AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Encuentro de almas errantes - Privado
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Victorian Vampires :: :: NORTE DE PARÍS :: HOSTAL
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Encuentro de almas errantes - Privado
Por mucho tiempo, había pospuesto éste momento, por alguna razón, el corazón dolía de solo pensar en llegar hasta el hostal. Desde que su amigo y secretario, le dijo que una joven muy parecida a Juyi, había llegado a trabajar con Mi Young, todo el pasado había vuelto a su mente y a su corazón, haciéndole que todo su mundo se pusiera de cabeza. Pensando en que hacer, había pasado la noche en vela. Poniendo de escusa los miles de asuntos importantes y no tan importantes, habían pasado las horas, y cuando quiso darse cuenta, el alba comenzaba a iluminar la habitación. Decidió descansar un par de horas y se retiró a sus aposentos. No le costó dormirse, pero el sueño se fue transformando en pesadilla. En aquel sueño, se encontró recorriendo los jardines del palacio, allí los suaves sonidos de un Erhu, le llevaron a donde el musico estaba ejecutando. Grande fue su sorpresa cuando pudo distinguir que quien ejecutaba aquella dulce melodía era su amada Suni. Se apresuró a llegar a donde ella se encontraba, pues la veía de espaldas a él, mas cuando la llamó con insistencia y ella se fue dando vuelta, Gwang So se horrorizó, pues la garganta de su amada estaba cortada, de su cuello brotaba un delgado rio de sangre y aunque ella quería hablar, no podía. Tras aquella primera impresión, el se abalanzó a ella, para intentar detener el sangrado, pero al hacerlo, ella desapareció, se encontró en mitad de un bosque inmerso en nieblas, que le impedían ver nada. Gritó y gritó el nombre de Suni, mas no la pudo hallar. Lloró amargamente, cuando despertó, aun lo hacía, su rostro estaba bañado en lagrimas y el dolor en el pecho era insoportable. Debía vencer sus miedos, intentar encontrar a la pequeña Juyi, tal vez, ella podría decirle, que había pasado con su esposa, ya que su amigo, Nam Yoo, no las había podido encontrar, luego que cayera herido.
Tras terminar con los compromisos ineludibles, el embajador, se cambió de ropa, decidió ponerse un traje europeo, dejando de lado su vestimenta tradicional y pidió ser llevado hasta el hostal. Al llegar, se encontró con su amiga y servidora Mi Young, quien le indicó se sentara en una mesa preparada especialmente para él, en un salón apartado de la sala común, ella debía hacer aún algunas tareas importantes para el buen manejo del negocio y lo dejaría en buenas manos, una joven que hacía poco había llegado a trabajar con ella. Tranquilo, esperó que la joven llegara, mientras contemplaba como el arreglo floral que había sobre la mesa, le recordó los que solía realizar su dulce Suni y un dolor en mitad del pecho le quitó el aliento, - Suni- susurró.
Tras terminar con los compromisos ineludibles, el embajador, se cambió de ropa, decidió ponerse un traje europeo, dejando de lado su vestimenta tradicional y pidió ser llevado hasta el hostal. Al llegar, se encontró con su amiga y servidora Mi Young, quien le indicó se sentara en una mesa preparada especialmente para él, en un salón apartado de la sala común, ella debía hacer aún algunas tareas importantes para el buen manejo del negocio y lo dejaría en buenas manos, una joven que hacía poco había llegado a trabajar con ella. Tranquilo, esperó que la joven llegara, mientras contemplaba como el arreglo floral que había sobre la mesa, le recordó los que solía realizar su dulce Suni y un dolor en mitad del pecho le quitó el aliento, - Suni- susurró.
Gwang So Goryeo- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/04/2017
Re: Encuentro de almas errantes - Privado
Todo estaba preparado ya. La mesa con el mantel y la vajilla de porcelana roja que habían llegado hace unos meses, el té de Jazmín envolvía el ambiente de la sala azul y los dulces que había horneado hacía unas horas, estaban presidiendo la mesa. Salí unos minutos para terminar el arreglo floral que adornaría la sala, el embajador llegaría en breves. La señorita Wang me había pedido que recibiese al embajador ya que ella tenía el día lleno de documentos y sus salidas misteriosas. No me hacía mucha gracia pero solo sonreí e hice una reverencia. El estar con alguien desconocido me llenaba de angustia. Una angustia que fue creciendo desde hacia años con todo lo que había sucedido desde aquella noche. Hacer los arreglos florales y tocar el gayageum eran mi forma de recordar a Suni, de mantener viva su memoria y presencia. Fue unnie quien me enseñó a tocar el gayageum, aunque su especialidad era el Erhu, yo había sido un autentico horror en ese instrumento, por eso pensó que el gayageum se me daría mejor e iba más con mi personalidad y actitud ante la vida. No disponía de un en el hostal y hacía años que no lo tocaba, pero tatareaba la última melodía que me enseñó cuando cocinaba o me embargaba en mis pensamientos mirando la luna. La hermosa luna que me acercaba a ellos todos las noches.
Dejé las flores en al sala y salí hacia la cocina para preparar el último plato de dulces. Las doncellas de cuarto y la cocinera habían realizado sus actos furtivos de robo y no habían dejado nada de aquel último plato. Las miré frunciendo el ceño, ya que aquello era para el embajador, un hombre importante y amigo de la señorita Wang. Corrieron hacia mi para abrazarme y pedirme perdón por su fechoría, solo pude sonreír y agitar mi cabeza en señal de que las perdonaba, por ahora, pero me cobraría ese robo en algún momento. Desde mi llegada al hostal me había dado cuenta de que comenzaba a sonreír más, incluso hacía unos días tanto la Señorita Wang como el Señor Córdoba insinuaron el cambio que estaba sufriendo. Ahora solo faltaba que mis palabras, que acumulaba en mi garganta, saliesen de forma natural. Nada más acabar aquellas muestras de perdón volví a la sala azul. Con la puerta entreabierta pude ver el movimiento de una sombra de un lado a otro. Tragué saliva, puse mi mano en mi pecho mientras cogía aire y la empujé despacio mientras entraba, con la cabeza baja para recibir al invitado. Me paré delante de la puerta, y con un movimiento de mi mano le indique de forma educada el asiento que debía ocupar para comenzar a servirle el té. Veía sus pies parados delante de mi, así que levanté la cabeza y me encontré, de forma abrupta con su cara, mirándome fijamente. Dí un paso hacia atrás para separarme de el y mantener la distancia, que marcaba el protocolo, bajando un poco mi cabeza y dejando el contacto visual con el embajador.
Dejé las flores en al sala y salí hacia la cocina para preparar el último plato de dulces. Las doncellas de cuarto y la cocinera habían realizado sus actos furtivos de robo y no habían dejado nada de aquel último plato. Las miré frunciendo el ceño, ya que aquello era para el embajador, un hombre importante y amigo de la señorita Wang. Corrieron hacia mi para abrazarme y pedirme perdón por su fechoría, solo pude sonreír y agitar mi cabeza en señal de que las perdonaba, por ahora, pero me cobraría ese robo en algún momento. Desde mi llegada al hostal me había dado cuenta de que comenzaba a sonreír más, incluso hacía unos días tanto la Señorita Wang como el Señor Córdoba insinuaron el cambio que estaba sufriendo. Ahora solo faltaba que mis palabras, que acumulaba en mi garganta, saliesen de forma natural. Nada más acabar aquellas muestras de perdón volví a la sala azul. Con la puerta entreabierta pude ver el movimiento de una sombra de un lado a otro. Tragué saliva, puse mi mano en mi pecho mientras cogía aire y la empujé despacio mientras entraba, con la cabeza baja para recibir al invitado. Me paré delante de la puerta, y con un movimiento de mi mano le indique de forma educada el asiento que debía ocupar para comenzar a servirle el té. Veía sus pies parados delante de mi, así que levanté la cabeza y me encontré, de forma abrupta con su cara, mirándome fijamente. Dí un paso hacia atrás para separarme de el y mantener la distancia, que marcaba el protocolo, bajando un poco mi cabeza y dejando el contacto visual con el embajador.
