Postulantes a clasistas ** Marc-Antoine **

por **Therèse Mercier** Dom Dic 26, 2010 9:21 pm

¿Debía sentirme culpable por no poder ayudar a mi padre? Mil y una vez me lo había preguntado en la noche mientras le escuchaba agonizar durante sus crisis. Jamás me había sentido tan mal, viendo sufrir a alguien que quería tanto, y verme en la impotencia de no poder ayudarle por no haber nacido en una familia acomodada.

El dinero lo era casi todo en esta vida, pero sin duda, quién tenía salud, podía decir que tenía felicidad y buenaventura. Mi padre me había insistido una y otra vez con que retomase las cases de danza. Decía que volverve a ver bailar, sería un gran orgullo para él, así que no podía negarme a ello. Tendría que encontrar el modo de hacer mis días más largos, 24 horas me resultaban escasas para poder hacer todo lo que debía hacer.

Con el trabajo en la taberna iba bastante justa como para pasar el día a día y poder comprar alguna que otra vez algún antibiótico para mi padre, para poder bajarle la fiebre y curarle algunas de las infecciones que le producían la propia enfermedad.
En la taberna, uno de los habituales clientes me mencionó que en uno de los restaurantes más pudientes de París, buscaban personal para trabajar en la cocina y como camareros. Podría tratar de compaginar ambos trabajos, aunque tuviese que ir corriendo de uno a otro y llegaría literalmente muerta a casa.

Terminé mi turno de trabajo y me cambié de ropa tras asearme un poco. Traté de ponerme algo que causase buena imagen. Opté por un vestido de color violeta, sencillo, pero algo trabajado en la parte del corpiño. Me recogí el pelode forma recatada en un semirecogido en la nuca, dejando la larga melena caer sobre mi hombro. Y sobre el vestido, mi abrigo, que por suerte era sencillo, pero estaba impecablemente limpio.

Crucé las calles de París casi corriendo y llegué al restaurante y solicité la entrevista con el gerente, el cual gustosamente me atendió en una sala perfectamente armonizada en colores y texturas, en la cual se respiraba un suave aroma a flores frescas. Sin duda, era un lugar distinguido.
Tras la entrevista, me pidió que saliese de la sala y esperase fuera, junto a la zona de cafetería hasta que terminase las entrevistas para, entonces, decirme si el trabajo era para mí o no.

Salí de la sala situándome en un lugar apartado quedándome en pié algo tensa. Tenía la sensación de que ese trabajo no sería para mí, y no por mi falta de experiencia o educación, sino por mi aspecto y mi posición social. Miré a mi alrededor fijándome en el aspecto de todos los que estaban en aquella cafetería y sentí vergüenza por mi aspecto. Aunque había intentado parecer menos pobre de lo que era, seguía siendo muy distinta a aquellas personas, incluso distinta a las jóvenes y hermosas candidatas a camarera que postulaban por el mismo puesto que yo. Todas vestidas con elegancia, maquilladas, y con unos peinados trabajados y decorados con detalles de pedrería.

Suspiré algo frustrada y me envaré cuando escuché la puerta del despacho abrirse. Me giré mirando hacia el Gerente el cual empezó a descartar chicas.
Cerré los puños poniéndome aún más tensa. Aquel trabajo me permitiría seguir con mis estudios y poder mantener la medicación de mi padre durante bastante tiempo.

- Madame Mercier, lo lamento, pero no encaja con la estética de nuestro restaurante.

Esas fueron las únicas palabras que me pronunció para negarme el puesto de trabajo, y admitiré que sus palabras, frías cayeron sobre mí como un jarro de agua helada.
Apreté la mandíbula y me acerqué a él ofreciéndole mi mano para estrechársela con educación – Ha sido un placer haber podido postular como camarera en su restaurante. Sin duda, deseo mejor suerte al resto de candidatas.- pronuncié mirando al hombre fijamente a los ojos, el cual simplemente se limitó a ignorar mi mano.

Si no hubiese tenido la fortaleza y la madurez que había desarrollado en estos últimos años, me habría echado a llorar. Pero lo único que hice fue guardar mis manos en los bolsillos del abrigo y girarme para salir del restaurante.

por **Marc-Antoine Racine** Dom Dic 26, 2010 9:37 pm

“DALILA-Mas, ¡No! Que digo…
La triste Dalila no puede entregarte su cariño, la has traicionado, la has rechazado, y ahora su alma está muerta, asesinada de dolor por tí.

