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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Imre Vogler Sáb Ago 27, 2016 4:57 am

Allí estaba de nuevo, en busca de dueño, había sentido la libertad tan cerca de mis alas que ahora sentía como mis pies se arrastraban levantando la polvareda por el suelo.
El hijo de mi anterior amo, ese que hoy me traía al mercado como si de un simple esclavo me tratara me había heredado tras su muerte.
El un hombre de letras y ciencias no me veía ningún uso, y al parecer su padre nunca le comentó su intención de hacerme un hombre libre.
Esa libertad que a base de fiel servicio y de confianza me había ganado con creces.
Confieso que su padre fue lo mas parecido a un amigo que tuve, nuestra relación fue buena, se estrecho con los años.
Ahora cabizbajo esperaba ser comprado por alguien con quien empezar de nuevo, a quien darle como regalo mis habilidades por un poco de comida, cobijo y poco mas.
La mayoría de esos señores poco o nada tenían de bueno, ninguna esperanza albergaba ya dentro de mi aquel día, mientras mis pies seguían arrastrándose por la tierra roja el desazón invadía mi alma.

Aun así mantuve la cabeza en alza, orgulloso de lo que era, desafiante frente a todos aquello hombres adinerados que me miraban susurrando a mi paso por cuanto empezarían sus pujas y hasta donde llegarían sus alzas.
Poco me importaba ya en que manos acabar, a fin y al cabo siempre era lo mismo, nunca seria libre, lo único que me quedaba eran los resquicios de orgullos que guardaba en el cofre que tras los mil y un escudos guardaba.

No era un hombre que se compadeciera de si mismo, no como lo hacia le resto de esclavos que lloraba por su desgracia, que se quejaba de sus amos, supongo que yo era solitario  hasta para eso.
Mis manos unidas por las férreas cadenas se mantenían frías, había caminado tras el caballo de mi nuevo y efímero amo un buen trecho y para que mentir estaba bastante cansado.

Pronto me uní con el resto de esclavos, mujeres, niños y hombres fornidos para hacer el trabajo de cuatro, frente a nuestros ojos paseaban desde nobles que nos señalaban y admiraban haciéndonos girar como si fuéramos ganado, a mujeres en busca de amas de llave, doncellas, en fin...lo de siempre.
Tensé mi cuerpo cuando un hombre con un bastón giro mi rostro para admirarme, ¿acaso creía que compraba un cuadro? No pude evitar que mis ojos se hundieran en los suyos desafiante, mientras un golpe seco del bastón en mi vientre trataba de ponerme en su sitio alegando que desde cuando un esclavo podía mirar a los ojos a sus amos.

Gruñí lanzándome hacia el aun encadenado mientras mis manos se enzarzaban en su cuello ahogándolo con las cadenas, odiaba que me trataran como basura, aquel día estaba cansado,con los nervios a flor de piel  y nunca aguante bien ser un hombre sumiso, mucho menos que se creyeran con derecho a golpearme por ser esclavo.

Dos hombres me engancharon aferrándome de los brazos hasta que le noble fue liberado, tosiendo y maldiciéndome, en ese preciso instante supe que ese se convertiría en mi amo, por que podía ver su sed de venganza, como me señalaba, ansiaba usar el lentigo conmigo hasta doblegarme, algo que no lograría hasta que la ultima gota de mi sangre se esparciera sobre el arenoso suelo.

Me recolocaron en mi sitio mientras trataba de zafarme de las manos de esas moles que me sujetaban para que no diera mas problemas.
El paseillo de gente fue terminándose para llevarnos frente al atril de madera donde se realizaban las pujas. Uno a uno fuimos pasando, hasta que llego mi turno y se abrió la veda.
Las pujas subían como la espuma, sin duda no se daban tregua, mas sonreí de medio lado cuando el hombre al que había ahogado se peleaba con el resto poniendo a juego su fortuna.

No fallaba el orgullo de esos hombre entrajetados no cambiaba nunca, veían algo salvaje y tenían la necesidad de domarlo, de apagarlo de hacerlo claudicar frente a ellos.


Última edición por Imre Vogler el Dom Oct 02, 2016 10:00 am, editado 1 vez


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Mensaje por Mila O'Connor Dom Ago 28, 2016 3:37 am

Poco tiempo había transcurrido desde mi regreso a París. Esa mañana había despertado al aire libre, con el viento eciendo los árboles que me rodeaban y el susurro que me traían advirtiéndome de la entrada de la primavera. Con rapidez encendí un buen fuego y cocí las salchichas y las patatas que traía conmigo. Tenía un hambre voraz. El día anterior me había bajado finalmente de la carreta que me había llevado a lo largo de muchos días en los que atravesamos diferentes ciudades. Los gitanos habían sido mi compañía, ellos habían compartido conmigo sus comidas, me habían hecho testigo de sus cantos y me habían hecho partícipe de sus adivinaciones, augurándome un viaje arduo y difícil, aunque la anciana de arrugas ancestrales no parecía estar hablándome del camino mientras clavaba sus ojos en los míos como si estuviese escrutando en lo más profundo de mi alma.

Procuré tomármelo a broma y proseguí con ellos el viaje hasta despedirme a un lado del camino que me llevaría a la ciudad, colocando mi bolso sobre mi hombro. Vestía ese día pantalones y camisola blanca, un chaleco café de cuero y una gorra del mismo material que ocultando mi cabello recogido y en conjunto me hacía lucir como un hombre, lo cual me resultaba bastante oportuno pues no faltaban los entrometidos que al ver viajar a una mujer sola se hiciesen la idea errónea de que podían fastidiarme. Eso y el hecho de que me resultaba mucho más cómodo viajar así, calzar botas y detenerme en los diferentes puestos que llamaban mi atención, para comprar alimentos antes de proseguir mi marcha.

Lo que venía pensando desde que me aproximé a las fronteras de la ciudad tenía que ver con el reunirme con antiguos contactos que seguramente tendrían algún trabajo para mi, porque el mantenerme en un solo lugar no iba conmigo y tenía más de una razón para nunca establecerme. Supongo que en parte todo se lo debía al haber nacido en Irlanda, el ser un alma errante, y otra a la maldita estrella con la que había nacido, pero eso era harina de otro costal.

Me adentré entonces finalmente en la ciudad, observando a los transeúntes, caminando entre puestos coloridos para poco a poco encontrarme en el medio del mercado, adonde de inmediato me percaté de que estaba por realizarse una venta de esclavos. Era algo usual el que se realizasen ese tipo de ventas y nunca faltaba quien sacase máximo partido de ellas. Me detuve un instante observando la fila de seres humanos, hombres, niños, mujeres, siendo empujados como ganado en exhibición, con potenciales compradores que se acercaban para examinar su anatomía e incluso la dentadura. Y es que un esclavo que valiera la pena era un esclavo saludable.

A punto estaba de retirarme cuando con el rabillo del ojo atiné a observar un intercambio. Uno de los compradores que golpeaba a un esclavo en el vientre con el afán de amedrentarlo y de hacerse el valentón, antes de que para mi sorpresa, el tiro le saliera por la culata porque el afectado se le lanzó encima ahogándolo con las cadenas, de forma tan súbita e inesperada, que a punto estuvo de pasar el noble a mejor vida si no hubiesen retirado al esclavo de inmediato.

Ladeé el rostro al ver aquello, aquel esclavo tenía bríos, habiendo hecho algo que pocos se hubiesen atrevido a hacer, pues atacar a un noble era algo inconcebible y de no ser vendido seguro el castigo que le esperaba sería más que riguroso, por menos que eso habían azotado a muchos hasta desgarrarles toda voluntad.

Caminé entre el gentío observando al esclavo, habiéndome percatado de su aura, supe de inmediato que era un cambiante y aunque no tenía manera de determinar aún de que tipo aquello provocó que me acercase al atril adonde se les subastaba. Uno a uno se fueron vendiendo algunos hasta que le llegase al turno a ese que me había llamado la atención. Observé el evento con parsimonia mientras los posibles compradores comenzaban a pujar. Uno, dos, tres presentaron sus ofertas y luego aquel hombre del bastón que ofrecía una mayor cantidad que ellos.

Desde donde estaba podía observar su sonrisa de satisfacción cuando se creyó ganador del evento y fue entonces cuando el subastador estaba a punto de golpear con el martillo cuando alcé la mano y ofrecí una cantidad cuantiosa que con creces superaba cualquier puja realizada ese día. Los rostros incrédulos se voltearon entonces en mi dirección, el subastador me miró con la mandíbula abierta unos segundos, creyendo haber escuchado mal. Pronto se recuperó sin embargo de su asombro y anunció el ganador. -¡Vendido al caballero de esta esquina por cien monedas de oro!- El mazo golpeó con fuerza y con el rabillo del ojo pude ver como la vena de la frente del hombre del bastón se inflamaba. Estaba furioso pero poco me importaba eso a mi, interesada como estaba en mi adquisición.

