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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Edric della Rovere Vie Oct 24, 2014 12:56 am

"Las almas son casi impenetrables las unas para las otras,
lo que demuestra la cruel vacuidad del amor".

—Charlotte Mew.


Sus orbes se habían perdido en la oscuridad de aquella habitación, su mirada se ausentaba entre el silencio que se apoderaba todas las noches de la residencia. El vampiro permanecía sentado en uno de los sillones que se hallaban en su acomodada habitación, las flamas de las velas se habían extinguido hacia horas atrás. Sus ojos oscuros se perdían entre sombras y sus pensamientos parecían hundidos en el más umbrío abismo; por su mente viajaron recuerdos, unos más distantes que otros, pero los presentes le hicieron reaccionar de inmediato. Ya no sabía cuánto tiempo llevaba en París, aunque la ciudad le era particularmente aburrida, Edric había desistido en su idea de regresar a Nápoles, pues tenía razones poderosas para permanecer en la capital francesa y una de esas razones tenía nombre: Juliet Deveroix. Lo que al principio parecía simple interés, se había convertido en algo más fuerte y estaba tomando una intensidad que nada agradaba al vampiro, aunque no lo demostraba abiertamente. La cercanía que había tenido con Juliet despertó sospechas  en Cagnazzo y en Malacoda, quienes pensaban que quizás Alichino sólo buscaba algo más de la hechicera, cosa que él negaba una y otra vez. No conocía a la hechicera del todo, pero no iba a permitir que aquellos dos le pusieran un dedo encima. Ella era sólo suya, su bruja.

Una de las tantas noches en la que dejaba a un lado su peculiar trabajo en París por ir a ver a Juliet, Cagnazzo se acercó quizás demasiado, obsesionado con el extraño comportamiento de Edric. Fue en ese entonces cuando junto con otro más, asaltaron el piso en donde residía la joven bruja y se encontraron con otros de los textos que tanto hicieron famoso a Salomón en su época. Aunque éste era una copia, una pequeña inscripción con una peculiar firma, despertó el interés del Custodio, quien acusó de lleno a Alichino de proteger al enemigo. A pesar de que Juliet no comprendía de qué se trataba todo aquello, permaneció al lado del vampiro quien le daba explicaciones a duras penas, sólo las necesarias para no involucrarla tanto en los oscuros asuntos que lideraba el actual Papa de la Iglesia de Roma.

Edric tenía prácticamente retenida a la hechicera en su mansión, tratándola como si fuera la señora de la casa. Pero aún así la tenía vigilada, pues Cagnazzo y Malacoda estaban muy cerca y ya no quería perder a alguien más por culpa de alguno de Los Ángeles Custodios. Se mostraba reacio en tan sólo pensar en esa fatal idea. Ella estuvo bajo la vigilancia constante del vampiro, pero eso pronto se acabaría. Malacoda, irritado por la actitud infantil de Alichino y la constante obsesión de Cagnazzo, decidió convocarlos. Por estar perdiendo el tiempo en cosas menos importantes obviaron parte de su misión en París. La ausencia se prolongaría a casi una semana, pues debían dirigirse a la Île de la Cité con un grupo de Inquisidores, todo por designios de Gian Pietro Caraffa. Fue cuando Cagnazzo amenazó sin juegos a Edric, quien estresado se regresó de inmediato a su residencia en París. Al llegar a su morada y no encontrarse con Juliet, la irá creció en su interior, pero antes de que continuara con los destrozos en su alcoba, el ama de llaves lo detuvo y le dijo sin tapujos que "la joven de mirada oscura se marchó hace unos días". Edric quedó algo consternado por la noticia, pues le había advertido a la bruja que no se atreviera a andar sola por ahí. Le dejó claras indicaciones y ninguna de esas las siguió.

—¡Maldita sea! —Exclamó clavando el puño en la pared con la fuerza necesaria para al menos dejar grietas.

La viva imagen de Juliet acudió a su mente, muy nítida, viendo cada movimiento suyo como si ella estuviera presente en ese instante. Se alejó de la pared y tomó su levita de tela fina, oscura como esa noche y emprendió la marcha hacia el cementerio, pues ahí es en donde debía estar la hechicera. La lucidez de las imágenes que invadieron su mente segundos atrás, lo guió hasta el camposanto. Pocas veces se equivocaba y esperaba que esta vez corriera con la misma suerte de siempre. Ni siquiera se molestó en ir en su rocín, pues no lo necesitaría y mucho menos teniendo estupendas agilidades siendo un vampiro antiguo. Estaría en poco tiempo en el cementerio, a pesar de que su mansión se encontraba en una zona bastante alejada de aquel sitio. El olor a muerte iba acercándose aún más; éste se mezclaba con el aroma de flores marchitas, tierra humedad y orín. No era lo mejor que podía aspirar el vampiro, pues aquellas fragancias le eran nauseabundas, pero hubo uno nuevo, diferente del resto. Pudo sentir cerca la calidez del cuerpo femenino de aquella mujer que empezaba a sacarlo de sí. Y sí, efectivamente estaba más cerca, pero Juliet parecía ignorarlo, o al menos eso creía Edric. Quien llevaba rato observándola, acomodado en una de las lápidas de piedra mohosa. Una rata blanca se escurrió entre el hombro del vampiro, quien la observó de reojo y no reparó mucho en el animal, pues su atención se la robaba alguien más.

—¿Y no piensas venir a darme las buenas noches? ¿O es qué te olvidaste de mí en pocos días? —Le cuestionó Edric con un tono de voz serio, gélido. Su semblante carecía de emociones, de gestos, de vida… Sus ojos se fijaban en la dama que en poco tiempo le había hecho perder la cordura.
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Mensaje por Juliet E. Deveroix Jue Ene 01, 2015 12:36 am


Nunca dejes de buscarme, la excusa más cobarde es culpar al destino
~ Ismael Serrano (amores imposibles)



Dias del 1 al  4. No me odies, estoy maricona y chenchible:

Entonces despertó el quinto día incapaz de continuar aquel ciclo toxico, con la resolución de salir de la casa para ser libre al fin y poner a prueba su teoría. Era plenamente consciente de que se le estaba prohibido y de las consecuencias que tendrían sus actos pero incluso unas costillas rotas y un par de feos moretones que la dejaran en cama eran mejores que la locura que empezaba a caer sobre su cabeza y la ahogaba al punto de no poder respirar. Y quizás quien sabe funcionara para invocar al vampiro que siempre e irremediablemente parecía encontrarlas cuando se le ocurrían sus brillantes ideas suicidas. Aquello le trajo una sonrisa al rostro y apuro los pasos por la escalera sin siquiera notar que se había acostumbrado al dolor de la misma forma en que se habia acostumbrado a las noches del burdel años atrás. Luego pasaban a ser cosas de su vida y se prendía a ellas como su realidad, su entorno, su habitad seguro actuando de forma precipitada cuando mutaban sin explicación. Se sentía insegura pese a saber que estaba protegida en los muros y ansiaba volver a su nido mágico, tal cual culebra, tal cual rata.
No se detuvo a pensar, no quería nada mas si no correr y retomar la libertad que le habían privado y en la que creía tontamente que estaba segura y feliz. Aquel día se mantuvo en las inmediaciones con el miedo de que en efecto regresara pero no fue así y pasaría la última noche durmiendo de nuevo en el castillo por ultima vez.

El 6to dia se alejo del lugar en una larga escena con el ama de llaves que pretendía convencerla que se quedara mientras Juliet montaba a Hermes y cargaba con Leto en su hombro y los dichosos libros, entre otras cosas, en las alforjas. Le mal sabia ponerla en tal situación a la mujer que nada tenia que ver y tan bien la habia atendido en aquellos dias tanto como miembro de la casa como persona. Pero tampoco era su problema y no iba a atarse a un lugar por ella.  Ya habia esperado 5 días sin la menor de las noticias ¿debia esperar 10?¿20? No, eran demasiadas cosas para procesar, demasiados cambios muy rapidos y muy intensos

Era mas fácil huir sobre el lomo de Hermes. Era lo que se le daba bien cuando estaba asustada

Su caminata fue un paisaje borroso que le recordaba cual era su lugar, su vida,  en las calles de  Paris. Eran sucias y ruidosas, llenas de personas y olores que no recordaba fueran tan intensos. Las personas parecían más carismáticas que su primera vez allí  pero aquello solo le causo mas rechazo, mas desconfianza de todos y enseguida intento apartarse hacia los barrios periféricos; hacia las grandes plazas primero y luego a las viejas cafeterías que habituaba. Incluso llego, por instintos del animal o su propio subconsciente, a su viejo hogar, destruido y saqueado que ahora albergaba a nuevos dueños que borraron todos los rastros de su existencia. Los observo largamente mientras pensaba en lo fútil de su propia vida y finalmente decidió regresar al único centro que había tenido en los 8 años en aquella ciudad, al único hogar que verdaderamente era suyo y que a su vez jamás le pertenecería: el cementerio de Montmarte

Era ciertamente extraño como un lugar tan lleno de muerte podía hacerla sentir tan viva y tan en paz; fuera por las esencias y almas que recolectaba de forma natural o por su propia naturaleza apagada que encontraba descanso junto a los muertos. Disfruto retomando algo de cotidianidad al reparar las tumbas y conversar con los espíritus que se hallaban dichosos de su regreso, evitando los que seguian odiando su presencia para seguir su recorrido en tranquilidad mientras se dirigia a las plantas que se escondían en el fondo, como un secreto jardín de venenos que como las mas hermosas serpientes se envolvían en atractivos colores que invitaban (o advertían) de tocarlas.

