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Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi) 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Tamina Juliet Borgia Miér Dic 07, 2011 10:58 pm

Viene de aquí



La oscuridad empezaba a caer, al tiempo que Juliet sale lista para perseguir al hombre lobo del que tuvo sospechas en cuanto llegó la primera vez a París. Sin embargo, no lo atrapó, porque la información resultó ser mucho más importante y debía llevarla rápido al Vaticano, pero ahora... las cosas son diferentes. Con un vestido rojo sangre que tiene una abertura especial a mitad del mismo, para poderse desprender y quedarse con unos pantalones de montar, camina por las calles desiertas, preparada para la pelea. Una pistola a cada lado de las caderas, bien disimulada por la larga capa negra. El peinado consiste en una sencilla coleta, no hay mayor arreglo, no lo necesita para matar a un pulgoso.

Una pistola más en la bota derecha, una daga en la muslera izquierda. Avanza acomodándose los guantes, mirando a su alrededor con una sonrisa débil. Son las 12 de la noche y poca gente se encuentra en las calles, el momento perfecto para atacar a sus víctimas y ella, no aprende. Ya van dos veces que se encuentra en problemas por los hombres lobo, pero ahí va una tercera vez. Simplemente su odio por esas bestias es tal, que se olvida completamente de su persona, de sus labores y corre a destruirlos. Muchas veces le ha salido bien, pero otras...

Debería seguir el consejo de Lorenzo de regresar a casa de inmediato y no buscar misiones extra que no le corresponden... suspira pensando en él, en cómo lo dejó en su oficina, mientras se llevaba a su padre lejos de ahí, para quedarse todo el camino a casa mirando el lazo que sujetó los cabellos del Inquisidor, llevándolo a su nariz, oliendo su aroma a café, pólvora y uvas, sonriendo con ternura y al mismo tiempo, procurando olvidarlo. No debe pensar en imposibles. Aún ahora, caminando por las calles desiertas, en pos del coto, se entretiene analizando todas las variantes y siempre obtiene el mismo resultado: no funcionará. En cuanto él conozca que es una cambiaformas, se alejará de ella a toda velocidad, sin dudarlo siquiera, dejándola peor de lo que ahora estaba.

Sin embargo, alguna vez alguien le dijo, más valía saber qué es estar en brazos de la persona amada, que jamás haberlos conocido. ¿Sería capaz de engañarlo y olvidarse de su honestidad con tal de compartir con él unos cuantos días? La respuesta le deja helada. Sí, lo haría hasta por una sola noche. Tanto es lo que siente por él, que no le interesa lo que podría perderse con tal de saber lo que es estar entre sus brazos. Hacer el amor con él, acariciar su piel, saborear sus besos, ser amada hasta la más pequeña porción de piel, ser poseída y sentir lo que era unirse a un hombre, ser llenada por Lorenzo sería la gloria... darle un hijo...

Sonríe y asiente al pensar en un pequeño con los ojos de su padre, con esa sonrisa que arrebataba corazones que tardaban en regresar a su cuerpo. Su hijo, con un enorme racimo de uvas, la fruta favorita de su padre. Un pequeño riendo y abrazándola... Sí, eso quiere, lo arriesgará todo con tal de ver ese sueño cristalizar. Ojalá tenga tiempo para todo, siendo lo más importante quedar embarazada. Aunque su condición de cambiaformas la preocupa, sabe que hay una remota posibilidad de que el pequeño sea como ella y muchas de que sólo sea un humano...

Da vuelta en una esquina y casi grita al encontrarse con Karl, un vampiro que la ronda cada vez que llega a París. Es un hombre realmente atractivo, desde los ojos grises duros y agresivos, algo que hace que las hormonas de Juliet se revuelen extrañamente; el rostro con facciones muy marcadas, aunque tiene la nariz desviada y no posee la mandíbula cuadrada de Lorenzo. A pesar de que Juliet sabe que es un vampiro, la información que le entrega siempre es jugosa y aceptable. Ahora mismo, tras el intercambio de impresiones respecto del hombre lobo y lo que podría encontrarse o a lo que está acostumbrado el pulgoso, le sonríe y se despide.

Sin embargo, esta vez Karl intenta ser un poco más... ejem... pasional de lo que siempre es y busca sus labios... por un instante, Juliet se queda prendada del vampiro, introducida en un hechizo que le hace cerrar los ojos y corresponderle el beso con el mismo sentimiento que si fuera el propio Lorenzo. Los labios se mueven, los cuerpos se unen, los suspiros femeninos auguran una pasión y un anhelo mayor. El vampiro acaricia su espalda, colocando las manos contra su cintura, acercándola a él. Determinado, listo para cumplir su capricho o fantasía con ella. Para tomar su cuello para sí y es lo que ahora mismo hace, teniéndola bajo su control mental, descubre su garganta y la muerde sin consideración alguna, ignorando el gemido de dolor que la joven suelta.

Bebe una y dos veces, de forma intensa, hasta detenerse y luego, lamer la herida. Juliet sólo es consciente de lo mareada que está, de lo cansada y sus pies ceden un poco. Jadea y se lame los labios, para susurrar casi imperceptiblemente un nombre vedado: el del Inquisidor, confundiendo irremediablemente a Karl con él, para la rabia del vampiro. El hechizo se rompe y ella es vuelta con violencia a la realidad, escuchando los reclamos de Karl y sin saber del todo qué es lo que está pasando. Le observa extrañada y el primer golpe la sacude con violencia. Juliet lleva una mano a la mejilla derecha que empieza a mostrar un cardenal que tardará dias en sanar.

Encara al vampiro sacando fuerzas de flaqueza ¿Pues quién se ha creído para golpearla? Y pronto, los humanos alrededor cierran las ventanas y puertas, cuando oyen a dos bestias gritándose y discutiendo sin compasión alguna, arrojando insultos y vejaciones al otro. Listos para entrar en una pelea a golpes. Y asi parece, cuando tras ser tratada de cascos ligeros, Juliet suelta el primer golpe a la mejilla que es recibido, pero no de la forma que ella piensa.

Siente cómo el frío objeto atraviesa el vestido rojo curiosamente, en la zona del bazo y lentamente, la sangre empieza a abandonarla, en tanto Karl profundiza la herida, haciéndola gemir de dolor y con un desquiciado movimiento, rompe la superficie del espejo, bañada en plata... manteniendo dentro del cuerpo femenino la punta y sonríe con maldad. La punzada es horrible, pero más el ardor que le quema todo el cuerpo, lo que la hace caer de bruces, jadeando y gimiendo de puro dolor. La sangre adorna el piso y el vampiro no se permite tomarla. Simplemente, pone en pie a la cambiaformas y la incita a llegar al caballo, para que, tras que ella monte sobre el mismo, a horcajadas curiosamente abriendo el vestido y mostrando que bajo él tiene pantalones de varón, se le acerca y le dice:

- Tienes 10 minutos - rió - tras esos... querida Juliet... te perseguiré.... y si te atrapo, será la última noche que veas... la última... a ver si tu Inquisidor te acepta a su lado tras lo que te haré...

Las risas masculinas persiguen a Juliet, pero ésta arrea el caballo y lo guía hacia el bosque, rogando por llegar a tiempo a la casa que la Inquisición rentó para ella, pero que por terca no quiso utilizar. Si no llegaba a esa zona controlada por Inquisidores. Lo sabía, Karl no dudaría y la mataría.

Oh Dios, por qué había sido tan débil de pensar que estaba segura a su lado y no traer armas para defenderse de él... ¿Por qué?

Siempre huyo de tí, amor mío, lucero de mi vida
me alejo y procuro mantener las distancias siempre vivas,
pero hoy que por fin había decidido quedarme contigo
el destino me ha puesto una gran prueba en manos de un enemigo.



Última edición por Tamina Juliet Borgia el Lun Ene 02, 2012 3:21 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Lorenzo Lombardi Dom Dic 25, 2011 4:01 pm

Aquel último encuentro, aquellas últimas palabras, sus gestos y por sobretodo aquella implícita aceptación, que entre ambos se dio, me dejo pensando sobre el motivo de aquella negación autoimpuesta por ella. ¿Qué podía ser tan terrible para que ella le aceptase en su vida? Las preguntas se agolpaban en mi mente una tras otra sin respuestas claras, y coherentes. Solo un razón había, ella ocultaba algo sobre sus viajes a Paris y la existencia de aquel vampiro. Por fortuna para mi, y esperaba que también para la joven Borgia, mi mano derecha, Haydee acudió como esperaba a mi encuentro en las fronteras del Vaticano, con información demasiado valiosa para mí.

Haydee, no solo era una gran cazadora cuando la conocí, sino también una gran mujer, hábil, astuta y precavida, siempre un paso más adelante que otros cazadores y con una amplia red de contactos. Por eso la elegí, aun cuando no profesaba la fe, era un gran elemento para la inquisición y sabría mantener al Papa en el límite, para que sus ansias de poder no enturbiasen nuestro trabajo. Tal como si hubiese esperado le anunciase de mi viaje, ella se presento con un informe completo de la actividad en Paris, informe que me facilitaría seguir los pasos de Juliet. Quizás pocas veces hubiese tratado con la hija del Papa, pero trabajamos en el mismo sitio, el eje central de la Inquisición, el Vaticano, y se conocía bien el temple de cada uno de los inquisidores. Juliet tenía su equipo, pero prefería las misiones en solitario y se lanzaba a la cacería sin dudarlo, solo le bastaba la pista precisa y se sabía bien que buscaba a un hombre lobo que rondaba Paris.


SobreNaturales Paris, Francia

- Bestia de Gévauda, Licántropo. Ultima aparición 1768.
Nuevos registros Bosques de Paris.
Peligroso, Buscado

- Karl, Vampiro. Ultima aparición 1600.
Nuevos registros Paris, juega mental y físicamente con su victimas.
Peligroso, Buscado

- Parthenopaeus , Clan de Vampiros. Ultima aparición Paises Bajos.
Hermanos de sangre, una hembra.
Medio, Buscado


En efecto informe era completo, los casos más intrigantes y aquellos que podrían ser del interés de la joven inquisidora o del mismo Borgia, en especial aquellos últimos, los conocía de nombre y por su reputación, pero no se tenía antecedentes que hubiesen atacado a humanos, si fuesen del interés de la Inquisición, solo sería por ambición del Papa. Aunque el primero venía siendo un dolor de cabeza hace años, mi abuelo participo en la cacería de este, sin grandes resultados, solo consiguieron se escondiese un tiempo y fuese aun más precavido. Pero era una bestia carente de humanidad, que descuartizaba a sus víctimas durante el coito. Pero ese Karl, era un sanguinario se le buscaba hace años, la estrategia con él era la misma, se enviaba a una cazadora o inquisidora a seducirlo, y esta terminaba envuelta en las garras de él, solo si la fortuna les acompañaba regresaban con vida y anémicas, sin recordar nada de lo ocurrido.

Cualquiera de estos dos sería del interés de Juliet, quien en más una reunión manifestó su repudio por aquellos sobrenaturales que tenían e instinto sexual tan desarrollado, se sabía cuánto se ensañaba en cazarlos. La ruta más segura era adentrarse por los bosques que rodeaban Paris, por noroeste de la ciudad, un barrio pobre, donde vivían mayoritariamente gitanos y la escoria de la sociedad burguesa, los que se volteaban al verme llegar poco acostumbrados a ver caballos de tan fina estirpe y hombres de tan finos ropajes. Era fácil entender sus miradas, en especial a tan entradas horas de la noche y con la luna llena en su esplendor, noche de mayor poder de aquellas bestias -Por tu bien Juliet, no salgas hoy de cacería - absurdo pensar aquello, pues si al conocía ya estaba tras el rastro y mi instinto protector se encontraba en alerta por aquella mujer que había puesto mi mundo de cabeza.

Me detuve ante una posada y di las descripciones de mí ahora, objetivo, la inquisidora, el hombre se mostro nervioso y reticente al principio, supuse que alguien pago por su silencio, en especial al ver el costoso reloj que llevaba. Estos hombres venderían su alama con tal de algún lujo, ello antes que un plato de comida. Entre abrí mi gabardina y deje entre ver los símbolos papales, y la insignia de oro en el dobles de esta - Quiero información, o le aseguro mañana habrá al menos 10 muertos y perderá clientela - sentencie, pasando mi mano enguantada por el borde del mesón, sacando una gruesa capa de polvo. La información broto de sus labios sin reparos, no necesitaba pagarle, solo amedrentarlo. Había estado allí, hace una hora había cancelado su cuenta y ordenado no se informase de su paradero, vestida de rojo salió montando a caballo con un morral amarrado a su montura. Suficiente información, se iba de cacería y vestida para atraer a la bestia, gruñí con enfado y deje una bolsa de oro en el mesón antes de retirarme, sin decir palabra alguna, el oro compraría su silencio.

Ahora debía buscarla, claro, debía preguntar por una mujer vestida de rojo, pero antes que pudiese hacer cualquier pregunta puertas y ventanas se cerraron en aquella calle, y en la siguiente, una reacción en cadena. Excelente el rastro que necesitaba, en algún punto de aquel pueblo había un enfrentamiento sobrenatural y en medio mi objetivo. Monte con destreza y prepare mi revolver, en caso que se tratase de un Licántropo, y mi ballesta en caso fuese el vampiro. Debía seguir el camino de puertas trancadas y calles desiertas, y luego el escándalo a no más de quinientos metros de distancia, pero este cesó de pronto, como si algo hubiese ocurrido. Acelere el galope, y prepare la ballesta con estacas, si fuese un Licántropo, se escucharía a la bestia, pero el silencio era sepulcral como el de un vampiro.

Un trayecto que hubiera tardado 10 minutos, lo recorrí en la mitad del tiempo, para encontrarme con el sobrenatural, con una desquiciada expresión y las señas que teníamos del vampiro más buscado por la Inquisición en los últimos años. Su rostro no solo era el de un ser sediento, sino de alguien que se quemaba en la peor de las lujurias, lamiendo sus labios enrojecidos como si estuviera al borde del éxtasis. De solo verle causaba repulsión, disparé a su hombro izquierdo con la intención de inmovilizarlo, acto seguido baje el arma y le di con la estaca en lal entrepierna. Eran estacas especiales, con un paralizante especial para vampiros, le causa el mismo ardor que la plata causaba en los cambiaformas, sin ser del todo letal, ayudaba en caso de conseguir información. Desmonte sin esperar que mi caballo se detuviese y lo deje alejarse.

Con el vampiro retorciéndose en el piso en la sangre derramada caminé hasta él, mis botas chapoteaban en el lodo que la sangre formo y la gabardina se habría con el viento que comenzaba a soplar, dejando entrever mi ropa de cacería, completamente negra para ocultarme en la oscuridad y con demasiados recovecos en los cuales esconder las armas. Lo miré con altanería, una sonrisa de satisfacción en los labios y las ansias de venganza brotando por mis poros. Si, era uno de los mejores cazadores, por mi habitual frialdad, pero aquel sobrenatural causaba en mí el más cruento deseo de matar. F. finalmente tenía ante mí al más repudiado de su especie, curioso era que nunca antes un cazador consiguiese reducirlo, y que fuese mi turno de tenerlo así, de poder cobrar su vida a cambio de todas las que él se llevo, en especial la de una, ruegoa Dios que sea solo una la que he de vengar por mi cuanta y honor.

En aquel momento los recuerdos se agolpaban, casi 20 años de cazador, y ningún sobrenatural me generaba tanta repulsión como este, años esperando tenerlo así, miles de cazadores e inquisidores tras su rastro pero evidentemente nadie había acertado en la estrategia. Parecía que esta noche estaba destinada para cobrar mi venganza y la honra que se había llevado. Todo parecía dispuesto, como si piezas de ajedrez se tratase y cada uno estuviese asu aldo del tablero, en un perfecto jaque, solo faltaba la estocada final. Si, esta noche parecía tenerla a mi favor - ¿Cuánto hace desde nuestro último encuentro?- siseé, recordado que hace trece años, por culpa de un ser tan perverso perdí a mi esposa y que el destino tiempo después, de la mano de la Inquisición me trajo evidencias contundentes que ese vampiro era aquel que ahora tenía reducido ante mí.
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Mensaje por Tamina Juliet Borgia Mar Dic 27, 2011 6:45 pm



¿Será acaso que mi destino es siempre una constante ironía
que mientras intento creer en que puedo cambiar mi soledad,
mi historia se rebela contra todas y cada una de mis fantasías
creando un camino de espinas, dolor y cruenta verdad?


Los cascos del caballo son los que la mantienen atenta, los que evitan que sus nervios se crispen y la hagan perder la cordura. Está justamente en un momento demasiado apretado de su vida, se sabe culpable hasta la médula por confiar primero en Karl y luego, acercarse demasiado a él sin tener una protección adecuada. Se cegó y he aquí las consecuencias. Una herida y no sólo eso, una loca carrera contra el tiempo, cuyo premio era la vida y si fallaba, la muerte sería una bendición. Porque las palabras de ese vampiro fueron claras: algo peor que la pérdida de la vida. No tiene la menor duda de que si él la alcanza… la transformará y la dejará cerca de las manos de Lorenzo.

El estómago se le hace un nudo al pensar lo que sucederá si Lombardi la encuentra convertida en vampiro. No quiere morir así, no aún, él dentro de su benevolencia la destruiría sin permitirle atacar a ningún inocente. Es magnánimo, pero aún tiene oportunidad, un chance de escapar a ese destino. Espolea el caballo con brío y se sostiene precariamente. Talla su frente con la mano y se obliga a continuar su camino, a pesar de que su mente le hace algunas jugadas con sobresaltos sin sentido o sin fundamento. Se pasa la mano por la herida y la mira ensangrentada, limpiándosela en las faldas, negando con la cabeza por su temeridad.

El aire entra por sus fosas nasales produciéndole un calor inexplicable en cuanto llega a su pecho, uno que le quema hasta el más pequeño de los cabellos. Es la plata, lo sabe mejor que nadie, ese ardor que la hace temblar y le reseca los labios. Sin verlo, puede imaginar las venas transformarse en un color morado y posteriormente negruzco, que le rodea cada parte de su piel, conforme la sangre se contamina. Desde su abdomen hasta el pecho, haciéndola tragar saliva con dificultad, con ojos entrecerrados, concentrándose en el frente, en espolear al caballo hasta que llegue a casa y pueda atenderse con algunos menjurjes que al efecto, la Facción Tres ha preparado.

Una gota de sudor recorre su espalda, haciéndola castañear los dientes de lo frío que la siente; su frente está perlada de agua salada al tiempo que sus quijadas se aprietan formando una mueca que afea su rostro, transfigurándolo en una máscara de sufrimiento y total desesperación. Voltea hacia atrás, sus sentidos alerta, su olfato desarrollado listo para saltar en el momento que su aroma se detecte. Karl no es de los que perdonan con facilidad y el no verlo la pone mucho más nerviosa de lo habitual. Algo está saliéndose de control, pero no sabe el qué. Las sombras a su alrededor se transforman en algo más oculto y mucho más tétrico. Oscuras formas que le causan escalofríos conforme se van dibujando en su camino.

Ese recodo creado conforme los caballos y las carretas que han pasado por él, es tan transitado al paso del tiempo y ahora puede ser su bendición o quizá, su perdición. Si encuentra a uno de los Inquisidores, podría ser que tenga ayuda para salir avante, que él le ofrezca apoyo para enfrentarse a Karl y no sea sólo ella la que combata. Su mano pasa por sus caderas y controlando al corcel precariamente con las piernas, se asegura de traer las pistolas bien cargadas, es banal contra un vampiro, pero al menos si le da más de un tiro en la cabeza, puede tener oportunidad de llegar a su destino y ahí sí, pelear en forma.

Claro, es lo que espera… lo que ruega encomendándose a Dios y a todos los santos que puede, quiere tener un hijo de Lorenzo, quiere tener ese bodoque al menos entre sus brazos, probar los labios de ese Inquisidor otra vez, su aliento contra el suyo, sus manos en su cuerpo. Quiere todo eso y más, pasear por los jardines, visitar sus viñedos, reír al escuchar su nombre en sus labios. Estremecerse al entrelazar sus dedos con los suyos, enlazar su mirada con la masculina y… sí, ya qué, escuchar incluso a su padre picotearla por descuidar sus obligaciones por pensar en esos –suspira- ojos maravillosos, tan azules como el cielo y tan profundos como el mar…

Sus pensamientos son interrumpidos por un aullido que le quiebra el alma, que le hace gemir y apretar la herida de la que mana aún la sangre roja y brillante, con un olor que la marca sin duda alguna y que, como siga sin tratarse, atraerá al hombre lobo que decidió atacar. Con rapidez, rompe las faldas de su vestido, quedándose sólo con los pantalones y busca atar bien la herida, evitando que las gotas recorran la tela de sus vestimentas. Talla el pelaje del caballo con el trapo, rehusándose a darle un rastro y guarda todo en la bolsa que tiene tras ella, no es tan negligente como para tirarlo y dejarle la pista fresca al sobrenatural.

Rechina los dientes y apresura al caballo, preparando una de las pistolas, mirando a su alrededor con más atención. ¡Maldita sea su suerte! No sólo estaba herida, si no que ahora también tenía a dos objetivos tras su pista. Karl olería la sangre sin duda reconociéndola y se pregunta si no también el hombre lobo; aunque para su fortuna, es la primera vez que se propone perseguirlo, por lo que muy enterado de que ella es una Inquisidora no lo está, lo cual le da un poco de ventaja. Cierra los ojos sintiendo la pesadez de su cuerpo. Ese era el segundo efecto de la plata. El ardor y luego el cansancio que lentamente se convertía en una tirantez de sus miembros y la pérdida de los sentidos, uno tras otro, de forma gradual, para terminar con sus reflejos.

Otro aullido rompe el silencio de la noche y los cascos del caballo se apresuran con un relinchar de la montura que está tan inquieta como su jinete, el cual mira a su alrededor lamiéndose los labios una y otra vez, tragando saliva y jadeando por el dolor que la hace gimotear una sola vez. Su cabeza sudorosa se pega contra la crin del animal, que relincha de nuevo y el viento se lleva ese sonido expandiéndolo por todo el bosque, indicándole a quien quiera que vaya tras sus pasos, su ubicación. Los labios resecos son humedecidos por una lengua que lentamente se va aletargando igual que sus músculos, tirantes y fríos.

