¿Cuanto puedes conseguir con una palabra? [Privado]

Hoy era día de ayudar a mi gente a vender los productos que nosotros mismos elaborábamos para luego venderlos en el mercado ambulante, siempre nos tirábamos unos días elaborando telas, preparando panes, cosiendo enaguas, haciendo joyas artesanales y elaborando perfumes de diversos olores para luego venderlos en los puestos ambulantes. La mayoría de la gente solía comprar nuestros productos, y la verdad eso era algo que no terminaba de entender, porque luego esa misma gente no nos miraba con buenos ojos y nos acusaban de ladrones, ¿quién los entendía? nosotros no solíamos robar, el dinero que teníamos era el que ganábamos con la venta de nuestros productos artesanales, si alguna vez robábamos era siempre por algún motivo... aunque bueno, siempre hay algunos gitanos que roban porque ya es un hábito para ellos, pero ese no era mi caso.

En ese momento me encontraba ayudando a mi madre a trasladar unas cajas de perfumes al puesto, mientras caminaba el bullicio del mercado inundaba mis oídos, en ese momento tropecé con un royo de tela y estuve a punto de caer, pero conseguí mantener el equilibrio sin derramar nada por el suelo, maldije en silencio al royo de tela -cielo, lleva más cuidado -me recriminó mi madre, suspiré y asentí -sí, madre... llevaré más cuidado, pero ayudaría que no colocaran eso en medio del camino -le dije y ésta rodó los ojos pero no dijo nada más.

Al fin llegué al puesto y me agaché para colocar la caja en el suelo, empecé a repasar las pequeñas cajitas para asegurarme de que no había roto ningún perfume cuando de repente escuché mi nombre, me puse de pie en seguida -¿quién me llama? -pregunté mirando a un noble señor que se encontraba delante de mi.

-Mi niña, este caballero sólo estaba oliendo el perfume de jazmín, no ha dicho tu nombre... -me dijo la dependienta del puesto, que también era gitana y me conocía, yo miré al hombre y sin poder evitarlo, de mis labios salió un leve sonido de decepción.

-Discúlpeme señor, me he confundido... -le dije con una risita nerviosa y desvié mi mirada a otras cajas de perfume para ocultar el enrojecimiento de mis mejillas, ésto era culpa de mi madre por haberme puesto el nombre de esa hermosa flor.

Mi mirada seguía fija en las cajas de perfumes que tenía la dependienta expuestas en la mesa y mis manos empezaron a colocarlas bien sin prestar mucha atención a lo que estaba haciendo, mi atención estaba puesta en la voz de ese hombre y en el calor que aún sentía en mis mejillas, era una tonta, solo yo podía confundirme con algo así, suspiré levemente y levanté mi vista al hombre que en ese momento le estaba hablando a la dependienta sobre el talento que ella tenía, la verdad era que así era, yo sabía preparar algunos perfumes, pero algunos no olían como tenían que hacerlo y otros simplemente no olían, yo era pésima para eso, ella en cambio era muy buena en ello, estaba pensando en eso cuando de pronto vi como él desviaba su mirada hacia mí, una cálida sonrisa iluminó mi rostro cuando por lo que dijo, deduje que me había llamado hermosa.

Lo seguí con la mirada cuando él caminó un par de pasos hacia mí y observé como después de cogerme la mano, la besó con cortesía -no se preocupe monsieur, usted no sabía que me llamaba así... -le dije con una sonrisa, de reojo noté que la dependienta no dejaba de mirarnos, volví a fijar la vista en el caballero que tenía delante -y... ya que conoce usted mi nombre ¿yo podría conocer el suyo milord? -le pregunté con amabilidad reflejada en mi voz.

Me encontraba mirando a los ojos a aquel hombre tan apuesto que hacía unos minutos sus pasos le habían dirigido al puesto de perfumes de mi compañera y en el que yo casualmente estaba echando una mano aquel día, en mis labios mantuve una cálida sonrisa que me iluminaba el rostro mientras él se presentaba.

-Encantada de conocerle señor Greymark... y no se preocupe, no lo volveré a llamar milord si a usted no le gusta -le dije después de que él me soltara la mano despacio, me pregunté porque no le agradaba que lo llamaran así, supuse que la respuesta a eso nunca la sabría, probablemente ninguno de los dos nos volveríamos a ver después de este maravilloso día, era prácticamente imposible que alguien como él se volviera a encontrar con una gitana como yo, suspiré mientras lo escuchaba hablar con la dependienta.

