AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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“—Alfred Bisland III: The Obscure.”
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“—Alfred Bisland III: The Obscure.”
BLOODY ROSE.
HABILIDADES.
Innato.
ㅤㅤ→ Habilidades: Sigilo, sentidos aumentados, buenos reflejos, agilidad, flexibilidad, velocidad y fuerza sobrehumana.
ㅤㅤ→ Atributos: Colmillos afilados, uñas afiladas (en algunos casos), piel y cuerpo resistentes (aunque suave al tacto y a la vista), e inmortalidad.
ㅤㅤ→ Sanación acelerada: Habilidad para sanar rápidamente heridas y contusiones no tan graves (esto no aplica al desmembramiento, si les arrancan un brazo, el brazo no volverá a crecer). El tiempo de recuperación varía según el personaje y la gravedad de la herida o lesión. Cuando se trata de balas de plata o fuego pueden morir si las heridas son muy graves.
ㅤㅤ→ Percepción del aura: Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder también les permite reconocer a otros vampiros e identificar a los licántropos gracias a su aura colorada y su característico olor.
Particular.
ㅤㅤ→ Bloqueo mental: Es la habilidad para bloquear su mente y nadie (ni siquiera los vampiros que leen mentes) pueden saber lo que piensa.
ㅤㅤ→ Clarividencia: Habilidad para ver y oír sucesos a distancia. Este poder se activa de forma instantánea y sólo tiene que concentrarse en un lugar o persona para ver y oír lo que sucede a su alrededor. Las visiones pueden ser pasadas o presentes.
ㅤㅤ→ Persuasión: Habilidad para controlar las acciones o el razonamiento de otra persona. Este poder logra que otras personas realicen acciones, sin que éstas puedan negarse o incluso darse cuenta, mediante palabras con entonación imperativa, es decir, ordenándolas.
FÍSICO.
ㅤㅤDe mandíbula definida y rasgos marcados, el varón de pálida tez luce un porte elegante, maduro y sofisticado allá donde decida mostrar su presencia.
La azulada mirada del vampiro es su principal atractivo, sus afilados y contundentes párpados penetran sin piedad todo aquello donde decidan reposar. Personalidad, carisma y distinción otorgan sus gruesas y características cejas, dibujando una recta línea, imponente y respetada, sobre su clara visión. Su nariz es triangular, sin deformaciones ni irregularidades demasiado evidentes. Le proporciona fuerza y decisión a su semblante. Los labios del varón están creados bajo un definido trazo que dibuja una superficie inescrutable.
Posee una mayor cantidad de cabello en la parte superior, creando una superficie homogénea que desemboca, en lo alto, en un tupé elaborado y distintivo. De tonalidad clara, su cabello evidencia su edad, mas su salud, su resistencia y su bienestar yacen intactos, proporcionándole un aspecto maduro y firme a su rostro.
Su estatura es elevada, superando los ciento ochenta y ocho metros de altura. El cuerpo de Alfred está nutrido y bien proporcionado, formando altas montañas escarpadas a lo largo de su anatomía. De hombros amplios, manos gruesas, rígidas y definidas, la musculatura del vampiro está trabajada y elaborada, formando numerosos volúmenes en toda su masa. Sus piernas son largas y fuertes, formando impetuosos gemelos que ansían ser marcados. Las venas que recorren sus brazos y manos evidencian su óptimo estado físico.
En general, el vampiro de pálida tez posee un cuerpo elegante, maduro atractivo y resistente.
PSICOLOGÍA.
ㅤㅤAlfred posee un carácter frío, calculador y manipulador, pudiendo variar su tonalidad dependiendo de aquello que anhele poseer y conseguir. El vampiro de pulcra y elegante apariencia, es la pesadilla de la que cualquiera desearía huir.
