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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi)

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Mensaje por Tamina Juliet Borgia Miér Dic 07, 2011 10:58 pm

Recuerdo del primer mensaje :

Viene de aquí



La oscuridad empezaba a caer, al tiempo que Juliet sale lista para perseguir al hombre lobo del que tuvo sospechas en cuanto llegó la primera vez a París. Sin embargo, no lo atrapó, porque la información resultó ser mucho más importante y debía llevarla rápido al Vaticano, pero ahora... las cosas son diferentes. Con un vestido rojo sangre que tiene una abertura especial a mitad del mismo, para poderse desprender y quedarse con unos pantalones de montar, camina por las calles desiertas, preparada para la pelea. Una pistola a cada lado de las caderas, bien disimulada por la larga capa negra. El peinado consiste en una sencilla coleta, no hay mayor arreglo, no lo necesita para matar a un pulgoso.

Una pistola más en la bota derecha, una daga en la muslera izquierda. Avanza acomodándose los guantes, mirando a su alrededor con una sonrisa débil. Son las 12 de la noche y poca gente se encuentra en las calles, el momento perfecto para atacar a sus víctimas y ella, no aprende. Ya van dos veces que se encuentra en problemas por los hombres lobo, pero ahí va una tercera vez. Simplemente su odio por esas bestias es tal, que se olvida completamente de su persona, de sus labores y corre a destruirlos. Muchas veces le ha salido bien, pero otras...

Debería seguir el consejo de Lorenzo de regresar a casa de inmediato y no buscar misiones extra que no le corresponden... suspira pensando en él, en cómo lo dejó en su oficina, mientras se llevaba a su padre lejos de ahí, para quedarse todo el camino a casa mirando el lazo que sujetó los cabellos del Inquisidor, llevándolo a su nariz, oliendo su aroma a café, pólvora y uvas, sonriendo con ternura y al mismo tiempo, procurando olvidarlo. No debe pensar en imposibles. Aún ahora, caminando por las calles desiertas, en pos del coto, se entretiene analizando todas las variantes y siempre obtiene el mismo resultado: no funcionará. En cuanto él conozca que es una cambiaformas, se alejará de ella a toda velocidad, sin dudarlo siquiera, dejándola peor de lo que ahora estaba.

Sin embargo, alguna vez alguien le dijo, más valía saber qué es estar en brazos de la persona amada, que jamás haberlos conocido. ¿Sería capaz de engañarlo y olvidarse de su honestidad con tal de compartir con él unos cuantos días? La respuesta le deja helada. Sí, lo haría hasta por una sola noche. Tanto es lo que siente por él, que no le interesa lo que podría perderse con tal de saber lo que es estar entre sus brazos. Hacer el amor con él, acariciar su piel, saborear sus besos, ser amada hasta la más pequeña porción de piel, ser poseída y sentir lo que era unirse a un hombre, ser llenada por Lorenzo sería la gloria... darle un hijo...

Sonríe y asiente al pensar en un pequeño con los ojos de su padre, con esa sonrisa que arrebataba corazones que tardaban en regresar a su cuerpo. Su hijo, con un enorme racimo de uvas, la fruta favorita de su padre. Un pequeño riendo y abrazándola... Sí, eso quiere, lo arriesgará todo con tal de ver ese sueño cristalizar. Ojalá tenga tiempo para todo, siendo lo más importante quedar embarazada. Aunque su condición de cambiaformas la preocupa, sabe que hay una remota posibilidad de que el pequeño sea como ella y muchas de que sólo sea un humano...

Da vuelta en una esquina y casi grita al encontrarse con Karl, un vampiro que la ronda cada vez que llega a París. Es un hombre realmente atractivo, desde los ojos grises duros y agresivos, algo que hace que las hormonas de Juliet se revuelen extrañamente; el rostro con facciones muy marcadas, aunque tiene la nariz desviada y no posee la mandíbula cuadrada de Lorenzo. A pesar de que Juliet sabe que es un vampiro, la información que le entrega siempre es jugosa y aceptable. Ahora mismo, tras el intercambio de impresiones respecto del hombre lobo y lo que podría encontrarse o a lo que está acostumbrado el pulgoso, le sonríe y se despide.

Sin embargo, esta vez Karl intenta ser un poco más... ejem... pasional de lo que siempre es y busca sus labios... por un instante, Juliet se queda prendada del vampiro, introducida en un hechizo que le hace cerrar los ojos y corresponderle el beso con el mismo sentimiento que si fuera el propio Lorenzo. Los labios se mueven, los cuerpos se unen, los suspiros femeninos auguran una pasión y un anhelo mayor. El vampiro acaricia su espalda, colocando las manos contra su cintura, acercándola a él. Determinado, listo para cumplir su capricho o fantasía con ella. Para tomar su cuello para sí y es lo que ahora mismo hace, teniéndola bajo su control mental, descubre su garganta y la muerde sin consideración alguna, ignorando el gemido de dolor que la joven suelta.

