La curiosidad mató... ¿Al gato? { Lucern Ralph }

por **Autumn M. Cunningham** Sáb Dic 25, 2010 3:17 pm

Corrió. ¡Maldición! Gritó en su mente. Maldijo mil veces a su abuelo, por haberla convencido de salir todo el día. ¡Para que se distrajera tan solo un poco! De todas sus obligaciones y preocupaciones que habitaban dentro del palacio.
¿¡Cómo osaba a enviarla al exterior sin tan solo una compañía!? ¡Sola! ¿Acaso pensaba en matarla o que simplemente, jamás volver a verla? Autumn lo dudó. ¡Pero era su abuelo! Debía conocerla, de pies a cabeza, al menos lo suficiente, como para saber lo mala, lo desastrosa que era orientándose.
Autumn no era la clase de persona que vivía encerrada dentro de cuatro paredes, sí, lo aceptaba, salía, pero nunca sola, al menos… con la nodriza, con su mismo abuelo.
La mayor fracción del día, la pasó caminando por las calles, mirando escaparates o comprando algo que saciara su sed.

Recorrió toda la ciudad, o eso creyó, sus pies le palpitaban como si fuesen su mismísimo corazón.
Veía el frío recorrido de la sangre por sus venas, a causa del frío, su piel era bastante sensible al frío de invierno.
No tuvo mucho que recorrer, en días anteriores, había recorrido mayor parte de la ciudad, pero había algo… algo… que aun no había conocido, por simple temor infantil, uno que le había planteado desde infante.
“Nunca has de ir al patio santo, es un lugar en el que puedes hallar sorpresas… misterios… seres infernales, que desearás nunca haber cruzado la puerta del infierno” le había dicho una de sus tutoras, en su estancia en el dichoso orfanato, que ahora no soportaba ver, por temor a que los horripilantes recuerdos, se apoderaran de ella… una vez más.

Aquel lugar, no se apartó de su mente, ni un segundo, caminaba concentrada, sin saber si tomarle la palabra a su ahora difunta tutora.
Nunca supo el porque de su fallecimiento, no por alguna especie de accidente, ni por causas naturales, pero… ¿Sobrenaturales?
Sacudió la cabeza. ¡Esas cosas, no existen! ¡Fantasías! ¡Blasfemias! Inventadas por el hombre, que seguramente, estaba muy loco.
Pero, no de la nada, las personas las imaginaban, algo, algo tenía que desencadenar esa imaginación. ¿Sucesos que habían marcado la vida de alguien?
Gracias a sus desvariados pensamientos, tropezó con su mismo vestido, golpeándose contra el asfalto en un sordo estruendo. Como cualquier buen caballero, un joven que caminaba cerca de ella, se detuvo en seco para ayudarla y asegurarse de que Autumn se encontrara bien.

Agradeció por la atención brindada hacia ella, no cualquier alma, se preocupaba por el bien del otro. Ella no estaba entre las almas que se preocupaban por el prójimo sin pedir nada a cambio.
El caballero, le invitó a un paseo, a lo que Autumn accedió placenteramente. Así fue como el tiempo pasó más rápido de lo que ella creyó. Entre charlas largas y coqueteos por parte del joven, a los que ella correspondió seductoramente.
Al percatarse, de que no tardaba, el sol en ocultarse, el caballero llamado Edward, le propuso el acompañarla a su residencia, pero Autumn se negó amablemente.
Su subconsciente no había dejado de pensar en un solo lugar dentro de todo París…
No se dirigió a donde supuestamente debía, caminó hacia el lugar más remoto de la ciudad, se hundió en la laguna de sus pensamientos, sin darse cuenta, de lo tarde que era, el sol se había puesto en el horizonte y la luz comenzaba a escabullirse con rapidez para no regresar, hasta al día siguiente.

