AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Viviendo en el pasado [Privado]
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Viviendo en el pasado [Privado]
Sólo hacía una semana que había llegado a París, y tres días que estaba aprendiendo sobre la profesión más antigua del mundo, la prostitución. Sólo que en ésta época, a las prostitutas, se las llamaba Cortesanas. Sonaba incluso más elegante.
Pero yo, una joven, casi una niña, de 16 años, no debería estar ejerciendo como Cortesana para conseguir beneficios para un hombre el cual ni conocía. Debería estar disfrutando de mi familia y de una educación. Pero de lo único que tenía ganas era de morirme… no quería esto para mí. Aunque todas las chicas con las que había estado estos tres días me decía que al principio todo costaba, pero que poco a poco se iba convirtiendo en algo esencial en la vida. Y que no debía mirarlo como algo sexual, sino como algo caritativo, pues ellas daban a los hombres, lo que estos necesitaba, cuando lo necesitaban y dónde lo precisaban.
En el burdel no quedaban habitaciones libres, por lo que mi ‘’tutor’’ (por llamarlo de algún modo) alquiló durante todo el fin de semana una de las habitaciones del hotel de París. Allí debería de esperar hasta que algún hombre desease pasar un rato conmigo. Y siendo nueva en esto, pocos hombres desearían pagar por una niña que posiblemente les dejase insatisfechos.
Llegué al hotel y aquel hombre me dejó dentro de la habitación con las indicaciones de todo lo que debía hacer. Me explicó que él entregaría la llave al cliente y que éste vendría directamente a la habitación. Yo debía encargarme de darle al cliente lo que me pidiese.
Sentía repulsión por aquello, el imaginarme las manos de un hombre sobre mi cuerpo, no hacía más que avivar en mi recuerdo cuando el amigo de mi padre trató de abusar de mí.
Encerrada en la habitación me miré frente al espejo desnudándome y poniéndome el conjunto de lencería que me había comprado para mi debut, junto con una fina bata de seda de color crema, al igual que el conjunto. Aquellos colores hacían que pareciese aún más virginal e inmaculada de lo que ya era de por sí.
Terminé de vestirme y me giré dándole la espalda al espejo caminando hacia la ventana mientras untaba mi piel con una suave loción con un ligero aroma exótico, similar al coco, pero algo más suave y agradable. Aquella loción hizo que mi piel resplandeciese y adquiriese unos matices brillantes y saludables, resaltando mi tono de piel bronceado.
Cuando terminé de arreglarme deslicé mis manos por la larga y ondulada cabellera rubia echando todo el pelo hacia un lado entrelazando los mechones hasta hacer una trenza bastante holgada que caía sobre uno de mis hombros, dejando mi nuca al descubierto y parte de mi cuello.
Me quedé mirando por la ventana a la espera de que alguien apareciese, aunque en mi interior deseaba que nadie solicitase mis servicios.
Pero yo, una joven, casi una niña, de 16 años, no debería estar ejerciendo como Cortesana para conseguir beneficios para un hombre el cual ni conocía. Debería estar disfrutando de mi familia y de una educación. Pero de lo único que tenía ganas era de morirme… no quería esto para mí. Aunque todas las chicas con las que había estado estos tres días me decía que al principio todo costaba, pero que poco a poco se iba convirtiendo en algo esencial en la vida. Y que no debía mirarlo como algo sexual, sino como algo caritativo, pues ellas daban a los hombres, lo que estos necesitaba, cuando lo necesitaban y dónde lo precisaban.
En el burdel no quedaban habitaciones libres, por lo que mi ‘’tutor’’ (por llamarlo de algún modo) alquiló durante todo el fin de semana una de las habitaciones del hotel de París. Allí debería de esperar hasta que algún hombre desease pasar un rato conmigo. Y siendo nueva en esto, pocos hombres desearían pagar por una niña que posiblemente les dejase insatisfechos.
Llegué al hotel y aquel hombre me dejó dentro de la habitación con las indicaciones de todo lo que debía hacer. Me explicó que él entregaría la llave al cliente y que éste vendría directamente a la habitación. Yo debía encargarme de darle al cliente lo que me pidiese.
Sentía repulsión por aquello, el imaginarme las manos de un hombre sobre mi cuerpo, no hacía más que avivar en mi recuerdo cuando el amigo de mi padre trató de abusar de mí.
Encerrada en la habitación me miré frente al espejo desnudándome y poniéndome el conjunto de lencería que me había comprado para mi debut, junto con una fina bata de seda de color crema, al igual que el conjunto. Aquellos colores hacían que pareciese aún más virginal e inmaculada de lo que ya era de por sí.
Terminé de vestirme y me giré dándole la espalda al espejo caminando hacia la ventana mientras untaba mi piel con una suave loción con un ligero aroma exótico, similar al coco, pero algo más suave y agradable. Aquella loción hizo que mi piel resplandeciese y adquiriese unos matices brillantes y saludables, resaltando mi tono de piel bronceado.
Cuando terminé de arreglarme deslicé mis manos por la larga y ondulada cabellera rubia echando todo el pelo hacia un lado entrelazando los mechones hasta hacer una trenza bastante holgada que caía sobre uno de mis hombros, dejando mi nuca al descubierto y parte de mi cuello.
Me quedé mirando por la ventana a la espera de que alguien apareciese, aunque en mi interior deseaba que nadie solicitase mis servicios.
Lisabetha Purcell- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 29/01/2011
Re: Viviendo en el pasado [Privado]
La puerta de aquella habitación se abrió sin ni si quiera pedir su permiso, nada anticipó mi llegada, hoy no era una noche especial que mereciera de mi educación y por lo que aparentaba tampoco de mi respeto. Con un golpe seco la madera pasó a bloquear la entrada impediendo cualquier intrusión que no fuera bienvenida dejando a su vista un muchacho de ropas raídas que no se había molestado en observarla, simplemente se deshizo de la chaqueta que lo cubría paseando con lentitud por la estancia para terminar tirándola sobre una butaca apoyándose en ella y sacando una caja de cerillas que comenzó a dar vueltas entre sus dedos.
Nada más entrar percibí un aroma a coco que logró sacarme una media sonrisa que permanecería mostrando un pequeño atisbo de satisfacción, aún sin mirarla se notaba que la mujer era inexperta y delicada, un dulce caramelo que todavía tenía el suficiente orgullo como para cuidar de su cuerpo, quién sabe cuanto tardaría en perder esa costumbre fruto de su pudor que resultaba sencillamente exquisita. Quizá no fuera una noche como las demás, no había bebido una sola copa y claramente mis preferencias eran otras, la razón del cambio sin duda era toda una incógnita para mí pero no era una de mis virtudes la de buscar el por qué a cada una de mis acciones por lo que no me lo cuestioné aunque era evidente que el encuentro con aquella chiquilla en las calles más concurridas de París había causado estragos en mí aunque no fuera consciente de ello.