Centrada en sus pensamientos, casi cae al suelo al tropezar con una tumba cuando escucho la voz a sus espaldas y girar con mas velocidad de la que su estado de insomne le permitía –Te la den los demonios- farfullo mientras retomaba el equilibrio y avanzaba hasta el para recuperar a la rata blanca que ya intenta tirarle un tarascon al oído por reacción a las energías oscuras y agresivas que despedia la bruja. Evidentemente el animal ya no recordaba al vampiro y por una fracción de segundos ella también deseo ser capaz de olvidar a las personas que se ausentaban pero enseguida descarto la idea ¿de que vivía ella si no eran de recuerdos? Bufo y se llevó las manos a la cara mientras intentaba nuevamente hacerse a la idea de que existia y estaba frente a ella con la actitud de siempre cuando ya habia logrado tragar que no era asi mientras observaba las formas traslucidas de los fantasma. Joder que era oportuno -¿Pocos dias? UNA SEMANA, BESTIA ATEMPORAL, UNA SEMANA – le espetó al final, sujetando a la rata (que había finalmente logrado subir a su hombro) y tirándose a la cara para disgusto tanto del arma peluda como del objetivo –Maldita sea, me vas a terminar enfermando ¿ se puedesaberdondecoñoestabas?– lo dijo asi como se lee: tan rápido y con los dientes tan apretados que pecaba de era inentendible, aunque en aquel estado dudo de que ella misma pudiera entender nada.
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Mensaje por Edric della Rovere Sáb Ene 17, 2015 8:24 pm

De los muertos son las almas,
Que vienen de los campos de matanza,
Han retornado al hogar, sin esperanza,
Sobre las oscuras aguas salvajes.

—Katharine Tynan.




Las emociones de Edric parecían una montaña rusa, éstas eran avivadas por el mismo demonio que residía en su interior. Estaba completamente perdido en sus deseos reprimidos que hacía a un lado los intereses de la logia, al punto de descuidarlos de tal manera que Cagnazzo terminó acercándose demasiado. Y para peor malestar del vampiro, Malacoda acabó enterándose de todo. Della Rovere no estaba feliz, incluso, se sentía molesto consigo mismo y a la vez con los demás Custodios. Aunque les haya explicado sus razones, éstos no entenderían. Fue cuando en la Ile de la Cité, estando a solas con el licántropo, la discusión subió de nivel y Edric, ya agobiado del mismo tema con lo de Juliet, le jugó una mala carta a Cagnazzo. Alichino entre muecas burlonas le recordó al otro demonio sobre su pasado mortal, cuando perdió a su amada entre las garras de una bestia. Faltó poco para que ambos decidieran matarse en ese instante, pero Malacoda logró intervenir a tiempo e incluso, el mismo Malebranche hizo su aparición. Ambos fueron reprendidos por los antiguos vampiros. Evitarían a toda costa que Caraffa se enterara de aquel evento, pero que dejaran a un lado las diferencias. Fingir una tregua fue lo más sensato, pero cuando Cagnazzo tuvo la oportunidad, amenazó a Edric con borrar a Juliet del mapa. La asesinaría. Y Calcabrina sellaría su alma para sí. Eso era la gota que derramaría el vaso, el vampiro salió inmediato del lugar y entre tanto, Malacoda ya con la paciencia a escasos niveles, planeaba hacer otra cosa para acabar con esa estúpida riña de una vez por todas.

La observaba con el semblante rígido, más de lo acostumbrado. Se lo había advertido tantas veces, era prudente que estuviera en la mansión del vampiro. Al menos Cagnazzo evitaría acercarse a ese lugar, pues no era de armar demasiado escándalo cuando deseaba eliminar a alguien. Sin embargo, Juliet no hizo caso a las advertencias de aquel, ella aprovechó la ausencia de Edric para huir, pero él terminó encontrándola. Siempre sería así. Los recuerdos de las veces en que estuvo a punto de hacerla suya asaltaron su mente, se sintió confundido, preso de un nerviosismo que jamás había experimentado. Y claro, eso incluía también su acostumbrado mal humor. Al menos ella seguía con vida, las amenazas del licántropo de no habían tocado fondo, pero en algún momento lo harían y eso era lo que mortificaba a Edric. Aunque Juliet lo hacía rabiar al punto de despertar al mismo Alichino, no podía permitir que ningún otro, ni siquiera los demás Custodios, intentaran hacerle algo a la hechicera. El único que se sentía con poder sobre ella, era della Rovere. Toda aquella marejada de inquietes lo hacían gruñir como una bestia furiosa y excesivamente territorial.

No reparaba en ningún otro detalle que no fuera Juliet, le importaba nada lo demás. Había llegado hasta ahí sólo por ella y se la llevaría así mostrara resistencia, era suya y de nadie más. La miró un rato más antes de hablar, no pudo evitar esbozar una sutil sonrisa al ver como vaciló un poco al reconocer su propia voz y claro, ya se esperaba una de sus altanerías. Ya eso era algo que no sorprendía a Edric en lo absoluto. Continuó sentado en la lápida sin intención alguna de querer moverse de su lugar. Ambos parecían disfrutar de estresarse mutuamente, pero lo cierto es que las siguientes palabras de la mujer causaron un tanto de asombro en della Rovere. No esperaba que Juliet fuera a reaccionar de la manera en que lo hizo. ¿Por qué actuar de esa manera? Si más de una vez le dejó claro que no le importaba si él se marchaba o no. Terminó ignorando a la rata y sólo la sostuvo de la cola para dejarla en otra parte. Aún no comprendía del todo porque Juliet estaba aparentemente enojada con él, pero la histeria ajena avivó más a su ego.

— ¿Y ahora qué demonios te pasa? Desaparezco unos días, quise decir, una semana… Y entras en crisis. No parece cosa tuya, mujer —mencionó Edric evitando salirse de sus estribos—. ¿Tanto me extrañaste? Parece que sí.

Edric se incorporó, reduciendo inevitablemente la distancia que los separaba a ambos, deseoso de tenerla de nuevo entre sus brazos. No se le veía molesto, aunque lo estuviera, sólo se reflejaba en su semblante la necesidad de sentir su calidez y de volver a impregnarse con su aroma. Fue entonces, cuando ya no se pudo controlar más, que rodeó el cuerpo femenino con sus brazos apegándolo más al suyo. Era evidente el deseo que lo ataba a estar al lado de la hechicera. Arrugó las telas de la falda de su vestido con su mano, aguantándose las ganas de desgarrar toda la tela y acariciar la piel que él tanto decía que le pertenecía.

— ¿Por qué saliste de la residencia? Te advertí que era peligroso y debías permanecer ahí incluso durante mi ausencia —masculló el vampiro con seriedad—. Y no, no te interesa saber que estuve entre las piernas de hermosas gitanas… Ya que no me complaces, debo hallar diversión en otros cuerpos. Pero eso no quita que sigas siendo mía… Porque lo eres.