Un trastabilleo y Juliet se esfuerza a mantenerse firme sobre aquél que la liberará de su muerte, tiene que llegar para sacar el pedazo de plata que se encuentra en el interior de su cuerpo y gime de sorpresa cuando sus ojos se fijan en las venas de sus manos que están cambiando de tonalidad lentamente a un color morado y seguramente, en unos cuantos minutos más, a negro. Está cada vez más cerca del tercer síntoma: las convulsiones… Si no controla su cuerpo, no llegará jamás a su destino. Mira al frente y el camino se transforma en una fina línea que representa su vida, una que es cortada de golpe, de tajo, en el momento que una figura espantosa se atraviesa en medio de ésta.

Dos patas peludas rematadas en garras punzocortantes, un cuerpo fornido y atlético directamente proporcional a un hombre de dos metros y medio que se ha entrenado toda su vida levantando pesas, lleno de una fuerza impresionante y unas mandíbulas que poseen una mordida tan cruenta, que pueden arrancar de un solo tajo un miembro humano. Los ojos desquiciados, que no reconocen a nadie y que son capaces de perseguir a su víctima con gran efectividad. Las orejas puntiagudas y atentas a cualquier sonido, atraídas por la misma respiración agitada del caballo que relincha una y otra vez.

Parado en dos patas, el corcel parece listo para atacar al hombre lobo y defenderse, buscando una forma de huir con rapidez, pero tiene algo en su contra: la sangre de la cambiaformas contra su cuerpo. Eso es lo que atrae a la bestia y lo tiene desquiciado, con el hocico babeando grotescamente y las garras preparadas para soltar los golpes que desprenderán la carne del músculo, dándole la sangre y la carne que alimentarán su hambre. Si es que esa es la palabra que define sus ansias por matar y destruir.

El caballo cocea y el sobrenatural es mucho más rápido, el primer golpe no lo evita, pero el segundo ni siquiera llega hasta él, porque el contacto del estómago del animal contra las garras del cazador son suficientes para que la montura pierda el equilibrio. Juliet siente cómo va a caer el fiel corcel y se apoya contra él, para saltar hacia atrás y caer en el piso, rodando para encontrar una posición más adecuada. El hombre lobo cae sobre la presa lleno de ansiedad y los relinchos de dolor son suficientes para que la Inquisidora tiemble ante la perspectiva tan real de acariciar la muerte con la yema de los dedos.

Sobre todo cuando sus ojos empiezan a empañarse, a fallarle la vista y su olfato se inunda con el olor de la sangre, inutilizándolo para detectar al sobrenatural. Sus oídos lentamente se pierden en los ecos del dolor del caballo. La cabeza le da vueltas y a duras penas puede tomar de forma correcta las pistolas, poniéndolas ante sí. Se esfuerza en tranquilizarse, en cerrar bien los ojos, sabiendo que tiene una sola oportunidad de salir avante. Si falla en los dos disparos, no tendrá los reflejos para tomar la tercera pistola en su bota derecha. Si erra… morirá o aún peor… se transformará en un hombre lobo.



¿Es que su destino se empeñaba en alejarla para siempre de Lorenzo y en convertirlo en su cazador personal?



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Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi) Empty Re: Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi)

Mensaje por Lorenzo Lombardi Mar Ene 03, 2012 11:56 am

[quote="Lorenzo Lombardi"]

El frio se apodero de mi mirada clavándose en la de él como un embrujo, demostración de cuan poderoso era aquel sobrenatural al cual se enfrentaba, cuánto tiempo había esquivado a grandes cazadores y cuántos de ellos perecieron bajo su control. Aquel maldito poder mental que franqueaba al más fuerte de los hombres, sin importar su naturaleza, cambiaformas, vampiros y humanos caían por igual ante Karl, y aquello era algo que yo mismo estaba por descubrir. El recuerdo de la primera noche que pase con Isabela, cuanta delicadeza vertida en aquella noche, un recuerdo que creía olvidado, pero que el maldito supo encontrar para luego golpearme con una imagen que jamás esperé ver, que siquiera intente imaginar.


- Desesperándome no encontrare jamás
el equilibrio de dejar morir y amar
me esta matando
no saber donde, no saber porque
me muero en vida-



Podía haber paralizado al infeliz con esas estacas especiales, pero no sus poderes, me torturaba con mi pasado y con el presente que vislumbraba con Juliet. Lleve la manos a mi sien, buscando paz, pero allí estaba tan vividas y reales, que no lograba sacarlas de mi mente, tal como si hubiese visto aquella escena. Mi Isabela, mi delicada inocente mujer a la cual recibí doncella entre mis brazos, bajo el juramento que mi vida se antepondría a la de ella, que nadie interpondría… Pero fallé… Allí cuando debía ser fuerte, Karl pasaba a mi mente el recuerdo de cómo dio muerte a la que fue mi esposa, me daba palco para ver la escena trece años después. La vi, en medio del bosque buscándome, para encontrarse con Karl, su asesino, quien la convenció que él era su esposo, pero no el hombre cariñoso que Lorenzo, es decir yo, fui con ella, sino un sanguinario. La abofeteo cuando ella se negó a desnudarse, para rasgar sus vestidos, aprisiono sus manos y la ultrajo con violencia, penetrándola con crueles envestidas una tras otra, hasta hacerla sangra…Beber su sangre luego de aquel salvaje coito no consentido y finalmente repetir el acto hasta que la dejo sin fuerza de oponerse, simplemente lagrimas emanando de sus ojos y sangre brotando de su labios, su cuello..de su entrepierna…


- Y me doy cuenta que todo termina
no saber donde, no saber porque
todo lo que quiero se me va. -



Moví con fuerza la cabeza, no deseaba ver aquello, no quise saber detalles hace trece años, no quise leer los informes de la inquisición y no deseaba saber ahora. Pero este infeliz se reía en mi cara sin decir palabras, una risa cruel y maquiavélica que solo conseguía sacarme de mi habitual estabilidad y ahora su voz pastosa - Un mujer exquisita, lástima que no la disfrutaste- se burló, aun estaba paralizado, pero eso no evitaba que se burlase de mi. Coloque sobre su abdomen mi bota ensangrentada me incline apoyando mi brazo en mi rodilla flectada al tiempo que tome una botella que contenía agua bendita, vertí el contenido sobré e infeliz, repitiendo las frases sacramentales, invocando a Dios y sus fuerzas, las que me apremiaba obtener para poder enfrentarme a Karl y los fantasmas que me atormentaban.

- Un inquisidor con muy buen gusto por las hembras, como Juliet… Toda una leona en cama- arrastro las palabras relamiéndose los labios con lujuria - ¿La probaste al menos? Espero que sí, pues no creo que resista mucho más- prosiguió con la tortura. Ahora mientras hablaba, reproducía en mis pensamientos recuerdos de él y Juliet, una faceta desconocida para mí que se restregaba con desenfrenado candor contra él, respondiendo a sus caricias y violentos besos. La inquisidora, la mujer por la cual estaba allí, la mujer que comenzaba a amar y que él me demostraba haber tenido ya entre sus garras. , él apoderándose del cuerpo femenino con brutalidad y desenfreno y la mirada de ella ¿lujuria? Gruñí, asqueado por ver aquello, pase en reiteradas ocasiones las manos por mi rostro, intentando centrarme repitiendo para mis adentros -Eres un cazador un inquisidor- repetía en mi mente, acudiendo a toda mi fuerza de voluntad.

El alivio deseado llego, pues el vampiro dejo de concentrarse en mí, y se concentro el dolor del agua sobre su piel. No era efectiva del todo pero ayudaba - Me arrebataste a Isabela, pero no permitiré te quedes con Juliet- bramé con completa frialdad en mi voz -Ella No - sentencié, sacando de mi gabardina una caja con cerillas con la que juguetee un buen rato encendiéndola y apagándola, muy cerca del rostro de él.

Me caracterizo por ser un hombre calmado y centrado, pero ciertamente estaba en mi límite, podía sentir la furia apoderándose de mí y la urgencia de acabar pronto con aquella tortura, de correr tras Juliet, alcanzarla a tiempo. Un aullido y el relinche un caballo a lo lejos, el apremio aumento al igual que la cólera, me incline sobre él curvando aun más mi rodilla, para hablar cerca de su rostro-Me alegra que disfrutases de aquellos encuentros - siseé cerca de su rostro, encendí otra cerilla y la deje caer al borde de su camisa, la que se encendió de inmediato muy cerca de su cuello y sus revueltos cabellos, quemándolo. Un risa descarada broto de mis labios, me estaba vengando de él con otro tipo de tortura, el preámbulo de la muerte. Nada se comparaba con el propio dolor que yo sentía, pero mientras pudiese hacerlo sufrir lo haría.

Cuando la risa demencial de él se transformo en gritos agonizantes, deje caer otro fosforo junto a su rostro, incendiando su cabellos. El fuego ilumino mi rostro, pero su calor no me alejo, finalmente daría muerte a aquel infeliz. Lleve una mano al cinto y tome una estaca, la que rocié con oleo sacramental pronunciando las palabras fúnebres para completar aquel rito Dale, Domine requies perpetua. Bright lumen in carcere. Requiem in pace. Amen - recite los responso fúnebres como acto de benevolencia e incluso de tortura para un ser tan inhumano como él. Dichas aquellas palabras recurrí a toda mi fuerza y di la estocada final, con un ímpetu pocas veces imaginable en mí, pero que los años de entrenamiento escondían a la perfección -Bienvenido a tu infierno - me mofé antes de rociar lo que quedaba de agua bendita, y comenzaba de un modo inusualmente lento el proceso de desintegración, para finalmente convertirse en polvo bajo mi bota.
Lo que debió ser un momento de satisfacción personal, solo fue un herida más para mi historial de inquisidor, ahora mi interés no estaba en la venganza recién obtenida, sino en algo aun mayor e importante, debía rastrear a Juliet, hace ya un rato los aullidos se escuchaban en el bosque y aquello solo era señal que ella estaba en otra cruenta batalla. Solo rogaba siguiese siendo humana, y ninguno de esos sobrenaturales la transformase.. si no, debería darle muerte.... o atentar contra mis creencias. Ciertamente en ese momento, no sabía que panorama era el peor.

Silbé y monte a toda prisa sobre mi corcel, siguiendo el rastro que me llevaría hasta ella, solo rogaba aun estuviese a tiempo de alcanzarla y salvarla. Desconocía que tipo de herida le había propinado, pero si sabía que se enfrentaría a un hombre lobo, que su vida peligraba si acaso la herida era de gravedad, y por el rastro de sangre que dejo, si lo era. Bufé al tiempo que espoleaba siguiendo el bendito e infiel camino de sangre que me llevaría a su encuentro y los aullidos que estaban en la misma dirección. Me apremiaba llegar donde ella, y más aun cuando la distancia se acortaba, siendo latentes los signos de batalla, el olor a licántropo golpeaba mis sentidos, podía ver la escena del caballo siendo rasgado por los colmillos de aquel sobrenatural. La peor idea cruzo por mi mente, o más bien ratifico lo que ya esperaba, la inquisidora no estaba en condiciones de defenderse.

El corcel coceó advirtiendo el peligro, pero no era tiempo de temores, fustigue para que siguiese el camino, mientras yo preparaba mi revolver cargado con balas de plata. Allí, en el borde de un camino formado por el tránsito del hombre, vi la bestia devorando al que debió ser un gran equino , no me di tiempo de buscar, un problema a la vez, lo primero dar muerte al infeliz y luego por ella, -Quiera Dios que aun estés con vida- rogué, aferrándome a mi montura por el relincho que acaba de dar esta criatura al ver a la bestia. Sus ojos enrojecidos se posaron en mi al momento que alzaba el arma y lanzaba un tiro certero al pecho del animal, pero si bien de mi arma salió una bala, del otro se escucho una segunda. No me detuve a averiguar quién acertó, pero lo cierto es que la bestia se desplomo ante mis ojos y tras ella vi a una irreconocible Juliet, derrotada, agobiada, completamente demacrada y desfigurada. Sus vestidos rasgados, su piel ensangrentada, escupiendo sangre y bilis. -¡Santo Dios! Juliet- exclamé preso de la preocupación.

Mi mente comenzó a unir ideas antes sueltas y sin sentido, pero ahora del todo coherentes y abrumadoras, las palabras de Karl comparándola con una leona, sus movimientos felinos, y la daga de plata quebrada que traía el vampiro. Esa reacción, por Dios, solo dos sobrenaturales reaccionaban así y ante el mismo elemento, plata, su aroma, sus reacciones tan … - Santo Dios - exclamé saltando del caballo alcanzándola justo a tiempo, acunándola - Cambiaformas -susurré, mientras buscaba el antídoto para ella, algo inútil pues bien conocía mi kit de cazador y nada en el era apra atender a cambiaformas, no solían ser parte de mi equipo de ataque.


- voy caminando y me doy cuenta que no estas
solo recuerdo que algún día volverás
vas hacer la luz que ilumina mis sentidos
que me da la fortaleza y el calor que tanto necesito-



-Juliet ¿Con que te hirieron? - inquirí, no esperando una respuesta más bien buscando mantenerla consiente. Su estado era de urgencia, apremiaba darle paliativos y guiarla a un sitio seguro, una residencia de la inquisición donde atenderla como es debido. Pose una mano por su vientre y sentí la humedad de la sangre, rasgue la tela en busca de la incisión. Lo que vi no fue alentador, piel ennegrecida, y sangre brotando descontrolada… Aquello era signo de una cosa, envenenamiento, pero no cualquiera… Plata…

Urgía llevarla algún refugio de la inquisición donde tendría lo necesario para atenderla, pero negligencia mía fue no averiguar dónde estaría la cabaña habilitada para ella, bufé con enfado-¿Dónde está? - exigí respondiese, necesitaba su equipamiento o la dirección de la cabaña, allí ella debía tener el bienaventurado antídoto para detener la necrosis -¡¡Juliet!!- mi voz grave, más rasposa de lo habitual ocultaba mi propia preocupación, y bramaba por su atención, para que mantuviesen la conciencia.

En vano, su equipamiento de cazador debía estar en el caballo, ahora reducido a un huesos y músculos mutilados, nada podría rescatar de allí, mientras la preocupación aumentaba al no escuchar reacciones de ella - ¡Vamos! Reacciona - le apremie, mientras buscaba entre mis bolsillos cualquier cosa que pudiese servir, bendito sea Dios, allí junto al informe de Haydee un frasquito que ella había dejado sin que se percatase en aquel lugar. Saque el frasco y leí la etiqueta escrita con pulcra letra femenina - La leona puede que me lo agradezca - sonreí ante esas palabras y vertí el contenido sobre los labios entreabierto de la joven, no todo solo lo suficiente para que reaccionase y luego otro tanto en la herida, abriéndola para primero sacar la punta de la daga, sin pinzas ni nada similar, debía hacerlo con mis dedos, causando que ella se retorciese entre mis brazos, luego el liquido para detener el veneno.

- Ahora Todo queda en manos de Dios -



Última edición por Lorenzo Lombardi el Miér Ene 11, 2012 5:26 pm, editado 1 vez
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Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi) Empty Re: Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi)

Mensaje por Tamina Juliet Borgia Jue Ene 05, 2012 11:59 pm

WER ZU LEBZEIT GUT AUF ERDEN
WIRD NACH DEM TOD EIN ENGEL WERDEN
DEN BLICK GEN HIMMEL FRAGST DU DANN
WARUM MAN SIE NICHT SEHEN KANN**


Los aullidos de ansiedad son cada vez menores conforme pasa el tiempo; el caballo se queja menos hasta que el silencio, interrumpido por los sonidos propios del degustar, arrancar carne, miembros y crujir de huesos, es lo único que resuena en la oscuridad de la noche. Juliet traga saliva, se recarga contra un árbol en total silencio, cerrando los ojos, sacando fuerzas de todo su cuerpo para concentrarlas en tres puntos en particular:

Los oídos, porque tiene que escuchar cuando el hombre lobo empiece a acercarse hasta ella, quizá buscando un nuevo bocado o incitado por el olor de la sangre que encharca su vestido, mojando poco a poco el pasto que se encuentra bajo su cuerpo; enfriando su piel, haciéndola tragar saliva por el frío que empieza a colarse entre los huesos.

Los ojos, porque tiene que vislumbrar bien en cuanto lo oiga venir, para apuntar correctamente hacia donde está su corazón y que la bala impacte produciendo un hueco colándose hacia lo más profundo, donde el órgano rey del aparato circulatorio sea perforado, provocando que la plata haga su efecto entre temblores, venas negras, al final, estertores y convulsiones anunciando la muerte cercana hasta que no quede nada más del lycan que un simple humano tirado sobre la hierba.

Y sus manos, que ahora mismo están paralizadas contra las armas que sujetan precariamente. Si las extremidades no responden con la rapidez y los reflejos necesarios, entonces de nada habrá servido rescatar las fuerzas porque simplemente morirá en el embate de la bestia, entre sus garras y colmillos, estertores, al tiempo que ella misma envenena al lycan por la plata que está dentro de su sangre. Aspira aire, jadea con dificultad para que sus pulmones se inflen y le den ese halito de vida que necesita, siente la frialdad en cada parte de su cuerpo, el sudor frío recorriéndola completamente; sonríe mirando sin ver el cielo, antes de que su vista esté completamente nublada...

- Grazie, padre... a pesar de tener una vida tan... - niega y aspira aire de nuevo - gracias por permitirme conocerlo... - traga sangre y bilis, está peor de lo que creía; su cuerpo tiembla y sonríe porque las convulsiones no tardarán en presentarse; si ese lycan no se apura en comerse a su caballo, quizá ella no llegará a la cita con el destino que tienen ambos en sus agendas. Vendrá el siguiente síntoma de la plata, luego la inconsciencia y tras ello la muerte... se sabe completamente cubierta de venas negras, la cabeza le pesa como una tonelada y la apoya contra la madera. El rastro de sangre en el tronco y el pasto, aumenta.

Llené mi mente de todos mis recuerdos felices: mi primer caballo, mi primera muñeca, mi primer beso verdadero en brazos de una madre que me creía Tamina, el ver a mi hermana de lejos, escucharla reír y gritar de felicidad. La primera vez que miré a Lorenzo, que lo tuve ante mí y me sonrió, me besó la mano. Cuando me enamoré completamente de él, ese día que chocamos y volvió a fijar sus ojos en los míos, arrebatándome para siempre la prudencia; mis gustos más ínfimos, como la leche fría, el salmón. Aspiré aire una vez más, olfateando en lo poco que mi nariz y mi cerebro identificaba, el pasto... aunque también, tuve que hacer a un lado el hedor del lycan, de la sangre. Me pasé una vez más la lengua por los labios resecos; la sangre aún estaba en mi boca y manchó con ésta mis labios... sangre tan negra como alguna vez estuvo manchada mi alma... como lo está.

"Perdóname, por todo lo malo que hice" levanto la cabeza al cielo en un futil intento de oración "perdóname por no ser la hija que entregaste a mi familia; por haberme torcido en el camino y gracias, aunque sea por una vez, por permitirme tenerlo entre mis brazos" el aire me falla, el corazón empieza a colapsar, igual que los pulmones; lo puedo sentir... Aspiro con dificultad, cada vez es más difícil, mis manos intentan tomar bien las pistolas al tiempo que mis oídos parecen escuchar que el hombre lobo empieza a rondar a su presa... sonreí, a pesar de todo, una sonrisa quedaría en mis labios. Tuve una buena vida, una que muchos querrían...

"Cuida a mi hermana" una bocanada de sangre y bilis me hace jadear; siento cómo mi cuerpo se convulsiona por primera vez con una violencia que podría arrancarme la lengua, pero soy fuerte... mis últimos resquicios de fuerza se van con ello; entonces lo sentí, cómo lentamente todo se iba desvaneciendo entre metal y bilis en la boca, en el paladar, todo iba muriendo...

"Vida... nada me debes... vida... estamos en paz"

La negrura me envuelve, a pesar de ésta, puedo escuchar los cascos de un caballo aunado al rondar del lycan; curioso, quizá es la muerte que corre a por mí, que se apresura a recogerme porque todo se oye muy lejos. El aullido corta el silencio y me preparo, no quiero morir así, al menos quiero seguir siendo yo: Juliet, una cambiaformas, una felina que exhalará su último aliento, pero no sin haberle dado su merecido a este malnacido. El córcel se acerca cada vez más, al tiempo que sujeto al menos la pistola con la mano derecha, la única que tiene fuerzas y fijo la mirada una última vez. No entiendo qué figura está ante el lycan, pero disparo y el impulso de la bala saliendo es suficiente para que suelte el arma, quedándome inmóvil. No sé si la bala da en el blanco o no y realmente... ya no es algo que me importe.

Pasos acercándose, pero nunca esperé que la muerte oliera a él, que me envolviera con tanta ternura, que tuviera su voz; sonreí sin poderlo evitar. Dulce muerte, si es ésta tu apariencia, no te alejes de mí, llévame a donde se ha decidido. Tras unas palabras que la misma inconsciencia no me permite entender, sólo atiendo a su llamado, a su voz que me hace permanecer aún semi lúcida, mientras sus brazos me rodean con una ternura desconocida. Tos, la sangre mezclada con bilis mancha la vestimenta del Inquisidor, aunque está desesperado buscando algo, yo sólo entiendo que está a mi lado, con su olor en mi cuerpo.

Momentos después, me hacen beber algo que tiene un gusto realmente asqueroso y nauseabundo, aunque ese sabor es producto de la negra sangre que ya está marcando todo mi cuerpo y reacciona contra el antídoto; oscuras venas en toda mi piel, la horrible señal de lo que me acontece aunque lentamente la poción empieza a limpiar mi paladar entre mares de fuego y me hace gemir intensamente, jadeando, temblando. Ni siquiera su voz, la voz de mi amado Lorenzo evita que me olvide de mi dolor que es impresionante en cada segundo que pasa, pero se incrementa hasta lo imposible cuando se abre más mi herida y unos dedos buscan en su interior, como el peor de los castigos, de los tormentos, obligándome a perder lentamente la conciencia hasta que todo fue la oscuridad total.

