AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Creado por el Dios del Sol {Ramsés}
Página 1 de 1.
Creado por el Dios del Sol {Ramsés}
Nombre del Personaje
Ramsés
“Creado por el Dios del Sol”
Edad
28 años
Especie
Humano
Tipo y Nivel Social
Clase Baja
Lugar de Origen
Londres
Descripción Física
Descripción Psicológica
Ramsés es un soñador, su incapacidad no le resulta un problema para inventar, aprender y buscar ser alguien mejor. No le tiene miedo a nada ni a nadie, ni siquiera a la muerte misma; su vida ha estado constantemente en peligro, así que no es algo por lo que se preocupe.
"Vive tus días al máximo como si fuese el último" Sí. Ese lema le va perfectamente.
Es un fiel oyente, por lo que suele participar muy poco en una conversación; terriblemente perceptible, el tono de tu voz le dirá todo sobre quien eres. Su boca siempre dibuja una sonrisa pero eso no significa que permite que lo pisoteen, así que no te aproveches. Es tranquilo, paciente, muy confiado de sí mismo. Ama la noche y el peligro. Podría ser un excelente amigo porque cualquier secreto que le cuentes es un sello en sus labios, pero puede que jamás te diga algo sobre él. Aunque sus ojos no le permiten ver ningún color, ningún paisaje, ninguna sonrisa... su mente está llena de colores, de sueños, de fantasías. Piensa en ello como un equilibrio.
Historia
El pasado.
Las historias se difuminan,
las palabras se marchitan,
su enemigo...
el tiempo.
No se puede esperar un pasado tranquilo ni fuera de peligro cuando las condiciones de vida son extremadamente escasas; mucho menos cuando lo poco que te sostiene te es arrebatado de la noche a la mañana. Contar lo que Ramsés conoce de su pasado, sería resumirlo en unas muy pocas líneas pero, dado que no siempre se tiene la oportunidad de contar los hechos tal cual fueron... Empecemos...
Dos horas. La vela que se encontraba encendida sobre la pequeña mesa que contenía un vaso de agua y un plato con un pan mordisqueado, auguraba su pronto final. Dos horas y la poca iluminación se disiparía. Dos horas y la obscuridad le engulliría. La mujer que se encontraba sentada en la única silla de aquélla habitación se estremeció cuando el viento azotó su cuerpo. El cristal de la ventana estaba roto, el trozo de tela no podía amortiguar las ráfagas, era solo la privacidad que ella encontraba. Con una mano sobre su vientre abultado se levantó y se dirigió hasta la improvisada cortina, levantándola, teniendo el primer atisbo de la Luna Llena. Una pequeña patada le hizo sonreír con tristeza. Había estado trabajando hasta tarde y el pan sobre su mesa era el resultado. No le sorprendía que su hijo se quejara. Las pocas monedas que ganaba formaban parte de un ahorro, lo necesitaría para cuando su hijo llegara.
Suspiró, acariciando su vientre, tarareando una canción de cuna; acallando el pensamiento que pasaba por su mente. “No puedo quedarme contigo.” Una lágrima resbaló por su mejilla, su dedo la atrapó y se dijo una vez más que era lo mejor. - ¿No me harás caso? Ensimismada, no había escuchado que él había entrado. La cortina resbaló, regresando a su posición, pero en el momento en que ella le dio la espalda a la ventana desvencijada, lo vio. Aquél hombre era solo las ruinas de lo que alguna vez había sido y junto a él, se encontraba una joven que sonreía con aire altivo. Era de su misma clase y aún así sonreía de esa manera descomunal. – Largo de aquí. Necesito el cuarto. La joven tomó el abrigo que colgaba de un clavo y salió de la casa, de no haberlo hecho, seguramente le habría golpeado. Por él, por el hijo que pronto nacería no podía permitirse tal maltrato. Aún podía sentir la punzada en su espalda, esa patada... Cerró los ojos, los apretó con fuerza, obligándose a no derramar lágrimas. Caminó hasta la esquina del barrio, se sentó en la banqueta y esperó que la noche transcurriera. “¿Qué será de mí cuando ya no te tenga?”
✖✖✖
Ramsés nació a los 8 meses de gestación. El parto se había adelantado tras una de las palizas que aquél hombre le había dado. En posición fetal, con sus brazos cubriendo su vientre, ella había yacido bajo su agarre. Suplicó y lloró, pero nada sirvió. Mientras la partera le ofrecía al pequeño envuelto en una sabana raída y sus ojos se clavaron en los de él, supo que no podía alejarse. Su hijo había nacido ciego, no podía abandonarlo. Lo nombró Ramsés, era su sol, el presente y el mañana.