El entretenimiento que jugar a su merced con las mentes más débiles y frágiles le proporciona, es uno de sus principales pasatiempos. Es un director nato, un títere en acción, siendo capaz de desplazar todas y cada una de las piezas existentes de manera estratégica, en pos de conseguir óptimos resultados para su persona, sin importar las consecuencias o los fines que se deban de realizar. Teje el sino de todo tipo de criaturas, pues cualquiera que entra en contacto con él, ve cernida su presencia en un sinfín de sumas, restas, divisiones y multiplicaciones, que son imposibles de calcular. Tan solo él es capaz de seguir su propio ritmo y de permanecer a decenas de pasos por delante de la víctima que yazca ante sus párpados. Mueve a su compás los hilos que ata a los cuellos de sus presas.
El vampiro resulta atrayente desde el primer momento que inunda la faz con su ardiente aroma. Sus firmes movimientos, su grave tonalidad, su desbordante conocimiento y su indiscutible belleza, hipnotizan a todo aquel que mantenga un mínimo de contacto con el varón. Es seductor y provocativo, y no dudará en usar sus privilegios para poder alzarse con la victoria en aquello que ansíe. Nadie es capaz de resistírsele y, si alguien osa tal aberración, él se encargará de que todo vuelva a adoptar el flujo adecuado.
Es egoísta, caprichoso y narcisista. No posee interés por nada ni por nadie, salvo por sí mismo, por su propio bienestar, y por su avance social y económico. Es capaz de hacer creer a una persona que es importante o necesaria para él con el fin de poder exprimirla hasta que deje de serle útil. Cuando no valora más opciones para seguir beneficiándose de un individuo, lo desecha sin pudor alguno como si de un mísero trozo de papel, sucio y arrugado, se tratara. No siente la amistad o la piedad ni posee la necesidad de ello.
Alimenta su ansioso apetito sin escrúpulos, pues no alberga remordimiento alguno a la hora de saciar su voraz hambre con un burdo humano. Los secuestra, los tortura, goza con su sufrimiento y, una vez ha hincado sus colmillos y colmado su estómago, decide si dejarlos ir o finalizar el ritual. Ha asesinado con anterioridad, y sigue haciéndolo. No dudará si considera el crimen algo imperante, o si, tan solo, siente placer por ello.
Es un ser autoritario, firme y dominante, y eso se transmite al sexo. Adora el erotismo que le ha brindado su naturaleza, y la lujuria es uno de los pecados que más frecuenta cada día. Le apasiona el sexo, y las mujeres humanas que coincidan con sus preferencias, son sus juguetes más preciados. Aún así, las vampiresas, aunque difíciles de ver y de relacionarse, son su atractivo predilecto. En cuanto al sexo, quiere ser complacido bajo cualquier circunstancia y ante cualquier orden. Su cuerpo ha de ser y será el centro de atención. Pese a ello, Alfred procura hacer lo mismo con la otra persona, o personas, a su manera. Considera que el sexo ha de ser disfrutado y gozado por todos los participantes para una idílica experiencia. Ha realizado todo tipo de prácticas sexuales, desde tríos y orgías, hasta fetiches extraños, poco comunes, y censurados a ojos de la puritana sociedad.
Se hará lo que él diga, cuando él diga. No tolerará una respuesta negativa a su imposición.
Pese a su exacerbado deseo sexual, un indispensable requisito para poder gozar del cuerpo del varón, es el intelecto. Alfred es un ser inteligente que alberga un amplio conocimiento y no posee intención de cesar en expandir sus fronteras. Es un hombre cultivado y capaz de marcar el ritmo de cualquier conversación. Valora la inteligencia por encima de cualquier otra cosa, y es su principal distintivo a la hora de humanos diferenciar. Rechaza todo aquello que le provoque mediocridad.
De apariencia educada, sofisticada y refinada, todo aquel que desee permanecer junto a él, deberá de soportar el torrente que fluye por su cuerpo, removiendo montañas, y alzando mares.
PREVIO AL FENECER.
