AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Hamburgo, Sacro Imperio Romano-Germánico.
Marzo, 1840.
11:00
26 °C
Marzo, 1840.
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26 °C
No podía tolerarlo más. La situación en casa era cada vez más infernal, pues su tío había estado bebiendo demasiado en las pasadas noches, trayendo como consecuencia que un mancebo Finn, estuviese golpeado y con varios moretones pronunciandos en varias partes de su cuerpo gracias a las terribles golpizas que recibía de parte de este. Como ya era de costumbre, el hermano de su padre no sabía controlar en lo absoluto sus impulsos. Era un hombre con problemas de ira y de bebida, por lo que la violencia, era parte de su vida. Como un militar de posición privilegiada dentro de las filas del Sacro Imperio Romago-Germánico, Finneas —quién desafortunadamente era su tío— era todo menos amable. Y desde los primeros días en los que el muchacho estuvo bajo su cuidado, la infancia y adolescencia de este último se había convertido en un infierno desde todo punto de vista. Por otro lado, Jacqueline, aquella noble mujer que cuidaba de su persona durante las ausencias de su tío, fue una brisa reconfortante para el mancebo en medio de aquella tempestad. Sin embargo, ya había llegado a su límite, no podía soportar un día más poder estar dentro de los dominios del hermano de su padre.
Era una decisión arriesgada, pero sabía que si no se iba de casa, moriría algún día en medio de alguna terrible golpiza que recibiera de parte de su tío. Lo había decidido, se iría de casa, pero no solamente se iría de su barrio o de su propia ciudad. Se iría del país, pero no se había planificado nada en concreto. Solo había escuchado por parte de algunos rumores que en Inglaterra había grandes oportunidades laborales, específicamente en Londres y esto gracias a la revolución industrial. La semana anterior a dicha decisión, había recibido otra de las terribles golpizas por parte de su tío, y además, había abusado una vez más de su inocencia y de su propia humanidad. Ya no podía seguir tolerándolo, aquello había sido el punto clave que le llevó a tomar tal drástica decisión. Logró tomar dinero de su tío y lo fue guardando en una despensa que poco se utilizaba, y luego de despedirse de Jacqueline con lágrimas en sus ojos, partió a uno de los principales puertos de su natal Hamburgo.
Una vez allí, con un maletín donde guardaba sus pocas pertenencias, aguardó frente a una taquilla para comprar su boleto ―Un boleto para Londres, por favor ―pidió con timidez al encargado. Este último le entregó el pedido, no sin antes indicarle específicamente el nombre del barco al cuál abordar y así mismo en cuál de los puertos. Recibió un ticket con un número séis, simplemente, y asintió en silencio para adentrarse hacia las zonas de embarque. Caminando hacia su destino, tropezó con un hombre de edad mayor, haciendo que ambos dejaran caer sus boletos al suelo, se disculparon mutuamente y tomaron los boletos más próximos a sus personas. El muchacho caminó en dirección al barco indicado, pero cuando fue abordado por uno de los trabajadores que chequeaba el acceso, le indicó que estaba intentando abordar el barco equivocado y le guió hasta el barco que le correspondía.
Una vez allí, entregó su ticket con el número seis y abordó a la cubierta del barco, siendo el último de los pasajeros en ingresar antes de que el barco, poco a poco, comenzara a zarpar y alejarse lentamente de las costas de su natal Hamburgo. El muchacho se quedó inmutado, mirando hacia la ciudad, mientras algunas lágrimas caían desde sus ojos a través de sus tersas y pálidas mejillas. Estaba asustado, pero más le asustaba seguir viviendo en la misma casa que Finneas, su tío y a quién tanto temía y aborrecía.
Finn A. Goldschmidt- Prostituto Clase Baja
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Re: Pale — Priv. <Fb>
La última cacería había sido realmente la peor de todas. Habíamos perdido a muchos miembros del clan en aquella batalla sangrienta. Una batalla librada entre casi 20 de nosotros y una manada de lobos enloquecido. Por suerte yo había sido uno de los heridos. Si, digo suerte porque aunque casi muero aquella noche otros si lo habían hecho, compañeros, hermanos y amigos dejaron sus creencias, sudor, lágrimas, sangre y sueños al cargo de los que sobrevivimos. Tardé cuatro días en recuperar el conocimiento, pero no la movilidad. La infección me había provocado una fiebre alta y no pude irme con los demás a París para recuperarnos del golpe que habíamos sufrido. El jefe decidió alejarnos durante un tiempo de la batalla, recuperarnos y volver a ella cuando todos estuviésemos en nuestras mejores condiciones tanto físicas como mentales.
