Maximus Lombardi ID

Descripción psicológica
Describrir a Maximus en el presente no resulta tan sencillo como muchos quisieran. Teniendo en cuenta que la sociedad de París mete las narices tan a fondo como se le permite, no es de extrañar que también procure conocer al heredero italiano de quien no se sabe mucho, con las menos dignas intenciones de una sociedad con tendencias al cotilleo.

Lo que si se puede decir, es que siempre que Maximus entra en una estancia, es imposible no voltear a verlo. Ya sea por el porte que mantiene, en seguida queriéndolo o no, inspira respeto y ansias inusitadas de contemplar al extranjero que, sin decir una palabra, emite dignidad en su persona.

También se ha dicho que aún en el silencio, sin que este sea suficiente para incomodar al romano, muchos se apresuran a acercarse para procurar saludarle o para presentarle a sus hijas casaderas. Sin embargo, Maximus, dista de percibirse como alguien común. Su mirada transmite inteligencia y una intensa energía que a muchos no les permite sostenerla durante mucho tiempo, sin llegar a comprender qué es lo que les causa tan profundo impacto, enraizado en temor y atracción incomprensible.

Si tanto logra con tan solo su presencia, más duradera es la impresión al escucharle hablar. Por lo general, es cortés a la hora de dirigirse a los demás, aunque no se trata de una cortesía que se pierda en muchas palabras. Por el contrario, Maximus no es alguien que se ande con tonterías a la hora de encontrarse entre otros, por lo que más allá de un intercambio breve de saludos, el período de tiempo entre un estrechón de manos y verle alejarse, es bastante breve, lo cual acarrea consecuentemente que existan quienes le tilden de cortante y arrogante.

Por otro lado, Maximus toma bastante a pecho su reclusión en sus dominios. Sale al exterior cuando le es necesario hacerlo, en el momento y tiempo precisos, aunque no se puede decir que en él abunde la inclinación a los eventos sociales. Más de un milenio le ha cambiado la manera de ver a los demás, le cansan los parloteos y las trivialidades, dando preferencia a la espontaneidad y la veracidad en otros.

En sus negocios es más despiadado, más calculador y más exigente. Por lo demás, usualmente, se le tacha de excéntrico.

En su vida privada son pocos los que entran, y, a pesar de que no se lo proponga, el misterio que le envuelve resulta un imán atrayente para la mayoría.



Historia
Corría el siglo III d.c, cuando el futuro león de Roma llegó al mundo en un día de invierno en el que la ventisca sopló con ímpetu contra las ventanas de la morada en la cual una madre agotada por el parto dejó escapar un último grito antes de que su primogénito se abriese paso en la escena con el rostro rojizo y los llantos sonoros. El pequeño daba sus primeras patadas, como si desde ese preciso momento el instinto le llevase a emprender su primera lucha en este escenario antiguo.

Maximus, como habría de llamarse, llegó para orgullo del padre, Titus, y para alivio de la madre, Nova, quien desde que contrayese nupcias tres años atrás, había rogado a Juno, la diosa del matrimonio y la maternidad, que le concediese la fortuna de poder concebir, y de esa manera, poder continuar el linaje ancestral de su marido.

A pesar de la dificultad del parto, Nova tuvo la dicha de recibir al pequeño en sus brazos de manos de la partera. Apenas le había recibido en ellos cuando tuvo el presentimiento de que su hijo tendría una vida llena de retos entre los cuáles tendría que mantenerse luchando para sobrevivir.

Durante los siguientes años, Maximus fue motivo de orgullo para su madre, y para su padre, quien veía con orgullo al hijo que comenzaba a crecer en agilidad y fortaleza.

Era Maximus un crío bastante ágil y saludable, como un cachorro de león, con un brillo vivaz en la mirada que precedía cada uno de sus movimientos. A medida que crecía iba adquiriendo lozanía y fuerza, apenas daba inicio su adolescencia cuando fue enlistado para entrenar en el ejército del emperador.

Durante los años que siguieron, Maximus fue adquiriendo experiencia y pericia en las batallas, endureciéndose con estas, pero conservando un carácter leal y noble. Mucho podría escribirse acerca de sus experiencias en el ejército, pero no bastaría para este relato.

Baste saber que, alcanzada su madurez, llegó con ella el deseo de proponer matrimonio a la dueña de sus pensamientos y sentar cabeza. Maximus siempre tuvo la mirada puesta en una sola joven, Alessia. Se conocían desde niños, siendo ella la joven más hermosa del poblado. Nunca careció de posibles pretendientes, pero al igual que Maximus, únicamente tenía ojos para él, por lo que nadie llegó a extrañarse cuando se conoció la noticia del matrimonio.

Tres años después, Maximus era el orgulloso padre de un niño de dos años y una niña de un año. Para ese entonces recibió el nombramiento de general del ejército, cargo que trajo consigo diversos retos en batalla durante los siguientes años. Llegó con ellos una larga guerra contra los pueblos germánicos alamanes, hasta alcanzar la victoria bajo su mando, hecho que le ganó el beneplácito del emperador Aureliano.

