Oscuros callejones [Kellen]

Pasada las ocho de la noche, y el felino corría entre calles y callejones de París. Corría a prisa no precisamente porque estuviera muy apurado en llegar a su destino, la mansión Leroy, sino porque detrás de él corrían unos perros. Que manía la de esos pulgosos seguirle!

Sentía que no iba a poder correr mas y parecía que esos callejones eran mas estrechos. Subió unas cajas y dio un gran saltó hacia una esquina y cuando aterrizó se transformó en humano nuevamente. Corrió un poco mas pero por fin ya había perdido a los perros.- Pulgosos molestos...-Murmuró a regañadientes volviendo por el callejón donde se había metido para retomar su curso.

Caminaba un poco mas lento y respiraba agitado. De verdad el correr de los perros y además la transformación le habían cansado, y además al llegar con Andrè debía volver a transformarse, no le daría tiempo de jugar con él y disfrutar de sus mismos pues de seguro se quedaría dormido.

Tomó asiento en una de las mismas cajas que antes había saltado. Descansaría ahí un momento y seguiría su camino. Casi siempre llegaba a las diez, así que no habría problema.
De pronto escuchó un sonido o mas bien sintió una presencia o algo, no podía detectarlo bien pues aún estaba muy cansado, pero sus sentidos le decían que debía estar alerta, alguien se acercaba, o quizás ya estaba ahí desde antes.- Creo que será mejor descansar después...- Pensó y se levantó encaminándose nuevamente.

Se podría decir que el invierno era su época menos favorita del año. Su piel de por si fría en aquellas odiosas noches invernales se ponía aún más congelada casi al nivel que poder sentir la escarcha sobre sus pálidos pómulos.

Doscientos años eran tiempo suficiente para que el vampiro supiese cada una de las cosas que le gustaban y las cosas que le disgustaban del mundo. El Invierno iba a la segunda lista definitivamente, sin embargo la Caza estaba en la primera y él mejor que nadie sabía que no podía seguir encerrado en su bella mansión en las afueras de París como hacía desde que habían llegado hace ya más de un mes.

Necesitaba la emoción de la caza, necesitaba beber sangre fresca de un cuello inocente, de una pobre víctima que hubiese corrido tres cuadras intentado escaparse de él, para luego caer rendido ante su encanto. No quería seguir bebiendo de la sangre que sus sirvientes conseguían para él, ni morder a alguien indefenso en sus calabozos. Quería la sangre de alguien que pudiese resistirse.

Por eso estaba allí, sentado sobre el tejado de una casa cerca del centro de París, en medio de la noche en lo más crudo del invierno. O quizás exageraba un poco. Era una noche fresca y hace días que no nevaba, así que para algunos hasta podía ser agradable. No para él, que preferiría la tibieza de los interiores o de la piel de un amante mortal. O la calidez de una sangre joven bajando por su garganta.

Fue entonces cuando sus pensamientos se vieron interrumpidos por un ruido fuerte. Unos ladridos. Lamentablemente esa noche no había tenido mucho éxito. Solo se había encontrado con prostitutas y mujeres solitarias. ¿Por qué siempre tenían que haber féminas? Él prefería algún hombre fuerte y atractivo, no putas baratas que hasta le ofrecerían el cuello a cambio de unas monedas.

- Rameras - gruñó en perfecto francés, a pesar de que sus idiomas eran muchos.

Entonces bajo el techo sobre el que él estaba pasaron esa multitud de canes persiguiendo a un pobre gato. Sus ojos afilados le vieron de inmediato y se lamentó un poco por él. Desde que era un niño mortal siempre había tenido una ligera inclinación hacia los gatos. Eran tan elegantes, tan atractivos. Si tuviese que ser un animal Kellen sabía que él escogería un felino. Sin embargo actualmente estaba encandilado por un lobito, así que en honor a eso decidió no involucrarse a pesar de que su instinto siempre le decía que dos contra uno no podría ser más injusto... más aún cinco grandes perros en contra de un pequeño minino.