Habían partido hacía casi un mes y por fin la fiebre había bajado y las cicatrices comenzaban a curarse. Aún me sentía débil pero decidimos partir para reunirnos con el clan, que nos esperaba con los brazos abiertos en aquella ciudad de luces. Nunca había estado allí, o al menos no lo recordaba. Fue Rud quien se encargó de comprar los billetes nada más llegar a Hamburgo mientras los demás compraban provisiones de comida, tanto yo como Sophie descansábamos en el puerto. - ¿Como te sientes pequeña?.- Sophie había sido victima de otro ser oscuro y adoptada por el clan. Otra hermana más que añadir a la lista de regalos de navidad. Pero no importaba, muchos de los que estábamos con el clan eramos hijos de la desgracia. En el momento que ya estábamos todos nos dirigimos hacia nuestro barco. La cantidad de gente que se estaba acumulando delante, comenzaba a agobiarme y más por miedo a que golpeasen a Sophie y le abriesen las heridas. Tardamos casi una hora en acceder a nuestra zona donde nos amontonábamos como ganado. Es lo que tenía la clase obrera o pobre. Cogí a Sophie y la saqué de aquel habitáculo, llevándola a la cubierta, donde podíamos disfrutar del aire y un poco más de espacio. Los demás se quedaron vigilando nuestras pocas pertenencias.
Era mi primer viaje en barco y la emoción se embargaba de mi. Eso y el poder ver a Luk. Hacía tanto que nadie me gritaba ni reñía que lo echaba de menos. Me apoyé en la barandilla y comencé a mirar aquel azul y frio masa de agua llamada océano. La brisa golpeaba mi cara. Sophie me dijo que iba a volver con los demás a intentar dormir. Yo me quedé un poco más allí, quería ver como el atardecer aparecía en el horizonte. Comprobar esos colores que tanto mencionaba el viejo Bran y que no tenían nada que ver con los que ya había visto en tierra firme. Miré a mi derecha y vi a un muchacho apoyado en la barandilla y mirando como nos alejábamos de la ciudad mientras algo resbalaba por sus mejillas. Me acerqué hacia el, me recordaba tanto a Kon que ni pensé en lo que hacia. Me apoyé con la espalda apoyada en las barras y le miré mientras tocaba sus mejillas. - ¿Estas bien muchacho?. - Pude ver en ese momentos los morados que intentaba ocultar con su camisa.
Habían partido hacía casi un mes y por fin la fiebre había bajado y las cicatrices comenzaban a curarse. Aún me sentía débil pero decidimos partir para reunirnos con el clan, que nos esperaba con los brazos abiertos en aquella ciudad de luces. Nunca había estado allí, o al menos no lo recordaba. Fue Rud quien se encargó de comprar los billetes nada más llegar a Hamburgo mientras los demás compraban provisiones de comida, tanto yo como Sophie descansábamos en el puerto. - ¿Como te sientes pequeña?.- Sophie había sido victima de otro ser oscuro y adoptada por el clan. Otra hermana más que añadir a la lista de regalos de navidad. Pero no importaba, muchos de los que estábamos con el clan eramos hijos de la desgracia. En el momento que ya estábamos todos nos dirigimos hacia nuestro barco. La cantidad de gente que se estaba acumulando delante, comenzaba a agobiarme y más por miedo a que golpeasen a Sophie y le abriesen las heridas. Tardamos casi una hora en acceder a nuestra zona donde nos amontonábamos como ganado. Es lo que tenía la clase obrera o pobre. Cogí a Sophie y la saqué de aquel habitáculo, llevándola a la cubierta, donde podíamos disfrutar del aire y un poco más de espacio. Los demás se quedaron vigilando nuestras pocas pertenencias.