Me acerqué a la parte posterior del atril, adonde pagué el precio convenido. Poco después se acercó uno de los tratantes con el esclavo. -Es un buen ejemplar. Ha realizado una buena compra. Es robusto y fuerte, seguro realizará buenos trabajos y además está sano-, dijo, haciendo amago de abrirle la boca para mostrármela aunque algo en la actitud del cambiante le hizo cambiar de opinión. -Bueno, es suyo, pero yo no le quitaría las cadenas hasta que llegue a destino, a menos que cargue con usted un buen látigo.-

Asentí con un leve movimiento de cabeza y enfoqué mi mirada en el esclavo. No dije nada, lo tomé de las cadenas mientras nos acercábamos a mi corcel y nos íbamos retirando del mercado. Llevaba fuertes grilletes en manos y pies y aunque caminaba despacio yo seguía pensando en ese brío con el que le había visto casi sofocar al hombre del bastón. Me detuve sobre el camino de piedra contra el cual mi acompañante golpeaba sus cascos y lo escudriñé con la mirada. -¿Cuál es tu nombre?- fue lo que pregunté, mientras determinaba que haría con él.
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Mensaje por Imre Vogler Dom Ago 28, 2016 7:08 am

Cuando el martillo dispuesto a marcar mi sino estaba a punto de venderme al hombre del bastón que ansiaba sin duda otorgarme el castigo que el creía justo hasta doblegar mi espíritu una nueva puja entro en juego, una que forzó no solo a abrir la boca de todos los allí asientes si no a que mi mirada se centrara en ese hombre escuálido que desde su esquina subía la mano para ofrecer por mi la suma mas alta del día.

El atril fue golpeado, el noble imbécil acallado y “el flacucho” corrió a por su premio que sin duda había pagado.
Tiraron de mis cadenas para depositarlas a la merced de ese hombre que sin duda no tenia nada de cazador, esperaba por mi bien y el suyo que su compra no tuviera nada que ver con las tareas domesticas, no sabia freír ni un huevo, quizás me quisiera como guarda espaldas, sin duda un trabajo mucho mas propicio.
Mientras mis pensamientos me sumían en que nuevo azar depararía para mi el destino, el que portaba mis cadenas le dijo al “flacucho” que era un hombre sano, llevo su mano hacia mi boca, mas la mirada que le dedique de soslayo, fija en la suya, intimidatoria bien le remarco que yo no era un caballo.

El esmirriado tomo mis cadenas para apresurarme a paso lento tras de si, tampoco es que mis pasos lo siguieran con demasiado brío ¿para que? Poco o nada me interesaba lo que ese hombre tenia pensado para mi, seguía siendo un esclavo, de sobra sabia lo que eso significaba, obedecer, cumplir ordenes, y humillarme una y otra vez para doblegarme frente a esos hombres que solo se diferenciaban de mi por que la vida les había hecho libres y a mi esclavo.

Mi sorpresa llego cuando frente a su corcel me pregunto mi nombre, alce los ojos buscando su mirada, quizás me ganara un golpe, había oído tantas veces eso de “no alces los ojos frente a tu amo” mas la verdad, viviendo de ese tipo, tampoco creía que doliera demasiado.
-¿Acaso importa? -respondí desafiante mientras esperaba que atara las cadenas a su montura para emprender el camino a lo que seria mi nueva prisión ¿había dicho prisión? Quería decir hogar.

Sonreí de medio lado observando como aquel tipo cadena en mano me miraba, creo que no esperaba mis malos modales, quizás debería haber presenciado lo que había estado apunto de hacerle al noble del bastón, seguro que en ese caso no hubiera pagado tanto dinero por alguien como yo.
Estaba claro que no pegaba con ese amo ni con cola ¿de que le iba a servir un rastreador, un pájaro, un guerrero?
Negué incrédulo mientras admiraba su porte, distaba mucho del de los nobles, mas tampoco lucia como un cazador, ni siquiera como un hechicero ¿que era ese tipo? Seguramente solo un payaso de circo con atuendo extravagante que se dedicaba a comprar esclavos por le mero hecho de poder hacerlo.

-Has de enganchar esa argolla a la silla del caballo y apretarla con el cipo -le indique señalando con mi dedo indice la posición correcta para poder portarme sin peligro a que las cadenas aflojaran y me perdiera por el camino.
Sonreí de medio lado desafiante, la verdad no lo hacia para ayudarle, solo para desesperarle, para demostrarle que lo veía un inútil con dinero y que si creía que preguntándome mi nombre nos convertiríamos en amigos se equivocaba de lleno, quizás debería sacar el látigo como le habían aconsejado si pensaba doblegarme y mandar a otro esclavo mas fornido a golpearme, pues dudaba que ni eso fuera capaz de hacerlo por si mismo.


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Mensaje por Mila O'Connor Miér Ago 31, 2016 3:30 am

Arqueé una ceja ante su respuesta, bastante insolente para provenir de los labios de un esclavo, pero yo ya había sido testigo de su brío y cuando alzó el rostro para mirarme parte de mi no se sorprendió. Lo observé un instante para de esa forma apreciar al hombre que había comprado. Era fornido, de buena complexión, y se le veía fuerte, probablemente acostumbrado al trabajo duro. Era atractivo además. Si, eso fue lo que se me vino a la mente cuando mantuve mi mirada fija en él. Era más atractivo que cualquier otro hombre que hubiese visto antes, tanto que por un momento me descoloqué, y eso que había visto a muchos, acostumbrada como estaba a viajar de un lado a otro, pero ni siquiera los gitanos con sus rasgos rasgados y exóticos que a mi parecer eran los más hermosos rivalizaban con aquel que ahora estaba observando.

Y que además acababa de comprar...

Carraspeé, sacudiéndome esos pensamientos de encima. Si lo había comprado era porque me era conveniente ya que un cambiante que me acompañara en mis trabajos sería algo invaluable. Lo sabía porque al marcharme del castillo había vivido entre ellos, me habían acogido como a una más y me habían enseñado todo lo que sabía acerca de la caza y del rastreo. Y en este hombre veía un aura fuerte, lo cual terminaba de afianzar la idea de que me sería útil.

-Ya que no tienes nombre o no quieres decirlo te llamaré Dúshlán y a ese nombre has de responder.- Una sonrisa leve se dibujó en mis labios al llamarlo así en antiguo idioma celta. Comencé a andar, tirando de su argolla e ignorando su comentario acerca de como había de engancharle al caballo.

-Ojalá valgas la pena en inversión porque cuento con que me seas útil.- Tironeé de su argolla al decirlo. Ya había notado que el cambiante me estaba sopesando y de que seguramente me había subestimado a la primera. Aunque tenía que admitir que hasta cierto punto me divertía. Había viajado a lo largo de innumerables caminos, luchado hombro a hombro con cambiantes, aprendido las artes mágicas con un poderoso nigromante, y aún así un esclavo me veía y las primeras me catalogaba como amo poco favorable.

Aunque quizás había algo más en la razón por la cual le había comprado. Estaba acostumbrada a andar sola de un lado a otro y comenzaba a cansarme de contar con mi única compañía y de hablar conmigo misma cada vez que me echaba a dormir al aire libre. Eso era lo que pensaba a medida que nos íbamos alejando del mercado y dejando el centro de la ciudad atrás para poco a poco agarrar un camino que nos llevaría hacia nuestro siguiente destino.

-Espero estés acostumbrado al trabajo fuerte porque conmigo no has de holgazanear.- Lo miré de reojo preguntándome si se resignaba a su sino o planeaba ya su siguiente movida, de todas maneras no me iba a poner a averiguarlo. Me acerqué a las alforjas de mi corcel y saqué dos objetos de ellas, una vela y un saquito de tamaño inferior a mi puño.

Rápidamente encendí la vela y aprovechando la flama calenté el pequeño saco sobre ella. Volteé el fino polvo que contenía sobre la palma de mi mano y exclamé en voz alta -Ligare nos in unum.- Soplé entonces el polvo hacia el cambiante y este viajó en el espacio existente entre los dos, alcanzando su pecho, justo por encima de su corazón. El polvo se incrustó por encima de la tela, la cual se deshizo de inmediato, mostrando una marca que roja y brillante se formaba en esa zona.

Dibujé una sonrisa en mis labios ante su mirada de sorpresa. En la misma zona sobre mi pecho la misma marca se dibujaba sobre mi piel, abrasándola en un lapso ni demasiado breve ni demasiado largo, para sellar así el hechizo. Me acerqué a él y con la llave solté sus cadenas, tanto en muñecas como en tobillos antes de enderezarme nuevamente y mirarle fijamente. -Ahora no podrás alejarte más que unos metros de mi, a menos que quieras conocer lo que se siente que su corazón se calcine con fuego puro y que sus latidos se debiliten extinguiéndote la vida. Te aseguro que no es nada gratificante.- La expresión de mi rostro cambió a una más seria.

-Es temporal mientras te acostumbras a tu nueva situación. Lo mejor es que no te alejes de mi, el hechizo que acabo de lanzar ha extinguido a más de uno que se atrevió a dudar de su veracidad.- dicho eso, continué caminando con tranquilidad mientras observaba el cielo sobre nosotros que iba tornándose gris, presagiando una pronta lluvia.
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Mensaje por Imre Vogler Miér Ago 31, 2016 6:50 am

Enarcó una ceja mi nuevo dueño pensativo, seguramente no esperaba haber comprado un esclavo tan poco sumidos, algo que hizo que una sonrisa de medio lado acompañara a mi altivo gesto que por encima del hombro buscaba de nuevo sus ojos.
Desafiante, esa era la palabra que caracterizaba cada uno de mis gestos, mas no veía de ningún modo en que ese hombre “flacucho” podría darme buen uso.
Negué frente a sus palabras, casi dejando escapar una carcajada, la llevaba clara si esperaba que respondiera ante ese ridículo nombre inventado.
-llámame como quieras, para el caso que te haré -afirmé con total indiferencia mientras de nuevo daba un tirón de mis cadenas.

Sus labios articulaban palabras varias, esas que siempre dicen, esas que te advierten de que has de trabajar duro, que mas vale que lo pagado se adapte a lo trabajado..en fin, que mas daba, mismo perro con distinto collar, mas le valdría sacar ya el látigo, al final eso era lo que hacían todos.
Yo nunca seria lo que ese hombre esperaba, si estaba acostumbrado al trabajo duro, mas no creo que a ese tipo le fuera útil un hombre diestro en las armas, un rastreador, mas bien parecía necesitar un capataz, uno que hiciera de mozo de cuadra, mis habilidades quedarían desperdiciadas con ese ser débil, que hablaba de que yo debería trabajar porque seguramente el no había movido un dedo en su miserable vida.

