AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Diane Lucas
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Diane Lucas
Diane Lucas
Datos básicos
Nombre completo: | Diane Noémie Rousseau Lucas |
Edad: | 25 años |
Especie: | Humana |
Clase social: | Alta |
Orientación sexual: | Heterosexual |
Nacionalidad: | Francesa | Inglesa |
Historia
Para poder comprender la historia de Diane y cómo llegó a su situación actual, tendría que comenzar a relatar esta historia desde mucho antes de su nacimiento.
Su padre, Stephen Lucas, fue un hombre inglés de clase baja con raíces gitanas, que logró escalar hasta lo más alto de la sociedad gracias a su espíritu de superación, su inquebrantable voluntad y su excelente olfato para los negocios. Tres habilidad que aprendió por su cuenta desde que era solo un muchacho de 15 años en los barrios bajos de Londres, cuando tenía que hacer casi cualquier cosa para comer y ayudar a su madre, quien para entonces estaba muy enferma. Fueron tiempos difíciles, por temporadas podía tener hasta cuatro trabajos, casi no dormía y todo lo que ganaba lo gastaba en comida y medicinas. Los doctores decían que no tenía caso, que la situación de su madre era crítica y no había nada que se pudiera hacer, los medicamentos no funcionarían. Cuando un año más tarde la mujer se levantó de la cama con renovada salud, todos aquellos que dijeron que su esfuerzo sería inútil tuvieron que morderse la lengua, y todo lo que escuchó Stephen luego de eso es que fue un milagra y que la había salvado a fuerza de terquedad, pues estaba determinado a no dejarla morir.
Esa misma determinación lo movió a partir de entonces en cada ámbito de su vida.
Durante años, aún cuando los gastos se vieron reducidos al no tener que costear numerosos medicamentos, Stephen continuó con el mismo ritmo de trabajo, muy a pesar de las quejas de su madre. Al final, inspirada por por la fuerza que su joven hijo mostraba, ignoró también sus deseos de que permaneciera en casa y decidió apoyar su sueño aunque fuese un poco y buscó un trabajo un trabajo que requiriera poco esfuerzo físico para evitar una recaída. Gastaban lo mínimo necesario y ahorraban todo cuanto podían. Con el dinero que fue ahorrando pudo comprar su primer carruaje, estaba en pésimas condiciones pero tenía los conocimientos para repararlo él mismo, y así lo hizo, una vez fue seguro para transporte, lo rentó a un joven desempleado para que trabajara como cochero a personas de bajos recursos por una módica cuota de la cuál él se quedaría con un alto porcentaje, mientras tanto, seguía en sus muchos empleos.
Al principio muchos le dijeron que la idea de un transporte público era terrible, que nadie lo usaría, pero de nuevo demostró lo contrario cuando con uno el negocio no se dio a basto, compró otro y luego otro más. Pronto, se hizo con el monopolio del transporte público de la ciudad, y entonces comenzó a comprar carruajes más grande y lujosos. Sabía que muchos extrangeros iban a Londres por negocios o simplemente a pasar una temporada, entonces implementó un servicio nuevo para una clase superior. Tenía solo 27 años cuando pudo proclamarse a sí mismo un hombre pudiente, pero nunca era suficiente para saciar su ambición. Compró una mansión, pagó a los mejores sastres y modistas para que los vistieran a él y a su madre como personas de la alta sociedad a la que creían pertenecer, pero aquel círculo era demasiado cerrado y clasista. Los hombres de las familias cuyos apellidos representaban algo dentro de aquella sociedad quería asociarse con él, pues veían las ganancias de sus negocios, pero ninguno quería ser relacionado públicamente con aquel joven hombre que venía de las calles. Entonces su determinación cambió de dirección.