Juliet gruñe con dolor, apretando a duras penas las ropas masculinas con las manos ensangrentadas. El cuerpo le tiembla con intensidad, pero luego de que el pedazo de plata sale, su mente y su cuerpo lentamente empiezan a serenarse y a bajar la temperatura. La frialdad se transforma paulatinamente en un calor suave. La respiración lenta se acelera con el antídoto en la herida y el corazón bombea de nuevo, con intensidad, deshaciéndose de los coágulos y transformando la sangre. La negrura de su sangre empieza con el tiempo a convertirse en algo morado.

El galopar de un caballo acercándose es el preludio de la llegada de una figura masculina, de unos 50 y tantos años, que les mira elevando una plegaria a Dios de alegría. Desmonta acercándoseles con rapidez, algo extraño para un hombre tan grande como él, pero con una cara cuya expresión de bondad difiere demasiado con el tipo de armas que trae en la montura: una ballesta con estacas de madera, en las manos una pistola, seguramente cargada con balas de plata. Viste a la usanza inquisitorial, de colores oscuros, con una capa y muchos huecos en el traje para las armas.

- Dios me ha escuchado - dijo caminando con rapidez hasta quedar pálido al ver el estado de Juliet - Oh, por Dios, la signorina Borgia - mira a Lorenzo, que es cuando el Líder de la Primera Facción reconoce al hombre: es quien cuida a Juliet, su criado personal - vamos, vamos, no hay tiempo que perder - saca otro frasquito y se lo da a beber - necesitamos cuidados especiales, mientras más pronto nos vayamos mejor, hay Cazadores que han escuchado los aullidos, así que no tardarán en llegar ya sea para limpieza o - mira significativamente a Juliet - ande, signore Lombardi, sígame, por favor - se aleja para tomar ambos caballos y acercarlos - les llevaré a la cabaña que el Signore Borgia ha elegido para que permanezca su hija.

Monta el caballo guiándole por la noche, por lugares fuera del camino habitual, para evitar encontrarse con los caballos que resuenan en la distancia. Así pues, llegan a una pequeña mansión en lo profundo del bosque, con fuertes defensas, entre rejas, paredes altas, rematadas en las puntas y algunos lugares estratégicos con plata. Hay varios hombres vigilando, pero no dicen absolutamente nada cuando el hombre (presumiblemente Luigi) desmonta y guía al Inquisidor hasta una habitación de arreglo unipersonal.

- Aquí déjela, no puedo llevarla a sus habitaciones porque si alguien llega mañana, no quiero que vean las marcas de sangre en las sábanas que van a lavarse y sepan que han salido de esa habitación en particular. El secreto de la condición de la signorina es lo primero que cuidamos, iré a por vendas, palangana, medicina y un remedio para que la sangre se regenere con rapidez -
hace una reverencia - con su permiso, signore Lombardi.

Se aleja cerrando bien la puerta, dejándolos solos. Juliet aún está inconsciente, pero lentamente las venas van tornándose de un negro a un violeta y en algunos lugares, a un verde oscuro cambiando para tornarse por fin, azules. La respiración va cambiando hasta que la arritmia empieza a mejorar. La frialdad de su cuerpo se torna cálida. Por fin, pareciera que la cambiaformas la ha librado.


** Quien en su vida fue bueno en la tierra
después de la muerte se convierte en un ángel
vuelves la mirada y preguntas al cielo
por qué no se les puede ver
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Tamina Juliet Borgia
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Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi) Empty Re: Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi)

Mensaje por Lorenzo Lombardi Sáb Ene 14, 2012 11:11 pm


Todo el trayecto desde que deje Italia, imagine el peor panorama en que pudiese encontrar a Juliet, pero la realidad supero con creces mis pensamientos. Jamás espere encontrarme con ella tan mal herida, al borde de la muerte y peor aun entregándose a esta con tal abatimiento. ¿Qué podía ser peor que la muerte? La respuesta podía ser evidente, pero no teníamos tiempo que perder, yo no tenía nada que perder, excepto ella… Mi Juliet… Un vida como cazador, y ni la experiencia as traumática me preparo para aquello que estaba viviendo, siquiera la muerte de Isabella me puso en una encrucijada tan grande.

Me enamoré sin proponérmelo de la inquisidora sometida a la voluntad de Borgia, la joven a quien conocí una tarde hace ya años atrás, cuando apenas era un niña y que volví a ver cuando me instalé en el Vaticano como líder de facción. Ella, convertida en una hermosa mujer, firme y decidida, pero sometida a la vez, que me encandilo con sus intensas miradas en las reuniones de líderes, con el fervor que defendía sus argumentos, hasta que su padre le miraba hasta hacerla callar. La perfeccionista inquisidora y espía, apasionada hasta la más fina partícula de su ser por su trabajo. Me enamore de ella sin proponérmelo y me di cuenta de ella bajo la tortuosa idea de verla en brazos de un sobrenatural, un engendro del infierno, un bebedor de sangre.

La idea de haber tardado demasiado en darme cuenta de mis sentimientos, me atormento cada segundo en que propinaba los primeros cuidados, los necesarios para ahuyentar la sombra de una muerte, tan latente como la frialdad de su cuerpo en mis brazos. Pero como cazador, como inquisidor, mantuve mis emociones a un lado, ya me había descontrolado cuando di muerte a Karl, ahora mi mente estaba en ese herida y en el veneno. Demasiado tiempo la plata se quedo en sus entrañas, envenenando su sangre, sus tejidos, su vitalidad, dudé en aquel momento en la voluntad de Dios, mi fe flaqueaba cada vez que sentía me era arrebatado un bien preciado, no me refiero a bienes materiales, sino a seres amados que morían en garras de bestias que no podían ser obra de alguien más que el Señor de los Avernos.

Pero cuando al esperanza estaba por abatirme, agradecí a la providencial mano de mi hombre, mujer, de confianza, la cual dejo en mis manos el antídoto que jamás esperé necesitar. La mujer que amaba, resultaba ser uno de las criaturas a las cuales perseguía, una cambiaformas - Caprichoso Dios que nos llevas a los limites de las cordura - pensé en la medida que le daba el antídoto, no sin antes obligarla a enjuagar su boca, botando la sangre que se coagulaba en ella. Un escena grotesca, pero que poco importaba si era la vida de la mujer que amo, la que estaba en juego. Bebió el antídoto con la docilidad de quien se entrega a la voluntad de Dios, soportando el aun más doloroso camino de la desintoxicación, pues eso era, el antídoto quemaba cualquier rastro de veneno a su paso, como las lenguas de fuego del Santo Espíritu, purificando a la mujer más hermosa que jamás hubiese conocido.

- ¿Qué harás si vive? - la pregunta golpeo mi mente, formulada por mi mismo en el preciso instante que ella se retorcía ante los primeros embistes del brebaje. No me respondí., mi mente enfocada a la herida, herida que no dejaba de ennegrecerse, señal de solo una cosa aun quedaban restos de la daga, gruñí, ¿Cuándo iba a imaginar que salvaría la vida de un cambiaformas? la pregunta se formulo sola en mi mente y nuevamente una voz, mi propia voz inspirada en el Santo Espíritu me respondió - Es el ciclo natural, ahora debes decidir - rasgue aun más la tela ensangrentada y lo vi, otra incisión, más pequeña unos centímetros por sobre la principal, se debió haber formado mientras montaba. Sin reparos, sabiendo de la urgencia, busqué, esta vez con una cerilla encendida y el símbolo de oro que me identificaba como Inquisidor, era eso o hurgar con mis dedos, ya bastante impregnados de plata. Así con ella temblando, jadeando de dolor encontré una segunda pieza de plata, insignificante, pero no por ello menos letal. - Non rinunciare cara- hable mientras me esforzaba en mantenerla consciente, y quizás… si, darle un motivo para no entregarse a la muerte.

Finalmente, cuando ya no hay plata en su interior, y el antídoto se introduce por sus heridas, la siento más viva que muerta, mas a mi lado que nunca antes. Mi amada, si mi amada felina comienza a recuperar parte de su calor y la respiración de normaliza, pero aquello no será suficiente, la noche es joven aun, no faltará la criatura de la noche que intente alcanzarnos atraída por el olor a sangre. Ahora solo quedaba elevar una plegaria al Altísimo y esperar que Juliet se estabilizase, eso, antes de ir en busca del refugio de la Inquisición que debía estar a poca distancia, pero con oscuridad de la noche era difícil buscar la orientación necesaria. - La mia amata- susurré cerca de sus rostro, acunándola a la espera del alba o de un milagro.

La gracia de Dios nos acompañaba aquella noche, de aquello no cabía lugar a dudas, pues la llegada del criado personal de Juliet, un inquisidor ya retirado cuyo nombre no estoy seguro, fue providencial. Cargué a la cambiaformas en brazo en el momento que el se identifico y tomo el mando de la situación. Pues si, no solo eran aullidos los que se escuchaban a los lejos, sino también el relinche de caballos. Aquella sería una noche manchada por sangre, solo quedaba rogar a Dios que fuese la sangre de los hombres lobo y no la de algún hijo del Señor, menos aun de ella, mi amada. El recorrido hasta la mansión no lo recuerdo, pero si sé que el aroma de ella inundo mis sentidos del mismo modo en que lo hizo el calor de su cuerpo, el que se temperaba poco a poco al igual que su respiración cada vez más normal.

Escucho al hombre, sus indicaciones una vez llegamos al refugio e inclusive su disposición, evidenciaba que era de los pocos que conocían a ciencia cierta la condición de la joven, una vez en cuarto preparado para las primeras atenciones la deposite sobre la cama, tan débil e inexplicablemente hermosa, sin importar cuán empapada de sudor, sangre y barro estuviese, no dejaba de ver su belleza. Acaricie su mejilla y deposite un beso en su frente a la espera que el criado trajese lo necesario.

Como tiempo no era algo que nos sobrase, me despoje de mi gabardina y acomode las armas sobre un escritorio cercano pues mis ropas expelían un fuerte olor a muerte, a cacería, el cual lejos de ser atractivo me causaba repulsión. Deje la gabardina junto a mi camisa en un rincón, junto a ello mis botas. Había dejado ya un rastro bastante evidente con ellas, el que me dispuse limpiar con la misma premura de quien cubre sus huellas del enemigo. Sin importar donde viese en aquella habitación, era evidente estaba todo dispuesto, incluso para fregar el piso y limpiar las marcas de sangre, tal como hacía yo en ese momento.

Cuando el criado regreso, yo me paseaba descalzo y a torso descubierto por el piso recién lavado al igual que mis manos carentes de cualquier rastro de plata o sangre. A decir verdad, no me paseaba, despojaba a Juliet de sus ropas ensangrentadas, dejándola tan solo en sus prendas íntimas… Aquel vestido debía ser quemado, no solo por la sangre, sino por estar impregnado del hedor a vampiro y a hombre lobo, mis ropas deberían pasar por el mismo proceso, pero ciertamente era más probable que ella tuviese mas vestidos allí, que yo encontrase algo de mi medida entre las ropas de los criados. La puerta se abrió y el retirado inquisidor me entrego lo necesario, formulando las preguntas de rigor, servicial como era, me costaba comprender como él, había terminado de sirviente de la familia Borgia.

- Yo me haré cargo, pero nuestras ropas bien sabe deben ser quemadas- señalé con cordialidad intentando comprenderle - Pero necesito me consigas ropas, e informes al Vaticano que ambos, Karl, el vampiro, y Gévauda, el licántropo, fueron muertos. Nada más que eso, la condición de Juliet será algo que no informaremos aun- Cuando se retiro me dispuse en atenderla, con el cuidado que un enamorado trata a un rosa, una rosa que puede estar cargada de espinas.

La necrosis se había frenado casi por completo, pero necesitaba regenerarse y recuperar fuerzas. Inconsciente aun, delinee su rostro, no podía negar que le amaba, pero me encontraba profundamente molesto conmigo mismo. Me cegué y no vi lo evidente, ella no era solo la mejor espía o la hija del Sumo Pontífice, ella debió ser de los primeros condenados, por eso me huía, por eso su temor a estar cerca. La comprendía, y ciertamente si me hubiese enterado de que era hace unos meses atrás, no estaría tan enamorado de ella como me encontraba ahora mismo, pues a fin de cuentas conocí a la mujer antes que a la cambiaformas, y aunque en fondo fuesen una sola, los prejuicios suelen ser muy fuertes en el mundo de los Inquisidores.

Con delicadeza, talle su abdomen, llevándome lejos las huellas de sangre y de veneno, con dulzura limpie el sudor de su frente, y la sangre que había salpicado hacia otras zonas de su cuerpo. Me había enamorado de ella, más de lo que mi consciente sería capaz de reconocer, más de lo que mi orgullo podía aceptar, pero por sobre todo lo suficiente para aceptar su condición. Sobre la herida vertí una poción, un cicatrizante mezclado con antídoto, que aceleraría su sanación, y en aquellos labios, ahora azulados, cuyo sabor a nata aun bailaba en los mío, deje caer algunas gotas de un brebaje que la ayudaría a regenerarse.

Bese su frente y me aleje, aun estaba sumida en el cansancio de la batalla, no solo la física, sino la interna por mantenerse con vida. Sonreí con amargura y me senté al borde de la ventana a la espera que ella despertase. Con mi pipa de compañera, mis pensamientos divagaron entre reproches y recriminaciones, recordando cada detalle de aquella noche, desde mi encuentro con Haydee hasta dar con una moribunda Juliet, a quien por poco pierdo. Si ella no sobrevivía, sería mi culpa, mi negligencia por omitir lo evidente, ¿Cómo pretendía cuidarla? ¿Cómo fui capaz de negarme a la realidad tan latente? Y así me hacía llamar inquisidor, líder de facción, líder de los soldados, cuando fueron mis sentimientos los que me llevaron a omitir que ella no era humana, no era hija de Dios Mi mente era un caos, tal que me estaba llevando a negar mis sentimientos por ella, incluso inventando desprecios inexistentes.

Moví la cabeza negando, en el preciso momento que el criado llegaba con un jarro de leche y un vaso de wisky, además de comida para ambos, carnes en su mayoría, le agradecí con un asentimiento de cabeza, mientras dejaba todo junto a mis armas y dejaba en una silla camisa y pantalones, fui de inmediato a sacarme los míos ensangrentados y se los entregue, para luego ponerme los otros, que fortuna eran casi de mi medida - Molte grazie por sus atenciones. La Signorina Borgia, aun duerme, vaya y descanse que yo la cuidaré- señalé con profundo agradecimiento por sus atenciones y su prodigiosa aparición en el momento preciso.

Solo alcance a beber un trago del licor y probar un bocado de carne, pues a los pocos segundos Juliet abría sus ojos, enturbiados por el dolor y clavaba su mirada en mi. Interrogante, confundida, como si no comprendiese del todo lo ocurrido. Pero por sobre todo temerosa…


Como hablar, si cada parte de mi mente es tuya
y si no encuentro la palabra exacta, como hablar.

Como decirte que me has ganado poquito a poco
tu que llegaste por casualidad, como hablar.


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Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi) Empty Re: Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi)

Mensaje por Tamina Juliet Borgia Lun Ene 16, 2012 11:54 pm

Fuego en el fuego
son tus ojos dentro de mí,
cuando te veo
sé que entiendo todo de tí.

Toda su mente se consumió presa del dolor y de la constante lucha por continuar viva. Una voz le llama, esa tan barítona y dulce, agradable al oído, que sensibiliza todo su ser, lo conduce a una mezcla de fantasía y realidad que la mantiene en la superficie del agua que la arrulla lentamente. Un líquido que huele a él, lejos de todo lo que le recuerda la vida que deja atrás: sangre, barro, sudor... Asquerosos aromas que no se comparan con el de aquél que alguna vez tuvo entre sus brazos, que no la dejó escapar y del cual disfrutó un trío de besos que la llevaron al cielo.

¿Esto es el paraíso? Sin embargo... sus ojos se desplazan por el enorme océano que la conduce hacia una orilla de arena suave, tan hermosa como nunca antes ha visto en su existencia. Demasiadas flores de diversas formas, tamaños, colores, aromas se ven tras un pórtico y una enorme valla que parece no tener fin a los lados. Un pie tras otro, uno frente del anterior... Es tan idílico lo que le rodea. Tan beatificante. Tan lleno de paz. Y una voz le hace voltear antes de entrar siquiera al pórtico, una figura con una enorme capa oscura está lejos, en el mar ¿Flotando? Sí, es una gabardina negra, no puede ver quién es, pero sí distingue una coleta de cabello que aletea al viento. De pronto, los rizos escapan de una fina tela que avanza con el viento a toda velocidad.

Llegando hasta sus manos... una cinta de color verde oscuro que alguna vez desprendiera de una cabellera masculina, de un hombre con ojos de un azul claro que la hacen perder la razón. Un pedazo del cielo que Dios le dió en un momento increíble que jamás se borrará de su mente. Acaricia la tela y alza la mirada hacia la figura que le extiende la mano. No puede verle el rostro, pero no es necesario, sabe quién es. Lo que no entiende es qué dice, porque el viento se lleva sus palabras antes de que lleguen a ella.

Un paso atrás mientras que traga saliva, sin saber qué hacer. Voltea a ver el jardín que se postra ante ella, enorme e invitador. Su cuerpo gira hacia él, puede leer las palabras en latín... "Sólo los que estén en el Libro de la Vida entrarán a su lugar de descanso". ¿Acaso estaba...? Parpadea, con labios temblorosos. ¿Había...? No, no quiere pensar eso. Aprieta la tela contra su mano fuertemente. Voltea hacia la figura, pero aprieta los dientes con fuerza, haciendo hacia su pecho el pedazo de tela. Unas lágrimas resbalan por sus mejillas. Otro paso atrás, hacia el portón.

- Non rinunciare cara - escucha a lo lejos, esa voz, Lorenzo... Le tiemblan las piernas dando un paso adelante, con el corazón palpitando a toda velocidad. ¿Acaso..? ¿Y si...? Sólo es un sueño ¿Verdad? Está en los brazos de Morfeo, eso es. Sus pasos la acercan al portón de nuevo, a punto de entrar... - La mia amata - ¡Crueles palabras que el viento trae! ¿No puede ser peor que saber que ese amor que su alma siente no es correspondido? Una lágrima resbala por su mejilla al comprender su realidad. Una mano viaja a su rostro, apretándose contra él con fuerza, sin saber qué hacer.

El canto de los ángeles empieza a recibirla... voltea hacia el lugar, a donde una enorme luz empieza a aparecer y la incita a continuar adelante. A caminar. Juliet cierra los ojos dándose por vencida, sabiendo que en esta vida, aunque el amor sea correspondido, jamás tendrá realmente a Lorenzo. Uno, dos, tres pasos más... sus manos acarician el portón abriéndolo para entrar... Está muerta, su cuerpo lo está. Siente un estremecimiento por toda la piel, apretando la tela que huele a él. La lleva a su nariz e inhala con fuerza para cerrar los ojos y despedirse. Sonríe al voltear atrás, pero esa mueca se transforma a un azoro completo cuando ve no sólo a Lorenzo entre las olas del mar...

Tan cerca... pero no sólo eso, trae en brazos a un pequeño niño de ojos tan idénticos como los de su padre, una visión dolorosa de lo que jamás podrá tener al lado del Inquisidor. Aunque la forma en que la mira, esa nariz y las enormes pestañas... Traga saliva, se parece a ella... ese bambino tiene facciones idénticas a las de Juliet... ¿Cómo? ¿Cómo puede ser eso? Parpadea al tiempo que avanza dos pasos de nuevo hacia ellos, sorprendiéndose cuando el niño la llama... le dice "Mamá".

Juliet siente de pronto la brusquedad de las ilusiones rotas, se toma la cabeza con las manos llorando por la forma tan cruel de lastimarla. De burlarse de ella. ¿O acaso no es una variante de una cruel broma el hacerle ver a Lorenzo y a un pequeño cuando ya está muerta? Las arenas lastiman las manos de la cambiaformas cuando ésta cae derrotada de rodillas contra la orilla del mar. Gruesas lágrimas resbalan por sus mejillas sintiéndose frustrada, decepcionada, herida...

- Non rinunciare cara - vuelve a escuchar a Lorenzo, siente sus brazos alrededor de su cuerpo, su olor en sus fosas nasales, el calor de su piel contra la frialdad de la suya. ¿Y si Dios le está diciendo que aún tiene una oportunidad? Abre los ojos y los mira a ambos, sus pies en el mar de la vida... mientras que ella está en la estéril arena: la muerte... tras ella, el portón con la paz idílica, pero... pero... ¿Qué es esa paz comparada a la que siente en brazos del Inquisidor? Además... voltea su rostro hacia el pequeño que le sonríe y alarga sus manitas hacia ella, invitándola a tomarlo entre sus brazos... ¿Qué es el paraíso comparado con dar a luz a un hijo de Lorenzo?

El Paraíso es Lorenzo y su hijo... ríe parándose, apretando el listón en su mano con fiereza, caminando hacia ellos, con una enorme sonrisa, abriendo los brazos... el mar le moja los pies al tiempo que siente el dolor vibrante y lascerante en el abdomen. Cierra los ojos al tiempo que una lágrima resbala por su mejilla al tener el regusto a sangre coagulada, envenenada y también, el del antídoto. Traga una vez abriendo los párpados, para apurarse a llegar a ellos, pero sus pies son pesados, su cuerpo está tan agotado... No, puede hacerlo, alcanzarlos y paso a paso el dolor intentando hacerla desistir, pero es fuerte, decidida, valiente... Sus brazos por fin envuelven la cintura masculina, quien la hace hacia sí, con fuerza, apretándola contra su cuerpo, mientras que ella...

Los pliegues de su boca se pierden en la dulzura de un beso en la frente de su pequeño. Puede sentir su piel suave, olerlo, mientras su mano acaricia la espalda del infante. Y ríe... ríe feliz estando donde debe estar. En su paraíso personal. Con sus ángeles. Dios no le quitará eso, por favor, eso no...

No me abandones así
No me alejes de tí
Por favor, no puedo más
Mi vida se apaga sin tí a mi lado
Regresa a mí.


Una cama suave bajo su cuerpo, edredones cálidos y calentitos sobre sí, pero el dolor es punzante, quema como la plata... justamente su mente se llena de todos los recuerdos: Karl... la huída... la pieza de plata en su vientre... el hombre lobo... el disparo... la inconciencia... Lorenzo... su pequeño en brazos... traga saliva y abre por fin los ojos, soltando un suspiro. Lo último que espera ver es justamente al Inquisidor terminando de masticar un bocado de lo que sea que contenga su plato. Su expresión es seria, fría, dura y a Juliet le tiemblan los labios al comprender todo, al verlo con ropas más holgadas que las que realmente acostumbra usar. En colores que jamás él combinaría.