Juyi Hwan- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 10/06/2023
Re: Encuentro de almas errantes - Privado
Aquel salón, en donde el azul y el rojo predominaban en lla decoración, le hizo aún mas, ahondar en aquellos recuerdos tristes, pero aun así felices. El salón en donde Suni y él, hicieron sus votos de matrimonio y fidelidad, también había sido un bello lugar, adornado por telas y adornos entre azul y rojo, como la tradición lo pedía, para que el matrimonio estuviera colmado de felicidad y prosperidad. ¿Pero, que había ocurrido, para que su destino se torciera de aquella manera? ¿Porqué su ultimo recuerdo de su amada y él, sería la de un adiós lastimero, cuando el sol comenzaba a iluminar el día? Aun recordaba a su adorada esposa, saludándole en la entrada de su palacio, mientras él, vestido para la guerra, hacía caracolear su caballo, y le saludaba con la mano en alto. - No te preocupes, son solo seis meses... en cuanto menos lo esperes, estaré aquí a tu lado y jamás me separaré de ti -, aquellas había sido el juramento que le hiciera la noche en que sellaron su matrimonio. Rogó porque al volver, la encontrara dándole la noticia de que serían padres. Mas la desgarradora verdad, fue que al regresar, encontró una mansión arrasada por el fuego, y una fosa común en donde descansaban los restos de toda la familia Hwan.
El sonido de la puerta al abrirse, logró exorcizar aquel pasado que lo atormentaba. Lentamente, giró su cuerpo, quedando muy cerca de la joven que en ese momento entraba a dejar algo en la mesa. Sonrió con amabilidad, aunque su mirada no podía disimular el dolor lacerante que le provocaba evocar esos momentos vividos con su amada. Intentó ser lo mas cortes posible, sabía que muchas de las jóvenes que allí trabajaban, habían sido rescatadas de diferentes lugares, en donde las habían humillado y vejado. por lo que de seguro, tendrían terror a los extraños, a los hombres. - Pase, muchas gracias - , hizo una inclinación respetuosa y se alejó un poco de donde se encontraba, hasta llegar al asiento, estaba a punto de sentarse, cuando sus ojos se fijaron en un instrumento que reposaba en un mueble. Era un Erhu, uno muy similar al que su amada solía ejecutar, cuando pasaban las tardes juntos, - Prométeme, que siempre lo ejecutarás para mi -, le había pedido, cuando ella solía tocarlo, en especial, en esos días, en que la tristeza lo asaltaba, pensando en el odio y terror, que sentía su padre por él. Tomó el instrumento, y se dirigió a sentarse, allí, mientras escuchaba como la joven servía el té, él, comenzó a tocar una de las tantas melodías que su amada le dedicaba, una que según Suni le confesó, había sido creada por un antepasado de la familia Hwan, para su amada esposa. Mientras del instrumento se desprendían las dulces notas, una sonrisa se formó en sus labios. levantó la vista hasta encontrar el rostro de la joven, que se había quedado sin moverse, tal vez la música, le recordaba un pasado mejor.
El sonido de la puerta al abrirse, logró exorcizar aquel pasado que lo atormentaba. Lentamente, giró su cuerpo, quedando muy cerca de la joven que en ese momento entraba a dejar algo en la mesa. Sonrió con amabilidad, aunque su mirada no podía disimular el dolor lacerante que le provocaba evocar esos momentos vividos con su amada. Intentó ser lo mas cortes posible, sabía que muchas de las jóvenes que allí trabajaban, habían sido rescatadas de diferentes lugares, en donde las habían humillado y vejado. por lo que de seguro, tendrían terror a los extraños, a los hombres. - Pase, muchas gracias - , hizo una inclinación respetuosa y se alejó un poco de donde se encontraba, hasta llegar al asiento, estaba a punto de sentarse, cuando sus ojos se fijaron en un instrumento que reposaba en un mueble. Era un Erhu, uno muy similar al que su amada solía ejecutar, cuando pasaban las tardes juntos, - Prométeme, que siempre lo ejecutarás para mi -, le había pedido, cuando ella solía tocarlo, en especial, en esos días, en que la tristeza lo asaltaba, pensando en el odio y terror, que sentía su padre por él. Tomó el instrumento, y se dirigió a sentarse, allí, mientras escuchaba como la joven servía el té, él, comenzó a tocar una de las tantas melodías que su amada le dedicaba, una que según Suni le confesó, había sido creada por un antepasado de la familia Hwan, para su amada esposa. Mientras del instrumento se desprendían las dulces notas, una sonrisa se formó en sus labios. levantó la vista hasta encontrar el rostro de la joven, que se había quedado sin moverse, tal vez la música, le recordaba un pasado mejor.
Gwang So Goryeo- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/04/2017
Re: Encuentro de almas errantes - Privado
Serví el té al invitado y le acerqué unos dulces hacia su lado para que no tuviera que hacerlo el. Yo seguía con la cabeza inclinada, una parte del protocolo que me habían enseñado en palacio, ya que aquel hombre era un superior tanto en edad como rango y no debía mostrar mi rostro ni poner mis ojos a la altura de el. Siempre en una posición sumisa donde mi cabeza nunca superase sus hombros. Y eso era lo bueno de ser una mujer de poca estatura, que solo debía inclinarme, mirar al suelo y cruzar mis manos delante de mi estómago con pasos y movimientos suaves y lentos. Una vez que terminé de servirle, comencé a caminar de espaldas hacia la puerta para situarme allí a la espera de alguna nueva orden.
Lo que menos me podía imaginar era que aquel momento de paz y tranquilidad se volvería uno lleno de tormentos y dolor en mi ser. Vi al embajador levantarse y dirigirse con pasos firmes y sonriendo hacia el Erhu que tenía la señorita Wang como pieza de adorno en el salón azul. Comencé a inquietarme ya que aquellos adornos los había traído de corea la señorita y les tenía un gran cariño, y por muy embajador que fuese no le podía permitir tocarlos y dañarlos. Di unos pasos levantando mi mano para apoyarla en la suya e intentar apartarla de aquel instrumento, pero el embajador fue más rápido. En cuestión de segundos había posado sus labios en el y comenzó a tocar. Y como si un halo de magia entrase en mi cerebro aquella melodía hizo que me quedase paralizada y levantase por primera vez mi cabeza y mirase fijamente a aquel hombre. Abrí mi boca ligeramente pero no fui capaz de decir nada, solo lagrimas comenzaron a salir de mis ojos y un sonido gutural de dolor salio de mi boca entreabierta.
Con mi mano tape mi boca y comencé a temblar y caminar hacia atrás, tropezando con la mesa. El tintineo de las tazas y la tetera hizo que mirase hacia esta y apoyase mi mano libre en ella, para mantener mi equilibrio. Aparté la vista del embajador y apoyé mis manos en la mesilla mientras comenzaba a sentir que me faltaba el aire, agaché parte de mi cuerpo y comencé a intentar coger aire desesperadamente. Aquella melodía había despertado el recuerdo de la primera vez que Unnie había tocado el Erhu para mi. Yo debía tener unos siete años y estaba en su casa pasando unos días ya que padre y madre habían ido a la capital a ver al rey. Me tocó aquella canción "viento de verano" antes de ir a dormir. Era la primera vez que la escuchaba y ella estaba más hermosa que nunca, con el aire de la noche acariciando su pelo y sus manos deslizándose por el instrumento y moviendo su cuerpo al compás de las notas. Yo la miraba fascinada imaginándome de mayor siendo tan bella como ella. - ¿Me enseñaras a tocar?. - Le dije cuando acabo y nos metimos en los futones a dormir. Ella sonrió y acariciándome el pelo me dijo que si, que me enseñaría todo lo que yo quisiese aprender para convertirme en una hermosa mujer y poder hace feliz al hombre que eligiese como marido. Un marido que me fue impuesto y luego arrebatado. Pero lo peor fue que me arrebataron aquello que yo mas amaba por culpa de aquel marido.