De uno de mis bolsillos saqué una bolsa de plástico llena de cigarrillos liados con desgana, cogí uno y lo llevé a mi boca encendiéndolo con uno de esos fósforos que luego acabaría tirado en un rincón de aquella sala. Por primera vez alcé la mirada, tan sólo el prácticamente inaudible sonido de una calada rompía el silencio que reinaba en aquel momento, observé su cuerpo de forma indiferente, no tenía porque merecerse mi desdén más sin embargo lo tenía. Su piel parecía inmaculada, su esbelta silueta objeto de fascinación y su belleza digna de admiración aunque yo no lo demostrara.
- Cómo os llamáis - inquirí con actitud despreocupada y un tono correcto dentro de la situación en la que me encontraba. Mi vista jamás se desviaba de su objetivo, es más, lo escudriñaba con lascividad sin ningún tipo de vergüenza - habéis salido cara - comenté mientras tiraba un buen puñado de monedas sobre la mesa mucho menor que el que había desembolsado antes, la primera noche de una dama se otorgaba al mejor postor, la calidad no era lo que se compraba sino la dignidad de la muchacha y el placer de ser el primero que la tocara - acercaros - esta vez mi voz si sonó autoritaria esperando que la joven lo correspondiera como debía.
Nada más entrar percibí un aroma a coco que logró sacarme una media sonrisa que permanecería mostrando un pequeño atisbo de satisfacción, aún sin mirarla se notaba que la mujer era inexperta y delicada, un dulce caramelo que todavía tenía el suficiente orgullo como para cuidar de su cuerpo, quién sabe cuanto tardaría en perder esa costumbre fruto de su pudor que resultaba sencillamente exquisita. Quizá no fuera una noche como las demás, no había bebido una sola copa y claramente mis preferencias eran otras, la razón del cambio sin duda era toda una incógnita para mí pero no era una de mis virtudes la de buscar el por qué a cada una de mis acciones por lo que no me lo cuestioné aunque era evidente que el encuentro con aquella chiquilla en las calles más concurridas de París había causado estragos en mí aunque no fuera consciente de ello.
De uno de mis bolsillos saqué una bolsa de plástico llena de cigarrillos liados con desgana, cogí uno y lo llevé a mi boca encendiéndolo con uno de esos fósforos que luego acabaría tirado en un rincón de aquella sala. Por primera vez alcé la mirada, tan sólo el prácticamente inaudible sonido de una calada rompía el silencio que reinaba en aquel momento, observé su cuerpo de forma indiferente, no tenía porque merecerse mi desdén más sin embargo lo tenía. Su piel parecía inmaculada, su esbelta silueta objeto de fascinación y su belleza digna de admiración aunque yo no lo demostrara.
- Cómo os llamáis - inquirí con actitud despreocupada y un tono correcto dentro de la situación en la que me encontraba. Mi vista jamás se desviaba de su objetivo, es más, lo escudriñaba con lascividad sin ningún tipo de vergüenza - habéis salido cara - comenté mientras tiraba un buen puñado de monedas sobre la mesa mucho menor que el que había desembolsado antes, la primera noche de una dama se otorgaba al mejor postor, la calidad no era lo que se compraba sino la dignidad de la muchacha y el placer de ser el primero que la tocara - acercaros - esta vez mi voz si sonó autoritaria esperando que la joven lo correspondiera como debía.
Marek Vražda- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 01/01/2011
Re: Viviendo en el pasado [Privado]
Un portazo fue lo único que necesité para devolverme a la realidad y ser consciente de lo que iba a ocurrir, algo que sin duda no sería algo bonito, ni algo digno para recordar. Pude ver el reflejo de un hombre en el cristal de la ventana, era alto de espalda ancha y fuerte y joven. Al menos, dentro de lo incómodo y desagradable del momento, sería con alguien joven y no con un hombre maduro que buscase desflorar a una jovencita.
Deslicé mis manos por mi vientre hasta mi pecho sujetando las solapas de la bata sobre mi pecho, cubriéndome. Podía sentir bajo mis manos el repiqueteo de mi corazón, golpeando contra mi caja torácica buscando llamar la atención y conseguir el protagonismo.
Respiré profundamente y me giré lentamente, sintiendo el miedo invadir mi cuerpo, obligándome a permanecer tensa- Buenas noches Monsieur – susurré siguiendo con mi mirada cada uno de sus movimientos. A juzgar por su ropa y su desaliñado aspecto, juraría que un tipo como él jamás podría costearse los servicios de una chica en mi posición. Sabía que cuando una chica nueva llegaba, y más siendo virgen, se pujaba por su primer servicio y al mejor postor se le entregaba lo más valioso de ella.
Tragué saliva manteniéndome quieta junto a la ventana aguardando en silencio observando cómo se disponía a fumar su cliente. El claro sonido de una calada de cigarrillo rompió el silencio. Su mirada me hizo sentir como si fuese un objeto, una muñequita a su disposición, y aquella sensación, creó en mí una sensación de repulsión que hizo que se me removiese el estómago.
Por fin la voz de mi joven cliente se pronunció, solicitando ser conocedor de mi nombre – Lisabetha, Monsieur – respondí con una voz suave, fina y realmente agradable al oído. Por la voz se denotaba con facilidad que apenas estaba saliendo de la pubertad. Vi cómo sacó de su bolsillo algo, y lanzó sobre la mesa un puñado de monedas asegurando de que mis servicios le habían salido caros.
Su autoritaria voz me exigió que me acercase a él, y así lo hice. Mis piés descalzos avanzaron por la habitación y deslizando mis manos hasta dejar mis brazos relajados a ambos lados de mi cuerpo llegué hasta la altura del joven mirándole a los ojos visiblemente nerviosa y con la respiración algo acelerada y entrecortada.
Me sentía como un pequeño ratón, encerrado en un túnel con una única salida, la cual estaba custodiada por una trampa para ratones. Sí, o sí, debía de pasar por aquello para poder optar a seguir viviendo. Pero la sensación que aquello creaba en mí me causaba un rechazo desmedido.
No podía imaginarme tocando a un hombre en sus partes nobles, ni acariciar el cuerpo desnudo de un hombre o tan siquiera besarle, pues nunca había besado a nadie. El hombre que estaba frente a mí, estaba a punto de convertirse en el primer hombre que de verdad probaría mis labios, el primero que podría saborear la suavidad de mi piel, y por último, y no menos importante… tendría el especial privilegio de ser el único hombre en el mundo que me habría convertido en mujer.
Deslicé mis manos por mi vientre hasta mi pecho sujetando las solapas de la bata sobre mi pecho, cubriéndome. Podía sentir bajo mis manos el repiqueteo de mi corazón, golpeando contra mi caja torácica buscando llamar la atención y conseguir el protagonismo.
Respiré profundamente y me giré lentamente, sintiendo el miedo invadir mi cuerpo, obligándome a permanecer tensa- Buenas noches Monsieur – susurré siguiendo con mi mirada cada uno de sus movimientos. A juzgar por su ropa y su desaliñado aspecto, juraría que un tipo como él jamás podría costearse los servicios de una chica en mi posición. Sabía que cuando una chica nueva llegaba, y más siendo virgen, se pujaba por su primer servicio y al mejor postor se le entregaba lo más valioso de ella.