Tragó saliva al posarse frente a la puerta hecha de metal, oscuro y oxidada. Mordió saliva notablemente espantada, pero la curiosidad la carcomían en su interior.
“La curiosidad mató al gato” pensó de inmediato, sacudió su cabeza para armarse de valor y entrar. Se adentró en aquel patio santo que le infundo un miedo, que jamás, había experimentado.
Caminó por este sin ver muy bien el suelo, caminaba concentrada en una extraña sensación, como si no estuviese sola, algo le seguía. Perturbándola.
Su respiración se tornó agitada e irregular, lo único de lo que fue capaz de hacer, fue correr, cayéndose varias veces al golpearse contra el frío mármol de las lápidas.

por **Tarik Pattakie** Jue Dic 30, 2010 8:21 pm

Tap, tap, tap. Los pasos de los humanos que transitan los callejones obscuros a media noche llegan hasta los oídos del vampiro. Un perro embravecido ladra a los borrachos que se pelean tras salir de la taberna donde Lucern estuvo apostando las últimas horas. No es nada divertido jugar a las cartas cuando puedes oler el miedo de los humanos por perder el dinero que se están jugando. Pero si hubo algo que le llamó la atención mientras se encontraba sentado, fue aquél hombre que se encontraba hablando en voz baja con el encargado de la barra. ¿Matarlo? Ese joven con el cabello color azabache tenía una pistola que pretendía ocultar muy bien bajo el abrigo corriente que lucía esa noche. Lucern había resoplado, ahogando una carcajada ante la absurda conversación en la que se envolvían aquéllos tipos. Su compañero de juegos exigía que pagara o mostrara sus cartas. El vampiro había regresado a su juego, pero su atención estaba fija en aquél par de estúpidos humanos que pretendían llevar a cabo un asalto. No un asalto cualquiera. Su asalto... El juego continuó desarrollándose, pero el conde ya no estaba interesado en nada que no fuera la estupidez humana. Perder unas cuantas monedas no le importaba en absoluto, lo que encontraba entre ese ambiente era mas enriquecedor. No le importaba su status. Desde que se había enterado que su madre había sido solo una sirvienta con la que su padre había jodido una noche cualquiera; poco le importaba el dinero. Así que, mientras se levantaba de lo que sería un juego aburrido y tomaba su abrigo – uno que no necesitaba pero que acostumbraba a llevar- Lucern se dirigió a las puertas del establecimiento.

En cuanto salió, echó un rápido vistazo al firmamento. Ninguna Luna se encontraba engalanando la noche. Las nubes le habían atropellado y las constelaciones no se habían formado. Una diminuta estrella que apenas y podía ser notada, era el único diamante esa noche de invierno. No tenía ninguna intención de ir al Cementerio, pero tras haber sido partícipe de aquéllas palabras, no quería solo arruinar el plan de esos dos hombres que pretendían robar al conde. Jugar con un vampiro y por tan solo unas cuantas monedas. Lucern sonrió. Se había alimentado antes de llegar a la taberna, la sangre de los hombres no le gustaba en absoluto... así que, ésta sería solo una inútil persecución donde ninguno ganaría... él solo disfrutaría viendo como el valor se evaporaba de sus rostros en cuanto descubrieran con quién se habían metido y ellos, no obtendrían ninguna moneda de las que llevaba en su bolsillo. Tenía que reconocerlo, ese par de hombres habían hecho un buen trabajo investigando los lugares que frecuentaba. Pronto estuvo en el Cementerio, Lucern quería darles una sorpresa, así que no ingresó por la entrada principal. El vampiro esperó... nadie podía saber que estaba ahí, bajo la sombra de aquél árbol... la obscuridad le engullía, tal cual se esperaba de un lugar en donde “dormían” los muertos... Pero si aquéllos hombres ya se encontraban ahí, poco le importó en cuanto divisó a la humana. Las comisuras de sus labios se curvaron en todo su esplendor. ¿Qué pasaba con las mujeres de ésta época? Les gustaba, por supuesto que lo hacía, tan valientes y a la misma vez tan cobardes... El Cementerio de Montmartre comenzaba a ser su lugar predilecto para encontrar comida deliciosa sin siquiera proponérselo.

OFF: Pido paciencia que debo muchos temas xD

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