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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Invitado Sáb Jun 23, 2012 7:09 pm

Hace poco que se divirtió espantando a una familia de alto rango, Eyael podía hablar con el hijo menor de aquellos ‘ricos bastardos’, se divertía enseñándole al pequeño varias cosas, como aprender a escribir o a dibujar, se la pasaba bien, sin embargo los adultos tachaban al pequeño de ‘Loco’, de estar inventándose amigos gracias a la soledad, su madre había decidió reducir unas tareas para estar más tiempo con el chiquillo, incluso lo llevaba con más pequeños de esa edad pero la diversión que obtenía con el fantasma era única, así que volvían a ‘hablar, compartir y jugar’ e incluso a veces Eyael tomaba la forma corpórea para poder hacer otras cosas con el pequeño, se sentía como el hermano mayor que alguna vez fue, sentía una conexión con esa alma pura al estar jugando de esa manera, pocas veces se divertía, los rumores de que el brujo con quien compartía ‘cuerpo, al que cuidada y ayudaba para invocar a los demonios’ se habían hecho más fuertes, pronto tendría a alguien ‘humano’ cuidándole, alguien vivo que podía detenerlo pocas veces el fantasma entro en cuerpo de ese brujo y fue lo más abrumador que hizo, dado que aquel humano estaba extasiado en opio, cometía locuras y la estabilidad de ese cuerpo era lo más difícil de manejar.

Por ahora se había librado de tareas como servir a dos de muchos inquisidores y se refugiaba en aquella casa, pero los problemas y preocupaciones con el pequeño humano le estaban costando, estaba pagando a veces encerraban por días en conventos al pequeño, toda la culpa era de Eyael, finalmente se dio por vencido, cuando el padre levanto la mano en contra del pequeño, freno aquel golpe apareciendo frente a él de la nada y entonces ‘el susto y diversión’ termino, al final un alma perdida como él se había quedado sin compañía, de nuevo se refugió en los callejones, era típico de él hacerlo, quedarse sentado en algunas cajas que ponían ahí los vagabundos y ver a las personas pasar sin poderles tocar, eso era lo más triste, se sentó en aquella pila de cajas, invisible del mundo como debía ser.

Nadie iba, nadie venia, simplemente no había quien se preocupara por él o el resto del mundo, todos embelesado en su egoísmo, sonrío cogiendo una pequeña piedra y al lanzarla tomo la forma corpórea, caminando de un lado a otro por ese callejón, pero quería ver más allá, quería dar una vuelta por todo parís mientras estaba de esa forma, visible para todos, sin embargo le daba pena, vergüenza, era tímido pero frío, resonó una voz desconocida en su cabeza y el ‘clic, clic’ de sus zapatos sobre las losetas comenzó a hacerse evidente, estaba caminando como si nada, procurando a la gente, su aspecto de chica podría confundir a más de un caballero que le dirigió la mirada, pero sonrío contento, era como ‘estar vivo’, se quedo en medio de la calle sin hacer nada, mirando todo desde ese ángulo y todos le miraban por la forma ‘extraña’ en la que se comportaba.
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Mensaje por Séfer Zahira Sáb Jun 23, 2012 11:40 pm


Un día gris, una tarde gris, una noche gris… ¿qué importa en realidad el tiempo cuando es tan subjetivo? Las calles vestían la misma forma que hace dos años cuando arribó a la ciudad con una sola cosa en mente, vengar a sus padres. El problema no fue encontrar al último de los descendientes si no el haberse enamorado perdidamente de él. Durante un largo tiempo fue la esposa que todo hombre puede desear, amorosa, atenta, callada y con una educación envidiable. El odio almacenado en el interior de Séfer estaba desapareciendo con las miradas llenas de ternura que él le regalaba de vez en cuando, pero su corazón pútrido, no deseaba sanar del todo y cuando ella más feliz se encontraba, el recuerdo de su madre ardiendo en llamas le golpeaba la cabeza para hacerle ver el error que cometía. Las investigaciones en silencio durante la noche, la arrastraron hasta una de las más antiguas criptas del Cementerio, Lord Chevalier jamás lo hubiese sospechado de no ser que cierta noche escuchó el carruaje andar. Con la parsimonia necesaria persiguió a los caballos hasta darse cuenta de las actividades poco ortodoxas de su mujer. Atemorizado la acusó, pero lo peor fue ver la profanación en el mausoleo familiar. Una disputa, la verdad a flote y la muerte inesperada del legítimo descendiente de aquel verdugo que puso la última roca sobre la cabeza de Anker, su padre. Así era como ella recordaba a su difunto esposo, todo lo contrario a la visión que tenía de Cédric por las noches…

-¿Ahora en qué piensas, amor?- La voz de Cédric retumbó en sus pensamientos. Un escalofrío recorrió su espalda y la temperatura bajo dos grados. Pudo ver como el vaho se expiaba desde sus labios y el cristal de la ventana era vaporizado. Un par de letras aparecieron en él como si alguien hubiese inscrito sus iniciales entrelazadas con el dedo índice de su mano, pero ahí no había nadie más que ella o al menos eso era lo que aparentaba ocurrir en su habitación. –Pienso, pienso… por algún lugar debe existir un grimorio con el secreto para exorcizar fantasmas- Respondió de forma altanera y molesta. No le agradaba en lo absoluto compartir la vida que ella apenas poseía con el fantasma de un hombre al que amó pero que por un juramento pretérito tuvo que asesinar sin ninguna compasión y, con él se fue aquella pisca de humanidad en la bruja. Se puso de pie, había permanecido más de media hora sentada en la misma posición frente al balcón, observándo, recordando los tiempos en los que no tenía que preocuparse por la belleza de su rostro. Abatida, con visibles marcas negras bajo sus ojos, supo que debía conseguir más sangre de vampiro, en las últimas semanas beberla ya no era suficiente pues estaba volviéndosele una adicción. –Un exorcismo no funcionaría, necesitas un Sacerdote y dudo mucho que recurras a la Iglesia para eso, te acusarán como acusamos a tus padres y morirás de la misma forma o… peor- La burla de Cédric era lo último que podía soportar Séfer. Con las manos sobándose la cien dejó salir el suspiro de aburrimiento. –Cualquier cosa sería mejor que estar aquí, atrapada contigo por el resto de mis días- Tomó el abrigo que colgaba de perchero al lado de la puerta y salió.