Tenía suficiente dinero, más del que podría llegar a gastar en lo que le quedaba de vida, y seguía haciendo más cada día. Ahora necesitaba la aceptación de esa sociedad que insistía en rechazarlo por sus humildes orígenes. Ese año conoció a Abigaëlle Rousseau, una joven francesa que pasaba la temporada social en casa de unos parientes lejanos en Londres. La joven lo cautivó a primera vista. Tenía la belleza y delicadeza de una flor en primavera, pero no era remilgada y aburrida como las jovencitas inglesas con las que había tenido oportunidad de tratar. Por el contrario, era divertida y audaz, nunca se guardaba sus propias opiniones y cada ocurrencia suya lo hacía sonreír, para Stephen fue un respiro de aire fresco.
Cuando expresaron sus deseos de casarse, la familia de Abigaëlle se opuso rotundamente y, ante su insistencia, decidieron llevarla de vuelta a París. Por supuesto, eso no detuvo a Stephen. Vendió todo lo que tenía a su nombre y se trasladó junto a su madre a la capital francesa, donde inició un nuevo negocio abriendo un club privado de caballeros, un concepto famoso en Londres y que por entonces no vio implementado en su nueva ciudad de residencia. El negocio prosperó poco a poco, mientras él seguía luchando para obtener la aprovación de los padres de quien ya consideraba su futura esposa. Justo cuando pensó que la perdería para siempre, pues fue comprometida con otro hombre, toda la sociedad descubrió la precaria situación económica de la familia Rousseau, quienes no contaban siquiera con el dinero para una dote, y fue entonces cuando el hombre de negocios que vivía en él surgió y le ofreció un trato a su futuro suegro. No solo no pediría dote por la mano de Abigaëlle, sino que además proveería para la manutención del hogar familiar y una considerable suma para dote de su hermana menor.
La boda se llevó a cabo, muy a pesar de la familia de su esposa, y cinco años más tarde el mundo de Stephen se derrumbó bajo sus pies. Casi como si una maldición hubiera caído sobre su cabeza, su adorada esposa y su madre fallecerieron el mismo año, con solo unas semanas de diferencia, lo único que salvó al hombre de perderse por completo a sí mismo, fue la pequeña niña cuya vida costó la de su esposa. No podía culparla, era un ser diminuto e inocente, pero cada vez que la veía no podía evitar pensar en la dolorosa pérdida. Al final, Stephen se centró de lleno en la administración de su nuevo negocio, vendió su casa y se mudó a una de las habitaciones que construyó en su club. Durante los primeros años de vida de la pequeña, no hubo mayor inconveniente; sin embargo, cuando la niña cumplió 12 años, el hombre se dio cuenta de lo inapropiado que era tenerla viviendo en club de caballeros, con hombres ebrios entrando y saliendo a altas horas de la noche, y prostitutas viviendo y atendiendo a solo unas puertas de distancia. Muy a su pesar, cedió a la solicitud de sus suegros y dejó a Diane al cuidado de su familia materna, yendo a visitarla una vez por semana.
Cuando Diane cumplió 19 años, su padre comprendió por primera vez en su vida cómo debieron sentirse sus suegros al momento en que él comenzó a cortejar a Abigaëlle. La joven e inocente mujer, se enamoró perdidamente de un hombre al que su padre no consideraba adecuado para ella, no por su falta de recursos o de linaje, simplemente había algo que él que no le gustaba. Aún así, decidió apoyar a su hija, después de todo él sabía de primera mano cómo se sintió su esposa cuando sus padres se negaron con tanto ímpetu a permitirle casarse con el hombre que amaba. Y Diane no era ni remotamente tan dócil como lo fue su madre, sabía que si se lo prohibía, la muchacha no tendría mayor reparo en hacerlo a sus espaldas de la manera que fuese. Para su frustración, aunque la chica era físicamente el reflejo de su madre, se parecía en carácter más a él que a su progenitora, tenía su determinación y testarudez.
