Café al amanecer (Kevin)

Hoy me había despertado demasiado temprano, ni tan siquiera había amanecido y ya estaba en pie y sin forma de volver a dormir, la casa estaba tan tranquila... intenté no hacer nada de ruido cuando me puse uno de mis vestidos sencillos y me peine el pelo, dejándolo suelto. Necesitaba hacer algo, tomé mi capa y después de dejar una nota a las doncellas y a mi guardia aún dormidos, salí a las frías calles parisinas, en busca de algo que me entretuviese a esas horas.
No tardé mucho en llegar a una de mis cafeterías preferidas, hoy no había mucha gente ya que el sol empezaba a salir. Lo mejor de vivir en París, a parte de la tranquilidad de que nadie me conociese, era que tenía las mejores cafeterías de toda Europa, nunca había probado un café tan rico como el que hacía Tía Marie en el Café de Monde, era magnífico.
Sonreí a Tía Marie y a sus hijos mientras me conducían a la mesa que ocupaba siempre, cerca de la chimenea y alejada de todas las corrientes. Me trataban demasiado bien porque les caía bien y no por el título que tenía, tampoco hacían preguntas por mis cambios de vestidos de distinta clase, por eso me gustaba este lugar, me hacían sentir una persona normal.
- Tomaré lo de siempre, Tía Marie
Le di un suave beso en la mejilla antes de que me quitase mi gruesa capa y me ayudaran a sentar en la mesa, quedándome mirando el como jugaban los animales de la familia

Aquel era un día bastante aburrido desde que me desperté, y me desperté pronto.
A primera hora hice unas compras, nada demasiado complicado, y las regresé a mi lugar de residencia. Sin embargo una sensación de desgana me impedía quedarme en mi casa y decidí salir. Mi cabeza se levantó levemente en señal de saludo cuando pasé al lado de las panaderas, y lo mismo con el zapatero y algún lugareño tradicionalmente parisino que me encontré y con el que en estas semanas que llevaba en Paris me había permitido poder saludarme, a pesar de que a prácticamente nadie conocía en profundidad en aquella gran ciudad.

Fuí andando con aire despistado hacia el centro de la ciudad hasta que entré en un café; "Café de Monde" rezaba el cartel que presidía aquel local. No había demasiada gente, solo la dueña y lo que pensé que eran sus hijos jugando con unos animales caseros. Buenos días, por favor póngame un café cuando usted buenamente pueda. Dije educadamente con aquella sonrisa próxima y simpática que solía caracterizarme, mientras me sentaba en una pequeña mesa cercana a la chimenea, pues era un día particularmente frío aquel.

Sólo entonces reparé que en una mesa muy cercana a la mía se encontraba una chica cuyo rostro casi me heló la sangre. Aquella chica era el vivo retrato de Abigail Barascout, princesa de Escocia. Me quedé estupefacto mirando el parecido de la chica, tanto la miré que hasta pareció descortés por mi parte. Bue... buenos días. Dije un tanto confundido para que no pareciese demasiado descarado el estar mirandola durante aquellos segundos con aquel rostro de sorpresa. Sin embargo nada más acabar mi saludo improvisado, y gracias al Don de Empatía que caracterizaba mi "especial condición" me vino una confirmación de aquella chica: se trataba realmente de la princesa de Escocia. Por favor, disculpe mi descaro majestad. No pensaba encontrarmela en este lugar y no la reconocí a primera vista. Dije sin mirarla directamente y poniéndome en pié. Si mi presencia la perturba con gusto me retiraré Añadí sin mirarla directamente y en un tono en exceso educado.

En las zonas rurales que yo había crecido, los reyes no eran particularmente bien queridos a menudo. Yo había crecido escuchando cosas malas sobre la realeza, por ser (según los lugareños) los responsables de tasas de impuestos grandísimos que orpimían a los residentes en las zonas rurales que habitualmente eran personas muy humildes. Además de su relación con la Iglesia y La Inquisición y por tanto la persecución a aquellas personas que nacíamos con ciertas "habilidades" especiales, como era el caso de mi familia y el mio propio.