Criarlo no era fácil, dejarlo al cuidado de su padre era un riesgo que no se permitía. Las monedas escaseaban, escuchar a su hijo llorar debido al hambre le partía el alma. Pronto no hubo otra salida, Esmeralda tenía que dejar a su hijo al cuidado de una amiga. Poco sabía ella que esa amiga era amante del hombre que había engendrado a su hijo, una situación que se le escapó de las manos cuando los años transcurrieron. Esmeralda era una prostituta, su belleza atrapaba a los caballeros... No le importaba ser una puta, no cuando su hijo tenía lo necesario para crecer. Ocho años pasaron, Ramsés aprendía a valerse de sus otros sentidos. La mujer que le cuidaba era su segunda madre, así que aquél día que le dijo que saldrían a dar un paseo, nadie jamás se imaginó lo que sucedería...
El padre de Ramsés odiaba al niño, realmente lo odiaba, se burlaba de su ceguera, le golpeaba. Cuando Ramsés escuchó su voz se asustó, aquello no estaba bien, pero ¿qué podía hacer? El frío de la noche le hacía castañetear los dientes, el pequeño guardó sus manos en los bolsillos mientras su padre y aquélla mujer que había llegado amar como a su madre, se encontraban en medio de esa noche. Aquélla fue la primera vez que tuvo miedo. Un miedo que hizo que el frío que sintiera fuera solo un juego. “No lo hagas, padre.” Por primera vez se refirió a éste con esa palabra que aseveraba su parentesco. La única respuesta que recibió fue un golpe. Lo iban a embarcar, lo iban alejar de su madre... ¿Qué le dirían a ella? Esa pregunta fue contestaba de la peor manera. Su padre le había asesinado...
El dolor se abrió paso a través de su pecho y las lágrimas se derramaron, no podía parar. Su madre, la mujer que cuidaba de él, su padre... En una noche le arrebataban todo. ¿Cómo podía su padre hacerle esto? ¿Cómo podía...? Paul lanzó a su hijo en un arrebato, le dijo palabras que jamás olvidaría y luego la inconsciencia llegó. Su cabeza había golpeado contra el piso. Cuando Ramsés despertó ya no estaba más en aquél país...
Un niño ciego abriéndose paso en un mundo desconocido, ¿podía sobrevivir?
¡Por supuesto! Ramsés es la prueba.
Datos Extras
Ciego de nacimiento
Se gana la vida trabajando como ayudante de Eisenberg
Asexual
Su madre le regaló un crucifijo, su único tesoro.
Ramsés
“Creado por el Dios del Sol”
Edad
28 años
Especie
Humano
Tipo y Nivel Social
Clase Baja
Lugar de Origen
Londres
Descripción Física
Descripción Psicológica
Ramsés es un soñador, su incapacidad no le resulta un problema para inventar, aprender y buscar ser alguien mejor. No le tiene miedo a nada ni a nadie, ni siquiera a la muerte misma; su vida ha estado constantemente en peligro, así que no es algo por lo que se preocupe.
"Vive tus días al máximo como si fuese el último" Sí. Ese lema le va perfectamente.
Es un fiel oyente, por lo que suele participar muy poco en una conversación; terriblemente perceptible, el tono de tu voz le dirá todo sobre quien eres. Su boca siempre dibuja una sonrisa pero eso no significa que permite que lo pisoteen, así que no te aproveches. Es tranquilo, paciente, muy confiado de sí mismo. Ama la noche y el peligro. Podría ser un excelente amigo porque cualquier secreto que le cuentes es un sello en sus labios, pero puede que jamás te diga algo sobre él. Aunque sus ojos no le permiten ver ningún color, ningún paisaje, ninguna sonrisa... su mente está llena de colores, de sueños, de fantasías. Piensa en ello como un equilibrio.
Historia
El pasado.
Las historias se difuminan,
las palabras se marchitan,
su enemigo...
el tiempo.
No se puede esperar un pasado tranquilo ni fuera de peligro cuando las condiciones de vida son extremadamente escasas; mucho menos cuando lo poco que te sostiene te es arrebatado de la noche a la mañana. Contar lo que Ramsés conoce de su pasado, sería resumirlo en unas muy pocas líneas pero, dado que no siempre se tiene la oportunidad de contar los hechos tal cual fueron... Empecemos...
Dos horas. La vela que se encontraba encendida sobre la pequeña mesa que contenía un vaso de agua y un plato con un pan mordisqueado, auguraba su pronto final. Dos horas y la poca iluminación se disiparía. Dos horas y la obscuridad le engulliría. La mujer que se encontraba sentada en la única silla de aquélla habitación se estremeció cuando el viento azotó su cuerpo. El cristal de la ventana estaba roto, el trozo de tela no podía amortiguar las ráfagas, era solo la privacidad que ella encontraba. Con una mano sobre su vientre abultado se levantó y se dirigió hasta la improvisada cortina, levantándola, teniendo el primer atisbo de la Luna Llena. Una pequeña patada le hizo sonreír con tristeza. Había estado trabajando hasta tarde y el pan sobre su mesa era el resultado. No le sorprendía que su hijo se quejara. Las pocas monedas que ganaba formaban parte de un ahorro, lo necesitaría para cuando su hijo llegara.