Era mi primer viaje en barco y la emoción se embargaba de mi. Eso y el poder ver a Luk. Hacía tanto que nadie me gritaba ni reñía que lo echaba de menos. Me apoyé en la barandilla y comencé a mirar aquel azul y frio masa de agua llamada océano. La brisa golpeaba mi cara. Sophie me dijo que iba a volver con los demás a intentar dormir. Yo me quedé un poco más allí, quería ver como el atardecer aparecía en el horizonte. Comprobar esos colores que tanto mencionaba el viejo Bran y que no tenían nada que ver con los que ya había visto en tierra firme. Miré a mi derecha y vi a un muchacho apoyado en la barandilla y mirando como nos alejábamos de la ciudad mientras algo resbalaba por sus mejillas. Me acerqué hacia el, me recordaba tanto a Kon que ni pensé en lo que hacia. Me apoyé con la espalda apoyada en las barras y le miré mientras tocaba sus mejillas. - ¿Estas bien muchacho?. - Pude ver en ese momentos los morados que intentaba ocultar con su camisa.
Última edición por Dante Bran el Sáb Ago 05, 2023 9:58 am, editado 1 vez
Dante Bran- Cazador Clase Baja
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Re: Pale — Priv. <Fb>
Para el germano, irse de Hamburgo era un gran paso, pues se estaba asegurando de mantenerse lejos de Finneas y de sus constantes ataques hacia su persona. De no haber tomado la decisión de irse de casa, probablemente moriría a manos de este gracias a sus brutales golpizas. Pero afortunadamente, ahora todo quedaba atrás. Y con fortuna, podría el muchacho forjarse un buen futuro en tierras inglesas tal y como se lo había planteado desde que tomó la decisión de irse. No obstante, sabía que el riesgo era latente y así como las cosas podrían salir bien, también podría salir mal. Por lo que no era menos cierto que era una situación que le tenía bastante ansioso.
El muchacho se encontraba particularmente inquieto a nivel anímico. No podía controlar su ansiedad y el miedo que le estaba embargando en ese momento, a medida que la embarcación se alejaba cada vez más y más de las costas de Hamburgo. Algunas lágrimas comenzaban a descender a través de su rostro, pues no sabía si alguna vez volvería a pisar Hamburgo una vez más ni cuando lo haría. Allí en su ciudad dejaba momentos de terror, miedo y dolor, pero por otro lado, los pocos recuerdos felices que tenía al lado de sus padres, pues al quedar huérfano tan pequeño, era poco lo que podía recordar de estos. Simplemente lo mucho que le amaban y lo feliz que se sentía junto a ellos. Se mantenía el castaño, absorto en sus pensamientos, mientras su cuerpo temblaba.
Estaba en una especie de trance, boqueaba ligeramente, mientras intentaba calmarse. A pesar de que lloraba, no producía sonido alguno que advirtiera a los presentes de lo que ocurría con su persona. Sin embargo, algo o alguien hizo contacto con su rostro en ese momento, y solo en ese entonces, el hamburgués boqueó sonoramente, con impresión, mientras dirigió rápidamente su mirada hacia el origen de esto. Era un hombre de edad mayor que la suya, con buena contextura física y de buenas facciones. Se alejó de este por inercia, retirando su rostro de la mano del extraño ―S-si, estoy b-bien ―respondió con su voz trémula y evidente nerviosismo, sus mejillas estaban ruborizadas por haber sido advertido de lo que ocurría con su persona. Con rapidez, limpió las lágrimas que caprichosamente descendían a través de su rostro.
―Sólo me he ma-mareado, es todo ―mintió mientras evadía su mirada del otro. Le avergonzaba haber sido visualizado por este y más en un momento incómodo. Tomó su maleta con timidez y se movió un poco hacia un lado. También le avergonzaba que miraran su rostro, pues un gran moretón yacía sobre su ojo derecho gracias a la golpiza que recibió días atrás.
Con timidez, apoyó sus brazos sobre la barandilla del barco, y llevó una de sus manos hasta su rostro, intentando disimular y ocultar el evidente golpe que no pasaba inadvertido para nadie gracias a su pálido rostro. Se sentía incómodo y avergonzado, quería llegar ya a su destino.