Ropas de otras personas, reconoce sin dudar. Su cabello desaliñado, su rostro agotado, pero tan atractivo como siempre, con ese brillo en los ojos que parece preguntarse algo respecto de ella. Traga saliva, cierra un poco los ojos y los abre, porque no piensa huir de él. Debe ser fuerte, aceptar su realidad, buscar la forma de transformarla. Ese sueño, ¿Un augurio? ¿Un posible futuro? Debe serlo, ¿Tendrá la fuerza para lograrlo? Sus ojos se tornan temerosos, llenos de sombras y mortales dudas que podrían terminar con la vida de su bambino.

Una punzada más fuerte la hace jadear, cerrando los ojos, llevándose una mano al abdomen desnudo. El regusto de su boca le recuerda a la sangre coagulada y al antídoto. Aprieta los párpados cuando siente el siguiente dolor, como se ha movido, la herida se deja sentir. Profunda ha sido, pero sobre todo, la intromisión de los dedos del Inquisidor ha abierto más los pliegues. Aspira y suelta aire con fuerza, lamiéndose los labios.

Por fin, el dolor remite, al menos lo suficiente para que abra los ojos con dientes castañeantes. Debe tener cuidado en cómo se mueve. Pasa una mano por su cabello suelto, pero los dedos se encuentran con un pequeño nudo de hebras, las va desanudando hasta que encuentra la razón de su irregular forma: un rastro de sangre y lodo. La realidad la golpea en ese momento: Lorenzo sabe qué es ahora. Enterado está de su condición anormal a ojos de otros Inquisidores... Sin embargo, el Líder de la Primera Facción siempre ha sido mucho más consciente que los otros.

- Así que ya lo sabes - susurra bajito con una voz pastosa y nada reconocible, producto del veneno que ha inflamado también su garganta - las razones por las cuales me escapaba de tu lado, que huía de tu presencia y temía tus besos... - sonríe débilmente - me pregunto por qué no me dejaste morir... mi padre no te habría hecho nada, todo lo contrario... perdería a una Condenada, pero... - jadea ante la siguiente punzada, ¿Acaso no dejará de doler? Sin embargo, recuerda que no llegó a las convulsiones, lo cual es bueno, pero el proceso de necrosis se extendió demasiado por su cuerpo, confirmándolo al ver las venas de sus manos, violáceas aún - gracias por ayudarme - es todo lo que puede decir antes de cerrar los ojos agotada. No duerme, escucha aún a su alrededor, respira con dificultad, pero mucho mejor. Sólo quiere descansar un poco más, antes de enfrentarse a la verdad que Lorenzo le dirá.

Antes de buscar la forma de refutar sus argumentos y convencerlo de que estar con ella no es tan malo como parece, que ella lo ama, que cuidará de él y... y... y que muere por tener un hijo suyo. Un pequeño con rizos oscuros, ojos como los de su padre, sonrisa como la de su madre... seguramente un piccolo que hará de las suyas conquistando a su madre, haciendo cómplice a su padre para ser feliz, creciendo lleno de vida y felicidad.

Sí, quiere eso, lo anhela más que a nada... a Lorenzo... a su hijo... a su futuro...


Los designios de Dios siempre son sabios
sólo le pido por favor
que me permita estar a tu lado.


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Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi) Empty Re: Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi)

Mensaje por Lorenzo Lombardi Dom Ene 29, 2012 2:38 pm

Cuanta falta me hacía un trago de aquel licor, necesitaba amenizar el amargo sabor que la noche dejo en mi paladar, en los años que llevaba en el campo cazando a seres sobrenaturales, ninguna dejo en mi tal contrariedad. Finalmente luego de largos años buscando venganza, la encontré, el infeliz que dio muerte a mi esposa, hoy se encontraba convertido en cenizas. Dios, escribía de maneras confusas el destino de los hombres, finalmente me encontraba dispuesto a amar a otra mujer que no fuese Isabelle, y puso frente a mí al mismo que le diese muerte, el vampiro con quien Juliet se involucrase.

Dicen que cuando Dios decide develar su juego, lo hace de una sola vez, y sí lo hizo aquella noche, los nombres y las suposiciones que me atormentaban, ahora se consumían como reales, sabía lo ocurrió la noche en que enviudé, sabía a ciencia cierta que la mujer que hoy se robaba mis sueños se involucro con aquel vampiro. Aunque mayor desbalance resultaba ser que ella, la inquisidora Juliet no era una más dentro del Vaticano, no era una simple cazadora al servicio de la iglesia. Ella era un condenada, una sobre natural que se entrego a la misión de dar muerte a sus pares, que acepto atentar contra su esencia. Un profundo suspiro emano de mis labios meditando en aquello, paladeando el licor, cuando ella se removió, recobrando la conciencia, visiblemente demacrada. Mis sentimientos se contrariaban a cada segundo, le amaba, amaba a la mujer como un todo. Aunque aquella parte de ella que era cambiaformas, me incordiaba, pues atentaba contra mis principios de cazador. ¿Quién era primero? La mujer o la cambiaformas, quien dominaba la voluntad, la bestia o el hombre, en este caso la mujer.

Su voz débil llego clara a mis oído, pero mantuve la distancia, cuestionándome que hacer, si olvidarme de mis principios, de su condición o dar vuelta la página, dejar en el olvido mis sentimientos. Que pesaba más en mi, mis sentimientos o mis principios, quien es primero o el cazador o el hombre. Otro trago de licor quemo mi garganta, mientras le daba la espalda a ella, para dejar el vaso junto al plato. Sus palabras tenían mucho más sentido en mi interior, que lo que hubiese pensado, sus preguntas precisas, abrieron respuestas a las propias.

- Torpe - respondí con sequedad mientras ella reposa con los ojos cerrados, pero muy atenta a sus palabras - Arriesgaste tu vida, no solo con un vampiro reconocido por toda la inquisición como letal. Sino que asesino de grandes inquisidoras..- Estaba cansado, dolido en especial por su falta de confianza - Como si no fuese suficiente. Corriste sola a la cacería de otra bestia, sin un apoyo, sin un refuerzo - hablaba aun a distancia, sin decidirme a acercarme a ella - Estarías muerta si no te hubiera seguido. Muerta si hubiese fallado al enfrentarme a Karl. - gruñí, acercándome con pasos medidos hasta la cama - Muerta, si acaso Haydee no te hubiera descubierto, y me dejado el antídoto en mi bolsilo- pocas veces me dejaba llevar por la irá, pero la idea de perderla causaba demasiado dolor - Torpe y muerta, dejando un frente descubierto en la Inquisición -

Ella me miraba ahora, sus ojos vidriosos y los míos gélidos, el temor de perderla era mayor que todo lo vivido, hace pocas horas atrás. Si no fuera porque la mano de Dios era misericordiosa, ahora ella estaría muerta, y yo recriminadme por no descubrir su secreto, tan evidente que lo ignore. Sin duda jamás me perdonaría no leer las señales tan obvias, que la delataban como una cambiaformas, señales que yo mismo ignore. Allí tenía mis respuestas

¿Quién es primero el hombre o el cazador? El hombre.
¿Quién es primero, la mujer o la bestia? La mujer


- Torpe tu, por huir de ti misma. - Suspire suavizando las palabras, extensí mi mano y seque una silenciosa lagrima - Torpe yo, por no ver tu sufrimiento- Regresaba a ser yo, calmado, si la ira inicial, pues ya tenía claridad sobre que significaba ella para mí - Torpe, por enamorarme al punto de ver solo virtud en ti - delineaba ahora su rostro, con delicadeza para no espantarla - Torpe yo, porque por poco te pierdo, aun antes de encontrarte - Ella intento decir algo, si lo dijo no lo sé, pero ahora mis labios se posaban en los femeninos, como antes lo hiciesen en el Vaticano, pero est vez sin mentiras, sin engaños.

Aspire su aliento tan solo unos segundos, eternos para su gravedad, etéreos para mis sentimientos - Tu mayor torpeza fue no confiar en mí- hable muy cerca de sus labios, una caricia sutil - Mi mayor torpeza fue no darte la confianza suficiente - reconocí sin intenciones de dejar de respirar su aliento, deseaba besarla con la misma urgencia que o hiciese antes en su despacho, cuando fuimos interrumpidos por su padre. Tal como ahora, el hombre que nos recogió en el bosque ingresaba a la habitación, seguido de quien debía ser su esposa y una mujer algo más joven. Me separe con un bajo gruñido de ella, sin apartarme de la cama, de su lado, tomando su mano.

- ¿Qué ocurre? - inquirí antes de notar que las mujeres venían a limpiar la sangre regada por la habitación y a preparar una bañera, asentí comprendiendo la urgencia de eliminar cualquier rastro de la batalla de esa noche. Las mujeres bañarían a Juliet y cambiarían las sabanas, mientras yo debía salir de aquel lugar - Ti amo. Attesa- susurré en italiano antes de seguir al hombre y darle intimidad a las mujeres.

Fuera del cuarto me señalo que el dueño de casa podía llegar de improviso, acto seguido me guio hasta otro cuarto algo más pequeño donde solo había una bañera humeando, una toalla y una bata. Allí me señalo cuan quisquilloso era aquel hombre tanto que pesquisaría con facilidad el olor a sangre si no nos aseábamos. Comprendí sus intenciones y le agradecí, pues no deseábamos un alboroto mayor, y ciertamente la batalla había dejado marcas no solo emocionales sino también físicas. A solas me desvestí, sumergiendo mi cuerpo en la tibieza del agua, descubriendo algunos hematomas nuevos, los que no recordaba bien en qué momento me los hice. En la intimidad del baño sonreí con amargura, amaba a Juliet, pero seguramente eso se volviese un arma más para el mal nacido de Borgia.

Si dijese que no añore a Juliet en esa soledad, estaría mintiendo, si dijese que no pensé en ella en su propio baño, atentaría contra la verdad, pues lo hice, deseaba ser yo quien la cuidase, pero mientras a ojos del mundo, aun éramos solo compañero de lucha. Nuestros sentimientos tan solo eran conocidos por nosotros, entre cuatro silentes paredes, por lo mismo cuando mi baño acabo y regrese al cuarto, el criado me miro con duda, pero le ignore, me interesa acompañar a mi amada.

Le vi allí, recostada con los ojos cerrados y la jarra de leche a medio beber, hermosa, envuelta tan solo en la bata con sus cabellos húmedos sobre los almohadones. Suspire, no tenía dudas que le amaba, que ella despertaba en mi sentimientos perfectos de protección, de amor y de un futuro juntos. Sin hablarle me senté junto a ella, vistiendo tan solo el pantalón que me habían facilitado, acomodé los mechones que caían sobre su rostro, y bese la comisura de sus labios.
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Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi) Empty Re: Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi)

Mensaje por Tamina Juliet Borgia Dom Ene 29, 2012 5:40 pm

Dios, dame la fuerza para continuar avante
para demostrarle que no hay dudas que se levanten,
estoy aquí, para él, por él, en este único instante
en que nuestros labios se funden en forma constante.

La cabeza duele un poco, mientras que intenta serenarse para enfrentarse a la única persona que puede tranquilizarla, que puede hacerle perder la cordura, cambiando su forma de ser, cimbrando sus cimientos, lo que siente, lo que piensa, lo que es. Transformarse, trastocando su esencia para dejar atrás los desplantes, los comentarios mordaces, irónicos, sarcásticos que le brinda a todos los demás. Olvidarse de imponerse sobre los demás. Es una maldita ante los de bajo status, no sólo social si no también dentro del Vaticano y la Inquisición. No por nada es la hija de Borgia, del Papa. Siguiendo sus pasos en muchos aspectos, pero con él... con Lombardi...

Ahí cambia por completo: sonríe, puede incluso contarle sus anhelos, sus planes futuros como aquélla vez que compartieron un espacio en el jardín de la Inquisición. Tantas cosas en común y al mismo tiempo diferentes, que los hacen únicos e interesante a los ojos del otro. Aspira aire profundamente para voltear a verle mientras traga saliva al tiempo que él deja el vaso sobre la mesa. Los ojos se cierran de nuevo, pero sobre todo para oír la única palabra que claro que la define, que no falla al describir los actos que realizó en la última noche.

Aún así, los labios le tiemblan... Podía con el hombre lobo, pero no pensó en Karl... que tras su beso pronunciaría el nombre de ese Inquisidor que ahora le reclama con molestia y enojo. Hace una mueca de tristeza y frustración. No calculó correctamente sus opciones, pero es que no contaba con Karl, se repetía, de verdad que no. Que se iba a enojar, que la mordería... Se lleva los dedos de forma inconsciente a su cuello sintiendo los dos agujeros aún no curados, tragando saliva al pensar lo que pudo ocurrir si Karl la hubiera alcanzado. Afortunadamente el hubiera no existe, pero estuvo tan... tan cerca...

Abre la boca para aclararle el punto, pero no le deja continuar. Así que la siguió... ¿Karl estaba muerto? Su cabeza aún está algo aletargada. Se siente como una niña pequeña siendo reprendida por su padre, eso no le gusta y le hace un puchero. Se va acercando a ella y suelta una verdad que la deja tragando saliva... Haydée la descubrió, así que por más intentos que hiciera por ocultar su naturaleza, esa inquisidora fue mucho más astuta. Cierra los ojos con fuerza, porque no puede ir a matarla como hace con los demás que saben de su verdadera personalidad. Pronto su posición en la organización se tambaleará si ella abre la boca. Se tapa el rostro con las manos frustrada por un instante. Sí, sí, seguramente dejaría un hueco, pero conociendo a su padre, éste no tardaría en llenarlo con alguien más.

Se ve en la orilla de un abismo, todo ésto la supera, las recriminaciones de Lorenzo hacen mella en su coraza... sí, es una torpe porque si amarle con desesperación es torpeza... bien, lo acepta. Si adorarlo y ansiarlo entre sus brazos es torpeza... bien, lo es. Si anhelar sus labios contra los suyos es torpeza... por Dios está perdida. Muy perdida. Tan sólo quiere tenerlo consigo a su lado, que la acune, que la deje amarle. Sí, es torpe porque todo se salió de su control esta noche. Absolutamente todo, incluso ahora mismo su presencia es una daga en su corazón porque no tiene los argumentos para refutarlo, para hacerle ver que... que...

Su piel contra la suya, una lágrima resbala y él la toma mientras pronuncia las palabras que la hacen abrir la boca sorprendida... ¿La ama? ¿De verdad? ¿A pesar de todo? Parpadea tragando saliva, permitiendo que él acaricie su rostro, delineándolo con sus manos que tanto le gustan en un roce tan suave como dulce, amable como él, toda su esencia. Un hombre fabuloso que sabe ser directo, pero justo. Fuerte, pero firme. Capaz de cualquier acción, pero siempre basada en el intelecto. Eleva su propia mano para acariciar la masculina mirándolo acercarse sin saber cómo reaccionar realmente.

El beso cae sobre sus labios y la estremece de punta a punta de su cuerpo, aprieta su mano con sus dedos, haciéndole consciente de cuál es su sentimiento hacia él. Que le corresponde. Aspira su aroma, mientras escucha sus palabras y abre la boca para decirle lo que siente, lo que piensa, pero la entrada de Luigi le impide hacer nada más. Gruñe bajito haciendo una mueca, un pucherito, contentándose con sentir su mano sobre la suya. Aún sin creerlo... la ama, le corresponde a pesar de saber que es una cambiaformas. Es increíble, pero su mano contra la suya, la búsqueda del beso, el instante a su lado, sus palabras...

Lorenzo no es una persona que mienta, que busque engañar a los demás. Siempre su conducta versa sobre ser alguien en que la gente puedan confiar, en forjarse como un líder basado siempre en la honestidad. Eso siempre le ha gustado a Juliet de él. Chasquea la lengua al ver a María y a Teresa dirigirse a ella, madre e hija respectivamente, para lavarla. Se niega por un instante, pero no puede hacer más cuando Lorenzo se levanta para seguir a Luigi no sin antes decirle que la ama y que espere... haciendo revolotear el corazón de la cambiaformas cual vulgar paloma. Hace un puchero a María que le sonríe y le indica que es necesario limpiarlo todo: las sábanas, su bata, asearla.

La cambiaformas suelta un suspiro, pero se deja hacer, que la desnuden, la metan en la tina con sales aromatizantes que la hacen gruñir de dolor por el escozor que produce en la herida, obligando a su rostro a ponerse rojísimo. Traga saliva y asiente dejándose bañar porque aún no tiene ni la fuerza para llevar la esponja al cuerpo. Se queda callada mientras una la asea mientras la otra quita las sábanas de su cama; le lavan toda, mientras Juliet disfruta del aroma a madreselva (su favorito) que inunda la habitación, al tiempo que su mente se engancha en la figura de Lorenzo. ¿Sería capaz de tener una relación con ella a pesar de lo que todos dijeran?

Además, tiene que ser sincera con él, indicarle cómo fue todo, que él comprenda que no fue su intención en primera ir a por Karl y luego a por el hombre lobo. Fue curioso la forma en que se los encontró a ambos de pura casualidad, pero hicieron tanto daño que sí... casi la matan. Una torpe como dije Lorenzo, pero no puede dejar de pensar que... agradece a ambos. Porque parece ser que eso los une ahora. El gatillo que obligó a Lorenzo a aceptar sus sentimientos y a ella misma a entender lo que podría perder. Aspira de nuevo aire y se prepara para ser levantada de la tina para que la sequen y la vistan colocándole nada más que una bata sobre el cuerpo, llevándola a la cama donde María se esmera en el vendaje, puesto que aún sangra a pesar de las atenciones.

Por fortuna ya no es tan negra la secresión, es un poco violácea, pero aún así no quiere que haya rastros de ésta, por lo que le pone doble venda que cubre un pedazo de tela bien doblado que está directamente sobre la herida para que no vaya a manchar demasiado y si el dueño de la casa quiere ver a Juliet, no tenga sospechas. Él sí que no se lo pensará antes de sacar la pistola y rematarla. Es un enajenado asesino de sobrenaturales. Tras vendarla, le dan un cepillo de dientes de la época y bicarbonato para que se lave la boca, deshaciéndose del sabor de la sangre, plata y bilis.
A continuación, un poco de menta para limpiarle el aliento. Una vez termina de masticarla, le dan un vaso de leche que bebe con anhelo tragando con más cuidado, tras una pequeña tos inicial.

Asiente y agradece cuando se retiran de su cama dejándole sobre el regazo un plato con carne del que ella sólo toma un pedazo masticandolo lentamente para aspirar profundo y cerrar los ojos para descansar un poco. Está cansada, el ajetreo de levantarla, asearla y regresarla, la agotó por completo. A finales de cuentas, acaba de evitar la muerte gracias al hombre que ahora mismo escucha entrar. Traga saliva aspirando su aroma... le siente acomodarse en la cama y abre los ojos lo justo para verlo acomodar sus cabellos desaliñados y acercarse a besar la comisura de sus labios. Los suyos tiemblan, de reojo María los observa antes de salir llevándose consigo a su marido y a la hiija de ambos. Cerrando tras ella para darles privacidad.

Fuera, puede Juliet escuchar las palabras de la señora diciéndole a Luigi que no los moleste, que seguramente dormirán juntos. Lo que hace a la cambiaformas tragar saliva, admirando el rostro del Inquisidor acariciándolo a su vez, esos ojos azules que tanto la seducen e imponen en ella una completa sumisión. Sus labios que delínea con su dedo índice. Tan atractivo que parece caído del cielo. Sonríe con la idea observándolo, decidiendo hablar.

- En algo estás muy equivocado - su voz aún es ronca por la inflamación que no ha bajado - Esta noche, no salí tras Karl, si no a por el hombre lobo. El vampiro era, si entendí bien que lo destruiste, un informante. Sin embargo, hoy se me fue de control - niega con la cabeza, llevándose la mano a donde María puso un vendaje también, para ocultar los dos agujeros a los que le colocó un líquido para que cicatrizara rápido - no supe cómo me encontré entre sus brazos mientras me besaba, pero en el pecado llevó la penitencia, estoy segura que usó sus poderes pues al terminar el beso... yo... - se lamió los labios bajando la cabeza - yo creí que eras tú y susurré tu nombre... - aprieta las sábanas - eso lo enloqueció... me mordió y echó al caballo, amenazándome que si me encontraba... bueno, me transformaría... y fue en mi loca carrera hacia aquí, donde me encontré al hombre lobo o él me halló, no sé... pero bueno, ya la necrosis estaba avanzada, así que no pude hacer mucho, recuerdo que disparé y nada más... - se muerde el labio inferior, parpadea un poco y alza la mirada hacia él - no soy tan torpe... no para enfrentarme a dos la misma noche... iba a por uno y el destino o Dios quiso que me encontrara con los dos. Con uno sí erré, ya me habían dicho que no confiara en él, pero estaba tan concentrada en el lycan, que no vi la amenaza hasta que fue demasiado tarde... sí, él fue quien me dejó el pedazo de daga dentro, pero aunque intenté quitarlo, me fue imposible y temía más que me encontrara y transformara. Una cosa es que sea yo una cambiaformas felina y otra... otra que sea una vampiresa o una mujer lobo. Sabía que en ninguno de esos dos casos me dejarías vivir si es que Karl te ponía tras mis pasos. Y en lo que sí acepto, es que no confié en tí... ¿Cómo hacerlo si... si muchas veces te vi matar a mis congéneres? Sé que siempre lo hiciste con razones de peso, pero temía que pensaras que me burlé de tí al permitirte acercar y luego, decirte lo que era. Me aterré por eso...

Su garganta se resiente tras tanta cháchara y con las últimas palabras, siente cómo se cierra casi por completo. Hace a un lado el plato de carne porque sabe que no podrá pasar bocado. Ni siquiera sabe si puede tragar el resto de la leche del vaso. Lo observa en silencio con la fuerza suficiente para cubrirse con el edredón y las mantas y nada más... Esperando que él viera su realidad.