Los sirvientes ni siquiera preguntaron a dónde se dirigía, pues no deseaban arriesgarse a perder su empleo por cuestionar a la dama. Así era Séfer, quienes la conocían le temían por su carácter amargo, poco sociable y cayendo sin retorno alguno a la locura. A su paso prestó atención a los hombres, a las mujeres que le dedicaban una mirada y un saludo de vez en cuando. Sus atavíos denotaban la clase a la cual había sido atada después de desposar a Cédric. Las faldillas, los holanes de su vestido, el resonar de las zapatillas y el destello en sus joyas. Era vanidosa, le gustaba verse bien así que está de sobra especificar cada detalle que le hacían lucir simplemente espectacular. Pero las calles nunca fueron su centro de atención y en ellas no podría adquirir la infinidad de objetos que necesitaba para sus fechorías. Un poco de ricino, belladona, regaliz, cicuta… entre otras plantas, no son fáciles de conseguir, menos considerando lo venenosas que son y el objetivo en común que tienen. Siguió su trayecto ensimismada en sus propios pensamientos hasta el instante en que chocó. Aturdida por el impacto, sacudió la cabeza y se dispuso a disculparse como la gente normal lo haría –Lo sie..- al ver la silueta contra la cual se había topado, frunció el ceño entrecerró los ojos… por el aspecto que tenía Séfer juraría que… –Ah… perdona, ¿te encuentras bien?- Arqueó una ceja y esperó la respuesta. Tantos años con Cédric le habían dado una ventaja, más aún la cercanía que poseía con la nigromancia, ese maldito poder de bruja y su perspicaz capacidad. Estaba aturdida es verdad, pero no pasó por alto la posibilidad de que ese joven fuese un… fantasma.
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Mensaje por Dallan Di Arkbelli Lun Jun 25, 2012 11:44 am

Había pasado un día muy pesado en la casa de uno de mis alumnos privados. Ya que había culminado la clase pido un baso de agua para relajarme. Muy bien, rumbo a casa.. salía de la casa despidiendome de aquella familia con todos mis libros y archivos, que usualmente traía a la clase, prendido a mi brazo.
Afuera me esperaba el carruaje muy puntual, como era usual. Pero decido ir caminando.
- Sr. Dellayet necesito que lleve mis atuendos a la casa yo le seguiré. -
- Esta seguro Maestro Di Arkbelli? - Respondió. - Mire que estas calles se han vuelto muy insegura en estos tiempos.
- Descuide Dellayet. Usted muy bien sabe que me puedo cuidar solo. -
Siguiendo el enfrentamiento de palabras con mi chofer personal comienzo a caminar con un sombrero y un traje elegante.
Después de haber visto gente extraña en la calle mientras caminaba, gente que desde hace tanto tiempo que vivo aquí no había visto antes, pues se me cruza una pareja adelante. Eran dos mujeres tal vez de mi edad. Dado a mi indiscreto interés por las mujeres y mi coqueto ritmo personal trato de abrir una conversación con las damas muy caballerosamente.
- Con su permiso damas.. no las he visto antes por aquí. Permitame presentarme. Mi nombre es Dallan di Arkbelli y soy profesor personal. Les molestaría si las acompaño a una charla? -
Esperando una respuesta a mi impulsiva y sorpresiva propuesta..
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Mensaje por Invitado Lun Jun 25, 2012 2:29 pm

En primer lugar, él tenía la culpa, ¿Cómo se le había ocurrido dar vueltas como loco admirando el cielo sin ver a su alrededor?, se sentía como aquel brujo Nill, la diferencia es que Eyael no estaba extasiado en opio o cualquier otra maldita droga, se entretuvo viendo el cielo, un firmamento bastante peculiar, aun estaban en invierno y eso le parecía increíble, como de pronto nevaba y esas pequeñas bolitas blancas formaban una gran manta atacando a la ciudad. La gente lo observaba y él no podía más que sonreír, porque había vencido una de esas barreras que la mayoría tiene pero dentro de su naturaleza eso significaba un reto, a menos que fueran unos espíritus bastantes malos y amargados para aparecer y desaparecer cuando las personas vivas estaban por ahí, incluso se acordó de historias que Nill le contaba. ‘Se dice que los espíritus hicieron un pacto con Satanás, su trabajo es espantar, ahuyentar a los vivos para que aprendan y reconozcan que él más allá existe, para que tengan en cuenta el poder del diablo’, no supo si aquello era solo un rumor o una historia sacada de la retorcida mente de aquel brujo, pero eso era totalmente mentira, algunos como él solo pactaban con brujos y ya, pero el motivo de que estuvieran vagando por ahí era por cuestiones meramente humanas, no porque sean sirvientes de un demonio.

Por un momento dejo de girar entorno a él, ya estaba bastante mareado y aseguraba que podría caerse, solo se quedo quieto cerrando los ojos en ese instante, escuchando la lejanía, el silencio y el barullo a su vez, estar vivo era lo que más deseaba pero llevaba años, demasiados años de esa forma, tanto que se había olvidado de su lugar de origen o de algunos pequeños detalles. Lentamente abrió los parpados, fijando su vista en los hombres y mujeres, después echo una mirada a su aspecto, esas ropas que traía, la manera en la que su largo, negro y ondulado cabello caía sobre su espalda y torso sobre esa tela blanca, sí que era extraño, debía hacer algo para cambiar o sería tomado por una chica y mientras tonteaba observando al dar el primer paso fue como si una pequeña muralla se interpusiera en su camino.

Eyael sintió una especie de reconocimiento, algo que Nill poseía, era una mujer (no, no era eso lo que su amigo poseía), pero no común, observo su rostro dando un par de pasos hacía atrás, como si tuviera miedo, pero reconocer a un brujo a esas alturas le era natural, titubeo antes de hablar, quería desaparecer, hacerse invisible y huir, pero observo toda esa gente a su alrededor y se quedo quieto, escuchando aquel sonido que las cuerdas vocales hacían resonar en su cabeza, el aspecto de ella era prolijo, fino, limpio, impecable, demasiadas características pudo sacar en ese momento, abrió los labios tímidamente como si no pudiera articular palabra alguna, pensó que estarían exentos de las miradas, hasta que un hombre se acercó a ellos. Hizo una mueca y un fruncimiento de labios -¡¿Ah?! –Le había llamado ¿Mujer?, desvío la mirada molesto y después observo a la mujer –No se preocupe, estoy bien, no me ha hecho daño ha sido un simple descuido de ambos –Pronuncio con la voz bastante varonil, clavando esos orbes en la otra figura masculina, sin decir demasiado. –Elemiah Eyael, mucho gusto caballero y permítame decirle que no soy una dama, solo un simple muchacho con dotes de belleza –Echo una carcajada sutil viendo a la dama, seguro que si sonreía ese rostro gris se iluminaría, pero las casualidades y trivialidades se dan.
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Mensaje por Séfer Zahira Sáb Jun 30, 2012 1:26 am


Frío. La temperatura había descendido de tres a cinco grados en un solo instante. Las pupilas de Séfer se igualaron a las de ese fantasma errante, podía ver la agonía imperceptible en lo obscuro de sus ojeras. No había hombre, mujer o niño que pudiese expresar facciones tan perfectamente nostálgicas como las de un ente que debió haber dejado de existir. En la inconsciencia, la bruja era traicionada por sus bajos instintos, los de supervivencia, esos que provocar cometer error tras error. La ansiedad le corrompía el alma lentamente. Las almas que paseaban por las calles, para los de su especie era como la sangre para los vampiros, necesaria, imprescindible, adictiva… de ahí el esfuerzo y la insistencia a la convocación de demonios. Error. Cualquiera podría gritar que ella era una bruja y juzgarle de herejía al hacer pacto con el demonio, sin embargo, esa fémina poco sabía sobre aquel al que le llaman “el maligno” nunca lo había visto y jamás pactaría con una criatura tan inferior como aquella que depende de los humanos. Así los veía Séfer, cada criatura atada a una maldición ignota para los demás, pero perfectamente ávida para los que le padecen, en su caso… la brujería no era exactamente algo por lo cual lamentarse o ¿Sí?