ㅤㅤInglaterra había aceptado con creces su abrupto y espontáneo cambio, y la sociedad adoptaba un rumbo del que jamás podría deshacerse. Las calles comenzaban a oler a combustible, capitalismo y sudor de obrero, y los paisanajes que allí se exhibían, en aquel prometedor e idílico centro urbano, no cesarían en su crecimiento. Las grandes migraciones del campo a la ciudad eran notorias, y las fábricas abrazaban con desdén y desgana la ilusión de los trabajadores, procurando destrozarla en mil y un pedazos. Los edificios crecían, las familias aumentaban, el comercio mejoraba y los transportes de modernizaban, reinventando por completo el desplazamiento humano. La nueva era daba su comienzo, y la Revolución Industrial imponía su presencia para no ser derrocada jamás.
Alfred Bisland, el tercero de su nombre, procedía de una reconocida familia de alta clase en la más elevada cuna londinense, gozando de privilegios y placeres por encima de cualquier ser corriente. Era poseedor de dos de los más prestigiosos y exquisitos hoteles de la ciudad, habiendo albergado presencias utópicas; desde miembros de la realeza, hasta visitantes de imperios lejanos y profundos de Oriente. Gozaba de respeto y reconocimiento por los nombres más influyentes y poderosos de Inglaterra, y no dudaba en aprovecharse de ello para saciar sus deseos y anhelos. Bisland también era un hombre decisivo, y su patrimonio superaba con creces a la mayoría de la nobleza que aún vivía anclada al moribundo pasado.
Su mujer, Katheryn, y sus hijos, tres varones y dos féminas, vivían a la sombra del padre y esposo. No eran el modelo idílico de familia en su ambiente más íntimo y privado, pero desde luego fingían cada movimiento para lucir idóneos, pulcros y religiosos ante los quisquillosos ojos de la sociedad. Bisland disfrutaba de su tiempo libre, y desde luego no pretendía desaprovechar los placeres que su vida le otorgaba. Pese a que sí se mostraba como un ser pulcro, elegante y educado, el varón burgués saciaba sus caprichos de las formas más desmesuradas posibles. No temía a la prostitución, y la compartía con sus poderosos contactos siempre que fuera posible. El sexo había sido durante milenios uno de los principales nexos de unión, por mucho que luciera censurado y acribillado en público, obviado por las grandes presencias y relegado a un plano privado con únicos fines de reproducción. Alfred lo disfrutaba, y no le importaba su mujer, sus hijos o nada en particular. Colmaba sus anhelos entre todo aquello que su dinero pudiera comprar.
Aquella tímida noche de junio, como lo fue la anterior, no sería diferente. El firmamento yacía cubierto por grisáceas nubes que casi perdían su presencia en la oscuridad del momento. Alfred, tras despedirse de su familia con desgana y sin excusa alguna, acudiría en carruaje a uno de los palacios más relevantes de la ciudad, propiedad de un barón íntimo amigo suyo. Las paredes eran blancas y relucían contrastes de tonalidad más oscuros. La arquitectura del edificio lucía un aspecto cargado y desordenado que mostraba la riqueza de su propietario. El pórtico era magno y elocuente, pudiendo albergar lugar para cientos de personas. Allí, el varón le recibió con los brazos abiertos y una sincera sonrisa.
ㅤㅤㅤㅤ—¡Sir Alfred, me entusiasma con creces volver a recibirle! —exclamó el hombre, dirigiéndose hacia él.
ㅤㅤㅤㅤ—Puedo decir lo mismo de mi persona, siempre es un placer acudir a sus citas —contestó él, en un tono grave y armonioso.
ㅤㅤㅤㅤ—Sígame, por favor, los números de hoy ya están reunidos.