Volver a escuchar esa canción me estaba matando de dolor, angustia, arrepentimiento y culpa. Cada vez notaba que el aire no me llegaba y mis fuerzas comenzaban a abandonarme. No podía permitir que el embajador viese aquel alarde de mala educación y debilidad, así que me levanté a duras penas y sacando fuerzas de mis entrañas me levanté e intenté salir de la sala. Pero aquella música volvió a hacer que me girase a mirar al hombre que tocaba el Erhu como lo hacia unnie y mi mirada se quedó clavada otra vez en el, recorriendo todo su semblante y viendo como sus manos se deslizaban de forma tan delicada y armoniosa por aquel instrumento. Mis lágrimas no dejaban de salir de mis ojos y comencé a notar como mi cuerpo se volvía más débil, haciendo que perdiese el equilibrio otra vez. Pero esta vez no llegué a agarrarme a nada y noté como la gravedad me llevaba hacia el suelo mientras un manto de oscuridad se forjaba en mis ojos.
Lo que menos me podía imaginar era que aquel momento de paz y tranquilidad se volvería uno lleno de tormentos y dolor en mi ser. Vi al embajador levantarse y dirigirse con pasos firmes y sonriendo hacia el Erhu que tenía la señorita Wang como pieza de adorno en el salón azul. Comencé a inquietarme ya que aquellos adornos los había traído de corea la señorita y les tenía un gran cariño, y por muy embajador que fuese no le podía permitir tocarlos y dañarlos. Di unos pasos levantando mi mano para apoyarla en la suya e intentar apartarla de aquel instrumento, pero el embajador fue más rápido. En cuestión de segundos había posado sus labios en el y comenzó a tocar. Y como si un halo de magia entrase en mi cerebro aquella melodía hizo que me quedase paralizada y levantase por primera vez mi cabeza y mirase fijamente a aquel hombre. Abrí mi boca ligeramente pero no fui capaz de decir nada, solo lagrimas comenzaron a salir de mis ojos y un sonido gutural de dolor salio de mi boca entreabierta.
Con mi mano tape mi boca y comencé a temblar y caminar hacia atrás, tropezando con la mesa. El tintineo de las tazas y la tetera hizo que mirase hacia esta y apoyase mi mano libre en ella, para mantener mi equilibrio. Aparté la vista del embajador y apoyé mis manos en la mesilla mientras comenzaba a sentir que me faltaba el aire, agaché parte de mi cuerpo y comencé a intentar coger aire desesperadamente. Aquella melodía había despertado el recuerdo de la primera vez que Unnie había tocado el Erhu para mi. Yo debía tener unos siete años y estaba en su casa pasando unos días ya que padre y madre habían ido a la capital a ver al rey. Me tocó aquella canción "viento de verano" antes de ir a dormir. Era la primera vez que la escuchaba y ella estaba más hermosa que nunca, con el aire de la noche acariciando su pelo y sus manos deslizándose por el instrumento y moviendo su cuerpo al compás de las notas. Yo la miraba fascinada imaginándome de mayor siendo tan bella como ella. - ¿Me enseñaras a tocar?. - Le dije cuando acabo y nos metimos en los futones a dormir. Ella sonrió y acariciándome el pelo me dijo que si, que me enseñaría todo lo que yo quisiese aprender para convertirme en una hermosa mujer y poder hace feliz al hombre que eligiese como marido. Un marido que me fue impuesto y luego arrebatado. Pero lo peor fue que me arrebataron aquello que yo mas amaba por culpa de aquel marido.
Volver a escuchar esa canción me estaba matando de dolor, angustia, arrepentimiento y culpa. Cada vez notaba que el aire no me llegaba y mis fuerzas comenzaban a abandonarme. No podía permitir que el embajador viese aquel alarde de mala educación y debilidad, así que me levanté a duras penas y sacando fuerzas de mis entrañas me levanté e intenté salir de la sala. Pero aquella música volvió a hacer que me girase a mirar al hombre que tocaba el Erhu como lo hacia unnie y mi mirada se quedó clavada otra vez en el, recorriendo todo su semblante y viendo como sus manos se deslizaban de forma tan delicada y armoniosa por aquel instrumento. Mis lágrimas no dejaban de salir de mis ojos y comencé a notar como mi cuerpo se volvía más débil, haciendo que perdiese el equilibrio otra vez. Pero esta vez no llegué a agarrarme a nada y noté como la gravedad me llevaba hacia el suelo mientras un manto de oscuridad se forjaba en mis ojos.
Juyi Hwan- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 10/06/2023
Re: Encuentro de almas errantes - Privado
Sus ojos contemplaron a la joven, por una milésima de segundos, para luego cerrarlos, se encontraba inmerso en la ejecución de aquella melodía. Su alma, ya no se encontraba en aquel pequeño y coqueto salón, por el contrario, huía a ese tiempo en que todo era diferente y aún las tragedias no se habían provocado. con tan solo catorce años, el segundo hijo del rey había conocido a quien sería su prometida y posterior esposa. Suni llegó a su vida con la delicadeza del aroma de los cerezos, con la tibieza de la primavera, tras el helado invierno.
A su mente llegó aquel jardín cuajado de flores, de arboles de cerezos, inundados de sus diminutas flores rosadas. la brisa, acariciando sus mejillas y volviendo rebelde sus largos y renegridos cabellos. Los delicados pétalos volando al son de la brisa. una bellísima joven, descansando en uno de los puentes de piedra que cruzaban el lago artificial del palacio imperial, había llamado su atención. la delicadeza de sus movimientos, la blancura de su tes, y aquellos largos y delicados dedos, que acomodaban un mechón de su cabello, mientras su mirada se perdía en el paisaje, hicieron que el joven príncipe, se quedara prendado de aquella diosa bajada de los reinos del cielo.
Las últimas notas de la canción, le hicieron emocionar, tal vez porque desde hacía mucho tiempo había puesto escusas para tocar aquellos instrumentos que le pudieran recordar a su amada esposa. Pero al entrar en ese salón y contemplarlos. Simplemente no pudo detener aquel impulso por ejecutar la melodía de Suni. Aun con los ojos entornados, en una profunda e intima reflexión, el embajador, ejecutó los acordes finales de tan exquisita pieza. Las lagrimas, de manera furtiva, se deslizaron por sus mejillas. Lentamente abrió sus ojos, en el instante que un suspiro, mezcla de emoción y profundo dolor, se escapó de su pecho.
El tintinear de las piezas de porcelana, lo hicieron prestar atención, ¿Qué estaba pasando?, fue allí, que observó como la jovencita que hasta hacía un momento se había mantenido serena, como una delicada estatua, sin decir palabra alguna. tras un gemido, la observó caer como si fuese un sueño, lento, igual que una hoja de roble, que cae al suelo, sin ruido, sin pena, sin siquiera importarle a nadie. Mas el embajador no es un ser frio y descuidado el instrumento, que rodó hasta terminar en el suelo, a un lado del salón. El asiático, con movimientos rápidos y precisos, amortiguó la caída. Con su mano acarició el cabello renegrido de la pequeña. Algo en ella, le hizo doler el corazón, - Se parece a ella - susurró. Con suavidad, levantó a la jovencita, para luego acomodarla en la cheslón, que existía en el hermoso jardín del hostal. - Tal vez el aire puro, le ayude a recuperarse -, la observó mas detalladamente, era tan pequeña, delgada y diminuta, como una flor de trébol blanco.
A su mente llegó aquel jardín cuajado de flores, de arboles de cerezos, inundados de sus diminutas flores rosadas. la brisa, acariciando sus mejillas y volviendo rebelde sus largos y renegridos cabellos. Los delicados pétalos volando al son de la brisa. una bellísima joven, descansando en uno de los puentes de piedra que cruzaban el lago artificial del palacio imperial, había llamado su atención. la delicadeza de sus movimientos, la blancura de su tes, y aquellos largos y delicados dedos, que acomodaban un mechón de su cabello, mientras su mirada se perdía en el paisaje, hicieron que el joven príncipe, se quedara prendado de aquella diosa bajada de los reinos del cielo.
Las últimas notas de la canción, le hicieron emocionar, tal vez porque desde hacía mucho tiempo había puesto escusas para tocar aquellos instrumentos que le pudieran recordar a su amada esposa. Pero al entrar en ese salón y contemplarlos. Simplemente no pudo detener aquel impulso por ejecutar la melodía de Suni. Aun con los ojos entornados, en una profunda e intima reflexión, el embajador, ejecutó los acordes finales de tan exquisita pieza. Las lagrimas, de manera furtiva, se deslizaron por sus mejillas. Lentamente abrió sus ojos, en el instante que un suspiro, mezcla de emoción y profundo dolor, se escapó de su pecho.