Sin embargo mi tono aunque digno, fue en extremo educado y cortés. Después de todo era la realeza y eso suponía que mi cabeza rodaría en caso de agravio. Solo había visto aquella mujer una vez en toda mi vida, en un desfile que se hizo hacía ya varios años en una ciudad en la que me encontraba con mis padres para comprar. En aquel momento me pareció una mujer bella, y ahora lo confirmaba.

Sonreí divertida al ver como los niños pequeños jugaban con los perros, corrían por todo el lugar, haciendo caso omiso de las advertencias de su madre. Escuché como la puerta se abría a los pocos minutos pero estaba atenta a los niños, alegraban todo el lugar con sus risas. No hice caso a la persona que había entrado hasta que sentí una mirada fija en mí, me estremecí de miedo sin saber el porque, mirándolo varias veces y notando que seguía con su mirada en mí, ¿acaso me conocía? Un escalofrío me recorrió la espalda, mientras lo veía acercarse a mi mesa - Buenos días, mi lord - me sonrojé inconscientemente, alejando las manos de su vista para que no viese que me temblaban ligeramente
- Por favor, solo Abigail os lo ruego. No me gustaría que me tratasen distinto o me teman en este lugar.
Mi voz estaba llena de angustia y terror por ser descubierta, nunca me gustó que me tratasen solamente como una princesa y me temiesen solamente por lo que mi familia hacia al pueblo. Era una dama y mi palabra no contaba mucho, mi padre y mi hermano gobernaban y ellos eran demasiado avaros. Pero a mi me gustaba estar con mi pueblo, escapar de noche del castillo para ser solamente Abigail, intentando que nadie se diera cuenta de ello. Era allí donde realmente era feliz por completo.
Miré a todos lados, esperando que nadie nos estuviera prestando atención, y en efecto así era, estaban alejados de ellos.
- No me perturba su cercanía, al contrario mi lord, me gusta el haber encontrado a un escocés en esta ciudad.
Aún con un ligero temblor de manos pero algo más tranquila que hace unos momentos, llevé una mano a su cara para hacer que subiera su vista hacia mis ojos. No era lo apropiado, lo sabía, pero odiaba eso. A ella le gustaba que la mirasen a los ojos y la tratasen como a una igual, sin miedo a ella ni a quien era.
- ¿Le molestaría hacer compañía a esta solitaria dama? No os pasará nada.

Si mi sorpresa era grande por encontrar a la princesa en un café de Francia, mi sorpresa fue aun mayor cuando escuché su respuesta. Repasé sus palabras en mi cabeza para asegurarme de que realmente había entendido bien lo que me había dicho: que la llamase Abigail. Como guste, Abigail la llamaré entonces. Para mi también es una gran alegría encontrar a alguien de Escocia en un lugar tan alejado de nuestra patría. Respondí con una sonrisa a pesar de que no entendía muy bien lo que ocurría, pero sí que sentía ciertos nervios en la princesa más allá del gesto tembloroso de sus manos.

Yo seguía mirando hacia el suelo y supongo que debido a eso ni si quiera me percaté de que la princesa se había levantado y se había acercado lo suficiente como para llevar una de sus manos a mi rostro para levantar mi cabeza hasta que pude verla de frente. Cuando la miré me di cuenta de que era la primera vez en toda mi vida que tenía a un miembro de la familia real tan cerca, pero con aquella cercanía pude sentir cláramente que la chica no mentía. Realmente ella quería que me dirigiese a ella con su nombre y que realmente no quería que se corriese la voz de que ella era una chica a la que temer debido a su real linaje.Claro, Lady Abigail, será un gran honor poder servirla de compañía. Dije asintiendo con la cabeza y colocandome al lado de ella. No se preocupe, no seré yo motivo de que todo París sepa quien es usted. Añadí como casi respondiendo a sus pensamientos. Pero si me permite la indiscreción ¿qué hace tan lejos de Escocia? Me di cuenta de que aquel lugar no estaba rodeado de soldados, ni cosas parecidas, algo común cuando la princesa salía de Palacio. No es mi deseo ser indiscreto, pero no suele ser muy común ver a alguien de su real linaje en el centro de una gran ciudad sin la debida compañía militar. Añadí.