Algunos meses después de que aquel cortejo iniciara, aquel hombre no solo rompió el corazón de Diane, también arruinó por completo su reputación, y desapareció. La chica no podía las miradas altivas que todos a su alrededor comenzaron a dedicarle. Después de perder a todas sus amigas, pues sus padres les prohibieron relacionarse con ella, y al ver que ningún caballero respetable desearía casarse con una joven a quien creían mancillada, dejó de participar de todos los eventos sociales, de cualquier forma nadie la invitaba. Solo un año después su padre enfermó, y eso le dio algo de qué ocuparse, ayudando a atenderlo incluso cuando tenía una enfermera a tiempo completo que podía ocuparse de él. Durante seis años, la determinación de su padre por vivir lo suficiente hasta verla casada es lo único que lo ha mantenido con vida, pues cada vez con más frecuencia tiene recaídas que lo dejan en cama por más tiempo en cada ocasión, pero de una forma que lo médicos no logran explicar, el hombre logra vencer a la muerte y volver a levantarse, pero siempre un poco más débil que la vez anterior.
Tras recuperarse de su última caída, Stephen presiente que la siguiente será la última, ya no podrá volver a recuperarse milagrosamente. Agotado de luchar contra su enfermedad, recurrió a los hijos de la hermana menor de su difunta mujer, primos de su hija, y les pidió que la ayudaran a conseguir un buen marido para él poder morir en paz. Sabía que nadie de esa familia lo tenía en gran estima, especialmente tras la muerte de la mayor de sus hijas, pero estaban casi en la quiebra, y Stephen supo aprovecharse de esa necesidad prometiéndoles una suma generosa de dinero una vez que falleciera.
Ya con 25 años, para la época, Diane eran considerada una solterona con limitadas opciones en el mercado matrimonial y demasiada presión para conseguir marido. Deberá volver a presentarse ante una sociedad que la mira por sobre el hombro por habladurías que ni siquiera son ciertas, sin una sola amiga en quien apoyarse, y con un par de hermanos -primos por sangre, aunque al haber crecido muy cerca unos de otros sus abuelos insistieron en que los llamase hermanos, creyendo que así podrían borrar el hecho de quién era su padre- que harían cualquier cosa por casarla para su propio beneficio, estarían más que contentos de casarla con cualquier anciano pudiente que les ofreciera incluso más dinero del que ya iban a recibir del padre de Diane.
Su padre, Stephen Lucas, fue un hombre inglés de clase baja con raíces gitanas, que logró escalar hasta lo más alto de la sociedad gracias a su espíritu de superación, su inquebrantable voluntad y su excelente olfato para los negocios. Tres habilidad que aprendió por su cuenta desde que era solo un muchacho de 15 años en los barrios bajos de Londres, cuando tenía que hacer casi cualquier cosa para comer y ayudar a su madre, quien para entonces estaba muy enferma. Fueron tiempos difíciles, por temporadas podía tener hasta cuatro trabajos, casi no dormía y todo lo que ganaba lo gastaba en comida y medicinas. Los doctores decían que no tenía caso, que la situación de su madre era crítica y no había nada que se pudiera hacer, los medicamentos no funcionarían. Cuando un año más tarde la mujer se levantó de la cama con renovada salud, todos aquellos que dijeron que su esfuerzo sería inútil tuvieron que morderse la lengua, y todo lo que escuchó Stephen luego de eso es que fue un milagra y que la había salvado a fuerza de terquedad, pues estaba determinado a no dejarla morir.
Esa misma determinación lo movió a partir de entonces en cada ámbito de su vida.
Durante años, aún cuando los gastos se vieron reducidos al no tener que costear numerosos medicamentos, Stephen continuó con el mismo ritmo de trabajo, muy a pesar de las quejas de su madre. Al final, inspirada por por la fuerza que su joven hijo mostraba, ignoró también sus deseos de que permaneciera en casa y decidió apoyar su sueño aunque fuese un poco y buscó un trabajo un trabajo que requiriera poco esfuerzo físico para evitar una recaída. Gastaban lo mínimo necesario y ahorraban todo cuanto podían. Con el dinero que fue ahorrando pudo comprar su primer carruaje, estaba en pésimas condiciones pero tenía los conocimientos para repararlo él mismo, y así lo hizo, una vez fue seguro para transporte, lo rentó a un joven desempleado para que trabajara como cochero a personas de bajos recursos por una módica cuota de la cuál él se quedaría con un alto porcentaje, mientras tanto, seguía en sus muchos empleos.
