Diane A. Caraffa ID

● Edad:20
● Especie: Humana
● Clase Social: Alta
● Facción: 4| Espía
● O. Sexual: Heterosexual
● Lugar de Origen: Italia, Roma.

— Tiene de mascota un águila real, la que fue su primera compañía desde que a los nueve años, lo perdió todo. Aunque no consigue entenderlo, tal y cómo le pasaba con su padre, cree que existe un vínculo entre ella y su ave, lo que en las cacerías y rastreos ayuda a favor de que no salga ninguna de las dos malheridas.

— Es creyente tanto o más que su propio padre que en vida descanse.

— A causa de que le modificaron la memoria de pequeña, siente unos deseos intensos de venganza contra el clan de Agartha, quienes culpa de matar a su madre.

— Para ella Rhea es como una hermana mayor que siempre ha tenido con ella, cuando la ha necesitado.

— Desconoce que su padre era un cambiaformas felino, ya que lo mantuvieron en secreto. También desconoce que ella pueda ser como él.

— En sus venas corre el gen cambiante, solo que hasta el momento no ha dado señales de ningún cambio en su naturaleza humana. Quizás solo aguarda el momento para hacer saltar la fiera que guarda dentro.

— Solo acepta que la llamen Alexandra, su tío Pietro y sus primos. Los demás la llaman Diane.

— Tras esos dos primeros años en la inquisición, ya no ha llorado jamás.

— Es una experta en el arte de la esgrima, de la hipica, en ocultar su identidad y en desaparecer.

Es curioso describirla, porque Diane mantiene las características de quien fue y de quien la han obligado a ser bajo una máscara que la protege de sí misma; de su debilidad y de los demás. Es un lienzo puro y a la vez caótico. Libre y también apresada. Fuerte y débil. Conocida y desconocida para todos, menos para él. Quien desde que nació la alumbró con el rayo de su luz, la guio por su senda, convirtiéndola en la joven muchacha que ahora resulta ser.

Sin duda lo primero a resaltar es lo devota y fiel al señor, lo creyente que desde pequeña se mostró ante sus padres y lo abierta que fue para acogerse a la palabra del señor y creer en él. Sus padres podrían ser una de las razones. Sin embargo aquella pequeña inquieta y dulce niña, la que siempre buscaba y preguntaba, se aferró a él por su propia voluntad. Viendo en su entrega como las dudas desaparecían, y una seguridad se instauraba en ella cada vez que le hablaba y él le respondía con señales, con susurros o hasta con los cantos de los pájaros y la caída de las hojas que ella descifraba. De pequeña realmente creía poder seguirle y verle. Él era el aire que movía el mundo que la rodeaba y ella siempre atenta, buscaba todo lo que pudiera llevarle a él. Lo que para ella empezó como un inocente juego, hizo que las habilidades que más tarde le servirían para espía de la santa sede surgieran a la luz a partir de aquel entonces, cuando inocentemente seguía cada leve señal y sonido para localizarle y estar más cerca de él.

Fiel a sus responsabilidades y dichas, le oraba en las mañanas, en las tardes y noches y cuando se encontraba sola; le hablaba acogiéndose a sus brazos, acogiéndose a su gracia. De mayor la creencia en él no decreció porque siempre le tenía en sus pensamientos. Refugiándose en él, cuando la vida le mostró la oscuridad de su ser tanto como en los buenos momentos que los celebraba junto a él. Siempre busca las palabras del señor en la de los demás, en lo que la rodea. Es por ella que a partir de una edad tuvo problemas con aceptar ciegamente las órdenes de la Iglesia, que según ella muchas veces resultan cargadas de gente corrompida que busca el poder personal. Sus ideales siguen firmes y ni su tío, fiel devoto como ella puede debatirle.

Diane a raíz de su curiosidad creciente desde bien temprana edad, se ha hecho forjando en ella una actitud observadora nata, lo que junto con su inteligencia y la sagacidad de su mente, la hacen perfecta para ser una espía inquisitoria. De una gran fuera intuitiva, muchas veces se fía del instinto y de las señales para hacerse un juicio apropiado. Ella primero observa, investiga y luego, juzga según los designios del señor.

