Dejame disfrutar de unas horas sin preocupaciones - Libre

por **Keera Lee** Vie Ene 25, 2019 11:17 pm

A pesar de todo lo que debía soportar, de los desplantes de su marido, de las noches en que solo deseaba cerrar los ojos y dormirse, tan profundamente, que al despertar, descubriera que todo había sido una pesadilla, y que aún se encontraba en casa de su padre, que jamás había conocido a Konrad y que su vida no era un completo infierno. Mas cuando abría los ojos, cada mañana, descubría, en la penumbra del cuarto, la mirada de esa mujer igual a ella, que parecía burlarse de Yvonne, como si todo lo que viviera, fuera parte de su venganza, de una en la que elaborara con su amante, para hacerle pagar un pecado que no había cometido. - Yo no deseé tu muerte, no quise venir a éste mundo, fuiste tú quien me trajo hasta aquí, para dejarme tirada a mi suerte - le gritó un día en que el dolor era demasiado insoportable. Odiaba ese cuadro, se odiaba a si misma. No soportaba verse a un espejo.

Un día, mientras el mayordomo le preparaba el desayuno, ella tomó las llaves de la mansión, que el anciano había dejado en una mesa de arrimo. Era su oportunidad para salir de aquella cárcel, de buscar a su padre y de alertar sobre el tipo de hombre que había terminado siendo su esposo. Cuando terminó de comer, le pidió a su carcelero que le permitiera pasar la mañana tocando el piano, en la sala de música, y así lo hizo, solo al principio. Cuando se dió cuenta que era el momento apropiado para salir de la mansión, se apresuró a tomar un abrigo, y tras correr por el pasillo, abrir la puerta, se no se echó a correr, como alma que se la llevaba el diablo.

La mañana estaba muy fría, pero para ella, luego de pasar tantos días encerrada entre cuatro paredes, era una experiencia vivificadora. Metió sus manos en los bolsillos y encontró varias monedas, lo que le ayudaría a poder tomar un coche de alquiler y volver a la casa de su padre. tenía que pedirle perdón, y suplicarle por que la acogiera. No tenía vergüenza, prefería arrodillarse frente al hombre que la había criado, antes de volver a la mansión de Honrad. Cuando el coche se detuvo, y la joven bajó, el corazón le dió un vuelco, pues aquella mansión que había dejado, hacía tan solo unos meses atrás, se encontraba totalmente cerrada, con un pesado candado, impidiendo que pudiera acceder a la puerta principal ¿que había pasado?, ¿acaso su marido sabía de ésto y no le había avisado nada? ¿su padre aun estaba con vida?, tragó saliva, mientras intentaba que las lagrimas no brotaran de sus ojos.

Triste se dirigió a la zona mas céntrica de la ciudad, allí, se sentó en la mesa de un café y pidió un té, su estomago se quejó, pues sin darse cuenta ya habían pasado varias horas, desde que dejara la mansión de su esposo. Tendría que volver, bien lo sabía, necesitaba encarar a su torturador y preguntar por su padre, pero mientras tanto, intentaría ser feliz, aunque no fuera mas que por unas horas, necesitaba despejar sus pensamientos y encontrar una solución a su vida.