Al principio muchos le dijeron que la idea de un transporte público era terrible, que nadie lo usaría, pero de nuevo demostró lo contrario cuando con uno el negocio no se dio a basto, compró otro y luego otro más. Pronto, se hizo con el monopolio del transporte público de la ciudad, y entonces comenzó a comprar carruajes más grande y lujosos. Sabía que muchos extrangeros iban a Londres por negocios o simplemente a pasar una temporada, entonces implementó un servicio nuevo para una clase superior. Tenía solo 27 años cuando pudo proclamarse a sí mismo un hombre pudiente, pero nunca era suficiente para saciar su ambición. Compró una mansión, pagó a los mejores sastres y modistas para que los vistieran a él y a su madre como personas de la alta sociedad a la que creían pertenecer, pero aquel círculo era demasiado cerrado y clasista. Los hombres de las familias cuyos apellidos representaban algo dentro de aquella sociedad quería asociarse con él, pues veían las ganancias de sus negocios, pero ninguno quería ser relacionado públicamente con aquel joven hombre que venía de las calles. Entonces su determinación cambió de dirección.
Tenía suficiente dinero, más del que podría llegar a gastar en lo que le quedaba de vida, y seguía haciendo más cada día. Ahora necesitaba la aceptación de esa sociedad que insistía en rechazarlo por sus humildes orígenes. Ese año conoció a Abigaëlle Rousseau, una joven francesa que pasaba la temporada social en casa de unos parientes lejanos en Londres. La joven lo cautivó a primera vista. Tenía la belleza y delicadeza de una flor en primavera, pero no era remilgada y aburrida como las jovencitas inglesas con las que había tenido oportunidad de tratar. Por el contrario, era divertida y audaz, nunca se guardaba sus propias opiniones y cada ocurrencia suya lo hacía sonreír, para Stephen fue un respiro de aire fresco.
Cuando expresaron sus deseos de casarse, la familia de Abigaëlle se opuso rotundamente y, ante su insistencia, decidieron llevarla de vuelta a París. Por supuesto, eso no detuvo a Stephen. Vendió todo lo que tenía a su nombre y se trasladó junto a su madre a la capital francesa, donde inició un nuevo negocio abriendo un club privado de caballeros, un concepto famoso en Londres y que por entonces no vio implementado en su nueva ciudad de residencia. El negocio prosperó poco a poco, mientras él seguía luchando para obtener la aprovación de los padres de quien ya consideraba su futura esposa. Justo cuando pensó que la perdería para siempre, pues fue comprometida con otro hombre, toda la sociedad descubrió la precaria situación económica de la familia Rousseau, quienes no contaban siquiera con el dinero para una dote, y fue entonces cuando el hombre de negocios que vivía en él surgió y le ofreció un trato a su futuro suegro. No solo no pediría dote por la mano de Abigaëlle, sino que además proveería para la manutención del hogar familiar y una considerable suma para dote de su hermana menor.
La boda se llevó a cabo, muy a pesar de la familia de su esposa, y cinco años más tarde el mundo de Stephen se derrumbó bajo sus pies. Casi como si una maldición hubiera caído sobre su cabeza, su adorada esposa y su madre fallecerieron el mismo año, con solo unas semanas de diferencia, lo único que salvó al hombre de perderse por completo a sí mismo, fue la pequeña niña cuya vida costó la de su esposa. No podía culparla, era un ser diminuto e inocente, pero cada vez que la veía no podía evitar pensar en la dolorosa pérdida. Al final, Stephen se centró de lleno en la administración de su nuevo negocio, vendió su casa y se mudó a una de las habitaciones que construyó en su club. Durante los primeros años de vida de la pequeña, no hubo mayor inconveniente; sin embargo, cuando la niña cumplió 12 años, el hombre se dio cuenta de lo inapropiado que era tenerla viviendo en club de caballeros, con hombres ebrios entrando y saliendo a altas horas de la noche, y prostitutas viviendo y atendiendo a solo unas puertas de distancia. Muy a su pesar, cedió a la solicitud de sus suegros y dejó a Diane al cuidado de su familia materna, yendo a visitarla una vez por semana.