- Gracias mi lord, el honor es mío. No estoy acostumbrada a que sepan quien soy verdaderamente y no huyan por miedo a mi padre. - sonrei tranquila ya del todo y contenta al creer que sus palabras eran sinceras, confiaba en él aunque no lo conociese aún.
- Vivir e intentar ser feliz. Echo de menos mi tierra pero aquí puedo ser yo y hacer lo que realmente me gusta y es esto. Aquí nadie me conoce, nadie me juzga por mi título, nadie me teme... - bajé la mirada por mis ultimas palabras, eso era lo que mas dolia de ser quien era y algo a lo que nunca me podría acostumbrar. Me sonroje al escuchar mi respuesta, pero era la verdad, me había escapado de casa con ayuda de mi madre para vivir mi vida - - Solo tengo un guarda conmigo en París, por orden de mi madre me suele acompañar a todos los lugares pero es demasiado temprano como para despertarlo porque me apetezca pasear. Él necesita dormir y está ya acostumbrado a que me escape sola, aunque no le agrada para nada por eso les dejo una nota diciendo donde me pueden encontrar. - Le sonreí, sabía lo raro que podían sonar mis palabras y sobretodo lo raros que eran mis actos y forma de ser, pero era algo que no cambiaría - No soy como todas las princesas. Lo miré curiosa, dandome cuenta de que aún no sabía su nombre, sonrojandome por no haberselo preguntado antes - ¿Mi lord?, vos sabéis mi nombre pero yo no el vuestro y no es justo - le sonreí divertida, mirándolo a los ojos.

Mientras que ella explicaba todo aquello, trajeron los pedidos que habíamos pedido, el aroma de mi café era verdaderamente delicioso. Sonreí agradecido a aquella mujer que nos había traído aquello, mientras escuchaba con toda mi atención a la princesa. Entiendo. Dije con aquella sonrisa próxima, aunque mi mirada reflejaba un poco de sorpresa: no era demasiado frecuente escuchar a una princesa hablar así. Es una lástima que el pueblo de Escocia no conozca esos sentimientos que usted alberga, pienso que de saberlo usted sería acogida con singular cariño en todo corazón escocés. Añadí en un tono afectuoso mientras ensanchaba mi sonrisa, pues si lo que decía era cierto demostraba una nobleza mucho mayor que la que aportaba cualquier título o corona. No obstante por mucho que admire su forma de pensar, mi Lady, pienso que estas escapadas son un tanto peligrosas si las hace usted sola. Dije suavemente. Aunque también debo de tener en cuenta que una persona de su posición, capaz de pensar como usted piensa, debe de tener mucha más fuerza de la que nadie imagine. Añadí con cierto toque de admiración afectuosa en mi voz, justo antes de probar mi café por primera vez confirmando de esa manera que aquel café era sencillamente delicioso.

Mi nombre es Kevin, Kevin Llyr. Respondí. Soy de Durness, se encuentra en las Highlands escocesas. No sé si conoce aquellos lugares, ya que son los más rurales de Escocia, pero a la vez le aseguro que son los más bonitos de todo el reino de su padre. Expliqué con un evidente tono de orgullo hacia aquellos intensos verdes, bosques, colinas, ríos, montañas y lagunas que me vieron nacer y crecer. Aquellos lugares eran difícilmente transitados por los nobles, y mucho menos por los reyes, precisamente por ser los más alejados de la civilización creciente de Escocia. Eran las zonas más rurales y profundas de Escocia, además de las más humildes y climatológicamente muy duras en épocas invernales.