Bebe una y dos veces, de forma intensa, hasta detenerse y luego, lamer la herida. Juliet sólo es consciente de lo mareada que está, de lo cansada y sus pies ceden un poco. Jadea y se lame los labios, para susurrar casi imperceptiblemente un nombre vedado: el del Inquisidor, confundiendo irremediablemente a Karl con él, para la rabia del vampiro. El hechizo se rompe y ella es vuelta con violencia a la realidad, escuchando los reclamos de Karl y sin saber del todo qué es lo que está pasando. Le observa extrañada y el primer golpe la sacude con violencia. Juliet lleva una mano a la mejilla derecha que empieza a mostrar un cardenal que tardará dias en sanar.

Encara al vampiro sacando fuerzas de flaqueza ¿Pues quién se ha creído para golpearla? Y pronto, los humanos alrededor cierran las ventanas y puertas, cuando oyen a dos bestias gritándose y discutiendo sin compasión alguna, arrojando insultos y vejaciones al otro. Listos para entrar en una pelea a golpes. Y asi parece, cuando tras ser tratada de cascos ligeros, Juliet suelta el primer golpe a la mejilla que es recibido, pero no de la forma que ella piensa.

Siente cómo el frío objeto atraviesa el vestido rojo curiosamente, en la zona del bazo y lentamente, la sangre empieza a abandonarla, en tanto Karl profundiza la herida, haciéndola gemir de dolor y con un desquiciado movimiento, rompe la superficie del espejo, bañada en plata... manteniendo dentro del cuerpo femenino la punta y sonríe con maldad. La punzada es horrible, pero más el ardor que le quema todo el cuerpo, lo que la hace caer de bruces, jadeando y gimiendo de puro dolor. La sangre adorna el piso y el vampiro no se permite tomarla. Simplemente, pone en pie a la cambiaformas y la incita a llegar al caballo, para que, tras que ella monte sobre el mismo, a horcajadas curiosamente abriendo el vestido y mostrando que bajo él tiene pantalones de varón, se le acerca y le dice:

- Tienes 10 minutos - rió - tras esos... querida Juliet... te perseguiré.... y si te atrapo, será la última noche que veas... la última... a ver si tu Inquisidor te acepta a su lado tras lo que te haré...

Las risas masculinas persiguen a Juliet, pero ésta arrea el caballo y lo guía hacia el bosque, rogando por llegar a tiempo a la casa que la Inquisición rentó para ella, pero que por terca no quiso utilizar. Si no llegaba a esa zona controlada por Inquisidores. Lo sabía, Karl no dudaría y la mataría.

Oh Dios, por qué había sido tan débil de pensar que estaba segura a su lado y no traer armas para defenderse de él... ¿Por qué?

Siempre huyo de tí, amor mío, lucero de mi vida
me alejo y procuro mantener las distancias siempre vivas,
pero hoy que por fin había decidido quedarme contigo
el destino me ha puesto una gran prueba en manos de un enemigo.



Última edición por Tamina Juliet Borgia el Lun Ene 02, 2012 3:21 pm, editado 1 vez
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Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi) - Página 2 Empty Re: Bella ragazza in fuga da un cacciatore (Tamina Juliet Borgia - Lorenzo Lombardi)

Mensaje por Tamina Juliet Borgia Dom Ago 05, 2012 1:49 pm

Mi amor por tí no tiene término, ni caducidad,
simplemente será algo infinito y perenne.

Lorenzo Lombardi... inquisidor de nacimiento, de educación, vocación, uno de los mejores miembros de la Santa Sede y que era temido entre los sobrenaturales que infringían las leyes del Santo Oficio. El Líder de los Soldados, siendo él su estratega, el mayor protector de todos, la espada que no cesaba en sus movimientos, en su ataque. Y a pesar de todo ello, era un ser tan noble como honorable, alguien bajo cuyas manos cualquier enemigo desearía morir en caso de caer en una batalla. Él era uno de los pocos inquisidores que realmente tenía vocación, que no lo hacía por odio o resentimiento, ni por ansias de matar por matar. No. Él jamás era así, todo lo contrario porque su familia era justo la que le había mostrado su obligación, su deber como un Lombardi, defender a los seres humanos, protegerlos y darles lo mejor de uno. No había descanso en su labor, ni jubilaciones. Para ellos era un asunto de vida o muerte, de honor, de convicción. Pocos eran los momentos que los Lombardi tenían para complacerse a sí mismos, de ser egoístas, de olvidarse de sus obligaciones y éste, era uno... entre los brazos de Juliet, ese hombre gemía al tiempo que la hacía perder la razón, con pequeñas gotas de sudor que bajaban lento por su cuerpo dejándolo húmedo.