Las palabras de Edric sólo querían provocar más a la bruja, quiso echarse a reír en su cara luego de su comentario, pero evitó hacerlo. Quería ver cómo lo tomaba ella, ahora le resultaba un tanto impredecible y aunque él tenía la habilidad de al menos intuir sus movimientos, no quiso ir más lejos. Simplemente quería dejarse sorprender. Estaba actuando como un desquiciado, sí, pero extrañamente le agradaba estar así. Alejarse de su marca y de sus demonios era necesario para mantenerlo en paz consigo mismo. Edric siempre estuvo acostumbrado a sus caprichos, a hacer lo que se le daba la gana y los deberes de la logia no escapaban de su volátil comportamiento. Aunque se interesaba por cumplir cada una de sus misiones, también buscaba otro tipo de distracción y Juliet entraba en esa parte de la historia. Hasta ahora.
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Mensaje por Juliet E. Deveroix Vie Feb 20, 2015 12:49 pm

“Así, pensaba en él sin quererlo,
y cuanto más pensaba en él más rabia le daba,
y cuanto más rabia le daba, más pensaba en él.”
(Amor en los tiempos de cólera- Gabriel Garcia Marques)

Había sido apenas 1 semana, 7 míseros días compaginados en el almanaque, los que habia tenido que soportar Juliet sola en el súbito silencio de una habitación. Edric tenia razón al considerar exagerada su reacción y sin embargo, intentando protegerla, la habia escondido en lo que se volveria el primer circulo de Dante donde el fuego era apenas una pantomima y el tiempo no regia mas que para volver las pocas horas alli, eternas. Y para una bruja que vivía de las mentiras que creaba, una habitación llena de espejos significaba la peor de las torturas mentales. Incluso si no estaban allí; si tan solo contaban con vivencias y escenas que saltaron contra ella con sentimientos y pensamientos que no sabía controlar, cargada de preguntas de las cuales no creía obtener respuestas.  Y el silencio se volvió enloquecedor lleno de pensamientos y voces viperinas que le señalaba todas sus faltas, repitiendo dudas y recriminaciones que atentaban contra lo que ella creía eran los pilares de quien era y a los que ingenuamente se aferraba,  alejando al único que lograba acallar todo aquello; El vampiro. Su presencia se había vuelto clave en aquella ecuación enfermiza de crear caos para obtener paz; donde le provocaba hasta el punto de ebullición, hasta verle explotar para que arrasara con sus pequeños miedos filosóficos. Los diablillos de su mente se encogían ante el duque infernal y aprovecharon al máximo su ausencia para vengarse por mantenerles encerrados, por siquiera mirarlos. Y ella, por su parte, enseguida le hecho en falta con furia y desespero, como un adicto a su droga preferida. Y él era de las peores y mejores que habia probado porque le hacía encontrar paz en su destruccion, porque tenia mente propia para regresar y pies para irse cuando deseara sin que ella pudiera evitarlo.  Lo noto entonces, en aquel  cementerio cuando tras una abstinencia demasiado larga lo volviera a encontrar con esa actitud tan tranquila que parecía burlarse ¿Cómo no iba a atacarle? La parte mas voluble de ella lo culpaba enfurecida mientras la parte lógica rogaba que se calmase para sortear que pasaba en su interior

- No, no te extrañe – hablo como un suspiro en el que se podía oír una risa ligera escondida, que provenía del nerviosismo de delatarse contrastando con lo cotidiano de la escena. Incluso cuando callo podía sentirse la risa vibrar en el silencio mientras la mujer lo escrudiñaba con la mirada y pasaba las manos por su cabello oscuro intentando ordenar sus ideas, calmarse ahora que las voces silenciaban -pensé que habías muerto- se sinceró finalmente. La gracia de segundos atrás había desaparecido y aun asi, el comentario conservaba  la naturalidad con las que se comentan las cotidianidades de la vida y quizás asi era era para un vampiro y una necromante, que se alimentan de la sangre y de las almas. Pero aun asi, aunque estuviera acostumbrada a ella como a la oscuridad y frio del cementerio que pisaban, el comentario le resulto pesado e inadecuado, cargado de un resentimiento amargo que enseguida se ocupo de cubrir – Había regresado al cementerio para ver si podía invocar tus pálidas –y perfectas- nalgas de regreso. Enardecerá mi ego por semanas –había regresado rápidamente al tono burlesco al tiempo que observaba al baron acercarse, abrazando su cintura ya sin ella alterarse o poner una resistencia inutil al evento. Hacia tiempo que no lo hacía y si se movia era para acomodarse a la figura masculina, para apartar sus propias manos de su camino y dejarlas sobre sus brazos, sintiendo cada fibra bajo sus pequeñas y frágiles manos de hechicera mientras lentamente iba regresando a la tranquilidad de la rutina– No tenia instrucciones para tal caso ¿Qué debía hacer? Espere 6 dias, el doble de tus típicas ausencias, y al 7mo me aparte– se detuvo un segundo a medir sus palabras y su sonrisa se expandió felina – No deberías enojarte, ha sonado casi biblico y para los tuyos eso es bueno ¿verdad? He obrado mas que bien-

Lentamente se iba relajando, ni siquiera las garras sobre las telas de su vestido parecieron alertarla. Casi estaba a punto de apoyar el mentón sobre su pecho para seguir riéndose cuando el siguiente comentario golpeo sus sentidos. Un gruñido se enredó en su garganta y cerró los ojos, cansada de ellas. De las gitanas que últimamente se colaban en cada una de sus conversaciones y evocaban el mismo rostro, la sonrisa perversa y el sabor a sangre llenando sus pulmones y garganta hasta salir en borbotones con la esencia que deja el miedo. Incluso podia sentir el odio florecer en su alma cada vez que alguien las mencionaba, cosa que parecía divertir al barón a quien ella le devolvía tal placer desquiciándolo con meras palabras, sin jamás contarle la verdad de su sentir hacia el pueblo que la marco, como se marca el ganado, con metales al rojo vivo. Porque podia divertirse picando en su piel, enojándole a rabiar pero no disfrutaba verle doler y el burdel tenia la capacidad de hacer eso.  Asi no le quedaba mas que callar y enfurecer todas las veces que Della Rovere deseara - Han de ser malas para tenerte 7 días entre sus piernas y regresarte tan tenso y rígido. Aunque quizás no fueran ellas… Quedara entre los misterios del universo que jamas descubrire, junto la inmortalidad del cangrejo, porque adivina Caro Mio… – dijo con una sonrisa grande, parándose en las puntitas de los pies para alcanzar a tenerlo mas cerca como si eso le diera mas credibilidad y fuerza a sus palabras que salieron suaves aunque firmes, como el siseo de una serpiente- No-Soy-Tuya – y sin embargo, sin importar lo que dijiera, en su esencia de crisantemos y lluvia se filtraban notas sutiles del propio vampiro que lentamente la habían colonizado. Se habían pegado a su piel mientras dormia protegida entre sus brazos y en la corta ausencia las sabanas retuvieron su aroma en un vivido recuerdo que impedia que sus palabras tuvieran cualquier valor
-Pero ambos problemas tienen una misma solución ¿a que sabes cual es? – menciono de pronto, tomando el conocido cuchillo de plata entre sus manos para que brillara con el resplandor de la luna
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Mensaje por Edric della Rovere Dom Abr 05, 2015 11:34 pm

"Y entonces me dije: otros amigos se han ido antes;
Mañana él también me dejará,
Como me abandonaron mis esperanzas..."

—Edgar Allan Poe.



Y sí, Juliet podría resultar todo un dolor de cabeza cuando se le daba la gana, pero ahora era más que una simple migraña, era un cáncer que se estaba consumiendo lentamente su mente. Por más advertencias que él le diera, la bruja se las ingeniaba para hacer todo lo contrario y hacerle más difíciles las cosas al vampiro. A pesar de su esencia demoníaca, del constante reclamo de Alichino por querer quedarse con aquella alma, Edric, a pesar de ser un posesivo malcriado, se preocupaba por Juliet y odiaba que el desgraciado de Cagnazzo tuviera que meterse en asuntos que no le concernían sólo por querer amargarle la existencia al vampiro. Todo parecía cosa de riñas entre licántropos y vampiros, pero no, la cuestión aquí era otra cosa. Porque hablar simplemente de criaturas sobrenaturales no bastaba cuando los protagonistas eran los lacayos de Gian Pietro Caraffa.

Había pasado una semana entre misiones que no le interesaban. Sí, era un demonio, pero, ¿por qué tener que armar toda una comedia cuando se podía incitar al caos abiertamente? Una parte de Alichino habló, era aquella parte negra de su máscara. “No puedes tentar a la suerte… La mente es demasiado compleja y el enemigo está cerca”. Y cuando hablaba de enemigos, no se refería a la logia de Agartha, sino a aquellos que han custodiado el trono de Dios desde el inicio de los tiempos. Edric el vampiro estaba consciente de eso, Alichino aún más. Así que no le quedó más opción que resignarse a cumplir con las obligaciones que le eran impuestas desde el asiento de Pedro en Roma, y eso implicaba estar en París y trasladarse a otras ciudades cuando su líder así lo dictaminara. No era algo que disfrutara abiertamente, en algunas ocasiones sus planes se veían frustrados de alguna manera, pero tenía un compromiso desde que su alma fue aprisionada en este mundo mortal.