De nuevo un tirón de mis cadenas para que acelerara el paso, creo que le gustaba el echo de sentirse mi dueño, pues cada vez que tironeaba podía ver como en sus labios se dibujaba una divertida mueca, una de disfrute personal, esa que a todos los amos se les dibuja al humillar a sus esclavos.
Enredé la cadena a mi mano, esperando el siguiente tirón, juraba por los dioses que a la próxima ese hombre ira a dar de bruces al suelo.

Para mi sorpresa se detuvo, por un instante pensé que se había percatado de mi rebelde acto, mas cuando se acerco a las alforjas elevé mas el rostro, mi mirada se torno rabia mientras lo miraba sin ningún tipo de desconcierto, de sobras sabia lo que venia, el látigo, ese que el pesaba que quebraría mi animo, no sabia cuan equivocado estaba.
Mas mi sorpresa fue mayúscula cuando por ende saco una vela y una pequeña bolsa, creo que mi desconcierto ahora si era evidente, con curiosidad miré sorprendido sus actos, pronto comprendiendo lo que era ese hombre esmirriado.

Unas palabras incomprensibles para mi, mas que por lo contrario bien sabia que tenían significado, fui esclavo de un hechicero y aunque tan solo era un niño en ese entonces conocía la magia y sus efectos.
El polvo salio disparado de su mano impulsado por sus labios para golpear mi pecho incendiándolo en llamas.
Un ligero ardor fue la muestra de esa marca que ahora pendía de mi pecho enlazándolo al del amo.
Observé la marca que de rojo se iluminaba marcándome como ganado mientras escuchaba sus instrucciones, esas que me orillaban a permanecer a su lado.

Fruncí el ceño mirándolo de soslayo, al tiempo que se aproximaba para quitar de mi piel las cadenas.
Aspire su fragancia una que olía a polvo, tierra y camino, a especias, a magia. Sonreí de medio lado al sentirme libre de pies y mano, mas por ende completamente esclavizado.
-¿Provisional? Eso dicen todos -aseguré dejando que una sarcástica risa acompañara a mi gesto de desagrado -me has comprado y deseas que permanezca a tu lado, espero que sepas usarme del modo mas adecuado. Se que usas la magia, con lo cual intuyo que me quieres para hacer mas seguros tus pasos, desarmado dudo que pueda protegeros de eso que nos lleva siguiendo desde ya hace un buen rato.

Hundí mi mirada en la suya con una picara sonrisa, era cierto que no pensaba decirle que alguien nos seguía, desconocía si algún enemigo de el o por le contrario asaltantes desconocidos, claro estaba que no amigos pues de lo contrario no hubieran tratado de camuflarse tras cada uno de nuestros pasos.
-¿y bien?Tu decides si quieres o no que empiece con mi arduo trabajo de salvar tu culo remilgado.






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Mensaje por Mila O'Connor Mar Sep 06, 2016 3:59 am

Comenzaba a preguntarme si había hecho bien en comprar a ese hombre. Mi primer instinto me había indicado que sí, pero a medida que avanzábamos por el camino y que continuaba refutando todo lo que le decía, en mi frente comenzó a notarse una delgada línea. Contrariedad, eso es lo que me estaba causando y eso que en principio viajaba con buen ánimo pero honestamente el zarpazo de un licántropo era más dulce que las palabras que escapaban de su boca.

-Te llamaré como quiera puesto que no has sido capaz de decirme tu nombre y además, te calza como anillo al dedo.-

Faltaba más, que fuera a aceptar que impusiese su voluntad. Por otro lado, bien podía hablarle de los beneficios que podía esperar encontrar a mi servicio, que seguramente le harían sentirse conforme porque no imaginaba que su antiguo amo le hubiese tratado mejor. Podría haberlo hecho, si no fuera porque sus insolentes palabras resonaron en mis oídos.

Me detuve abruptamente y volteé para acercarme a él, deteniéndome a escasos centímetros. Cómo había sobrevivido a su amo con semejante lengua escapaba a mi entendimiento. Mi pecho subía y bajaba mientras mi mano ponderaba la necesidad de darle un golpe. -A la mejor resultaría más dulce el trato de quienes nos siguen que la forma en que no dejas de quejarte. ¿Te has puesto a pensar que quizás saliste ganando con el hecho de que te comprara?-

Miré a mi alrededor, nos encontrábamos en un área aislada habiendo dejado la ciudad atrás, y con facilidad podíamos ser presa de asaltantes. Lo interesante era que él lo hubiese notado antes que yo, aunque no era sorpresivo, los cambiantes tenían los sentidos muy agudos, aunque seguía sin saber que tipo de formas adquiría y algo me decía que si se lo preguntaba no me lo iba a decir a la primera.

Sonreí de medio lado al ver como efectivamente, diversas ramas eran sacudidas a cierta distancia y aquellos que buscaban camuflajearse eran bastante torpes para hacerlo. Poco a poco se iban acercando a nosotros. -Resultas no ser una compra tan fútil.- dije, dándole un par de palmaditas en la mejilla. -Al menos en cuanto a agudeza, ahora que no has hecho aún ningún mérito que me haga creer que eres bueno para la pelea. – Por supuesto se notaba a leguas que podía hacer lo que decía pero para ser honesta, prefería que se creyera que lo dudaba.

Y ahora empezaba lo bueno, porque efectivamente, estábamos rodeados. En frente de nosotros tres hombres surgieron de entre los árboles y al mirar hacia atrás, otros más aparecieron en el camino, cerrándonos esa vía.

-Vaya, que tenemos aquí. Mirad muchachos.- El cabecilla, un hombre calvo con cuchillo en mano comenzaba a caminar hacia nosotros. -Un espantapájaros imberbe y su mascota. Y por lo que sugieren las cadenas en el suelo seguramente le ha comprado en el mercado. Ha de tener los bolsillos llenos. Le haremos un favor si le desollamos rápido para sacarle las monedas y luego jugamos con su mascotita antes de venderla a un buen postor.-  

Tensé la mandíbula al oír aquello. -Claro que siempre puedes probarme que me equivoco.- dije, mirando al cambiante por encima de mi hombro ya que su espalda ahora se encontraba contra la mía. El círculo de asaltantes se cerraba a nuestro alrededor y cuando uno de ellos se acercó para agarrarme, las nubes sobre nosotros adquirieron un tono grisáceo y se cargaron de electricidad, dejando caer la lluvia fuertemente sobre todos los que estábamos en el camino. Mi puño se cerró y le dio la recepción al sujeto golpeando directamente su rostro con toda la fuerza que poseía, y es que, aaghh, estaba cansada de ser subestimada.
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Mensaje por Imre Vogler Mar Sep 06, 2016 6:53 am

No había tardado ni media hora en sacar de si al idiota endeble que ahora con la respiración ajetreada tenia frente a mi escupiendo palabras sobre lo dichoso que debía de sentirme por que el y no otro me hubiera comprado.
Sonreí de medio lado frente a el, mientras escuchaba los pasos de nuestros bienvenidos enemigos acercarse.
-Tic tac tic tac -susurré frente a su rostro sin apartar mis ojos de los ajenos que me miraban rabiosos por mi total calma.

Dos palmaditas en mi mejilla fueron el detonante de salida para que ahora fuera mi pecho el que frente a el subía y bajaba quizás aun no lo había descubierto, mas por eso le perdonaría en ese instante la vida pero odiaba que me tocaran, así que por esta vez solo se lo advertiría.
-No vuelvas a tocarme nunca -rugí siendo interrumpido ahora por sus nuevas y desafiantes palabras que ponían en duda mis artes para el combate.

Negué frente a el esmirriado con una sonrisa en mis labios al tiempo que quedábamos rodeados por seis hombres pertrechados con puñales y desafiantes frente como no al inútil de mi nuevo amo.
-¿que venís de la feria de los idiotas? -pregunté mirando a los seis entre risas. -mirar, tengo un día bastante malo, ¿que tal si volvéis sobre vuestros pasos y nos dejáis seguir nuestro camino?

Sonreí de medio lado al ver como el primero se acercaba a mi amo mientras yo admiraba la escena con una sonrisa divertida en los labios. La verdad pensaba dejar que se llevara algún puñetazo que otro, antes de acabar con todos ellos, mas para mi sorpresa, se defendió bien, asestando él el golpe primero.
Otro, viendo aquel tortazo, puñal en mano se abalanzo sobre mi amo, fue ahí cuando intercedí metiéndome en medio y con un ágil movimiento esquive los dos navajazos para tomar su brazo a media altura y retorcérselo hasta la espalda forzando a su cuerpo a hundirse contra el suelo.
Tomé la navaja de su mano con rapidez, para hundirla en la garganta de un tercero que corría en auxilio de su compañero y que ahogándose en su propia sangre callo inerte al suelo.

Sonreí salvaje con la mano ensangrentada aun puñal en mano tomando ahora a mi presa por el pelo para degollarlo sin miramientos.
Me giré en busca de los otros tres, esos que ahora parecían replantearse si debían o no seguir con su magnifico ataque.
Como había dicho, venían de la feria de los idiotas por no medir bien a su enemigo.
Pero como los idiotas no piensan, dos corrieron hacia mi, deje caer la navaja al suelo entre risas, risas que los detuvieron atemorizados, creo que pensando que estaba loco, mas la verdad, a esas alturas del día creo que no les faltaba un ápice de razón en sus teorías.