Confiando esta vez en él, en que la aceptará...
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Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi) Empty Re: Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi)

Mensaje por Lorenzo Lombardi Mar Ene 31, 2012 10:35 pm



puede que salte al cielo
creyendo ir al infierno…
…perder no impide apostar
tienes que ser un milagro



Aquella sin duda era la noche de cacería mas contradictoria que hubiese vivido, primero el pecaminoso sabor de la venganza, por tantos años negada y ahora, ahora aquella insostenible situación en la cual debía, más bien debíamos enfrentarnos a una verdad cruel e inclusive abrumadora. Los fantasmas de Juliet y los propios. El destino jugaba con armas incomprensibles, cazaba con miradas agudas a los antagonistas de su tablero, en que tablero en que definía la vida de sus jugadores y por sobre los retos de ellos, cruel enfrentándolos, enfrentándonos, a las más dolorosas realidades.

En este tipo de situaciones, todo aquello por lo cual me convertí en cazador perdía sentido. Los mismos cimientos de la Inquisición se quebraban, Borgia solo tenía un merito, consiguió darle forma. Encausar a cientos de cazadores sin rumbo, su gran merito, pero el poder corrompe, la ambición carcome y la lujuria lleva a la locura, y su líder pecaba en triada. En más de una oportunidad me enfrente a él, solo por haber capturado a una mujer que despertaba los bajos instintos de él, por chantajear a nobles a cambio de favores, o algo aun peor que atentaba contra la misma integridad de la institución que me llamo a dirigir. Si aquellos inapropiados métodos de conversión bajo tortura y amenaza.

Al menos ya tenía claridad de algo, más allá del origen de la inquisidora, ella era la mujer a quien ansiaba tener a mi lado, por eso la protegía, aun cuando ya sabía su secreto, por lo mismo la regañe, porque había arriesgado su vida por temor infundado. Aquella noche corrió con suerte, pero bien sabía que por poco no lo cuentan. Ahora, lo que importaba era que estaba con vida, que el malnacido de Borgia quizás lamentase que ella se salvase o por el contrario celebrase que estuviera con vida, pues así tendría un modo de controlarme, como siempre quiso. Esa resultaba una gran contrariedad, para mi poca voluntad de estar bajo la indulgente mano de Su Santidad.


puede que salte y me arrastre
cielo, efecto retardante…
… ceder permite hablar
tienes que ser un milagro



Todo eso y más pasa por mi mente mientras Juliet, explicaba lo sucedido desde que se encontrase con Karl en aquel pueblo en las afueras de Paris. Todo resulto ser una trampa del sanguinario vampiro, aquel con quien, en palabras de Alejandro II, su hija tenía una aventura. Aunque en este momento aquel nombre proclamado santo, no gozaba de mi confianza, las palabras de la mujer que robo mis pensamientos, solo conseguían que en mi mente se armase una bien planeada jugarreta.


Tal vez las intenciones de Borgia, jamás fueron que descubriese al “amante” de su hija, o que la protegiese. No, aquel hombre no se movía por azar, aun menos por banalidades. En la Inquisición, él era el único que conocía la identidad del asesino de Isabella, las casualidades solían requerir de ciertos empujones, La daga no fue un herida mortal, aunque sí pudo serlo la plata. El lobo, por años buscado y jamás cazado, resulto un blanco fácil, aun para experiencia de ambos cazadores. - Juliet - le llame cuando las palabras dejaron de ser necesarias para ella, ni si quiera la providencial llegada Luigi podía ser tan acertada, no, cualquiera q conociese aunque fuera un poco el actuar del Papa, puede sospechar del acto - Juliet, conoces a tu padre, fue él quien me envió a seguirte. Señalo que tu y Karl, eran amantes. Quien por cierto está muerto, al igual que hombre lobo- señalé a la espera que ella comprendiese cuan pulcramente enredada se encontraba la madeja.


en donde estés
cuando quiera abrazarte …
… y como estés ya estoy ahí
el sol entre tus labios
… soy el sol



Se encontraba recostaba sobre almohadones, siguiendo el hilo de mis palabras con los ojo cerrados, pero la tensión se reflejaba en sus manos entrelazadas a las mías, acaricie, dándole confianza, delicados movimientos circulares en sus nudillos crispados, delineando cada vena exaltada, entregándole no solo calma sino también mis sentimientos. Mi voz antes gruesa y firme, aquella con que solía tratar a mis subalternos y camaradas de la Inquisición, se suavizo del mismo modo que mis gestos, tras desenredar levemente aquella maraña, era importante rescatar una sola cosa - Bella ragazza, mia cara, sin importar cuán involucrado esta tu padre en los últimos sucesos -había bajado a un tono más intimo, del mismo modo en que la distancia entre ambos fue acortada, hablaba ahora muy cerca de su rostro - Ti amo- dijo antes de besarla.

Deje a un lado la sutileza de aquellas primeras caricias, decidido a una sola cosa, dejar todas preocupaciones lejos de aquella habitación y enfocarnos en una sola cosa, el nosotros. Su vida, la vida de Juliet, más si era su vida a mi lado, valía más que cualquier chantaje que el infeliz de Alejandro II pudiese intentar, a fin de cuentas, estaríamos juntos.


puede que salte del cielo
seguro de ir al infierno…
… ceder no es perder
juro que eres un milagro



Sus labios delicados entreabriéndose ante el roce de los míos, invitándome a saborearlos, ese encantador sabor a leche, esa mística mezcla con azahar, la flor de naranjo y canela. Deliciosa, en demasiados sentidos, desconocida en otros tantos, pero eran esos detalles tan únicos los que me encantaban. Enredé mis dedos en su cabello, acariciando su nuca, acercándola más a mí, profundizando aquel intimo contacto. Finalmente podía besarla sin que me huyese, sin que opusiese resistencia, su cuerpo poco a poco reaccionando al contacto, exigiendo, nuestros alientos agitados - Ti amo- repetí, reclinándola sobre la cama, hasta poder acomodarme contra ella, una mano sosteniendo el peso de mi cuerpo y la otra acariciando sobre la delgada tela de la bata, su cintura, movimientos circulares y ansiosos.

Todo mi cuerpo clamaba por estar junto a ella, mis sentimientos incluidos, no podía negar el sentimiento descubierto, los deseos desatados, la necesidad de ella apoderándose de mí, a fin de cuentas seguía siendo hombre antes que inquisidor. Mis labios abandonaron los de ella, para besar su cuello, embriagándome con el aroma que las esencias del baño dejaron en su cuerpo, besos cortos delicados, caricias juguetonas que ocultaban el anhelo compartido. Busque la abertura de la prenda, para así sentir la calidez de su piel, recorrer su cintura con libertad, como dos amantes, tal como clamábamos mutuamente. Pero fue la venda el freno inmediato a mis actos, con un gruñido y aire derrotado escondí mi rostro en su cuello - Cara mia, te deseo… pero estas herida - destaque lo evidente, con notoria frustración seguida de un profundo suspiro entre sus cabellos.


en donde estés
cuando quiera abrazarte …
… y como estés ya estoy ahí
la luna entre tus labios
… soy la luna



Quería que ella comprendiese cuán importante era ella para mi, que no se sintiese una amante, un mujer de paso o una diversión. Sino que se sintiera única, y en ese momento iba contra mis principios poseerla a sabiendas de sus heridas, de su cansancio - No quiero dañarte - señale, incorporándome para verla a los ojos, unos ojos que en ese momento decían todo para, un mundo completo, perfecto y único, un universo que deseaba compartir - Si me aceptas, velare tu sueño. Con eso me conformo, pero te desposaré antes de regresar al Vaticano- afirme, convencido que así sería, ella se convertía bajo la ley de Dios en la Señora Lombardi, sin importar lo que dijese su padre, sin importar si nos entregábamos mutuamente esa noche o la siguiente, para mi ahora la eternidad sería a su lado.


doy luz por reflejar …
… soy tu , tu eres yo
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Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi) Empty Re: Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi)

Mensaje por Tamina Juliet Borgia Sáb Feb 04, 2012 11:49 am

No te alejes de mi lado, háblame mientras estoy despierta
toma mi mano, acaríciame mientras duermo
habla a mi oído, bésame mientras suelto un suspiro
pónte ante mis ojos, ámame mientras tengamos vida.


Sus palabras atraviesan los velos del agotamiento, su mente se fija en cada detalle señalado, analizando todo lo que podría ser parte de una trama y al mismo tiempo despreciando lo que le parece impropio. Sí, cierto es que su padre tiene ideas y planes retorcidos, pero hay algo que no termina de encajar del todo. Eso es Alejandro II: un rompecabezas del cual no sólo hay que unirlas, si no analizar pieza por pieza.

Con los ojos aún cerrados aspira y suelta el aire que la va relajando. Traga saliva haciendo una mueca por el dolor de su garganta al pasar el líquido. Las manos masculinas contra las de ella ayudan a que encuentre una paz, pero al mismo tiempo que vaya dependiendo un poco de él. El masaje sobre su piel, sobre las venas aún violáceas la enternecen, mucho más cuando su voz se hace más íntima, más sensual. Sus palabras la llevan al cielo mismo, el saber que la ama no tiene comparación. Es feliz al saberlo, todo se torna en alegría pura.

Un delicioso escalofrío la recorre por todo el cuerpo haciéndola sonreír, sintiendo el aliento en su rostro tan cerquita que puede oler el inconfundible whisky y mucho más, café... sí, vino... sonríe recordando el beso que ella le robó en su despacho, así sabía... ahora mismo sus labios son ocupados por los de él que la besa con suavidad y anhelo, que es correspondido por la misma Inquisidora que abre sus labios para atrapar los suyos con ternura, con cariño, aspirando su aroma delicioso, una extraña combinación entre uva cabernet, flor de tabaco y ciprés de plata...

Una risa de felicidad al tiempo que sus manos sacan fuerzas para acariciarle la mejilla una y la otra, el músculo de su antebrazo, firme y de piel suave. Así es el propio inquisidor: un pilar capaz de la mayor ternura y comprensión. La acerca a él, colocando una mano en la nuca, contra sus húmedos cabellos al tiempo que el beso se profundiza. Siente su lengua explorarla, besarla a conciencia, con una seguridad propia del hombre del que se enamoró apenas siendo una niña. Que la hace disfrutar cada parte de sus caricias, de una boca que se torna complaciente y amante obligándola a gemir bajito, mientras su mano acaricia el tórax masculino, la piel sedosa, tibia...

Jadea a la falta de aire, jalándolo cuando él rompe el beso para consentirla con dulces palabras, los almohadones desaparecen de su espalda mientras él la mantiene sujeta por la nuca permitiéndole que lo admire, su rostro, sus finas facciones, esos ojos que le arrebatan la razón. Suspira acercándose a robarle un beso en la mejilla tierna mientras él quita lo que aún estorba para recostarla con suavidad en el lecho... acompañándola, pero siendo considerado al no obligarla a soportar su peso si no que él mismo lo detiene con una mano al costado de la cambiaformas.

La mujer sonríe mientras sus dedos delinean el rostro de Lorenzo con movimientos aletargados por su propio cansancio incrédula de verle a su lado, de que él la explora haciendo a sus ojos cerrarse por las sensaciones para deleitarse en ellas. Su mano en la cintura le hace temblar los labios, nunca creyó tenerle así entre sus brazos, que él buscara un acercamiento más íntimo, que se dedicara a acariciarla como si fuera una hermosa flor. Un nuevo beso la encuentra mientras las manos femeninas no se quedan ociosas recorriendo la espalda masculina en forma descendiente y al llegar a la cintura de la pijama, regresa por la piel con rumbo ascendente.

Cada punto es apretado con suavidad por sus dedos aunque con un poco de más fuerza estaría dándole un delicioso masaje, pero el simple hecho de tenerlas alzadas le cansaba conformándose con estos pequeños movimientos. Emite un gemido de protesta cuando él abandona sus labios para ir a por su cuello del lado contrario a la mordida de Karl protegida de momento por su propio cabello... besos desconocidos para la cambiaformas, pero que en él se antojan deliciosos. Su mano acaricia la cabeza masculina, los rizos húmedos sin temor a mojarse la mano.

- Mio caro Lorenzo, il mio sogno che si avvera - susurra bajito con voz aún ronca en tanto él encuentra un hueco por el cual meter su mano para sentir la tibia piel femenina que se eriza al contacto, cuyos pulmones jalan aire con dificultad sintiendo que el aliento se pierde por el solo toque. Jamás sintió antes una plenitud como ahora, lo mejor es que aún empieza. Aunque no entiende el por qué de su gruñido y lo derrotado de sus gestos al buscar su cuello. Acaricia sus cabellos al tiempo que lo escucha para sonreír con alegría y ternura, llevando sus labios a la mejilla masculina. Feliz por lo considerado que es con ella a pesar de lo tonta que pudo quedar ante sus ojos al dejarse llevar al enfrentamiento sola.

Se separa al tiempo que ella busca sus manos en un afán de no romper el contacto entre ellos, sonríe dulce al escuchar sus razones y asiente, pero se sorprende al saber sus intenciones. Aunque ¿Qué esperaba? Lorenzo no es un hombre que tome las cosas a la ligera, cuando se decide a hacer algo lo hace bien. Para él tener a una persona a su lado es para hacerla su esposa. No una amante, no una querida. Sonríe tras comprenderlo y aceptarlo, para asentir.

- Il mio amato Lorenzo, per te sarebbe sposata la cosa più bella che io sarei andato nella vita e non ti preoccupare, so che sei un vero uomo, è per questo che è un onore se si sceglie me come la signora Lombardi - una lágrima recorre mi mejilla, pero la ignora al tiempo que con cuidado, se sienta para buscar sus labios besándolos con dulzura acariciando su mejilla con una mano y con la otra, sosteniéndose con precariedad de su hombro - me siento muy cansada, sé que sonará muy atrevido, pero en vista de tus palabras me gustaría que no te quedaras velando mi sueño, si no que durmieras conmigo... prometo no seducirte porque ni fuerzas tengo para eso - ríe feliz con un brillo de pura alegría en los ojos - por eso sé que tu virtud estará a salvo y... - se queda pensativa - tengo que deciros algo para quitaros las telarañas de la cabeza... Yo no he estado con nadie, con ningún varón humano o sobrenatural. No sé por qué mi padre te dijo eso, pero yo sigo conservando mi virtud - chasquea al lengua contrariada - por lo que os pido de la manera más atenta que si tienes duda de algo, me lo hagas saber, no te dejes llevar por nadie y prometo que yo haré lo mismo - besa la comisura de su labio antes de recostarse de nuevo - anda, ven mio caro a mi lado - señala a su derecha para que él dé vuelta a la cama y se recueste en su lado vacío.

Lorenzo se pone en pie apagando todas las velas menos la que está a la cabecera de la cama, para iluminar su camino para ir hacia donde ella le indicó. Juliet parpadea al ver su espalda mientras él los sume en la oscuridad con lentitud, el crismón en ella tatuado dice demasiado de su futuro marido. Se voltea hacia él quedando de lado, recostada sobre el costado sano cuando él llega hasta el otro lado de la cama sentándose en ella, mientras la mujer le observa en la tarea de desprenderse de las botas. La mano femenina se alarga y delinea el tatuaje en medio de sus hombros con mucha suavidad compartiendo un íntimo momento en silencio antes de que él se acueste en el lecho cubriéndolos a ambos con las mantas, haciéndola hacia sí con el brazo rodeando su espalda, posicionando su mano contra la cadera femenina, evitando la cintura donde se encuentran los vendajes.

Juliet sonríe apretujándose aún de costado contra el cuerpo masculino que está boca arriba, acomodando la cabeza en su brazo restregando la mejilla contra él suavecito cual vil gatito buscando cariño mientras aspira su aroma, sintiéndose feliz por tenerlo consigo. Con la mano acomoda su cabello para que no se estire o jale con la posición, dejando al descubierto un poco la gasa de su cuello antes de volverla a ocultar con los rizos oscuros. Cierra los ojos disfrutando sólo de su presencia, de tenerlo consigo en esa posición tan íntima, ambos abrazados.

Su mano roza su abdomen en un camino hacia el contorno del cuerpo masculino, permitiéndose recostar la cara contra el pecho de Lorenzo, escuchando su corazón en silencio, un sonido que la arrulla con lentitud. Él toma la mano femenina y la lleva hasta su boca para besarla dejándola contra su pecho hasta que roza su piel. Es cuando Juliet se levanta de golpe siseando de dolor, para jadear ante el de su costado aún resentido, mirándose la mano antes de llevársela a la boca y succionarla con fuerza.

- Me quemé - aclara sacudiendo la mano y soplándole, parpadea intrigada y dolorida aún sentada en la cama, traga saliva buscando con la mirada hasta encontrar la fuente - ¿Esa cruz es de plata? - señala la Cruz de Santiago que él trae como colgante.

Simples consecuencias de estar con una cambiaformas.

Off: - Mi amado Lorenzo, mi sueño hecho realidad.
- Mi amado Lorenzo, ser desposada por tí sería lo más hermoso que me habría pasado en la vida y no te preocupes, sé que eres un hombre cabal, es por eso que es un honor si me eliges como la señora Lombardi.
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Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi) Empty Re: Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi)

Mensaje por Lorenzo Lombardi Dom Feb 12, 2012 9:40 pm



Ella se colgó del sol,
tenía su antifaz
debía esconderse bien,
aprendió a cazar.
Él se disolvió, para entrar
tanto tiempo que hacía parecer
que es bueno perder




Cada nuevo segundo junto a Juliet reafirmaba mi decisión de desposarla, seria en Paris, en una iglesia del norte de aquella ciudad, con un Sacerdote amigo. Algo íntimo nosotros y los testigos, lo suficiente para que la ceremonia no pudiese ser revocada por nadie, curiosamente todo se tornaba a favor de ese matrimonio, sin importar que Alejandro II fuese el Santo Papa, no habría como apelar el matrimonio de dos Inquisidores. Aunque, pensándolo bien, apenas llegasen a Italia, se detendrían unos días en Florencia, su tierra natal, por dos razones, primero llevar una nueva reserva de vino que sin duda “Su Santidad” agradecerá como parte de la dote, tradición cada día menos habitual. La segunda, oficiar una ceremonia mas ostentosa en su finca privada, asegurándose que la noticia fuese conocida por la alta sociedad, el matrimonio de uno de los mejores productores de vino, con la hija del Sumo Pontífice, así no habría manera que Borgia se arriesgase a un escándalo obligándolos a separarse.

Todo en mi mente estaba claro, incluso el hecho que sobre nosotros se tendía una trampa aunque el fin aun me era desconocido. Por eso, cubriría mis espaldas y la desde ahora mi prometida, de aquel hombre todo podía esperar, si fu capaz de manchar el honor de su hija con rumores injustificados, perfectamente era capaz de sacrificar su felicidad. Así cuando ella confeso aun conservar su pureza, mis planes se rectificaron, ella sería mi mujer con o sin consentimiento de su padre, bajo leyes de alguien muy superior a él en Divinidad y Espíritu, se casarían bajo las leyes de Dios, unas leyes que a la luz pública el jamás podría romper sin romperse el mismo.


Ella lo miró de pie
dejó de respirar,
su cara en nubes, vacío estelar..
Él se extremeció, quería hablar
tanta sed y había bebido el mar
ella lo miró, por sus ruidos no escuchó.



Sonreí con sus palabras, por un lado no necesitaba que ella me dijese aquello, pero me aliviaba saber que sería el primero y el único en su vida. Bese sus manos antes de obedecer a su petición, y acomodarme junto a ella en la cama, una mujer divina que a pesar de su condición de sobrenatural es una de las más perfectas creaciones de Dios. Acunándola en mis brazos finalmente hable - Cara mia, mi bella Juliet. No importa lo que digan, confío en ti, ni dudas ni telarañas podrán alejarme ahora de tu lado. - Deposite un suave beso en su frente - Por cierto ¿Así que debo ser yo quien tema por mi virtud? - reí ante aquellas palabras dichas hace unos momentos, cuan adorable infantil podía ser ella sin dejar de ser sensual y erotizante.

Despeje su rostro, acariciando su mejilla antes de apagar la ultima vela y quedar bajo la plateada luz de la luna, una escena intima, sin nada de dobles intenciones más que acompañarnos en la que sería la primera de muchas noches juntos. Recorro parte de su piel, aquella piel que ansío para mí, pero que en consideración a sus heridas, me limito solo a acariciar su cadera, hipnotizado por ese suave ronroneo que emana de sus labios. Si ella en todo sentido es un felino, si no fuese cambia formas, no tendría todos aquellos fascinantes detalles de los cuales me encandile, como su sensual manera de caminar. Una de sus manos incursionando mi piel, en un comienzo tímidas luego con confianza, caricias que solo dos seres enamorados pueden compartir sin caer en la lujuria, solo disfrutando del contacto con el otro. Tomo aquella mano excursionista y la beso, su piel tan suave y delicada que nadie sospecharía que es una experta manejando las armas, luego la deposito sobre mi torso, cerrando los ojos para gravar aquel instante en mi memoria.


Ella intentó decir: "trata de despertar"
de un grito sordo, lo amarró de sal.
Él miró sus pies, y saltó´
tanto espacio que no pudo saber,
que ella lo miró , por ruidos él le gritó
Ráptame del fin, llévame a empezar.
Ráptame del fin, llévame a empezar.



La calma de la intimida, el silencio entre los dos, el aroma de ella una mezcla perfecta entre el dulzor de la nata y el amanecer de un día lluvioso, un suspiro placentero emana de mis labios segundos antes que ella brincase de la cama rompiendo con toda la paz. Me incorporo preocupado, seguro que tenía relación con le herida, cuando ella explico el problema, mi cruz de Santiago - ¡Dios! Lo lamento, lo olvide- me disculpé por mi torpeza, me costaría un tiempo acostumbrarme a aquellos detalles, tome nuevamente sus manos y bese sus dedos, muy cerca de aquellos labios que me emboban. Luego, roce sus labios, una caricia ligera con sabor a disculpa -Cara , me la quitaré para no dañarte - asegure, para luego alejarme de ella y sacar la cruz de mi cuello, la deposite en la mesa auxiliar y regrese a la antigua posición.

Largos y fascinantes de minutos así, acompañados con nuestras respiraciones relajadas y acompasadas, suaves caricias en su piel, antes de volver a hablar - Iremos a Florencia, allí nos casaremos- informe con naturalidad cuando ella parecía haber caído en un cálido sueño el cual seguí. El más grato descanso que mi memoria recuerde, la mejor compañía y sin duda la primera velada de un nuevo capítulo en la vida de ambos. Dormí tan solo unas horas, las suficientes que un cazador necesita para recobrar energías, al clarear el alba me encontraba nuevamente alerta, velando su descanso, uno que ella se merecía.