Levanté la vista al hombre y noté que estaba oliendo de nuevo el perfume de jazmín, sonreí un poco cuando lo escuché decir que se llevaría la caja de jazmín porque era un buen recuerdo, supuse que en parte si que lo sería, pero lo más seguro es que no le durara mucho dado que ese perfume se los regalaría a alguna bella dama que él conociese o que ya conocía, el perfume de aroma a jazmín era claramente un perfume femenino, por lo cual él no lo usaría y dudaba que lo quisiera tener guardado y acumulando polvo sin más, lo más lógico es que lo regalara.

Estaba pensando en eso cuando lo escuché despedirse de nosotras, ¿ya se iba?, en mi interior sentí decepción y cierta tristeza por ello, el tiempo se había pasado como una exhalación mientras escuchaba su voz, en cambio, aunque sentía eso, me despedí de él con una pequeña sonrisa y le dije -que tenga un buen día monsieur y que disfrute del dulce aroma de esos perfumes.

Lo vi alejarse de la tienda y me quedé mirándolo a los ojos cuando él se volvió para mirarme, de pronto sentí un codazo en mi costado e hice un pequeño sonido de queja al mismo tiempo que salía de mi ensoñación y miraba a la dependienta que se encontraba a mi lado.

-Ese hombre es todo un caballero ¿verdad? -me preguntó y yo simplemente asentí con la cabeza mientras lo buscaba con la mirada entre la multitud que había en el mercado, los pocos segundos en los que me había despistado, habían bastado para perderle de vista -mi niña, toma, busca a ese caballero y devuélvele el dinero... dile que el perfume se lo regala esta noble dependienta gitana -escuché y giré mi cabeza para mirarla sorprendida, ella se rió al ver mi cara y me empujó por la espalda llevándome fuera del puesto -¿a qué esperas mi niña? ¡date prisa! -me instó ella, pero yo negué con la cabeza -no puedo... lo he perdido, ya no se por dónde anda -le dije y ella me señaló un punto del mercado -no digas tonterías... mira, por ahí va, ¡corre!.

Yo no esperé ni un segundo más, me agarré la falda con la mano subiéndola un poco para no pisar la tela y eché a correr detrás de él, al mismo tiempo que iba esquivando a varias personas que se me cruzaban por el camino, gracias a Dios, correr era algo que se me daba bastante bien, porque sino ya me imaginaba la reprimenda que me echaría la dependienta si no le devolvía el dinero a aquel hombre.

-¡Señor!... ¡señor Greymark! -lo llamé acordándome de no llamarlo milord. En ese momento me encontraba unos pocos metros más alejada de él, estaba segura de que a esa distancia él podría escuchar su nombre perfectamente.

Cuando llame a aquel hombre desde la distancia, agradecí infinitamente que escuchara mi voz porque si no hubiera sido así, hubiera tenido que seguir corriendo detrás de él por todo el mercado, y eso tal vez no hubiera sido bueno, porque probablemente no dejarían que una gitana se acercara a un noble como él, además de que no tenía pensado volver al puesto de la gitana con el dinero en la mano, esa mujer realmente me daba miedo cuando se enfadaba, y ni mi madre me podía salvar cuando se cabreaba conmigo.

Seguí recorriendo la distancia que nos separaba, más lentamente pero sin dejar de correr, vi como él se dio la vuelta y espero a que llegara delante de él. Cuando lo alcancé, me paré en seco y mientras escuchaba lo que él me decía, yo cogí aire e intenté tranquilizar mi respiración después de la carrera, esta se encontraba acelerada, con mi corazón latiendo desbocado y mis mejillas sonrojadas por el esfuerzo.

Relajé mi mano que sostenía mi falda haciendo que la tela cayera hasta mis tobillos, y después de encontrarme ya algo más tranquila, me dispuse a hablarle.

-No quisiera molestarlo señor, pero la gitana del puesto de perfumes me ha pedido que la haga un favor... -dije y extendí mi mano para cogerle la suya con suavidad y depositar el dinero en la palma de su mano -ella le devuelve el dinero, me ha pedido que le diga que el perfume que ha comprado se lo regala... por favor acepte el dinero señor, sino me temo que yo no acabaré bien parada, créame que cuando esa mujer se enfada, realmente da miedo -le conté con una sonrisa sincera mientras esperaba que no pusiera ninguna pega en aceptar el dinero de vuelta.

