AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Últimos temas
Anneliese de Wittelsbach [ID]
2 participantes
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Anneliese de Wittelsbach [ID]
▲NOMBRE DEL PERSONAJE▲
Anneliese Katharina de Wittelsbach▲EDAD▲
16 años ▲ESPECIE▲
Hechicera ▲FACCIÓN A LA QUE PERTENECE▲
Ninguna▲TIPO, CLASE SOCIAL O CARGO▲
Clase Alta ▲ORIENTACIÓN SEXUAL▲
Demisexual.▲LUGAR DE ORIGEN▲
Baviera, Sacro Imperio Romano Germánico.▲HABILIDADES/PODERES▲
→ Poderes innatos→ Atmokinésis
→ Vigoris
→ Empatía
Describir a Anneliese es como intentar definir los efectos de una estación, de una temporada, de una música, de un cuadro a la mente de un poeta; pues la jovencita se desdobla de una manera tan misteriosa y a la vez versátil, que resulta casi nefasto querer encasillarla en un solo patrón.
Vivaz, apasionada, volátil, avasalladora, celosa, territorial. Anneliese puede llegar a arrasar un valle entero en su solo suspiro si con ello es capaz de vivir, aprender y florecer. Sin embargo, así como estalla, también conserva un estado de calma, delicadeza y sofisticación que la presentan a los ojos como una delicada y maravillosamente esculpida pieza de mármol. Tan taciturna, tan sencilla, tan misteriosa. Uno de los primeros copos de nieve del primer nevar, o tal vez una de las primeras hojas amarronadas del intermitente otoño.
Cuenta con un corazón soñador, afable, tierno y altruista, cuyo elixir se destila en la fineza con la cual se revela a los más allegados y seres que a su visión necesitan de ello. No escatima recurso alguno en ofrecer confort y apoyo, como tampoco en trabajar arduamente en pro de un bien común. Considera que las gracias con las que ha nacido, son una herramienta para el mejoramiento, y que ella es responsable de que eso ocurra.
Al igual que su madre, Anneliese cuenta con un sentido desafiante, aunque a diferencia de esta, la niña se revela mucho más prudente en sus acciones, mientras no se halle en un estado de frenesí incontrolable.
Se luce con una inteligencia un tanto más lúcida y sagaz que las de las jovencitas promedio, puesto que, a dicha gracia, la misma procura adicionar el conocimiento. Siendo divisada como una niña ansiosa por adquirir más y más conocimiento, ya que a su mente: el conocimiento es poder.
Uno de sus mayores defectos se halla ligado justamente a la cadenilla de características que destacan su volatilidad, ya que cuando su pequeña y muy larga mecha termina por consumirse, un lado tenebroso, oscuro y hasta sádico – por llamarlo de alguna forma – tiende a mostrar su rostro, volviéndola despiadada, gélida y muy poco consciente de las consecuencias que sus actos puedan acarrearle.
Su palabra es el fundamento de la seguridad, pues no la da a la ligera; rigiéndose por un marco de honor y lealtad hacia quienes considere dignos. Regia, marcial y orgullosa, igualmente se presenta como una dama cargada de sabiduría – al menos para su edad – basada en las experiencias propias y en las adquiridas mediante el estudio que ha aplicado hacia los demás. Procura muy diligentemente, conservar siempre la calma y evaluar las situaciones en todos los escenarios posibles, junto con las reacciones que pueda tomar. No obstante, teniendo en cuenta el carácter volátil con el que cuenta, el “procurar” que intenta se le suele salir de las manos.
Es importante mencionar que, en su adolescencia nata, la misma se halla engullida por inseguridades que carcomen su mente todo el tiempo, hallándose sumida en mares de desconfianza y algún que otro atisbo de baja autoestima, miedo e incertidumbre; pues a pesar de realizar el mayor esfuerzo por cumplir con las expectativas puestas sobre su hombro, la niña de tanto en tanto no logra comprender a cabalidad los papeles que “debe” cumplir, a fin de concatenarlos con los que “desea” vivir; resultando esto en un maremoto de sentimientos negativos que a final de cuentas repercuten de una manera bastante negativa en su código de actuación.