Finn A. Goldschmidt- Prostituto Clase Baja
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Re: Pale — Priv. <Fb>
Aquella timidez y nerviosismo me hizo recordar de pronto a Luk. El Lukas que encontramos inconsciente y que recupero la vida casi milagrosamente y que no nos hablo durante meses. El Luk que se asustaba hasta de su propia sombra. El Luk que me perseguía y se metía en mi cama todas las noches llorando y temblando de miedo. Me quedé apoyado mirando al muchacho, como apartaba la mirada y se alejaba de forma torpe de mi. No dije nada, solo le observaba y pensaba en lo que había pasado antes de subir al barco, aunque podía imaginármelo, aquellos moratones no eran de pelearse con un vampiro o un hombre lobo. Aquellos moratones serían de algo mucho más cruel que ellos. No podía imaginarme lo que estaría pasando. Yo no había vivido aquella experiencia. O si. No recuerdo nada de antes de los 16 años, pero lo había visto en mujeres y niños en los pueblos que visitábamos. Y como el viejo Bran no solo se encargaba de los monstruos ocultos sino también de los monstruos que vivían entre los humanos haciéndose pasar por hombres de bien y teniendo el alma más podrida y muerta que un nosferatur.
De un pequeño empujón me separé de la barandilla y me acerqué al muchacho, esta vez sentándome a su lado. - ¿Y tienes a alguien esperándote en a París?. - le dije sacando un cigarro de mi bolsillo y ofreciéndole un poco también a el. No debía tener más de 16 años y estaba escapando de su vida hacia otra que seguramente no había ni pensado. - ¿Ya has pensado que hacer al llegar?. - Le dije mirándole de reojo intentando sacar una conversación que no le hiciese sentir muy incomodo. Sería mi instinto maternal el que en ese momento no me permitía que estuviese solo y más en aquella circunstancia. - Tenemos algo de comida, vente con nosotros hasta llegar allí. - Le dije sonriendo amablemente y manteniendo las distancias un poco. - Nosotros nos asentaremos a las afueras de la ciudad hasta recuperarnos de las heridas. - Le dije pensando que si veía que nosotros también teníamos cicatrices se sintiese un poco más cómodo. Levanté mi camisa mostrando la cicatriz de mi estómago. - Duele horrores y seguramente me dolerá por el resto de mis días, pero es un recordatorio de que no volver a hacer. Y lo de ponerse delante de un perro rabioso ya queda aprendido. - Le dije riendo a carcajadas, haciendo que se volteasen las cabezas de algunos que estaban a nuestro lado. - Coge un poco mas de aire y vente con nosotros, por lo menos hasta que acabe la travesía. - Le agarré de los hombros y le miré fijamente a los ojos. - Y llora todo lo que necesites no voy a juzgarte, yo también he llorado hace un rato.- Y pasé mi manga por debajo de mi nariz mientras sorbía los mocos de esta hacia adentro.
De un pequeño empujón me separé de la barandilla y me acerqué al muchacho, esta vez sentándome a su lado. - ¿Y tienes a alguien esperándote en a París?. - le dije sacando un cigarro de mi bolsillo y ofreciéndole un poco también a el. No debía tener más de 16 años y estaba escapando de su vida hacia otra que seguramente no había ni pensado. - ¿Ya has pensado que hacer al llegar?. - Le dije mirándole de reojo intentando sacar una conversación que no le hiciese sentir muy incomodo. Sería mi instinto maternal el que en ese momento no me permitía que estuviese solo y más en aquella circunstancia. - Tenemos algo de comida, vente con nosotros hasta llegar allí. - Le dije sonriendo amablemente y manteniendo las distancias un poco. - Nosotros nos asentaremos a las afueras de la ciudad hasta recuperarnos de las heridas. - Le dije pensando que si veía que nosotros también teníamos cicatrices se sintiese un poco más cómodo. Levanté mi camisa mostrando la cicatriz de mi estómago. - Duele horrores y seguramente me dolerá por el resto de mis días, pero es un recordatorio de que no volver a hacer. Y lo de ponerse delante de un perro rabioso ya queda aprendido. - Le dije riendo a carcajadas, haciendo que se volteasen las cabezas de algunos que estaban a nuestro lado. - Coge un poco mas de aire y vente con nosotros, por lo menos hasta que acabe la travesía. - Le agarré de los hombros y le miré fijamente a los ojos. - Y llora todo lo que necesites no voy a juzgarte, yo también he llorado hace un rato.- Y pasé mi manga por debajo de mi nariz mientras sorbía los mocos de esta hacia adentro.