Frente a ellos hundí mis ojos de forma salvaje, alzando los brazos que pronto se llenaron de plumas, dejando que mi cuerpo se quebrara, podía oler ahora su miedo, miedo a aquel ser que ahora frente a ellos se alzaba, emplumado, con dos grandes garras, un águila real que tomo por el cuerpo a uno alzándose a volar.
Me eleve desgarrando el cuerpo de aquel miserable entre mis garras, jirones de su piel y un baño de sangre teñían el rojo suelo hasta alcanzar los tres malditos metros de sosiego, allí sentí que el aire me faltaba, mi corazón se incendiaba, tensé los músculos intentando planear en aquella caída en picado mientras me debatía entre la muerte que arrastraba a mi corazón a las llamas del infierno dejándome sin respiración y volviendo a convertirme en humano cuando mi cuerpo desnudo impactó contra el suelo.

Tosí con fuerza sintiendo de nuevo como el aire entraba en mis pulmones, como mi corazón llameante se apagaba. Pronto busqué con la mirada al maldito responsable de aquel hechizo que bien podría haberme costado la vida.
Los dos hombres que aun vivían salieron despavoridos, mientras yo me retorcía de dolor en el suelo con los ojos cargados de rabia y de dolor.
-Maldito hijo de puta


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Mensaje por Mila O'Connor Jue Sep 08, 2016 4:54 pm

Cuando estás en medio de una pelea no piensas, solo reaccionas o atacas, dependiendo de la situación. En este caso la adrenalina y el enojo corrían por mis venas por lo que no contenta con el puñetazo con el que había recibido al primer hombre, procedí a girar sobre mi misma impulsándome para darle una patada directa al estómago con lo cual logré que cayera y una vez en el suelo volví a cerrar el puño para golpear su rostro repetidamente.

Dúshlán no se quedó atrás, y sin pensarlo dos veces se lanzó sobre uno, lanzó un cuchillo a otro y procedió a degollar al que tenía enfrente. Sus carcajadas viajaron en el aire, sumadas a una expresión salvaje, y elevó sus brazos para permitirme ver algo maravilloso. Ambas extremidades superiores se cubrieron de plumas y fui testigo de su metamorfosis en un águila real. Una sonrisa de satisfacción se abrió paso en mis labios al corroborar que estaba frente a un majestuoso cambiante, majestuoso y letal puesto que ya alzaba a uno de los hombres que aún vivían entre sus garras.

Estaba tan absorta en lo que veía que olvidé el hechizo de enlace, pero el ardor que repentinamente se encendió en mi pecho me lo recordó, doblándome de rodillas ante la espantosa sensación de asfixia. Verán, la mayoría de los hechizos poderosos vienen con un precio, este puede variar en importancia, dependiendo del mismo. Un hechizo que encadena requería no solo de la energía vital del corazón del cambiante si no también del mío. De manera que si su corazón se incendiaba el mio también.

Por supuesto eso no se lo dije y he aquí las consecuencias de su vuelo. Estaba arrodillada sobre la tierra, segura de que moría de asfixiamiento, con el corazón envuelto en llamas, cuando repentinamente la sensación se desvaneció. Respiré profundamente varias veces, necesitada urgentemente de oxígeno y permanecí aturdida antes de ponerme de pie algo torpe.

Dos de los asaltantes pretendían salir corriendo por lo que dirigí mi mirada hacia una alimaña muerta que se encontraba sobre la tierra. -Et multiplicamini et devóralos.- ordené, y de detrás mío numerosas alimañas muertas comenzaron a moverse, corriendo sobre sus delgadas y cortas patas se agruparon velozmente sobre ambos hombres formando una montaña interminable de insectos que cubrió sus gritos de agonía al sentir devorada su carne desde afuera hacia adentro.

Respiré entonces nuevamente, y poco a poco fui recuperando mi ritmo normal. Las nubes en el cielo comenzaron a despejarse y observé al cambiante tendido en la tierra. Me acerqué a él y me detuve a unos pasos de distancia. -No me veas así, ya te había advertido lo que sucedería si te alejabas.- Ignoré el hecho de que me estuviera viendo como si estuviera a punto de degollarme.

Silbé para que mi montura se acercara. -Tranquilo, todo anda bien.- Susurré en su oído y acaricie su crin antes de desviar mi mano hacia la alforja, de adonde saqué un par de petacas y lancé una hacia Dúshlán. Abrí la mía y bebí ávidamente un trago de aguardiente.

Lancé miradas de reojo al cambiante, bastante consciente de que estaba desnudo. -Te daría un par de pantalones que llevo en las alforjas pero ambos sabemos que no te quedarían.- Mordí mi labio pensativamente. -Creo que deberías ir a los árboles.- los señalé. -Y podrías coger algunas hojas.- Solté la carcajada sin poder contenerme.

Ambos estábamos empapados pero yo había salido ganando. Al menos llevaba ropa encima. -Lo hiciste bien… eres más de lo que esperaba.- dije como único comentario sobre su destreza. Trabajaríamos bien en conjunto, una vez que dejara de rebelarse por todo claro. -¿Qué dices? ¿Intentarás tolerarme?- Hice una pequeña mueca con los labios esperando que se levantara y llevando mi mano al pecho. Joder, el hechizo de enlace dolía en serio.
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Mensaje por Imre Vogler Vie Sep 09, 2016 9:26 am

Los pobres ilusos tras las palabras del mago fueron devorados por pequeñas alimañas, que parecían haberse multiplicado y cobrado vida frente a mis ojos.
Desde luego ese hombre no se andaba con chiquitas,parecía estar mas loco que cuerdo, desde ese hechizo que casi nos cuesta la vida a ambos y que si pensaba dejarme volar tendría si o si que ampliar el alcance, o solo podría planear a su alrededor como un buitre.
Algo que no descartaba la verdad, para mi ese tipo era carroña, carroña que casi con su estupidez había acabado conmigo.

Mas ahí no termino su afán por llevarnos bien, como si de un perro me tratara, me lanzo una botella de algo y el tomo otra para beber.
Alcé una ceja.
-¿que lleva veneno? -pregunté cabreado. De sobra sabia cual seria su mordaz comentario, “si te quisiera muerto no te hubiera comprado”, so gilipollas si habías estado a punto de matarme con tu mierda de conjuro.
Como si adivinara mis pensamientos ¿tendría también una bola de cristal en el culo? Me advirtió que no lo mirara así, que a fin de cuenta el ya me había dicho lo peligroso que resultaba separarme de su culo.
-¿No seras gay no? -pregunte elevando una ceja -lo digo por tu afán de tenerme tan cerca. Ya te aviso que a mi me ponen las tías.

Su desfachatez no tenia fin, el muy imbécil se muerde el labio (era gay) apreciando, (por desgracia no era ciego) mi desnudez.
Dejé escapar el aire exasperado tras su mordaz comentario.
-No se si te has escapado de un circo de payasos o de un sanatorio mental de hombres con trastornos sexuales. En cualquier caso tienes razón ,en tus pantalones no me cabe ni la polla, como podrás ver.
Me puse en pie acercándome a uno de los cadáveres al tiempo que escuchaba su risita (esa que le hubiera metido por el mismo lugar donde seguramente escondía la bola) y sus comentarios sobre esconderme detrás de los arboles para tapar mis vergüenzas (a el si que le iba a meter unas cuantas hojas en la boca, a ver si la cerraba ya).

Saqué las botas del tipo, así como sus pantalones por los camales, por suerte no estaban demasiado manchados de sangre, así que me servirían.
Tape con ellos mi cuerpo desnudo, colocando después las botas que anude con un fuerte nudo.
-Una lastima, parece que te he tapado las vistas.

Espere las ordenes de mi amo, a ver ahora cual era el plan que me tenia preparado, no apostaba por nada bueno, pero con un loco nunca se sabe, quizás en el fondo hasta podría ser divertido.
-¿que pasa si te mato? -pregunté como quien no quiere la cosa con una sonrisa de medio lado -¿también arderá mi corazón en el infierno?

No pude evitar reír cuando sus ojos verdes se clavaron en los míos, ambos estábamos empapados, mas el muy necio no parecía tener intención de parar y buscar cobijo.
-Se avecina una tormenta, yo de ti, buscaría donde meter tu esmirriado culo, y como no, así dar cobijo al mio.


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Mensaje por Mila O'Connor Mar Sep 13, 2016 2:32 am

Apreté los labios a medida que lo escuchaba hablar. Bastante ilusa era si pensaba que el necio podría al menos, un segundo, percatarse de que lo que buscaba era una sociedad con él. Que ambos nos cuidáramos las espaldas, que se convirtiera en mis ojos al sobrevolar ciudades y murallas, darle un propósito a su esclavizada vida.

Incluso con el tiempo levantaría el hechizo, si se portaba bien. Pero claro, nada de eso le dije porque cada palabra suya resultaba más fastidiosa que la anterior. ¿Y si hacía otro hechizo? Uno en el que le atara la lengua para que dejara de hablar.

Rodé los ojos cuando me preguntó si era gay. Encima, se creía que lo estaba mirando con interés. Claro, me interesaba en él tanto como me interesaría acercarme a un cactus y abrazarlo. De hecho se me antojaban más las espinas clavándose en mi cuerpo y haciéndome sangrar que la posibilidad de ser tocada por ese hombre.

-Mi sexualidad no te incumbe en lo absoluto.- le espeté, malhumorada por el tema que salía a colación. No era uno del que me gustase hablar, me incomodaba bastante. Me incomodaba él. Quería patearle el trasero con mi bota y dejárselo bien marcado para que se callara. Tampoco me importaba su sexualidad, a la mejor era él quien era gay y por eso hablaba tanto de ello.