Tragué saliva manteniéndome quieta junto a la ventana aguardando en silencio observando cómo se disponía a fumar su cliente. El claro sonido de una calada de cigarrillo rompió el silencio. Su mirada me hizo sentir como si fuese un objeto, una muñequita a su disposición, y aquella sensación, creó en mí una sensación de repulsión que hizo que se me removiese el estómago.
Por fin la voz de mi joven cliente se pronunció, solicitando ser conocedor de mi nombre – Lisabetha, Monsieur – respondí con una voz suave, fina y realmente agradable al oído. Por la voz se denotaba con facilidad que apenas estaba saliendo de la pubertad. Vi cómo sacó de su bolsillo algo, y lanzó sobre la mesa un puñado de monedas asegurando de que mis servicios le habían salido caros.
Su autoritaria voz me exigió que me acercase a él, y así lo hice. Mis piés descalzos avanzaron por la habitación y deslizando mis manos hasta dejar mis brazos relajados a ambos lados de mi cuerpo llegué hasta la altura del joven mirándole a los ojos visiblemente nerviosa y con la respiración algo acelerada y entrecortada.
Me sentía como un pequeño ratón, encerrado en un túnel con una única salida, la cual estaba custodiada por una trampa para ratones. Sí, o sí, debía de pasar por aquello para poder optar a seguir viviendo. Pero la sensación que aquello creaba en mí me causaba un rechazo desmedido.
No podía imaginarme tocando a un hombre en sus partes nobles, ni acariciar el cuerpo desnudo de un hombre o tan siquiera besarle, pues nunca había besado a nadie. El hombre que estaba frente a mí, estaba a punto de convertirse en el primer hombre que de verdad probaría mis labios, el primero que podría saborear la suavidad de mi piel, y por último, y no menos importante… tendría el especial privilegio de ser el único hombre en el mundo que me habría convertido en mujer.
Lisabetha Purcell- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 29/01/2011
Re: Viviendo en el pasado [Privado]
Mi mirada se dirigió a las relucientes monedas que se extendían encima de la mesa, bien robado y seguramente estaría bien gastado, la hermosura de la joven no dejaba lugar a la discusión, sin duda un espléndido negocio. A medida que presentía como avanzaban sus pies descalzos los iba siguiendo una vez más recorriendo enteramente su cuerpo en búsqueda de algo verdaderamente singular que hiciera de aquella noche una que fuera especial. La melodía que salía de sus labios fue la que logró por fin obtener toda mi atención porque ciertamente aquello parecía música, una obra maestra digna de ser escuchada, el silencio era algo que resultaba insultante en su presencia.
Tras llevarme una nueva calada le hice un gesto con el dedo indicándola que la distancia que había puesto entre nosotros era demasiada. Su nerviosismo me resultaba encantador, había gozado de desvirgar a más de una chiquilla pero muy exclusivas y contadas con una mano las ocasiones en las que me había decantado por una cortesana inexperta aunque quién sabía si después de ella se convertiría en una afición más con que ponerle algo de interés a mi vida. Teniéndola por fin a mi alcance dejé el cigarrillo descansar sobre mis labios al ocupar mis manos en algo mucho más interesante que sujetarlo cuando pretendían deslizar su bata con delicadeza - ¿sabéis cantar? - una petición un tanto extraña que jamás había formado parte de mi vocabulario cuando de una cortesana se trataba, lo único que quería oir de ellas eran sus gemidos que ayudaban a mantener mi ego subido pero con ellas había que tener tacto si pretendías disfrutar de tu velada.
La fina bata que la cubría cayó al suelo descubriendo así una belleza antes intuída que desde luego no hacía justicia a lo que había ocupado mis pensamientos anteriores acerca de ella. Me sorprendió encontrar bajo la seda algo más que huesos marcados por una delgadez extrema, simplemente su cuerpo era pura perfección, su aspecto no podría ser más apetecible - me llamo Marek - pronuncié mirando a sus ojos de manera penetrante - no tenéis de que preocuparos, habéis tenido suerte conmigo, podéis apostar que el resto de vuestros pretendientes eran escoria - reí levemente mientras me echaba un vistazo a mis ropas, éstas dejaban mucho que desear pero a mí jamás me había importado que me consideraran como un desecho de la sociedad.
Abandoné mi posición apagando el cigarro en una de los brazos de la butaca, dirigiéndome después a una palangana llena de agua que había en la habitación. Tras desabrochar mi camisa y deshacerme de ella me lavé las manos echándome después agua sobre la cara la cara y la cabeza - no quisiera manchar la piel de una dama - murmuré volviendo a dirigirme a ella mientras me secaba dejando la toalla sobre la mesa - decidme, ¿me permitís tocaros? - pregunté como una mera formalidad sin importarme mucho su respuesta pero quien sabe si así mostraría un poco más entusiasmo.
Tras llevarme una nueva calada le hice un gesto con el dedo indicándola que la distancia que había puesto entre nosotros era demasiada. Su nerviosismo me resultaba encantador, había gozado de desvirgar a más de una chiquilla pero muy exclusivas y contadas con una mano las ocasiones en las que me había decantado por una cortesana inexperta aunque quién sabía si después de ella se convertiría en una afición más con que ponerle algo de interés a mi vida. Teniéndola por fin a mi alcance dejé el cigarrillo descansar sobre mis labios al ocupar mis manos en algo mucho más interesante que sujetarlo cuando pretendían deslizar su bata con delicadeza - ¿sabéis cantar? - una petición un tanto extraña que jamás había formado parte de mi vocabulario cuando de una cortesana se trataba, lo único que quería oir de ellas eran sus gemidos que ayudaban a mantener mi ego subido pero con ellas había que tener tacto si pretendías disfrutar de tu velada.
La fina bata que la cubría cayó al suelo descubriendo así una belleza antes intuída que desde luego no hacía justicia a lo que había ocupado mis pensamientos anteriores acerca de ella. Me sorprendió encontrar bajo la seda algo más que huesos marcados por una delgadez extrema, simplemente su cuerpo era pura perfección, su aspecto no podría ser más apetecible - me llamo Marek - pronuncié mirando a sus ojos de manera penetrante - no tenéis de que preocuparos, habéis tenido suerte conmigo, podéis apostar que el resto de vuestros pretendientes eran escoria - reí levemente mientras me echaba un vistazo a mis ropas, éstas dejaban mucho que desear pero a mí jamás me había importado que me consideraran como un desecho de la sociedad.
Abandoné mi posición apagando el cigarro en una de los brazos de la butaca, dirigiéndome después a una palangana llena de agua que había en la habitación. Tras desabrochar mi camisa y deshacerme de ella me lavé las manos echándome después agua sobre la cara la cara y la cabeza - no quisiera manchar la piel de una dama - murmuré volviendo a dirigirme a ella mientras me secaba dejando la toalla sobre la mesa - decidme, ¿me permitís tocaros? - pregunté como una mera formalidad sin importarme mucho su respuesta pero quien sabe si así mostraría un poco más entusiasmo.