Cuando Diane cumplió 19 años, su padre comprendió por primera vez en su vida cómo debieron sentirse sus suegros al momento en que él comenzó a cortejar a Abigaëlle. La joven e inocente mujer, se enamoró perdidamente de un hombre al que su padre no consideraba adecuado para ella, no por su falta de recursos o de linaje, simplemente había algo que él que no le gustaba. Aún así, decidió apoyar a su hija, después de todo él sabía de primera mano cómo se sintió su esposa cuando sus padres se negaron con tanto ímpetu a permitirle casarse con el hombre que amaba. Y Diane no era ni remotamente tan dócil como lo fue su madre, sabía que si se lo prohibía, la muchacha no tendría mayor reparo en hacerlo a sus espaldas de la manera que fuese. Para su frustración, aunque la chica era físicamente el reflejo de su madre, se parecía en carácter más a él que a su progenitora, tenía su determinación y testarudez.
Algunos meses después de que aquel cortejo iniciara, aquel hombre no solo rompió el corazón de Diane, también arruinó por completo su reputación, y desapareció. La chica no podía las miradas altivas que todos a su alrededor comenzaron a dedicarle. Después de perder a todas sus amigas, pues sus padres les prohibieron relacionarse con ella, y al ver que ningún caballero respetable desearía casarse con una joven a quien creían mancillada, dejó de participar de todos los eventos sociales, de cualquier forma nadie la invitaba. Solo un año después su padre enfermó, y eso le dio algo de qué ocuparse, ayudando a atenderlo incluso cuando tenía una enfermera a tiempo completo que podía ocuparse de él. Durante seis años, la determinación de su padre por vivir lo suficiente hasta verla casada es lo único que lo ha mantenido con vida, pues cada vez con más frecuencia tiene recaídas que lo dejan en cama por más tiempo en cada ocasión, pero de una forma que lo médicos no logran explicar, el hombre logra vencer a la muerte y volver a levantarse, pero siempre un poco más débil que la vez anterior.
Tras recuperarse de su última caída, Stephen presiente que la siguiente será la última, ya no podrá volver a recuperarse milagrosamente. Agotado de luchar contra su enfermedad, recurrió a los hijos de la hermana menor de su difunta mujer, primos de su hija, y les pidió que la ayudaran a conseguir un buen marido para él poder morir en paz. Sabía que nadie de esa familia lo tenía en gran estima, especialmente tras la muerte de la mayor de sus hijas, pero estaban casi en la quiebra, y Stephen supo aprovecharse de esa necesidad prometiéndoles una suma generosa de dinero una vez que falleciera.
Ya con 25 años, para la época, Diane eran considerada una solterona con limitadas opciones en el mercado matrimonial y demasiada presión para conseguir marido. Deberá volver a presentarse ante una sociedad que la mira por sobre el hombro por habladurías que ni siquiera son ciertas, sin una sola amiga en quien apoyarse, y con un par de hermanos -primos por sangre, aunque al haber crecido muy cerca unos de otros sus abuelos insistieron en que los llamase hermanos, creyendo que así podrían borrar el hecho de quién era su padre- que harían cualquier cosa por casarla para su propio beneficio, estarían más que contentos de casarla con cualquier anciano pudiente que les ofreciera incluso más dinero del que ya iban a recibir del padre de Diane.
Descripción psicológica
Diane heredó combinación peligrosa del carácter de sus dos progenitores. De su madre sacó la vivacidad, audacia, generosidad e inocencia, no así su docilidad y obediencia. Por el contrario, tomó de su padre la determinación, el orgullo e ingenio. Decirle que no a algo que quisiera hacer, sin ningún motivo que ella pudiera considerar válido, era sinónimo de que la joven buscaría la manera de hacerlo de igual forma incluso a escondidas. Fue así como comenzó a verse con Magnus du Lac, y el motivo por el que su padre al final aceptó apoyar aquel cortejo.
