de su brazo para que la mirase fijamente, no podía agradecérselo más. - No hay palabras para agradecerte que te hayas querido poner un traje incómodo, pero lo que más... haberme acompañado.- - sonrió agradecida, acelerando el paso y adentrarse en el primer lugar para celebrar de la mejor manera esa noche de amistad. - A mí me pones un buen whisky, lo necesito para aplacar mi ira…- .