Marek Vražda- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 01/01/2011
Re: Viviendo en el pasado [Privado]
Al estar algo más cerca de él, me indicó con el dedo que me acercase aún más, hasta quedar justo delante de él. Si todos mis clientes iban a ser como él, al menos podría disfrutar visualmente, pues aquel joven poseía una belleza que poca gente tenía en Francia. Lo más difícil, sería conseguir que me tratase bien… sabía de muchos clientes que gustaban de azotar a las cortesanas y muchas veces quedaban marcadas.
Una pregunta que sin duda me sorprendió, ¿sabía cantar? Por supuesto que sabía, aunque nunca había podido disfrutar de ninguna clase de canto ni de música, pero sí que había aprendido por mí misma, y creía que no se me daba tan mal- Sí, Monsieur – respondí asintiendo con la cabeza mirándole a los ojos y bajando la mirada al sentir sus manos rozar la tela de la bata, afanándose en deslizarla por mis hombros hasta que cayó al suelo, haciéndome sentir desnuda.
Me sonrojé levemente sin poderlo evitar y crucé mis manos vergonzosamente sobre mi entrepierna de manera disimulada, pero aquel gesto provocó que mis senos se juntasen un poco más mostrando un voluptuoso escote escondido bajo la fina tela de un sujetador que dejaba mucho a la imaginación.
Cuando escuché su nombre alcé la mirada hasta fijarla en sus ojos – Un placer, Monsieur Marek – añadí tratando de dedicarle una sutil sonrisa que resultó algo forzada, pero igualmente de encantadora y atrayente.
Se separó de mí y respiré profundamente fijándome en el detalle que tuvo al asearse, jamás pensé que alguien pensase en la pulcritud a la hora de relacionarse sexualmente con alguien desconocido. Pensaba que sería algo sucio, y no por lo que aquello implicaba a nivel emocional, sino a nivel corporal y físico.
Mis ojos recorrieron su torso cuando se acercaba de nuevo a mí hasta que volví a enfocar mi mirada en su intensa mirada asintiendo – Estoy aquí para complacerle en todo lo que desee – respondí casi de forma automática, pues aquella frase formaba parte de la absurda doctrina inculcada en las nuevas cortesanas. Complacer al cliente en todo lo que desee, sea lo que sea. Claro, para eso pagaba el cliente, para cumplir sus fantasías, para desahogar cualquier impulso humano y carnal.
Tragué saliva respirando profundamente y relajando mis brazos a ambos lados de mi cuerpo tratando de disfrutar del momento… Al menos, lo poco que se pudiese disfrutar de algo a lo que te obligan, algo de lo que por la propia edad que tenía, no era procedente.
Una pregunta que sin duda me sorprendió, ¿sabía cantar? Por supuesto que sabía, aunque nunca había podido disfrutar de ninguna clase de canto ni de música, pero sí que había aprendido por mí misma, y creía que no se me daba tan mal- Sí, Monsieur – respondí asintiendo con la cabeza mirándole a los ojos y bajando la mirada al sentir sus manos rozar la tela de la bata, afanándose en deslizarla por mis hombros hasta que cayó al suelo, haciéndome sentir desnuda.
Me sonrojé levemente sin poderlo evitar y crucé mis manos vergonzosamente sobre mi entrepierna de manera disimulada, pero aquel gesto provocó que mis senos se juntasen un poco más mostrando un voluptuoso escote escondido bajo la fina tela de un sujetador que dejaba mucho a la imaginación.
Cuando escuché su nombre alcé la mirada hasta fijarla en sus ojos – Un placer, Monsieur Marek – añadí tratando de dedicarle una sutil sonrisa que resultó algo forzada, pero igualmente de encantadora y atrayente.
Se separó de mí y respiré profundamente fijándome en el detalle que tuvo al asearse, jamás pensé que alguien pensase en la pulcritud a la hora de relacionarse sexualmente con alguien desconocido. Pensaba que sería algo sucio, y no por lo que aquello implicaba a nivel emocional, sino a nivel corporal y físico.
Mis ojos recorrieron su torso cuando se acercaba de nuevo a mí hasta que volví a enfocar mi mirada en su intensa mirada asintiendo – Estoy aquí para complacerle en todo lo que desee – respondí casi de forma automática, pues aquella frase formaba parte de la absurda doctrina inculcada en las nuevas cortesanas. Complacer al cliente en todo lo que desee, sea lo que sea. Claro, para eso pagaba el cliente, para cumplir sus fantasías, para desahogar cualquier impulso humano y carnal.
Tragué saliva respirando profundamente y relajando mis brazos a ambos lados de mi cuerpo tratando de disfrutar del momento… Al menos, lo poco que se pudiese disfrutar de algo a lo que te obligan, algo de lo que por la propia edad que tenía, no era procedente.
Lisabetha Purcell- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 29/01/2011
Re: Viviendo en el pasado [Privado]
"Estoy aquí para complacerle en todo lo que desee", muy buen comienzo, justo lo que quería escuchar. Me alegré de que entendiera a la perfección el papel que le había tocado desempeñar, cuanto antes lo asumiera antes lo podría disfrutar tanto como yo estaba dispuesto a hacerlo desde que había entrado en esa habitación contara o no con la aprobación que me había dado.
Su beneplácito me sirvió para tomarme las libertades que había estado postergando ya demasiado, inauditas eran las veces en las que me había resistido a doblegar una mujer hermosa a mis encantos - imagino que sabréis perfectamente que hay dos caminos, no escojáis el difícil - susurré al lado de su oído inspirando el dulce aroma que emanaba de su piel. Me abrí paso entre sus pechos insinuándome recorriéndolos en una suave caricia con la yema de mi dedo mientras me atrevía a probar fugazmente su sabor lamiendo sutilmente su cuello seduciéndola con delicadeza.
Podía notar su tensión en cada uno de sus músculos, eso hacía que surgiera en mi rostro una sonrisa maquiavélica que dejaba entrever lo divertido que me parecía el sufrimiento del prójimo más si yo era el que lo provocaba. Atraje su cuerpo contra el mío posando mi mano en su espalda mientras aquel dedito seguía su recorrido ajeno a cuanto ocurría a su alrededor. Una vez se topó con aquella prenda la esquivó para continuar complaciéndose con el tacto de su vientre sin tener miedo por continuar su marcha hasta encontrarse con la tela que la cubría siguiendo el borde de ésta sin franquear cuanto delimitaba - estáis muy callada, podéis cantar si lo deseáis - nuevamente aunque lo pareciera aquello no era ninguna sugerencia, quería escuchar su delicada voz tan cerca de mí que su aliento lograra que me estremeciera.
Ambas manos fueron en búsqueda de las suyas deslizándose antes con suavidad por su brazo, las entrelazaron y las obligaron a posarse alrededor de mi nuca dejando después las mías a la altura de su cadera apretándola junto a la mía - no quiero que dejéis de tocarme - advertí en un murmuro observando sus suculentos labios a la espera de que me dieran cuanto quería oír y sentir.