El tintinear de las piezas de porcelana, lo hicieron prestar atención, ¿Qué estaba pasando?, fue allí, que observó como la jovencita que hasta hacía un momento se había mantenido serena, como una delicada estatua, sin decir palabra alguna. tras un gemido, la observó caer como si fuese un sueño, lento, igual que una hoja de roble, que cae al suelo, sin ruido, sin pena, sin siquiera importarle a nadie. Mas el embajador no es un ser frio y descuidado el instrumento, que rodó hasta terminar en el suelo, a un lado del salón. El asiático, con movimientos rápidos y precisos, amortiguó la caída. Con su mano acarició el cabello renegrido de la pequeña. Algo en ella, le hizo doler el corazón, - Se parece a ella - susurró. Con suavidad, levantó a la jovencita, para luego acomodarla en la cheslón, que existía en el hermoso jardín del hostal. - Tal vez el aire puro, le ayude a recuperarse -, la observó mas detalladamente, era tan pequeña, delgada y diminuta, como una flor de trébol blanco.
Gwang So Goryeo- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/04/2017
Re: Encuentro de almas errantes - Privado
La suave brisa agitaba mi pelo en el jardín de la casa. - Venga Juyi, vamos al bosque. - La figura de unnie se dibujaba en la lejanía del jardín. Vi como salía por el portalón y corría las escaleras de piedra hasta llegar a la calle. Corría detrás de ella. - Espérame unnie. - Le gritaba mientras me reía y la seguía hasta el pequeño bosque que se situaba detrás de nuestra casa. El cielo estaba totalmente despejado y el sol brillaba con tanta intensidad que en algunos momentos me cegaba de tal forma que perdía la imagen de unnie delante de mi. - Vamos, corre o te dejaré atrás. - Su voz me guiaba el camino hasta donde estaba. La luz del sol me cegaba cada vez más, tanto que tuve que pararme un momento para bajar la cabeza y frotar mis ojos. Cuando levanté aquella luz ya había desaparecido y me encontraba rodeada de oscuridad y espinos. Comencé a caminar de forma dificultosa, clavándome aquellas espinas por todo mi cuerpo. - Unnie, ¿donde estas? ¡Háblame!. - Comencé a gritar desesperada y angustiada. - Estoy aquí, ¿no me ves?. - La voz estaba justo detrás de mi, así que me giré rápidamente y lo que vi me hizo quedarme paralizada. Unnie estaba vestida con aquel traje blanco, lleno de sangre, su brillante y sedoso pelo azabache estaba enredados con ramas y animales salían de el. Su cara estaba pálida y debajo de sus ojos dos sombras negras asomaban. Al abrir su boca puede ver sus dientes torcidos y negros. Un hilo de sangré comenzó a brotar de su garganta y estirando su mano huesuda y blanca me señalo. - Es culpa tuya. - Me quedé mirándola, aterrorizada y negando con mi cabeza a aquella imagen grotesca. - No, no yo intenté salvarte. - Estiré mi mano para agarrar la suya pero algo la arrastró hacia la profundidad del bosque.
- ¡UNNIE!. - Me levanté de golpe. Podía notar el sudor frío en todo mi cuerpo. Estaba aturdida y llorando, y ni siquiera lo pensé en ese momento. En cuanto me erguí abracé a la persona que tenía delante, tan fuerte que pensé que se me rompían las costillas. Podía notar mi corazón palpitar tan rápido que pensé que se me saldría del cuerpo. Mi sollozo ahogaba todo ruido que se produjese en ese momento, solo movía mis brazos abrazando más fuerte la figura delante de mi. Poco a poco el latir de mi corazón se acompaso al de la otra persona. Mi respiración se calmaba y mi cuerpo se relajaba. En aquel momento una sensación de calidez y calma comenzaba a envolverme, una calidez y calma que no había sentido desde hacia casi ocho años y fue la noche que unnie y yo nos abrazamos antes de dormirnos el día de nuestra ejecución.
Volví a mis sentidos y me quedé paralizada, otra vez. Comencé a mirar a mi alrededor y vi que no estaba en la sala azul sino en el jardín trasero que comunicaba la terraza de la sala. ¿Por que estoy aquí?. ¿Estoy tumbada?. y lo más importante. ¿A quien estoy abrazando?. Solté mis brazos de su amplio y fuerte torso y me separé cerrando mis ojos. Cuando ya estaba a una distancia prudente miré hacia el abajo y abrí lentamente los ojos. Subí mi mirada igual de lenta y al llegar a su cara me encontré que era la del embajador. Me eché hacia atrás asustada, aquello había sido tan descortés que mis mejillas comenzaron a ruborizarse, tanto que creo que ya me tez se había tornado en un color rojo fuego tan intenso que hasta podría prender fuego a algo. Me levanté de forma abrupta del cheslón y salí corriendo de allí. La vergüenza que estaba sintiendo no me dejo ni disculparme adecuadamente, solo quería huir y esconderme por eso eche a correr hacia mi refugio en el hostal.
- ¡UNNIE!. - Me levanté de golpe. Podía notar el sudor frío en todo mi cuerpo. Estaba aturdida y llorando, y ni siquiera lo pensé en ese momento. En cuanto me erguí abracé a la persona que tenía delante, tan fuerte que pensé que se me rompían las costillas. Podía notar mi corazón palpitar tan rápido que pensé que se me saldría del cuerpo. Mi sollozo ahogaba todo ruido que se produjese en ese momento, solo movía mis brazos abrazando más fuerte la figura delante de mi. Poco a poco el latir de mi corazón se acompaso al de la otra persona. Mi respiración se calmaba y mi cuerpo se relajaba. En aquel momento una sensación de calidez y calma comenzaba a envolverme, una calidez y calma que no había sentido desde hacia casi ocho años y fue la noche que unnie y yo nos abrazamos antes de dormirnos el día de nuestra ejecución.
Volví a mis sentidos y me quedé paralizada, otra vez. Comencé a mirar a mi alrededor y vi que no estaba en la sala azul sino en el jardín trasero que comunicaba la terraza de la sala. ¿Por que estoy aquí?. ¿Estoy tumbada?. y lo más importante. ¿A quien estoy abrazando?. Solté mis brazos de su amplio y fuerte torso y me separé cerrando mis ojos. Cuando ya estaba a una distancia prudente miré hacia el abajo y abrí lentamente los ojos. Subí mi mirada igual de lenta y al llegar a su cara me encontré que era la del embajador. Me eché hacia atrás asustada, aquello había sido tan descortés que mis mejillas comenzaron a ruborizarse, tanto que creo que ya me tez se había tornado en un color rojo fuego tan intenso que hasta podría prender fuego a algo. Me levanté de forma abrupta del cheslón y salí corriendo de allí. La vergüenza que estaba sintiendo no me dejo ni disculparme adecuadamente, solo quería huir y esconderme por eso eche a correr hacia mi refugio en el hostal.
Juyi Hwan- Hechicero Clase Media
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Re: Encuentro de almas errantes - Privado
La joven temblaba, parecía que una pesadilla la estaba consumiendo. ¿Pero que la había llevado a ése estado? solo podía ser, o un alimento que tuviera veneno, y fuera que estaba siendo agredida por la sustancia fatal, o algo que él hiciera, pudo haber detonado un recuerdo que revivía un trauma. Apenas se separó de ella, para buscar un un cuenco con agua fresca del aljibe que allí existía y un paño limpio que sacó de la cocina. ¿Porqué parecía que en todo el hostal, no había ningún ser vivo, mas allá de ellos dos. Volvió al lado de la jovencita, puso en una mesa cercana a ellos el recipiente y comenzó a mojar el paño, estrujándolo y tratando de refrescar la frente afiebrada de la muchacha.