Dante Bran- Cazador Clase Baja
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Re: Pale — Priv. <Fb>
La embarcación se alejaba cada vez más y más de las costas germanas, y los ojos del mancebo comenzaban a perder de vista el último faro que recibía a todo aquel que atracase en los puertos de Hamburgo. Con ello, quedaba atrás su vida pasada, esa vida que Finneas se había encargado de convertir en un verdadero infierno, pero en Inglaterra todo era incierto, no sabía verdaderamente a qué encararse. Sin embargo, le reconfortaba de cierta manera estar lo más lejos posible de su desalmado tío, a quién tanto aborrecía y temía con la misma intensidad. La marea del barco hacía tambalear a los tripulantes, así mismo como se tambaleaba el estado anímico del castaño. No era fácil el paso que estaba dando, pero era eso o caer en la locura. Lo segundo no era una opción.
Frunció su ceño con timidez y con cierto miedo, desconfiaba el muchacho hasta de su propia sombra. Tanto daño había recibido que era propiamente como un animal maltratado que gruñe y se aísla de todo aquel que decide acercarse. Llamó su atención la afirmación del extraño de preguntarle qué haría en París, quizás era su destino, pero no el del germano ― ¿Paris? No, yo n-no iré a Francia. Iré a Inglaterra ―respondió con timidez y evadiendo la mirada de este, dirigiendo su mirada hacia el agua, que golpeteaba en ocasiones los bordes de la embarcación que les transportaba aquel día. Negó con su cabeza sin verbalizar palabras cuando se le preguntó qué hacer apenas llegase a su destino ¿Era necesario hacer un plan? ¿No bastaba con huir de su propio tío, quién casi le mataba en la última golpiza que le propinó? Finn no lo veía en aquel momento, pero estaba tomando una decisión verdaderamente errada. Eran situaciones que ya tenía que haber tomado en consideración antes de huir.
El muchacho observó solapadamente las heridas del otro, y era de impresionar aquella gran cicatriz en su torso ¿Cómo se habría causado tal daño? Se preguntó en aquel momento, pero rápidamente sus dudas fueron disipadas cuando el otro mencionaba un perro y luego comenzaba a reír sonoramente. Aquellas personas quiénes se encontraban en la cubierta, voltearon sus miradas hasta el par y el germano no pudo evitar sentirse avergonzado, mucho más aún de lo que ya estaba. Con timidez, intentó llevar su mano hasta su rostro para taparlo disimuladamente, pero era verdaderamente inútil. Aún más cuando sintió las manos ajenas sobre sus hombros.
No pudo evitar dejar caer lágrimas a través de sus pálidas y famélicas mejillas cuando escuchó las últimas palabras del extraño. Estaba roto y no había manera de que un tímido Finn pudiera ocultar eso, lo que estaba a la vista, sencillamente no necesitaba anteojos. Retiró con vergüenza su mirada y la dirigió hacia la inmensidad el océano, desearía poder arrancar de su ser todo aquel sufrimiento que no hacía más que dañarle cada vez más, pero no parecía haber remedio para aquello. Llegó a cuestionarse muchas veces el motivo de su vida, y también la existencia del Creador ¿Por qué no hacía nada por alivianar su sufrimiento? ¿Dónde estuvo todas aquellas noches donde era salvajemente golpeado y luego abusado por el innombrable de su tío? La vida misma le pesaba, y no sabía cómo lidiar con ello.
Entre sollozos, asintió ligeramente en silencio, hurgando ligeramente sus ojos e intentando limpiar aquellas lágrimas que caprichosamente habían salido de sus ojos —Yo también he traído algo de alimentos ―señaló y verbalizó con la voz trémula, mientras dirigió una mirada fugaz a su escueta maleta.
Cargaba en el interior de esta muchos miedos, pero también muchos sueños que deseaba materializar. Tan solo esperaba, rogaba, que Londres fuese mucho más amable y tolerable de lo que fue Hamburgo para él.
Finn A. Goldschmidt- Prostituto Clase Baja
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Re: Pale — Priv. <Fb>
Le miré extrañado cuando dijo lo de Londres otra vez. Se veía que el muchacho iba con lo justo y lo puesto. No comprendía porque no cogió un barco directo. En su lugar ¿iba a París para después coger otro para Londres?. Gastar dos billetes en un viaje que podría hacerlo en uno. Pero no le di mucha importancia. Sus razones tendría para hacer eso, a lo mejor quería olvidar aquello de lo que huía y el tiempo era la mejor manera.