Bisland vestía con un chaleco de seda de una tonalidad clara, cubierto por una chaqueta de tela negra. Su pantalón era fino y de homogéneo estampado, así como sus brillantes, relucientes y negros zapatos. Vestía nos ropajes serios, rígidos y elegantes, reconociendo su alto patrimonio con un simple y ligero vistazo. Siguió a aquel hombre sin dudarlo, a un paso lento pero mercado. Contemplaba cada parte de aquel hogar, deleitándose con las múltiples obras de arte repartidas por sus paredes, y con los jarrones y plantas que adornaban dichas pinturas. Siempre era un gozo cegarse con aquella belleza. Llegó a unas puertas cerradas y, acto seguido, un sirviente las abrió. En aquella estancia, grande, espaciosa y bien iluminada por múltiples lámparas de araña, yacían varios varones de lo más diferentes entre ellos. Algunos cubrían su rostro con una máscara y otros, como él, lucían al natural. Aquellas prácticas podían considerarse sobornos, un incentivo y un regalo a cambio de que cada uno de los allí presentes, actuará en favor del barón cuando fuera necesario. Muchos de ellos consideraban aquellas situaciones sexuales e impudorosas una falta de respeto a la Iglesia, a sus familias, y a sí mismos, por lo que solían vestir con accesorios que ofrecieran anonimato a sus semblantes. Tras un ligero cabeceo por parte del encargado de aquel lugar, pues el propietario decidió ausentarse por respeto e intimidad, un grupo elevado de mujeres emergió de una puerta trasera. Eran bellas, exóticas, exuberantes y utópicas. Todas y cada una de ellas cumplían con las exigencias de aquella época, y todos los allí presentes ansiaban con poder hincar sus sucios cuerpos en las esculturas griegas que se exponían ante ellos. Las mujeres poseían un número que caía de su cuello y, en orden, deberían de elegir a la desafortunada o desafortunadas.
ㅤㅤㅤㅤ—Dos cientos cuarenta y dos —dijo uno de ellos, levantándose a continuación.
ㅤㅤㅤㅤ—Ciento veinticuatro —prosiguió otro.
ㅤㅤㅤㅤ—Treinta y uno y dieciséis —se atrevió él.
ㅤㅤㅤㅤ—Ochenta, veintidós y tres cientos cuatro —subió el siguiente.
ㅤㅤㅤㅤ—Cinco.
ㅤㅤㅤㅤ—Trece.
ㅤㅤㅤㅤ—No, ese es mi número. Yo elegiré el trece —espetó Bisland, interrumpiendo la decisión del ajeno.
Los encargados, los hombres que aún restaban allí y las mujeres, se miraron entre sí de manera desconcertada y dudosa. El hombre que también luchaba por aquel número, mostró un rostro insatisfecho y ofendido.
ㅤㅤㅤㅤ—¿Cómo osa alzarse sobre mi voluntad, Alfred? No me importa quién sea, aquí todos somos la misma calaña, y has de respetar mi decisión.
ㅤㅤㅤㅤ—Déjeme decirle que, en efecto, somos garrapatas que se alimentan sin cesar de la sociedad que nosotros mismos estamos destruyendo. Y es por ello que no poseo interés alguno en usted o en su decisión. Ella es mía, y no toleraré una respuesta distinta.
El ajeno se alzó, enloquecido y ensimismado en su enfado. Quiso abalanzarse contra Bisland y asestarle un golpe contundente en su semblante, pero este fue más rápido, logró esquivarle y le devolvió, con éxito, el puñetazo que el adverso pretendía conseguir. Cayó algo desorientado al suelo, cubriendo su nariz con su diestra e impidiendo que la sangre emergiera por sus fosas. Cruzaron miradas desafiantes, una más temible que la otra.
ㅤㅤㅤㅤ—Perdonad, mis señores... pero le prefiero a él —sentenció la número trece, señalando a Bisland.
Un inmenso silencio inundó el habitáculo; las mujeres no podían pronunciar vocablo alguno nunca. Eran objetos sexuales destinadas a satisfacer los placeres y caprichos de los hombres más depravados e influyentes, dos conceptos que solían ir ligados. El herido se alzó, abandonando el lugar tras un iracundo portazo. Alfred, en su defecto, cogió de la cintura a la mujer y se la llevó al cuarto pertinente. Practicó el sexo durante toda la noche, de la forma más descuidada y salvaje posible. Aquella mujer llamó su atención desde un primer momento, y no le defraudó.
Volvió a su casa por la mañana, algunos hijos aún continuaban en la cama, otros habían salido, y la mujer yacía en el salón esperando a su esposo, preocupada a la par que enfadada y molesta. Discutieron durante todo el día, y aquella desgraciada mujer debía de contener su ira ante el hombre de la casa. No era una batalla en condiciones, siempre ganaba la misma persona. El hombre dominaba sin competencia.