Su beneplácito me sirvió para tomarme las libertades que había estado postergando ya demasiado, inauditas eran las veces en las que me había resistido a doblegar una mujer hermosa a mis encantos - imagino que sabréis perfectamente que hay dos caminos, no escojáis el difícil - susurré al lado de su oído inspirando el dulce aroma que emanaba de su piel. Me abrí paso entre sus pechos insinuándome recorriéndolos en una suave caricia con la yema de mi dedo mientras me atrevía a probar fugazmente su sabor lamiendo sutilmente su cuello seduciéndola con delicadeza.
Podía notar su tensión en cada uno de sus músculos, eso hacía que surgiera en mi rostro una sonrisa maquiavélica que dejaba entrever lo divertido que me parecía el sufrimiento del prójimo más si yo era el que lo provocaba. Atraje su cuerpo contra el mío posando mi mano en su espalda mientras aquel dedito seguía su recorrido ajeno a cuanto ocurría a su alrededor. Una vez se topó con aquella prenda la esquivó para continuar complaciéndose con el tacto de su vientre sin tener miedo por continuar su marcha hasta encontrarse con la tela que la cubría siguiendo el borde de ésta sin franquear cuanto delimitaba - estáis muy callada, podéis cantar si lo deseáis - nuevamente aunque lo pareciera aquello no era ninguna sugerencia, quería escuchar su delicada voz tan cerca de mí que su aliento lograra que me estremeciera.
Ambas manos fueron en búsqueda de las suyas deslizándose antes con suavidad por su brazo, las entrelazaron y las obligaron a posarse alrededor de mi nuca dejando después las mías a la altura de su cadera apretándola junto a la mía - no quiero que dejéis de tocarme - advertí en un murmuro observando sus suculentos labios a la espera de que me dieran cuanto quería oír y sentir.
Marek Vražda- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 01/01/2011
Re: Viviendo en el pasado [Privado]
Cualquiera de los dos caminos eran difíciles para mí, no sabía si sería capaz de soportar que un hombre me tocase de forma íntima, pues el último recuerdo que tenía de mi hogar, era realmente desagradable. Me limité a asentir sintiendo su cuerpo acercarse al mío y su cálido aliento que hacía unos segundos había sentido sobre mi cuello, provocó que mi piel se erizase por completo estremeciéndome.
La trenza que me había hecho estaba casi deshecha y toda mi larga cabellera caía sobre uno de mis hombros de forma suave cubriéndolo, al igual que uno de mis pechos de forma parcial. Un frío dedo se posó sobre mi clavícula descendiendo, aclimatándose con la calidez que desprendía mi piel. Aquella sensación provocó que contuviese la respiración hasta que su dedo se perdió entre mis pechos de forma deliberada.
Sus labios, suaves pero rudos, se posaron en mi cuello el cual besó obligándome a inclinar levemente la cabeza hacia el lado contrario, soltando el aire que había contenido a modo de suspiro. Cerré los ojos tratando de disfrutar lo poco que pudiese disfrutar aquello.
Me atrajo hacia él poniendo una de sus manos sobre mi espalda. Aquel movimiento provocó un jadeo de sorpresa, pues no esperaba que me atrajese de aquel modo. Alcé mis manos súbitamente poniéndolas sobre sus bíceps, los cuales se me antojaron fuertes, musculados y tensos. El dedo de Marek seguía descendiendo por mi torso, esquivando la unión central de ambos senos del sujetador, deslizándose por mi vientre provocando que lo contrajese apartándome levemente de él, tratando de obtener una distancia prudencial.
Establecí una separación entre nosotros apartando mis manos con la intención de apartarme del todo de él. Pero sus manos se deslizaron por mis brazos hasta tomar mis manos y situarlas en su nuca, sugiriéndome que le cantase. Le miré a los ojos unos segundos, nuestros cuerpos volvían a estar muy cerca y su rostro estaba más cerca del mío que antes. Cerré los ojos bajando levemente el rostro, quizás cantar me serviría para evadirme de la realidad. Entreabrí mis labios y empecé a cantar una suave melodía sin alzar la voz, manteniéndola entre unos perfectos susurros entonados con delicadeza. Trataba de imaginarme en cualquier otro lugar dónde nadie pagase por tocar mi cuerpo, un lugar en el que pudiese sentirme segura y tranquila.
La trenza que me había hecho estaba casi deshecha y toda mi larga cabellera caía sobre uno de mis hombros de forma suave cubriéndolo, al igual que uno de mis pechos de forma parcial. Un frío dedo se posó sobre mi clavícula descendiendo, aclimatándose con la calidez que desprendía mi piel. Aquella sensación provocó que contuviese la respiración hasta que su dedo se perdió entre mis pechos de forma deliberada.
Sus labios, suaves pero rudos, se posaron en mi cuello el cual besó obligándome a inclinar levemente la cabeza hacia el lado contrario, soltando el aire que había contenido a modo de suspiro. Cerré los ojos tratando de disfrutar lo poco que pudiese disfrutar aquello.
Me atrajo hacia él poniendo una de sus manos sobre mi espalda. Aquel movimiento provocó un jadeo de sorpresa, pues no esperaba que me atrajese de aquel modo. Alcé mis manos súbitamente poniéndolas sobre sus bíceps, los cuales se me antojaron fuertes, musculados y tensos. El dedo de Marek seguía descendiendo por mi torso, esquivando la unión central de ambos senos del sujetador, deslizándose por mi vientre provocando que lo contrajese apartándome levemente de él, tratando de obtener una distancia prudencial.
Establecí una separación entre nosotros apartando mis manos con la intención de apartarme del todo de él. Pero sus manos se deslizaron por mis brazos hasta tomar mis manos y situarlas en su nuca, sugiriéndome que le cantase. Le miré a los ojos unos segundos, nuestros cuerpos volvían a estar muy cerca y su rostro estaba más cerca del mío que antes. Cerré los ojos bajando levemente el rostro, quizás cantar me serviría para evadirme de la realidad. Entreabrí mis labios y empecé a cantar una suave melodía sin alzar la voz, manteniéndola entre unos perfectos susurros entonados con delicadeza. Trataba de imaginarme en cualquier otro lugar dónde nadie pagase por tocar mi cuerpo, un lugar en el que pudiese sentirme segura y tranquila.
Lisabetha Purcell- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 29/01/2011
Re: Viviendo en el pasado [Privado]
El hilo de su voz consiguió embaucarme por completo, si bien cuando llegué simplemente quería desahogarme con una jovencita y torturarla con mis caricias, ahora a eso se le sumaba el deseo que a pasos agigantados me provocaba con su timidez. Constantemente seguía el movimiento de sus labios, las pequeñas bocanadas de aire que cogía y los suspiros que dejaba escapar cuando sentía que mi piel la rozaba, atento a cada gesto buscando el momento en el que callara un sólo segundo. Me acerqué aún más a ella haciendo mínima la distancia, apartaba su pelo de su hombro y deslizaba los dedos por el mientras cantaba aprovechando un silencio para que mi boca se uniera a la suya en principio únicamente acariciándola con mis labios buscando que me correspondiera pero me era inevitable hacer de aquello algo intenso y cada vez más pasional.