Vivaz, apasionada, volátil, avasalladora, celosa, territorial. Anneliese puede llegar a arrasar un valle entero en su solo suspiro si con ello es capaz de vivir, aprender y florecer. Sin embargo, así como estalla, también conserva un estado de calma, delicadeza y sofisticación que la presentan a los ojos como una delicada y maravillosamente esculpida pieza de mármol. Tan taciturna, tan sencilla, tan misteriosa. Uno de los primeros copos de nieve del primer nevar, o tal vez una de las primeras hojas amarronadas del intermitente otoño.
Cuenta con un corazón soñador, afable, tierno y altruista, cuyo elixir se destila en la fineza con la cual se revela a los más allegados y seres que a su visión necesitan de ello. No escatima recurso alguno en ofrecer confort y apoyo, como tampoco en trabajar arduamente en pro de un bien común. Considera que las gracias con las que ha nacido, son una herramienta para el mejoramiento, y que ella es responsable de que eso ocurra.
Al igual que su madre, Anneliese cuenta con un sentido desafiante, aunque a diferencia de esta, la niña se revela mucho más prudente en sus acciones, mientras no se halle en un estado de frenesí incontrolable.
Se luce con una inteligencia un tanto más lúcida y sagaz que las de las jovencitas promedio, puesto que, a dicha gracia, la misma procura adicionar el conocimiento. Siendo divisada como una niña ansiosa por adquirir más y más conocimiento, ya que a su mente: el conocimiento es poder.
Uno de sus mayores defectos se halla ligado justamente a la cadenilla de características que destacan su volatilidad, ya que cuando su pequeña y muy larga mecha termina por consumirse, un lado tenebroso, oscuro y hasta sádico – por llamarlo de alguna forma – tiende a mostrar su rostro, volviéndola despiadada, gélida y muy poco consciente de las consecuencias que sus actos puedan acarrearle.
Su palabra es el fundamento de la seguridad, pues no la da a la ligera; rigiéndose por un marco de honor y lealtad hacia quienes considere dignos. Regia, marcial y orgullosa, igualmente se presenta como una dama cargada de sabiduría – al menos para su edad – basada en las experiencias propias y en las adquiridas mediante el estudio que ha aplicado hacia los demás. Procura muy diligentemente, conservar siempre la calma y evaluar las situaciones en todos los escenarios posibles, junto con las reacciones que pueda tomar. No obstante, teniendo en cuenta el carácter volátil con el que cuenta, el “procurar” que intenta se le suele salir de las manos.
Es importante mencionar que, en su adolescencia nata, la misma se halla engullida por inseguridades que carcomen su mente todo el tiempo, hallándose sumida en mares de desconfianza y algún que otro atisbo de baja autoestima, miedo e incertidumbre; pues a pesar de realizar el mayor esfuerzo por cumplir con las expectativas puestas sobre su hombro, la niña de tanto en tanto no logra comprender a cabalidad los papeles que “debe” cumplir, a fin de concatenarlos con los que “desea” vivir; resultando esto en un maremoto de sentimientos negativos que a final de cuentas repercuten de una manera bastante negativa en su código de actuación.
Ciertas penumbras se habían cernido sobre la casa de los Duques de Baviera, oscureciendo y congelando los amplios pasillos del palacete que los albergaba. La música del piano se había extinguido y las risas jolgoriosas parecían haber sido sofocadas por lo que para aquel momento parecía presentarse como la extinción de su poder. El matrimonio se hallaba en ascuas.
Sin embargo, el destino y sus secuaces, en medio de sus jugarretas y caprichos, izaron una vez más la bandera de la reconciliación en los terrenos de la familia; siendo ésta adornada con el nacimiento de la pequeña y bien amada Anneliese – primera damita de la casta y segundo vástago de los Wittelsbach – cuyos ojos despertaron en junto con los rayos del sol de verano en la región.
Junto a ella, con unos pocos meses de diferencia, otro niño se había sumado a la familia: Meinrad. Un protagonista mucho más que importante en el curso de la historia de Anneliese.