Las personas se paseaban a su alrededor y parecían ignorar los acontecimientos que ahí se generaban, frente al mundo, como si no ocurriese nada extraordinario. La mujer, clavó sus orbes en la silueta. Examinando cruzó un par de paso hacia atrás. Sus ropas, la forma en la cual caminaba y como se veía, había algo en él que despertó la curiosidad, el morbo en la bruja. ¡Una mina de oro! Si conseguía atraparlo en algún objeto, le pertenecería hasta que la muerte de Séfer los separe. Una mueca sombría se asomó en la comisura de sus labios. Las intenciones que escondía tras aquella curva no eran las mejores y la evidencia fue bastante notoria. -¿No te basta conmigo que deseas a este pobre incauto?- La voz de Cédric provocó un estridente sonido en la mente de la dama quien sólo pudo ladear su cabeza, era lo más parecido a un tic nervioso. Sus sentidos se alteraron y las facciones de su rostro mutaron inmediatamente. Aún no era capaz de controlarse ante la presencia del espectro en el que se convirtió su esposo. No sabía si lo odiaba o lo amaba, pero lo utilizaría para conseguir sus objetivos, después de todo, él jamás se iría de su lado, porque Séfer se encargó de atarlo a ella de una forma tan atroz que sólo arrancándose el corazón ambas almas descansarían en paz.

Mientras batallaba por sobarse la cien y conseguir la desaparición de su fantasma personal, desequilibró su atención al ambiente, a todo aquello que les rodeaba y, entonces, perdió la consciencia del exterior. Se había sumido en una terrible fantasía donde sólo la silueta de los fantasmas y la suya se percibían en medio de la neblina. Ella deseaba devorar sus almas y ellos pelearían por crucificarla. No duro mucho el espectáculo esquizofrénico, tendría que agradecerle al joven que cruzó palabras con ambos. Séfer lo miró con el ceño fruncido bajo la expectativa del desdén. –¡Basta, Ophelia! ¡No harás nada a mitad de la calle!- Gritó acusándola en el pensamiento. Su cuerpo se tensó, un espasmo apareció en su estómago y la obligó a desistir en el hechizo que musitaba entre dientes, un susurro tan delicado y tenue que era imperceptible pero bastante efectivo. Desvió su mirada del fantasma hasta Cédric. La cólera irradiaba en sus ojos. Tragó el nudo que tenía atorado en la garganta, se sostuvo el vientre y fingió un mareo. Se sujeto al hombre que acababa de llegar. Hiperventiló para hacer su maldito teatro algo más real, sacudió la cabeza, mencionó un par de palabras en su idioma natal (Búlgaro) y Cédric desapareció de su lado –Creo que a quien le afectó, fue a mí. El embarazo no es…- Frunció el ceño. Mentira tras mentira, ella no estaba embarazada pero ¿Quién podría darse cuenta de la verdad? Ni siquiera el fantasma poseía ese sexto sentido o ¿Sí? –Oh, menos cuando la vida ha malgastado a la madre con la muerte de su esposo- Le gustaba presumir su estado civil. Reincorporándose tras vacilar en los brazos de Dallan. Sonrió con la amabilidad inscrita en cada arruga de su rostro –Ophelia, Viuda de Deveráux, por mí no hay ningún problema por que nos acompañe- Los gestos, los movimientos de su cuerpo y la insinuación en el tono de su voz, dejaban perfectamente en claro la forma en la que todo aquello resultaba un juego entretenido para ella.
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Mensaje por Invitado Mar Jul 24, 2012 2:59 am


En ese preciso momento sintió que algo le era familiar, algo que le hacía huir como una rata entre las calles cuando un gato los acecha de manera sigilosa como otro miembro entre las sobras y oscuridad. Quiso regresar a lo que era, solo un espíritu que vagaba entre una línea tridimensional o como fuera que le llamarán, esa mujer no era ordinaría, ¡Oh, no!, ella tenía poder, tenía ese algo, ese no sé que, que cualquier brujo poseía, era como una especie de energía, de aura, de don, pero se reconocía, lo que Eyael temía en esos momentos era el de ser privado por aquella libertad que poseía. Hacía poco por salvar al brujo con el cual estaba encadenado sufrió los estragos de ser capturado por un condenado, nigromante para servir a un lobo que se relacionaba con la realeza, solo para poseer un cuerpo y joder la reputación de dicho ser humano, lo que le parecía patético, porque entonces él no servía para nada más allá de la magia. Se sentía como el turbio sonido de las manecillas del reloj se alargaba para dejar de ser corpóreo, no titubeo porque entonces eso era dar todas las de ganar al enemigo, fingió demencia, se encerró en ese monologo espantoso buscando algo que le calmara. Dedico una sonrisa efímera acompañada de ese brillo triste en sus pequeños ojos que hacían su rostro más inexpresivo que antes, dejando las sonrisas para los amigos y conocidos que mostrarlas a las casualidades con las que había tropezado en ese instante.

Había jurado que en ese momento no prestó la suficiente atención para averiguar acerca de su acompañante principal, había jurado que el olor de la infinita soledad, como el de ese suspenso en el mundo mortal estaba ahí, junto a ella, pero que idiota había sido por solo poner una sonrisa bobalicona y disfrutar de lo hermoso que era ‘volver a la vida, aunque fuera por un escaso tiempo’, ahora comprendía no una cosa, sino muchas, el diablo estaba entre esos humanos, el mal eran ellos mismos y no un ser inventado por el ingenio de esos mortales, ahora las palabras de Nill cobraban sentido, incluso Eyael tenía un pacto con su propio diablo, ese pequeño que se la pasaba vagando en el mundo del opio, ¿Quién tendría un pacto con ella, que demostraba ese tinte feroz, lleno de rabia y odio a la vez?, no, el fantasma no quería probar que se sentía ser propiedad de alguien mucho más poderoso, aunque ciertamente había una contradicción a él le encantaría aprender mucho más de aquellos conjuros y demás tonterías que representaba la nigromancia.

Pero entonces aquel rito que se presenciaba hacía unos segundos le hizo estar más alerta, había encontrado la oscuridad en plena luz del día con demasiada gente de por medio y seguro que aun así, Eyael no tendría salvación. Sin embargo las palabras que vinieron, la manera en la que la mujer desfallecía ahí mismo le hicieron creer que solo alucinaba, que no era más que simple paranoia suya. Quiso tomarla y ayudarla en ese momento pero algo se lo impidió, así que aquella mano que iba directa a coger el brazo de la viuda regreso a él, frunció el ceño extrañado de las sensaciones, quizás había pasado mucho tiempo en su propia lámpara y el genio ahora se sentía bastante confundido. –Debería descansar un poco, quizás sentarse en aquella banca que se asoma a sus espaldas –Murmuró con la voz un poco más varonil tratando de ver más allá, pero no podía, le parecía bastante creíble lo que observaba y demasiado extraño lo que sentía y aun así no había relación alguna. –Lo de su esposo sin dudas es un capitulo doloroso pero debe estar bien por aquella criatura que se desarrolla en su interior, para que no haya doble tragedia…-él no sabía nada de lo que pasaba en momentos como esos, simplemente decidió abrir paso para que ella pudiera pasar a tomar asiento.