Desde su nacimiento hasta el momento en que Magnus la traicinó y abandonó, cada habitación en la que Diane entraba se iluminaba con su sola presencia, y cuando sonreía, más de uno a su alrededor se quedaba sin aliento; sin embargo, lo más encantador de todo era que la joven no era consciente del efecto que tenía en las personas que la rodeaban, ni del positivo ni del negativo. Por un lado, muchos la admiraban por su belleza y buena energía; por el otro, muchas jovencitas de edad cercana la envidiaban, aunque se decían sus amigas, así fue que, cuando cayó en desgracia, más de una habló mal de ella a sus espaldas cuando antes la llenaban de cumplidos.
Después del desamor y la ruina, muchos de esos atractivos rasgos fueron enterrados bajo una invisible capa de vergüenza, que terminó por convertirla en una chica tímida que busca secretamente la aprobación de los demás. Odia sentirse juzgada, y especialmente sentir que la miran con lástima o superioridad, a lo que ya se ha acostumbrado. Sabe que, al verla, en lo que todos piensan es en las habladurías que fueron esparcidas sobre ella y que no logra comprender del todo, pues aunque durante años vivió rodeada de un ambiente masculino y demasiado atrevido, su padre la protegió de las verdades que se escondían tras lo que sus inocentes ojos veían con mentirillas blancas.
Al principio sintió enojo al ver que la juzgaban por cosas que, si bien no sabía lo que significaban, estaba segura de no haber hecho nada malo. Pero pronto todo ese enojo se convirtió en vergüenza, lo que la llevó a alejarse tanto como pudo de esa sociedad que la miraba por encima del hombro sin disimulo. Y ahora que tendrá que regresar, deberá juntar toda su fuerza y dignidad para mostrarse orgullosa, algo que le será increíblemente difícil dada su incapacidad para confiar, especialmente en sí misma.
Recientemente, debido a los constantes recordatorios de sus hermanos respecto a lo ocurrido hace ya tantos años, ha comenzado a dudar de que sus acciones del pasado fueran correctas, por lo que desconoce cómo debería hacerlo ahora que tenía una segunda oportunidad en ese mundo, lo que a su vez aumenta su inseguridad y potencia su timidez y torpeza.
Desde su nacimiento hasta el momento en que Magnus la traicinó y abandonó, cada habitación en la que Diane entraba se iluminaba con su sola presencia, y cuando sonreía, más de uno a su alrededor se quedaba sin aliento; sin embargo, lo más encantador de todo era que la joven no era consciente del efecto que tenía en las personas que la rodeaban, ni del positivo ni del negativo. Por un lado, muchos la admiraban por su belleza y buena energía; por el otro, muchas jovencitas de edad cercana la envidiaban, aunque se decían sus amigas, así fue que, cuando cayó en desgracia, más de una habló mal de ella a sus espaldas cuando antes la llenaban de cumplidos.
Después del desamor y la ruina, muchos de esos atractivos rasgos fueron enterrados bajo una invisible capa de vergüenza, que terminó por convertirla en una chica tímida que busca secretamente la aprobación de los demás. Odia sentirse juzgada, y especialmente sentir que la miran con lástima o superioridad, a lo que ya se ha acostumbrado. Sabe que, al verla, en lo que todos piensan es en las habladurías que fueron esparcidas sobre ella y que no logra comprender del todo, pues aunque durante años vivió rodeada de un ambiente masculino y demasiado atrevido, su padre la protegió de las verdades que se escondían tras lo que sus inocentes ojos veían con mentirillas blancas.
Al principio sintió enojo al ver que la juzgaban por cosas que, si bien no sabía lo que significaban, estaba segura de no haber hecho nada malo. Pero pronto todo ese enojo se convirtió en vergüenza, lo que la llevó a alejarse tanto como pudo de esa sociedad que la miraba por encima del hombro sin disimulo. Y ahora que tendrá que regresar, deberá juntar toda su fuerza y dignidad para mostrarse orgullosa, algo que le será increíblemente difícil dada su incapacidad para confiar, especialmente en sí misma.
Recientemente, debido a los constantes recordatorios de sus hermanos respecto a lo ocurrido hace ya tantos años, ha comenzado a dudar de que sus acciones del pasado fueran correctas, por lo que desconoce cómo debería hacerlo ahora que tenía una segunda oportunidad en ese mundo, lo que a su vez aumenta su inseguridad y potencia su timidez y torpeza.