Quizás la desesperación y la culpabilidad lo habían llevado irremediablemente hasta la hechicera, aunque algo en sí mismo le decía constantemente que debía dejarla ir, Edric se negaba a hacerlo. ¿Acaso veía en ella la imagen marchita de Deyanira e incluso la de su propia hermana? Nadie puede asegurar eso. Alichino suele ser la esencia de lo cambiante, de lo que es y no es. Aquel que guarda el limbo, la perdición, la indecisión constante. Una inseguridad que puede ser terrible y eso era lo que ocurría con Juliet. De cierta manera todo aquel cercano a della Rovere o que compartiera algún vínculo con él, estaba destinado a vagar en la orilla de un mar turbulento.

Una extraña sensación de alivio lo inundaba, saber que la demente de Juliet estaba bien de cierta manera le relajaba, pero no debía bajar la guardia. El licántropo algo tramaba y si Alichino se descuidaba, éste de seguro le daría una puñalada por la espalda, ya estaba advertido lo sabía y con que Malacoda supiera todo, lo hacía sentir vulnerable. Justo cuando más necesitaba de los consejos de Malebranche, éste se había perdido, como siempre lo hacía. Escuchó cada palabra ajena, sin inmutarse un poco. Sus facciones permanecían rígidas y sus orbes estaban inundados de una oscuridad no común. De nuevo se iniciaba un debate entre el demonio y el vampiro, mientras sus manos se tensaban alrededor de la tela, queriendo desgarrarla completamente.

—Si son malas o buenas no es asunto tuyo y no es como si te interesara mucho si lo son o no o si realmente estuve con alguna de ellas, ¿verdad que no? —Replicó Edric con seriedad, no dándole el gusto de que sus palabras le afectaran—. Luego de toda tu palabrería y ataques de histeria, ese resentimiento parece más otra cosa que sinceramente no me importa, no ahorita y no sé cuándo más. Eres tan mala mintiendo, lo evidente escapa en las tonalidades de tu aura.

Estaba a punto de sujetar su mentón y buscar aquellos labios que tanto había extrañado, pero el brillo de la plata hizo arder su mirada. Edric estaba consciente de que Juliet a veces no era muy cuerda y podría hacer cualquier cosa, nada inteligente, desde luego. El ceño fruncido del vampiro era una clara mueca de desaprobación. De inmediato y antes de que la hechicera hiciera algo realmente estúpido, Edric sujetó su muñeca con brusquedad y arrancó aquel cuchillo mortal de las frágiles manos femeninas y lo arrojó lo más lejos que pudo, perdiéndose en la oscuridad del cementerio. Se contuvo de propinarle una bofetada, pero instintivamente aferró su diestra al cuello de la mujer.

— ¿Te volviste loca o qué diablos pasa contigo? Te dejo sola siete miserables días y ya te pones a inventar cualquier estupidez, ¿qué pretendías hacer? No, espera… Ni me digas —sintió la sangre de su pétreo cuerpo hervir por pura cólera. Las emociones de Edric se mezclaron junto con las de Alichino. Ahora eran incapaces de reconocerse el uno al otro—. Escúchame bien, no voy a volver a tolerar otra tontería tuya y si no eres mía, no lo serás de más nadie. No voy a permitir que esos infelices se queden con el alma que me pertenece. Nunca… —Su voz pareció distorsionarse ante sus últimas palabras, como ocurre con aquellos que son poseídos. La mirada de Edric era negra como la noche al igual que su aura que daba la sensación de convertirse en un manto oscuro que rodeaba su cuerpo. Su mano aún sujetaba con firmeza el cuello de la mortal, pero sin atreverse siquiera a romper los huesos de su garganta.

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Mensaje por Juliet E. Deveroix Lun Mayo 25, 2015 7:26 pm

No puedes despertar a quien finje estar durmiendo - Proverbio Navajo

Aquella frase, simple y certera, la había oído de los labios de su madre en muchas veces refiriéndose a su padre o la misma heredera de su magia que esta vez no pudo si no aplicarlo al vampiro que se encontraba colérico y obstinado frente a ella; jamás había querido abrir los ojos para ver el interés que se escondían en las preguntas de toda indole que intentaban entenderlo más allá de su curiosidad innata, aunque él los vistiera en motivos de pena o lastima cualquier acercamiento. Era frustrante, agotante y por partes humillante que todos sus intentos fueran rechazados o malinterpretados de aquella manera pese a que reconocia que sus maneras no le eran comunes al vampiro milenario y que ambos empeoraban entre si el acercamiento del otro con sus temperamentos intensos y fugaces como los relámpagos en el cielo, quemando todo a su alrededor porque, cuando el napolitano necesitaba claridad y hacia preguntas directas para obtener un “si” o “no” , la nizarda prefería las brumas, las sutilezas que dejaban espacio a las interpretaciones y no permitían que la verdad cruda la asaltara, confusa y doliente.

-Loco histerico!-!- grito, golpeando su pecho con uno de sus frágiles puños, cuando el hombre lanzo su cuchillo a la inmensidad de la noche; con la fuerza que poseían los inmortales podría incluso haber salido del cementerio y si ella no fuera una bruja podría pasarse toda su vida buscando que las probabilidades de hallarlo serían muy pocas pero, afortunadamente, lo era y requirió apenas un cambio de sus energías y unas palabras susurradas en latín para que las ratas dejaran de alimentarse de los muertos y propagar enfermedades para buscar el preciado objeto bajo su comando. Al abrir los ojos nuevamente, se encontró con el aura oscura rodeando la figura de Edric della Rovere como un mal presagio que la obligo a morderse la lengua, ahogando sus opiniones y haciendo acopio de su poca cordura para retener cada uno de sus berrinches, de las cosas que aun quería gritarle. Apenas dejo salir un –Era una broma, maldita sea- farfullado entre dientes como una niña pequeña que gira el rostro para evadir la culpa. No iba admitirle ahora que de hecho considero la maldición de la viuda negra como una buena solución para ambos; él se saciaría con las gitanas y Juliet se consolaría de saber que estas morirían poco después de haber terminado su vida útil como muñecas del vampiro. Se relamió los labios aun con la idea presente y lo observo de reojo considerando que quizás lo que si pudiera hacer con él en ese momento, ahora que la hora de las brujas estaba próxima, fuera intentar aplacarle los sentimientos negativos con el encandilamiento, pero no tuvo demasiado tiempo para ello pues pronto se vio siendo elevada por el cuello ahogando un gritito de susto y sorpresa.

Sus ojos se abrieron y sus labios se separaron para formar una “O” cuando noto cierto detalle en la información dada. La mueca pronto se deformo cuando una sonrisa empezó a jalar de sus de los extremos de sus labios y finalmente no pudo evitar que una risotada se escapara. Por supuesto que desvió el rostro y guardo silencio, tragando las ganas de reír pues no quería que estos fueran alicientes al mal humor del demonio.

Valla si habia sido todo un malentendido! Esto pasaba cuando los adjetivos posesivos no venían con el sustantivo detrás que los direccionara. El vampiro hablaba de su alma cuando ella creía que se referia a su cuerpo y a su mente, a su capacidad de decisiones, relaciones y un largo etc que solo podría terminar con la libertad de su ser mortal. Bien pudo haberlo dicho desde un principio! y entonces hubieran tenido menos encuentros violentos pues ella no valoraba su esencia primitiva fuera del casco mortal porque, si antes había estado en el infierno, –lo cual era muy seguro si consideramos la vida actual que llevaba- no lo recordaba en absoluto, si volviera a estar ahí, pudriéndose por los siglos eternos, su vida siguiente tampoco lo recordaría y con seguridad demostraría esa ausencia de interés tan particular en ella -¿Mi alma, todo este tiempo estuvimos discutiendo por mi alma?– no cabía en el asombro tal que este casi hacia desaparecer las ultimas sombras del miedo en su mente mientras sujetaba la mano opresora y acariciaba los nudillos para intentar aflojar los dedos como si se tratara de las fauces de una bestia furibunda pero conocida

-Edric, por la cola puntiaguda de lucifer, nadie quiere mi alma. Esta demasiado manchada como para tener valor. Ni los ángeles en el cielo, ni los demonios en el infierno encontraran algo particular en mi salvo lo que tu ya conoces y para tales efectos, te desagrada ¿Quieres quedarte con mi alma, atormentándote, pasado el ocaso de la vida? Que…–  se detuvo de pronto al darse cuenta de las implicaciones y efectos que sus palabras podrían tener en una persona tan posesiva y explosiva como aquel si le permitía quedarse con su esencia tras fallecer. Podría matarla solo por apropiársele con aquellas mismas ansias que la que sujetaba de su cuello y se dio cuenta que, aunque algo le gritase que no debería temer por su vida, no era prudente. Apretó los labios y sus ojos se fijaron en sus facciones, buscando un indicio que le digiera por donde debía seguir