Nubes grises se fueron formando nuevamente en el cielo, agrupándose y anunciando tormenta. -Gracias a Lugh que te cubriste porque honestamente, desnudo dejas mucho que desear.- Ya, ni que me hubiera fijado en serio.

Lo siguiente que dijo hizo que clavara en él mis ojos. ¿Era una amenaza lo que oía? Después de verlo usando el cuchillo con los bandidos me imaginé que ese hombre era capaz de todo. La esclavitud lo había amargado, probablemente le había robado toda cordura y sería capaz de intentar algo en mi contra a la primera de cambio.

-Así es. Si de alguna manera yo muriese mi alma abandonaría mi cuerpo y al alejarse del plano terrenal pondría distancia entre los dos por lo que tu corazón ardería y te llevaría a ese infierno que mencionas.- Me subí a mi montura, mi intención había sido caminar junto a él pero ahora prefería mantener la distancia, dejar de oírlo, tener algo de paz al seguir el camino.

Mi caballo trotaba a paso moderado mientras el cambiante mantenía el paso a la par nuestra. La lluvia había comenzado a caer de nuevo, primero leve, luego más fuerte. Mi estado de ánimo continuaba oscuro y lúgubre. Tiré de las riendas cuando vislumbré un panorama conocido e hice que el corcel se desviase del sendero para adentrarse entre los árboles. A poca distancia había una cabaña que conocía muy bien porque me había refugiado en ella anteriormente. Pertenecía a un mercenario que me había pagado por mis servicios y que mantenía la propiedad allí, estratégicamente situada.

No tardamos en llegar a ella y bajé de mi montura. La llevé a un cobertizo y regresé para acercarme al porche. Miré hacia una de las tablas de madera del piso y levantándola encontré las llaves de la puerta que me apresuré a abrir. -¿Vas a entrar o prefieres quedarte afuera?- pregunté pues para ese entonces la lluvia ya arreciaba, estaba empapada hasta los huesos y el cambiante no hacía el menor movimiento para entrar. Parecía que prefería mojarse afuera. No me extrañaba y me daba igual para ser honesta.


Última edición por Mila O'Connor el Miér Sep 14, 2016 10:36 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Imre Vogler Mar Sep 13, 2016 6:55 am

Parece que finalmente el hombre remilgado se había ofendido con mis palabras pues tras narrarme como su muerte me haría arder en los infiernos monto sobre aquel corcel trazando ahora si la distancia entre esclavo y amo, esa que el creyó no haber marcado desde el principio, mas que sin duda lo había echo trazando en mi pecho aquel dibujo infernal que ataba mi sino al suyo de un modo completamente enrevesado.

Camine junto a el, mas o menos hasta que nos separamos del camino trazado para acabar frente a una cabaña, no parecía ser suya, pero si conocerla, supongo que en alguna ocasión sin duda ese señor allí había estado.
Desconocía a lo que jugaba, pero la verdad poco o nada me importaba, me bastaba con poder refugiarme de una lluvia que caía vigorosa sobre nuestros cuerpos así que tras dejar a cubierto a su montura y abrir la puerta de la choza instigandome a entrar, no me lo pensé dos veces y sin dirigirle ni la mirada y mucho menos la palabra me introduje en el interior de esa cabaña abandonada.

Su interior era humilde, aunque estaba ordenada, se notaba que el paso del tiempo había echo mella en ella, así como el polvo que se acumulaba, en mesa, encimera, sillas y demás objetos indicaba la falta de frecuencia con la que era utilizada.

Busqué con los ojos uno de los lechos, supuse que le seria indiferente cual ocupara, así que me quite la camisola posandola sobre la barra de hierro de uno de esos, el que estaba mas cerca de la chimenea.
Una robusta construcción de piedra blanca, con un par de leños secos en su interior.
Busque por la zona algo seco que me sirviera para prenderlos.
No tarde en encontrar una yesca y un pedernal, algo de papel y como combustible una botella de alcohol, ginebra parecía por el olor.
Me las apañaría para prender con eso un buen fuego que nos calentara, la verdad la estancia estaba fría, nuestras ropas mojadas y no tenia ninguna intención de coger una pulmonía.

Pasados unos minutos logre prender la llama que pronto se trasformo en una vigorosa hoguera.
Sonreí triunfal llevando la botella a mis labios para darle un buen trago.
Admito que calentó rápidamente mi interior, aunque sin duda necesitaría mucho mas para cambiar mi mal humor.
-voy fuera a por leños, tratare de no separarme mas de tres metros -apunté con cierto rintintin mientras buscaba su mirada.

Allí plantado, sin quitarse esa ropa mojada, me miraba como si nunca hubiera visto a un hombre prender un fuego.
Alcé una ceja antes de volver a llevar la botella a mis labios y depositar sobre el cristal de esta una picara sonrisa.
-Deberías quitarte la ropa, no me mal entiendas, pero me preocupa que una pulmonía se te lleve y con tu mierda de alma, arrastres la mía.

Sus ojos destilaban rabia, sin duda empezaba, si es que ya no lo había echo, a cansarse de mi.
-¿Un trago? -apunté antes de pasar por su lado depositando la botella sobre la mesa de madera de roble que había a su lado.

Un portazo fue mi despedida, esa que prometía un rápido regreso, a fin de cuentas, no podía alejarme demasiado de aquel hombre que había cortado mis alas, que me había convertido en su esclavo incluso mas de lo que muchos otros ya lo hicieron.

Volví con los troncos, estaba helado, asi que me acerque al fuego, depositando los troncos cerca para que se secaran.
Frote mis manos tratando de entrar en calor mientras dejaba que el llameante fuego hiciera le resto.


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Mensaje por Mila O'Connor Miér Sep 14, 2016 11:57 pm

La visión del interior de la cabaña me pareció divina. Ya estaba familiarizada con ella y con la lluvia torrencial no había otro mejor refugio en esa parte del camino. Era sencilla pero tenía lo básico y en cuanto entramos coloqué las alforjas sobre una mesa grande de madera que con solo dos sillas a un costado cumplía el oficio de comedor. Me senté un momento y seguí con la mirada al cambiante, pues no confiaba en él ni un ápice. Al parecer se le había ocurrido que podía ser útil porque sin que yo se lo indicara buscó lo necesario para encender el fuego de la chimenea.

Ignoré el hecho de que me estuviera hablando. Si no le respondía se callaría de una vez. Abrí las alforjas y de ellas saqué otra muda de ropa. Luego hice varios viajes entre cocina y baño para preparar el agua de la tina. Tomé con rapidez la ropa y me dirigí al baño adonde me encerré pasando el cerrojo del pomo de la puerta.

Estaba empapada y la tela que me cubría, antes ligera ahora se tornaba pesada. La dejé caer a un lado y me quité el gorro, removí la cinta con la cual recogía mi oscuro cabello y dejé que cayese cual cascada sobre mis hombros, sobre un cuerpo femenino suave y al mismo tiempo firme.

Giré, me sumergí en la tina, y mientras pasaba la esponja lentamente por mi piel comencé a pensar. Por alguna ridícula razón recordé las palabras de Dúshlán y de repente mi mente regresó al impulso que me llevó a comprarle.

A la mejor lo que debía haber comprado era un esclavo sexual. Uno de esos, que aunque no me constaba por no conocer a ninguno, decían que comprabas y que te complacían en todo. Uno al que pudiera ordenarle que se desnudara y que procediera a satisfacer a su ama. Una sonrisa maliciosa bailó en mis labios. Andaba sola por el camino, de un lado al otro, y no pensaba mucho en eso, lo cual no quería decir que de repente no me asaltaran ciertas necesidades aunque siempre las pasase por alto.

Suspiré. Ah no. Yo y mis impulsos. En su lugar había comprado al cambiante, quien pensaba que yo era una basura y me odiaba como amo. A la mejor debía de dejar de darle importancia a lo que decía y dejaría de buscar maneras de fastidiarme y de demostrarme lo orgulloso que era. ¿Creía que no me había dado cuenta ya? ¿O por qué creía que lo compré?

Pronto me invadió un agradable sopor, me sentía descansada y al cerrar los ojos comenzaba a invadirme más el sueño. Después de viajar tantos días el cansancio finalmente hacía mella en mi. Sin percatarme me quedé profundamente dormida. La ventana del baño se azotó por la fuerza del viento, abriéndose y golpeando la vela que había encendido previamente para iluminar el baño y que se encontraba sobre una mesita cerca del lavabo. La vela se volteó y la flama prendió fuego en la cortina, el cual se extendió con rapidez sobre la misma sin que yo me percatase de absolutamente nada.
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Mensaje por Imre Vogler Jue Sep 15, 2016 5:18 am

Un portazo fue la despedida de aquel hombre al cerrar la puerta del baño con una ropa de muda entre sus manos, no pude evitar echarme a reír mientras daba un buen tiendo a aquella botella dispuesto a entrar en calor.
Al menos durante un rato no tendría que escuchar a ese hombrecillo tratar de convertirse en mi fiel aliado. Cuanto antes asumiera que yo no iba a ser un esclavo condescendiente, uno de esos sumisos que se desviven por sus amos mucho mejor para ambos.
Obedecería, no me quedaba otra, la marca en mi pecho había unido nuestros sinos si es que el dinero no era ya bastante humillación cuando lo uso para comprar mi vida.