SANSÓN-¿Qué dices? ¡Te amo más que a la vida que me infunde dios!
A el he dejado de escuchar para solo poder oír tu voz de amor y de miel.

DALILA-¿Donde esconderás, Sansón, tus dulces besos ahora?
¡Entrégame tu secreto! ¡Solo eso me hará feliz! ¡Dame el secreto de tu fuerza y sabrá Dalila que la amas de verdad, mas que a tu dios!”

No dejaba de repasar las últimas líneas que había escrito para mi última obra.

¿Cómo se supone que debería contestar ahora Sansón?
Entregar su secreto tan rápido haría que pareciese un pelele…Pero…Debe ser una escena de enorme tensión dramatica...

Fruncí el ceño y me empecé a masajearme el puente de la nariz.

Dios… la inspiración me abandonaba poco a poco aquella tarde, grisácea como la piedra y fríamente dura como un bloque de hielo.

Necesitaba relajarme, y nada mejor que una buena comida. Siempre pensaba mejor con el estomago lleno. Necesitaba relajarme. Aquel restaurante que tanto me había recomendado Wilsai, mi gran amiga, la mejor actriz de Alemania que solía vivir temporadas en París, tenía un rincón realmente precioso y tranquilo. En él podría relajarme y terminar el segundo acto de mi obra por fin.

Me tenía realmente estresado la composición de la maldita obra. Me leía a todas horas el antiguo testamento para reconocer mejor a los personajes y el contexto. Me atraía tanto la historia… un hombre de dios que se rinde a los placeres del deseo, y que cae en la trampa tejida por una mujer que es más inteligente y astuta que él.

Trate de dejar de estar tan obsesionado, y me dispuse a entrar en el restaurante, cuando de pronto, me choqué de frente con una joven. Mi bolsa de cuero con el manuscrito dentro cayó estrepitosamente al suelo, abierta, esparciéndose los folios por todo el suelo de la entrada.
Dios santo… que vergüenza… me sonrojé de inmediato, y me lancé al suelo para ordenador los papeles y meterlos de nuevo en ele estuche.

-Lo siento muchísimo, discúlpeme…-repetía una y otra vez, cogiendo compulsivamente las hojas y ordenándolas.

por **Therèse Mercier** Lun Dic 27, 2010 8:33 am

Justo en el instante que me giré para seguir con mi marcha y salir de aquel lugar que apestaba a perfume caro y a histrionismo petulante, un joven se chocó contra mí provocando que mis labios exhalasen el aire con un quejido ahogado. Puse mis manos como acto reflejo sobre el pecho del joven para detener el golpe y su bolsa de cuero cayó al suelo derramando sobre éste una cantidad inumerable de hojas de papel escritas.

Miré al joven a los ojos unos segundos, y luego, como intentando regresar a la realidad miré a mi alrededor viendo las hojas esparcidas – Lo siento, debería haberme girado con más cautela – me excusé sonrojándome, sintiendo una gran vergüenza, incluso mayor por la mirada acusadora que recibía por parte del Gerente del lugar al ver el revuelo causado. Evidentemente estaba culpándome a mí con su mirada.

Me agaché sin pereza empezando a recoger las hojas con cuidado para no arrugarlas – La culpa es mía monsieur, me giré sin cuidado – me disculpé nuevamente apresurándome a recoger las hojas del suelo. Cuando estuvieron todas recogidas, yo me encontraba de cuclillas con el montón de hojas sobre mi regazo, mientras las colocaba hasta que formasen un bloque compacto. Me percaté de que se trataba de una historia, aunque no sabría decir si era una obra de teatro, un soneto, o simplemente un cuento o historia.

Alcé mi cuerpo incorporándome y ofrecí las hojas perfectamente colocadas al joven - ¿Es usted escritor? – Pregunté casi de forma automática y sin darme cuenta. A veces mi curiosidad se escapaba a los límites de mi discrección. Pero al fijarme en su aspecto, me di cuenta de que provenía de alta cuna y de que mi presencia podría importunarle. Bajé la mirada y esperé a que tomase las hojas – Siento la intromisión monsieur. Una vez más, le presento mis disculpas – casi imploré cabizbaja sintiendo vergüenza por mirarle a los ojos.

por **Marc-Antoine Racine** Lun Dic 27, 2010 8:55 am

la joven recogió cuidadosamente los papeles hasta colocarlos en un ordenado montoncito que me entrego amablemente. Menos mal… creí que me había chocado con alguna desagradable muchacha engreída. Cogí los papeles cuando me los tendió y sonreí afablemente, aunque seguía avergonzado, no solo por ella, si no por todo el mundo que pudiera haber visto que sigo siendo un maldito patoso incorregible, como cuando se me caía algo en el colegio y las monjas me pegaban con coscorrón en la nuca.