Los años vividos en la inquisición, y sus enseñanzas tan alejadas de la cara amable y dulce de su vida familiar, la han hecho una joven fuerte y con un temple firme. Sociable y a la vez taciturna, depende mucho de las compañías en que se encuentre que su comportamiento se decante por un lado que al otro. Independiente como su padre y rebelde a causa de la lucha interna que tienen dentro de ella las enseñanzas que tanto su bondadosa madre cristiana le dio como le dio la inquisición de más mayor, suele esconderse en una máscara con la que se protege de los juicios de los demás. Guardando así su sensibilidad y su bondad para cuando en libertad puede desquitarse el peso de la justicia y librar sus propios descubrimientos, siempre acompañada por su fe que no tiene fin.

Guerrera como las fuerzas de la tormenta, calmada como la brisa primaveral que nos acoge en dulces caricias. Es todo un enigma que ni ella misma logra descifra.

Diane nació de la unión del Inquisidor cambiante Alessandro Amico Caraffa, el hermano menor de Gian Pietro Caraffa - antiguo general de la inquisición y actual obispo de Florencia-  y de la humana, Valentina di Cariel, condesa de Italia.

Era una noche primaveral, fresca y tranquila, cuando Diane nació. Su madre, la condesa italiana Valentina di Cariel se encontraba en la Vila de Roma, a las afueras de la ciudad y paseaba tranquilamente por los jardines sin alejarse demasiado, cuando un abrupto dolor la amenazó con hacer caer al suelo. Tras aquel espasmo, sintió como rompía agua y rápidamente, asustada gritó por ayuda, siendo el primero en llegar a ella su marido, el inquisidor Alessandro Caraffa que viéndola e imaginarse que estaba por suceder la tomó en brazos, llevándola hacia su alcoba donde nacería el primogénito de la familia. Los sirvientes se ocuparon de avisar al médico, quien acudió y vigiló el parto en las nueve horas que duró, contemplando desde el primer minuto a un poderoso Caraffa postrado de rodillas ante la cama tomando con amor las manos de su amada, mientras esta luchaba con todas sus fuerzas para dar a luz al fruto de su amor.

Tras algunos gritos, lágrimas y gruñidos de Caraffa al ver el dolor que consumía a su esposa, la dicha les fue otorgada y con los primeros rayos de un nuevo día, los lloros de la criatura resonaron entre aquellas paredes. El primogénito del menor de los Caraffa, fue una niña, a la que llamaron Diane en honor a la difunta madre de Valentina y Alexandra, en honor al padre de la criatura. Alessandro aceptó aquellos nombres y tras pasar las primeras horas de vida de la pequeña, junto a ella y a su cansada madre después de la labor de parto, partió a llevar las buenas nuevas a su hermano mayor; el actual obispo de Florencia y el líder de los ángeles custodios, un grupo de inquisidores que como él, seguían sus órdenes y del que la pequeña por sangre pertenecería algún día, ocupando su lugar.

Desde siempre el amor que sentía el menor de los Caraffa por su pequeña y dulce esposa, lo hacía débil, y manipulable a todo lo que tuviera relación con ella. Él moriría por defenderla, hasta de sí mismo o de su propia sangre si debía y Valentina que sabía de aquel enfermo amor que sentía su esposo hacia ella, y en vez de que la niña fuera entregada a la inquisición y a sus lecciones, lo aprovechó para conseguir que la pequeña Diane, no fuera sino hasta los diez años que fuera a conocer el mundo de la inquisición y su padre mismo quien la entrenara. Otorgándole esos primeros diez años de su vida para que conociera la bondad, la felicidad y a Dios, sin que la inquisición le corrompiera aquel espíritu noble que la pequeña poseía.

No todos estuvieron de acuerdo, aun así Alessandro cumplió su palabra y apartó a la niña de la inquisición durante sus primeros años, enseñándole otras tantas facetas de la vida y a ser tan fiel y devota como él lo era a los designios del señor. La madre que también era muy devota, también le inculcó la palabra del señor a la pequeña y así Diane fue creciendo con la biblia, entre oraciones y con un espíritu noble, inocente y dulce que se entregaba por entero a su fe. Creía ciegamente en él, y encontrandose amparada bajo su esplendor junto el amor de sus padres, pasaron los años demasiado pronto para quien adoró cada nuevo día. Hasta que una oscura noche, hizo que todo lo que había conocido desapareciera y fuera atrapada en las garras de su tío y de la inquisición.