En el momento que vi sus lágrimas resbalar por sus mejillas. No dije nada más, simplemente arrastre su cabeza hacia mi pecho y comencé a acariciarla, como hacía con Lukas cuando era pequeño y se pasaba horas llorando desconsolado. Solo le abrazaba y acariciaba su pelo mientras miraba el horizonte y como aquel inmenso océano nos llevaba a una nueva aventura. - Llora lo que necesites. - Le susurré. - Después ya me lavaras la camisa. - Y me reí por lo bajo, ya había visto que no era muy amigo de las muestras escandalosas y como sus orejas se volvieron del color carmesí y palpitaban de la vergüenza. - Venga muchacho, vamos con los demás. - Le dije agarrando aun su cuello y apretándolo contra mi pecho. - ¿Es esta tu maleta?. - Le dije mientras apartaba su cara de mi camisa y le daba un golpecito suave y cariñoso en su nuca. Me agaché para coger su maleta y rodeé su cuello con mi brazo, arrastrándolo hacia la zona de la cubierta donde nos encontrábamos.
Según íbamos avanzando una ligera música y risas se escuchaban. De pronto vimos a gente bailando y cantando. Algunos de los chicos del clan estaban golpeando lo que tenían a mano sacando una alegre melodía que Anna acompañaba con su dulce voz. En ese momento me acordé de mi hermano y como echaba de menos su voz y de como disfrutaría todo el mundo de esta. De esa voz tan dulce y melodiosa que te llevaba a una especie de zona de confort y relax. Miré al muchacho sonriendo. - Somo Romaníes, llevamos esto en la sangre. - Y empujé de el hacia donde estaban los demás, dejé su maleta y me senté al lado de Ivan y Rud a golpear una especie de bote que habían encontrado, sonriendo y cantando con Anna mientras miraba al chico.
En el momento que vi sus lágrimas resbalar por sus mejillas. No dije nada más, simplemente arrastre su cabeza hacia mi pecho y comencé a acariciarla, como hacía con Lukas cuando era pequeño y se pasaba horas llorando desconsolado. Solo le abrazaba y acariciaba su pelo mientras miraba el horizonte y como aquel inmenso océano nos llevaba a una nueva aventura. - Llora lo que necesites. - Le susurré. - Después ya me lavaras la camisa. - Y me reí por lo bajo, ya había visto que no era muy amigo de las muestras escandalosas y como sus orejas se volvieron del color carmesí y palpitaban de la vergüenza. - Venga muchacho, vamos con los demás. - Le dije agarrando aun su cuello y apretándolo contra mi pecho. - ¿Es esta tu maleta?. - Le dije mientras apartaba su cara de mi camisa y le daba un golpecito suave y cariñoso en su nuca. Me agaché para coger su maleta y rodeé su cuello con mi brazo, arrastrándolo hacia la zona de la cubierta donde nos encontrábamos.
Según íbamos avanzando una ligera música y risas se escuchaban. De pronto vimos a gente bailando y cantando. Algunos de los chicos del clan estaban golpeando lo que tenían a mano sacando una alegre melodía que Anna acompañaba con su dulce voz. En ese momento me acordé de mi hermano y como echaba de menos su voz y de como disfrutaría todo el mundo de esta. De esa voz tan dulce y melodiosa que te llevaba a una especie de zona de confort y relax. Miré al muchacho sonriendo. - Somo Romaníes, llevamos esto en la sangre. - Y empujé de el hacia donde estaban los demás, dejé su maleta y me senté al lado de Ivan y Rud a golpear una especie de bote que habían encontrado, sonriendo y cantando con Anna mientras miraba al chico.
Dante Bran- Cazador Clase Baja
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Re: Pale — Priv. <Fb>
A medida que la embarcación se alejaba cada vez más de las costas del Sacro Imperio, el hamburgués parecía tener menos control de sus emociones. Había aguantado mucho durante tanto tiempo. Y lo peor de todo es que, fuera del apoyo que recibía de Jacqueline, su vecina a quién tanto apreciaba, se sentía totalmente solo e indefenso. Cabe recordar que el joven germano no tenía nadie más que a su tío. Ese tío abusivo que hizo su vida miserable y verdaderamente tormentosa desde cualquier punto de vista. No obstante, ahora todo eso quedaba atrás a medida que el barco se adentraba en el Mar del Norte.