Desde muy pequeña, ataviada por los lujos propios de su familia, la niña fue educada y mimada sin restricciones algunas; instruccionada por los mejores tutores de la época, así como por su propia familia. Se podría decir que la pequeña, bendecida en gracia por los dioses mismos, crecería sana y hasta ligeramente corrupta, si no fuese por ciertos eventos que fueron manifestándose en su vida desde muy corta edad.
Las noches nunca fueron muy bien recibidas por la niña, en especial cuando se veía obligada a rendirse al cansancio y entregar su consciencia al mundo de los sueños. Mundo en el que, solitaria e indefensa, terminaba siendo atacada por sombras, demonios y escenarios que tornaban de cabeza su realidad e inyectaban a su corazón y espíritu el terror más grande que pueda existir.
Por un prolongado tiempo, dicha situación la había sumido en una especie de melancolía y constante miedo; no obstante, sus dos hermanos contribuían constantemente con sus sonrisas, ocurrencias y cariño, a que Anneliese no se viera totalmente arrinconada por tal pesar. El cual a su vez no era considerado una especie de amenaza per sé y había sido ligeramente controlado por las atenciones médicas que sus padre procuraban, hasta la llegada de la infortunada primera clase de equitación.
Menuda en tamaño y con el nerviosismo a cuestas, Anneliese terminó por perder el control de su montura, yendo a parar contra el suelo de una forma terriblemente estrepitosa. Aquel accidente, la obligó a permanecer en cama por un buen tiempo, inconsciente y a total merced del mundo maligno del cual huía noche tras noche.
Como si aquello la hubiese puesto cual comidilla a los terrores, sus episodios psicóticos o más bien terrores nocturnos terminaron por superar las puertas de su habitación, ahora sacudiéndola de la cama en medio de gritos y llantos que la arrastraban terriblemente y sin consolación. O al menos eso consideró por un tiempo, pues nuestro protagonista, a partir de este acto, toma la relevancia que en verdad se haría completamente irremplazable para Anneliese.
Noche tras noche, ya sea por su parte o por la de Meinrad, el lecho de sueño era compartido entre ambos. Pues, asustada, la niña solo hallaba consuelo y un sueño reparador acurrucada en los brazos de su hermano, arrullada por sus tiernas palabras y sus promesas de protección. A razón de esto, no era extraño ver corretear a uno u otro menor rumbo a las recámaras del contrario, ni bien la iluminación de los pasillos se hacía más tenue.
En medio de estas prácticas, y fundamentados en el cariño fraternal que los unía; poco a poco la niña comenzó a notar que su necesidad en relación a Meinrad se extendía mucho más allá de un simple estado de protección y sueño reparador, pues con solo oír su voz, percibir su aroma u observar su imagen desde la distancia, Anneliese sentía su corazón latir con más vigor, y la boca del estómago batirse con cientos y cientos de mariposas. Igualmente, había notado que una especie de aguijón le clavaba al pecho, cada que notaba al chico destilar su cortesía hacia otras jovencitas que no fuesen ella; motivo por el cual comenzó a dudar.
Consciente se hallaba de que sus sentimientos habían comenzado a complicarse excesivamente, y que a ciencia cierta y exacta para las costumbres en las que se hallaba tallada, aquello podría incluso ser tachado como negativo; sin embargo, con cada noche superada, con cada hora compartida y con cada sonrisa obtenida por parte del mayor, Anneliese se sentía morir.
Por una temporada, la menor había considerado reprimir dichas cavilaciones y latidos; más como si el destino quisiera jugárselas una vez más, a su inocente mente vino la revelación. Dichos sentimientos no eran unilaterales, y lo que una vez fue una relación infantil y filial comenzó a mutar en algo mucho más idílico y pasional. Anneliese estaba completamente enamorada de Meinrad y por lo que tenía sabido, él de ella.
La vida parecía pintarse de colores, y las sombras tanto de sus pesadillas, así como de un futuro incierto, se hacían bruma en compañía de sus hermanos; hasta que, bajo el pretexto de un mayor desarrollo académico y social, los tres fueron enviados a diferentes casas afines a la propia. Anneliese se vio acorralada ante la tragedia, pues considerarse privada de la compañía de Meinrad no solo representaba una interrupción a la adolescente historia de amor prohibido que compartían, sino también a la interrupción de su necesidad de vivir.
