You never know... {Privado}

Aquella mañana, Dima se despertó con una sonrisa diferente en los labios. Alina ya estaría en las clases que tomaba desde hacía unos días, y él se quedaba solo como cada mañana. Pero aquella, era diferente. Aquel día no estaba solo.
-Плушй!.- exclamó con una sonrisa al ver al pequeño cachorro sobre su pecho, lamiendo su cara para despertarlo.
Aquel cachorrito al que había adoptado junto a su prima se había convertido en su fiel compañero: todo lo hacían juntos. Se despertaban juntos, comían juntos y dormían juntos. Pobre su prima, si creía que Dima dejaría de malcriar al cachorro para que lo hiciera ella. ¡No se separaba ni un segundo de él! Y aquel perrito tampoco. Eran... idénticos. Parecían estar hechos el uno para el otro, como si hubieran sido creados para encontrarse. Ambos traviesos, dormilones y glotones, dispuestos en cualquier momento para empezar a jugar.
Así que aquella mañana, saldría con el doble de energías a las calles de París. Desayunó lo más rápido que pudo, dándole al pequeño cachorro trozos de carne bien cortados que a la cocina del hotel no dejaban de asombrar. ¿Tan pronto podía comer carne un joven de su edad? Claro, no sabían para quién era realmente.
Cuando ambos hubieron desayunado, Dima comenzó a vestirse mientras miraba divertido a su cachorro, y cuando por fin terminó, se colocó su boina y comenzó a buscar algo donde llevar al cachorro.
-No puedo llevarte en brazos si quiero tocar el acordeón....- musitó agachándose hasta la cama, donde descansaba el pequeño Plushy. -¿Y tú no quieres eso, verdad?.- le preguntó, rozando su nariz con la del cachorro, logrando que éste le diera con la pata en la nariz y coleara divertido.
Dima se sentía dichoso al encontrar un perro tan adorable. Siempre había querido uno, y ahora tenía al mejor.
Acarició su pequeña cabeza y comenzó a buscar por el cuarto algo donde llevar a Plushy, hasta encontrar su bolso de cuero donde solía guardar sus partituras y notas sobre música. Lo tomó para luego vaciarlo, y poniendo en su fondo una de sus camisetas, dejó a Plushy en su interior, que rápidamente sacó la cabeza curioso para ver que ocurría. Dima sonrió, y se colgó la bolsa mientras cogía su acordeón.
Sin tocar su acordeón por estar más pendiente de su fiel amigo, llegó sin saberlo, a una plaza llena de niños que correteaban de un lado para otro. Descubrió que también había zonas verdes donde Plushy podría corretear mientras él tocaba, así que se dirigió a ellas sonriendo.
Dejó entonces al cachorro en el suelo, sonriendo al ver como el perrito ladraba coleando sin dejar de mirarlo. Se sentó cerca de un árbol para empezar a tocar, cuando el cachorro se escapó correteando fuera de su alcance.
-Плушй!.- exclamó con angustia, dejándolo todo atrás para correr a buscar al perro.

Angustiado, Dima intentó alcanzar al pequeño cachorro, que iba directo a una joven de cabellos ondulados y rubios. La chica, para suerte del ruso, se interpuso en el camino del pequeño cachorro, haciendo que éste se detuviera sin dejar de colear divertido.
El rubio suspiró tranquilo al ver al que el cachorro había cesado en su intento de seguir correteando, y caminó apresurado hasta la joven, pensando que tal vez tuviera miedo a los animales o se escandalizase.
Pero para su, más que agradable sorpresa, se agachó hasta el pequeño cachorro, mirándolo a los ojos. Plushy no hizo más que colear, torpemente debido a la velocidad a la que iba su rabo y sus cortas patas. El cachorrito cayó sobre sus patas traseras, pero eso no le detuvo a la hora de lamer cariñosamente la cara de la joven.
Dima rió entonces nervioso, acelerando su paso hasta el cachorro para cogerlo rápidamente en brazos y observar como la chica comenzaba a reír.
Plushy ladró entonces, coleando aún y sin dejar de mirar a la chica, como si quisiera decirle algo.
-Creo que le caes bien....- sonrió Dima, acariciando el pelaje de Plushy. -Perdón, espero que no te haya causado ninguna molestia... apenas tiene tres semanas y es todo un travieso.- continuó, mirando al cachorro, que respondió al gesto y clavó sus oscuros ojos en los azules del chico.
Se decidió entonces a dejarlo en el suelo, pues confiaba que no se volviera a escapar, y limpió la cara de la joven con la manga de su jersey. Lo hizo con delicadeza, observando el rostro de la joven, que parecía tal delicado que sintió que en cualquier momento podría romperse.
A Dima le gustó observar como la chica se reía, tan tranquila y calmada que parecía ajena a cualquier problema del mundo exterior.
El momento se vio interrumpido por un nuevo ladrido de Plushy, a quien Dima miró echándose a reír con ternura, pues los ladridos del cachorro aún eran torpes y agudos. Se agachó para acariciar su pelaje y miró a la chica de nuevo, con una sonrisa en los labios.
-Él es Plushy.- comenzó, acariciando aún la pequeña cabeza del perro. -Y yo soy Dima.- continuó tomando la mano de la chica para besarla con elegancia, como si todo aquello sucediera en un palacio y ellos fueran unos invitados de honor.