Era doloroso para él saber que dejaba todo atrás, su infancia, el recuerdo de sus padres, los pocos momentos felices que tuvo durante su vida en la ciudad pesquera de Hamburgo, y así mismo, ese pasado doloroso que no podría cambiar de ninguna manera. Continuaban las lágrimas descendiendo a través de las famélicas mejillas del castaño a su vez que la brisa marina chocaba contra su rostro, y despeinaba su cabello. Sus pronunciadas ojeras y los moretones en su cara, evidenciaban el gran cansacio y hastío que tenía con su vida. Eran ya pocas las fuerzas que le quedaban para vivir, pero por otro lado, su instinto de supervivencia parecía, desde muy en su interior, salir a relucir para no dejarle rendir por completo. No en esa oportunidad, quería creer que el destino tenía preparado algo mejor para él.
Se sorprendió cuando el otro se acercó hasta su persona y le cogió con suavidad, para abrazarle y llevarle su cabeza hasta el pecho ajeno. Era Finn bastante ajeno a este tipo de muestras de afecto, pues desde la muerte de sus padres, pocas veces había tenido el muchacho contacto físico agradable. Y eso le inquietaba con demasía, pues por un extraño momento, su mente regresó hacia ese momento cuando un Finn de cinco años, se aferraba con fuerza a su padre mientras este acariciaba delicadamente sus castaños cabellos. Tanto así que se sobresaltó a sí mismo y miró en dirección al rostro ajeno, quería asegurarse de que su percepción de la realidad no estaba errada. Pero no fue así, no era este su padre ni era ya ese niño de cinco años.
Como pudo, y al escuchar las siguientes palabras del extraño, asintió en silencio, mientras observaba al otro tomar su maleta y comenzar a caminar a su lado, sujetándole desde su cuello con suavidad. El hamburgués no lograba levantar del todo su cabeza, se sentía aún muy avergonzado. Odiaba tener que quebrarse en situaciones como esa, en ocasiones deseaba ser mucho más fuerte para poder sobrellevar todo aquellos males que le aquejaban, pero principalmente, hacerle frente a los demonios que le atormentaban. Se dirigieron a lo que parecía ser una de las zonas de la cubierta. Allí, el ambiente era más bullicioso y alegre a comparación de la zona anterior donde el germano se topó por primera vez con el risueño y bromista hombre.
Observó al otro sonreír mientras afirmaba orgullosamente su nacionalidad y costumbres, a medida que una chica se encontraba cantando mientras otros más danzaban alegremente por todos lados. El muchacho se sintió un tanto incómodo, debido a que no estaba él acostumbrado a escenarios com ese. Pero por un extraño motivo, aquello le generó cierta curiosidad. Se acercaron por iniciativa del rubio, hacia un grupo de personas quiénes parecían estar pasándola muy bien con el ambiente que se respiraba en aquella cubierta. Los tímidos ojos del germanos vislumbraban todo de manera solapada a medida que el extraño se sentaba junto a otros a tocar un improvisado instrumento musical y acompañaba a la damisela a cantar.
Desería él poder tener aquella alegría y energía que el resto de los presentes parecían emanar, pero su espíritu y estado anímico estaban verdaderamente golpeados. Dibujó una sonrisa escueta e incómoda en su pálido rostro cuando uno de los presentes se dirigió hacia su persona ― Yo soy… ― Tomó una pausa mientras sus ojos marrones, nerviosos, buscaban una respuesta correcta. Si estaba saliendo de Hamburgo, también debía dejar atrás su pasado. Debería comenzar por no llamarse exactamente igual al desalmado de su tío, al menos era un primer paso para comenzar desde cero ― Finn, sí, Finn es mi nombre ―respondió de manera escueta. Ya no tenía intenciones de darse a conocer como Finneas, su nombre de pila. Le causaba un profundo rechazo y repulsión compartir nombre con ese infeliz.