- Baja tus garras, nadie te amenaza– siguió entonces, carente de animos, insistiendo con los masajes en los nudillos y la presión sobre su brazo de forma casi instintiva. Estaba, en cierto modo, divertida por el súbito giro que había dado la conversación pero eso no significa que ignorara la bruma oscura que expandía el vampiro -¿Es un pacto lo que quieres? Se que podrías sellar mi alma –en teoría los vampiros eran incapaces de tal hecho pero si eran lores demoniacos… era otro cantar - pero eso solo me tendría en la fuga en esta y otras vidas si nazco con los ojos abiertos a la magia. Negocia conmigo ¿no les gusta a los nobles hacer eso? Bájame, Duquesito, me quedo sin aire para hablarte – No era muy cierto pues no la habia elevado mas que unos centímetros para que debiera pararse en la punta de los pies pero la tenia nerviosa igual y las piernas le temblaban de forma notoria. No sabía si aquello le calmaría, satisfecho por obtener lo que quería, o le enfadaría mas, como había hecho añares atrás su madre, el que diera tan poca importancia a su propia esencia
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Mensaje por Edric della Rovere Mar Jul 21, 2015 9:41 pm

Sólo me siento a los pies de mi Dama,
mirando fijo sus ojos salvajes,
sonriendo al pensar cómo mi amor huirá
cuando su radiante belleza muera.

—Elizabeth Siddal.




La situación en la que se veía envuelto con Juliet lo superaba, es más, no se esperaba que algo así fuera a ocurrirle y obvio que no se lo esperaba. Edric ha vivido más de dos mil años luego de su conversión; su vida mortal había quedado atrás de un momento a otro, hundiéndose para siempre bajo las cenizas del Vesubio, como lo haría Pompeya y Herculano hace mucho. Desde ese entonces, estaba dispuesto a dejar toda humanidad en él, dedicándose exclusivamente a su misión como un condenado entre los seguidores de Lucifer, siguiendo los dictámenes que lo llevarían a resurgir como Alichino, el helequin, el emisario del averno. Pero jamás contó con que luego de tanto tiempo, fuera a verse completamente distraído por culpa de una humana. Ella no era simple, sólo estúpida. Sin embargo, eso era más que suficiente para que Edric se interesara perdidamente en aquella hechicera. ¿Estaba eso bien? No del todo y menos cuando otros diablos le rondaban como vigilantes nocturnos, acechándole y reclamándole constantemente.

Aún así, para él era injusto que no se le permitiera interesarse en alguien cuando los demás si lo hacían, incluso Calcabrina, que era el menos cuerdo de todos. Eran egoístas, sólo porque él era el menor de los nueve recién despertados. Una completa estupidez para Alichino, quien se sentía como un necio desquiciado, desafiando las reglas del juego que algunas veces, en un tiempo pasado, siguió con completa obediencia. Esta vez, las cosas serían diferentes; las reglas las pondría únicamente él.

Los ojos oscuros del vampiro se habían fijado en las facciones de Juliet, como si le escudriñara el alma, cosa que realmente hacía en sus facultades como Alichino. Sólo aquella oscuridad en él bastaba para hacerla cerrar el pico y que controlara su comportamiento ante él; aún así, siempre osaba en quejarse. Aflojó el agarre en el cuello de la fémina para dedicarse a delinear su mentón con el pulgar; lo hacía en completo silencio, como si de un momento a otro las aguas turbias de su mente hubieran cesado, hallando una calma engañosa, pues en cualquier momento la oscuridad podría desatar su tormentosa esencia de nuevo.

—Los demonios buscamos almas, las encadenamos a nosotros y las usamos como queramos. Es algo básico, se supone que ya lo sabías, “oh, poderosa nigromante” —espetó con ironía sin apartar las manos del cuello de la mujer—. Pero el asunto aquí es mucho más que simplemente quedarnos con la esencia de alguien, va más allá de una marca que acompañará al individuo durante toda la eternidad… durante todas las vidas que deberá poseer hasta el día del juicio. Pero eso es mucha filosofía para alguien como tú —esbozó una sonrisa burlona. No era Edric quien dictaba las acciones esta vez, era Alichino—. Pues quizás a ninguno de esos les interese. Harían caso omiso a tu alma. Pero hay un detalle que estabas dejando pasar por alto… Ellos no son yo. A mí me perteneces, aunque no te guste y te empeñes en negármelo una y otra vez.

De un momento a otro, una de sus manos abandonó el cuello de la bruja. Su brazo rodeó con firmeza la cintura femenina atrayendo aquella figura hasta apegarla completamente a su cuerpo; casi podía sentir el aliento de la muchacha golpeando sus labios. Ese único hálito de vida le embriagaba, avivaba su hambre al punto de no poder contenerse. La mirada de Edric había dejado de ser funesta y ahora sólo se mostraba sedienta, demandante de algo que no podía comprender del todo que era.

—Eres y serás siempre mía, Juliet. En esta vida y en las que siguen, no me importa… No es sólo capricho. Te quiero a mi lado y usaré todos los medios para conseguirlo, así tenga que obligarte hacerlo. Así tenga que permitir que los muertos en el limbo se regresen por las puertas del abismo al mundo de los vivos y superen en número a los mortales. Soy capaz de hacerlo sólo por tenerte siempre conmigo —susurró a su oído, dedicándose, tras sus palabras, a morder ligeramente el lóbulo  de la oreja—. No me desafíes con ese pacto, bruja… Porque no pediré permiso cuando tenga que sellar esa alianza entre ambos y quizás, termines arrepentida por privarte a ti misma de libertad. No sólo en esta vida, sino en las que siguen.

Las palabras de Della Rovere sonaban ásperas y graves; no estaba jugando con su advertencia. En otro tiempo ni siquiera hubiera dejado escapar aquella exhortación. Rodeó por completo el pequeño cuerpo de Juliet y sin pedirle permiso, se apoderó de sus labios, devorándolos, disfrutando del característico sabor que tanto había extrañado hacía varios días atrás.

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Mensaje por Juliet E. Deveroix Vie Sep 04, 2015 11:35 pm


“Siempre! Es una palabra terrible. Me hace estremecer cuando la oigo.
Las mujeres son muy aficionadas a usarla. Estropean toda novela, queriendo hacerla eterna”
-El retrato de Dorian grey- Oscar Wilde

Entrecerró los ojos al reconocer aquel pinchazo de realidad golpear sus sentidos cuando el vampiro decidió, sutilmente, acudir a la verdad para decir que no era una bruja competente del mismo modo en que lo había hecho una cambiaformas tiempo atrás en los bosques cercanos a la zona industrial. Aunque, a diferencia de aquella vez, el golpe no había quemado su piel ni resultado devastador para su orgullo. Tampoco sintió deseos de esconderse o alejarse de la misma forma en que lo había hecho en el pasado porque sabía que no debería lidiar con la falsa pena del vampiro quien no tenia culpa de señalarle realidades que intentaba no mirar pese a que constantemente la gente le abriera los ojos para que observase el paisaje deplorable en el que se habia convertido su vida por culpa del miedo constante ¿Qué era una bruja sin magia, después de todo, más que un pájaro sin alas destinado a morir en las fauces del primer aventajado? Soltó sus labios que hasta entonces mordía y libero el aire de sus pulmones, cerrando los ojos por unos segundos, cansada de aquellas incógnitas que le hacían replantear su vida pero que no eran lo suficientemente fuertes para que saliera de la seguridad que le proveía el fingir ser meramente humana.

–Necro – musito despacio como si no quisiera romper el silencio mientras despacio abría los ojos para observar aquella aura espectral que quizás, en un mundo alterno donde los eventos no se hubieran dado de tal forma, hubiera podido controlar. Nuevamente se sintió molesta por no ser todo lo que se había esperado de ella ni tener el valor para seguir los pasos que el destino había trazado en su sendero –Necromante, Baroncito – dijo reafirmándose en un legado al que le había dado la espalda al llegar a la ciudad de las luces – y si uso las almas a mi favor y como moneda de cambio ¿Cómo no voy a saber o entender de ellas? Tu eres quien las condena, quizás, en la antesala del infierno pero antes de caer a tus garras, juegan en mis manos y todo lo que he encontrado en ellas me ha llevado a decidir que…no-me-importa- espeto aun jugando entre sus nudillos, apretándolos levemente, recorriéndolos mientras intentaba juntar fuerzas para mirar en esos ojos abismales e intentar explicarle de algo que sabia que no estaba seguro que fuera a comprender, aunque se beneficiara de ello - Edric, no tengo la mas pálida idea si estaré viva de aquí a dos años o que cenare esta noche… es una locura pensar en las siguientes dos vidas, cien vidas. En cualquier caso iniciare de cero, en cualquier caso me las ingeniare como lo he hecho hasta ahora, con más o menos suerte- Intuía que para el vampiro era un concepto extraño y lejano, inimaginable, el de comprender realmente lo que significaba ser una persona finita; con un cuerpo de caducidad establecida y emociones, sentimientos y experiencias de nula trascendencia post mortem pero para ella era un tramite diario, o solía serlo, cuando trabajaba en el cementerio con los cuerpos; almas, espíritus y fantasmas a su disposición para que le diese mayor importancia a sus vidas futuras; o para ello sus vidas pasadas.