Ella perdonó la luz,
y abrazó la sal
de la sequedad al fin puedo articular.
Él corrió sin ver y se unió
tanto espacio y ahora un solo ser,
ella lo miró, sin ruidos solo escuchó.
Ráptame del fin, llévame a empezar.
Ráptame del fin, llévame a empezar.



Acaricie su rostro antes de besar su frente, así caí en un nuevo y ligero sueño, que fue prontamente interrumpido…




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Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi) Empty Re: Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi)

Mensaje por Tamina Juliet Borgia Mar Feb 14, 2012 12:51 pm




Bésame la boca con tu lágrima de risa
bésame la luna y tapa el sol con el pulgar,
bésame despacio entre mi cuerpo y tu silueta
y al mar más profundo bésale con tu humedad.





El dolor es secundario en el instante en que él toma su mano entre las suyas y la besa, le sonríe recordando esa tarde cuando niña en el instante en que lo conoció: esos ojos tan azules, esa postura tan varonil, la sonrisa, la actitud, la gallardía. Un suspiro emotivo abandona sus labios antes de ser rozados en una ternura que le derrite el corazón. Acaricia su cabello entre dedos que intentan ser delicados, cariñosos, amables. Que no logran retenerle y la oscuridad oculta un puchero formado al inflar las mejillas y juntando las cejas porque ella lo ansía a su lado, pero su misma debilidad le impide mantenerlo a su vera.

Se resigna regresando a la cama para recostarse buscando reposar. Ya mañana será otro día, sus fuerzas regresarán y le acariciará como anhela. Mientras tanto se conforma con el calor de su cuerpo contra el suyo, su delicioso olor que le incita, la acompasada respiración que levanta y hunde su cabeza colocada sobre su tórax, la piel que consigue un cosquilleo en la yema de sus dedos. La relaja por completo, en una intimidad que se reconoce incapaz de reproducir con alguien que no sea él, cierra los ojos con cansancio, arropándose en su calor, en su delicioso bienestar con el que la protege.

Sus palabras le llegan entre sueños arrebatándole una sonrisa de ilusión; Florencia... una ciudad que siempre le ha fascinado y que ahora podría convertirse en su hogar si es que Lorenzo la desposa. Su más grande anhelo es ese: tener un hogar y el que el Inquisidor le permita que se forme a su lado le toca hasta la fibra más sensible de todas. ¿Es su premio por una buena acción? Teme solo que el cuento se termine rápido, que al igual que un globo se desinfle o se rompa al contacto de una aguja. Aún así se permite soñar con él, con la casa donde habitarán. Qué importa si es un lugar pobre, con sólo estar a su lado es suficiente.

El sueño es tan delicioso, como jamás tuvo uno así, descansando y recuperándose; al despertar algunos rayos de sol le acarician la mano calentándola, se mueve melosa cual felina pegando su cuerpo al masculino. Abre los ojos parpadeando con pereza, bostezando al tiempo que comprueba su cuerpo, desde la cabeza hasta los dedos de los pies descubriendo que no le duele ya nada. Lleva una de sus manos a la herida sonriendo cuando al pasarla y presionarla no le duele. Esas son buenas noticias.

Sus ojos se detienen en el rostro masculino admirándolo en su belleza que se antoja irresistible pasando por sus facciones, su frente amplia, su nariz esculpida por un Dios que buscó alborotar los corazones de todas las mujeres que lo miraran, esos labios que tanto le llaman a tomarlos entre los suyos, sus orejas, la forma en que sus cabellos adornan su faz... suspira mordiéndose el labio inferior sintiendo un hueco en el estómago aunado a un sinfín de sentimientos que recorren todo su cuerpo hasta depositarse en su corazón haciéndolo cimbrar.

Su mano coloca unos mechones de cabello tras la oreja masculina en tanto no se mueve, se mantiene ahí quieta para que él siga descansando. La visión del hombre que ama entre sus brazos la empequeñece, el saberlo parte de su vida ahora le hace lagrimear. Besa su mejilla dulce entre labios que prueban su sabor y su calor, al tiempo que una de sus manos se coloca sobre el esculpido abdomen concentrada en sentir su piel. Los labios bajan hasta la comisura de su labio en un afán de darle el cariño que siente por él. Aspira su aroma y ronronea antes de darle un beso en la boca, moviendo sus labios con dulzura y total entrega.

El beso es metódico pues busca en todo momento explorarlo, encontrar los puntos donde es más sensible y es en el labio inferior donde su dedicación aumenta, entre pequeños mordisqueos, succiones y un roce de sus labios contra los masculinos. Un suspiro se intensifica formando un jadeo cuando siente que él corresponde, que pasa una de sus manos por la cintura, haciéndola para sí, abrazándola en tanto sus labios se mueven contra los femeninos que emiten un gemido cuando su lengua se une a la contienda.

Aunque no es una pelea, todo lo contrario porque es una forma tan dulce con la que la está besando que es imposible pensar en una rencilla. Juliet jadea contra esa boca que la hace perder la razón al tiempo que se sujeta de la cintura masculina para no perder el piso. Una de sus piernas es tomada y llevada hacia las caderas del hombre que le sonríe, sus ojos se abren en el instante en que sus labios se separan. La cambiaformas juraría que ve el cielo en esos orbes que le hacen sonreír por el mero hecho admirarlos.

- Te amo, Lorenzo Lombardi - su voz suena mucho mejor, señal de que está más recuperada acariciando su rostro y su cabello con mucha ternura y cariño - buenos días amor mío, espero hayas descansado bien tanto como yo lo hice - acaricia su nariz contra la suya frotándola en un ronroneo que se antoja amoroso y dulce.

Ríe al tiempo que se recuesta en la cama, alargando sus manos hacia él que la busca, coocando su rostro frente al femenino, besándole la mejilla tierno en tanto la joven delinea los hombros masculinos con suave caricia, casi con reverencia inexperta en esas lides, pero queriendo demostrarle cuánto la hace sentir. Su piel tibia le estremece las palmas de ls manos y ella busca su cuello besándolo con suavidad, antes de depositar otro beso en la mejilla, en un afán de consentirlo, de experimentar con él y sobre todo, amarlo.

Mientras sus manos le acarician el sol ilumina el cabello masculino que, sin el lazo que sujeta los mechones, cae sobre el rostro de Juliet quien disfruta de la sedosidad de éste, de su aroma y oculta el rostro en el cuello de Lorenzo, antes de emitir un ronroneo y su lengua se atreva a humedecer y acariciar con sensualidad la piel masculina en tanto sus manos atrapan la cintura del Inquisidor.

- Me encanta tu olor, tu piel, el sabor de ésta, mi amor - jadea ante su atrevimiento, sonrojándose y mordiéndose el labio inferior se separa hasta mirarle al rostro - ¿Soy demasiado atrevida? Si es así, perdóname... pero es que me parece un sueño el que estés en este lugar, conmigo...




Bésame los ojos aún dormido en la mañana
Besa mi vida, mis días y mis noches, mi diluvio
y mi cielo a pleno sol.
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Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi) Empty Re: Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi)

Mensaje por Lorenzo Lombardi Mar Feb 21, 2012 10:41 pm

Toda una vida de entrenamiento me enseñaron a tener un sueño reparador pero ligero, vivir siempre alerta a aquello que ocurriese a mí alrededor, sin dar lugar a que nada ni nadie me encontrasen desprevenido. No importa si la noche me atrapo en medio del bosque o caí rendido ante morfeo en la comodidad de mi residencia en Florencia, siempre mi alcance se encontraba un arma y mis sentidos agudos a cualquier ruido, movimiento e incluso aroma. Mi descanso de aquella noche y su posterior madrugada, fue el más reparador de aquellos que pudiese recordar, pero a su vez aquel en que más alerta estuve, cada gemido de ella me despertaban, solo deseaba su bienestar, saber que se recuperaría.


Es el sol que hay en ti
hojas en el viento
es destino que hay en mi
tardes junto al cielo
encender y sentir
el placer de verte amanecer



La expectativa de amanecer cada día a su lado es suficiente recompensa para mi, con sus cabellos castaños derramados sobre las sabanas y mi cuerpo, su rostro sereno sonriendo en aquel descanso merecido, acurrucada contra mi cuerpo. Un ensueño del que pocas intenciones quedan de despertar, en especial si agregamos aquel aroma tan peculiar de la cambiaformas y los suaves ronroneos que emanan inconscientemente desde su garganta. La siento despertar a lo lejos de mi inconsciente, tan cerca de mi consciente, estirándose cuan felina hasta que sus labios temerosos se posan en mi mejilla, entre caricias de una mujer que ama enternecedoramente, tanto como yo a ella. Un beso de reconocimiento tan intimo como las manos de ella en mi cuerpo, la rodeo sin abrir los ojos, atrayendo su cuerpo al mío en una caricia que invita a la proximidad mas intima que puede existir entre dos seres que se aman.

Recorro esos labios que invitan a ser probados, saboreando cada palmo hasta robarle sensuales gemidos, exquisita mujer es Juliet, la luz de mis días y mi refugio. Alguien a quien no deberé mentir sobre mi trabajo, mis misiones o aquella habitación secreta en el sótano de mi casa en donde guardo mi propio registro paralelo de sobrenaturales y mi armamento. Juliet y yo, seriamos uno, no solo en lo físico como las caricias y besos anticipaban, sino por todo aquello que tenemos en común. Busco su piel mas allá de esa espalda erizada, mas allá de esa escultural cintura hasta tomar su pierna, recorro una y otra vez su pierna hasta acomodarla contra mi cadera y recostarme levemente contra la joven que roba mis pensamientos. Ella jadea de un modo tan sensual al descubrir que esta vez no es ella la cazadora tras su víctima, sino que ella es la victima que está muy bien aprisionada contra mi cuerpo, rio contra sus labios sonriendo apara verla a los ojos. ¡Dios! Que maravilloso amanecer, con ella a mi lado no habrá día sombrío.

Sus palabras, un delicioso ronroneo que refleja mis pensamientos de un modo aun más sensual, beso la comisura de sus labios antes que ella se escurra juguetonamente entre mis brazos - Buon Giorno Cara mia- susurro contra su oído jugueteando con el lóbulo de su oreja, robando otro maravilloso ronroneo, jamás me cansaría de aquello - Dormí ante las puertas de San Pedro, y hoy el entrego las llaves del paraíso- respondí a su pregunta antes de besar su barbilla y dejar que ella poco a poco explorase, con aquella maravillosa virtud que Dios quiso guardase para mí.

despertar mi conciencia
flotando dentro de ti
encender y sentir
el placer de verte amanecer
ojos del silencio
siento tu reflejo


Caricias temerosas, pero no por ello menos excitantes, quizás fuese la ante sala de ser el primero en su vida o que se tratase del encuentro entre dos seres que se aman en silencio desde un tiempo insospechado para ambos. Si, debo admitir que mi atracción por Juliet viene desde hace algunos años atrás, pero cuando al conocí estaba recién casado, luego mi viudez y finalmente la inquisición, en todo ese tiempo no hubo espacio para meditar mi verdadero interés por la hija del Sumo Pontífice, con argumentos falso me convencí que no era más que curiosidad, pero desde hace algunas semanas las cosas fueron dando un vuelco sorprendente.

Gruño de placer cuando sus caricias se vuelven más atrevidas, bajando a su vez mi mano desde sus caderas por el contorno de sus muslos hasta robarle un gemido de placer inesperado, su piel erizada y en mis labios una sonrisa de medio lado - Ti amo Juliet- expreso contra su oído antes que ella con un rubor hipnótizante en sus mejillas se disculpase por sus caricias, rio feliz contra su piel antes de besar su cuello y bajar desde aquel estilizado lugar hasta el camino de sus senos, el que se encontraba estratégicamente al descubierto por la bata con que se durmió. Un beso que la hizo no solo ronronear como antes sino soltar una risa nerviosa nerviosa, melodiosa sinfonía para aquella ceremonia de amor. Me detuve allí, en ese sendero que lleva desde ambos extremos del placer, comenzando en sus labios entreabiertos hasta las puertas del paraíso, fue en esa parada pasajera que respire su aroma cada vez más intenso, respiraciones que solo buscaban erotizarla.

La sentí inquieta, nerviosa y expectante, pero no tensa como las tantas veces que la encontré en el Vaticano, finalmente ella está libre o al menos lejos de sus opresiones. Aprovechándome de aquella soltura que ella experimenta, subo mi mano derecha desde su muslo, delineando por sobre la tela su figura desde su vientre hasta llegar a su busto, el que se erotiza al contacto. Deposito un beso aquel monte que se asoma sugerentemente sin descubrirse del todo, para luego subir a besar sus labios entreabiertos, muerdo el labio inferior antes de regresar al lóbulo de su oreja - Quiero seas mi mujer- afirmo sin dejar de acariciar su contorno, aumentando la temperatura femenina, con caricias insinuantes que lentamente la desnudan. Al llegar su busto corro levemente la bata para dejar la piel al descubierto, así con total libertad a rozar con mi pulgar su pezón. Su cuerpo se retuerce para mi deleite, me encandilo de su sensual inocencia, con sus movimientos inexpertos y ansiosos.

Rio antes de mirar su rostro, sus ojos cargados de deseo y su labio inferior enrojecido de tano morderlo - Tu aroma despierta al cazador- bromeo pegándome a su cuerpo para que reconozca su efecto en mi - Tu piel al tacto exquisita, tus labios un manjar.- beso su barbilla y luego tomo su rostro con mi mano derecha, para sostener la mirada con complicidad e insistencia - Atrevimiento sería que no te dejes llevar por lo que sientes - le miro con deseo desbordante - Atrevimiento cara mia, es que no disfrutes - tomo su rostro entre mis manos para besarla, un beso profundo e insistente, cargado de mi propio deseo, invado cada centímetro de su boca hasta el aliento nos hace falta, hasta que ella jadea y deja que sus mano se liberen. Así bajo mis manos de sus mejillas po su cuello hasta sus hombros, quitando la bata poco a poco, todo al tiempo de ella, el tiempo que ella necesite para entregarse.

respirar las alturas
desde tus labios
encender y sentir
el placer de verte amanecer
ojos del silencio
siento tu reflejo
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Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi) Empty Re: Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi)

Mensaje por Tamina Juliet Borgia Dom Feb 26, 2012 8:30 pm

I do swear that I'll aways be there.
I'd give anything and everything and I will always care.
Through weakness and strength,
happiness and sorrow,
for better or worse,
I will love you with every beat of my heart.


Cada roce la hace consciente del cariño que le tiene Lorenzo, de la hermosura de los sentimientos del hombre que con esos gruesos labios hacen caminos de fuego en su piel, aspira profundo intentando aferrarse a la conciencia, pero su mente está siendo dominada por su corazón que galopa con fuerza, emocionado hasta la última gota de sangre que bombea apasionado, la piel le hormiguea ahí donde sus manos acarician su cintura, su contorno. Rastros de células rojas se muestran en sus mejillas, en su piel que lento, pero con decisión le permite ver al varón cuánto tramo va ganando.

Se asombra al sentir cómo esos labios vagan desde el lóbulo por su cuello acelerando su respiración y el ritmo cardiaco se une a esta avalancha de sensaciones embelesadas que nunca ha experimentado antes, pero no por ello son insípidas; todo lo contrario, porque alguna vez en su juvenil mente tras conocerlo hace tantos años; durante el instante que antecede al sueño y en un lecho parecido al que ahora ocupa, pensó en él; en esos ojos con un iris de azul tan claro que se hicieron de su amor, en esas cejas pobladas que enmarcaban sus orbes... esa nariz recta, aristocrática que le da ese aire tan varonil y sus labios...

Alguna vez suspiró pensando cómo se sentirían esos pliegues de su boca contra los suyos, pasando por ellos la yema de sus propios dedos imaginando que eran los de Lorenzo, estremeciéndose de anhelo por oler su aroma, por observar esa coleta entre sus manos deshaciéndose liberando los cabellos masculinos. Hoy puede sentirlo por completo, sus labios contra los suyos, su cabello acariciando su rostro, esconder su nariz bajo la oreja del varón, ahí donde el humor y la concentración de células sudoríparas apocrinas producen un olor que a ella, como cambiaformas y debido a su sentido del olfato más desarrollado, incita con violencia pues las feromonas exudadas por el varón son mejor atrapadas y captadas produciendo reacciones químicas en cadena en el interior de su cuerpo.

Los dientes castañean cuando el blanco de su amor baja con besos que sólo la hacen reír de nerviosismo, entre ronroneos y jadeos mientras él explora el valle de sus senos, esa fina línea que recorre y separa ambos montículos que siente cada vez más pesados, más duros, más ansiosos por sentir sus besos que reconoce desea, pero al mismo tiempo le da... ¿Pena, timidez, vergüenza? En parte por no gustarle, insegura por primera vez en su vida de desnudarse ante la persona que más le importa en sus 27 años y fracción. La franca visión del cuerpo femenino libre de toda prenda no es lo que la mantiene insegura, si no el que a él no le agrade, que la rechace, que encuentre algún defecto...

Parece que él detecta su nerviosismo porque su mano vaga por el muslo femenino hasta deslizarlo por sobre la venda que aún cubre su vientre hasta llegar al objeto de la ansiedad, sus labios besan la piel redondeada y firme, dura, mientras ella jadea mordiéndose el labio inferior de nuevo a pesar de que ya está hinchado por realizar varias veces la misma acción. Se descubre ansiosa porque vuelva a hacerlo, pero pronto se olvida de ello al besar sus labios, sus lenguas encontrándose, sus manos acariciando los cabellos masculinos, separándolos de su faz mientras una mano va a por su nuca deslizando las uñas con el único afán de darle tanto como ella recibe. Porque sea tan especial como ya lo es para sí.


- Quiero seas mi mujer...

Cuatro palabras no pueden englobar lo que siento cuando las escucho, ¿Cuántos años no me obligué a olvidarlo? ¿Cuántas veces le huí al verlo en los pasillos para que mi corazón no se destrozara y él viera los pedazos en el suelo? O peor, me alejaba para no quedarme estúpida mirándole con esa expresión arrobada que tantas veces descubrí en rostros de varias féminas de la Inquisición. No quería ser despreciada por mi condición de cambiaformas, rogaba porque se alejara de mí cada vez que me buscaba. Aquélla vez que choqué con él. En el jardín cuando gritó mi nombre para darme alcance. En la banca pidiendo llevarme con él. En mi despacho besándome sin darme tregua. Todos esos momentos los atesoraré en mi mente, en mi corazón. Aún ahora, cuando me rescató, cuando me reprendió... No importa el sufrimiento que pasé cada vez pensándole tan lejos de mí. Si ahora me llevan al infierno, que sea porque sé que aún falta para que mi felicidad sea completa, lo que ahora poseo me permitirá sentirme exultante durante eones.

Mi felicidad no cabe en mi corazón ni en mi alma, por eso me es tan difícil decir nada. Me conformo con mirarlo intenso, mordiéndome de nuevo el labio inferior en tanto su galanura descoloca mi corazón haciéndome reír de felicidad, rompiendo en algún momento uno de los cables que conectan mi mente a mi cuerpo en el instante que una de sus manos roza con firmeza una de las cumbres de mis senos, no sabía cuán sensibles eran aunque reconozco que no es porque no los tocara antes, si no por el hecho de que él lo hace. Me retuerzo impaciente, ansiosa, para mirarle y sonreír ante sus bromas, me encanta, me encandila y sus roces contra mi cuerpo son justamente lo que necesito para olvidarme de mis tabúes, de mis pensamientos infantiles de llegar virgen al matrimonio. Qué importa eso, si Dios en el cielo no nos castigaría por hacer de éste, un acto de amor.

Porque lo es, le amo tanto que mi corazón explotará en algún momento a su lado, adoro su risa, sus ojos brillantes, sus labios contra los míos, sus caricias buscando mi cuerpo, su piel contra mis dedos... su peso sobre el mío, sus caderas presionando a su par haciéndome consciente de lo que alguna vez una cortesana alabara de un varón. No importa cuánto hubiera sentido ella, nada se comparará con lo que yo siento ahora con mi futuro marido. El hombre al que me entregaré sin dudar, a quien otorgaré mi virtud confiada hasta la médula en que él es el único que puede tenerla.

- ¿No disfrutar? - susurro entre sus labios que me embelesan - ebria de placer me tienes, carissimo, no puedo pensar más que en tí, no quiero que nadie esté en mi mente, en mi alma, en mi corazón si no eres tú... ansío que me hagas tan tuya que no pueda reconocerme si no es como tu complemento, como tu señora y esposa... como la madre de tus hijos - sí, quiero tener a ese niño que vi entre sueños durante mi delirio mientras estaba a las puertas de la muerte.

- Lorenzo, mio Lorenzo...

Sus caricias continúan por su cuerpo, Juliet sólo puede atinar a gemir sonrojada como nunca porque lo desea, tanto tiempo esperándole, ansiándole, soñándole... amándole... que este momento único es tan anhelado como apreciado por ella. La prenda va desprendiéndose de sus hombros, acariciando sus clavículas con sensual movimiento; sonríe sin pararlo, sin detenerlo al tiempo que la prenda va bajando y ella lame sus labios ahora nerviosa, jalando aire con fuerza. Es valiente, la misma bata bajando impide que sus manos cubran su cuerpo, le tiemblan los labios al instante en que la tela acaricia sus pezones dejándolos a la intemperie, al acceso de la intensa mirada masculina que la examina.

Baja más, hasta que libera sus manos que impulsivamente cubren su tórax impidiendo la visión de su desnudez ganando el pudor al deseo, notándosele en el rubor que adorna todo su cuerpo, aunque intenta sonreír con nerviosismo para que él no piense que hizo mal mientras la tela se queda enredada en sus caderas, aún cubierto el vientre y éstas mismas por las vendas. Traga saliva abriendo la boca queriendo decir algo, pero es inútil. Se reconoce anhelante de él, de sus caricias y besos, pero impotente por las sensaciones que de pronto le han vencido. Aunque jala aire con fuerza obligándose a llevar las manos al rostro masculino, dirigiéndolo al propio para besarlo con esos labios temblorosos. Aunque su sabor, la misma sensación del roce, su aroma la hacen gemir.