Rosemarie siguió riendo tontamente, embobada por lo absurdo de la situación. Le gustaba. Hace mucho tiempo que no se daba el tiempo de disfrutar simplemente, en vez de contenerse.
Observó como el chico rubio tomó en brazos al pequeño cachorro y se sintió un poco triste; podría haberse pasado una tarde entera solo mirando las travesuras del animal.
- No te preocupes... -le respondió con una sonrisa genuina, algo no muy común en ella. Aún sentía la humedad que había dejado la saliva del perro, pero no le importaba demasiado. - Me gustan los animales, en especial los perros.

Su sonrisa se vio interrumpida por el pequeño gesto que recibió del joven, pero que que a pesar de la sutileza, la dejó algo anonadada. Lo que más la sorprendió fue la suavidad del gesto, que a pesar que no escondía segundas intenciones, fue algo fuera de lo común, al menos para ella. No le desagradó, pero no estaba acostumbrada a las actitudes afables de otras personas.
De todos modos, el cachorro comenzó a ladrar e interrumpió sus pensamientos. Tenía ese característico tono que tenían los canes a tan corta edad, cuando aún estaban desarrollando su timbre. Era adorable, en todo caso.

El chico presentó a su perro como Plushy y a él mismo como Dima.
- Encantador -comentó distraídamente repitiendo sus pensamientos, fijándose en la cara de Dima -, el pequeño. -agregó con una pequeña sonrisa impresa en el rostro, para evitar confusiones. Aunque de todos modos encontraba al chico igualmente de adorable, en especial cuando miraba y trataba con tal cariño a su mascota.
- Me llamo Rosemarie -se presentó ella misma. Comenzó a analizar al joven, no de forma crítica pero si con curiosidad. No se veía como alguien pobre, pero tampoco era alguien de la realeza. Despedía simpleza, aunque ella no descartaba que fuera de la clase alta, por la elegancia en su modo de hablar. Le parecía extraño pero interesante que se diera el tiempo de pasear a su perro, más con tal amabilidad. La mayoría de la gente de su clase simplemente mandaba a sus empleados a hacer tareas que consideraban tan triviales.
- ¿Disfrutando de una mañana soleada? -preguntó, sin tener mucha idea de qué decir. Vaya, ella si que tenía imaginación. ¿Hablar del clima?

La joven sonrió finalmente restándole importancia al asunto, añadiendo que le gustaban los perros... para suerte del pobre Dima, que estaba más nervioso de lo esperado.
Rió cuando el cachorro comenzó a ladrar, y besó su cabeza con cariño mientras alzaba de nuevo la mirada hasta la joven que se alzaba ante él. Volvió a hacerlo cuando la joven pronunció aquellas palabras, "encantador", para completarlo después con un "el cachorro". Le resultaba gracioso imaginar que ahora Plushy tenía más pretendientas que él.
Negó con la cabeza divertido y sonrió al oír el nombre de la chica.
-Que nombre tan bonito.- dijo con cierta musicalidad en su voz. -Tan bonito como la sonrisa que asoma en los labios de su portadora.- añadió después, dejando al pequeño cachorro en la hierba, quién empezó a corretear por aquí y allá, divertido.
Lo miró con ternura, como si fuera un hijo que nunca tendría, como si fuera su pequeño gran orgullo. Se cruzó de brazos con tranquilidad, y dirigió la mirada hasta la joven cuando ésta habló.
-Algo así.- respondió con simpleza y una sonrisa en los labios. -Ha sido él quien me ha traído aquí....- musitó aún sonriendo mirando a su fiel amigo. -Es un bonito sitio para tocar.- finalizó, mirando a los bonitos ojos de la chica. -¿Y tú, Rosemarie?.- sonrió pronunciando su nombre con dulzura, pues así pensaba que debía ser pronunciado debido a lo bonito que resultaba la combinación de ambos nombres.
Observó a la muchacha con cierta curiosidad, intentando mirar más allá de lo que mostraba, buscando un por qué a aquella seriedad que parecía envolverla. Tal vez su presencia le resultaba incómoda, o tal vez hubiera sido el beso en la mano...
-Espero no molestar.- musitó colocándose la boina despreocupado, mirando por un momento al árbol donde había estado apoyado, buscando, en concreto, su acordeón. -¡Puedo tocar para usted si eso la anima!.- añadió, cambiando el tuteo que había comenzado antes por un tono más respetuoso.