-Oh, mu…muchas gracias, de veras.
Dije, mentiendo el tocho de papeles en la cartera de nuevo.

He notado que la chica echaba un vistazo a las páginas. Que vergüenza… No hay nada que me de más vergüenza que eso. Me aterroriza lo que lo demás puedan pensar de mí y de mi trabajo. No soy nada bueno encajando críticas…

Observo de nuevo a la chica ahora que me voy relajando. No parece la típica chica de clase alta… bueno, tampoco parece de clase media alta… ni siquiera parece de clase media. Me extraña que este en este… Oh, ya entiendo. Observo al gerente y las chicas. Están contratando personal. Estaba buscando trabajo.

Cuando vuelvo la cabeza hacía ella de nuevo, se esboza el pánico en mi rostro. El traje… se le ha manchado de tinta china.

-Oh… no, no no… no puede ser… le… le he manchado el traje… Tiene que sentarse conmigo, hare que se lo limpien.
Llame al encargado con la mano.

-Traigan a alguien para que limpie esto a la señorita.

No podía estar más sonrojado. Dios… que calamidad de persona soy…

por **Therèse Mercier** Lun Dic 27, 2010 4:36 pm

Cuando le entregué las hojas me percaté de que mi vestido y abrigo estaban manchados de tinta. Al igual que yo, el joven también se dio cuenta. Todo el mundo nos estaba mirando y no podía evitar sentir la vergüenza que hacía que mis mejillas se sonrojasen, era como si ahora fuese el patito feo, dentro de un lago lleno de cisnes.
Miré al joven y negué con la cabeza intentando que se calmase – No, no se preocupe, no ha sido nada, no hace falta que mande a nadie para que lo limpie, la tinta sale facilmente con leche – dije intentando evitar tocar al joven.

El Gerente ya se estaba acercando hacia nosotros por el revuelo que habíamos levantado, captando la mirada de los molestos clientes. El joven llamó al encargado y en unos instantes me sentí como si estuviese entre la espada y la pared, me sentía agobiada, acorralada, casi sin aliento- No hace falta, en serio, no se preocupen por la ropa – insistí.

La voz varonil del encargado insistía en que dejase que me limpiasen la ropa, incluso puso las manos sobre mis hombros para quitarme el abrigo. En ese instante, me sentía aún más presionada y no encajé bien el que me tocase, le empujé sin mucha fuerza y me exhalte- ¡HE DICHO QUE ESTOY BIEN!- exclamé respirando agitadamente.

El encargado se quedó de piedra por la muestra de carácter que había demostrado y miré hacia el chico aún con la respiración agitada- Lo siento, de verdad que lo siento- jadeé dándome la vuelta, cabizbaja, tratando de que nadie más me viese, y salí corriendo del restaurante con los ojos algo llorosos por toda la situación. Siempre me decía mi padre que el ser humano, no puede retener todos los sentimientos y que tarde o temprano acaba exteriorizándolos.

En cuanto llegué a la calle me detuve en la esquina y me metí en el callejón de al lado, apoyé la espalda en la pared. El suelo estaba nevado y el aire que hacía era realmente frío. Gemí intentando contener el llanto, pero terminé golpeando con el puño la pared, dejándome caer al suelo, sentándome en éste, escondiendo mi rostro entre mis rodillas empezando a llorar rendida.

por **Marc-Antoine Racine** Lun Dic 27, 2010 6:25 pm

Llegué al callejón, con aspecto algo perdido, unos minutos después del aspaviento. Tranquilizar al gerente no fue cosa fácil. Gracias a dios se me ha concedido el don de la palabra, y tengo un tono bastante dulce cuando quiero. El maldito gerente quería retribuirme por lo que acababa de pasar, me dijo que si quería ser invitado a cenar allí por cuenta suya. Me desentendí de él rápidamente y salí tras la chica.

Creí, por poco, que no la alcanzaría. Pero al escrutar la semi-oscuridad del apartado callejón… allí estaba ella.

-… Hola…

Estaba llorando a moco tendido. Pobrecilla. Soy demasiado tierno en estos casos… cuando veo llorar me ablando de inmediato. Pero esa jovencita había levantado algo en mi desde el momento que la vi salir corriendo del local, con los nervios crispados, que iba mas allá de la pena, por la vergüenza y las miradas injustamente acusadoras de todo el local, repleto de snobs. Era algo más… que no lograba entender.