Dudó si tocar sus brazos e intentar divagar en sus pensamientos, pues aunque sus dones eran muy necesarios, para ciertos asuntos, le parecía que indagar en los recuerdos de un desconocido, no estaba bien, a menos de que su vida o la del reino, estuvieran en peligro. No supo por qué razón, surgió en él la necesidad de acariciar los cabellos de la joven, como si se tratase de una hermana pequeña. De pronto, dos rostro llegaron a su recuerdo, el de su pequeña amiga, aquella niña europea, que por un tiempo estuvo viviendo en el palacio y e una de las villas reales. Solían juntos esconderse en el bosque, él con solo diez años, y ella seis, cuando la pequeña lloraba, él siempre le daba palmadas en la espalda, como una manera de intentar calmarla. La otra niña que llegó a su mente, fue Juyi, una niña hermosa y traviesa, a la que quiso mucho, ¿Cómo no hacerlo, si era la prima de su amada Suni? sonrió recordándola, pero inmediatamente, el recuerdo doloroso de las sepulturas de las dos jóvenes, en mitad del bosque, lo hicieron levantarse, buscando poder dominar sus demonios, sus tristezas. La voz de la joven, lo hicieron girar y correr al lado de la muchacha, - ¿Qué ha dicho?- , no pudo reponerse de esa sorpresa, cuando la mujer se incorporó levemente, estirando sus brazos hacia él y abrazándolo con fuerza, llorando y negando con la cabeza. - Señorita, ¿Qué le sucede? - no sabía que hacer, como reaccionar.
La joven, fue reaccionando lentamente, volviendo en si, dándose cuenta de lo que estaba haciendo, y aunque el embajador, lo entendía. No pudo detenerla, la joven huyó de donde se encontraban, desapareciendo por la puerta que daba a las escaleras. Gwang So, sonrió, ante aquella huida dramática. Era algo que su pequeña prima haría. Pensar en ello, le hizo entrecerrar los ojos y llevó su mano derecha a su barbilla, - Realmente es algo extraño -.
Dudó si tocar sus brazos e intentar divagar en sus pensamientos, pues aunque sus dones eran muy necesarios, para ciertos asuntos, le parecía que indagar en los recuerdos de un desconocido, no estaba bien, a menos de que su vida o la del reino, estuvieran en peligro. No supo por qué razón, surgió en él la necesidad de acariciar los cabellos de la joven, como si se tratase de una hermana pequeña. De pronto, dos rostro llegaron a su recuerdo, el de su pequeña amiga, aquella niña europea, que por un tiempo estuvo viviendo en el palacio y e una de las villas reales. Solían juntos esconderse en el bosque, él con solo diez años, y ella seis, cuando la pequeña lloraba, él siempre le daba palmadas en la espalda, como una manera de intentar calmarla. La otra niña que llegó a su mente, fue Juyi, una niña hermosa y traviesa, a la que quiso mucho, ¿Cómo no hacerlo, si era la prima de su amada Suni? sonrió recordándola, pero inmediatamente, el recuerdo doloroso de las sepulturas de las dos jóvenes, en mitad del bosque, lo hicieron levantarse, buscando poder dominar sus demonios, sus tristezas. La voz de la joven, lo hicieron girar y correr al lado de la muchacha, - ¿Qué ha dicho?- , no pudo reponerse de esa sorpresa, cuando la mujer se incorporó levemente, estirando sus brazos hacia él y abrazándolo con fuerza, llorando y negando con la cabeza. - Señorita, ¿Qué le sucede? - no sabía que hacer, como reaccionar.
La joven, fue reaccionando lentamente, volviendo en si, dándose cuenta de lo que estaba haciendo, y aunque el embajador, lo entendía. No pudo detenerla, la joven huyó de donde se encontraban, desapareciendo por la puerta que daba a las escaleras. Gwang So, sonrió, ante aquella huida dramática. Era algo que su pequeña prima haría. Pensar en ello, le hizo entrecerrar los ojos y llevó su mano derecha a su barbilla, - Realmente es algo extraño -.
Gwang So Goryeo- Hechicero Clase Alta
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Re: Encuentro de almas errantes - Privado
Iba recuperando la compostura y con ella la conciencia y la presencia de espíritu que había desaparecido momentáneamente. Y al recuperar todo aquello me di cuenta de lo que estaba haciendo. Sentía una gran calidez, algo tan nostálgico y familiar que hasta me dio miedo. No quería dejar de sentirlo, hacia tanto tiempo que no sentía eso. Porqué, Porqué, ¿por que con él?. De pronto una sensación de tristeza y terror inundaron mi mente. Que estaba pasando. Comenzó a darme todo vueltas, como si me hubiese subido a una de esas máquinas de la feria y no dejase de girar y girar y girar. La sensación de querer vomitar se estaba apoderando de mi estómago y garganta y un calor extremo se estaba acumulando en mi cara, manos y orejas, así como un sudor y la dificultad para respirar.
Estaba abrazando aquel torso ancho, con mi cabeza apoyada en su pecho y escuchan el latir de un corazón calmado. ¡Tum, tum! ¡Tum, tum!. Aquel sonido consiguió que el mio se acompasase y se relajase. Y fue cuando poco a poco fui levantando mi cabeza y que mis ojos se alineasen con los del embajador. Unos ojos que reflejaban dolor y tristeza. Una mirada tan tierna que seguiría mirándola un rato mas, dándome ganas de levantar mi mano y acariciar aquella mejilla diciéndole que no pasaba nada, que todo estaría bien. Pero mi instinto reaccionó como si tuviese un muelle en el culo. Me levanté rápido, casi empujando al embajador y empecé a correr como si escapase del mismísimo demonio. Aquella sensación me trajo un recuerdo lejano que me hizo parar un segundo, mirar hacia atrás y recoger mi falda hasta casi las rodillas y seguir corriendo.
Comencé a correr por el hostal, esquivando los muebles que más sobresalían en los pasillo y curvas. A veces sin éxito, en dos ocasiones me golpeé la cadera y la iba agarrando hasta que llegué al cuarto de la ropa sucia, me agaché entre las cestas llenas y puse mi cabeza en mis rodillas, sollozando. No podía dejar de ver la imagen de unnie, blanca, sangrando, demacrada, mirándome y acusándome. Puse mis manos en mis orejas y comencé a agitar la cabeza, solo quería que su voz dejase de repetir aquella frase. - No, no, no. - Dije susurrando. De pronto la voz dejo de retumbar en mi cabeza. Lentamente fui alejando mis manos de mis oídos, notaba las lágrimas resbalando por mis mejillas, no podía dejar de hipar y sollozar. Miraba hacia la puerta medio cerrada, o medio abierta depende de como lo vieses. El sollozo me impedía respirar bien, como si algo me estuviese aplastando el pecho.
De pronto la imagen de unnie fue reemplazada por la mirada del embajador. Aquella mirada cálida y fría a la vez. Triste y tierna a la vez. Abrí los ojos como si alguien tirase de mis parpados para que fuesen más grandes y un calor volvió a mi cara y orejas. Volví a agarrármelas y comencé a agitar la cabeza pensando en lo que acababa de hacer. Tal acto de descortesía que estaba penado con la propia muerte. De pronto escucho un ruido detrás de la puerta. Una pequeña luz tintineante se asomaba por el marco de esta. Mi corazón comenzó a latir de tal forma que se escuchaba en todo el cuarto. Mis ojos miraban con pánico la puerta, de forma inconsciente me incorporé un poco, comencé a mirar la estancia y cogí una de aquellas cestas, la puse delante de mi y saqué una de las sabanas que asomaban, cubriendo con ella mi cuerpo y rezando no ser descubierta.
Estaba abrazando aquel torso ancho, con mi cabeza apoyada en su pecho y escuchan el latir de un corazón calmado. ¡Tum, tum! ¡Tum, tum!. Aquel sonido consiguió que el mio se acompasase y se relajase. Y fue cuando poco a poco fui levantando mi cabeza y que mis ojos se alineasen con los del embajador. Unos ojos que reflejaban dolor y tristeza. Una mirada tan tierna que seguiría mirándola un rato mas, dándome ganas de levantar mi mano y acariciar aquella mejilla diciéndole que no pasaba nada, que todo estaría bien. Pero mi instinto reaccionó como si tuviese un muelle en el culo. Me levanté rápido, casi empujando al embajador y empecé a correr como si escapase del mismísimo demonio. Aquella sensación me trajo un recuerdo lejano que me hizo parar un segundo, mirar hacia atrás y recoger mi falda hasta casi las rodillas y seguir corriendo.