Otros datos
» Diane no heredó los rasgos o habilidades de su padre medio gitano, aunque sí aprendió algunas de sus creencias y supersticiones.
» Durante el tiempo que vivió bajo el cuidado de la familia Rousseau, se crió con sus primos Neil y Henry, a quienes se ha acostumbrado a llamar hermanos por presión de su abuela materna.
» Aunque legalmente lleva su apellido paterno, Lucas, otra cosa a la que cedió bajo presión familiar fue a presentarse en ocasiones -especialmente cuando va acompañada de su familia materna- con el apellido de su madre, como Diane Rousseau.
» Noémie también era el segundo nombre de su madre.
» Durante el tiempo que vivió bajo el cuidado de la familia Rousseau, se crió con sus primos Neil y Henry, a quienes se ha acostumbrado a llamar hermanos por presión de su abuela materna.
» Aunque legalmente lleva su apellido paterno, Lucas, otra cosa a la que cedió bajo presión familiar fue a presentarse en ocasiones -especialmente cuando va acompañada de su familia materna- con el apellido de su madre, como Diane Rousseau.
» Noémie también era el segundo nombre de su madre.
Última edición por Diane Lucas el Miér Sep 14, 2022 5:50 pm, editado 6 veces
Diane Lucas- Humano Clase Alta
- Mensajes : 66
Fecha de inscripción : 28/06/2021
Re: Diane Lucas
FICHA APROBADA
bienvenido/a a victorian vampires
¡ENHORABUENA! YA ERES PARTE DE VICTORIAN VAMPIRES Y TE DAMOS LA MÁS CORDIAL BIENVENIDA.
RECUERDA QUE A LA HORA DE ROLEAR HAY QUE RESPETAR LO ESPECIFICADO EN TU FICHA, PORQUE ÉSTA YA HA SIDO REVISADA Y APROBADA. NO PUEDES ALTERAR LA INFORMACIÓN Y AÑADIR A TU PERSONAJE COSAS DIFERENTES COMO PODERES O HABILIDADES DISTINTAS A LO QUE AQUÍ HAS SEÑALADO. DE OCURRIR ASÍ, LA ADMINISTRACIÓN TENDRÁ TODO EL DERECHO DE LLAMARTE LA ATENCIÓN Y/O PEDIRTE QUE HAGAS MODIFICACIONES, ALGO QUE NO QUEREMOS QUE OCURRA.
TE INVITO A LEER LAS NORMAS QUE TENEMOS EN EL FORO PARA QUE ESTÉS BIEN ENTERADO/A DE TODO Y ASÍ EVITARTE FUTUROS MALOS ENTENDIDOS. A CONTINUACIÓN TE DEJO LOS LINKS MÁS IMPORTANTES PARA QUE PUEDAS CONOCER LA INFORMACIÓN, Y SI DESPUÉS DE LEER SIGUES TENIENDO ALGUNA DUDA, PUEDES CONTACTARME A MÍ O A OTRO DE LOS ADMINISTRADORES. ESTAMOS PARA SERVIRTE.
¡QUE TE DIVIERTAS!
I M P O R T A N T E:
RECUERDA QUE A LA HORA DE ROLEAR HAY QUE RESPETAR LO ESPECIFICADO EN TU FICHA, PORQUE ÉSTA YA HA SIDO REVISADA Y APROBADA. NO PUEDES ALTERAR LA INFORMACIÓN Y AÑADIR A TU PERSONAJE COSAS DIFERENTES COMO PODERES O HABILIDADES DISTINTAS A LO QUE AQUÍ HAS SEÑALADO. DE OCURRIR ASÍ, LA ADMINISTRACIÓN TENDRÁ TODO EL DERECHO DE LLAMARTE LA ATENCIÓN Y/O PEDIRTE QUE HAGAS MODIFICACIONES, ALGO QUE NO QUEREMOS QUE OCURRA.
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Nicolás D' Lenfent- Vampiro/Realeza [Admin]
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