Muchos, en la corte de su protectora, la Reina de Inglaterra, la habían notado melancólica y afectada por la nueva vida que le tocaba, muy a pesar de que, en cierto modo, la jovencita procuraba demostrarse estoica y agradecida por tan maravillosa oportunidad. No paraban de llover las palabras de aliento, y las afirmaciones de que solo se debía a que no había visto suficiente mundo aún. Sin embargo, con el paso de los días, meses y años; Anneliese, completamente privada de contacto alguno con su hermano amado, pudo llegar a la conclusión de que ese amor sería la tragedia definitiva de su vida, ya que, a pesar de la distancia y el tiempo trascurrido, su corazón seguía latiendo con la misma intensidad de antes de solo pensar en él.
Asediada por esas ideas, y con el corazón en la mano, ligeramente convencida de que Meinrad había hallado un verdadero y más puro amor que el suyo; Anneliese se enfocó en el objetivo principal de su viaje, codeándose de manera inteligente y prudente con los miembros de la corte inglesa. Se empeñó en aprender todos los artes a los cuales la dejaban acceder, y de tanto en tanto, lograba escabullirse para adquirir otros más. Sin Meinrad, su vida había caído en un sinsentido abismal, quedándole únicamente la rutina oxidada de una vida de nobleza por conveniencia. Se había convertido en una auténtica muñeca de porcelana.
Para cuando el jolgorio de los dieciséis inviernos tocó a su puerta, Anneliese resurgió de entre las sedas de la corte hecha toda una dama de alcurnia, versada, elegante, inspiradora, astuta, exquisita y por sobre todas las cosas mucho más misteriosa que antes. Su paso bajo la tutela de Lena de Windsor, no solo la había pulido, sino que le había otorgado una personalidad mucho más astuta y fría que antes; mucho más calculadora y analítica, con una capacidad de observar y aplicar sus dotes más precisos en situaciones específicas.
Y envestida en esos atavíos, tras dos años aproximadamente, volvió a la casa paternal de Paris. Pues en ocasión de su cumpleaños, una importante celebración sería dada, no solo con el objetivo de volverlos a juntar nuevamente; sino también a efectos de observarlos a cada uno en su esplendorosa formación. O al menos es esa la idea que Anneliese percibe; ya que se halla muy consciente de las aspiraciones de sus padres y del “esfuerzo” que representa tenerlos ubicados a los tres en los lugares donde se hallan.
— Si es posible, y ante tus ojos hallo gracia, Padre. — rezaba la joven Anneliese, una noche antes de su regreso — Concédeme la misericordia y de este trago no me des de beber — Su corazón se hallaba al vilo, y podía notar como el nerviosismo y el miedo se apoderaban de ella incluso más fuerte que en sus propios sueños. A solo unas pocas horas, a solo unos cuantos miles de kilómetros, el rostro de Meinrad volvería a ver. Sin embargo, ¿serían los mismos de siempre? ¿sentiría aún él lo mismo que ella? No se sentía preparada para verlo aún, no si en ese momento tendría que ser testigo de su cambio y tendría que aceptar un rechazo de su parte; pues ella, a pesar de todo, lo amaba aún más que antes.
Sin embargo, el destino y sus secuaces, en medio de sus jugarretas y caprichos, izaron una vez más la bandera de la reconciliación en los terrenos de la familia; siendo ésta adornada con el nacimiento de la pequeña y bien amada Anneliese – primera damita de la casta y segundo vástago de los Wittelsbach – cuyos ojos despertaron en junto con los rayos del sol de verano en la región.
Junto a ella, con unos pocos meses de diferencia, otro niño se había sumado a la familia: Meinrad. Un protagonista mucho más que importante en el curso de la historia de Anneliese.
Desde muy pequeña, ataviada por los lujos propios de su familia, la niña fue educada y mimada sin restricciones algunas; instruccionada por los mejores tutores de la época, así como por su propia familia. Se podría decir que la pequeña, bendecida en gracia por los dioses mismos, crecería sana y hasta ligeramente corrupta, si no fuese por ciertos eventos que fueron manifestándose en su vida desde muy corta edad.