–Si a tus demonios hermanos, no les preocupa mi alma, como dices, entonces no tienes porque preocuparte de esos a los que llamarte “infelices” hace cinco minutos atrás  – comento, sonriendo despacio, con cierta oscuridad brillando en las orbes, afiladas y obscuras como obsidianas. La cadena de pensamientos la habían llevado a una pequeña pregunta que sabría molestaría al vampiro - ¿O es que te preocupa que en una vida anterior, haya enlazado mi esencia a otro y no puedas evocar dicha unión? ¿Quieres adelantarte a los hechos, quizás? – Consideraba que ambos sabían que no era así y que al alma de la bruja no la ataban cadenas pero si Edric era igual de consiente que Juliet de este pequeño hecho, no lo dijo verbalmente si no que atrapo sus labios de forma tan sorpresiva como predecible que, igual que todas las veces, la sobresalto, dejándola estática entre sus brazos sin atinar a responderle mas que para cerrar instintivamente los ojos. Los fantasmas se callaron al instante, su mente quedo en blanco y tan libre de pensamientos que no pudo precisar el momento en que subio las manos por pecho varonil o atrapo los labios ajenos primero con la suavidad que el vampiro había iniciado aquello y pronto volviendo el beso mas salvaje, mas pasional y cargado de ira y confusión que llevaban a sus bocas a chocar, a los dientes a morder la carne suave a disposición hasta que la sangre del vampiro llego a disposición de la humana que lamió la herida como si fuera la unica forma de apagar su sed, gatillando rápidamente una chispa que la devolvió a la realidad y, como al principio de aquello, la sobresalto y obligo a retroceder con las pupilas levemente dilatadas recorriendo las facciones pálidas del vampiro en busca a preguntas que no termina de formularse ¿que, QUE, por todos los dioses en cada panteón, buscaba allí? Se relamió y observo la herida, la sangre adictiva que descendia por la mordida -Convenceme entonces; seduceme y no tendrás que marcarme para que anhele estar a tu lado en cada vida –susurro, levantándose sobre la punta de los dedos y lamio las gotas de carmin sobre los labios de marmol – Sera mas doloroso para mi partir de esta vida libre, que pensar en otras encadenadas volvió a apoyarse sobre sus talones y le dio golpecitos en el pecho - Ahora, busquemos mi cuchillo y salgamos de aqui; los fantasmas empezaran a hacer una novela en sus incorporeas cabesitas como sigan observando-  
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Mensaje por Edric della Rovere Sáb Sep 19, 2015 12:38 am

Boca que besas a distancia y llamas
en silencio, pastilla de locura,
color de sed y húmeda de llamas…
¡Verja de abismos es tu dentadura!

—Delmira Agustini.




¿Qué rayos estaba haciendo? ¿Por qué actuaba de esa manera? Se supone que su naturaleza no le permitía actuar de la manera que lo hacía, pero quizás, aquel fragmento de mortalidad que quedaba en él lo obligaba a atarse a esa mujer de mirada oscura. Aunque maldecía a aquella maldita obsesión, tenía que admitir que en partes, la disfrutaba. Juliet para él era todo un reto y a Edric le encantaban los retos. Y esta vez, su orgullo no le iba a dejar perder, él tenía que tener lo que tanto ansiaba y ese deseo tenía nombre.

En el pasado no se había interesado demasiado por estas situaciones, ni siquiera siendo un mortal. Luego de su gran decepción con Deyanira, Edric no volvió a relacionarse tan seriamente con una mujer, pero no contó con que en algún momento ese orgullo iba a quebrarse y se encontraría con quien le dejara en claro que seguía siendo el mismo muchacho romano ilusionado con eso a lo que los terrenales llaman "felicidad". O al menos buscaba algo parecido. Necesitaba equilibrarse, sin embargo, las cosas no estaban siendo demasiado fáciles para el vampiro. Tenía una terrible responsabilidad sobre sus hombros, él era más que un simple vampiro, él era ese monstruo al que Dante llamó Alichino. Ese demonio habitaba en su interior y aunque ahora eran uno solo, ambos compartían un mismo objetivo: Alichino ansiaba el alma contaminada de Juliet y Edric la deseaba a ella.

—Lo que sea, sigues siendo bruja al fin y al cabo ¿no? —murmuró, perdido en sus pensamientos—. Quizás sí, quizás no. Tú no los conoces, yo sí. Son demonios como yo, y supongo que nunca te habías topado con uno real —sonrió Alichino—. Ninguna invocación, salvo la de nuestro señor, funciona para traernos a este mundo...

La mente del vampiro estaba atascada en algo que no comprendía del todo, ida, desvanecida. A pesar de que hacía un par de minutos se había dejado llevar por un simple arrebato. Aún mantenía apegada a su cuerpo, la frágil figura de la hechicera, pero sus orbes no estaban fijos en ella, sino en las auras espectrales que los rodeaban. Recordaba a donde pertenecía, lo que era. Antes no le había importado tanto, sin embargo, ahora todo se volvía aburrido, sin ninguna razón de ser. Estaba atrapado en su propio limbo y esto era demasiado indignante para él.

— ¿Estás segura de que es lo que quieres? ¿O sólo estás diciendo disparates? —Inquirió con la mirada fija en el horizonte—. No digas cosas de las cuales podrías arrepentirte luego, porque podría tomarme muy en serio tus palabras y bien sabes que lo haré. Porque quiero y porque puedo.

De un momento a otro la arrinconó contra el suelo, sin dañarla, observándola fijamente con unos ojos sedientos y brillantes. Edric era un sujeto impredecible, Alichino mismo lo era, a veces sencillamente no se podía intuir cuál sería su siguiente jugada y por ello, tal vez, se volvía en alguien con que el había que tener cautela, pues era quien vigilaba a aquel lugar delirante al que muchos llamaban limbo.

Con Juliet tampoco habían demasiadas excepciones, sólo se controlaba cuando lo veía preciso, pero no era muy cuidadoso la mayoría de las veces y no es como si quisiera serlo. Ahora que la tenía en una posición más cómoda, acorralada entre sus brazos, se dedicó a acariciar una de las piernas femeninas, haciendo a un lado la molesta tela que cubría su piel.

— ¿Y ahora piensas lo mismo? Te cuento que ya no tiempo para retractar de lo que has dicho... Por eso antes, piensa antes de hablar —dijo esbozando una sonrisa de esas extrañas, incapaces de descifrar—.  Te marcaré por el resto de esta vida y de tus vidas, siempre terminarás retornando a mí.

Sentenció. Edric no vacilaba esta vez con sus palabras y antes de que la bruja pudiera hacer algo, inclinó el rostro hacia su cuello, rozando aquella piel con sus colmillos, dándose el gusto de descender lentamente hasta el escote de su vestido, que se cortaba en forma triangular, dejando descubierta una parte de su pecho. Sin duda, la prenda que cargaba encima la mujer, facilitaría sus próximos movimientos. Una marca en una parte visible del pecho, desagradaría un poco, así que simplemente con la mano desocupada, bajó una de las mangas del traje, descubriendo uno de sus pechos y fue entonces cuando depositó un beso en esa zona, para, sin previo aviso, hundir sus colmillos hasta dejar que el líquido carmesí descendiera lentamente por sus labios.
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Mensaje por Juliet E. Deveroix Dom Dic 13, 2015 5:36 am


"You died screaming.
Yet the Monster who took your place was silent
You are a weapon, and weapons do not weep"