Aquella noche, Bisland permaneció en casa. Era de madrugada, pero no podía conciliar el sueño. Parte de su ser pensaba en aquella mujer con la que fornicó el día anterior. Algo dentro de él le gritaba volver a verla y volver a yacer en la misma habitación, o donde fuera. Retiró las pesadas y enormes telas que cubrían su cama y, tras abrazar su cuerpo con una caliente prenda, quiso pasear por los adentros de su jardín interior. Disfrutaba del silencio que podía escucharse. Los trabajadores dormían en sus cuartos inferiores, apartados de la parte rica del edificio, y su familia, de manera profunda, cerraba los párpados. Cuando llegó al verde que con tenuidad iluminaba la fachada blanca del edificio encontró, sentaba sobre la fuente central, un cuerpo femenina encapuchado y cubierto por un largo abrigo en precarias condiciones. Sintió un escalofrío extraño y, al mismo tiempo, pudo reconocer quién era sin necesidad de contemplar sus ojos.
ㅤㅤㅤㅤ—¿Cómo has entrado, ramera? —cuestionó en un tono violento, despreciándose a sí mismo por desear penetrar en aquel lugar a aquella mujer.
Palabras sordas era lo único que podía percibirse allí, sin respuesta alguna. La fémina se levantó, observando al varón y dejando que aquellos viejos ropajes cayeran al frío suelo. Lucía un cuerpo desnudo, y era espectacular. Una obra digna del renacimiento capaz de conquistar los ojos de cualquier hombre. Era la belleza encarnada en un cuerpo de mujer. Era la Venus con la que tantos poetas han ansiado tener entre sus brazos. Era una auténtica diosa, y él un simple esclavo a su merced, suplicando probar cada parte de aquel néctar prohibido. La prostituta acortó distancias, descendió a la cintura del varón y, abriendo aquellas telas, se hizo con el poder del miembro erecto del burgués. Lo lamió, lo acarició, lo rodeó con sus labios y lo engulló. En aquella misma noche, bajo las hojas de su propio jardín, mantuvieron el mayor sexo que jamás ninguno de los dos hubieran realizado. Ambos eran corrientes indómitas que no poseían intención de cesar, y el libido y la lujuria que sentían tan solo provocaban más desdicha a sus corduras.
La lascivia no se detuvo.
Al despertar, desnudo y tirado sobre aquella fría tierra del jardín, Alfred se encontraba desorientado. No recordaba lo sucedido, ni tampoco qué hacía ahí. Los tenues rayos del sol golpeaban con timidez sus párpados, recordándole que, en efecto, ya había amanecido y era otro día. Intentó recomponerse conforme pudo y, tras sentarse sobre el suelo, contempló un enorme lago de sangre que se cernía frente a él. Alterado, se levantó y siguió el rastro que se adentraba hacia los pasillos de su hogar. A su paso, veía cuerpos de sus sirvientes inertes en el suelo, y un riachuelo que en contra de las leyes de la física ascendía hasta su cuarto. Corrió conforme pudo y, una vez llegó al mismo, encontró a su mujer y a sus hijos degollados, con un profundo corte en el cuello de todos ellos. Un grito sordo era lo único que podía emitir, sus latidos querían escapar de aquella jaula que les encerraba durante años, su aliento era mudo, y sus piernas casi no podían ni mantenerle con vida. No comprendía la situación. Unas danzarinas y etéreas manos abrazaron su cuerpo, calmando cada parte de sus estímulos y ofreciéndole paz y tranquilidad.
ㅤㅤㅤㅤ—Nunca nadie había luchado tanto por mí como tú lo hiciste —pronunció la voz de aquella misteriosa mujer—. Me he enamorado de ti, y no voy a permitir que escapes de mi vida. Tú podrías sacarme del inmundo vacío en el que respiro.