- Gracias, Tía Marie - No pude evitar suspirar de placer al sentir el rico olor de los cafés que habían pedido, una gran sonrisa agradecida apareció en mi cara hacia la mujer que se alejaba de ellos, volví a mirar a mi acompañante, negando tristemente con la cabeza. - El pueblo de Escocia teme a mi padre y a mi hermano y es algo normal, no muestran mucha piedad con nadie. - mi voz salía apenada, desde pequeña había intentado que mi padre fuera más benevolente, era su niña querida pero aún así no cambiaba nada, yo era castigada y él algo más avaro esos días. Con el tiempo aprendí que era mejor estar callada en casa y escapar para ayudar a la gente que iba a la Sala del Trono a pedir ayuda, nunca como princesa porque eso sería un peligro para todos. - Intento ayudar en lo que pueda pero casi nunca como la princesa ya que pocas veces puedo salir del castillo con el consentimiento del rey y si me lo concede es con una guardia militar que pocos son fieles a mí, si hago algo fuera de los principios de una princesa se lo dicen a mi padre, solo 3 de mis guardias son leales a mi y me ayudan a salir del castillo de noche, pero en ese momento solo soy Abigail, sin títulos ni rangos, ni nada mío. Me muestro como soy y no me temen... es en esos momentos cuando soy feliz... - Momentos que pocas veces duraban mucho tiempo, tarde o temprano descubrían quien era y volvían a mostrarse como siempre, temerosos de mi cercanía. Yo nunca ocultaba nada, era Abigail y vivía en el palacio, pero como él podía ver en estos momentos, yo no era presuntuosa al presentarme ni hacía aires de grandeza ni superioridad. Me sonrojé por sus bellas palabras hacia mi, no estaba acostumbrada a que me viesen de esa forma o entendieran facilmente mi forma de ser, solo pude sonreír timidamente. - Lo sé y rezo a Dios para que siga sin pasarme nada en ellas, pero no puedo llamar a alguien para que me acompañe si está descansando. - No sabía defenderme y no tenía muy claro lo que sería capaz de hacer si me pasaba algo malo, pero aquí en París había prometido a mi guardia que mis escapadas solas serían de día y por las calles parisinas llenas de gente. Ya no más escapes sola de noche.
- Un placer conocerlo Kevin. - se quedó mirandolo a los ojos sin hablar, escuchando de donde era y sonriendole con cariño al ver como le brillaban los ojos al hablar de su lugar de procedencia, haciendole ver que ese lugar era querido por él y estaba orgulloso de ser de allí. - Me habría encantado poder decir que sí, pero Durness está demasiado alejado del castillo como para ir a visitarlo sola. - Pero al ver el brillo de Kevin en sus ojos, su curiosidad había crecido por ese lugar, prometiéndose a si misma que iría hasta allí. - Estoy segura de que será lindo, sus ojos brillan demasiado al hablar de él

Mientras la escuchaba trataba de entender su situación. Nunca me había parado a pensar en que un título real podría ser también motivo de sufrimiento para una persona, pero el relato de la princesa demostraba que efectivamente sí podía ser causa de pena. Sonreí con afecto asintiendo con la cabeza, dando a entender que entendía lo que me estaba diciendo. En las zonas rurales, como usted sabrá, se cuentan siempre historias y leyendas. Hay algunas leyendas que hablan de principes y princesas que existieron en el mundo antiguo y que ayudaron al pueblo en varias situaciones difíciles, a escondidas de los reyes. Expliqué con aquella sonrisa, recordando lo tan a menudo que los ancianos de los poblados contaban historias a los niños después de las cenas y tras un día duro de trabajo en las huertas y con los ganados. Supongo que usted, mi Lady, es como una de esas princesas sacadas de las leyendas antiguas y enviadas aquí, al mundo real. Asentí nuevamente con la cabeza como auto-respuesta a mi propio comentario. Como le dije antes si su pueblo conociese mejor a su princesa se alegrarían mucho de saber como es y como piensa.

Los niños seguían jugando con los perros, el ambiente de aquel lugar era muy acogedor. El calor de la chimenea, la tranquilidad que desprendía aquel lugar y el ambiente familiar que impregnaba todo: por un momento uno parecía olvidarse de que se encontraba en un Café ya que parecía una casa. Era un ambiente muy acogedor e invitaba a escuchar cómodamente cualquier conversación.