Juliet jamás se había considerado a si misma a una persona especial y nunca había sentido particular necesidad de llamar la atención pero el comentario del hombre, que la refería como una más del montón, despreciando las diferencias mágicas que pudiera haber entre sus pares, la dejo perpleja por unos segundos, lo suficiente para que no respondiera tan mordazmente como hubiera hecho en cualquier otra ocasión y, en un afán de contener la postura, solamente se dignó a elevar sus finas cejas en un silencioso cuestionamiento. Edric detestaba la magia, lo había comentado un par de veces y aun así jamás había hecho tan evidente su desinterés o ignorancia en cuanto a todo lo que rodea a la bruja que el insistía en mantener recluida para si mismo, como una extraña ironía – Si y también soy, a fin de cuentas, una humana nada mas – respondió con el mismo tono de voz mientras ladeaba cuidadosamente el rostro para ver los gestos de aquel hombre que pese a tenerla en sus brazos como deseaba, había caído en un extraño mutismo que reconoció enseguida como aquel que le rodeaba cada vez que pensaba en aquella extraña logia o en el misterio y secretismo que envolvía sus misiones. Lo detestaba porque aunque ella era amante del silencio y la oscuridad, la piel pálida que relucía bajo la luz lunar era fiel testigo de cuantos siglos había vivido el vampiro y cada centena era una amenaza latente del letargo que asechaba a los vampiros cuando simplemente se habían cansado de existir viendo a la humanidad cometer los mismos errores una y otra vez – Puedes suponer cuanto desees, Alichino, eso no lo hará verdad – dijo con sencillez, levantándose de hombros–¿Qué te hace suponer que no he visto otros demonios? ¿O que he encadenado mi alma a uno? – el atisbo de una sonrisa emergió entonces, incapaz ella de contenerse a un comentario que sacara al vampiro de esa escalofriante quietud –Hay otros seres, mas cercanos…– su comentario lejos de ser inocente y casual, era lo suficientemente sugerente para intentar atraer al vampiro de regreso al momento, probablemente encolerizado, con la idea de que alguien mas ya se hubiese cobrado su destino y las vidas siguientes, alguien con quien ni siquiera él podría pactar un intercambio

–Para ti, yo siempre estoy diciendo disparates – dijo con desencanto y un suspiro que se alargó con pesadez–¿Y qué importa puede tener lo que diga si de todos modos haras lo que quieres, porque puedes? Olvídalo, esta vez quedaras con la incertidumbre– su frase se envolvió con un grito ligero que murió en su garganta al notar que los pies perdían contacto con el suelo. Su instinto animal la llevo a retorcerse entre los brazos del vampiro ante lo que sentía como una inminente caída pero tan pronto sintió la suave hierba en su espalda, quedo estática, con los ojos negros grandes y brillantes de furia y los labios rojos casi desapareciendo en una fina línea –No, ahora solo quiero matarte – contesto con el rostro serio, apoyando una mano en el hombro ajeno con la intención de darle a entender que se apartara (porque claramente no poseía la fuerza física para hacerlo ella misma) que murió tan pronto vio esa sonrisa conocida en los labios del hombre y la parsimonia con que descubría su piel a las escasas luces de la noche. Su piel se erizo al instante y no supo si debía culpar al frio nocturno, a la escena o los ojos negros del vampiro que se cernían sobre ella –No–  logro pronunciar, casi hipnotizada como una súplica ahogada en las caricias suaves, demasiado suaves del vampiro. Sintió un nudo en el estómago cuando  le vio besar sobre el corazón y pese a que todos sus pensamientos estaban acallados, sabía que debía moverse y evitar…

Los músculos se tensaron automáticamente cuando sintió la mordida y sus manos se aferraron a lo primero que encontraron como si pudiese descargar en aquel, el leve dolor de la mordida y el subsiguiente ardor que subió a irradiar su pecho y coloreo sus mejillas. La sensación de los labios tomando de la sangre caliente que deseaba escapar de la herida, la estremeció con la fuerza suficiente despertarla del sopor que había caído –Dije sedúceme, no muérdeme –susurro entre los dientes apretados, despegando las manos de los hombros masculinos para enredarlas en los cabellos con mas disgusto con ella misma que con él– Deja eso. Sabes que no me gusta, menos en el cementerio –dijo seria y convincente, procurando que le creyera a sus palabras y no a la reacción automática de su cuerpo con el que nuevamente intento apartarlo, golpeando la pierna descubierta contra su cadera un par de veces para que tomara la indirecta de quitarse pero se detuvo al sentir de pronto un dolor punzante en su cabeza y la sensación de que se ahogaba al ver unos ojos verdes observándola detrás de los parpados a cada pestañeo. Cerro los ojos y fruncio el ceño  – Arde…–  musito en voz baja, apretando sus finos dedos contra la nuca del vampiro e inclinándose lo suficiente para morder el pómulo, procurando llamar su atencion – Sera mas en otra vida que en esta…¿A quien demonios mordiste antes? – se sentía mal pero era algo superior a lo físico, como si tuviera sobre ella un gran peso o algo que desde dentro, intentara salir y la hiciera perder conciencia de todo lo que la rodeaba, salvo del vampiro de quien se sujetaba como si la cordura dependiera de ello. Y quizás así fuera
 
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Mensaje por Edric della Rovere Vie Ene 15, 2016 12:02 am

Quizás, todos los años que había pasado en completa soledad, yendo de un lado a otro, encargándose de devorar almas y hundir a todo aquel que se interpusiera en el camino de Los Ángeles Custodios, le estaban pasando factura. Por más que fuera poseedor de un alma demoníaca, también estaba atrapado en un cuerpo mortal, propenso a las debilidades propias de éste. Edric no había hecho tanto caso a esas cosas en antaño; se creía superior y su máscara de Alichino era su mejor arma. Pero ahora, todo ese disfraz se había derrumbado; desde que conoció a Juliet, se sintió, extrañamente vulnerable, por primera vez. Le daba terror perder algo que de verdad le importara y eso era sin duda, una de las peores flaquezas a las que eran sometidos los miembros de los círculos infernales.

Tener a la hechicera entre sus brazos era algo que no sólo disfrutaba, sino que de cierta manera, llenaba un vacío en su interior. Edric no quería lastimarla, por más que deseara su alma, no era con el fin de dañarla, sino, de atarla a su lado. Era una idea que le rondaba la cabeza desde hacía varias semanas y se empeñó en cumplirla.

Recorrió distraídamente la pierna femenina, mientras se deleitaba con la fragancia tan propia de la hechicera, ignorando cualquier tipo de queja por parte de ella. Por más que Juliet pataleara, no iba a prestarle atención, ya se había acostumbrado a ese tipo de actitudes. Aunque habían veces que lo descolocaban un poco, esa vez, estaba lo bastante calmado como para ignorar el berrinche completamente. Se deleitó con el sabor de su sangre, de su alma... De ella. Sus manos se aferraron por un momento a la cintura de la fémina y al finalizar con sus acciones, pasó el filo de su lengua por la zona que había mordido, quitando parte de la sangre que había quedado expuesta.

—¿Qué no te gusta? Pues, parece que tu cuerpo reacciona de manera contraria... —dijo con una petulante sonrisa—. ¿Qué ocurre? —Inquirió de inmediato, al notar el malestar de la hechicera—.  ¿Juliet?

Frunció el ceño y le dio unas palmadas en la mejilla, como intentando llamar su atención. Anteriormente había bebido sangre de la misma manera; sólo necesitaba un poco y desde luego, dejar su marca. Pero no creyó que fuera a afectarle tanto. Las palabras por parte de su acompañante, no hicieron más, que despertar la curiosidad en el vampiro. Bien sabía que Juliet era practicante de magia negra, sin embargo, desconocía los límites a los que podía llegar.

—Bah, sólo te has topado con algunas cuantas alimañas del bajo astral y ya andas alardeando de haber visto demonios —replicó al cabo de unos segundos— te mordí a ti... Y no me vengas a salir con algunas de tus brujerías. Ya deja de hacer las cosas más difíciles, Juliet. —Gruñó, incoporándose luego—. Eres una necia... Siempre es lo mismo contigo.

Se refriegó el rostro con frustración. Juliet podía lograr sacarlo de quicio en poco tiempo, sólo bastaba con llevarle la contraria, para que lo hiciera enojar. Se quedó sentado en el suelo, con las piernas ligeramente flexionadas y su mirada puesta en algún punto perdido en la oscuridad.

—No sé hasta dónde sea capaz de seguir aguantando esto... Los demonios podemos ser tan detestablemente obsesivos como tan condenadamente desinteresados. Supongo que eso ya deberías saberlo, algunos grimorios lo cuentan —hizo una breve pausa, mientras, esbozaba una sonrisa ladina—. Yo nunca me he interesado por esas cosas, ni siquiera cuando era mortal. Ni en mis inicios de la vida vampírica. Como demonio, tampoco presté atención a las herejías. Para eso está Calcabrina. —Negó—. No me hagas caso, ya ni sé qué cosas digo...