Suspiró, acariciando su vientre, tarareando una canción de cuna; acallando el pensamiento que pasaba por su mente. “No puedo quedarme contigo.” Una lágrima resbaló por su mejilla, su dedo la atrapó y se dijo una vez más que era lo mejor. - ¿No me harás caso? Ensimismada, no había escuchado que él había entrado. La cortina resbaló, regresando a su posición, pero en el momento en que ella le dio la espalda a la ventana desvencijada, lo vio. Aquél hombre era solo las ruinas de lo que alguna vez había sido y junto a él, se encontraba una joven que sonreía con aire altivo. Era de su misma clase y aún así sonreía de esa manera descomunal. – Largo de aquí. Necesito el cuarto. La joven tomó el abrigo que colgaba de un clavo y salió de la casa, de no haberlo hecho, seguramente le habría golpeado. Por él, por el hijo que pronto nacería no podía permitirse tal maltrato. Aún podía sentir la punzada en su espalda, esa patada... Cerró los ojos, los apretó con fuerza, obligándose a no derramar lágrimas. Caminó hasta la esquina del barrio, se sentó en la banqueta y esperó que la noche transcurriera. “¿Qué será de mí cuando ya no te tenga?”
✖✖✖
Ramsés nació a los 8 meses de gestación. El parto se había adelantado tras una de las palizas que aquél hombre le había dado. En posición fetal, con sus brazos cubriendo su vientre, ella había yacido bajo su agarre. Suplicó y lloró, pero nada sirvió. Mientras la partera le ofrecía al pequeño envuelto en una sabana raída y sus ojos se clavaron en los de él, supo que no podía alejarse. Su hijo había nacido ciego, no podía abandonarlo. Lo nombró Ramsés, era su sol, el presente y el mañana.
Criarlo no era fácil, dejarlo al cuidado de su padre era un riesgo que no se permitía. Las monedas escaseaban, escuchar a su hijo llorar debido al hambre le partía el alma. Pronto no hubo otra salida, Esmeralda tenía que dejar a su hijo al cuidado de una amiga. Poco sabía ella que esa amiga era amante del hombre que había engendrado a su hijo, una situación que se le escapó de las manos cuando los años transcurrieron. Esmeralda era una prostituta, su belleza atrapaba a los caballeros... No le importaba ser una puta, no cuando su hijo tenía lo necesario para crecer. Ocho años pasaron, Ramsés aprendía a valerse de sus otros sentidos. La mujer que le cuidaba era su segunda madre, así que aquél día que le dijo que saldrían a dar un paseo, nadie jamás se imaginó lo que sucedería...
El padre de Ramsés odiaba al niño, realmente lo odiaba, se burlaba de su ceguera, le golpeaba. Cuando Ramsés escuchó su voz se asustó, aquello no estaba bien, pero ¿qué podía hacer? El frío de la noche le hacía castañetear los dientes, el pequeño guardó sus manos en los bolsillos mientras su padre y aquélla mujer que había llegado amar como a su madre, se encontraban en medio de esa noche. Aquélla fue la primera vez que tuvo miedo. Un miedo que hizo que el frío que sintiera fuera solo un juego. “No lo hagas, padre.” Por primera vez se refirió a éste con esa palabra que aseveraba su parentesco. La única respuesta que recibió fue un golpe. Lo iban a embarcar, lo iban alejar de su madre... ¿Qué le dirían a ella? Esa pregunta fue contestaba de la peor manera. Su padre le había asesinado...
El dolor se abrió paso a través de su pecho y las lágrimas se derramaron, no podía parar. Su madre, la mujer que cuidaba de él, su padre... En una noche le arrebataban todo. ¿Cómo podía su padre hacerle esto? ¿Cómo podía...? Paul lanzó a su hijo en un arrebato, le dijo palabras que jamás olvidaría y luego la inconsciencia llegó. Su cabeza había golpeado contra el piso. Cuando Ramsés despertó ya no estaba más en aquél país...
Un niño ciego abriéndose paso en un mundo desconocido, ¿podía sobrevivir?
¡Por supuesto! Ramsés es la prueba.
Datos Extras
Ciego de nacimiento
Se gana la vida trabajando como ayudante de Eisenberg
Asexual
Su madre le regaló un crucifijo, su único tesoro.
Invitado- Invitado
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