Pude notar que el solo hecho de que la dependienta del puesto de perfumes quisiera un favor que lo involucrara a él, le sorprendió, la verdad es que a mi también me sorprendió cuando me dijo que fuera a devolverle el dinero a aquel caballero, ella no solía regalar fragancias a cualquiera que se interesara por algún perfume, incluso yo muchas veces tenía que comprarle los perfumes que quería, pocas veces me había regalado alguno, supongo que aquel hombre le había caído realmente bien, sin duda se había ganado su simpatía.

Lo miré mientras permanecía de pie delante de él, ya con la respiración mucho más tranquila, asentí cuando mencionó lo del favor y seguí escuchándolo en silencio.

-Bueno, yo tampoco sabría decirle el motivo monsieur, pero por lo poco que conozco a esa mujer... supongo que usted se ha ganado su simpatía, le ha caído realmente bien señor, no se trata de una dependienta que le regale perfumes a todo aquel que se interese en ellos -le dije con una pequeña sonrisa, en ese momento noté que entorpecíamos un poco el paso de la gente dado que sentí como un hombre al pasar me daba un ligero empujón, yo le eché un vistazo rápido a aquel hombre y luego dí unos pocos pasos hacia delante mientras volvía mi mirada de nuevo a Lucian.

-¿Qué posible solución...? -le pregunté con curiosidad mientras él aceptaba el dinero que le ofrecía, a continuación escuché de su condición y lo miré algo sorprendida, bajé la mirada con una sonrisa y luego lo volví a mirar.

-Señor Greymark, me encantaría aceptar su invitación, pero no quisiera ser una molestia, tal vez usted tenga otros asuntos más importante de los que encargarse, no quisiera entretenerlo... -le dije mirando el brazo que me ofrecía para que yo enlazara el mío con el suyo y así acompañarlo a tomar algo, aquel brazo era una tentación difícil de resistir, pero no quería molestarlo, levanté mi vista a sus ojos y una sonrisa cálida iluminó mi rostro -pero aun así, puedo decirle a esa mujer que aceptó el dinero... porque supongo que lo acepta ¿me equivoco? -le pregunté, esperaba que él lo aceptara aunque yo no hubiera aceptado su atrayente invitación por el simple hecho de no ser una molestia.

Puede que el simple hecho de que una dependienta te regalara algo de la mercancía que vendía, fuera algo a lo que la gente no estaba muy acostumbrada, es más, en raras ocasiones te regalaban algo, pero por supuesto casi todos los regalos eran hechos por gitanos, mi gente estaba acostumbrada a hacer regalos y aunque el dinero fuera algo que nos hacía mucha falta para sobrevivir, ninguno de nosotros escatimaba en el simple hecho de hacer un regalo, y muchas veces los regalos se hacían a personas que han sido amables con nosotros, supongo que rara vez nos encontrábamos con gente que nos respetara y que no nos juzgara por el simple hecho de ser gitanos, los regalos era nuestra forma de agradecer a esa persona que se ha portado bien con nosotros.

-Le aseguro que ella se pondrá muy contenta cuando sepa que el sentimiento es mutuo... y me alegra saber que guardará ese perfume como un buen recuerdo y no se lo regalará a alguna bella dama que usted conozca... -le dije, y fue demasiado tarde cuando me di cuenta de lo que había dicho, mis mejillas se sonrojaron y miré hacia otro lado cohibida.

Después de unos segundos, desvié mi mirada de la gente que pasaba por nuestro alrededor y lo volví a observar, haciendo que mis ojos se encontraran con los suyos, seguidamente escuché que en absoluto lo molestaba, me reí un poco cuando me recordó mi carrera y me pidió que lo llamara Lucian en vez de señor, sin duda al día siguiente me reiría yo sola cuando me recordara a mi misma corriendo detrás de aquel apuesto caballero, asentí estando de acuerdo con él.

-Esta bien Lucian, yo lo llamaré por su nombre, pero usted llámeme también por el mío, nada de madame o de madmoiselle ¿de acuerdo? -le pedí con una agradable sonrisa reflejada en mis labios.

Presté atención a lo siguiente que dijo y lo miré con una sonrisa, no sabía si había entendido bien, ¿había querido decir con esa frase que pasar un rato conmigo era mucho más importante que ocuparse de sus cosas?, me pareció que si, pero no dije nada al respecto por si no había entendido bien, no quería meter la pata.

-Umm... creo que me es imposible negar su invitación Lucian, así que, sí, ¡trato hecho! -le dije con una sonrisa mientras me acercaba a él y al fin deslizaba mi brazo por el suyo -a la dependienta le alegrara que haya aceptado su dinero sin ningún inconveniente -comenté sin quitar mi sonrisa de la cara.