De pronto, ese mismo hombre, le tomó de la mano y le invitó a bailar. Acto que, como no podría ser de otra manera, incomodó al germano y le ruborizó las mejilla totalmente ― No, suéltame. No quiero bailar ―retrocedió con la voz entrecortada y trémula. De nuevo, a su mente, volvían aquellas escenas donde recibía maltrato gracias a Finneas. Por lo que todo tipo de imposición en el muchacho, generaba un profundo rechazo. Los ojos de este, se mojaron ligeramente mientras apoyaba su espalda contra una de las paredes. Estaba aterrado.
Finn A. Goldschmidt- Prostituto Clase Baja
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Re: Pale — Priv. <Fb>
Me quedé mirando hacia el muchacho, Finn creo que me dijo que se llamaba. El terror en sus ojos habían hecho que mi interior se moviese. Ese terror ya lo había visto antes, en más de una ocasión. En demasiadas ocasiones diría. Un terror tan grabado en cada célula de la piel que nada ni nadie haría que desapareciese. En ese momento me sentí hasta culpable por llevarlo hasta allí e intentar que se animase. No lo conocía, ni sus circunstancias, ni su vida y no se porque intentaba que se divirtiese. En realidad si sabía porque. Me recordaba tanto a Luk cuando llego al clan, que hasta me daban ganas de abrazarlo, acariciarle la cabeza y decirle que todo iba a estar bien ahora. Pero viendo solo la reacción por tocar su mano me detuvo. Me detuvo a tocarle o empujarle al centro de todo para que se uniese. Todos tenemos un tiempo para sanar las heridas.
Me paré y le miré paternalmente, como hacia con Luk en ocasiones contadas, ya que normalmente yo soy el cabeza loca y el el padre responsable. Me acerqué despacio hacia donde estaba apoyado, como un gatito asustado. Me apoyé a su lado en la pared, encendí un cigarrillo y se lo pasé después de darle una larga calada. - Lo siento. - Le dije bajando la mirada y golpeando mi pie en el suelo. - No te quedes aquí, únete a nosotros solo para no estar solo en estos momentos. - Pasé mi mano por su mejilla para secarle una lágrima. - No te vamos a imponer nada, puedes alejarte cuando quieras, aun nos quedan unos días de viaje. Prometo no agobiarte ni obligarte a nada que no te haga sentir cómodo. -
Me sentía tan culpable que me alejé sin decirle más, solo una mirada de confianza y de vuelta hacia donde estaban todos festejando la nueva vida que se avecinaba. Aunque para nosotros solo era un descanso forzado. Espero que los que se adelantaron ya se hayan instalado sin problemas en el poblado de las afueras y estén curados de las heridas. Las heridas físicas, por que las mentales iban a tardar en desaparecer. Ahora lo importante era recuperarse y volver a la caza. No podíamos dejar mucho tiempo nuestra tierra a la merced de los monstruos que acechaban en la oscuridad. Me senté con los demás y continué con lo que estábamos haciendo pero sin perder de vista al muchacho.
Me paré y le miré paternalmente, como hacia con Luk en ocasiones contadas, ya que normalmente yo soy el cabeza loca y el el padre responsable. Me acerqué despacio hacia donde estaba apoyado, como un gatito asustado. Me apoyé a su lado en la pared, encendí un cigarrillo y se lo pasé después de darle una larga calada. - Lo siento. - Le dije bajando la mirada y golpeando mi pie en el suelo. - No te quedes aquí, únete a nosotros solo para no estar solo en estos momentos. - Pasé mi mano por su mejilla para secarle una lágrima. - No te vamos a imponer nada, puedes alejarte cuando quieras, aun nos quedan unos días de viaje. Prometo no agobiarte ni obligarte a nada que no te haga sentir cómodo. -
Me sentía tan culpable que me alejé sin decirle más, solo una mirada de confianza y de vuelta hacia donde estaban todos festejando la nueva vida que se avecinaba. Aunque para nosotros solo era un descanso forzado. Espero que los que se adelantaron ya se hayan instalado sin problemas en el poblado de las afueras y estén curados de las heridas. Las heridas físicas, por que las mentales iban a tardar en desaparecer. Ahora lo importante era recuperarse y volver a la caza. No podíamos dejar mucho tiempo nuestra tierra a la merced de los monstruos que acechaban en la oscuridad. Me senté con los demás y continué con lo que estábamos haciendo pero sin perder de vista al muchacho.
Dante Bran- Cazador Clase Baja
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