-¿Te encuentras bien?

Dije, sentándome a su lado. Me movía muy lentamente. No quería que pensase nada raro. Saqué mi pañuelo azul del bolsillo de mi chaqueta y se lo puse en la mano.

-Siento mucho lo del restaurante. Ha sido todo culpa mia...
¿Te... te encuentras mejor?

por **Therèse Mercier** Lun Dic 27, 2010 6:51 pm

Volví a escuchar la voz del joven del restaurante- Hola…- respondí sin levantar la cabeza, con ésta aún escondida entre mis rodillas. Me puse las manos en la frente y me aparté el pelo de la cara alzándola y mirando hacia la pared de delante mordiéndome el labio inferior, el cual estaba algo hinchado a causa del nerviosismo y de llorar.

No… No me encuentro bien – susurré avergonzada tratando de contener de nuevo el llanto ahora que había conseguido calmarme un poco. Si mi padre me viese así, no se sentiría particularmente orgullos de verme llorar por una tontería como esa. Pero me mataba por dentro que por culpa de pertenecer a la clase más baja de París, se me rechazase sólo por mi estatus social. Sabiendo que podría llevar a cabo a la perfección muchos de los trabajos a los que me había presentado.

Respiré profundamente dejando escapar el aire por la boca, creando una enorme nube de vaho frente a mi rostro. Apoyé la cabeza en la pared notando el cuerpo del desconocido a mi lado. ¿Un petulante clasista sentado en el suelo, sobre la nieve, exponiéndose a mojarse sus carísimas ropas? Increíble- Debería regresar al interior, podría estropear su ropa con la nieve y la suciedad del suelo – Dije apretando los dientes sintiendo mi mentón temblar por el frío y por las ganas de llorar de impotencia.

Mi cabeza me dolía a causa del estrés, del cansancio, de llorar y del notorio frío que hacía en las calles. Debíamos estar a -5 grados más o menos.
Atraje las piernas hacia mi torso y apoyé los codos sobre las rodillas llevándome las manos a las sienes – Me duele la cabeza – susurré con cansancio, con un tono de voz que denotaba claramente mi estado. Me había rendido, ya no quería seguir luchando contra la sociedad, no tenía fuerzas para seguir intentando abrirme paso entre las escalas de la sociedad y buscar un por venir algo mejor para mi padre y para mí.

por **Marc-Antoine Racine** Lun Dic 27, 2010 7:20 pm

-Yo… solo…
¿Qué estaba haciendo? ¿Qué es lo que estaba pretendiendo hacer?
¿Qué extraña fuerza, aparte de mi piedad lacerada por la culpa y la educación religiosa, me empujaban a estar allí, con esa chica?
Noto como caen sobre ella mi sentimientos horribles, mil prejuicios... Pero eso pasa a menudo y se como hacer que no me afecte demasiado. ¿Que tiene este caso de especial?

Por alguna extraña razón me estaba doliendo profundamente verla llorar. Lentamente pase la mano por su hombro.

No podía seguir viéndola así. Me estremecía ver su rostro compungido por el llanto. Era como… como si su dolor me incumbiera. Pero sabía que no era así… esta chica no es nada mío.
Aun así… me duele tanto verla en este estado… ¿Por qué?

Tengo unas ganas increíbles de darle calor, incluso de abrazarla.
Dios… a una desconocida…
Necesito saber quien es… y necesito que deje de estar tan afectada, o también yo romperé a llorar, y un hombre llorando no es un espectáculo agradable de ver.

-Hace mucho frío. ¿Quieres tomar algo caliente?
Conozco un sitio a unas pocas manzanas de aquí en donde la gente no es tan estirada.

por **Therèse Mercier** Miér Dic 29, 2010 7:41 am

Sentí sobre mi hombro una leve presión y me giré mirando su mano sobre mi hombro, alcé la mirada hacia los ojos del desconocido, y respiré profundamente.
Sus ojos me recordaban a los de mi padre, tenía aquella mirada noble, sincera, y mi reacción fue acercarme más a él.

Podría parecer que fuese a besarle en los labios, pues nuestros rostros quedaron a escasos centímetros. Alcé una de mis manos posándola sobre su pecho y terminé abrazándome a él, escondiendo mi rostro en el hueco entre su cabeza y hombro, sintiendo la calidez de su cuello consolar la frialdad de mis mejillas, mis labios, mi nariz…
Cerré mi puño sobre el pecho del joven terminando por abrazarme a él con fuerza, rompiendo a llorar nuevamente, necesitaba hacerlo, necesitaba liberarme un poco, descargar todo aquello que había estado reteniéndome desde hacía años.