Pronto pasó a ser Maximus la mano derecha y hombre de confianza del emperador, a la vez que se convirtía en su favorito, por encima de su hijo Silas. El emperador tomó la decisión de que, tras su muerte, Maximus sería quien gobernaría temporalmente hasta que el senado de Roma continuase la tarea.

Habiéndose enterado de los deseos de su padre, Silas le asesinó en secreto con la finalidad de truncar sus deseos y tomar el imperio bajo su mando, tras lo cual, mandó a asesinar a Maximus y a su familia. Maximus logró escapar al atentado encontrándose de camino hacia su hogar, pero no logró llegar a este a tiempo para impedir la ejecución de su esposa e hijos.

Desgarrado por la escena y sumido en el dolor, Maximus fue apresado y encadenado por traficantes de esclavos y trasladado a los límites del imperio, adonde fue sometido a humillaciones y tareas arduas hasta que fue comprado y obligado a convertirse en un gladiador en la arena.  

Allí, entre brutales combatientes, la pena y el desgarramiento interno de Maximus únicamente fue superado por el deseo creciente de vengar a su familia y derrocar a Silas. Así fue como, a pesar del vacío que llevaba adentro, dio a conocer su fortaleza y pericia en la arena, convirtiéndose con rapidez en vencedor de múltiples enfrentamientos y, con ello, del respeto de otros luchadores.

Habiéndose convertido en el favorito del público, Maximus fue trasladado con los demás al coliseo, adonde venció al actual campeón bajo la mirada del emperador que, lívido al reconocerlo, no pudo matarlo enseguida a pesar de sus instintos, pues el público ovacionaba al nuevo campeón.

El deseo imperante de acabar con la vida de Maximus, llevó a Silas a ordenar el ataque al asentamiento de gladiadores, adonde muchos de ellos fueron asesinados. Maximus fue capturado y mientras se le transportaba en cadenas, un antiguo subordinado suyo en el ejército acudió con un grupo de hombres, interrumpiendo a la caravana que le llevaba en medio de la noche, con lo cual el gladiador recuperó su libertad.

Pronto fue informado de que el ejército que había liderado durante años aún le era fiel, y con la ayuda de sus hombres, Maximus atacó el palacio. Logró entrar en este y se enfrentó a Silas, quien vanamente se enfrentó al gladiador en un duelo que terminó con la espada del guerrero atravesando su pecho.

Habiendo sido herido de gravedad en la incursión al palacio, Maximus cayó sobre sus rodillas, aliviado por haber alcanzado la venganza anhelada, esperando reunirse pronto con su familia en la otra vida.

Más esta, aún no quería dejar ir al caudillo. Dándosele por muerto, se le arrojó en un foso junto con otros caídos. Bajo la luz de la luna, el par de pasos de un ser que se movía de forma sobrenatural alcanzó su figura y le trajo la muerte en vida.

La noche siguiente, Maximus despertó en un lugar desconocido, sin comprender lo que le había sucedido y experimentando por primera vez la sed de sangre.

Las primeras experiencias en la no vida del gladiador le llevaron por un camino oscuro. Habiendo sido en el pasado un líder e inspiración para tantos, en medio de su despertar vampírico había dejado de ser quien era, para convertirse en un monstruo que nada tenía que ver con el antiguo caudillo.

El tiempo trajo consigo demasiadas muertes bajo su mano, tal diríase que había entrado en un estado de locura, adonde únicamente la sangre de otros le traía el alivio anhelado.

Aquí es adonde se pierden las noticias sobre el italiano durante su período oscuro. Con el transcurrir del tiempo, un Maximus diferente reaparece en escena. Más de un milenio transcurrido trajo consigo a otro ser distinto, más dueño de si mismo. Un caminante eterno de la mano de la oscuridad de la noche, cuya naturaleza maldita le obliga a proseguir sin llegar a ver jamás la luz del día.

Más Maximus era otro en el siglo xix. Ante la vista de quienes le vieron llegar a París, se trataba de un personaje de la nobleza extranjera. Corrían rumores en torno a él, se decía que era un solitario excéntrico que se recluía en sus mansiones, dejándose apenas ver en público.

Teniendo en cuenta que, para Paris, un hombre joven, soltero y millonario, representaba la ambición de muchos, los rumores sobre el caballero no se hicieron esperar, ya que una de las marcadas tendencias de la sociedad consistía en envidiar a quien tiene mucho de lo cual ella carece, a pesar de no conocerle, o inclinarse a la idea de procurar casarle con alguna de sus hijas.




Datos extra:

► Es un experto en combate y en uso de armas, sin embargo, es su fortaleza de carácter la que retiene mayormente la atención de otros.
► A pesar de ser un hombre enigmático, su presencia siempre deja huella.
► Pasa bastante tiempo recluído en sus propiedades.
► Tiene gusto por las antigüedades únicas y difíciles de conseguir.


Poderes a elegir:

→ Bloqueo mental
→ Infligir dolor por medio de la mente
→ Manipulación de la memoria