Run for a Fall

por **Hela Románova** Lun Jun 26, 2023 6:22 pm

PLAZA DE EJECUCIONES | 12:00 H

Ruego a Dios que esto se entregue sellado a tus manos, y sean únicamente tus ojos los que encuentren mi confidencia.
Me han notificado de buena mano que has regresado a la capital de la luz. Cuando me presenté por primera vez a d'Aubermont, esperando encontrarte -cuando, aparentemente, te hallabas buscando respuestas en tu patria-, he notado en el color de voz de la señora Wittelsbach que tu relación con ella ha encontrado su ocaso. Quisiera saber el porqué. Ante todo, quisiera citarte en un lugar más privado, exento de posibles dramas familiares.
Este jueves, al dar el mediodía, ven a la plaza central de París. Se llevará a cabo la ejecución de una rea que responderá cualquier duda acerca de mi repentina desaparición. Todo tendrá sentido cuando llegues.
Te sugiero, por obvias razones, que tu vestimenta sea lo más discreta posible.

Amelia

La finalidad de su trazo, las palabras elegidas; todo en esa carta la hacía sentir extraña.
A la hora de abogar por la buena fortuna –salvo que se viera comprometida por el protocolo–, Amelia jamás descansaba sobre la fe cristiana. Si bien existía una opresión autoinflingida que les impedía expresarlo explícitamente, las hermanas Románova repudiaban los juicios que se desarrollaban bajo la imparcialidad del dogma religioso.

Una semana, tal vez vez un poco menos, había transcurrido desde el Erntedankfest (evento de extraordinario desenlace, sin lugar a dudas), del cual apenas obtuvo un par de respuestas desabridas por parte de la anfitriona, a quien había increpado a fin de que echase un poco de luz sobre la carta que atestiguaba la aparición con vida de su hermana. Como bien había anticipado su mal predispuesto genio, Irene, con su labia codiciosa, acabó brindando información ambigua sobre lo que suponía haber visto entre los transeúntes parisinos. Todo habría ocurrido al poco tiempo de que Hela intentase huir en barco en busca de Mr. van der Vaart; mas Dios o el Diablo quiso cruzar en su camino al barbárico 'Black Blood' (y cuánto se alegraba de ello).

Tampoco pretendía responsabilizar demasiado a Irene. Su estado de salud continuaba deteriorándose a la espera de que su sexto hijo saliera vomitado de entre sus piernas con la esperanza de que este le diera algo de tregua.
Ahora, luego de varios días sin noticias y con la llegada de la misiva, poco importaba el resto del panorama. Se presentaría en el sitio de la forma que fuera.

Al llegar a la hora pactada, se encontró un importante desfile de extasiados voyeuristas aguardando en silencio el comienzo de una ceremonia que prometía ser reaccionaria.
Sin embargo, el buen comportamiento en funciones de ese tipo siempre tendía a esfumarse antes de tiempo.
Alguien enterrado en el alud humano, de repente, irrumpió la calma del público al manifestar su poco agrado por quien debía ser ejecutada, provocando una desbandada de murmullos. Algunos llegaban incompletos a sus oídos.

«… morir a la farsante.»

«¿Estás nervioso? Es mi primera vez.»

«... a los ojos! ... Maldecirá la sangre de tus hijos.»

El patíbulo que protagonizaría el violento espectáculo aún se encontraba vacío, salvo por la presencia de dos personas. Uno sobre los pies de la escalera de madera, y otro, un poco mejor vestido, parado sobre el escenario principal.
Levantó su vista por encima de la muchedumbre, buscando la frágil figura de su hermana. Había rodeado el perímetro dos veces, haciendo énfasis en las personas que iban ataviadas por el misterio, buscando sus ojos verdes bajo todas aquellas capuchas negras.
Algo no se sentía bien.

por **Lúthien Gwyddyon** Dom Ago 06, 2023 8:03 am

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LUTHIEN & HELA

Plaza de Ejecuciones
12:15 hrs.

Algunas tragedias resultan inevitables. Sin importar cuánto se corra o con cuánta antelación se cuente, es imposible ganarle al tiempo y torcer el brazo a un destino que ya ha sido fijado por la voluntad de los Dioses. Puede que la verdadera dificultad radique en saber qué tan acertada es la Premonición; muchas veces es necesario adentrarse en el misterio y arriesgarse a pasar de protagonista a humilde espectador en cualquier momento.