Las noches nunca fueron muy bien recibidas por la niña, en especial cuando se veía obligada a rendirse al cansancio y entregar su consciencia al mundo de los sueños. Mundo en el que, solitaria e indefensa, terminaba siendo atacada por sombras, demonios y escenarios que tornaban de cabeza su realidad e inyectaban a su corazón y espíritu el terror más grande que pueda existir.
Por un prolongado tiempo, dicha situación la había sumido en una especie de melancolía y constante miedo; no obstante, sus dos hermanos contribuían constantemente con sus sonrisas, ocurrencias y cariño, a que Anneliese no se viera totalmente arrinconada por tal pesar. El cual a su vez no era considerado una especie de amenaza per sé y había sido ligeramente controlado por las atenciones médicas que sus padre procuraban, hasta la llegada de la infortunada primera clase de equitación.
Menuda en tamaño y con el nerviosismo a cuestas, Anneliese terminó por perder el control de su montura, yendo a parar contra el suelo de una forma terriblemente estrepitosa. Aquel accidente, la obligó a permanecer en cama por un buen tiempo, inconsciente y a total merced del mundo maligno del cual huía noche tras noche.
Como si aquello la hubiese puesto cual comidilla a los terrores, sus episodios psicóticos o más bien terrores nocturnos terminaron por superar las puertas de su habitación, ahora sacudiéndola de la cama en medio de gritos y llantos que la arrastraban terriblemente y sin consolación. O al menos eso consideró por un tiempo, pues nuestro protagonista, a partir de este acto, toma la relevancia que en verdad se haría completamente irremplazable para Anneliese.
Noche tras noche, ya sea por su parte o por la de Meinrad, el lecho de sueño era compartido entre ambos. Pues, asustada, la niña solo hallaba consuelo y un sueño reparador acurrucada en los brazos de su hermano, arrullada por sus tiernas palabras y sus promesas de protección. A razón de esto, no era extraño ver corretear a uno u otro menor rumbo a las recámaras del contrario, ni bien la iluminación de los pasillos se hacía más tenue.
En medio de estas prácticas, y fundamentados en el cariño fraternal que los unía; poco a poco la niña comenzó a notar que su necesidad en relación a Meinrad se extendía mucho más allá de un simple estado de protección y sueño reparador, pues con solo oír su voz, percibir su aroma u observar su imagen desde la distancia, Anneliese sentía su corazón latir con más vigor, y la boca del estómago batirse con cientos y cientos de mariposas. Igualmente, había notado que una especie de aguijón le clavaba al pecho, cada que notaba al chico destilar su cortesía hacia otras jovencitas que no fuesen ella; motivo por el cual comenzó a dudar.
Consciente se hallaba de que sus sentimientos habían comenzado a complicarse excesivamente, y que a ciencia cierta y exacta para las costumbres en las que se hallaba tallada, aquello podría incluso ser tachado como negativo; sin embargo, con cada noche superada, con cada hora compartida y con cada sonrisa obtenida por parte del mayor, Anneliese se sentía morir.
Por una temporada, la menor había considerado reprimir dichas cavilaciones y latidos; más como si el destino quisiera jugárselas una vez más, a su inocente mente vino la revelación. Dichos sentimientos no eran unilaterales, y lo que una vez fue una relación infantil y filial comenzó a mutar en algo mucho más idílico y pasional. Anneliese estaba completamente enamorada de Meinrad y por lo que tenía sabido, él de ella.
La vida parecía pintarse de colores, y las sombras tanto de sus pesadillas, así como de un futuro incierto, se hacían bruma en compañía de sus hermanos; hasta que, bajo el pretexto de un mayor desarrollo académico y social, los tres fueron enviados a diferentes casas afines a la propia. Anneliese se vio acorralada ante la tragedia, pues considerarse privada de la compañía de Meinrad no solo representaba una interrupción a la adolescente historia de amor prohibido que compartían, sino también a la interrupción de su necesidad de vivir.