Alessandro cada vez tenía más misiones que lo llevaban a lugares remotos y lejanos de su hogar. Y fue justo tras el segundo parto de la joven, el cual resultó demasiado complicado y el pequeño varón no pudo resistir más de un día en el mundo junto a ellos, que a los nueve años de Diane y dejando a su esposa destrozada por la muerte de su segundo hijo, se alejó de ellos, enfrascándose en una misión en solitario de los Ángeles custodios, en el que encontró la muerte tras ser descubierto por la orden de Agartha. La noticia llegó rápidamente a su hermano mayor, quien inmediatamente mandó a traer hacia Florencia a la esposa y a la hija de Alessandro antes de que estas fueran asesinadas o capturadas.

Diane de alguna forma comprendió que su padre no iba a volver y con lágrimas en los ojos fue a decirle a su madre. Valentina siempre observó cómo entre la pequeña y su padre, existían similitudes y una unión más allá de lo normal,  aunque aún Diane no hubiera dado a conocer su lado cambiante como su padre, ella sabía que Diane podía sentir a su padre y al verla llorar, inmediatamente la creyó. Alessandro podría haber muerto en esa misión y eso solo quería decir que debían escapar antes de que fuera tarde. Recomponiéndose, hizo las maletas y rápidamente tomando a la pequeña hizo el intento de salir, encontrando que habían hecho tarde. Los enviados de Gian Pietro, ya estaban frente a ellas. Valentina sabiendo la vida que le esperaba a su hija ahora sin su padre y en la inquisición, se negó a seguirlos y a que se llevaran a la pequeña. Y así fue como uno de los soldados, terminó asesinándola delante de la pequeña, que llorando lo observó todo con miedo. Sin embargo no eran los únicos vampiros en aquella casa, ya que de un momento a otro Jacques Roman, miembro de Agartha apareció frente a ellos, en un intento de llevarse a la niña con él. Poco pudo hacer el vampiro que se presentó y los inquisidores se la llevaron mientras él luchaba contra Edric, uno de los soldados condenados, hasta que llegaron los refuerzos, pero aun así resultó ser muy tarde. Diane ya se encontraba demasiado cerca del Obispo de Florencia y de la inquisición. Ya nada podían hacer para la pequeña inocente. Ahora solo podían pensar en los descubrimientos que aquella noche habían salido a la luz y buscar cómo hacer un nuevo golpe contra los Caraffa y sus ángeles custodios.

Diane en brazos de Malebranche, junto con Khâlid fue custodiada hacia Florencia. En mitad del camino una mujer la consoló y mantuvo en sus brazos por un buen rato fingiendo querer calmar a la pequeña la que se acurrucaba en ella con miedo, sin saber en ningún momento que con sus malas artes, sin que ella se diera cuenta, le estaba modificando la memoria sobre lo ocurrido aquella noche. La mujer era una bruja enviada de Pietro, quien  Borró de su mente la imagen de Malebranche matando a su madre, para poner en su lugar el rostro de Jacques Roman como asesino de su amada madre. Lo que ayudaría a que la joven buscara venganza y con ello, que como se esperaba de ella, se atará a la inquisición; como su padre. Y allí, una vez en Florencia la vida de Diane no daría más que comenzar.

Solo con pisar tierra sagrada, empezó su entrenamiento.

De los 9 hasta los 11 años simplemente se le impusieron institutrices y clases con su propio tío, el obispo. Ella, haciendo alarde de su inteligencia, aprendió todo rápidamente, haciendo honor a su difunto padre, quien más que nadie quería que su hija fuera la más devota y fiel al señor. Tras sus clases, cada día obligaban a la niña a ver y a participar en torturas de sobrenaturales, buscando con ello endurecer el sensible corazón de la niña y corromperla. Pudieron lograrlo, no obstante la fe en la pequeña la salvó de que le destruyeran el alma.