Acaricié con mi lengua su labio inferior antes de introducirla en su boca buscando entrelazarla con la suya ansioso porque ocurriera. Jamás tenía por costumbre deshacerme en besos con aquellas mujeres pero dada la ocasión no quería otra cosa que no fuera eso haciendo que mis ganas se transformaran en algo más salvaje que buscaba con ahínco satisfacer esa carencia que casi siempre tenía. Metiendo la mano entre sus cabellos acariciaba continuamente su nuca y su rostro impidiendo que se pudiera separar del mío más que cuando yo lo dictaba - tócame - murmuré abandonándolos tan sólo por un instante. Su pudor y torpeza eran evidentes pero eso no dejaba de hacerlo interesante y cautivador, siempre que ocurría solía ser una experiencia nueva que encarnaba placer hasta en el hecho de ser quien debía enseñar que camino tenía que coger.
No dejé tan si quiera lugar a una respuesta, cogí una de sus manos y la puse sobre mi torso haciendo que lo recorriera por completo hasta que finalmente la llevé hasta mi vientre y después la solté sobre mi pantalón - desabrochalo - ordené un segundo antes de que mis manos se metieran bajo aquella prenda y agarraran con fuerza sus glúteos volviendo a robarle uno de esos besos en los que la lujuria se apoderaba de cada segundo que pasaba.
Acaricié con mi lengua su labio inferior antes de introducirla en su boca buscando entrelazarla con la suya ansioso porque ocurriera. Jamás tenía por costumbre deshacerme en besos con aquellas mujeres pero dada la ocasión no quería otra cosa que no fuera eso haciendo que mis ganas se transformaran en algo más salvaje que buscaba con ahínco satisfacer esa carencia que casi siempre tenía. Metiendo la mano entre sus cabellos acariciaba continuamente su nuca y su rostro impidiendo que se pudiera separar del mío más que cuando yo lo dictaba - tócame - murmuré abandonándolos tan sólo por un instante. Su pudor y torpeza eran evidentes pero eso no dejaba de hacerlo interesante y cautivador, siempre que ocurría solía ser una experiencia nueva que encarnaba placer hasta en el hecho de ser quien debía enseñar que camino tenía que coger.
No dejé tan si quiera lugar a una respuesta, cogí una de sus manos y la puse sobre mi torso haciendo que lo recorriera por completo hasta que finalmente la llevé hasta mi vientre y después la solté sobre mi pantalón - desabrochalo - ordené un segundo antes de que mis manos se metieran bajo aquella prenda y agarraran con fuerza sus glúteos volviendo a robarle uno de esos besos en los que la lujuria se apoderaba de cada segundo que pasaba.
Marek Vražda- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 01/01/2011
Re: Viviendo en el pasado [Privado]
Permanecía con los ojos cerrados cantando, limitándome a escucharme a mí misma. Podía sentir sus dedos apartando mi pelo y rozando mi hombro haciéndome girar la cabeza levemente abriendo los ojos y cesando el canto unos segundos observando la mano de él, la cual se deslizó hacia mi nuca. Al perderla de vista, volví a cerrar los ojos y continué entonando la canción notando que el rostro de él estaba cada vez más cerca del mío, podía sentir su aliento sobre mis labios y yo no hacía otra cosa que retroceder lo poco que podía con mi rostro.
Cuando me detuve para tomar aire y continuar cantando, sus labios se posaron sobre los míos otorgándome un silencio, obligándome a soltar el aire que había cogido, suspirando sobre sus labios, entreabriéndolos. Aquel gesto fue más que suficiente para permitirle campar con su lengua por mis labios a placer.
Me sentí aturullada cuando su lengua se aventuró en mi boca buscando el roce de la mía, me quedé bloqueada, sin saber qué hacer, pero justo cuando yo iba a cerrar la boca apartándome de él me dijo que le tocase. Abrí los ojos viendo su rostro extremadamente cerca del mío, y alcé mis manos sin saber dónde ponerlas.
Sostuvo una de mis manos y la posó sobre su fuerte pecho, podía sentir bajo mi mano su corazón latiendo y la fortaleza que su musculatura me transmitía me hizo suspirar sobrecogida quizás por temor a que me hiciese daño, pues junto a su cuerpo y a la fuerza que mostraba, me sentía ridículamente frágil.
Dejó mi mano sobre la cintura de su pantalón ordenándome que lo desabrochase, le miré a los ojos tragando saliva y mi respiración se empezó a acelerar, iba a hacerlo, iba a desabrocharle el pantalón, justo en el instante en el que posó sus rudas manos sobre mis glúteos apretándolos y atrayéndome hacia él mientras sus labios me besaban con fiereza y pasión.
Aquello provocó en mí una reacción totalmente contradictoria. Me tensé y puse ambas manos en su pecho apartándole de mí con fuerza – No, no, no… - dije apartándome de él tras empujarle, sin ser consciente de que aquello podía complicar las cosas. Caminé hacia el lugar en el que se había quedado mi bata y me agaché rápidamente cogiéndola y afanándome en cubrir mi cuerpo con ella. No quería ni que me mirase.
Aquello no era lo que yo quería, me daba igual si había pagado por esto, yo no lo había pedido y cuando me agarró de aquel modo, no pude evitar recordar lo que ocurrió con el amigo de mi padre. En esos momentos, me sentía sucia.
Deslicé una de mis manos por mi rostro apartando el pelo, mientras con la otra mano sujetaba la bata sobre mi pecho con la mirada en el suelo, temerosa de lo que pudiese hacerme ahora, sabiendo que aquel gesto posiblemente no haría más que avivar su deseo, o provocarle para ser violento conmigo. Ya me lo había advertido… sólo habían dos maneras para hacerlo… Así que de un modo u otro, ocurriría. Pero yo debía tratar de evitar que ocurriese.
Cuando me detuve para tomar aire y continuar cantando, sus labios se posaron sobre los míos otorgándome un silencio, obligándome a soltar el aire que había cogido, suspirando sobre sus labios, entreabriéndolos. Aquel gesto fue más que suficiente para permitirle campar con su lengua por mis labios a placer.
Me sentí aturullada cuando su lengua se aventuró en mi boca buscando el roce de la mía, me quedé bloqueada, sin saber qué hacer, pero justo cuando yo iba a cerrar la boca apartándome de él me dijo que le tocase. Abrí los ojos viendo su rostro extremadamente cerca del mío, y alcé mis manos sin saber dónde ponerlas.
Sostuvo una de mis manos y la posó sobre su fuerte pecho, podía sentir bajo mi mano su corazón latiendo y la fortaleza que su musculatura me transmitía me hizo suspirar sobrecogida quizás por temor a que me hiciese daño, pues junto a su cuerpo y a la fuerza que mostraba, me sentía ridículamente frágil.