Cuando la estancia ya parecía bastante caldeada, y aun frente a la chimenea donde los únicos pantalones que poseía se estaban secando puestos todavía sobre mi piel, sentí un fuerte olor a humo, no tarde en percatarme de que parte de la estancia estaba ardiendo.
Me incorporé de un salto, aquel inútil había logrado prender la cabaña de algún modo u otro.
El fuego venia del baño donde el amo se haba metido, tosí ligeramente al ver como el humo negro salia de ese lugar, que ahora empezaba a tornarse rojo por las llamas.
-¡Joder! -gruñí consciente de que salvar la vida de ese idiota era salvar la propia.
Cogí la camisola y la moje en un barreño que había en la pila de la cocina. Tapé con ella mi rostro para evitar asfixiarme con el humo, antes de propinar una fuerte patada a la puerta que pronto cedió por el impacto abriéndose de par en par.
Apenas podía ver entre el oscuro humo, mas una figura se encontraba en la tina medio sumergida, era el sin duda.
Corrí hasta allí, maldiciendo su estampa, cuando entre la humareda, vi el cuerpo de una mujer, el, el no era el, era ella, mi desconcierto aumento por un instante, mas el fuego seguía creciendo, no había tiempo para preguntas, ademas, parecía haberse desmayado por la ingesta de humo.
La tome entre mis brazos, desnuda, corriendo hacia el exterior de la cabaña, que pronto quedaría reducida por un descuido a cenizas.

Me alejé lo suficiente, con su cuerpo inerte entre mis brazos, hasta que pude con rapidez depositarla con suavidad sobre la tierra con su cabeza en mi regazo. Golpeé con suavidad sus mejilla arrodillado frente a ella.
-Vamos despierta -susurré mirando sus ojos cerrados. No respiraba, había inhalado demasiado humo.
Mis ojos se desviaron a cada rincón de un cuerpo perfecto, cincelado sin duda por la misma magia de los bosques, dispuesto para enloquecer a cualquier hombre.
Deje escapar el aire ronco cuando acerque mis labios a los ajenos insuflando una porción de aire, para de seguido llevar mis manos palma sobre dorso sobre su pecho presionándolo varias veces con sendas manos.
-Vamos -dije contra su boca, antes de volver a tomarla, repitiendo aquella operación.

Una bocanada de aire de la dama, logro relajar mis músculos, que tensos como las cuerdas de un arpa temían por su vida, vida que se escapaba de mis manos a cada segundo.
-Ya esta - susurré cuando esta en un acto reflejo rodeo mi cuello atemorizada.
-tranquila, estas a salvo -musité con mi cabeza hundida entre su cabello.
Olía a jabón, a humo, a esencias, y a incienso, era agradable sentir su calor, demasiado, pues pronto, pasado el peligro, fui consciente de que sus pechos desnudos rozaban mi torso, logrando animar en demasía mi hombría que contra su cintura se alzaba presionando su piel desnuda.
Sus ojso me buscaron percatándose de esto, mientras mi mirada se apartaba nuevamente hacia la cabaña.

-Escucha, quiero que te quedes aquí, voy a volver ahí dentro a por tus cosas, si eres una hechicera, dentro de esas alforjas llevaras una vida entera.
Nuestros ojos se encontraron por un instante cuando volví a centrar mi mirada en ella.
No tarde en ponerme en pie y correr con rapidez, hacia el interior de esa casa en llamas.



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Mensaje por Mila O'Connor Jue Sep 22, 2016 1:04 am

Supongo que lo sentí. Ese instante en el cual dejé de soñar y repentinamente ya no pude respirar. Es difícil de explicar, estaba rodeada de mis antiguos camaradas, los cambiantes, riendo y charlando con ellos junto a una fogata que repentinamente se volvió demasiado abrasadora, despidiendo un letal humo negro que me envolvía y quemaba mis pulmones haciéndolos arder.

En ese momento el mundo de los sueños se derrumbó bajo mis pies y me vi en un pozo negro adonde no llegaba el suficiente aire. Me moría de forma lenta y desesperada y no podía hacer nada para evitarlo, aunque había algo... alguien que insuflaba aire a mis pulmones intermitentemente logrando impulsarme de vuelta a la vida, hasta lograr que de un solo tirón abriese mis ojos e inspirase profunda y ansiosamente, mientras mis brazos instintivamente rodearon su cuello aferrándose a él.

Aún estaba aturdida por lo que en un principio ni siquiera me percaté de que se trataba del cambiante, solo lo abracé, percibiendo los latidos de su corazón debajo de mi mejilla, su cálido aliento cerca de mi cuello y su fuerte cuerpo pegado al mío...Y olía tan bien, se sentía tan bien todo él, al igual que su cercanía, por lo que por un momento tan solo quise permanecer así. Aunque fue la presión de su hombría contra mi cintura la que provocó que sorprendida alzase la mirada para encontrar su rostro y comprender que era Dúshlán, y sentir como el calor acudía a mis mejillas sin que tuviera nada que ver con el incendio de la cabaña.

Algo dijo acerca de recuperar mis alforjas y antes de que respondiese ya se había lanzado en dirección a la cabaña. Me levanté con rapidez corriendo hacia la entrada, observándolo desaparecer en el interior. De nada servía que lo llamara, y de la cabaña no veía provenir más que flamas por lo que cerré los ojos y me concentré en el cielo y en el viento.

El primero tornóse más oscuro, llenándose de electricidad, las nubes se abrieron mucho más logrando que la lluvia se tornase tormenta y el viento se alzase con mayor fuerza sobre la cabaña, luchando de esa forma con las flamas que no querían ser apaciguadas. Abrí los ojos, observé el interior y aún transcurrieron varios minutos más antes de que el cambiante reapareciera en la entrada, con mis alforjas en sus manos y yo respirase aliviada.

La tormenta menguó, corrí a alcanzarlo, y tiré de él para alejarnos del incendio hasta dejarnos caer sobre el suelo. Me aseguré de que respiraba y probablemente lo toqué para cerciorarme de que estuviera intacto. Cuando percibí que estaba bien le lancé una mirada severa antes de tomar mis alforjas. -¡Qué cabezota eres! ¡Pusiste tu vida en riesgo! Mira que arriesgarte por mis cosas... arriesgarnos más bien.- Mis alforjas estaban intactas y él tenía razón, llevaba posesiones invaluables en ellas.

Suspiré y apreté los labios. No comprendía como se había incendiado la cabaña y ahora quedaría reducida a cenizas. Adiós a la cama mullida y confortable, hola a la intemperie y al mal genio de Dúshlán. Mis ojos se desviaron hacia él notando que me estaba mirando fijamente, ante lo cual alcé una ceja y luego recordé que no llevaba ropa encima lo cual provocó que otra vez aquel estúpido calor acudiese a mis mejillas. -¿Qué? ¿Nunca viste una mujer desnuda?-

Me levanté, giré con dignidad y dirigí mi mirada hacia el cobertizo. Afortunadamente esa estructura aún estaba intacta ya que estaba algo alejada de la cabaña, así que dirigí mis pasos hacia allá, dispuesta a tranquilizar a mi caballo que seguramente estaría asustado.


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Mensaje por Imre Vogler Jue Sep 22, 2016 4:44 am

El fuego se extendía demasiado rápido, tosí cuando el humo arreciaba mis pulmones y nublaba mi vista sin darme mayor fragua que tratar de vislumbrar entre tanta oscuridad las alforjas de mi dueña y señora.

Los ojos me picaban, empezaban ligeramente a llorarme cuando a tientas di con la gran mesa de madera maciza y siguiendo su borde alcance sendas alforjas cargada de una vida de útiles para ella.
Sin dilación las tome, emprendiendo el camino de mi retirada, una que el candor de las llamas dificultaba mientras yo trataba con el brazo de tapar mi rostro, respirando así el menos aire posible.

Una brisa golpeo la puerta, logrando apartar las llamas ligeramente y por ende el negror de aquel humo devastador que empezaba a adueñarse de mi cordura logrando casi hacerme caer inerte en un profundo sueño. Corrí hacia esa abertura que mi ama me había ofrecido, mi salida, mi salvación y por ella salí ileso con el trofeo entre mis manos.

Su mano aferró la mía, mientras agotado, tosía reponiendo fuerzas, para un poco mas lejos soltarme dejándonos a ambos caer sobre la hierba.
Nerviosa me miro de arriba a bajo, como si buscara herida alguna, quemadura, o rasguño que quitaran valor a su compra del día.
¿Acaso no se daba cuenta de que iba desnuda?
Mis ojos se paseaban por cada resquicio de su piel, con los labios entreabiertos, puede que en parte fruto de la necesidad de apoderarme del oxigeno que mis pulmones demandaban tras la ingesta de humo, pero también por el deseo que aquellas curvas, aquello pechos que se balanceaban turgentes con cada movimiento me producían.

Fue entonces, cuando mi cuerpo estaba dispuesto a orillarse hacia el suyo, cuando mis ganas superaban mi razón, cuando mi deseo me empujo ligeramente hacia ella.
Ahí fue cuando sus labios se entreabrieron para con mordaces palabras lograr colocarme de nuevo en mi sitio, en esa realidad en la que yo eras su esclavo y ella mi dueña.
Sonreí de medio lado escuchando como me reñía como a un niño de teta, como protestaba por lo que posiblemente y en un acto impulsivo pero heroico, había salvado recuerdos y enseres que había acumulado a lo largo de toda una vida.
Mi orgullo salio a flote, y mis escudos se impusieron frente a nosotros dispuestos de nuevo a emprender digna batalla.
-Con un gracias hubiera bastado. -musité con indiferencia frente a ella.

Supongo que mis ojos aun traicionaban al resto de mi cuerpo, pues pronto advirtió mi modo de mirarla recordándome lo inútil que era que alguien de mi estatus mirara así a una dama del suyo.
-¿acaso importa lo que haya visto? -pregunté con ironía -creía que me querías para protegerte a ti y a tus enseres. Si querías un esclavo para darte placer...conmigo te has equivocado.