Comencé a correr por el hostal, esquivando los muebles que más sobresalían en los pasillo y curvas. A veces sin éxito, en dos ocasiones me golpeé la cadera y la iba agarrando hasta que llegué al cuarto de la ropa sucia, me agaché entre las cestas llenas y puse mi cabeza en mis rodillas, sollozando. No podía dejar de ver la imagen de unnie, blanca, sangrando, demacrada, mirándome y acusándome. Puse mis manos en mis orejas y comencé a agitar la cabeza, solo quería que su voz dejase de repetir aquella frase. - No, no, no. - Dije susurrando. De pronto la voz dejo de retumbar en mi cabeza. Lentamente fui alejando mis manos de mis oídos, notaba las lágrimas resbalando por mis mejillas, no podía dejar de hipar y sollozar. Miraba hacia la puerta medio cerrada, o medio abierta depende de como lo vieses. El sollozo me impedía respirar bien, como si algo me estuviese aplastando el pecho.
De pronto la imagen de unnie fue reemplazada por la mirada del embajador. Aquella mirada cálida y fría a la vez. Triste y tierna a la vez. Abrí los ojos como si alguien tirase de mis parpados para que fuesen más grandes y un calor volvió a mi cara y orejas. Volví a agarrármelas y comencé a agitar la cabeza pensando en lo que acababa de hacer. Tal acto de descortesía que estaba penado con la propia muerte. De pronto escucho un ruido detrás de la puerta. Una pequeña luz tintineante se asomaba por el marco de esta. Mi corazón comenzó a latir de tal forma que se escuchaba en todo el cuarto. Mis ojos miraban con pánico la puerta, de forma inconsciente me incorporé un poco, comencé a mirar la estancia y cogí una de aquellas cestas, la puse delante de mi y saqué una de las sabanas que asomaban, cubriendo con ella mi cuerpo y rezando no ser descubierta.
Juyi Hwan- Hechicero Clase Media
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Re: Encuentro de almas errantes - Privado
¿Qué podía ser lo que le pasaba a esa niña? la había sentido temblar de miedo, como un polluelo en las manos, al ser encontrado en mitad de una noche de invierno. No quiso moverse, la sentía tan débil, asustado, que permaneció estoico, a pesar de que desde la muerte de su amada Suni, nadie le había vuelto a abrasar. Pero por alguna extraña razón, lo había permitido con ella. Tal vez porque en cierta forma, algunas maneras al moverse o mirarlo, le recordó a lo tímida que era su esposa, cuando se conocieron.
Pero, no duró mucho allí abrazada a él, de pronto, como si hubiera recobrado la cordura y dándose cuenta de quien era aquel hombre, le había apartado, como si el contacto le quemara y huido de aquel lugar, cual alma que la lleva el diablo. Aunque por un instante Gwang So, estuvo tentado a dejarla que huyera sin mas. Pensó que dejarla sola y en tal estado de alteración, no era sano, y mas que peligroso. Por lo que se apresuró a seguirla. Aunque apresuró su paso, dejó que sus sentidos, en especial el oído, lo condujera por los lugares que la niña había recorrido. Un pasillo lo llevó a otro, internándose más por el hostal, hasta llegar a las áreas de servicio. Parecía que casi no había personal allí, porque no se encontró con nadie y eso le pareció por lo menos un poco extraño. - Deberé hablar de esto con la señorita Wang... no puede dejar al cuidado de un negocio así, a una jovencita tan tímida -, caviló, enarcando la ceja y negando con su cabeza. Tal vez había juzgado mal a la asiática y era mas irresponsable de lo que él la había juzgado.
Poco tiempo le encontró encontrar el final del camino. El ruido de casas cayendo de su lugar y sonidos guturales, le hizo llegar a donde la jovencita intentaba esconderse. La puerta se encontraba entre abierta y se detuvo observando por ese pequeño espacio, lo que la empleada de Mi Young hacía. - ¿Intenta esconderse bajo una sabana? -, miró con extrañeza, - ¿Por qué actúa como una niña pequeña? - volvió a cavilar. Definitivamente, si su intención era calmarla, debería usar un poco de sus poderes, aunque no era su intención, pero no podía permitir que la joven nuevamente se sintiera acorralada o intentara huir, haciéndose daño. Se concentró, calmó su latido, su respiración. Abrió lentamente la puerta -Pequeña... no temas, nadie te hará daño - dijo usando aquel poder, la voz del embajador, como si de un ensalmo se tratase, fue llegando a los oídos de la asiática, - déjame ayudarte, ven, toma mi mano... te aseguro, nadie te reprenderá - sonrió, con la mano extendida, esperando que ella bajara aquella sabana que la ocultaba, - volvamos al salón, la señorita Wang, de seguro ya está por llegar -.
Pero, no duró mucho allí abrazada a él, de pronto, como si hubiera recobrado la cordura y dándose cuenta de quien era aquel hombre, le había apartado, como si el contacto le quemara y huido de aquel lugar, cual alma que la lleva el diablo. Aunque por un instante Gwang So, estuvo tentado a dejarla que huyera sin mas. Pensó que dejarla sola y en tal estado de alteración, no era sano, y mas que peligroso. Por lo que se apresuró a seguirla. Aunque apresuró su paso, dejó que sus sentidos, en especial el oído, lo condujera por los lugares que la niña había recorrido. Un pasillo lo llevó a otro, internándose más por el hostal, hasta llegar a las áreas de servicio. Parecía que casi no había personal allí, porque no se encontró con nadie y eso le pareció por lo menos un poco extraño. - Deberé hablar de esto con la señorita Wang... no puede dejar al cuidado de un negocio así, a una jovencita tan tímida -, caviló, enarcando la ceja y negando con su cabeza. Tal vez había juzgado mal a la asiática y era mas irresponsable de lo que él la había juzgado.
Poco tiempo le encontró encontrar el final del camino. El ruido de casas cayendo de su lugar y sonidos guturales, le hizo llegar a donde la jovencita intentaba esconderse. La puerta se encontraba entre abierta y se detuvo observando por ese pequeño espacio, lo que la empleada de Mi Young hacía. - ¿Intenta esconderse bajo una sabana? -, miró con extrañeza, - ¿Por qué actúa como una niña pequeña? - volvió a cavilar. Definitivamente, si su intención era calmarla, debería usar un poco de sus poderes, aunque no era su intención, pero no podía permitir que la joven nuevamente se sintiera acorralada o intentara huir, haciéndose daño. Se concentró, calmó su latido, su respiración. Abrió lentamente la puerta -Pequeña... no temas, nadie te hará daño - dijo usando aquel poder, la voz del embajador, como si de un ensalmo se tratase, fue llegando a los oídos de la asiática, - déjame ayudarte, ven, toma mi mano... te aseguro, nadie te reprenderá - sonrió, con la mano extendida, esperando que ella bajara aquella sabana que la ocultaba, - volvamos al salón, la señorita Wang, de seguro ya está por llegar -.
Gwang So Goryeo- Hechicero Clase Alta
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Re: Encuentro de almas errantes - Privado
Cuando abrí los ojos una tenue luz asomaba por la ventana de aquel camarote. No sabía exactamente cuanto tiempo llevaba durmiendo o en estado catatónico, sin comer o beber algo. Cuantos días han pasado ya?. Aun notaba el olor y el sabor metálico de la sangre de unnie. Me froté los ojos mientras intentaba levantarme. Pero algo me lo impedía. ¿Que tenía en mis muñecas? ¿Que me estaba impidiendo el moverme?. Miré y pude ver una cuerda estaba alrededor de estas. Entré en pánico. Comencé a moverme de forma enérgica, moviéndome para soltarme. Me levanté rápidamente, dirigiéndome hacia la puerta. Tropecé con varias cosas y me di cuenta de que estaba descalza. Comencé a golpear la puerta y a sollozar mientras el picor del rocé de la cuerda y el dolor punzante en los pies comenzaba a apoderarse de mis sentidos. - ¿Que esta pasando?. ¿Donde estoy?. - Podía notar un ligero vaivén en todo el cuerpo. Me senté y cerré los ojos mientras soplaba mis muñecas. Me escocía alrededor de la maldita cuerda. Oigo unos pasos que hacen crujir el suelo de madera de detrás de la puerta. En ese momento me levanto y busco un sitio donde esconderme. Cojo la manta que hay en la cama y corro hacia el fondo de la estancia, para meterme debajo de una mesa y taparme con ella. El chirrido de la puerta abriéndose y los pasos acercándose hace que me tape la boca para no hacer ruido. Noto la presencia de alguien delante de mi. Huele muy fuerte, a pescado podrido. Veo la sombra a mi lado y como la manta comienza a elevarse.