Y, acto seguido, aquella mujer hincó sus colmillos en el cuerpo del hombre. Comenzó a absorber con seducción, cariño y cuidado, ingiriendo litros incontables de sangre. Alfred sentía placer y, al mismo tiempo, sufría una pérdida de conciencia y de poder. Su cuerpo dejaba de responder a sus órdenes, su corazón latía cada vez más lento, sus pulmones ya no suplicaban oxígeno, y su cerebro dejó de pensar. Bisland murió en manos de la mujer que logró hacerle perder todo lo que poseía, que era él mismo. Con sus largas y afiladas uñas, hizo un corte en su propia lengua y, tras ello, besó al varón. Lo besó con fuerza e intensidad, adentrando su lengua hasta donde fuera posible, impregnando cada parte de su interior de una tonalidad carmesí que jamás podría olvidar. Con lentitud, Alfred fue recobrando el conocimiento. Mas, al mismo tiempo que lo hacía, un intensó dolor sacudía cada parte de su cuerpo. Era insoportable, quería morir en aquellos mismos instantes. Arrancábase su propia piel con sus uñas, que no paraban de crecer, se estiraba del cabello y se retorcía en el suelo. Gritaba en agonía y no podía recibir ayuda de nada ni de nadie. Contempló un jarrón hecho pedazos en el suelo, cogió conforme pudo un trozo y, acto seguido, se levantó con rapidez y clavó aquel trozo en el cuello de la mujer. No podía mantenerse en pie.
ㅤㅤㅤㅤ—Ni se... te ocurra darme ór-órdenes —pronunció conforme pudo—. Maldita furcia.
La mujer, presa de aquella letal herida, cayó rendida al suelo. Alfred seguía padeciendo un sinfín de torturas que se cernían sobre todo su cuerpo. Al cesar, observó aquella sanguinaria y caótica escena. No sintió nada al respecto.
DATOS ADICIONALES.
ㅤ› Tras su transformación, y debido al macabro suceso acontecido en su propio hogar, Alfred huyó de Inglaterra. Cambió su identidad, llevó consigo su fortuna, y comenzó una vida similar en París, Francia.
ㅤ› Su actual nombre es Anthony Bisland.
ㅤ› Es propietario de la cadena de hoteles más popular de todo París.
ㅤ› Allí, ha conocido a varios vampiros que han influido en su vida.
ㅤ› Nunca quiso a su mujer, y tampoco a sus hijos. Es bastante improbable que pueda querer a alguien.
ㅤ› Aprecia la buena lectura, el buen arte, y la buena música.
ㅤ› Le encanta viajar.
ㅤ› El sexo duro y sin compromiso es su principal pasatiempo.
ㅤ› Le encanta la sangre de mujeres jóvenes, ricas y pelirrojas. Dice que tiene un sabor ácido, y es su paladar favorito.
ㅤ› Debido a su madurez, su experiencia y su buen ver, es codiciado entre las mujeres, y hombres, de todas las edades.
ㅤ› Odia a la religión y cualquier tipo de secta.
ㅤ› Tiene una cicatriz en su espalda.
ㅤ› Posee un tatuaje árabe en la parte trasera de su cintura.
ㅤ› Es un profundo seductor.
ㅤ› Tortura a las presas que más le gustan, e incluso es capaz de provocar su muerte por mero placer.
ㅤ› Es un sádico que ha perdido la cordura.
ㅤ› Su familia posee lazos lejanos con Jorge I de Inglaterra.
ㅤ› Le encanta asistir a obras de teatro, ópera y baile.
ㅤ› Goza de largos y amplios baños de sangre en la tina de su hogar.
ㅤ› Le agrada la decoración excéntrica.
ㅤ› Piensa que mató a aquella mujer que le transformó en lo que es ahora, pero sigue viva.
ㅤ› Siente atracción hacia el peligro que le provocan los licántropos.
ㅤ› Huye, no podrás contra él.
Alfred Bisland III
Última edición por Alfred Bisland III el Lun Feb 11, 2019 4:55 pm, editado 6 veces
Alfred Bisland III- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 6
Fecha de inscripción : 09/02/2019
Re: “—Alfred Bisland III: The Obscure.”
Ficha finalizada.
Alfred Bisland III- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 6
Fecha de inscripción : 09/02/2019
Re: “—Alfred Bisland III: The Obscure.”