Dejó mi mano sobre la cintura de su pantalón ordenándome que lo desabrochase, le miré a los ojos tragando saliva y mi respiración se empezó a acelerar, iba a hacerlo, iba a desabrocharle el pantalón, justo en el instante en el que posó sus rudas manos sobre mis glúteos apretándolos y atrayéndome hacia él mientras sus labios me besaban con fiereza y pasión.
Aquello provocó en mí una reacción totalmente contradictoria. Me tensé y puse ambas manos en su pecho apartándole de mí con fuerza – No, no, no… - dije apartándome de él tras empujarle, sin ser consciente de que aquello podía complicar las cosas. Caminé hacia el lugar en el que se había quedado mi bata y me agaché rápidamente cogiéndola y afanándome en cubrir mi cuerpo con ella. No quería ni que me mirase.
Aquello no era lo que yo quería, me daba igual si había pagado por esto, yo no lo había pedido y cuando me agarró de aquel modo, no pude evitar recordar lo que ocurrió con el amigo de mi padre. En esos momentos, me sentía sucia.
Deslicé una de mis manos por mi rostro apartando el pelo, mientras con la otra mano sujetaba la bata sobre mi pecho con la mirada en el suelo, temerosa de lo que pudiese hacerme ahora, sabiendo que aquel gesto posiblemente no haría más que avivar su deseo, o provocarle para ser violento conmigo. Ya me lo había advertido… sólo habían dos maneras para hacerlo… Así que de un modo u otro, ocurriría. Pero yo debía tratar de evitar que ocurriese.
Lisabetha Purcell- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 29/01/2011
Re: Viviendo en el pasado [Privado]
Podía notar su nerviosismo en mis propias carnes, quizá aquello fuera lo que más me incitara, después de todo con frecuencia me recreaba en el sufrimiento ajeno y tras años de encontrar en él algún consuelo esta no iba a ser ninguna excepción. Mi poco tacto cada vez más descuidado me hacía capaz de notar como sus latidos comenzaban a ser mucho más apresurados, a pesar de ello creí que la cosa no iría mal del todo pero fui un iluso al pensarlo, poco tardó en darme la realidad su escarmiento con aquel rechazo que si bien no dolió como esperaba si molestaba más de lo imaginado.
Su intento de apartarme apenas surtía efecto en un primer momento, me mantenía firme agarrando su cintura pero finalmente cuando usó más fuerza liberé su cuerpo dándole la espalda cuando puso distancia entre nosotros. Suspiré hondo unos segundos, la paciencia no era una de mis virtudes y no pretendía que hoy fuera un día para ponerla a prueba. Había sido amable, considerado, sensible, apenas la había tocado y sin embargo ella me obsequiaba con su repulsión ¿a caso me estaba pidiendo a gritos que fuera de otro modo? apenas me giré haciéndolo lo justo para observar como su orgullo cogía las riendas, algo que no estaba dispuesto a consentir - ¿quién os ha dicho que os vistáis? - pregunté con frialdad y dureza mientras me llevaba la mano a la cabeza y volvía a impedirle que observara mi rostro caminando hacia el lado contrario de la habitación.
En estos momentos reprimía mis impulsos, si los hubiera dado rienda suelta la situación sería muy distinta y ella estaría con sus piernas abiertas sin poder oponer resistencia pero hoy no se trataba de hacer gala de mi rudeza, quién sabe si aquello sería una mera prueba para demostrarme que podía arrebatarle esa fragilidad sin hacer uso de mi fuerza. Aún así eso no significaba que fuera a permitirle desplantes como aquel - espero que sea la última vez que me tratáis de ese modo porque si buscáis mi desprecio podéis apostar a que lo encontraréis - la advertí dándole una ultima oportunidad a su insolencia. Caminé por la habitación sin apenas mirarla y apagué las luces tenues procedentes de los candiles dejando la sala en completa oscuridad, tras ello me dirigí hacia la ventana y descubrí completamente las cortinas dejando que fuera tan sólo el débil brillo de la luna el que la iluminara en un intento de lo más altruista de que se sintiera quizá más cómoda entre sombras.
Su silueta se apreciaba a la perfección y puse rumbo hacia ella acercándome por su espalda, nuevamente mis manos se deslizaron por sus brazos y aunque tuvo que forzarlo la bata dejó de cubrir su cuerpo que ahora se encontraba totalmente pegado a mi pecho con mis brazos rodeándola y posados en su cintura impidiendo que escapara a mi contacto. Aparté su cabello y hundí mi rostro en su cuello inspirando su aroma y besándolo con suavidad - ¿estáis segura de que queréis tratar de impedirlo? - en ese mismo momento una sonrisa macabra adornó mi rostro preámbulo de lo que estaba dispuesto a hacer. Recurrí a mi don con el único objetivo de abrumarla, si tanta repugnancia le provocaba ¿qué pensaría del hecho de que tuviera fantasías con ese hombre que tanto asco le daba? una a una en su mente fueron apareciendo imágenes al mismo tiempo que la acariciaba con mis labios, si no conseguía con ello provocar su deseo al menos le jugaría una mala pasada teniendo su locura antes de acabar cuanto había empezado.
En mi pensamiento comencé a plasmar momentos de esa noche imaginaria haciéndome dueño de los suyos con la diferencia de que en ellos se sentía satisfecha y disfrutaba de cuanto estaba haciendo. Gozaba de cada una de mis caricias, anhelaba mis besos buscándolos con ansias y permitía que mis manos exploraran cada parte de su cuerpo provocando gemidos que daban muestra del placer que estaba experimentando. Sexo desenfrenado en el que ella era quien requería mis servicios y yo el que me desvivía por ofrecérselos.
Su intento de apartarme apenas surtía efecto en un primer momento, me mantenía firme agarrando su cintura pero finalmente cuando usó más fuerza liberé su cuerpo dándole la espalda cuando puso distancia entre nosotros. Suspiré hondo unos segundos, la paciencia no era una de mis virtudes y no pretendía que hoy fuera un día para ponerla a prueba. Había sido amable, considerado, sensible, apenas la había tocado y sin embargo ella me obsequiaba con su repulsión ¿a caso me estaba pidiendo a gritos que fuera de otro modo? apenas me giré haciéndolo lo justo para observar como su orgullo cogía las riendas, algo que no estaba dispuesto a consentir - ¿quién os ha dicho que os vistáis? - pregunté con frialdad y dureza mientras me llevaba la mano a la cabeza y volvía a impedirle que observara mi rostro caminando hacia el lado contrario de la habitación.
En estos momentos reprimía mis impulsos, si los hubiera dado rienda suelta la situación sería muy distinta y ella estaría con sus piernas abiertas sin poder oponer resistencia pero hoy no se trataba de hacer gala de mi rudeza, quién sabe si aquello sería una mera prueba para demostrarme que podía arrebatarle esa fragilidad sin hacer uso de mi fuerza. Aún así eso no significaba que fuera a permitirle desplantes como aquel - espero que sea la última vez que me tratáis de ese modo porque si buscáis mi desprecio podéis apostar a que lo encontraréis - la advertí dándole una ultima oportunidad a su insolencia. Caminé por la habitación sin apenas mirarla y apagué las luces tenues procedentes de los candiles dejando la sala en completa oscuridad, tras ello me dirigí hacia la ventana y descubrí completamente las cortinas dejando que fuera tan sólo el débil brillo de la luna el que la iluminara en un intento de lo más altruista de que se sintiera quizá más cómoda entre sombras.
