Ninette Euphemia Morózov | ID

Ninette Euphemia Morózov

Historia

Un error. Una indiscreción. Un secreto a voces. Eso es lo que ella era considerada. No una persona. Menos aún una víctima de las decisiones de sus padres, y sus propias circunstancias. Era la mayor vergüenza de la casa Morózov, el dolor de cabeza de la esposa de su padre. Todos, y nadie, conocían su existencia, su procedencia. Si su padre hubiese sido un hombre cualquiera, no tendría tanta importancia, pero su madre tuvo que meterse, nada más y nada menos, que con el mismísimo Zar de Rusia.

Su madre había sido una mujer humilde de origen inglés que residía en Moscú, sin ninguna otra familia en la ciudad, trabajando como prostituta. Su padre se había encaprichado con ella y recurrido a sus servicios durante un breve periodo, luego se aburrió y la dejó. Para cuando se enteró que estaba embarazado, habría sido imposible para ella llegar al Zar, por lo que se encargó sola de su hija, a quien le puso por nombre Euphemia, llamándola cariñosamente Euphie.

Euphemia tenía sólo 6 años cuando su madre enfermó. Durante meses estuvo postrada en cama, imposibilitada de trabajar, tiempo durante el cual la niña se encargó con dificultad de ayudar y atender a su madre. Los ahorros, ganados precisamente por el trabajo hecho para el Zar, rindieron menos de lo esperado. Entre las medicinas y la comida, aquel dinero se hizo agua entre sus dedos. Pronto la comida comenzó a escasear y se hizo imposible comprar las medicinas. Su madre dejó de comer y le redujo a ella las porciones para hacer durar más los alimentos, pero eso no sería suficiente, y ella lo sabía.

Una mañana, pálida y débil, su madre puso un sobre sellado en sus manos. – Debes ir al castillo. Busca al Zar. Y entrégale este sobre. No vuelvas a casa hasta no haberlo conseguido, ¿Entiendes? No importa cuánto tiempo te tome –. La niña asintió vigorosamente y la mujer hizo una pausa, acompañada por una suave caricia a los cabellos oscuros de su hija, y sonrió. – Nunca olvides que te amo, Euphie –. Había sonreído. Su madre sonrió como no había hecho en mucho tiempo, y ella creyó que pronto se recuperaría, eso la llenó de energía y, sin importar cuánta hambre sentía, salió disparada a cumplir con su misión para poder volver a los amorosos brazos de su madre, sin saber que aquella sería la última vez que la viese.

Hablar con el Zar no fue fácil. Los guardias del palacio intentaron correrla, pero ella insistió. Estuvo dos días pegada al portón de acceso al palacio, en pleno invierno y casi con hipotermia debido a la ausencia de abrigo, hasta que un joven guardia se apiadó de ella y logró hacerle llegar al Zar su preciado encargo.

Después de leer la carta, la niña había sido llevada ante el Zar, quien la había mirado altivamente y con llamas en los ojos sin dirigirle a ella ni una sola palabra. La niña no se había quedado atrás, sin intimidarse por la presencia del hombre, imitó su pose y lo miró con la misma determinación en sus inocentes ojos. Con la compañía de su único hijo varón y del guardia que le llevase la noticia, el Zar no pudo negar que la criatura fuese suya. A partir de entonces la noticia se esparció como pólvora por todo el palacio.

El nombre Euphemia fue reemplazado por uno ruso, Ninette, y se le dio el derecho de portar el apellido de su padre. Fue alimentada y vestida, le asignaron tutores dignos de su posición como princesa de la casa Morózov. Fue instruida como todas sus hermanas mayores lo había sido en su juventud, y aunque aparentaba tenerlo todo bajo control, no se sentía ella misma vistiendo aquellos lindos vestidos, tocando el piano y bordando cojines.

Desde que llegase al palacio, la niña había sentido gran admiración por aquel que le había sido señalado como su hermano. El próximo Zar de Rusia. Mirándolo a hurtadillas, aprendió a imitar el porte aristocrático y orgulloso de Baltazar.

De la misma manera, se sentía agradecida con Sacha, el joven guardia que la había ayudado. En secreto y durante años, había visto también las prácticas diarias que se llevaban a cabo en el patio de la Guardia Real, con los ojos siempre fijos en su salvador. Había practicado sin cesar hasta que incluso quiso hacerlo en el mismo patio donde los veía todos los días sin falta. Contaba ya con 12 años para ese entonces, y fue pronto descubierta por aquel que la inspiraba.

Sacha le presentó un mundo nuevo. Le contó verdades que estaban prohibidas para ella y se convirtió más que en un amigo, en su maestro. Cada noche se encontraban en secreto en el bosque que colindaba con el palacio y le enseñó todo lo que sabía respecto a los sobrenaturales y cómo cazarlos.

Llegada a la edad de 20 años, se había convertido en una cazadora letal, con el conocimiento para utilizar diversas armas e incluso la fuerza para luchar cuerpo a cuerpo. Se convirtió también en una verdadera princesa de la casa Morózov, tenía unos modales exquisitos, era calmada y obediente, serena. Su padre, sin decirlo, le mostraba su orgullo en la mirada, y su hermano, sabía que haría cualquier cosa para protegerla. A pesar de ello, la esposa de su padre ya no podía soportar verla, nunca lo había hecho, pero entrada a la edad casadera, y bendito fuese el viaje de Baltazar a Francia, la mujer había sugerido que Ninette fuese con él, con la intención de encontrarle un esposo en aquel país, bien lejos de su hogar, donde ya no tuviese que verla.

Descripción psicológica

Durante el día se comporta como una verdadera princesa, digna de la casa Morózov. Sus modales, exquisitos. Su actitud, serena y obediente. No habla a no ser que así se le solicite, y de ninguna manera interrumpiría en una conversación de hombres. Si bien no es capaz de ocultar el brillo decidido de sus ojos, mismo del que su padre fuese testigo la primera vez que la viese.

Toca el piano con maestría y tiene una voz angelical para el canto. Su gusto para para la moda es envidiado incluso por sus hermanas mayores y es considerada una verdadera joya rusa. Muchos han sido los jóvenes que quisieron cortejarla sin importar que fuese la bastarda del anterior Zar, siempre rechazados por su padre o hermano, a veces incluso ambos, considerándolos indignos de la princesa.


Durante la noche sale relucir su secreta, aunque verdadera, personalidad. Los vestidos y el canto no son más que disfraces que sabe llevar muy bien la cazadora. Y los lleva con el único propósito de hacer sentir orgullosos a su padre y hermano, quienes, muy a su manera, la querían y cuidaban.

Se olvida del protocolo y de las faldas, opta por un par de pantalones y ropa más cómoda para salir de caza. Habiendo aprendido de un Guardia Real y también cazador, aprendió a cazar con orgullo y honradez, a nunca atacar por la espalda, pero también a cuidar la propia. Su vocabulario se torna más tosco, llegando a caer en lo vulgar. Sus maneras, para nada las de una señorita, más bien las de un pirata en alta mar. Se hace llamar Euphemia para guardar las apariencias y usa una máscara para cubrir su rostro.

Su fuerte a la hora de cazar es la lucha cuerpo a cuerpo con armas blancas. Se aprovecha de su contextura delgada y ligera para moverse más rápido que sus contrincantes. A pesar de ello, también usa armas de fuego y estrategia a la hora de atacar.

Es en esta forma también que su temperamento orgulloso y altivo se muestra con más fuerza. Una verdadera Morózov de los pies a la cabeza.