Mentí como un bellaco, pues era obvio que la deseaba, que mis ojos delataban con creces lo que mis palabras orgullosas negaban.
Ahí quedo la charla, pues ambos nos encaminamos hacia un cobertizo, uno que gracias a los dioses y no a mi ama, había quedado intacto del fuego que arreciaba la casa con sus llamas.
-Trata de no quemar esto, al menos hasta mañana -apunté con una risa divertida dibujada en mis labios mientras mis ojos sobrevolaban aquel precioso trasero que me desconcentraba a cada paso.



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Mensaje por Mila O'Connor Sáb Sep 24, 2016 4:07 am

Continué caminando e intenté hacer caso omiso a la palabrería del cambiante aunque observé nuevamente mis alforjas. Era cierto que nada hubiera reemplazado todo lo que contenían y también era cierto que él se había arriesgado demasiado. Pasado mi enojo inicial este dio paso a mi desconcierto. ¿Por qué se había arriesgado por mis cosas si al fin y al cabo ante sus ojos no era más que un ser despreciable como me había estado repitiendo todo el día?

Lo miré de reojo, desconcertada y rápidamente devolví la mirada al frente. -Gracias.-

Apenas había dado un par de pasos más cuando ya sus palabras me irritaban otra vez. Aceleré el paso para dejarlo atrás cuando sugirió que lo había comprado para que me proporcionara placer. ¿Placer? Estaba delirando por la ingesta de humo seguramente. Y lo peor de todo, era como si de alguna forma los pensamientos que había tenido en la tina le hubieran alcanzado y como si se hubiera creído que me refería a él.

Entré en el cobertizo y me dirigí rápidamente hacia mi montura. Estaba nervioso por lo que tuve que acercarme y tranquilizarlo. Susurré algunas palabras en su oído y acaricié su suave crin de color avellana. -Anda chico, tranquilo...- Lo observé con una sonrisa y continué murmurándole palabras dulces hasta que finalmente comenzó a dejar la tensión a un lado. -Así chico, así...- Le di un par de palmaditas cariñosas y giré para examinar el lugar.

Aparte del área exclusiva para los animales habían apiñado heno a un lado del lugar. Supuse que descansar sobre el sería al menos mejor que dormir afuera bajo una lluvia que volvía a repiquetear contra las paredes de madera y que al parecer seguiría de largo durante horas.

Suspiré y abrí una de las alforjas. Estaba demasiado consciente del hecho de que estaba aún desnuda frente a Dúshlán y de que su mirada se posaba sobre mi con cierta frecuencia.

Para colmo de males mis dos juegos de ropa se habían quemado en la cabaña y lo único con lo que contaba ahora era un abrigo. No era ni siquiera demasiado largo, apenas alcanzaría a cubrirme hasta dos tercios de mis muslos y la única manera de cerrarlo era la cinta de la cintura lo cual no hacía demasiado para cubrir la abertura en V que aún resaltaría el contorno de mis pechos pero... era mejor que seguir desnuda así que me lo puse encima con rapidez.

-Puedes descansar donde quieras.- le dije, y acto seguido me eché sobre el heno. Solo esperaba que fuera al otro lado del cobertizo, bien, bien lejos. Verlo moverse por allí me irritaba demasiado, pero al mismo tiempo no podía evitar recordar el calor de su cuerpo, lo bien que olía, lo agradable que se sentía tocarlo y además, pensase en ello o no me seguía pareciendo el hombre más atractivo que hubiera visto en mi vida. El más atractivo y el más insoportable. El más patán, el más ofensivo, el más bruto y el más palurdo.

-¿Y de todas maneras sabrías como dar placer a una mujer?- exploté en medio de mis pensamientos, observándolo aún de pie a cierta distancia. Mojado, con el negro pelo húmedo contrastando con sus ojos azules y su torso descubierto me parecía que si, que seguramente encontraría la manera de hacer temblar a cualquier fémina que se atreviera a explorar la respuesta.

Desvié la mirada y observé la pared. No debía haberle lanzado esa pregunta. ¿Para qué? Seguramente me respondería con una retahíla de sarcasmos o de insultos, o me ignoraría de nuevo, así que me crucé de brazos deseando ignorarlo y al menos olvidarme de que estaba allí hasta el día siguiente.
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Mensaje por Imre Vogler Dom Sep 25, 2016 2:57 am

Seguí a aquella dama desnuda hasta el interior del cobertizo y agradecí que mis pantalones cubrieran la evidencia física de como el movimientos de su cabello castaño acariciando su espalda a cada paso y aquellas nalgas bien contorneadas que se movían sin tregua frente a mis ojos, elevaban y endurecían en demasía mis atributos masculinos.

Mi respiración ajetreada era la única evidencia del deseo que sentía, mas por ende bien podría ser atribuido al sobre esfuerzo del reciente rescate de sus posesiones por las que finalmente oí para mi placer personal un simple gracias.

Sus manos acariciaron al corcel que nervioso se movía frente a ella. Mis ojos bailaban frente a esa imagen que era lo mas excitante presenciado en mi vida.
Un jadeo escapo de mis labios añorando en ese momento no convertirme en águila, ni en cuervo, ni en nada que tuviera plumas, ansiaba ser el corcel que sus manos acariciaban.

Mas mis ojos se desviaron orgullosos cuando los suyos los buscaron, creo que consciente de como la miraba, era evidente que me gustaba. Solo a un ciego no le hubiera excitado esa mujer de perfectas curvas, esa diosa de la naturaleza cincelada por la magia para volver loco a cualquier humano.

Cubrió su cuerpo con un abrigo, uno que aunque dejaba parte de su anatomía a la vista, cubría lo esencial para que por fin pudiera relajar el falo, que ya empezaba a dolerme del tiempo que permanecía desenfundado contra mi pantalón rozando en el el capullo.

Desvié mis ojos hacia los distintos lugares de aquel cobertizo que para que mentir, eran pocos e incómodos.
Ella ávida y rápida se había dejado caer sobre un lecho de paja, mientras sus ojos seguían atónita mis movimientos deseando que por fin me conformara con un trozo de suelo.

Fruncí el ceño tratando de formar algo parecido a un lecho con el poco heno que quedaba, cuando a mis espaldas escuche algo que me hizo jadear de inmediato, mis labios se entreabrieron cargados de deseo mientras mis músculos clamaban por tomar a la dueña de esas palabras.
Agradecí estar de espaldas, pues mi gesto me hubiera delatado en demasía.
Me giré para enfrentar su mirada consciente de que esa pregunta solo había sido formulada para desafiarme.

Mas sus ojos no estaban, contemplaba con indiferencia su pared, pese a que su pecho subía y bajaba entre ese abrigo de escote en uve que poco o nada dejaba a mi calenturienta imaginación.
-¿quieres comprobarlo? -pregunté desafiante mientras mis pasos se orillaban en busca de esa mujer que parecía desear llevarme al limite en esa misma noche -¿quieres probar lo que has comprado?

Sabia que me pararía, porque no podía ser de otro modo, porque yo era un esclavo, porque ella era mi dueña y porque eso era lo que ella quería, encenderme para luego apagarme, demostrarme que ella era la líder absoluta.
Pero a una parte de mi eso le daba igual, solo deseaba poder volver a rozarla y aunque mis propios pensamientos me enfadaban la razón no gano la batalla, así que me deje caer a su lado.
-Aquí es el único lugar cómodo del cobertizo -aseguré restando importancia a mis ganas -¿quieres que te de placer? -pregunte deslizando mi dedo lentamente por su pierna, ascendiendo desde su rodilla desnuda hacia la cara interna de su muslo.
-Tus deseos son ordenes para mi -aseguré con la respiración ronca mientras arrastraba contra su oído las palabras no exentas de cierto rintintin.



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Mensaje por Mila O'Connor Vie Sep 30, 2016 2:21 am

Me mantenia en mis trece observando la pared con la expresión bastante enfurruñada. Me negaba a ver al cambiante, solo esperaba que pronto se decidiera de una vez por algún rincón porque de indeciso tenía demasiado, ya llevaba demasiados minutos moviéndose a mi alrededor, como si hubiesen buenos trozos de suelo por doquier y no supiera cual era el mejor.

Giró abruptamente al oírme y me respondió con un desafío que me dejó completamente paralizada. Qué si lo quería comprobar o que si lo quería probar a él. Por un segundo no atiné a dilucidar si me lanzaba las palabras para hacerse el fastidioso otra vez o si era su manera de doblegarse a mis deseos. La segunda opción hizo que mis dedos acariciaran el heno debajo de ellos y que lo aferraran con dedos trémulos para intentar calmar la oleada de calor que me recorrió de arriba abajo al repetirse esas palabras en mi mente. Que si le probaba a él.

Por Lugh y el resto de los dioses, si apenas hace unas horas prefería abrazar un cactus. Ahora ya no estaba del todo segura de si me atraían sus espinas o de si la inhalada de humo me había afectado el coherente raciocinio. Todo lo que quería de este hombre era una sociedad, por eso lo compré, por lo útil que podía llegar a ser viajar con un cambiante.

De todas formas aún no le respondía cuando con un par de rápidas y firmes zancadas se acercó y sin esperarse a que le diera permiso se dejó caer a un lado mío, demasiado cerca para mi gusto, demasiado impertinente. -Estoy segura de que te la puedes apañar en cualquier lugar del cobertizo.- respondí, pero ahogué el resto de mis palabras cuando de súbito su mano alcanzó mi rodilla.