El cuerpo del Inquisidor se postra contra el femenino haciéndola ronronear al sentir por vez primera la sensualidad de su piel acariciando la propia, de sus músculos sensibilizando de forma imposible sus pezones, una sensación de hormigueo que se extiende por todo su ser hasta la parte más íntima de su anatomía obligándola a cerrar los ojos para disfrutarla, para mantenerla en el cofre de sus recuerdos más apreciados. Sus manos recorren el contorno masculino para acariciar la cintura en tanto busca el sabor de su piel, besando la clavícula derecha de Lorenzo, lamiéndola antes de atreverse a dar un pequeño mordisco succionando esa porción de su amado hasta hacerle una marca inmersa en la pasión sin proponérselo, sólo siguiendo sus impulsos. Se aprieta contra su cuerpo, sus caderas incitan las masculinas en pequeños movimientos donde presiona y aleja la piel, un gemido suave, un ronroneo incitante y busca sus labios besándolo y dejándose besar mientras la tela va resbalando por sus caderas, demostrando que bajo ella la joven no tiene absolutamente nada más.


From this moment life has begun
From this moment you are the one
Right beside you is where I belong
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Tamina Juliet Borgia
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Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi) Empty Re: Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi)

Mensaje por Lorenzo Lombardi Dom Mar 11, 2012 8:30 pm

Es curioso el modo en que todo dio un vuelco desde el momento que la encontré aquella noche en los jardines del vaticano hasta hoy, de aquello no ha transcurrido más de una semana, tiempo demasiado valioso para mí y que sin duda ella aprecia aun más que yo. Juliet, es una joven hermosa con rasgos que es difícil pasar por alto y no anhelar, pero más allá de lo visible es la mujer que necesito en mi vida, no solo por ser hermosa, sino también por todo aquello que hay en su vida, esa ferviente capacidad de lucha por un ideal, sus movimientos protectores que jamás dejan de ser femeninos, esa sonrisa que parece iluminar la habitación. Recuerdo la vez que nos conocimos, ella iba del brazo de Alejandro Borgia II, sus ojos brillaron de un modo que no pude pasar por alto, aun cuando ella bajo la mirada, sus cabellos castaños moviéndose con gracilidad al viento y esa actitud en apariencia sumisa todo lo contrario a la realidad, esa manera de desafiar a la misma muerte si fuese necesario… todo menos a su padre. Su mirada es todo un misterio que me dejo intrigado desde que me cruce con ellos por vez primera cuando está en misión, al borde de matar un sobrenatural, esos ojos que pueden ser tan gélidos y cortantes como el metal, y a su vez tan cálidos y acogedores como un abrazo.

No puedo negar que siempre la encontré atractiva, aun estando casado, como me permití elogiar a otras damas después de mis primeras nupcias. Pero no fue solo la primera impresión la que encandilo, fueron los siguientes encuentros en reuniones de Lideres, el modo en que ella expone ante cazadores mucho mayores que ella, como planea sus excursiones espionaje, aquello que en su miento catalogue de admiración profesional, las ultimas semanas se desclasifico para entrar en una nueva categoría. Desde que me permití verla de un modo diferente, comprendí que ella es un todo perfecto ideal para mí, la mujer con quien deseo forjar un futuro, y si, como ella dice tener un primogénito un heredero a quien enseñarle todo aquello que hemos aprendido, quien continúe con el apellido Lombardi en la inquisición. Soy un hombre de tradiciones y principios, aun cuando al elegir a una cambiaformas atento a una parte de estos, al saber que es amor y ella una inquisidora se que subsano aquel antecedente que mancha un expediente impecable.

Rio al pensar aquello, en el momento que nuestros cuerpos se provocan con insinuaciones y caricias, confirmando que la deseo de tantos modos que no cabe en palabras ni en explicaciones, solo en hechos. Solo puedo comparar aquella ansiedad con dos hechos de mi vida, la adrenalina y expectativa de mi primera cacería junto al dulzor del triunfo y aquella primera cosecha de vino que se me permitió liderar a mí, una sepa aun admirada por quienes tuvieron el placer de probarla, la gratificación de concretar un ciclo perfecto… Eso es lo que ansío tener con Juliet, una vida, un ciclo perfecto de creación y amor.

Me embriago del aroma de su piel, como si me reparase a catar un nuevo vino, uno por el cual apuesto todo por todo, desde mi vida hasta mi muerte, mi alma inclusive. Aspiro entre jadeos contra su piel, en el espacio que deja entre su cuello y hombre, dejando que ella exprese lo que siente, lo desea. No me detengo en mi afán de incitarla, pues bien se que para preparar un buen vino se requiere de prestar atención a los detalles, a la textura de la fruta, a las cavas, a la madera y los aromas con que se prepara… incluso las emociones. Ahora mismo que la tengo pegada a mí, en un juego de seducción desconocido para su virtud intacta, intento que ningún detalle quede sin atar, que ella se impregne esas aparentes banalidades, que en realidad son sellos únicos del momento, aquellos que espero se graben en su memoria. Cada palabra de ella es perfección, su movimientos inexpertos son el dulzor de la fruto que es arrancada en el momento apropiado del árbol, ni antes ni después, su delicadeza aquello que me recuerda que fue criada entre rosales cargados de espinas para protegerla y mantenerla en cautiverio.

Bajo la bata liberando sus brazos, su torso, esos pechos que me apetecen nos solo acariciar, sino besar y beber de ellos, contemplarlos moviéndose al ritmo de sus jadeos… eso hago los contemplo perfectos por unos segundos cuando ella se cubre en un gesto enternecedor, pudor, cohibida y nerviosa. Rio cuando con temor me atrae para besarla, respondo a esos besos con la calma de un amante que no desea perder detalle, que ella no se pierda de ninguna nueva sensación. Sus pezones erotizados contra mi tórax, roces que roban jadeos compartidos, deseos comunes… urgencias que ella misma expresa con caricias más atrevidas, sus manos por mi espalda, sus labios y… esas caderas pegándose a mí con un roce fascinante. Me encuentro extasiado con ella, con sus gemidos que más parecen ronroneos, con el modo en que se mueve su cuerpo liberándose de la tela por sii solo, mientras me apodero con su boca jugando con su lengua, invadiendo cada centímetro hasta que perdemos el aliento, momento que me tomo para morder el lóbulo de su oreja, jalar de él, robando movimientos felinos de ella. Llego hasta su hombro donde muerdo, dejando una marca intencional, en respuesta a la que ella dejase antes.

Pruebo esos labios enrojecidos, un roce fugaz acompañado de un jadeo, abandono rápidamente su boca para ir por una nueva presa… Esos montes que ella insiste en ocultar, los acaricio con solo mi aliento, un roce ligero que la eriza, luego voy con besos y lamidas… Si, ella es una fruta deliciosa, que se saboreo con calma antes de beber, esos senos que bailan al ritmo de la pasión y frenesí, los gemidos. Procuro no descuidar el resto de ella, mis manos se encargan de esas piernas contorneadas y gráciles, acariciando incansablemente desde sus caderas para bajar por muslos y pantorrilla, concluyendo en sus tobillos y volver a empezar. Es un baile que no se detiene que solo cambia el compás. Es un baile que me recuerda la elegancia del vino al chocar contra el cristal, dejando un espeso rastro, ondeando hasta que el aroma embriaga a quien este cerca…

Sus gemidos se comparan con el tintinear del cristal, excitantes, tanto más que sus movimientos, es tan maravilloso e hipnótico saberla as, entregada a la pasión aun momento que debe ser único para ella…para mí…. Para ambos… Subo nuevamente a su cuello, respondiendo al llamado de su labios, pero ates de atenderlos rio con voz ronca contra su oído al escucharla jadear mi nombre cuando rasgo las vendas de su vientre, se que ya no hay herida, no se ha quejado de ella y por el tiempo transcurrido debió sanar. Así, cuando la tengo desnuda me separo de ella, para mirarla toda, su piel enrojecida, sudorosa y cálida - No hay belleza que se comparé a ti- afirmo antes que ella intente cubrirse y junte sus piernas acongojada, con el rubor anidado en su rostro, con los labios entre abiertos y sus manos en sus pechos.

La dejo unos segundos antes de tomar ambas manos y besar sus palmas, sus nudillos, besos calmos que solo buscan relajarla y hacerla disfrutar en plenitud, sin el temor a lo desconocido, mis labios bajan desde sus palmas hasta sus muñecas donde me delito con el aroma del perfume natural de su piel. Mis manos curiosas se dedican a recorrer, a acariciar, una de mis manos baja desde su muslo a sus tobillos, repitiendo en gesto en ambos sentidos, marcando un nuevo camino de erotismo, hasta que se enrosca en mi, atrayéndome, la posición perfecta para que sienta que no es la única anhelante. Me divierto en ver como sus manos se liberar de mis besos para ir en pos de nuevas excursiones lideradas por ella y sus propios deseos. Fue ese movimiento el que me da ventaja de besar sus pechos haciendo que todo su ser tiemble y sus caderas se inquieten.

Regreso a su labios entreabiertos, para acallar sus gemidos con besos insistentes, mordiendo su labio inferior al tiempo que mis manos detiene el vaivén de sus caderas implorantes por mas, se lo que quieren, lo mismo que ansío yo, la unión perfecta de dos seres que se buscan hasta encontrarse para convertirse en uno - Tu pones el ritmo Juliet- informo mientras me acomodo sobre su cuerpo, solo para sienta el efecto de ella en mí, la evidente necesidad de ella que tiene mi ser, y aunque puede ser tan solo un acto físico a ojos de muchos… Para mí es un acto de amor, el modo en que nos demostramos mutuamente aquel sentimiento subvalorado, no se trata tan solo de procrear, sino de caricias cargadas de un amor incomprensible a la racionalidad.

Prolongo cuanto ella pide el momento, demoro la unión con intención, para que ella no pierda ningún detalle. Me gusta sentir como ella misma se sorprende por el modo en que su cuerpo reacciona, ese carmín en sus mejillas cada vez que descubre bajo mis manos un nuevo punto de placer. Me complazco en disfrutar sus temblores, el modo en que su cuerpo se arquea en lo que es la antesala de una pasión que nos consumirá antes de tocar el cielo, pues se que beber de sus labios es el camino a mi paraíso personal…. Aunque… no faltara el incauto que dirá que este es el acto que condenará a mi alma a consumirse en el infierno, entre ellos, quien sabe tal vez el mismo Alejandro Borgia.


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Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi) Empty Re: Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi)

Mensaje por Tamina Juliet Borgia Dom Abr 01, 2012 3:11 pm

Te amo demasiado,
tanto que te entrego no sólo mi ser,
sino también mi alma y mi corazón, pero...
no me pidas que cambie mi mente,
esa tiene vida y sus propios objetivos.



Cada caricia estaba pensada para romper su mente, olvidarse de sus tapujos, de sus miedos y tabúes. Lento iba su cuerpo adaptándose al masculino como si fuera ésta la única misión más importante de toda su vida, por la que se preparó desde aquélla primera vez que lo viera en su terruño, al lado ella de su padre y admirando sus ojos azules que desde ese día le robaron el corazón y la razón. ¿Cuántas noches tras esa presentación no se encontró deseando que él estuviera a su lado? Su corazón juvenil en demasiadas ocasiones abrazó su almohada pensando que era él, que estaba arropándola entre sus fuertes brazos, en su mente él la sonreía, mirándola con esos ojos tan maravillosos, ¿Cuántas veces no besó su almohada pensando que era él?

Aún sabiendo la verdad: que estaba casado... que era inalcanzable... El amor que tenía hacia él estaba destinado a no tener un futuro en el que, cual cliché, el "felices para siempre" fuera la guinda que decorara el pastel. No existía algo que pudiera hacerle llegar hasta él, acariciarle, sentir su calor en las manos, su aliento en la boca, su olor en la nariz.
¿Cuántos días tras reencontrárselo en la Inquisición él ya viudo, no volvió a hacerlo...? ¿A abrazar de nuevo sus almohadas y cual jovencita, besarlas esperando que fuera ese lienzo los labios masculinos?

Lorenzo Lombardi, tan lejano y ahora... Los ojos se abrieron cuando él besó su lóbulo, bajando hasta el hombro, sentía el delicioso peso de su cuerpo, su calor y su piel contra la suya, del roce de la tela que abandonó por completo su ser quedándose en las piernas y que pronto, con un movimiento rápido terminaba a sus pies. Sólo cubierta por las vendas correspondió el beso del hombre que tanto amaba porque por fin eran sus labios y no una tela de almohada, era su piel y no la cubierta de plumas lo que rodeaba entre gemidos suaves, incitando al varón a hacerla suya, a tenerla entre sus brazos... lo adoraba, lo amaba como a nadie... era el más exquisito néctar el de sus labios que ahora mismo probaba y se deleitaba en él, sintiendo la excitación crecer y hacerse cuasi imposible...

El abandono fue momentáneo, su renegar acallado por la acción del Inquisidor de tomar con su boca y saboreándola con la lengua sus senos que antes habían recibido sus atenciones, pero nunca como ahora: desnudos. Su piel contra la suya, los pliegues de su boca contra sus pezones haciéndole gemir alto arqueándose contra él, anhelante de más y enredando los dedos en su cabello ansiando que no se separara jamás de ella, que continuara con sus embites y caricias preparándola para la unión final. Sus mejillas se sonrojaban de forma pudorosa y ansiosa, las manos erotizaban mil veces más sus piernas, haciéndola consciente de los callos de sus manos, las de un guerrero. Las de un soldado acostumbrado a lidiar con entes malévolos carentes de sentimientos.

Y en contraste, siendo tan suaves y dulces, apasionadas contra la piel de sus piernas que la llevaban a otro nivel de erotismo. Adoraba a Lorenzo, era un hombre tan maravilloso, tierno, atento, firme, fiel seguidor de sus creencias. Alguien en quien confiar. Lo amaba y amaría a través del tiempo. No importaba si no estaba con ella Juliet siempre cuidaría su lugar en su corazón. Aunque ese pensamiento del hombre cuidadoso de las formas y entregado se trastocó cuando las manos masculinas sujetaron firmemente sus vendas y las rasgaron haciéndola consciente de la fuerza del Líder de la Facción de los Soldados. No por nada él era uno de los grandes de la Inquisición.

- ¡Lorenzo! - tragó saliva sorprendida, temerosa en cierta forma. Consciente entonces de que un paso en falso con él podría ser el final de su vida. Le temblaron los labios por esa idea, antes de que él se separara un tanto de ella para admirarla. Sus palabras causaron un efecto contrario porque en lugar de halagarla, Juliet se sintió apenada y desprovista de su coraza. Le entregaba tanto y al mismo tiempo sabía que un error sería seguramente lo más aterrador de su vida. No sólo porque él la perseguiría si no porque ella... Sus manos cubrieron su cuerpo pudorosa y al mismo tiempo, temerosa. Durante tanto tiempo rehuyéndole, jamás pensó en que él pudiera hacerle daño, pero ahora que veía su fuerza, que era consciente de ella...

Se reconoció aterrada con el futuro que se avecinaba: se casarían, pero ¿Le tendría confianza si fuera acusada por alguien con mayor peso moral que el de una Cambiaformas? La devoción con que tomó sus manos besando sus nudillos podría darle la respuesta, pero en el fondo de su corazón Juliet lo sabía: su condición de Condenada afectaría tarde que temprano el amor que él le tenía. Un día, Lorenzo se opondría a ella. Un día... Lorenzo la cazaría... y Juliet estaría impotente por la situación, porque jamás podría hacerle daño. Le temblaron los labios y él quizá pensó que era por la excitación. ¿Importaba acaso ahora mismo? ¿Que él pudiera sentirse traicionado? Quizá ahora mismo él tuviera sus dudas. No importaba si Juliet daría su vida por él... para él... en sus manos la pondría para que él hiciera lo que quisiera, pero en su momento, ¿Él lo entendería?

Había pedido tan sólo estar con él un tiempo, el suficiente... después, que el infierno se la llevase. Sus caricias la hicieron cerrar los ojos jadeando, antes de buscar rodear su cintura cubierta por el pantalón del pijama para acercarlo a sí. Disfrutaría de este momento, le regalaría su corazón, le dejaría entrar donde su amor estaba instalado. Sus manos escaparon del agarre masculino, para recorrer su rostro admirándolo, sus hombros, su pecho, su contorno hasta llegar a la cintura y luego, apretó los dientes al tiempo que él erotizaba sus senos de nuevo. Atesoraría estos recuerdos para cuando él no estuviera a su lado.

Porque lo sabía, aún cuando todo saliera bien y él no quisiera cazarla ella no moriría con él cuando la avanzada edad del Inquisidor lo entregara. Su maldición de cambiaformas la hacía vivir más tiempo que Lorenzo y cuando él falleciera, ella tendría aún mucho tiempo por delante para estar sin él. Por donde lo viera, siempre Juliet perdería a su lado. Caderas inquietas, gemidos que fueron subiendo de tono conforme él la preparaba para el culmen del acto de amor. No era sólo sexo para ellos, era un amor que jamás terminaría para la cambiaformas. Había cuidado tanto ese sentimiento desde joven, que ahora era imposible pensar que se iría por más que él quisiera o buscara hacerle daño. Preferiría morir ahora que conocía lo que era estar entre sus brazos. No sabría vivir ya sin él.

Sus besos en los suyos apagando los gemidos que aún su cuerpo emanó ignorante de una mente que intenta darle sentido a este sacrificio. Uno que ella hacía gustosa, anhelante y deseándolo con todo su corazón, aunque la mente siempre buscara la sobrevivencia. El mordisco en sus labios la hizo jadear y gemir de nuevo, acariciando la espalda y dejando algunos pequeños rastros de sus uñas en la piel masculina. No encontraría jamás un hombre como él ni aunque lo buscara toda su vida. Era perfecto para ella, durante el tiempo que no cometiera un desliz.

Era raro el amor que sentía por él... pero lo sentía con todo su ser, eso ni su mente podía acallarlo.

Su cuerpo contra el suyo, sus palabras atentas, amables como él era, como siempre se comportó. Juliet no podría jamás amar a alguien como lo amaba a él. Jamás alguien podría comparársele. ¿Que sufrirá luego? No importaba. ¿Que sería cazada por él? Se lo dejaría fácil: no huiría. Mil veces mejor morir entre sus manos que en los de otro cazador o inquisidor. ¿Que si sería feliz el tiempo que lo tuviera para sí? Sí, la más feliz de todas. Con sólo tener a su hijo en su vientre lo sería. Con sólo tenerlo así, entre sus brazos... que la hiciera suya, que le hiciera el amor de esta manera. Su amor había nacido aquélla mañana cuando sus ojos se miraron mutuamente. Daría todo por él y como tal, le entregaría todo.

Sus manos se movieron con voluntad propia, mientras sus ojos vulnerables se clavaban en los masculinos. Él podría pensar que era producto del miedo de su unión lo cual tenía cierta pizca de motivo, pero los juicios eran diametralmente opuestos. Él pensaría que la razón estribaba en lo desconocido, en adentrarse en un acto que para muchos era pecado. Para ella, se encontraba en el hecho de que una vez suya, lo demás no tendría marcha atrás. Sería incapaz de estar en otro lugar alejada de él, entre otros brazos porque su amor tendría su fruto. Estaba segura de ello. Despacio, pero sin pausa, sus manos fueron desprendiéndole de la única prenda que los alejaba, con una sonrisa trémula entre los labios, antes de que tragara saliva al sentirlo en toda su magnificencia contra su piel...

Sus manos se encargaron de irlo desprendiendo de ese pedazo de tela que los alejaba para luego, cuando la dejó entre las rodillas del inquisidor, rodear la cintura con sus piernas pegándose a él, ronroneando ante las sensaciones que le cegaban la mente, incitándole a tomarla con los ojos fijos en los suyos. Se sentía preparada para aceptar a Lorenzo en su vida por completo y con todo lo que conllevaba, así fuera su propia sentencia de muerte, su verdugo personal. Aquél que no la dejaría ni a sol ni a sombra, persiguiéndola en todo instante cuando cometiera el error que él juzgara imperdonable. Le sonrió débilmente tomando su rostro con sus manos antes de besarlo con todo el amor y los sentimientos tan poderosos que sentía. Porque pocos eran los que aceptaban que ante ellos tienen la muerte y aún así la abrazaban como ella hacía con Lorenzo.

- Te amo, Lorenzo Lombardi - sus ojos sonrieron débilmente porque no podía pedir mejor sentencia que él que ante todo era honorable, que no era como los demás que sólo buscaba la venganza. Estaba segura que incluso Karl había tenido una muerte digna. Si tenía que morir en manos de un cazador, no encontraba alguien mejor que él - pase lo que pase, jamás dejaré de amarte y pagaré con mi sangre los errores que cometa en nombre de ese amor, siempre recuérdalo... - su cuerpo se acoplaba al masculino, sus caderas buscaban sus compañeras y sus piernas se colocaron para aceptarle dentro, para que la marcara con fuego. Entregándole su virtud, su cuerpo, su alma, su futuro, su vida. ¿Qué importaba si sólo permanecían un poco de tiempo si tenía el suficiente para dar a luz a su pequeño? Daba igual todo, con tal de sentirlo crecer en su seno y ver a Lorenzo orgulloso por ello. Un niño no tendría la culpa de los actos de su madre y sabía que su amado jamás lo culparía. Sería incapaz de un acto tan vil.

Por lo que se podía sentir segura. Tenía sólo que cuidar los pasos hasta que tuviera entre sus brazos al pequeño que llevaría, estaba segura, los ojos de su amado, su sonrisa y su porte... luego de ello, si él quería matarla por seguir sus ideales, que lo hiciera. No permitiría que Alejandro II lograra sus anhelos, se había jurado evitarlo por todos los medios. Si Lorenzo le ayudaba, bien, pero si no... Suspiró cuando
besó sus labios incitándole a la unión, una que llevaría en su mente marcada con un hierro ardiente y sangre al tiempo que un par de lágrimas escapaban mientras sus labios se deleitaban en el delicioso sabor de la perdición.