Y fue entonces cuando lo vio. La magia se mostró ante él y sus ojos celestes no perdieron ni un segundo de ella. Muy fuera de su atención quedaron aquellos canes, su mirada no podía alejarse de aquel atractivo joven, sintiendo su cuerpo vibrar de deseo. - Un cambiaformas... desde hace un siglo que no veía uno - susurró para si mismo y sin poder controlarse se dejó caer desde lo alto.

Sus pies tocaron el suelo silenciosamente mientras su amplio abrigo daba un vuelo antes de reposar nuevamente sobre su cuerpo. Los tacones de sus botas mágicamente no resonaban sobre la piedra por el deseo de su portador, pero antes de que el joven asiático pudiese alejarse su voz ya se había elevado.

- Hoy he asistido a una función maravillosa donde se me ha expuesto la más bella de todas las magias, donde un encantador felino se transformó en un deseable muchacho. No he podido resistir la tentación y he tenido que acercarme tras el telón para preguntar al actor de tan espectacular acto cual es el secreto de su magia, a pesar de que probablemente la respuesta sea la de siempre: que un mago no puede revelar sus secretos - los ojos del vampiro relampaguearon mientras una sonrisa se posaba en sus labios - Sin embargo... no puede acusarme por no intentarlo - sonrió alcanzándole sobrenaturalmente mientras le tapaba el camino.

Ese joven sería su presa. Sus colmillos ardían de deseos de rasgar esa piel y poder beber esa sangre que a su olfato parecía deliciosa.

Caminaba con paso normal, pero decidió apurarlo al sentir algo a sus espaldas. Si fuera un ladrón o algo así quizás no le importaría, pero aquello no se sentía humano. Abrió los ojos grande cuando le escuchó hablar. Alzó las cejas y le miró hacia atrás de reojo. No se fijo mucho en aquel que le hablaba pero por sus palabras era obvio que le había visto convertirse y no lo notaba asustado o sorprendido, al contrario, se escuchaba fascinado.

Mejor apuró el paso. No temía por su vida o algo así, solo le importaba llegar con Andrè y nunca le fallaba, siempre cada noche llegaba puntual para estar a su lado.
Poco fue lo que avanzó cuando su camino fue cortado quedándose parado sin moverse de frente a aquello.

Aunque lo que tenía jamás podría haber parecido un ladrón o asesino, al contrario, pues delante de él había un jovencito que no debía de tener mas de 17 años. Era mas bajo que él, rubio, ojos celestes y una cara casi angelical. De hecho, pensó si acaso podía ser una chica, pero su ropa no lo indicaba ni menos su aroma.

-Su aroma...- Pensó- ...antes lo he percibido, no es otro cambiaformas es...como el del holandés.- Recordando al vampiro que le había traído a Francia.

Dio un paso hacia atrás solo por precaución, mirándole de pies a cabeza. - ¿Qué quieres? -Preguntó sin sonar atrevido ni enojado, solo curioso.- Supongo que si no te sorprendiste por el cambio es porque ya conoces sobre los cambiaformas...si es así perfectamente sabes que no hay truco...aunque yo me pregunto cual será el truco para estar muerto en vida. -Dijo con elocuencia, suponiendo que aquel que tenía en frente era un vampiro.

Aquel vampiro que conoció jamás le hizo mal, pero él sabía que aquellos seres se alimentaban de sangre a tal punto de dejar secas a sus víctimas. ¿Estaría eso entre los planes de aquel?

-Estoy casi seguro que eres un vampiro, he conocido antes a uno y tu aroma es similar ¿Qué buscas de mi? - Preguntó hablando esta vez con algo mas de coraje- Tengo asuntos que atender, no solo corría por los perros, si no porque alguien me espera...repito ¿Qué quieres?.

Precioso, encantador, delicioso. El vampiro no podía dejar de admirar esas facciones asiáticas frente a él, tapándole cualquier huída con su cuerpo en apariencia delicado, pero era mucho más fuerte de lo que cualquiera pudiese imaginar.

Quería relamerse, no, quería pasar su lengua por aquella piel y sentir el sabor de aquel hombre hermoso. Si le dejase no le heriría, no podría dañar tamaña belleza.