En sus noches, se refugió en oraciones y acudía a la Iglesia de noche cuando le era imposible dormir hasta que Rhea, su prima acudía a buscarla, consciente de que no se encontraba en su cama. Rhea también sufría de desvelos, por lo que se encontró muchas veces con ella en los pasillos. Bajo la protección de la Iglesia, de los Caraffa, Rhea y su hermano y de los Ángeles custodios, la pequeña creció, sintiéndose siempre observada, vigilada. Como si esperaran algo de ella, que no comprendía. Y en efecto, muchos de los ángeles custodios esperaban que el gen cambiante en la pequeña viera la luz, como hija de su padre que era. El temible tigre de los Caraffa. Con ella parecía que aquellos dones no existieran, así que tras ciertos intentos de despertar aquella parte de ella y no encontrar resultados, empezaron su entrenamiento como inquisidora.

No hizo falta saber mucho de ella, para ver que lo que mejor le iba era ser espía. Podía ser una humana corriente, con un potencial dormido en su sangre, no obstante a los 15 años mostró tener habilidades como el sigilo, la observación, la memoria y calma interior que le proporcionarían una buena base para ser una de las mejores espías, junto con Rhea. Así fue que empezó a hacerse espía. Primero eran misiones conjuntas, hasta que confiando su tío en ella, la dejó marchar sola en algunas misiones. Siendo un éxito desde la primera hasta la última. Desde ese momento se ganó el respeto de muchos y con ellos, el de su tío al que respetaba por sobre todas las cosas.

Saliendo con Rhea en ocasiones, entrenando con el hermano de ella o simplemente leyendo en alguno de los jardines interiores de la Vila en Florencia, pasaron unos largos años hasta que saliendo a relucir el carácter de su padre, se volvió más rebelde e inestable. La máscara que le habían obligado a llevar para ocultarse y permanecer fuerte ante cualquier situación le pasó factura tras esos años y de la niña que empezó con nueve años sus entrenamientos, ya no quedaba nada. Excepto para aquellos con los que podía arriesgarse a mostrarse como era. Los que más allá de su respeto, tenían su confianza y estima. Solo con ellos podía mostrarse débil, aun así hasta con ellos era reservada. No podía permitir que nadie supiera que aquella inocencia que de pequeña poseía, había permanecido intacta al paso de los años. Inocencia y bondad que guarda para su dios, aquel en que su madre le había hecho creer. Aquel que hacia el bien y no el mal. Lo que al paso del tiempo, creó en ella un conflicto espiritual, que le hizo rebelarse y buscar por primera vez en aquel lugar de muertes y juicios, su lugar.

Su rebeldía llegó a tal extremo que empezó a cuestionar todo movimiento, toda decisión, hasta al punto en qué cuando su fe y los mandatos que recibía no iban acorde con sus creencias del señor, renegaba de su papel en la inquisición y se refugiaba en su apellido como a quien intocable no pueden herir. Pietro, nada contento con la faceta independiente y ahora rebelde de la joven de su sobrina. Usó el respeto y el miedo que le tenía y le deparaba para que ella volviera a tomar el camino correcto y dejara de preguntarse preguntas que solo podían llevarla a la muerte de seguir así.

Diane fiel a su tío se comprometió a servirle, pero solo a él o a Dios serviría. Por lo que solo a partir de entonces acepta ordenes venidas de su puño y letra y cuando no está en una misión, se encuentra libre por los bosques, con una curiosidad a flor de piel por observar a todos los sobrenaturales y aprender de ellos desde el silencio.

Por el contrario de Rhea, su prima,  a ella no le gusta ver las torturas. Jamás se acostumbró a ellas, ya que pese a los esfuerzos de los inquisidores sigue siendo demasiada sensible en su interior, como para afligirlas. Por lo que se dedica a seguir las futuras presas de la inquisición. Espia, observar. La joven se mueve por círculos poderosos para hacerse con información y luego desaparece, como una ninfa de la que nadie conoce, más de lo que ella desea mostrar. Misteriosa, ha aprendido trucos de su prima.

En la actualidad marchó con Rhea y su hermano de Florencia para dirigirse a París, donde siguen rodeadas de lujos y más libres del ojo y mandato de Caraffa, con lo que aunque aún debe lidiar constantemente con su prima, le hace bien, haciéndole sentir libre. Aún más de lo que ya de por sí, su alma es.