Gracias por el voto a PJ del mes =)
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Mensaje por Séfer Zahira Jue Jul 26, 2012 10:30 pm


No existe en este mundo nada más irritante que la voz de la consciencia, o… ¿Si? El fantasma de Cédric comenzaba a aburrirle brutalmente, no había forma que pudiese desaparecerlo por completo. Su perfume, su esencia, el sonido de sus pasos aproximándose hasta su habitación y la tonalidad de su voz. Esa tonta e imperfecta sonrisa melódica con la cual acaricia los sentidos de Séfer ¡Estaba cansada! En instantes como ese solía preguntarse si fue una decisión correcta el asesinarlo, ¿Hubiese sido mejor sellar su venganza con un pacto de tortuoso matrimonio hasta la eternidad? Y, respondiéndose con amargura caía en la cuenta que eso es precisamente lo que vive a diario con el espectro merodeando en la obscuridad de la mansión, incluso ahí, a mitad de la calle donde los extraños le miran con peripecia asombrados por su elegancia y cautivados por el misticismo que desprende, Cédric resultaba ser su “fantasma personal”, convenientemente o no, Séfer debió aceptarlo años atrás. Obviando todo lo anterior, la bruja creyó que con un fantasma sería suficiente… al menos por ahora.

Levantó la mirada sonriendo con una ternura escalofriante en sus pupilas. Cuando el lobo se disfraza de cordero es preferible huir antes que alcance a simpatizar con la posible víctima. Sin embargo, no estaba en las intuiciones de los demás averiguar el veneno con el que una pobre viuda se mueve en las aledañas calles de una vieja ciudad. La vida transcurre con normalidad ante los desazogados pero críticos residentes. Las muertes inexplicables no atañen a nadie más que a los investigadores privados de la época, así como el temor de indagar más allá de lo visible podría causar una paranoia colectiva. La humanidad prefiere ignorar todo ese tipo de sucesos, deslindarse de los actos más crueles que sólo reflejan a la bestia escondida tras esas cálidas sonrisas y, resulta que Séfer no podía pensar en algo más práctico que precisamente eso, las máscaras. Se sostuvo de la mano del hombre. Este se mostró alarmado por lo ocurrido con la mujer, aunque no lo hizo visible en sus facciones, Séfer se dio cuenta de su cambio de humor cuando proliferó aquella palabra “Viuda”, para la mayoría esa palabra significa una cosa “Mujer sola y con pilas de dinero”, pero para los más inteligentes como supuso se trataba de ese caballero, las palabras daban un giro completamente diferente “asesina”… ¡Jáh! La ironía saltaba a la vista y por un minuto ella se esforzó por no arrojar una lacerante carcajada a la conclusión en sus pensamientos. La banca, se encontró a unos cuantos pasos. Séfer se sobó el vientre mientras realizaba un gesto aceptando el concejo del joven. Curioso. Sus rasgos faciales no se asemejaban en lo absoluto a lo extraordinaria de su condición. Podía tocarlo, sentirlo, olfatearlo e incluso saborear lo afable del polvo adherido a su blanca piel. Eran sus ojeras las que develaban de forma confusa la realidad del muchacho.

-Para alguien como yo, es imposible sentarse a descansar. Los asuntos pendientes que dejó el señor Deveráux son muchos y bastante complicados. Sé que no me corresponde como simple cónyuge, sin embargo, el notario lo dejó claro… Si no soluciono las discordancias en el testamento para dentro de tres días, la casa pasará a manos del estado, dado que es lo único que tengo, me resulta alarmante y, toda esta presión acumulada, me produce los mareos que, como se habrá dado cuenta, no son el mejor amigo para una mujer, menos en mis condiciones- Su discurso fue una catarsis, una expiación de culpas que cualquier mujer en su estado pudiese arrojar a cualquier extraño, con el objetivo del desahogo. “Lástima” soltó una vocecilla en su cabeza martillando profundamente sus sentidos, enervando la constitución de seguridad que se había forjado. “Si fuese verdad, serías una gran esposa. Pero la realidad es otra mi querida, arpía” Y, como si una cuerda se tensara hasta el límite, algo en ella se rompió. -¡Cállate!- Escupió al escucharlo en el eco de sus pensamientos, pero no estaba dentro de su cabeza. La visión de ese hombre rubio, con sus ojos penetrantemente azules y barba enmarañada, estaba a su lado, susurrando muy cerca de su oído todas esas palabras injuriosas y llenas de verdad. Cédric trataba de alterar todos y cada uno de sus sentidos, provocar en ella la locura, el problema no era ese, si no que Séfer explotara realmente delante de alguien… Catástrofe, segura. Sonrió incómoda, un tic en su labio inferior apareció de la nada y, como si fuese poco, la mirada de dulzura había desaparecido sólo para mostrar lo vació de sus ojos. Se puso de pie repentinamente. Un maniaco lo hubiese hecho con discreción pero ella fue lo opuesto. Golpeteó su cien, musitando palabras extrañas, perdiendo lentamente la cordura hasta inspirar fuerte y exhalar el paroxismo de su ira –Perdone, pero en ocasiones aún puedo escuchar su voz, gritándome, humillándome como era costumbre en él- Bajó la mirada. No podía mantenerla en lo alto si deseaba verse creíble. Y, con ese sentimiento, irrumpió en llanto.

-La maldad viene y va, la maldad viene y va- Susurró.
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Mensaje por Invitado Mar Ago 14, 2012 2:40 am


La primera vez que aceptó ser el fantasma personal de alguien, fue en aquella tierra de dioses, Escandinavia, aquel brujo hizo un pacto con Elemiah, en aquel tiempo el joven de tristes canciones había olvidado como murió (como lo hacen la mayoría de los espíritus), pero aquel nigromante le explico que se había suicidado a causa de un arranque de locura, un arranque emocional que le llevó a cometer tal crimen y que llevaba años en esa casa, asustando a los de su propia familia con esos cantos llenos de dolor, entonces el fantasma decidió acompañar a aquel brujo ‘Eyael’, no quería sentirse solo como siempre lo estaba entre las paredes de esa casa, la enseñanza fue productiva, le enseño el arte de la corporeidad y demás hechizos ligados con la doctrina nórdica que practicaba. Fueron sus mejores años y los peores también, se maldijo por lo bajo al estar pensando en ello, pero una droga una adición llevó a ese brujo a la muerte, una maldita mujer una bruja wicca, lo que dejo a mitad de enseñanzas al fantasma, lo que le hizo adoptar ese segundo nombre en honor a su ‘maestro’, era inocente, estúpido en cualquier punto, era por eso que Nill le regañaba, ‘Sí algún día desapareces, sé que estarás con satanás encadenado a sus servicios para siempre, ese día te extrañare Elemiah’ …Podía escuchar el resonar de esa voz suave y delicada del joven brujo al cual cuidaba, esos pensamientos cruzaban de un lado a otro por su cabeza, casi provocándole una inestabilidad emocional.