Escuché su voz reconfortante en mi oído y negué con la cabeza tratando de calmarme. Deseaba que él me abrazase también, sólo quería sentirme apoyada por alguien, aunque fuese por un desconocido. Pero a veces las mentiras pueden resultar tan reconfortantes que ayudan a evadirse de la realidad.

por **Marc-Antoine Racine** Miér Dic 29, 2010 8:05 am

La chica se abrazo a mí, de pronto. Pude entonces sentir como si su llanto fuera el mío propio. Su agitación pasó directamente a mi pecho. Yo no pude más, y la estreché contra mí con fuerza.

Cuanta compasión me inspiraban sus lágrimas… acurrucada junto a mí, en ese callejón oscuro… Sabe dios que sería de ella, cuales serían sus penas. Lloraba por todo lo que en su vida le traía dolor, claro está, y no por ese estupido trabajo o esa estupida gente. Yo no podía más que preguntarme quien era ella... quien era esa chica que me inspiraba tantos deseos de protección.

-Ya está… Ya está…
Le decía al oído, suavemente.

Me aparte un poco de ella por un segundo y le quite las lagrimas de la mejilla izquierda con suavidad. Deseaba mirarle el rostro.
Su cara me era tan familiar… era como si… como si nos pareciéramos. Deje de mirarla y de nuevo la estruje contra mí.

-¿Sabes que nos estamos abrazando y ni siquiera sé tu nombre?
Dije sonriendo, intentando disipar su desconsolado llanto con bromas tímidas.

por **Therèse Mercier** Miér Dic 29, 2010 8:16 am

Cuando se apartó de mí le miré a los ojos y sentí su mano rozar mi mejilla y sus dedos secar mis lágrimas, en ese instante cerré los ojos intentando relajarme. Aquel gesto me había resultado casi tan gratificante como una caricia.
Volvió a abrazarme y me acurruqué entre sus brazos, sintiéndome consolada y protegida por primera vez en mucho tiempo.

También es cierto que por primera vez en meses había bajado la guardia frente a alguien y le había mostrado una parte de mí que, por norma general, la gente no desea ver. Bien por temor a la compasión, o por el compromiso de ayuda que se tiene al ver a alguien en problemas o que sufre.
Cuando mencionó que no sabía mi nombre, apoyé mi mejilla en su hombro mirando hacia la profundidad del callejón durante unos segundos, intentando aclarar mi voz tratando de menguar el llanto.

Respiré profundamente y me incorporé un poco mirándole a los ojos – Me llamo Therèse – respondí con una voz suave y algo ronca por la dilatación e irritación de mi garganta al llorar. Debía tener una pinta espantosa, con los ojos hinchados por llorar, y gran parte del rostro roja por el mismo motivo, añadiéndole a ello el frío que hacía.

Volví a quedarme en silencio mirándole a los ojos y esbocé una triste sonrisa – Tu mirada me recuerda mucho a la de mi padre… - Susurré.

por **Marc-Antoine Racine** Miér Dic 29, 2010 8:48 am

Llorosa, me dice su nombre. Se llama Therèse…

-Es un nombre precioso…Dije, acariciando la cabeza de la joven.

Cuantos ecos extraños… pero yo no conozco a nadie llamado Therèse… ¿Por qué entonces me suena tanto y de forma tan lejana, casi infantil?

En mi rostro se puede observar perfectamente el asombro cuando, con una ligera y afligida sonrisa, la chica me dice que mis ojos, mis verdosos ojos, tan distintos a los ojos negros de mis padres, le recuerdan a los de su padre. Mi mirada… tan particular… le es familiar…

Su rostro me es cada vez más familiar también… Pero no entiendo el porqué.
-Tu… tu me eres también muy familiar… Puede que te conozca de antes. Si no… no me explico que significa que recuerde tu cara…
Esperaba no estar asustándola… pero era la verdad. Incluso su nombre parecía traerme recuerdos que, precisamente, no creía tener.

Me levante del suelo, mientras, con fuerza pero suavidad, la así de los brazos y la incorpore junto a mí.
-Deberías tomar algo caliente… Creo no te encuentras muy bien...¿Verda?Dije, mientras le tocaba la frente con la mano.

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