Miré hacia arriba y una luz me dio en los ojos. - no...no...no...aléjate. - Cerré los ojos y comencé a mover mis brazos, golpeando el aire que me rodeaba. Solo podía llorar e hiperventilar. El olor que comenzaba a penetrar por mi nariz ya no era tan nauseabundo. Ese olor se había transformado en algo floral, el vaivén había desaparecido y la luz era más fuerte. Noté las manos libres y como alguien las agarraba, de forma delicada pero firme. Abrí los ojos y vi que estaba en la lavandería. Ya no estaba en aquel camarote, sucio, mal oliente y aquel hombre fue sustituido por la cara del embajador, mirándome fijamente. Veía como sus labios se movían, pero no era capaz de escuchar nada. Me quedé allí, agachada, temblando como un cachorrito recién mojado y notando las lágrimas deslizándose por mis mejillas. Hacía años que no recordaba aquel sitio. El principio de mi cambio.
Miré hacia arriba y una luz me dio en los ojos. - no...no...no...aléjate. - Cerré los ojos y comencé a mover mis brazos, golpeando el aire que me rodeaba. Solo podía llorar e hiperventilar. El olor que comenzaba a penetrar por mi nariz ya no era tan nauseabundo. Ese olor se había transformado en algo floral, el vaivén había desaparecido y la luz era más fuerte. Noté las manos libres y como alguien las agarraba, de forma delicada pero firme. Abrí los ojos y vi que estaba en la lavandería. Ya no estaba en aquel camarote, sucio, mal oliente y aquel hombre fue sustituido por la cara del embajador, mirándome fijamente. Veía como sus labios se movían, pero no era capaz de escuchar nada. Me quedé allí, agachada, temblando como un cachorrito recién mojado y notando las lágrimas deslizándose por mis mejillas. Hacía años que no recordaba aquel sitio. El principio de mi cambio.
Juyi Hwan- Hechicero Clase Media
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Re: Encuentro de almas errantes - Privado
La contempló en silencio, de solo verle llorar, podía entender que la joven se encontraba en mitad de una pesadilla, -¿O tal vez era un recuerdo devastador?- Se preguntó. Inclinó su cabeza, al momento que seguía cavilando en los posibles motivos que la habían llevado a huir de él, en primer lugar.
Suspiró, mientras se acuclillaba delante de ella, quedando su mirada a la altura de la joven. Con las puntas de sus dedos índice y medio, levantó suavemente la barbilla de la muchacha, para que sus ojos hicieran contacto con los suyos. - No tema señorita, nadie le hará daño-, su voz grave, se endulza al instante de intentar conectar con aquella mujer. No supo cuál fue la razón que lo llevó a secar las lágrimas ajenas, con sus dedos y acariciar la mejilla, como si se tratase de una hermana pequeña o una de sus sobrinas. Al sentir la conexión de sus miradas, no pudo más que sonreír de lado. -Así es mejor... sin lagrimas-, le habló en hangul, tal vez porque dio por sentado que era una niña coreana, o porque le pareció que movía sus labios intentando hablar, aunque su voz no salía de sus labios.
Elevó una ceja, - ¿Será muda? - pensó por un instante, -¿Pero acaso importa eso ahora?- se respondió en su mente. Negó con un suave movimiento de cabeza, volvió a sobreirle. Tomó sus manos y mientras se incorporaba la atrajo hacia él. Se tomó su tiempo para dejar que ella pudiera estabilizar su cuerpo. La volvió a mirar al rostro y por un segundo sintió que esa mirada no poseía vida, o estuviera su alma apagada. Una enorme sensación de tristeza le invadió el alma, - Pequeña, nadie merece soportar tanta tristeza... Te prometo que todo mejorará-, sonrió con ternura y su mano derecha se dirigió al cabello de la joven, con sus dedos, acomodó un mechón rebelde, - Te prometo que ningún dolor es eterno -, lo sabía muy bien, pues aunque nunca olvidó a Suni, el dolor que por tanto tiempo había arañado su alma, ya no le torturaba tanto.
Suspiró, mientras se acuclillaba delante de ella, quedando su mirada a la altura de la joven. Con las puntas de sus dedos índice y medio, levantó suavemente la barbilla de la muchacha, para que sus ojos hicieran contacto con los suyos. - No tema señorita, nadie le hará daño-, su voz grave, se endulza al instante de intentar conectar con aquella mujer. No supo cuál fue la razón que lo llevó a secar las lágrimas ajenas, con sus dedos y acariciar la mejilla, como si se tratase de una hermana pequeña o una de sus sobrinas. Al sentir la conexión de sus miradas, no pudo más que sonreír de lado. -Así es mejor... sin lagrimas-, le habló en hangul, tal vez porque dio por sentado que era una niña coreana, o porque le pareció que movía sus labios intentando hablar, aunque su voz no salía de sus labios.
Elevó una ceja, - ¿Será muda? - pensó por un instante, -¿Pero acaso importa eso ahora?- se respondió en su mente. Negó con un suave movimiento de cabeza, volvió a sobreirle. Tomó sus manos y mientras se incorporaba la atrajo hacia él. Se tomó su tiempo para dejar que ella pudiera estabilizar su cuerpo. La volvió a mirar al rostro y por un segundo sintió que esa mirada no poseía vida, o estuviera su alma apagada. Una enorme sensación de tristeza le invadió el alma, - Pequeña, nadie merece soportar tanta tristeza... Te prometo que todo mejorará-, sonrió con ternura y su mano derecha se dirigió al cabello de la joven, con sus dedos, acomodó un mechón rebelde, - Te prometo que ningún dolor es eterno -, lo sabía muy bien, pues aunque nunca olvidó a Suni, el dolor que por tanto tiempo había arañado su alma, ya no le torturaba tanto.
Gwang So Goryeo- Hechicero Clase Alta
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Re: Encuentro de almas errantes - Privado
Aquella mano que se acercaba a mi cara hizo que retrocediese un poco. No podía dejar de temblar. Comencé a mirar mis manos, temblorosas agitando mi cabeza, y sin poder quitar aquella imagen que me atormentaba desde hacia años. Las junté para entrelazar los dedos e intentar que dejasen de temblar. Entonces noté esa calidez en mis mejillas. No se en que momento había colocado su mano en mi mejilla. Pero me había tranquilizado, había conseguido que dejase de temblar como un flan.
Abrí los ojos y dejé que mi cuerpo se moviese ayudado por sus manos. No ejercí presión para detenerlo. No quería detenerlo. Me quedé de pie, tambaleándome ligeramente, sin apartar la mirada de sus ojos. Unos ojos que tenían un brillo extraño. Podía ver algo de tristeza en ellos. Una tristeza melancólica. En ese mismo momento alcé mi mano y también toqué su mejilla. Quise decirle que todo iba a estar bien, pero no fui capaz. No podía emitir ningún sonido. Solo acaricié su mejilla y sonreí de forma tímida. Mi corazón latía más rápido de lo normal.
El tiempo se había parado en ese instante. Ya no escuchaba el ruido de la lavandería, ni los pájaros ni siquiera su voz. Giré la cabeza un poco asustada al ver que su mano se acercaba a mi cabeza y apartaba un pequeño mechón que se había soltado de mi peinado. Normal con la carrera que me había pegado y el esconderme debajo de las sábanas. De forma rápida mi mano se acercó a mi cabeza, agarrando el mechón e intentando colocarlo en su posición otra vez. En ese momento me separé unos pasos de su señoría y le hice una reverencia, quedándome allí, inclinada, esperando que me dijese que podía salir y volver a mi puesto.
Abrí los ojos y dejé que mi cuerpo se moviese ayudado por sus manos. No ejercí presión para detenerlo. No quería detenerlo. Me quedé de pie, tambaleándome ligeramente, sin apartar la mirada de sus ojos. Unos ojos que tenían un brillo extraño. Podía ver algo de tristeza en ellos. Una tristeza melancólica. En ese mismo momento alcé mi mano y también toqué su mejilla. Quise decirle que todo iba a estar bien, pero no fui capaz. No podía emitir ningún sonido. Solo acaricié su mejilla y sonreí de forma tímida. Mi corazón latía más rápido de lo normal.