¿Qué tan delgada es la línea de la vida y la muerte?, ¿Qué tan transparente es el rostro de la maldad que nos acecha día a día? Incluso si eres un espíritu que jamás tendrá un descanso, viviendo entre sombras, descubriendo secretos de personas que no tienen nada que ver con uno…Eso se escribía mientras el muchacho le miraba fijamente, su cuerpo se sentía pesado, casi podía apostar que deseaba sacar las entrañas por la boca, como si observara los ojos de aquel ‘némesis’ de Nill, era el miedo, algo que jamás había sentido, cerró los ojos, su felicidad se esfumo como el humo que se esparcía en la casa donde aun residía, como si su cuerpo volviera a tener las funciones naturales, se repetía una y otra vez que se calmara, sentía lo asfixiante de aquella mirada, de esas palabras que parecían maternales, de una mujer que hacía honor al hombre que perdió en esa pequeña aventura llamada vida, como si atesorara algo inexistente hasta hacerlo existente a los ojos de cualquiera, de cualquiera menos del estúpido de Eyael, esa ternura no tenía nada de calor, esos gestos, cualquier pequeño gesto le hacía congelarse en ese momento volviendo erráticos sus pasos para poder correr en el callejón más cercano y volver a lo que era. -¿Qué esta diciendo?, ¿Es que acaso no se puede escuchar?, es el vació de sus palabras lo que le hacen atemorizante, el filo de su mirada parece el de una víbora que ha visto un ratoncillo, esa ambición no es material…Una viuda olvidaría hasta la importancia de su vida hasta verter lagrimas por años por ese simple hecho de haber perdido a un ser tan amado, pero en su corazón no veo un … No, no hay corazón en ese recipiente que llama cuerpo- ¿Qué diantres se había atrevido a decir?, ¿Por qué su boca se había movido entonando dichas palabras que parecían una obra barata?, era como si hubiese ensañado por ello, como si supiera que decir y enfrentará aquel miedo. ¡Maldita sea! ¿Y ahora qué?, ¿Qué pasaría con esa mujer que desprendía un aura más maligna que satanás?

¡No, no, no, no!, se gritó para sus adentros, llevando las manos a su cabeza, viendo lo penetrante de esa peste que había desatado, aunque careciera de olfato sentiría el olor por su cuerpo, ahora se desataban los males de la caja de esa pandora, se llevó una mano a la boca porque deseaba arrancarse esta, se estaba retractando paso a paso, pero lo siguiente hizo que callera drásticamente a las losetas. -¡Lo sabía!-Pronunció con entusiasmo como si hubiese descubierto la cura a alguna enfermedad, pudo ver a aquel ser, pudo escuchar su voz santurrona, irónica y llena de irá que le gritaba a aquella mujer tachándola de lo peor, ahora podía verle con claridad, no se levanto aunque de nalgas en el suelo estaba, movió la cabeza negando aquello-¿Dónde estas?, ¿Quién eres?, ¿Qué clase de arpía es esta mujer que parece atormentarte con su presencia deshonrando tu nombre? -¡Estúpido!, preguntaba como si fuera un oráculo sin medir el peligro que esta en carne y hueso frente a él, esa mirada, esos ojos de cascabel, llenos de fuego, repitiendo esas palabras. -¿Qué le has hecho?, ¿Qué diablos eres? –Comenzó a moverse hacía atrás intentando levantarse para huir, el espectáculo a plena luz del día estaba dando inició, una obra callejera más. Pero no era entre gitanos, incluso la voz de Eyael era serena totalmente calmada, pero con un timbre que denotaba miedo infinito.
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Mensaje por Séfer Zahira Miér Sep 12, 2012 12:41 am


“En ocasiones las máscaras que se portan,
no son suficientes para ocultar lo que verdaderamente somos”


La bruja estalló en carcajadas al darse cuenta de la actitud del joven fantasma aunque ese término fuese sólo para describir su apariencia física. Dado el grado de corporeidad y la utilización de sus sentidos para acuñar la verdadera esencia de Séfer, la pelirroja pudo deducir la edad que éste poseía. Los cálculos resultados variaban pero él llevaba un largo tiempo en compañía de la nada. Aquel grito atrajo la atención de los transeúntes. La mayoría sólo prestó atención debido a lo inesperado de la situación, sin embargo, decidieron continuar con sus importantes asuntos, los demás se quedaron ahí, de pie esperando la reacción de la dama. Séfer no es estúpida, tampoco se trata de una bruja con conocimientos pueriles sobre la magia. El poder que ella posee es incluso desconocido en su totalidad. Cédric había percibido todo eso en su esposa y aún así decidió mantenerse a su lado cumpliendo los designios de la misma, la pregunta que interesa responder es saber el ¿Por qué? Él era el único que podía mantenerla en una estabilidad conformista para ambos lados de la balanza, pero en ese instante el joven había desconectado los cables que los mantenían unidos. Cédric no pudo anclarse al aura de Séfer debido a lo obscuro de sus pensamientos.

-Eres inusual, seres como tú ya han sido secuestrados por otros nigromantes… Me pregunto si..- La voz de la mujer cambió su estructura. La amabilidad, la gentileza y la dulzura con la cual se había dirigido hasta él minutos atrás, se disipó por completo para dejar al descubierto la resequedad de su garganta. Frunció el ceño y fingió ofenderse ante sus palabras. Pero él tenía razón, en ese cuerpo no existía un corazón que pudiese ser dañado por simples frases hirientes –Irónico, ¿No? Yo un recipiente si corazón y tú un corazón sin cuerpo- Escupió sin remordimiento alguno. Sabía que para los fantasmas el mayor deseo era poder regresar a la vida que alguna vez poseyeron. El aferrarse a este mundo se debía sólo a sus pendientes, sin embargo, había algunos que preferían deambular por la tierra añorando, sucumbiendo ante el miedo de todo aquello que pudo ser pero que se les fue arrebatado por el gélido brazo de la muerte. Suspiró. –Puedes estar seguro que hay más frío en mi mirada que vacío en tu existencia- Tragó saliva ignorando los comentarios ajenos a ambos. La gente siempre era curiosa y, cuando algo se salía de lo normal, surgían las fallidas sospechas. –Ahora ¿Podrías por favor, dulcificar el tono de tu voz? No quiero que todas esas personas se enteren de mi condición- Arqueó una ceja. Supuso que no cedería ante sus caprichos, pero Séfer siempre tenía un as bajo la manga. Estiró ambos brazos frente a ella y con los dedos índice y pulgar acarició un cabello que se le había caído al fantasma. –Espero que no te moleste lo tomé prestado- Se lo mostró con cinismo.

Las formas en cuales encadenar a un fantasma varían según el nigromante, Séfer optaba por las más estrafalarias de estas. De su difunto esposo conservaba en un pequeño cofre asegurado por símbolos y rituales de magia negra, el corazón. Pero bastaba con un solo cabello para conseguir que los fantasmas hiciesen lo que deseabas, por supuesto, siempre y cuando fuesen libres o el brujo que los ata sea inferior. –La respuesta está en la misma pregunta, soy el diablo- Abrió los ojos. Torció su cuerpo hacia un lado e hizo la representación de unas garras con sus manos. Rugió. –Anima corpore… Spiritus…- Pronunció en un perfecto latín. Sí, los mejores hechizos estaban escritos en hebreo y no en latín antiguo, sin embargo, las traducciones aún escaseaban en esa época y los pergaminos con los textos originales permanecían ocultos en las entrañas de un complejo laberinto corrupto. Cerró los ojos e intentó concentrarse en el rostro del varón. Lo capturaría a como diese lugar, lo quería y se había encaprichado con él. Aunque en un principio haya creído que con uno de ellos le bastaba, el poder que Elemiah guardaba en su interior cegó los pensamientos racionales de la bruja y sólo dejó el instintivo placer de la avaricia. El ritual estaba completándose en su mente mientras sus labios se movían por inercia susurrando palabras jamás escuchadas. El viento apareció para rodear a la pareja e impulsar el cuerpo del fantasma hacia donde ella se encontraba. Aunque nadie más lo viese, sólo ellos, un halo de luz opaca emanó de Séfer a manera de brazo esquelético y tomó a Elemiah por uno de sus pies atrayéndolo hasta la bruja. Un hechizo de atadura siempre es sencillo o ¿No?....
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Mensaje por Invitado Mar Nov 20, 2012 8:17 pm


El miedo es natural en el prudente, y el saberlo
vencer es ser valiente.