Muchos, en la corte de su protectora, la Reina de Inglaterra, la habían notado melancólica y afectada por la nueva vida que le tocaba, muy a pesar de que, en cierto modo, la jovencita procuraba demostrarse estoica y agradecida por tan maravillosa oportunidad. No paraban de llover las palabras de aliento, y las afirmaciones de que solo se debía a que no había visto suficiente mundo aún. Sin embargo, con el paso de los días, meses y años; Anneliese, completamente privada de contacto alguno con su hermano amado, pudo llegar a la conclusión de que ese amor sería la tragedia definitiva de su vida, ya que, a pesar de la distancia y el tiempo trascurrido, su corazón seguía latiendo con la misma intensidad de antes de solo pensar en él.
Asediada por esas ideas, y con el corazón en la mano, ligeramente convencida de que Meinrad había hallado un verdadero y más puro amor que el suyo; Anneliese se enfocó en el objetivo principal de su viaje, codeándose de manera inteligente y prudente con los miembros de la corte inglesa. Se empeñó en aprender todos los artes a los cuales la dejaban acceder, y de tanto en tanto, lograba escabullirse para adquirir otros más. Sin Meinrad, su vida había caído en un sinsentido abismal, quedándole únicamente la rutina oxidada de una vida de nobleza por conveniencia. Se había convertido en una auténtica muñeca de porcelana.
Para cuando el jolgorio de los dieciséis inviernos tocó a su puerta, Anneliese resurgió de entre las sedas de la corte hecha toda una dama de alcurnia, versada, elegante, inspiradora, astuta, exquisita y por sobre todas las cosas mucho más misteriosa que antes. Su paso bajo la tutela de Lena de Windsor, no solo la había pulido, sino que le había otorgado una personalidad mucho más astuta y fría que antes; mucho más calculadora y analítica, con una capacidad de observar y aplicar sus dotes más precisos en situaciones específicas.
Y envestida en esos atavíos, tras dos años aproximadamente, volvió a la casa paternal de Paris. Pues en ocasión de su cumpleaños, una importante celebración sería dada, no solo con el objetivo de volverlos a juntar nuevamente; sino también a efectos de observarlos a cada uno en su esplendorosa formación. O al menos es esa la idea que Anneliese percibe; ya que se halla muy consciente de las aspiraciones de sus padres y del “esfuerzo” que representa tenerlos ubicados a los tres en los lugares donde se hallan.
— Si es posible, y ante tus ojos hallo gracia, Padre. — rezaba la joven Anneliese, una noche antes de su regreso — Concédeme la misericordia y de este trago no me des de beber — Su corazón se hallaba al vilo, y podía notar como el nerviosismo y el miedo se apoderaban de ella incluso más fuerte que en sus propios sueños. A solo unas pocas horas, a solo unos cuantos miles de kilómetros, el rostro de Meinrad volvería a ver. Sin embargo, ¿serían los mismos de siempre? ¿sentiría aún él lo mismo que ella? No se sentía preparada para verlo aún, no si en ese momento tendría que ser testigo de su cambio y tendría que aceptar un rechazo de su parte; pues ella, a pesar de todo, lo amaba aún más que antes.
→ Si bien Anneliese es fina descendiente de Irene, no posee la misma pigmentación ocular que la mujer, ni mucho menos que la de su "padre". No obstante, resulta bastante peculiar pues en sus tonos avellana se refleja una mezcla que varía entre el verde y el azul del mismo mar. Tonalidades que se alternan en su mirar dependiendo del clima que la rodea, o de su propio estado anímico.
→ Versada en las artes propias de una dama de corte, Anneliese se presenta como una joven tejida, adornada y perfumada con los dotes más finos y elegantes que una damita de su edad pueda portar. Viéndose esto reflejado en su recatado actuar, palabras justas en dulzura - astucia - frialdad acorde a la situación, y por sobre todas las cosas en la sabiduría adquirida para el actuar o no.