¿Tiene fecha de regreso a Escocia, o por el contrario su estancia en Francia está prevista para ser indefinida? Pregunté ladeando la cabeza y renovando mi sonrisa, mi tono de voz era amistoso. Lo cierto es que aquella chica me estaba cayendo muy bien, uno incluso podía olvidarse completamente de que se trataba de la hija pequeña del Rey de Escocia.

- Eso suena muy lindo y me encantaría que mi pueblo supiese como soy realmente pero tengo miedo. Miedo a mi padre y lo que le podría hacer al pueblo si se entera de que los ayudo, no quiero que sufran mas por culpa nuestra. - Sonreí al recordar una de las historias que mi nana me contaba de pequeña y ahora de grande la escuchaba sentada al lado de una hoguera de noche, junto a la gente de mi pueblo. Aún de haberla escuchado muchas veces, nunca me vi como esas princesas de las leyendas, ellas en comparación conmigo eran fuertes y valientes, ¿y yo? Yo quería ayudar igual pero el miedo me cubría la cara - No soy tan valiente como esas princesas, Kevin. Yo no puedo luchar contra las órdenes del rey. - suspiré algo triste, hasta yo tenía que cumplir lo que él mandaba. Acerqué mi café para darle un pequeño trago, estaba algo caliente pero se agradecía al calentarte el cuerpo por dentro.
Pero no quería amargar ese bello día y Kevin no tenía que aguantar los problemas de una princesa, intentó sonreír agradablemente, el lugar era confortante y esas risas de los pequeños niños jugando ayudaban a que los problemas y los sentimientos tristes o malos se quedasen fuera o se alejasen de las personas. Aquí solo podías sentirte en paz y tranquilo, como si pertenecieses a ese hogar.
- No tengo fecha de regreso a Escocia, y espero que si esa fecha llega sea dentro de mucho tiempo. No puedo volver a casa, no aún - Y la ciudad de París le encantaba, aquí era libre y la gente que podía reconocerla era poca y esperaba que no hablasen. - ¿Y vos, volveréis pronto a Escocia?

Off: Siento la demora, ando algo enferma u.u

Traté de imaginar cómo sería la vida de una princesa en aquellas condiciones, a pesar de aquella forma de vida se encontraba muy alejada a la de un plebeyo como yo. Yo me había ido de Escocia a causa de mi familia, o mejor dicho lo que quedaba de ella, así que eso sí lo podía entender. Más teniendo en cuenta que en el caso de mi acompañante su familia rea, nada más y nada menos, que la familia real de Escocia tal vez aquella chica se encontrara realmente con serias dificultades.

¿Sabe una cosa, mi Lady? Si me permite una opinión, yo pienso que todos tenemos más o menos un destino por cumplir, y la naturaleza obra para colocarnos en situación de cumplirlo. Dije mirando a la princesa con ojos entreabiertos, hablando despacio para que se captase lo que estaba diciendo. En base a esto si usted ha sido designada para hacer algo importante en Escocia, no lo dude porque lo terminará haciendo ¿quien sabe cuando? Lo que es imposible hoy se convierte en posible mañana, y en fácil la semana que viene. Las circunstancias cambian con asombrosa facilidad. En un lenguaje muy depurado y muy discreto la acababa de dar una enseñanza que todo brujo aprendía y tenía en cuenta a la hora de obrar sus propósitos. Un poco de la vieja sabiduría de Escocia, guardada por familias de brujos durante generaciones, se deslizaba desde mis labios hasta los oídos de su princesa.

Yo tampoco tengo fecha de regreso. Dije desviando mi mirada hacia mi café. Lo tomé delicadamente y di un sorbo probando aquella delicia tan bien servida. Es posible que si regreso sea mucho más adelante. Dije tensando las mandíbulas regresando la taza de café a su lugar. En realidad en aquel momento dudaba mucho de que volviese a ver Escocia, aunque no quise ser demasiado rotundo, pero lo dudaba muchísimo.