¡Sombras, brumas y nada más!, eso fue lo que el fantasma vio de pronto, un poco de odio se mostró en los ojos de ella, como si estos cambiaran de color, de un hermoso verde aceituna a un verde oscuro como el de los bosques cuando la oscuridad disipa la luz, así mismo Elemiah sentía como el poder de ella emanaba, de una bruja que parecía inferior, ahora parecía que tenía un poder destructivo como si fuese el mismísimo demonio, un poder que recorría su alma hasta hacerla vibrar de puro peligro, y lo más estúpido que el fantasma había hecho era llamar la atención, ahora no podía desaparecer así como así, quizás para él no sería un peligro hacerlo, al fin y al cabo estaba muerto y ella era la que seguía vivía, la acusarían de herejía y demás cargos, el pueblo la llevaría ante la temible Santa Inquisición, donde las torturas eran sádicas, el pueblo parisino estaba aterrado con solo pensarlo, con imaginarlo y con los rumores, pero esa mujer parecía no temer a nada, su voz, ¡Maldita voz, que por muy encantadora también era maldita!, incluso con su tinte antagónico, ¡Maldita belleza que la poseía, maldita toda ella!, porque por un instante mientras él divisaba el cabello rizado y largo en sus dedos delgados y sumamente destructivos , él había perdido la noción, había sido atravesado por deseos de seguir vivo, de recuperar un poco de eso, deseaba por su parte usar el cuerpo de alguien, de volver a mojarse con la lluvia o quemarse la piel en el sol de cada día, ella lo había atrapado como una estúpida marioneta.

Marioneta que pendía de sus propios cabellos, guiado por que aquella nostalgia invadía su ser, -Vacía… mi existencia –Aquel tono se dulcifico, se hizo a su vez triste, ella conocía bien, sabía de la manipulación, de actuación y de ser la villana perfecta para este drama que antes parecía no tener final, había obedecido inocentemente porque sus ojos se tintaron de un gris triste como se contempla en los días lluviosos, ¡Ah!, ahora sentía a la maldita y estúpida memoria aterrorizar su cuerpo, un cuerpo que solo pendía de unos minutos para que pronto fuera como el aire. Memoria cruel, pero en los ojos de ella encontró al mismo satán llamarle a la cuna, como si le ofrecieran el poder, Nill era demasiado inferior a ella para poder salvarse de eso, ¡Maldito brujo!, no podía siquiera hacer bien un hechizo, ahora que él estaba en peligro ni una maldita aparición tenía en ese escenario, parecía que se había quedado sin voz.

Eyael se había acercado lo suficiente para intentar hacerla entrar en razón, no sabía de las artimañas que los brujos hacían, pero debía confesar algo, igual trabajaba por otros nigromantes que lo que buscaban era el poseer a alguien como él, como si fuese un animal exótico de lo cual los ricos presumen con sus ‘amigos’, -Tu no servirías jamás como recipiente de un alma, por más que malvada sea esta, ni siquiera por que desee vivir, seguro que tu existencia debe ser miserable para hacer eso–Fue lo último que dijo cuando la observó extender los brazos y la bruma caer sobre su cuerpo, se hizo tan pesado, cayendo por el arrastre, ¿qué haría si lo poseía?, a su vez quería saber de ella, del espíritu que la acompañaba, fue capturado como un pobre animal que agoniza por aquel disparo que el cazador puso sobre su frágil cuerpo, cayendo, sintiendo solo el sonido, el eco, su respiración acelerarse, simplemente eso, fue de nuevo sentir como su alma se alzaba como el humo, sintiendo la bruma negra apoderarse y renovarse como un ser oscuro con ambición a un lado de una diosa cuya herencia fue el torturar con las llamas del infierno, en eso se había convertido cuando se dejo capturar y amarrar, porque por una parte estaba lleno de ambición al vislumbrar el poder de la bruja, siendo siervo de Séfer por el resto de su existencia o cuando ella se aburriera de él y encontrara un alma mucho más atractiva, todo dependería de esa mujer que fingía demencia.


{Lamento mucho mi demora, espero quieras seguir el tema}
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Mensaje por Séfer Zahira Sáb Ene 12, 2013 11:56 pm


Se dice que la maldad de una persona no tiene límites; la frase se basa en todo aquello que son capaces de realizar con tal de obtener sus deseos. No importa la cantidad de sangre que se derrame, los inocentes que sufran en medio de la faena o si el alma se condena a una existencia completamente miserable y sin sentido, pues para eso es que trabajaron toda su vida… para que sus caprichos sean concedidos de una u otra manera. Séfer no es una bruja que lamente sus actos crueles; asesinó y pulverizó a las familias que acabaron con la suya. El perdón no está en su vocabulario y le divierte a sobremanera el escuchar los gritos sinfónicos de sus víctimas. Es una pobre alma desalmada que, perturbada por la visión de su madre y padres morir en aquella grotesca escena, sólo pretende tratar al mundo de la misma forma en la que lo hicieron con ella. A estas alturas, es evidente que el fin no justifica los medios, pero cuando la razón no tiene cabida en una mentalidad tan pueril, cerrada y aferrada al pasado, eso no importa mucho. -¿Un alma maldita?- Estalló en carcajadas al escuchar las palabras de aquel miserable fantasma. Eso debió dolerle aún cuando su corazón se mantuviese tan putrefacto como lo tenía. –No puedo ser un recipiente porque ya tengo un alma- Se encogió de hombros. Sus labios se torcieron en una mueca. Terminar el conjuro sería sencillo, unas palabras más y listo. El joven sería completamente suyo por el resto de sus días. Si acaso alguien sostenía una pelea contra el amarre, entonces habría que ver que tan valioso resulta ser y si vale la pena o no malgastar las energías en una única alma. –Es imperfecta, como todas. Marchita y corrupta. ¿Pero no lo son todos?- Las cejas de la bruja se arquearon por completo. Estiró el cabello del fantasma entre sus manos y lo acarició para generar una nota musical como si de un violín o chelo se tratase.