Una perdición que sabía a vino tinto, que tenía el cuerpo que embriagaba sus sentidos y el bouquet que enloquecía su mente, apoderándose de su corazón...
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Tamina Juliet Borgia
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Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi) Empty Re: Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi)

Mensaje por Lorenzo Lombardi Jue Mayo 10, 2012 9:01 pm




En aquel momento pocas cosas importaban realmente, aparte del hecho que Juliet es la mujer que por años espere tener en mi vida, cuya espera podría asegurar valía mil años a cambio de un solo beso y sin medir las consecuencias de aquello. Como cazador no puedo negar que he conocido a demasiadas hembras sobrenaturales, entre ellas más de alguna considere atractiva, pero no lo suficiente para dejar de cazarlas y olvidar mi deber. Incuso en la facción de condenados no falto el filtreo casual, pero siempre me debatía que haría en caso que alguna de ellas traicionase a la santísima inquisición, la respuesta fue la misma, darle muerte por alta traición. He allí la contrariedad de todo, nunca estuve de acuerdo con la existencia de la facción de condenados, por considerarlo una abominación a la causa, un riesgo innecesario.

Fe

no es cerrar los ojos y a creer
como oveja en su prisión
creo en mi propio error


Ahora que se que una de las cazadoras a quien más admiro por su trabajo como espía, con gran numero de misiones exitosas y con ello una seguidilla de sobrenaturales muertos bajo su mano, es una condenada, mi imagen sobre aquella facción ha cambiado. Juliet Borgia, es una cambiaformas excepcional, en demasiados sentidos, de quien puedo esperar innumerables y gratas sorpresas, atributos que se ven resaltados por esa belleza elegante que oculta la experticia de la cazadora. Incluso ahora, a pocas horas de conocer la verdad sobre ella, su condición, no pongo en duda el sentimiento que ella despertase en mi. Uno que me llevo a dudar cuando apenas había contraído mis primeras nupcias, uno que a pesar de los años transcurridos, no ha disminuido, sino aumentado pasando de ser una simple atracción a convertirse en admiración y ahora un amor que puede transgredir mis creencias más profundas.

Oh Fe

viento sopla fuerte en tu piel
de ellos me sostendré
creo en mi propio error


Ahora que nos hemos despojado de las escasas telas que aun impedían un contacto más intimo, la suavidad de la piel femenina me embelesa mientras la acaricio y recorro con calma, intentando no intimidarla, que se sienta segura a pesar de su inexperiencia. Así, mis manos bajan desde sus hombros por su espalda arqueada, delineando las curvas femeninas que se erizan al tiempo que sus mejillas se sonrojas y sus labios se entreabren para m complacencia, me deleito observando esas sutiles reacciones una que grabo en mi memoria como el primer encuentro. Sus pezones firmes, erotizados e insinuantes, son besados con calma por largos minutos, hasta bajar por su abdomen firme, donde esas caderas se inquietan insinuantes para que su contraparte haga lo que espera,

Oh Fe

córtate las alas y a correr
nada te va a detener
no no no ohh


Me detengo allí, para regresar ante ella, para ver esos azules ojos, hipnotizantes, tal cual felino que es. Me quedo allí mirándola, leyendo en silencio su rostro, sin llegar a a encontrar una respuesta al crucigrama de su mirada, pero convencido que ella teme, seguro de la contrariedad de la cambiaformas, se que debo hacerla sentir segura. Extiendo mi mano derecha, pausadamente recorro su mejilla sonrojada y finalmente como si pronunciase una promesa, o los mismo votos matrimoniales que prontamente elevare ante Dios para sacramentar nuestra unión asevero - Ante Dios y ante los hombres, Juliet Borgia, eres mi mujer. Esa es y será siempre mi voluntad. De ante mano, perdono cualquier error futuro y borro cualquier error pasado - dicha mi promesa me inclino para respirar su aliento, sus labios contra los míos. Rio antes de besar lentamente esos labios carmín, sellando una promesa que desconozco sus reales alcances, pero que cumpliré hasta donde la cordura me lo permita, hasta ese frágil punto donde mi fe aun es un muro a esquivar y mis convicciones relativas a la inquisición y la idoneidad de sus objetivos, sigue siendo una seguidilla de obstáculos.

Fe

No es ver el camino y seguir
como oveja en su ceguez
cree en tu propio error


Cuando parte de ella se relaja, dejando a un lado las preocupaciones racionales y da paso a una estado mas mundano, pero no por ello pecaminoso. Es tan solo el deseo de dos personas que han jurado amarse, no solo una noche, sino las veladas venideras, ante los ojos de Dios y de los hombres, como compañeros de vida y de muerte, pues si, ser cazador implica mancharse de sangre y porque no, el riesgo de caer en batalla, la sobra de la muerte es el tercero en aquella relación, un tercero que daza cruelmente entre ambos - Ti amo Cara mia - susurro, mientras una de mis manos se aloja tras la nuca femenina y la otra se abre paso hasta el templo que ella es, mi refugio y mi lugar de meditación, eso es esta mujer para mi, un todo de paz y armonía, tanto o más que la fe que he jurado proteger.

Ohh Fe

córtate las alas y correr
nada te va a detener no no no
córtate las alas y correr
nada te va a detener no no no


Con determinación, pero sin dejar de ser delicado me alojo en ella, asegurándome a cada milímetro que ella se encuentre bien, procurando no dañarla y mucho menos asustarla, intento transmitirle la seguridad necesaria mientras la beso, ahogando esos insinuantes gemidos. Mi mano derecha detiene el movimiento de las caderas femeninas con caricias circulares, insinuantes y calmas, es mi pelvis que da el ritmo para ese suave roce que es la antesala al paraíso terrenal. ¿Acaso existe un lugar más cercano al cielo que estar con la persona amada? lo dudo, pues como hombre de fe, he encontrado en los brazos de la mujer amada, tanto o más satisfacción que la oración y el servicio a la santa iglesia.

Si es tu arco iris el que eclipsa al sol

si es tu arco iris el que eclipsa al sol
ohhh feee
dame fe
al final


Mi lengua sigue el mismo camino, adentrándose en esa boca, robando los gemidos de ella, compartiendo mis propios jadeos entre besos y juegos, la risa de ella es equivalente a un canto celestial. Mis dedos enredados en sus cabellos, comienzan a bajar por la espalda femenina, una que se arquea mientras marco un camino personal, un camino erótico que la eriza cuan gato. Los roces íntimos no cesan, pero aun detengo los movimientos de las caderas de ella, unas que lucha por liberarse y dar rienda suelta al deseo. Pero me gusta así, ansiosa, que saboree cada instantes, mientras ella misma deja que sus manos exploren en pos de más piel que recorrer.

Aun cuando el deseo me consume busco el placer de Juliet, su comodidad en nuestro primer encuentro, donde ella es la única que importa. Finalmente mi mano libera las caderas de ellas y explora la tersa piel de sus muslos, embistiendo a un nuevo ritmo, que si bien sigue siendo calmo, se torna mas provocativo y erótico. Aquella mano que antes exploraba la espalda de ella, recorre ahora su costado, contorneando sus curvas, para finalmente acariciar los montes de ellas, su busto, tan perfecto y terso como las cepas de cada nuevo vino de mi cosecha. Ella es mi nueva, y sin duda, mi mejor reserva, esos pezones firmes como el mejor de las uvas, los recorro con el pulgar presionando lento.

Por su parte mis labios ahora se posan entre el cuello de ella y el lóbulo de su oreja, consiguiendo el efecto deseado, que de los labios femeninos brotasen suaves ronroneos de satisfacción - Juliet - susurro para luego besar su hombro, será ella quien lleve el ritmo de la pasión, pues son sus heridas por las que temo, es su bienestar el que guardo.

Oh fe

córtate las alas y correr
nada te va a detener
ohhh feee

Lorenzo Lombardi
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Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi) Empty Re: Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi)

Mensaje por Tamina Juliet Borgia Dom Jun 24, 2012 9:21 am

Y estas ansias de entregarte mi amor,
se han vuelto mi vida y mi obsesión.

Yo Por Tí by Rocio Durcal on Grooveshark

El misterio que era vivir se encontraba en una sola habitación donde los sueños se desataban y la eternidad se alcanzaba en cada beso entregado y que le sensibiliza hasta la fibra más profunda, pequeña, hasta llenarse de una paz y de una tranquilidad que Juliet jamás conoció en toda su existencia más que en estos brazos que la rodeaban y la hacían sentir tan maravillosamente que nada podía estar mal. Sus caricias por sus hombros recorriendo las partes más álgidas en su espalda la provocaban, cada una de ellas mientras él la observaba con esos intensos ojos azules cual cielo sonrojándola, haciéndola desviar la mirada abochornada, tímida aunque un gemido se oyó en la habitación seguido de un jadeo que clamaba por más. Las sensaciones eran adictivas y todo porque él las provocaba en cada roce, le temblaban los labios y gemía de nuevo deseándole, sus manos explorándole la cabeza, cada fibra de ese cabello oscuro mientras él se deleitaba entre sus senos, esas redondeces que se tornaban cada vez más duras, de ese latir acelerado de un corazón que parecía perplejo por las condiciones en que el camino les llevó a estos instantes de pura delicia y placer. Sus labios y lengua sobre las cimas la arqueaban, era inexplicable lo que ahora él le hacía, pero sumamente erótico y sensual. Sentía que la piel le quemaba y le ansiaba ya, dentro... ¿Qué esperaba para completar su unión?

Mientras gimoteaba mitad felicidad, otrora frustración no podía negarle que era único, que se afanaba en hacerla vibrar y disfrutar. Que era uno de pocos que buscaban el placer femenino antes del propio como algunas de las Inquisidoras se quejaban de sus maridos conforme a la época. Hacía poco que las reglas habían cambiado, que las parejas podían tenerse el uno al otro sin que una sábana estuviera entre sus cuerpos. Juliet no sabía qué hubiera pasado si Lorenzo utilizara esa vieja costumbre. De seguro hubiera llorado de impotencia, tantos años deseándole para no poderle acariciar por los designios de una institución corrupta e hipócrita. No, no habría resistido a tanto. Y sus pensamientos se fueron de paseo de nuevo, para gimotear su nombre cuando sus labios bajaron por su abdomen donde aún la herida se observaba, pero más cicatrizada gracias a los remedios administrados a tiempo y la propia habilidad sobrenatural de la cambiaformas. La piel recibía con deleite algunas gotas de sal que la recorrían mudos testigos del calor que hay en esa habitación, del anhelo y deseo provocado, incitado, esperado.

Temido... sí, no podía quitarse esa idea de la mente y cuando él se posó frente a ella para mirarla fijamente sintió que la desnudaba en su totalidad, no referido a la ropa si no a cada capa de la mente y el corazón hasta llegar a su alma. Ahí en lo más profundo y con las más privadas ideas fue donde se quedó Lorenzo, hasta donde logró colarse obligándola a tragar saliva para que sus ojos le expresaran exacto todo lo que sentía a sabiendas que él lo entendería, que era tan bueno en su trabajo que nada se le escaparía de su atenta mirada. Su caricia era una confirmación a eso y sus palabras le desgarraron el corazón dejándolo al descubierto de una forma que la hacía sangrar y al mismo tiempo le daban una esperanza de que al término del camino, todo podría resultar. Quizá pudiera tener un final feliz al lado de su marido, con su pequeño... Se lamió los labios de nuevo previo al ósculo que lento le arrebató sus reservas y el resto de sus miedos. Sí, él no era cualquier hombre. Él no era cualquier Inquisidor. De todos los miembros del Santo Oficio, él sería el único que podría aceptarla a pesar de sus "defectos" como el ser una Condenada. Su risa fue un aliciente más... todo estaba bien, todo iría bien, si es que la propia Juliet dejaba de ocultarle cosas, pero poco a poco lo haría. No le soltaría todo de golpe porque de seguro lo confundiría, pero conforme todo fuera asentándose, lograrían tener una armonía. Quería creer en ello, confiaba en él.

Sostenida por su firme, pero delicada mano por la nuca, tragó saliva para sorprenderse del camino que la otra toma por su figura, se sonrojó para jadear cuando sintió a Lorenzo muy lento haciéndose paso y tomando lo que por derecho era suyo: su virtud. Cada instante era tan delicioso que la obligaba a cerrar los ojos y concentrarse en ello, aunque la incomodidad estaba presente, no lo era tanto como saber que por fin era la mujer del Inquisidor y en ello su padre no podría interferir jamás. Jadeó y un poco de saliva recorrió su garganta hasta deshacer el nudo que formaba, los ojos azules se mostraron para hacerle notar cuánto era lo que sentía, sus piernas temblaban y mucho más su interior que le recibía hasta que una barrera se opuso a esa unión total. Mordiéndose el labio inferior esperó impaciente, mirándole con ciertas reservas ante lo desconocido, pero en lugar de escapar una de sus piernas se enredó en la masculina apreciando el vello que la cubría, en tanto la otra permanecía firme contra la cama dejándole el espacio para maniobrar.

Sus caderas se movían inquietas, pero él se encargó tras darle el más delicioso beso de detenerlas. Sus labios exploraban los femeninos obligándola a olvidarse de la incomodidad para concentrarse en él, en sentirlo antes de que su posesión fuera mucho más profunda, hasta deshacerse, tras un gemido de dolor de la cambiaformas, de la barrera que tanto protegiera de los demás hombres, pero que a él le ofrendaba sin la menor de las dudas. Un dolor que si bien era molesto, no era insoportable. Acostumbrada a heridas mucho más profundas, no emitió más signos de molestia que el anterior; aspiró demasiado para gemir leve al movimiento de esa pelvis que le hacía sentir mortalmente bien para luego reír feliz, era suya ¿Qué podría salir mal? Increíble lo que era la unión con el hombre que amaba, tan deliciosa que pronto empezó a emitir gemidos cortos, a morderse el nudillo del dedo índice para aferrarse a la realidad, gotas de sudor recorrían el rostro femenino hasta llegar a su cuello y de ahí caer hacia las sábanas...

Él la llamó silenciosamente, con caricias por su espalda que la sensibilizaban más obligándola a arquearse, a ofrendarle sus senos al tiempo que gemía más intenso y sus manos hormigueaban en pos de una piel que no dudó en ofrecerles, palmas recorriendo el tórax masculino hasta la unión de ambos seres que la hizo sonreír de pura felicidad, jadeos incontrolables al tiempo que él mantenía quietas las caderas y ella insistía en moverlas sin resultado alguno. Cuando quería, Lorenzo le demostraba que era más fuerte que ella a pesar de su entrenamiento. Sus ojos le rogaron en silencio por una satisfacción mayor, su propio cuerpo lo pedía inquieto, insistente, un jadeo intenso se escuchó en la habitación cuando ella llevó sus manos a sus senos para acariciarlos con la necesidad que sus deseos le incitaban. Justo fue cuando él le permitió una libertad mayor, entre roces en sus muslos y un vaivén que se incrementó para el deleite de la joven que se arqueó ansiosa y expectante. Sus manos son remplazadas por las masculinas que la hicieron emitir un gritito de ansiedad y excitación. Expertas, sabias, tocaban donde Juliet más lo necesitaba, un aliciente más cuando él tomó su cuello y lo besó presionando su cuerpo contra el suyo. Juliet se arqueó para acariciar sus cimas contra el vello del pecho de su futuro marido, sintiendo tal satisfacción aunada al roce en su lóbulo que ronroneó una y otra vez. La gata siendo seducida por la mano del hombre que jamás se atrevería a rasguñar...

- ¡Mio caro! - gimoteó en respuesta a su voz pronunciando su nombre más con el aumento de las sensaciones, de ese movimiento que la enloquecía y se descubría volviéndose adicta a él... la incomodidad se había esfumado quién sabía cuándo, puesto que sólo existía el placer, ese delicioso sentir que la obligaba a no quedarse quieta, ni callada... gemido tras gemido concatenado para llevar las manos, una hacia el tórax masculino para recorrerlo con dedos y uñas, dejando un camino remarcado hasta llegar a su nuca para atraerlo hacia ella, hacia esos labios que le deseaban como nunca, jadeando al sentir su sabor, necesitada de más sus piernas rodearon instintivamente las caderas masculinas en un abrazo trémulo y apasionado, sabiendo que si él paraba moriría en ese mismo momento - Lorenzo... ah... lo siento, siento algo aquí, a punto de... de... oh, ti amo - sus manos estaban en su bajo vientre, mostrándole lo que necesitaba, pero rogando porque no le dejara.

En un movimiento que denotó la fuerza masculina, se vio levantada de la cama, con él hincado en ésta y ella se sostuvo de inmediato de sus hombros pegándose por completo contra su cuerpo arqueando el cuello al sentir cómo la misma gravedad la obligaba a tenerlo más dentro, jadeando por ello y yendo de inmediato a besar el rostro masculino, inquieta colocó las manos en los hombros masculinos para ella misma llevar el ritmo, el vaivén que le alejaba y acercaba en un ritmo que empezó a ser desquiciante y apasionado, sensual hasta el infinito aumentado por las sensaciones de sus pezones bien erotizados por el pecho del hombre del cual no se despegaban con cada sube y baja. Sus labios buscaron sus compañeros mientras que las sensaciones eran cada vez más álgidas... pronto no sentía nada más que las caricias de su amante, de su cuerpo firme, musculado contra el suyo, de su unión que se hacía menos y más profunda de forma alternada y obsesiva. Le amaba. Le adoraba. No había nada mejor que estar entre sus brazos.

- Mio caro... mio amore... ah... ti amo... para siempre - ronroneó contra su oído mientras que sentía su cuerpo disponerse a llevarla a las alturas, con él entre sus brazos, con el arcángel que Dios le envió sólo para ella.
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Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi) Empty Re: Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi)

Mensaje por Lorenzo Lombardi Mar Jul 24, 2012 10:08 pm

Juliet Borgia es por sobre un descubrimiento en mi vida, un placer embriagante aun más adictivo que el mejor de los vinos que se produjese en las viñas Lombardi. Este primer encuentro marca lo que será un futuro cargado de novedades, no solo será comenzar una vida como marido y mujer, sino será lo equivalente a una nueva cepa en la producción de un carmenere en medio de tierras inhóspitas, pero que con los cuidados adecuados será posible sacar lo mejor de ella. Así es este nuevo camino para mi, lejos de mi deber como inquisidor, es algo que me apasiona descubrir, explorar nuevos sabores, nuevas experiencias. Cada centímetro del cuerpo de la inquisidora que revelo entre caricias, es como desgranar un racimo de la más exquisita uva.

Su piel tersa se erotiza a cada movimiento de mis manos, y sus gemidos son la respuesta que esperaba, obtener su propio placer mientras la convierto en mi mujer bajo los ojos de Dios que es nuestro único testigo. Recorro los firmes muslos de ella que se enroscan en mi espalda, mientras mis labios le roban cada aliento y suspiro, tan dulces como se puede esperar de semejante mujer, sus labios tersos son responden al contacto entre risas nerviosas, una alegría compartida junto a la ansiedad de convertir nuestras vidas solitarias, en una sola vida en común. - Hermosa, bella ragazza - susurro antes de morder su mentón y alejarme unos centímetros de ella, deliciosamente ruborizada me incita a llevarla a los limites terrenales de un paraíso personal. Poso mis manos en sus caderas mientras escrudiño su piel sudorosa, sus ojos anhelantes y sus labios enrojecidos, los mismos que en un gesto tal vez inconsciente, se muerde con sensualidad.

En un rápido movimiento tomo su cintura apegándola a mi cuerpo, nuestras respiraciones agitadas se acompasan con una risa melódica que se refleja en los azules ojos de ella, una imagen idílica, sus cabellos cayendo hacia su costado derecho en la misma dirección en que ella ladea su cabeza. Me inclino hasta besar su hombro, su clavícula y finalmente la comisura de sus labios, al tiempo que presiono sus caderas contra mi pelvis, uniendo finalmente nuestros cuerpos en un acto del todo natural, cargado del amor y la pasión que ella provoca en mi. Cuando ella se encuentra del todo acomodada, añado un ritmo aun más íntimo a ese vaivén de sensaciones. Presiono su cadera con mi diestra, obligándola a apegarse contra mí, mientras que mi zurda escala la espalda femenina, marcando el camino del deseo compartido. Mis dedos presionan cada punto erótico de aquella piel sudorosa, obligándola a arquease cada vez un poco más, de mismo modo en que su respiración se acorta.

Gemidos guturales salen de mi garganta mientras rio de complacencia al traerla al límites de la pasión, saboreando su piel besos, lamidas e incluida algunas succiones, que bajan desde su boca hasta en inicio de sus senos, esos pezones firmes que invitan a beber. Como si ella fuese una parra y sus pezones el fruto que pende, uno del cual me alimento y embriago, acelerando el ritmo del cuerpo de ella. Mi joven virginal esposa jadea dejándose llevar a un ritmo enloquecedor, los lindes del deseo son lo mínimo a la cual puedo aspirar cuando sus uñas se clavan en mi espalda y un gemido suplicante acompaña el arqueo de su escultural figura que pide mucho más. Obedezco a las ordenes de su cuerpo, del mío, a nuestros anhelos, imagen idílica se vuelve ella cuando rompe la barrera que la contiene y añade un nuevo frenesís a la danza de nuestros cuerpos.

Finalmente como si la cava que contiene el mejor de los vinos fuese incapaz de sostener el contenido que ella guarda, se rompiese en una explosión de fervor la veo soltarse de de mi y alzar las manos permitiéndome ver la más hermosa creación de Dios, su nombre Juliet Borgia, me largo a reír cuando estoy seguro que ella alcanzo la cima junto a mí. El más perfecto encuentro de dos seres que se aman, la abrazo con ternura cuando veo su cuerpo caer agotado contra el mío - Ti amo cara mía- susurro contra su oído meciéndola entre mis brazos.

Largos minutos me quedo así con ello, exhausto y feliz, completamente complacido por mi reciente e inesperada decisión de seguir a la inquisidora, de conquistarla e incluso de entrometerme en su misión, pues si nada de eso hubiese ocurrido jamás hubiese encontrado la perfección que entre los primero rayos del amanecer he alcanzado con tan especial mujer. Con delicadeza nos dejo caer contra las sabanas, cubriendo nuestros cuerpos aun entrelazados con la que fuese una tela blanca, pero que ahora tiene algunas manchas de sangre, el último rastro de pureza que ella tuviese, aquellas gotas carmín son prueba de nuestra eterna unión ante un Dios omnipresente que nos bendice.

El silencio de aquella habitaciones apenas interrumpido por nuestras respiraciones y algunas risas compartidas entre caricias de dos amantes que se profesan el más puro amor. Solo unos minutos después, cuando ella cae en un aparente letargo hablo contra su oído - Serás la más hermosa y perfecta señora Lombardi - beso su cuello al tiempo que llevo la mano a su vientre - la madre de los más encantadores niños…. De nuestros hijos -

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