Ahora mismo, era una más entre la multitud. Acomodó mejor la capucha grisácea sobre su cabeza y continuó su búsqueda, pidiendo permiso y deteniéndose en ocasiones para oír los murmullos de la gente. Gracias a la magia oculta en la prenda, nadie podría reconocerla a menos que ella así lo quisiera. Ya no le impacta como antes, el morbo y la frivolidad de aquellos que acuden buscando diversión en la muerte ajena. El poder humillar libremente a otro humano es una conducta que le llama enormemente la atención. Sin embargo, no ha venido aquí por eso.

Noches atrás, la Premonición le asaltó mientras reposaba en su Palazzo en Bolzano. Aunque era primera vez que veía el rostro de la desdichada víctima, en cuanto supo su identidad mandó a preparar su carruaje para el apresurado viaje. Dudaba mucho poder intervenir, pero quería estar en el momento y el lugar indicado por su don. Bien podría ser una señal, una herramienta a la que echar mano más adelante. A su lado, su Escolta Real, la joven doncella Evangeline, vigilaba alerta y con el cuerpo tenso.

Fue entonces cuando la vio. La mujer de la Premonición. Su encuentro estaba predestinado para unos cuantos meses más, pero Lúthien necesitaba estar aquí ahora como mudo testigo de las injusticias del mundo. La multitud se exaltó a su alrededor y la mirada de la dama Gwyddyon regresó al patíbulo, donde una figura amordazada y con el rostro cubierto por una bolsa de tela fue obligada a subir por dos hombres que le duplicaban el tamaño.

Antes incluso de que el Verdugo diera la bienvenida a los presentes y se dispusiera a leer los cargos, algunos proyectiles impactaron contra la menuda figura de la víctima, la cual a todas luces se trataba de una mujer. Piedras y fruta podrida reventando contra su vestido. Cuellos y pescuezos estirados de aquellos que buscan ver con mayor claridad. Rezos vacíos elevándose como murmullos a través del aliento de las ancianas y las preguntas infantiles de los niños, demasiado inocentes e inexpertos para entender lo que sus ojos ven.

Lúthien observaba todo con una máscara de solemnidad. En su palma izquierda presiona un dije de oro cuya runa celta se graba en su piel.

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por **Hela Románova** Sáb Mar 02, 2024 5:54 pm

CEl deseo de encontrar la manifestación del recuerdo beato de su hermana enturbiaba su realidad. Una realidad que validaba el ansia de querer encontrar a Amelia en la muchedumbre antes de que revelaran la identidad de la prisionera. No descubre nada excepto un repentino dolor punzante en su bajo vientre. Todo comienza a cobrar más sentido.
Es entonces cuando aquel sopor se quiebra con el clamor repentino de los presentes, y se ve obligada a levantar su mirada.
Es allí. Es ella. Una figura delgada y pequeña cuya cabeza se encuentra cubierta por una tela negra; de ella caían unos pocos mechones pelirrojos reconocibles.

Atada por una adrenalina súbita, decide abalanzarse sobre la cautiva para tomarla consigo y liberarla. Pero algo se lo impide. Algo ajeno a la inmovilidad tónica de los músculos ante la presencia del trauma. Una fuerza externa y violenta la retenía. ¿Cabía la posibilidad de que la magia conviviese en el mundo de las criaturas noctámbulas y estuviese siendo presa de ella? Después de todo, todo indicaba que su hermana sería acusada de ello. ¿Realmente se trataba de su propia hermana deteniéndola?

No. Algo más.
Alguien. Debía ser alguien más.

—Nos presentamos aquí, en el año de nuestro señor mil ochocientos cuarenta y dos, para ser testigos de una ejecución alumbrada por justicia divina. —Tras una vaga y peyorativa mirada de reojo, el juez elegido dispone su labia —Se le acusa de entregarse al cortejo del diablo llevando adelante prácticas de absoluta herejía. ¡Oremos en silencio por su alma! —Al ver la acallada reacción de los presentes, sin duda alguna ansioso, decide que es un buen momento para dar luz sobre su identidad. —¡Observen, hermanos! No se trata de nadie más que la marquesa de la principal dinastía rusa, Amelia Románova. Esto nos enseña que los artilugios del maligno no discrimina por el color de la sangre.
»Tal vez se le ofrezca a su señora unas últimas palabras.