La mirada ausente de la bruja se fijó directamente en aquellos orbes que destilaban la melancolía de una vida ya extinta, el anhelo en él. Sonrió. La maldita mujer conocía aquellas expresiones porque no era la primera ni la última vez en que intentase atrapar a uno de ellos. Si sólo conservaba a Cédric es por esa maldita sensación de dependencia. Soltó el cabello del joven mirando fijamente el color obscuro. –Hablas de la maldad como si la conocieras, como si de repente la hubieses palpado con tus propias manos o hubieses sido tú el creador de tan colosal obra- Se mofó nuevamente perdida en el grosor de aquel hilo de vida. –¿No te parece curioso?- Preguntó retrocediendo dos pasos. La atrofiada mentalidad de la bruja comenzaba a dar frutos. Hablar sólo porque puede hacerlo pero sin ninguna coherencia, esa es su especialidad. A menos claro, que se sepa a lo que se refiere, en este caso –En la antigua Grecia, se creía que si las Moiras cortaban tu cabello con sus tijeras, la vida terminaba. ¡Pero tú estás muerto!- Estalló con un tono de voz elevado más de lo común. Se olvidó de la gente a su alrededor, se olvidó de la composición de las calles y de los modales que debía o no guardar para las apariencias. Después de todo, ¿Quién no engaña en París? –Sostengo el cabello que definiría tu existencia en los próximos siglos quizá y osas estúpidamente en escupirme a la cara cosas que ya sé- Chasqueó la lengua y negó a pocos segundos después. Suspiró. En ese momento, la voz desaprobatoria de Cédric fue nuevamente susurrada en sus oídos, pero era demasiado tarde para la advertencia. Se llevó el dedo índice hasta sus labios y mordió con el colmillo la yema. De esta herida brotó una magnífica gota de sangre cual parecido se asemejaba al de un rubí iluminado por la luz de la luna. Con el líquido escarlata cubrió el cabello del fantasma. -…Macula aeterintatis…- Susurró mirando fijamente los ojos de aquel fantasma que, poco a poco comenzaría a ser devorado por las sombras infames de toda su maldad. El rojo de la sangre rápidamente se vio envuelto en una fina capa de fuego, un fuego de colores inimaginables y, al final, el humo se esparció alrededor de su palma convirtiendo en cenizas el hilo. –No soy una Moira, tampoco Griega pero sé como utilizar un cabello. Ahora tú y yo estamos unidos de una retorcida y poco agradable forma. ¿Entiendes?- La expresión en sus labios se extendió de tal manera que una sonrisa es poco para describir la alegría que sostenía su boca –Muero yo y tú desapareces ¿No te parece estupéndo?-
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Mensaje por Invitado Sáb Feb 23, 2013 10:49 pm


¿Acaso estaré perdiendo los sentidos? Aunque mis lágrimas se desbordan
no me explico el porqué de este sentimiento;
En un rincón de un mundo devastado, lo olvidé.


¿Y qué más podía hacer el espíritu?, su ahora visible alma regresaba al estado en el que había permanecido durante mucho tiempo. Todo parecía inútil ahora y de nada servía lo que le dijera, ¿Mala, despiadada, cruel, efímera, maldita, hija del demonio?, vaya, esas palabras solo parecerían halagos a semejante figura. Estaba perdido, parecía que no podía refutar nada y su aparente destino se había amarrado a alguien cuyo poder lo dominaba por completo, siendo esclavo de nuevo de aquella materia negra. Ahora su espíritu, aparentemente blanco comenzaba a cubrirse de tinieblas, oscuridad y engaño. Claro, ella bien lo sabía, su corrupta alma habitaba en ese cuerpo de apariencia hermosa, de curvas engañosas, pero por dentro solo era una persona vacía, alguien que quizás estaba siendo manejada por los hilos de alguna mala experiencia, venganza, ambición, poder, cualquier sentimiento que los humanos desarrollaban a lo largo de su existencia. Y no por nada era lo que era, una bruja poderosa. Seguramente se había empeñado tanto en agarrar fuerzas de aquel sentimiento, para ser mejor en lo que hacía. Haberse encontrado con Eyael debía ser algo como una oferta, algo inoportuno, que no buscaba pero que podía tener con solo hacer uso de esas habilidades suyas. Jamás nadie le había tratado así. Ahora si podía desaparecer de la vida de aquel brujo, protegido suyo. Ahora sí, estaba siendo arrastrado a esos infiernos que el pobre chico embriagado de opio le describía. Mientras la escuchaba hablar recordaba el rostro sucio e imperfecto de aquel chiquillo al cual decía amar, ya que no diferenciaba los sentimientos y lo suyo era simple costumbre. Y ella se dignaba a hablar, a preguntarle una vez más, algo que claramente no podía responder, sus labios se quedaron sellados, incapaces, pues no podía pensar, aquello le cegaba, su presencia, aquel poder, cada uno de sus movimientos eran tan abrumadores a su parecer. Hablando de la corrupción en las almas, y que gusto hubiera sido que el estúpido fantasma diera su opinión, pero el cuadro que ahora se dibujaba, no lo incluía a él.

Sí, todos los humanos, todas las almas, incluso Lucifer lo estaba, (no dudaba en que Dios también), fue desterrado por una pequeña imperfección, por alzar su voz contra el poderoso, claro, Dios egoístamente lo castigo, confinándolo entre llamas, pero le dio algo, su propio reino. Y los hijos de Adam y Eva quedaron en medio de esos reinos, Lucifer invitaba a otros, dándoles poder. Y Dios, Dios no hacía nada, solo darles una lección por haberlos puesto a prueba, si bien sabía dios que la tentación y curiosidad les ganaría, solo eran un experimento a sus ojos y al darles las espalda solo le dijo, ‘Que a través del cruel dolor la felicidad se hallaba’. Ahora comprendía un poco más, era cierto que todos están ya corruptos al llegar a estas tierras donde cualquier cosa se pude encontrar y donde las tentaciones siempre están, Dios y Lucifer jugando con ellos desde tiempos inmemorables. Pues ahí estaba Séfer, una mujer dotada de oscuridad, de belleza y de muchos más dones que había pactado con aquel poderoso que venía de la oscuridad. Incluso si Eyael hablaba de la maldad dentro de su memoria la desconocía, quizás el mismo había sido tan malvado que se le había castigado para estar vagando y ese dolor fantasma que sentía, no era si no real, quizás hizo sufrir a muchos con sus fechorías y ahora él sufría en esa existencia vacía. ¡Maldita bruja astuta!, sabía dónde poner el clavo y golpear con fuerzas, para dejar inmovilizado a cualquiera. –No la conozco, quizás alguna vez la palpe, quizás no, no lo recuerdo–Espetó llevándose una par de dedos a la sien. Confundido por sus palabras y aquellas explicaciones que ella expresaba. Observó su cabello, siendo incinerado, un simple cabello, algo tan vano se convierte en lo más importante. La amenazadora presencia de aquella mujer se hizo más pesada para Eyael. Su cabello, tan simple, quedando para toda la existencia atado a ella. Quería detenerla, quería hacer algo para salvarse de ese vacío en el que estaba a punto de caer, pero no. Decidió estar ahí, entre el caos, derrotado por palabras.

Mientras ella vertía sangre y terminaba aquello Eyael termino por desvanecerse, por agachar la cabeza y dejar un gesto simple y suave sobre sus labios, una sonrisa, quizás la sed de poder también lo cegaba, pero ahora ella lo tenía a él. Y ambos podían tener un lazo más fuerte que aquello. –Me conviene estar a tu lado ahora. No volveré a hacerlo, sabes lo que haces. Y creo que de ahora en adelante solo abriré la boca para soltarte halagos estúpidos, hay pocas personas como tú en este mundo tan corrupto, pero sorpresa, eres intachable ante todos ellos.–Puso una mano en su hombro, claro, ahora podía atravesar las vestimentas, pero estaba seguro que ella lo podía sentir tan claro. Terminó por quedarse a su lado, escuchando aquellas últimas palabras, eso le había sorprendido, ahora no solo velaría por s existencia, si no que tenía que proteger y de alguna manera impedir que ella muriera, que astuta, dos pájaros de un tiro y Eyael había quedado como un completo idiota. Todo ese drama, solo para eso, quiso buscar la forma recuperar sus memorias para descansar en paz, antes de que el infierno con el cual se había topado, lo devorara por completo.-Estoy a tu servicio.–Aunque no hacía falta decirlo, cuando condenado se encontraba. Era casi como el viento, su única imperfección era que no tenía la libertad.