La sonrisa aumentó en sus labios mientras sus ojos relampagueaban. Oh, si, él había conocido lo que era un cambiaformas, como se llamaban a si mismos aquellos seres, sin embargo no había podido conocerle tanto como había deseado. No había podido descifrar sus secretos, su magia. ¿Eran humanos? ¿Eran animales? Habían demasiadas leyendas en el mundo acerca de ellos como para poder tener una idea clara, sin embargo ahora se le volvía a presentar la oportunidad de averiguar todo aquello. Podía sentir la emoción bullendo en su pecho, como hace mucho no lo sentía.

- ¿Qué quiero? Oh, yo quiero saber el secreto... es verdad que no eres el primero que conozco, pero... - con un movimiento suave ya estaba pegado al pecho ajeno, rozando su nariz en la barbilla ajena - ... él desapareció antes de poder descubrir sus poderes... y yo soy alguien muy curioso... - le sonrió tocándole la mejilla, pero dejándole retroceder, acomodándose la chaqueta mientras le miraba.

No le sorprendió que descubriese su naturaleza, puesto que aquel otro cambiaformas también le descubrió con facilidad ¿otro de sus poderes? eran demasiado intrigantes como para dejarles ir así como si nada. Sobre todo a uno tan atractivo.

- ¿Te esperan en casa? ¿Una novia quizás? - preguntó acercándose a él y sonriendo - Que conveniente, pienso yo... justamente ahora andaba buscando algo que comer... quizás puedas guiarme a tu casa para ir a cenar... - mientras se pasaba un dedo por sobre los labios, lamiéndose la uña, mostrando aquel exótico diseño en la lengua - A menos que prefieras ayudarme a saciar mi curiosidad... - estirando la mano del dedo que lamió y pasando la uña por sobre el pecho ajeno, mirándole a los ojos - ¿Qué dices? -.

Mathias, el vampiro que conoció, tenía belleza, vitalidad y esa misma piel tan pálida, pero jamás vio en él esos ojos tan deseosos, destellante. Y no deseosos por alcanzar cualquier cosas, si no con una mirada casi lasciva. No, definitivamente no quería ser la cena del vampiro. Era cierto que no le importaba si el día de mañana su vida finalizaba, pero morir así? No, esa no era una opción.

-¿El secreto? Pues ni yo mismo lo sé...así que de mi no podrás tener respuestas...solo me transformo y ya...-Sintió esa nariz helada en su barbilla, tan fría como un témpano de hielo, pero mas helada era su mano, mucho mas que las suyas congeladas por el frío nocturno.- La curiosidad mató al gato...pero no quiero que sea la curiosidad ajena la que haga eso. -Volvió a hacerse hacia atrás, entre mas lejos mejor, pero sabía que no había oportunidad de escapar. Aún estaba cansado, y aunque como gato era ágil, el vampiro le alcanzaría en un cerrar de ojos. ¿Y hacia dónde huir? No le podía dejar saber donde él vivía y ni hablar...con Andrè no iría, no lo iba a exponer a ese peligro.

Se asustó al saber que Andrè podría correr peligro, sintió como si le clavaran una puñalada en el pecho y su corazón se agitó. Primero se entregaba al vampiro antes que acercar a su amo al peligro.- Creo que no me das mas opción...tendré que cancelar mis planes para hoy...-.

Miró aquella extraña marca en su lengua...¿Todos los vampiros tenían una? No recordaba haberla visto antes en Mathias. Cuando el rubio posó su mano sobre su pecho él la tomó, con fuerza y apretándole un poco- Si lo que buscas es saciar tu curiosidad, supongo que puedo responder tus preguntas...pero si quieres saciar su hambre, créeme que no tengo ganas de ser la cena de un niño...-.

Y eso le parecía, solo veía frente a él a un jovencito, no le parecía tener mas de 16 años, quizás a simple vista parecería un chico amable y tan adorable como otro que él conocía, pero no, eso era solo una careta y a juzgar por lo que conocía de vampiros su edad original debía superar la cifra de 16, pero no sospechaba cuanto.