→ Si bien ha sido educada para presentarse delicada, dulce y magnánima; no es para nada raro su interesante habilidad en el arte de la caballería – tras su horrible experiencia de pequeña- , fungiendo cual dotada jinete, igualmente muy dotada en la arquería. Durante su estancia de tierras londineses, la jovencita tuvo la oportunidad de abandonar las enaguas y realizar prácticas constantes en compañía de adultos con los cuales ha logrado una amistad bastante fraternal.
→ Su lengua materna es el alemán; no obstante se comunica fluidamente en francés, inglés e italiano. Por ciertas prácticas, luce un conocimiento ligero sobre latín y otra lengua muerta.
→ No le agradan las actividades propias de las damitas (bordar, pintar, cantar); sin embargo, cuenta con una voz agraciada, un interesante talento con el piano y el violín, e igualmente no se le da para nada mal la pintura. Entre todo, se puede decir que la lectura y la jardinería serían sus aficiones más “femeninas”, verdaderamente apreciadas.
→ Tiene una enorme debilidad por las amapolas, los lirios y las orquídeas.
→ No es afin al azúcar; aunque pierde la cabeza por el chocolate, las uvas, las naranjas confitadas y la mandarina.
→ Aprendió a utilizar la espada – no es una guerrera, ni mucho menos – sin embargo ha logrado superar su niveles promedios en tierra londinense.
→ En contraposición – como toda ella es – a las creencias de su familia, Anneliese se presenta con una mente mucho más abierta y cultivable. Considera que mantenerse rígido en un sentido de creencia, sin siquiera darle la oportunidad a la razón de ofrecer opciones y aristas, resulta ridículo. No obstante, es bastante prudente con respecto a esta posición.
→ Sus terrores nocturnos siguen siendo un gran problema, y aunque ha intentado aplacarlos con el filo de la razón; no puede evitar caer presa del desasosiego que toda esa extraña oscuridad produce en ella. Oscuridad y misterio que siente bullir desde lo más profundo de su corazón.
→ Peca de extremadamente celosa con respecto a su familia, ya que considera que un ser humano que no es capaz de proteger a su familia, jamás sería capaz de protegerse a sí mismo. Le profesa un amor incondicional a sus hermanos y padre; y aunque a su madre la adora con devoción, no puede evitar sentir cierto temor hacia su intrincada y astuta mente. Una especie de sentimiento de alerta siempre la rodea cuando se halla junto a ella.
→ El cariño fraternal que desde pequeños le había profesado a su hermano Meinrad, poco a poco fue mutando en algo mucho más complejo, profundo e intenso; llegando al punto de atar su corazón y vida a la existencia misma del jovencito. Consciente se halla de lo pecaminoso y extraño de aquellos sentimientos, no obstante, le resulta absolutamente imposible deshacerse de ellos; notando que la presencia del joven no solo se ha vuelto la razón de su respirar, sino el mismo combustible para su vida. Haberse separado de él, no hizo más que afianzar dicha situación, pues tras observar el mundo con sus propios ojos, Anneliese ha llegado a la conclusión de que ningún ser en todo el mundo podría hacerle sentir tan viva, como Meinrad lo hacía.
→ Muy aparte de las rarezas que la rodean, Anneliese ha notado que algo mucho más complejo ha comenzado a despertar en su interior; sin poder evitar sentirse sumida en la incertidumbre y miedo inexplicable.
→ Anneliese, al igual que su madre, se halla dotada de una sonrisa maravillosa; tan brillante como el sol, tan calidad con una tarde de verano. Clara en dulzura, entera en pasión y desbordante de sinceridad. Cuando ella aparece en su rostro, la belleza propia de sus facciones resplandece tal, que ni siquiera los mejores escultores de toda Italia o Francia se atreverían a ignorar.
→ Versada en las artes propias de una dama de corte, Anneliese se presenta como una joven tejida, adornada y perfumada con los dotes más finos y elegantes que una damita de su edad pueda portar. Viéndose esto reflejado en su recatado actuar, palabras justas en dulzura - astucia - frialdad acorde a la situación, y por sobre todas las cosas en la sabiduría adquirida para el actuar o no.