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Mensaje por Séfer Zahira Sáb Mar 09, 2013 4:18 am


El poder que poseía el fantasma, la cegó por completo. Su ambición por el mismo hizo que lo condenase a una vida en compañía de la bruja, sería un proceso largo y tortuoso para él, pero beneficiario para la bruja. Algunos escritores de la magia antigua, aseguran que, al poseer el ánima de un individuo no sólo se incrementa el poder, sino la vida misma, sin embargo, entre más almas posea un mortal, más condenado en el infierno estará. Las terribles olas de desesperanza, se verterían sobre ella, devorándola incansablemente hasta la eternidad, donde su cuerpo, carne, huesos y alma, sería masticada por los atroces y afilados dientes del demonio. No obstante, la despreciable mujer, no planeaba morir… sólo hace falta tener un pacto con algún vampiro llegada la edad de la madurez y sin tener que perder su juventud hermosa, cambiaría los latidos de su corazón por la obscuridad de la inmortalidad, así no sólo no moriría si no que ya no tendría un alma que quemarse en las llamas del infierno. Asintió al escuchar las últimas palabras del resignado hombre frente a ella. La situación no cambia, ellos pretenden rendirse, estando consencientes o inconscientes de que una unión como esa no se hace por mero capricho de un brujo, hace falta la disposición del ente. Hacerse la víctima, es para contrarrestar sus verdaderos pensamientos amorfos.

-Yo podría mostrarte lo que es la maldad. Sin ningún arrepentimiento, sin ningún escrúpulo, sin sentimentalismos- Pronunció observando como él, lentamente decidió quedarse a su lado. La sonrisa de la mujer, representó toda señal de siniestras intenciones, sombrías declaraciones que sus labios aún no lograban pronunciar pero que notoriamente se lograban percibir en esa aura demoniaca que poseía. Y, al final ¿quién era Séfer si no otro más de los esbirros de Lucifer? Aunque la idea de ser un simple esclavo, nunca fue su favorita, tenía que admitirlo al final del día. Suspiró. –Pero ya tendremos mucho tiempo para eso. Lo que verdaderamente me interesa ahora es saber por qué permitiste que yo finalizara con mi treta- Arqueó una de sus cejas. No, no iba a pasar por alto el hecho de que ese espíritu hubiese preferido mil veces ser encadenado a una mujer tan maldita como ella, antes que luchar y liberarse para seguir con su lamento eterno.

-¿Sabes?- Cerró sus ojos y espero a que el viento cambiase de dirección para aspirar profundamente, después de lo que había hecho, sus energías disminuyeron. Se sentía agotada. –Esto no es tan mal como parece, podemos hacer un trato. Tú no intentarás poseerme nunca y yo te ayudaré a concretar tus pendientes- Se encogió ligeramente de hombros. Resulta imposible creer que, después de sus crueles arrebatos, puede esconderse una mujer con la capacidad y paciencia suficiente como para pactar algo. Quizá si hubiese empezado así desde que se topó con él, otra cosa habría resultado al final. –Y no mientas, todos ustedes tienen algo que hacer, por eso no se van- Se adelantó a su posible respuesta. Ella los conocía porque prácticamente había estado escuchando las conversaciones de su abuela con los espíritus ajenos; ella siempre decía que tenía que ayudarlos a cruzar pues si su alma vagaba en la tierra, imploraría por que alguien la pudiese escuchar. Lástima, Séfer no pensaba de esa forma y aunque trataron de convencerla para hacerse al lado del ‘bien’, ella siempre prefirió escuchar el lado obscuro de su alma. Fue así como terminó asesinando al hombre que amaba, pudriendo con cada muerte su corazón hasta el punto de llegar a endurecerlo por completo. Y no importaba cuantas oportunidades se le dieran en la vida para enderezar su camino, la bruja tenía perfectamente claro, cuál y cómo debía ser su fortuna en la tierra mientras respirara…

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Mensaje por Invitado Vie Sep 27, 2013 2:39 am

¿Por qué Eyael?...Se repitió hacía sus adentros, como buscando una razón se sentía perdido en esa mar de poder, en el odio que ella emanaba, no, era odio, era algo mucho más fuerte que no tenía nombre y nadie osaba a describir, ¿en realidad le importaba?, ¿Cómo le explicaría su razones sin parecer estúpido?, porque cualquiera que le escuchase lo definiría de esa forma. Se quedó en silencio hasta se capaz de contestar, su cuerpo ya no era visible en ese punto, ya nadie le podía ver, escuchar o señalar, estaban solo los ojos de esa poderosa hechicera. –Es porque no tengo nada que perder –Susurró sin dar más explicaciones porque enseguida había sido atropellado con más preguntas con una proposición que abrió posibilidades pero también las cerraba. De poder suspirar lo hubiera hecho en ese momento de forma tendida para disfrutar del oxigeno nuevo que llegase cuando dejará salir la pesadez del sucio, aquel que ya había recorrido sus entrañas.

-Jamás, escúchalo señora mía, jamás intentaré arremeter contra ti, si fuera posible sentir miedo lo tendría justo ahora y mis negros cabellos serían de color plata tintados por ese sentimiento. –Murmuró como parte de su insolencia la poca que aun poseía en ese instante, se movía unos pasos para volver a mirarla para que ella le prestara un poco de atención tampoco es que la necesitara pero quería que ella viese que la verdad estaba ahí y que todo lo que decía era lo que sabía. –A cualquiera le interesaría semejante oferta, pero a mí… –Dijo con un dejo de melancolía –…a mi no, y no, señora, no quiero que tome esto a mentiras, pero cuando le he dicho que no tengo nada que perder es porque ha sido así, ya no me queda nadie en el mundo –Recordando que su amado brujo pronto moriría, que aquel conjuro le había consumido, producto de otra hechicera que termino con los ‘momentos’ de felicidad, los pocos que había visto Eyael después de ser atado a un nuevo hechicero en aquel tiempo. –Mis recuerdos, no sé cómo he muerto, no sé porque mi alma sigue aquí, es que lo he olvidado todo, no sé si fue el shock de la misma muerte lo que me ha orillado a ello o es que hay otro motivo, pero prefiero ser encadenado, prefiero servirte a descubrir el porqué. –De nuevo su miedo y estupidez se reflejaban lo mas grade que se podía.

Eyael no se daba cuenta que ese era su motivo en el mundo, no recodar, no tener a nadie  y siempre dar tumbos de un lado a otro de un brujo a otro rebotando constantemente, ¿Cuándo dejaría de hacerlo?, ahora él avanzaría con ella como una sombra, como una fuente de poder, energía y lo que ella necesitara, se había condenado al dejarla hacer todo aquello, pero a quién engañaba, desde el principio supo que no tenía posibilidades con el brujo del cual se había enamorado o al cual le había cogido cariño, porque en su menoría aun existía una mujer que le había removido todo y sin embargo hasta su nombre se le había olvidado, esperaba olvidar también los hechos que le hacían estar ahora ahí y obedecer cual mascota a su amo, sin chistar, no todo se podía ver siempre igual, las circunstancias ameritaban que esa decisión había sido la mejor que él había tomado incluso si eso le costaba desaparecer algún día de esa ciudad que cambia los sentimientos con el paso del tiempo y oscuridad.  

U: Lamento mi megatardanza, yo pensé que había posteado, hace meses, pero creo que fue cuando me quedé sin Internet y no me di cuenta hasta ahora revisando bien la cuenta, en serio una ENORME disculpa. Saludos.

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