Tragué saliva al observar el recorrido que este seguía y sentir sobre mi piel el ardor que un simple dedo suyo me provocó al moverse despacio sobre mi muslo. Era algo completamente diferente a cualquier cosa que hubiera sentido antes, algo nuevo, desconocido, tremendamente excitante, algo espontáneo que con un simple contacto logró erizar mi piel y anhelar que su dedo no se detuviera.

-¿De repente me quieres complacer?- pregunté, lanzando una mirada de reojo hacia él. El cambiante era demasiado incomprensible para mi. Un momento me odiaba, al siguiente se proclamaba complaciente. Le recorrí con la mirada y detuve mis verdes ojos sobre su cuerpo para contemplarlo con detenimiento por primera vez. De cerca podía apreciar que era ancho de hombros, que su pecho parecía esculpido en piedra, que su estómago poseía músculos firmes y bien delineados, y que sus brazos eran fibrosos y fuertes. La visión de su cuerpo me incitó irracionalmente a querer dibujar sus contornos con mis dedos, a recorrer despacio su piel, a comprender que se sentía tocarlo.

Una parte de mi se rebelaba ante lo que estaba pensando, porque Dúshlán no solo era mi esclavo, también era todo lo opuesto a lo que imaginé que me atraía de un hombre y sin embargo, su dedo aún sobre mi pierna me llenaba de sensaciones y me hacía desear que se continuara moviendo, que me enseñara cual era el placer que podía darme.

-Me deseas o es mi imaginación que tu respiración se encuentra ajetreada.- Acababa de percatarme de ello y el descubrimiento me pareció fascinante.

Giré y me apoyé sobre mis manos quedando a escasa distancia de su rostro. -Supongamos que te permito darme placer Dúshlán, ¿Exactamente por donde empezarías?- Sonreí despacio al mirarlo, confundiéndose mi aliento con el suyo, provocando que el tibio vaho de mis labios entreabriera los ajenos. -¿Significa que serás más dócil, que harás lo que te pida mañana sin quejarte y me seguirás adonde quiera que vayamos sin rechistar? ¿Qué estás dispuesto a hacer con tal de poseerme?-

Mantuve mi mirada sobre sus ojos, pretendiendo una calma que distaba de sentir, no solo porque contra mi mejor lógica él me hacía temblar, si no también porque aunque fingiera parsimonia no tenía experiencia en asuntos de la carne... Nunca había yacido con hombre alguno, ni a ninguno le permití jamás que se colara entre mis piernas.
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Mensaje por Imre Vogler Dom Oct 02, 2016 3:31 am

Nuestros ojos se encontraron mientras mi dedo lejos de permanecer en un segundo plano siguió ascendiendo por su ardiente piel, esa que como el mismo ron producía un abrasivo quemazón.
Mi respiración ronca golpeo su rostro cuando me preguntó como si nada pasara si ahora ese era mi afán, complacerla.
-¿Acaso no me compró para hacerlo? -pregunté con cierta sorna en mi voz, o al menos tratando de disimular, aquello de lo que esa mujer lista como un zorro, ya se había percatado ,que mi respiración estaba ajetreada como nunca antes la había visto, mas que al salir del intenso fuego, mas que al pelear contra los forajidos en el bosque, incluso mas que al casi hallar la muerte con mi corazón entre sus manos.
Su cuerpo, la cercanía de su piel, aquellos pechos que asomaban de un escote en uve que a cualquier hombre le hubiera echo perder el sentido era lo que me excitaba., lo que endurecía mi entrepierna de un modo tal que se desenfunda logrando que mi glande rozara contra los pantalones pidiendo guerra, pidiendo colarse entre sus piernas.

Se giró altiva, dispuesta a enfrentar mi mirada, a retarme de nuevo con su aliento que ahora forzaba a mis labios a entreabrirse dejando así que el vaho de ambos se mezclara frente a nuestros semblantes. Nuestros orbes bailaban por nuestro rostro muriendo en nuestras bocas que parecían anhelarse aun sin haber sido presentadas.

Sonreí de medio lado acogiendo contra mi boca las siguientes palabras, esas que me preguntaban como le daría placer, como lograría que su piel explotara, y que mi nombre inundara aquella estancia gemido por sus labios.
-Quizás ya estas sintiendo placer -susurré dejando que mi dedo acariciara la parte interna de sus muslos -o quizás no -añadí frente a su inexpresivo gesto, ese que frio como una roca no delataba emoción alguna.
Mis ojos se centraron en los de la dama cuando mi mano colisiono contra su sexo, sin pausa, de un golpe seco, apropiándome de el para hacerlo mio, acariciarlo con la palma, abriendome paso ahora entre sus dos turgentes montañas que se engrosaban contra el contacto de mis dedos al sentir como acariciaba su interior, como húmedos por la sustancia delatora de su excitación buscaban aquel botón que la haría gemir de placer, que me coronaria como justo ganador.

-Nunca seré un siervo dócil -dije con la voz ronca -eso has de ganártelo tu y no yo, pero...-hice una pausa para observar como su cuerpo se arqueaba ligeramente -pero...-mi respiración cada vez sonaba mas ronca y mi cuerpo inevitablemente se orillaba contra el suyo completamente fuera de control -deja que hoy te de placer, acaso no es mi obligación -jadeé contra su boca.

Creo que yo lo necesitaba mas que ella, claro que no iba a reconocer que estaba tan sumamente excitado que ahora mismo la idea de penetrarla, de colisionar contra su boca para reclamarla para mi, de acariciar su piel dejando que me abrasara por dentro y por fuera a la vez, era lo único que ansiaba para calmar mi sed.
-Deja que te folle, mañana ya veremos quien toma a quien, pero por esta noche, solo déjame darte placer -gruñí antes de colisionar contra su boca arrastrando mis dedos hasta la entrada de su vagina para hundirlos al ritmo que mi lengua entraba de forma brusca en su boca.


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Mensaje por Mila O'Connor Vie Oct 14, 2016 3:06 pm

La entretenida partida que acababa de iniciar con el cambiante estaba tomando un giro bastante inesperado. Por un lado, me mantuve exactamente adonde estaba, a poca distancia de él, observando sus ojos azules que curiosamente habían adquirido un tono oscuro más intenso y que indomables se mantenían fijos en los míos. Puede que no me hubiera acostado con hombre alguno, pero había viajado y conocido demasiado por lo que inocente no era. Notaba perfectamente los pequeños detalles en él, que me demostraban que estaba tan ajetreado como yo, su mirada que danzaba con la mía, desafiándome al igual que lo había hecho durante el día. Aunque tengo que admitir que su siguiente movida me tomó por sorpresa.

Su mano colisionando repentinamente contra mi sexo sin aviso previo alguno, despertó todas mis raíces nerviosas, acalorando mi vientre y provocando que sintiera una contracción de puro placer entre mis piernas que amenazó con hacerme caer sobre el heno. Afortunadamente me encontraba arrodillada por lo que pude mantenerme en la misma posición, pretendiendo que nada pasaba cuando en realidad era todo lo contrario. -El punto es que seas dócil precisamente...- susurré cerca de su boca. Podía sentir la electricidad invisible entre nosotros, chispas que surcaban el aire entre nuestro espacio urgiéndonos a fundirnos en uno, y sus dedos nada pudorosos que seguían acariciando mi intimidad provocándome demasiadas sensaciones a las que no estaba acostumbrada. El que la mente me diera vueltas al estar en esa posición con él no me ayudaba en nada a esclarecer exactamente qué era lo que sentía. ¿Me fastidiaba? ¿Me gustaba?

Y para colmo de males creo que en ese momento él llevaba la ventaja, porque ni siquiera me importaba como se portara al día siguiente. Todo pensamiento coherente se desvaneció de mi cabeza en el segundo en el que sus dedos entraron en mi intimidad a la vez que sus labios se apoderaban de los míos. Mi mente dio vueltas al sentir como su lengua invasora se apoderaba de cada espacio de mi boca de forma ruda y salvaje. Gemí ante aquella doble invasión que encendió cada uno de mis sentidos como nunca lo habían hecho antes. Llevé mis manos hasta su oscuro pelo, hundiendo mis dedos en el y tirándole hacia mi. Respondí a su beso con el mismo ardor, permitiendo que fuese mi instinto el que me guiara en esa húmeda batalla, sintiendo sacudidas de placer con cada toque de su lengua, sumado a las penetraciones de sus dedos que ahora se movían en mi interior. Me arqueé hacia atrás, deseando que siguiera, percatándome de que no solo me gustaba lo que me estaba haciendo, si no que abrasaba cada parte de mi cuerpo también. Tiré de su cabeza hacia atrás, separando nuestras bocas en un instante en el que busqué sus ojos para sumergirme en ellos. -Tómame entonces Dúshlán. Hazlo de una vez pero intenta no ser un bruto.-

Mi respiración ronca hacía subir y bajar mi pecho, mi cuerpo respondiendo frente al roce del suyo, que ahora tan cerca, erizaba cada poro de mi piel, su calor traspasando la tela del abrigo que apenas nos separaba. Mucho me temía que ese hombre iba a incendiarme sin consideraciones. Era demasiado orgullosa para confesarle que nunca había yacido con un hombre, para pedirle que me enseñara, que me guiara con cómo responderle. Ni siquiera me preguntaba por qué quería que se introdujera entre mis piernas cuando tenía razones de peso para no permitírselo a nadie, mi único pensamiento era que necesitaba que lo hiciera.

Esa idea fue la que me orilló a soltar las cintas de mi abrigo, a volver a pegarme a él, a buscar su piel con las yemas de mis dedos, sintiendo como estas se quemaban al tocar por primera vez su magnífico torso, recorriendo aquellos músculos de piedra que asemejaban a un trueno, mientras mis labios sedientos se fundían con los suyos para beber de ellos ansiosamente otra vez.
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