OBSERVACIONES
favor de corregir
ALFRED, TE PIDO QUE ENLISTES CLARAMENTE LOS PODERES QUE ELEGISTE PARA TU PERSONAJE. ESTÁN, PERO ES MEJOR SI LOS PONES DE FORMA PUNTUAL CON LA DENOMINACIÓN QUE EN ESTE FORO LES DAMOS. ACÁ PODÉS CONSULTARLOS POR SI TENÉS ALGUNA DUDA.
UNA VEZ QUE HAYAS DEJADO DE MANERA MÁS CLARA CUALES SON LOS PODERES QUE VA A USAR TU PJ, AVISANOS ACÁ MISMO PARA QUE ALGUNO DE NOSOTROS PASE A RELEER TU FICHA Y DARTE EL COLOR.
UNA VEZ QUE HAYAS DEJADO DE MANERA MÁS CLARA CUALES SON LOS PODERES QUE VA A USAR TU PJ, AVISANOS ACÁ MISMO PARA QUE ALGUNO DE NOSOTROS PASE A RELEER TU FICHA Y DARTE EL COLOR.
CODE BY NIGEL QUARTERMANE
Ladislav Pekkus- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 786
Fecha de inscripción : 09/08/2016
Localización : París
Re: “—Alfred Bisland III: The Obscure.”
Corregido.
Alfred Bisland III- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 6
Fecha de inscripción : 09/02/2019
Re: “—Alfred Bisland III: The Obscure.”
FICHA APROBADA
bienvenido/a a victorian vampires
¡ENHORABUENA! YA ERES PARTE DE VICTORIAN VAMPIRES Y TE DAMOS LA MÁS CORDIAL BIENVENIDA.
RECUERDA QUE A LA HORA DE ROLEAR HAY QUE RESPETAR LO ESPECIFICADO EN TU FICHA, PORQUE ÉSTA YA HA SIDO REVISADA Y APROBADA. NO PUEDES ALTERAR LA INFORMACIÓN Y AÑADIR A TU PERSONAJE COSAS DIFERENTES COMO PODERES O HABILIDADES DISTINTAS A LO QUE AQUÍ HAS SEÑALADO. DE OCURRIR ASÍ, LA ADMINISTRACIÓN TENDRÁ TODO EL DERECHO DE LLAMARTE LA ATENCIÓN Y/O PEDIRTE QUE HAGAS MODIFICACIONES, ALGO QUE NO QUEREMOS QUE OCURRA.
TE INVITO A LEER LAS NORMAS QUE TENEMOS EN EL FORO PARA QUE ESTÉS BIEN ENTERADO/A DE TODO Y ASÍ EVITARTE FUTUROS MALOS ENTENDIDOS. A CONTINUACIÓN TE DEJO LOS LINKS MÁS IMPORTANTES PARA QUE PUEDAS CONOCER LA INFORMACIÓN, Y SI DESPUÉS DE LEER SIGUES TENIENDO ALGUNA DUDA, PUEDES CONTACTARME A MÍ O A OTRO DE LOS ADMINISTRADORES. ESTAMOS PARA SERVIRTE.
¡QUE TE DIVIERTAS!
I M P O R T A N T E:
RECUERDA QUE A LA HORA DE ROLEAR HAY QUE RESPETAR LO ESPECIFICADO EN TU FICHA, PORQUE ÉSTA YA HA SIDO REVISADA Y APROBADA. NO PUEDES ALTERAR LA INFORMACIÓN Y AÑADIR A TU PERSONAJE COSAS DIFERENTES COMO PODERES O HABILIDADES DISTINTAS A LO QUE AQUÍ HAS SEÑALADO. DE OCURRIR ASÍ, LA ADMINISTRACIÓN TENDRÁ TODO EL DERECHO DE LLAMARTE LA ATENCIÓN Y/O PEDIRTE QUE HAGAS MODIFICACIONES, ALGO QUE NO QUEREMOS QUE OCURRA.
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¡QUE TE DIVIERTAS!
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Ladislav Pekkus- Hechicero Clase Media
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