El poderío de sus brazos era comparado al agarre de un oso que sostenía de una forma tan delicada el cuerpo de la cambiaformas quien gemía y ronroneaba contra su oído, estimulada hasta la médula por las caricias de ese soldado que lo era todo, menos descuidado, egoísta o rudo. Sus movimientos la hacían sentirse completa, como alguna vez dijera una mujer: "No hay mejor lugar que entre los brazos del hombre amado, quien se preocupa por tí, te protege y se afana en hacerte feliz, en que rías, llores a su lado, pero sobre todo, quien te da la paz". Y no podía Juliet contrariarla, porque así se sentía mientras que sus cuerpos tibios se unían, entre risas y gemidos guturales, entre ronroneos y gruñidos de placer, de una satisfacción que ella jamás había encontrado, de una forma de relajación que querría repetir siempre. Y una culminación que le arrebató el aliento mientras que gruñía y gemía alto su nombre, arqueándose y cerrando los ojos para sentirlo mejor, perderse en él. Por él.

Lento, su aliento iba recuperándose, su corazón latía bajando la velocidad que por unos instantes Juliet llegó a pensar que jamás había latido así, pero también sabía que no sería la única vez. La risa masculina la hizo sonreír, besar su mejilla, sus labios mientras ambos recuperaban las fuerzas. Aletargados, él la llevó a la cama, para cubrirla con la manta que ahora estaba húmeda por el mismo sudor y de reojo ella pudo ver algunas manchas rojizas en ella. No había marcha atrás, era la mujer de Lorenzo, eso ni su padre podía negarles. Se acurrucó contra su fornido y velludo pecho, incluso se atrevió a besarlo, cortos y casi imperceptibles ósculos que dejaban en sus labios el salado sabor de su futuro esposo. Juliet Lombardi. Sonaba tan bien que le encantaba la idea de estar a su lado, de tener muchas escenas como las que habían pasado el uno en brazos del otro. De atender su casa, incluso aprender a cocinar.

Sus ojos fueron ganándole el combate, el sentir la piel de Lorenzo la llenaba de una calma indescriptible. Aspiró aire profundo y se estremeció de emoción al escuchar sus palabras. Quizá la más bella esposa no sería, pero vaya que sí sus hijos eran hermosos. Ese pequeño que había visto durante su agonía en brazos de Lorenzo lo era y no porque ella lo viera con ojos de amor, de verdad lucía magnífico. Sano, risueño, con unos ojos que le arrebataban el aliento, tan límpidos como los de su padre, con esa mirada que era conquistadora, pero que le hacía consciente a cualquiera que los veía que podía confiarse en él, que no lo defraudaría. Eso era Lorenzo y su hijo sería un magnífico hombre como el Líder de la Primera Facción lo educara. También Juliet tendría que ver en ello, pero sabía que estando con el amor de su vida nada podría salir mal. En cuanto a su padre, que Dios lo bendijera porque se le venía algo muy fuerte encima: la unión de Lorenzo con ella haría que no tuviera la misma fuerza sobre la cambiaformas, no podría mandarla como ahora, por lo que tendría demasiada suerte si Juliet aceptara un tanto sus órdenes ahora que estaría bajo la cobija que eran los Lombardi.

- Serán hermosos porque tú serás su padre, serán una bendición porque serán Lombardis... no Borgias, tu apellido siempre será el que prevalecerá y sé que serán hombres y mujeres de bien porque tendrán tu sangre - una nueva vida se presentaba ante ella y sonreía feliz porque la aceptaba mejor que nadie, le encantaba la idea. Besó el cuello, la barba de Lorenzo para acariciar dulce su cabello húmedo, su espalda musculada. Lo adoraba, si algo le pasara no sabría qué hacer. De todas formas sabía que su familia jamás los dejaría desprotegidos, siempre cuidarían de ellos y aunque Lorenzo fuera el pater familis, siempre había alguien que podía ocupar su lugar en caso de necesidad. Quisiera Dios que jamás eso pasara. Le estrechó con fuerza aspirando su delicioso aroma, recargando su mejilla en el corazón cuyo palpitar la llevó a un sueño del que no quería jamás despertar... estaba en el paraíso... que nadie la interrumpiera... no había nada mejor en el mundo que esto, que estar entre sus brazos, acariciada por sus manos, besada por sus labios. No, no había nada mejor... absolutamente nada más allá de Lorenzo... su amado Lorenzo... su adorado Lorenzo... el amor de su vida...
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Tamina Juliet Borgia
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