→ Si bien ha sido educada para presentarse delicada, dulce y magnánima; no es para nada raro su interesante habilidad en el arte de la caballería – tras su horrible experiencia de pequeña- , fungiendo cual dotada jinete, igualmente muy dotada en la arquería. Durante su estancia de tierras londineses, la jovencita tuvo la oportunidad de abandonar las enaguas y realizar prácticas constantes en compañía de adultos con los cuales ha logrado una amistad bastante fraternal.
→ Su lengua materna es el alemán; no obstante se comunica fluidamente en francés, inglés e italiano. Por ciertas prácticas, luce un conocimiento ligero sobre latín y otra lengua muerta.
→ No le agradan las actividades propias de las damitas (bordar, pintar, cantar); sin embargo, cuenta con una voz agraciada, un interesante talento con el piano y el violín, e igualmente no se le da para nada mal la pintura. Entre todo, se puede decir que la lectura y la jardinería serían sus aficiones más “femeninas”, verdaderamente apreciadas.
→ Tiene una enorme debilidad por las amapolas, los lirios y las orquídeas.
→ No es afin al azúcar; aunque pierde la cabeza por el chocolate, las uvas, las naranjas confitadas y la mandarina.
→ Aprendió a utilizar la espada – no es una guerrera, ni mucho menos – sin embargo ha logrado superar su niveles promedios en tierra londinense.
→ En contraposición – como toda ella es – a las creencias de su familia, Anneliese se presenta con una mente mucho más abierta y cultivable. Considera que mantenerse rígido en un sentido de creencia, sin siquiera darle la oportunidad a la razón de ofrecer opciones y aristas, resulta ridículo. No obstante, es bastante prudente con respecto a esta posición.
→ Sus terrores nocturnos siguen siendo un gran problema, y aunque ha intentado aplacarlos con el filo de la razón; no puede evitar caer presa del desasosiego que toda esa extraña oscuridad produce en ella. Oscuridad y misterio que siente bullir desde lo más profundo de su corazón.
→ Peca de extremadamente celosa con respecto a su familia, ya que considera que un ser humano que no es capaz de proteger a su familia, jamás sería capaz de protegerse a sí mismo. Le profesa un amor incondicional a sus hermanos y padre; y aunque a su madre la adora con devoción, no puede evitar sentir cierto temor hacia su intrincada y astuta mente. Una especie de sentimiento de alerta siempre la rodea cuando se halla junto a ella.
→ El cariño fraternal que desde pequeños le había profesado a su hermano Meinrad, poco a poco fue mutando en algo mucho más complejo, profundo e intenso; llegando al punto de atar su corazón y vida a la existencia misma del jovencito. Consciente se halla de lo pecaminoso y extraño de aquellos sentimientos, no obstante, le resulta absolutamente imposible deshacerse de ellos; notando que la presencia del joven no solo se ha vuelto la razón de su respirar, sino el mismo combustible para su vida. Haberse separado de él, no hizo más que afianzar dicha situación, pues tras observar el mundo con sus propios ojos, Anneliese ha llegado a la conclusión de que ningún ser en todo el mundo podría hacerle sentir tan viva, como Meinrad lo hacía.
→ Muy aparte de las rarezas que la rodean, Anneliese ha notado que algo mucho más complejo ha comenzado a despertar en su interior; sin poder evitar sentirse sumida en la incertidumbre y miedo inexplicable.
→ Anneliese, al igual que su madre, se halla dotada de una sonrisa maravillosa; tan brillante como el sol, tan calidad con una tarde de verano. Clara en dulzura, entera en pasión y desbordante de sinceridad. Cuando ella aparece en su rostro, la belleza propia de sus facciones resplandece tal, que ni siquiera los mejores escultores de toda Italia o Francia se atreverían a ignorar.
Última edición por Anneliese de Wittelsbach el Dom Jun 11, 2023 4:13 pm, editado 1 vez
Anneliese de Wittelsbach- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/02/2023
Re: Anneliese de Wittelsbach [ID]
FICHA APROBADA
bienvenido/a a victorian vampires
¡ENHORABUENA! YA ERES PARTE DE VICTORIAN VAMPIRES Y TE DAMOS LA MÁS CORDIAL BIENVENIDA.
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