Sumándose a toda su energía compactada por aquella fuerza extraña, que reprimía la voluntad de sus músculos, la rabia que sintió al oír la acusación logró que sus ojos se aguaran al instante. Apenas si lograba apretar sus propios dientes, pues hasta los músculos de sus cuerdas se encontraban paralizadas.
Así, la voz de su hermana llegó a sus oídos por última vez, cargada con el tenebroso estoicismo que la caracterizaba.

—Soy inocente de todas las acusaciones en mi contra. Cometen un error al apuntarme como sierva del siniestro. Uno muy grave.

—Le ruego al tribunal y a los presentes que no se dejen engañar por sus protestas. El diablo es el maestro del engaño. Todos sus siervos fingen inocencia.

—Y sin embargo ante los ojos del altísimo sólo puedo intentar convencerlos.
»Sepan que se sabrá la verdad. De nada sirve arrepentirse sobre un cadáver. Si aceptan llevar a cabo este delito, tarde o temprano sobrevendrá la justicia. Será impartida por Dios todopoderoso. Y se mostrará a través del ejército ruso, que no dudará en hundir Francia.

—¡Calla tu lengua colmada de artilugios! No sucumbiré... No sucumbiremos a la desdicha de una bruja.
»¡Hágase la voluntad de la corte, y envíen a la bruja nuevamente al regazo de su amo! No sea que venga a por nosotros.

Inaudito fue el silencio inmediato que, tras su ultimátum, precedió el desastre. Los murmullos de los espectadores desaparecieron abruptamente; sus miradas, en cambio, parecieron vociferar a favor de la violencia al observar embelesados la elegante y sin embargo tenebrosa danza de la espada de acero que blandía desde el anonimato el verdugo.
Tras la señal dada por el juez, la cuchilla se abrió paso por el cuello de la dulce Amelia, desgarrando su carne como si extirpar la testa de un pequeño cordero para callar sus quejidos se tratara.
Al caer la cabeza de la ya occisa, todos festejan. Hela parece ser liberada del hechizo y corre hacia el cuerpo.

por **Lúthien Gwyddyon** Vie Abr 05, 2024 9:33 am

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LUTHIEN & HELA

Plaza de Ejecuciones
12:25 hrs.

La runa se graba con fuego y sangre en su piel, un dolor agudo cuyo pago desencadena la magia más antigua y arcaica de todas. El Universo otorga y exige, pasado y presente se entrelazan con tenebrosa precisión en una danza obtusa y asincrónica donde la naturaleza y la casualidad se complementan entre sí. Un escalofrío que le eriza la piel cuando el brillo de la espada se refleja en sus frías pupilas y un grito ahogado cuando la cabeza cae, tan rápido, tan violento y repentino. La vida se esfuma en un segundo sólo para renacer al siguiente. Mientras la sangre empapa la tierra muerta y agreste bajo el patibulo de madera, Luthien los maldice en voz baja. La sangre se extenderá como los cabellos de la noble injustamente ejecutada, otra Marie Antoniette, otra víctima de los hombres.

Lúthien acabaría con cada uno de ellos de la forma más cruel y sanguinaria posible. La maldición de su pueblo austriaco, tantas veces vapuleado en nombre de reyes, emperadores y dioses que la dama celta jamás reconocerá.

«¡Viva la France!»

Los vítores y gritos de júbilo en el público asquean a la Dama Gwyddyon. Su mano herida deja caer el dije ensangrentado en la tierra para completar el ritual. Francia está maldita.

«Excepto tú»

Solemne y elegante, su esbelta figura se cruza en el apresurado camino de Hela Románova y posa la mano sangrante sobre su hombro, cubriendo la mente ajena con la protección de su Empatia. La rabia, el miedo y el dolor pasarían a un segundo plano, más frío y calculador. Allí donde la noble mujer podría trazar los planes más elaborados en busca de justicia y respuestas.

—Calma, hermana mía —susurró de tal forma que sólo ella podría oírla. Como si una burbuja se hubiese formado a su alrededor, aislado a ambas mujeres de la atención y el ruido de los demás. Los ojos de Lúthien se fijaron en los ajenos con infinita compasión y también, ferocidad—. Guardad vuestras lágrimas para el futuro, pues esto no dejará indiferente al Zar. Hoy guardemos silencio, pero mañana la voluntad de vuestra hermana se volverá una realidad. Ahora, «no dejes que nadie te vea».

Sus palabras cargadas de magia buscaron incrustarse en la mente de la noble rusa, disuadiendola de reaccionar como ella hubiese querido. Al quitar la mano de su hombro, ningún rastro de sangre o de la herida que acababa de hacerse al conjurar la maldición.

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