Terminó recostándose en la hierba fresca, perdiéndose en sus propios pensamientos. Era la primera vez que actuaba de manera tan desinteresada.
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Mensaje por Juliet E. Deveroix Lun Mar 07, 2016 11:50 am


“Dentro de nosotros existe algo que no tiene nombre.
Y ese algo es lo que reamente somos"
-Jose Saramano



Por los segundos que continuo aquella extraña sensación, Juliet no hiso mas que sujetarse del vampiro e intentar esconderse bajo su cuerpo, encorvándose cuanto era posible, encerrándolo entre sus piernas y enterrando el rostro en su cuello en espera de que el contacto con el inmortal fuera el ancla de su mente divagante que parecía no poder aferrarse al mundo sensorial o señalar, al menos, la dirección de la que provenía aquel malestar, así como su origen o intención. Pues ni siquiera dolía como para ella poder quejarse o asumir que era algo dañino, si no que era apenas una sensación incomoda que se movía por debajo de su piel, encendiéndola en un fuego negro y lleno de malos presagios que la hicieron estremecer con fuerza, obligándola a cerrar los ojos y apretar los dientes intentando pensar de que se trataba aquello, comparándola prematuramente con la leve presión que sentía en la sien cada vez que Edric intentaba forzarla a alguna acción, cosa que no ocurría hace meses pero que recordaba porque era un aspecto de los de su raza que le interesaba pese a odiar ver a su mas privada libertad restringida y, sin embargo; aquello jugaba otro papel y lo sabia de forma inconsciente pues era mas sutil en su dominio, como si buscase anidarse en los confines de su mente, golpeando sus deseos  y no solamente empujándola a realizar una acción en particular y si asi era ¿de que deseos se trataba?¿que acciones deseaba que tomara la bruja? Y aun mas importante ¿Quién orquestaba todo aquello? Las preguntas que empezaban a llenar su cabeza y agitar su corazón desaparecieron con el toque suave del hombre en su mejilla; llamaba su nombre y ella acudió a él abriendo los ojos y levantando la oscura mirada hacia su rostro pero sintiendo que lo miraba sin verlo, que escuchaba su voz sin que esta realmente le llegase

-Si, estoy bien – respondió con una lentitud anormal en ella mientras se desenredaba del cuerpo del vampiro – pero me alarme. Es decir, me han mordido otras veces pero jamás me ha pasado de sentirme … - movió las manos como si, a falta de las palabras indicadas, quisiera mostrarle todo lo que sentía, lo extraño que le resultaba pero el resultado no fue muy prometedor, fue incluso ridículo y aquello pareció cansar al vampiro lo suficiente para que se levantara, permitiéndole a la joven sentarse correctamente y acomodar el escote del vestido mientras lo seguía por el rabillo del ojo considerando que quizás fuera mejor dejarlo fuera del asunto, viendo que estaba tan cansado y aparentemente desinteresado del tema – supongo que no importa – contestó mientras lo seguía con el ceño fruncido – Pensé que si mordiste a alguien mas podria ser una infección pero si no –se encogió de hombros - puede ser realmente cualquier cosa. No vale la pena gastar el tiempo que no tenemos si nada ha sucedido y no hay mas pista que un leve malestar –se giro sobre si misma, intentando quitarse el polvo de la espalda y luego haciendo luego lo mismo con sus cabellos castaños para mantener su atención centrada en si misma, procurando calmar su mente y no prestar atención a las palabras del vampiro que parecia tener alguna extraña fascinación por desvalidar sus comentarios y opiniones cosa que por supuesto, la frustraba

- Si estas tan seguro de lo que he visto y con quienes he tratado, entonces no tienes nada de que preocuparte. Pero si te equivocas…  - dejo la frase sin terminar no solo para que delirara la consecuencia que le parecía más adecuada si no porque se encontró con la inaudita imagen de verlo tirado en el césped cual adolecente, como si no fuera un vampiro milenario que ostentaba un cargo de realeza!  – Veo que te has puesto muy cómodo – dijo, enseguida girándose para acomodarse encima, apoyando los antebrazos en el pecho y tamborileando los dedos contra su piel mientras pensaba en lo que había dicho – ¿Por qué leería grimorios si te tengo a ti de ejemplo? – le respondió con una sonrisa de la misma calaña que la él le ofrecía – Bueno Edric, tienes 2000 y tantos años. Si siempre te interesara lo mismo, te hubieras aburrido hace mucho de todo ¿o no? –por la expresión que ponía, Juliet podía imaginar que de hecho ese era el problema y aquello la tenia inquieta pues no era natural para ninguna especie vivir tanto y las consecuencias en las que podia pensar, se agravaban con cada siglo que pasaba.  Apretó los labios y dio una palmada al pecho masculino antes de levantarse – pero ya, arriba.  El cementerio es solo para los muertos …-  se quedo callada un minuto antes de agregar – para los que no se mueven y hablan tanto al menos – se levanto y le ofreció la mano – además, se que te dan miedo los cementerios, pobrecito el baroncito- se burlo, terminando de sacudirse el polvo de la pollera para intentar ir, si Dios y el vampiro se lo permitían, a la salida de aquel lugar
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Mensaje por Edric della Rovere Dom Mayo 29, 2016 10:57 pm

Dejó escapar una exhalación, aunque no era algo necesario, lo hizo más por cansancio que por otra cosa. Su mente se sumergió en la penumbra de la duda y había llegado al punto de no reconocerse a sí mismo. Quizás, los restos de mortalidad que aún existían en él, estaban hallando espacio en su interior, algo a lo que temía, especialmente por saber lo que era, por lo que continuaba aferrado a este mundo. De seguro, su maestro estaría completamente decepcionado de la actitud infantil que había tomado; porque sí, Edric consideraba algo infantil su propio comportamiento. Pero, para ser honesto consigo mismo, era algo a lo que se resignó sin oponer demasiada resistencia. No obstante, el caso no era que se sintiera atraído por una humana, sino, todo lo que implicaba la relación que había surgido entre ambos. Edric sabía que el hecho de que Juliet estuviera a su lado, significaba un gran riesgo para ella, y mucho más, cuando Cagnazzo decidió amenazarlos.

Fue presa de la ira por unos segundos. ¿Cuál era la maldita manía de tenerlo siempre aislado de todos? Había estado toda si exisencia confinado a vagar en la soledad; antes no le había importado tanto, pero ahora las cosas eran muy diferentes en antaño y no podía dejar escapar el único rastro de vida que tenía.

Se quedó con la mirada fija en el firmamento, aquel que desde hacía eones nunca cambió. Algunas estrellas morían y daban vida a otras, pero seguía tan monótono y estático como de costumbre. Claro, eso se debía a que su tiempo era diferente al mortal; el tiempo lineal y absurdo del hombre, mientras lo cíclico nunca se destruía. Eso le hizo recordar a la serpiente tatuada en su brazo, aquel símbolo antiguo que evidenciaba cuál era su papel en el cosmos.

—No es ninguna infección —murmuró para sí mismo que para ella—. Puede ser cualquier cosa. —Respondió sin ánimos de confesar la verdad oculta tras aquella mordida—. Es fácil decirlo para ti, no hay nada que te ate eternamente a este mundo... Vivirás poco, quizás no encarnes, y si lo haces, de seguro no sabrás quien fuiste en el pasado. Pero ese no es mi caso. —Cerró los ojos e ignoró las peticiones de la hechicera; no tenía intenciones de moverse de ahí, no todavía—. ¿Miedo? ¿Es en serio? Me temen más estos vagabundos que yo a ellos. Ya me acostumbré... Sólo me fastidian sus quejas molestas de que no pudieron salvarse en vida.

Se incoroporó, pero no terminó por ponerse de pie, sino que simplemente se mantuvo sentado unos minutos más, como si estuviera meditando algo.

—Y es duque, no barón —replicó, aunque eso no era precisamente lo que iba a decir—. ¿Regresarás? —Preguntó finalmente—. Aunque, ya mi morada no sería segura para ti. Tendrás que esconderte en otra parte... Yo deberé hablar con alguien para aclarar todo este mal entendido y a ver si le sacan las molestas pulgas al perro. —Dijo con sorna y molestia al mismo tiempo. Recordar a su par sólo le hacía enojar—. Prométeme que vas a cuidarte y a dejar de ser tan testaruda, ¿si?

Se acercó a ella y sin pensárselo tanto, besó su frente. No era algo muy común en él actuar de esa manera, pero se sentía un tanto diferente a como solía estar en veces anteriores. Era como si presintiera que aquel iba a ser la última vez en la que se cruzaban en esta vida.


FINALIZADO
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