Su silueta se apreciaba a la perfección y puse rumbo hacia ella acercándome por su espalda, nuevamente mis manos se deslizaron por sus brazos y aunque tuvo que forzarlo la bata dejó de cubrir su cuerpo que ahora se encontraba totalmente pegado a mi pecho con mis brazos rodeándola y posados en su cintura impidiendo que escapara a mi contacto. Aparté su cabello y hundí mi rostro en su cuello inspirando su aroma y besándolo con suavidad - ¿estáis segura de que queréis tratar de impedirlo? - en ese mismo momento una sonrisa macabra adornó mi rostro preámbulo de lo que estaba dispuesto a hacer. Recurrí a mi don con el único objetivo de abrumarla, si tanta repugnancia le provocaba ¿qué pensaría del hecho de que tuviera fantasías con ese hombre que tanto asco le daba? una a una en su mente fueron apareciendo imágenes al mismo tiempo que la acariciaba con mis labios, si no conseguía con ello provocar su deseo al menos le jugaría una mala pasada teniendo su locura antes de acabar cuanto había empezado.
En mi pensamiento comencé a plasmar momentos de esa noche imaginaria haciéndome dueño de los suyos con la diferencia de que en ellos se sentía satisfecha y disfrutaba de cuanto estaba haciendo. Gozaba de cada una de mis caricias, anhelaba mis besos buscándolos con ansias y permitía que mis manos exploraran cada parte de su cuerpo provocando gemidos que daban muestra del placer que estaba experimentando. Sexo desenfrenado en el que ella era quien requería mis servicios y yo el que me desvivía por ofrecérselos.
Marek Vražda- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 01/01/2011
Re: Viviendo en el pasado [Privado]
Aunque me hablase, no estaba dispuesta a ofrecerle ninguna respuesta por mi parte, me daba exactamente igual si se enfadaba. Lo único que quería era que se marchase de la habitación y me dejase tranquila, no quería seguir con esto, no quería entregar mi cuerpo por primera vez a un desconocido.
Cuando me habló, como desplante le respondí girándome y poniéndome la bata con torpeza, dándole la espalda. Marek, apagó las luces de la habitación y abrió las cortinas de la única ventana que tenía la habitación dejando entrar la leve luz de la luna.
Podía escuchar sus pasos acercándose de nuevo a mí por la espalda, y cerré los ojos con fuerza tensándome, dando un leve respingo cuando sentí de nuevo sus rudas manos sobre mis brazos acariciándolos y haciendo que la bata empezase a caer de nuevo por su propio peso por estos, aunque, por mucho que intentase evitarlo, logró quitármela y dejarla caer al suelo. Entonces, sus brazos me rodearon y sentí su fuerte pecho pegarse a mi espalda haciéndome tensar nuevamente.
Respiré entrecortada y profundamente notando como sus hábiles dedos se deslizaban por mi cuelo apartándome el pelo hacia un lado, y aquella piel que habían rozado sus dedos, pasó a ser propiedad de sus labios los cuales noté rozar mi piel cuando me habló de un modo que me resultó realmente amenazador y aterrador.
Entreabrí mis labios para responder cuando sentí sus labios besando mi cuello con suavidad, sin encontrar una explicación… de forma repentina, sus besos me resultaba agradables, estimulantes, realmente excitantes. Tanto, que cerré los suspirando y echando hacia atrás la cabeza apoyándola sobre su hombro, permitiéndole acceder perfectamente a mi cuello. Alcé mis manos lentamente acariciando los antebrazos de él y tomando sus manos, entrelacé mis dedos con los suyos obligándole a abrazarme con fuerza. Era como si de algún modo inexplicable, desease sentir su cuerpo pegado al mío, sentir la calidez de su piel en cada centímetro de mi cuerpo. Deseaba sentir aquello que mi mente me decía que ya había sentido, aunque fuese una absurda ilusión, mi cuerpo lo deseaba como si de un recuerdo gratificante se tratase – Marek… - pronunciaron mis labios en un suspiro apretando sus manos y dejando escapar el aire de mis pulmones pesadamente.
Aflojé levemente mis manos sobre las de él permitiéndole ser dueño de sus propios actos, y me limité a acariciarle con delicadeza y deliberación sus brazos con mis dedos, recorriéndolos con suaves caricias tratando de reconfortarlo.
Cuando me habló, como desplante le respondí girándome y poniéndome la bata con torpeza, dándole la espalda. Marek, apagó las luces de la habitación y abrió las cortinas de la única ventana que tenía la habitación dejando entrar la leve luz de la luna.
Podía escuchar sus pasos acercándose de nuevo a mí por la espalda, y cerré los ojos con fuerza tensándome, dando un leve respingo cuando sentí de nuevo sus rudas manos sobre mis brazos acariciándolos y haciendo que la bata empezase a caer de nuevo por su propio peso por estos, aunque, por mucho que intentase evitarlo, logró quitármela y dejarla caer al suelo. Entonces, sus brazos me rodearon y sentí su fuerte pecho pegarse a mi espalda haciéndome tensar nuevamente.
Respiré entrecortada y profundamente notando como sus hábiles dedos se deslizaban por mi cuelo apartándome el pelo hacia un lado, y aquella piel que habían rozado sus dedos, pasó a ser propiedad de sus labios los cuales noté rozar mi piel cuando me habló de un modo que me resultó realmente amenazador y aterrador.
Entreabrí mis labios para responder cuando sentí sus labios besando mi cuello con suavidad, sin encontrar una explicación… de forma repentina, sus besos me resultaba agradables, estimulantes, realmente excitantes. Tanto, que cerré los suspirando y echando hacia atrás la cabeza apoyándola sobre su hombro, permitiéndole acceder perfectamente a mi cuello. Alcé mis manos lentamente acariciando los antebrazos de él y tomando sus manos, entrelacé mis dedos con los suyos obligándole a abrazarme con fuerza. Era como si de algún modo inexplicable, desease sentir su cuerpo pegado al mío, sentir la calidez de su piel en cada centímetro de mi cuerpo. Deseaba sentir aquello que mi mente me decía que ya había sentido, aunque fuese una absurda ilusión, mi cuerpo lo deseaba como si de un recuerdo gratificante se tratase – Marek… - pronunciaron mis labios en un suspiro apretando sus manos y dejando escapar el aire de mis pulmones pesadamente.
Aflojé levemente mis manos sobre las de él permitiéndole ser dueño de sus propios actos, y me limité a acariciarle con delicadeza y deliberación sus brazos con mis dedos, recorriéndolos con suaves caricias tratando de reconfortarlo.
Lisabetha Purcell- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 29/01/2011
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