El tiempo se había parado en ese instante. Ya no escuchaba el ruido de la lavandería, ni los pájaros ni siquiera su voz. Giré la cabeza un poco asustada al ver que su mano se acercaba a mi cabeza y apartaba un pequeño mechón que se había soltado de mi peinado. Normal con la carrera que me había pegado y el esconderme debajo de las sábanas. De forma rápida mi mano se acercó a mi cabeza, agarrando el mechón e intentando colocarlo en su posición otra vez. En ese momento me separé unos pasos de su señoría y le hice una reverencia, quedándome allí, inclinada, esperando que me dijese que podía salir y volver a mi puesto.
Juyi Hwan- Hechicero Clase Media
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Re: Encuentro de almas errantes - Privado
Gwang So, la observó, parecía más calmada, aunque sus ojos esquivos, el leve temblor en todo su cuerpo, le decían en gritos silenciosos, que aquel dolor, aquel terror, aún no había desaparecido. Elevó una de sus cejas, era un hecho que no podría obtener más información por ahora. Debería preguntar a su protegida, la señorita Wang, quien tal vez supiera del pasado que aquella pequeña joven ocultaba.
Suspiró un poco decepcionado, ya que odiaba cuando algo salía de control. La volvió a observar, -¿Será esta joven, una de las esclavas liberadas?- caviló, al momento en que se hacía a un lado de la puerta y le daba el lugar para que la mujer dejara aquella habitación. Tosió un poco incómodo por aquella situación. No era apropiado que el embajador de Corea, estuviera corriendo por todo el hostal a una de las empleadas. Lo mejor sería que volviera al salón en el que habían estado en primer lugar y allí esperar a la señorita Mi Young.
Al quedar solo en aquella habitación, su mirada recorrió el lugar, repleto de cestos, con sábanas, manteleria y un sin fin de vituallas típicas de un hostal. Suspiró, llevando su mano derecha a su cien, -Gwang So, que es lo que te ocurre. ¿Cómo puedes pensar que esa joven, puede saber algo del destino de Suni o de Juyi?-, maldijo por lo bajo. ¿Porque simplemente no podía aceptar que encontrar a la prima de su mujer, era una misión inútil y estéril? Sus ojos se colmaron de lágrimas, hubiera dado su vida por que su esposa y la pequeña Juyi hubieran logrado huir de sus enemigos y vivir tranquilas en alguna de las tantas campiñas de Europa. Pero no, su amada había sido enterrada en el bosque, y su prima, desapareció de la faz de la tierra. Se dejó caer al piso, sentándose entre sábanas y manteleria. Allí, se quedó por largos minutos, hasta que la luz se fue volviendo mortecina. Inspiró profundamente, buscó el valor para reponer su compostura y tras levantarse, se dirigió, con paso lento, hasta el salón en el que dejará sus pertenencias.
Suspiró un poco decepcionado, ya que odiaba cuando algo salía de control. La volvió a observar, -¿Será esta joven, una de las esclavas liberadas?- caviló, al momento en que se hacía a un lado de la puerta y le daba el lugar para que la mujer dejara aquella habitación. Tosió un poco incómodo por aquella situación. No era apropiado que el embajador de Corea, estuviera corriendo por todo el hostal a una de las empleadas. Lo mejor sería que volviera al salón en el que habían estado en primer lugar y allí esperar a la señorita Mi Young.
Al quedar solo en aquella habitación, su mirada recorrió el lugar, repleto de cestos, con sábanas, manteleria y un sin fin de vituallas típicas de un hostal. Suspiró, llevando su mano derecha a su cien, -Gwang So, que es lo que te ocurre. ¿Cómo puedes pensar que esa joven, puede saber algo del destino de Suni o de Juyi?-, maldijo por lo bajo. ¿Porque simplemente no podía aceptar que encontrar a la prima de su mujer, era una misión inútil y estéril? Sus ojos se colmaron de lágrimas, hubiera dado su vida por que su esposa y la pequeña Juyi hubieran logrado huir de sus enemigos y vivir tranquilas en alguna de las tantas campiñas de Europa. Pero no, su amada había sido enterrada en el bosque, y su prima, desapareció de la faz de la tierra. Se dejó caer al piso, sentándose entre sábanas y manteleria. Allí, se quedó por largos minutos, hasta que la luz se fue volviendo mortecina. Inspiró profundamente, buscó el valor para reponer su compostura y tras levantarse, se dirigió, con paso lento, hasta el salón en el que dejará sus pertenencias.
Gwang So Goryeo- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/04/2017
Re: Encuentro de almas errantes - Privado
Acepté la mano del embajador con pudor y timidez. Lo que me había pasado hacia unos años y lo que me seguía atormentando no era excusa para mi comportamiento descortés hacia mi superior. No solo mi superior, sino de mi embajador, el representante de mi país. Un país que me había traicionado y matado a los 16 años y abandonado hasta ahora, pero seguía siendo mi país. La tierra que me vio crecer, reír, sangrar, llorar y maldecir. Aquel país que me enseñó que no podías confiar en nadie, solo en ti misma. Aquellos en los que confié mi vida me traicionaron y me vendieron como un trozo de tela al mejor postor. Y cuando se aburrieron me dejaron en una cuneta a mi suerte para que me devorasen las fieras nocturnas.
Me incliné para pedir disculpas, como señalaba el protocolo de palacio, durante unos minutos. Transcurrido el tiempo levanté mi cabeza y salí por la puerta camino al salón de té. Si la Señorita Wang no nos veía allí se sorprendería y asustaría, por no decir el castigo que me impondría por incumplir mi cometido. No me había dado cuenta que estaba caminando sola. El embajador no estaba a mi espalda, siguiéndome hasta el salón o la terraza, a donde desease ir en ese momento. Era el invitado de honor y libre para moverse por todo el hostal. Yo sólo tenía que acompañarlo en todo momento. Me paré en seco y comencé a buscarlo por los alrededores. Pero sin éxito de encontrarlo.
Comencé a entrar en pánico. Había perdido al embajador de Corea. Me levanté el bajo de mi falda para comenzar a correr por todas las estancias del hostal. En dos ocasiones tuve que pararme para poder respirar y continuar mi carrera. Entonces fue cuando me di cuenta de que la última vez que lo había visto fue en la lavandería. El lugar de donde el me sacó y me consoló. Volví a remangarme el vestido y salí disparada como alma que lleva el diablo. Dando la vuelta al salir de una de las estancia que daba a un pasillo exterior choqué con algo. Algo que hizo que me desplazara unos centímetros y cayese sobre mi trasero. Al caer cerré los ojos y me llevé una mano a la frente.
Me incliné para pedir disculpas, como señalaba el protocolo de palacio, durante unos minutos. Transcurrido el tiempo levanté mi cabeza y salí por la puerta camino al salón de té. Si la Señorita Wang no nos veía allí se sorprendería y asustaría, por no decir el castigo que me impondría por incumplir mi cometido. No me había dado cuenta que estaba caminando sola. El embajador no estaba a mi espalda, siguiéndome hasta el salón o la terraza, a donde desease ir en ese momento. Era el invitado de honor y libre para moverse por todo el hostal. Yo sólo tenía que acompañarlo en todo momento. Me paré en seco y comencé a buscarlo por los alrededores. Pero sin éxito de encontrarlo.
Comencé a entrar en pánico. Había perdido al embajador de Corea. Me levanté el bajo de mi falda para comenzar a correr por todas las estancias del hostal. En dos ocasiones tuve que pararme para poder respirar y continuar mi carrera. Entonces fue cuando me di cuenta de que la última vez que lo había visto fue en la lavandería. El lugar de donde el me sacó y me consoló. Volví a remangarme el vestido y salí disparada como alma que lleva el diablo. Dando la vuelta al salir de una de las estancia que daba a un pasillo exterior choqué con algo. Algo que hizo que me desplazara unos centímetros y cayese sobre mi trasero. Al caer cerré los ojos y me llevé una mano a la frente.
Juyi Hwan- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 35
Fecha de inscripción : 10/06/2023
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