Nuestro mayor pecado es seguir viviendo [Priv.](+18)

por **Konstantin Flourite** Dom Mayo 22, 2011 8:22 am

Después de abandonar a su manada, la soledad le había vuelto nostálgico. En treinta años no había pensado demasiado en su familia, por no decir que a penas recordaba los rostros de sus padres, aunque no era lo mismo con su hermano, Kerevan. Recordaba su rostro joven y asustado cuando se transformó en lobo frente a sus ojos, sin embargo, a esas alturas, no sería más que un viejo gordo y depravado, echado a perder por sus riquezas, con una esposa y algún hijo tan estirado y hermoso cómo él fue en la juventud. Aun así, tenía curiosidad por verlo. Quería saber qué había hecho con su vida, saber qué había pasado con él y cómo le había tratado la vida.

En París, era fácil seguir la pista de alguien. Había montones de rumores y las cortesanas siempre sabían todo lo que ocurría en la ciudad. Al preguntar por Kerevan Flourite, la mujer le sonrió con picardía y su respuesta lo dejó tan descolocado que al principio no supo que pensar. -"¿Kerevan? ¿Ese sacerdote tan guapo de Notre Dame?"- Rápidamente se hizo sus propias ideas. Su hermano no podía seguir siendo joven y tal vez podría tratarse de alguno de sus hijos, que había seguido su vocación. Sin embargo, no tardó en descubrir que su hermano mayor no se había casado ni tenía descendencia. Sus sentencias y elucubraciones no le llevaban a ningún lugar, así que, una noche, decidió ir a averiguarlo con sus propios ojos.

Había rumores que le habían dicho que había un sacerdote que solo salía durante la noche, daba una misa nocturna y pasaba las madrugadas confesando a las pobres almas en pena. Y tras los muros de Notre Dame, un olor conocido y familiar le inundaba las fosas nasales por encima del incienso, el aceite y la cera de las velas. Era él. No había ninguna duda.

Konstantin no llamó la atención al entrar en la catedral. Tan solo había algún vagabundo o gitano rondando y en el interior no había ningún ser a parte del que se encontraba oculto en el confesionario. Entró en este con un murmullo silencioso y se sentó, notando cómo aquel olor le hacía recordar tantos años de malos pensamientos. Sus ojos se hicieron fieros, pero el sacerdote al otro lado de la reja de madera no sería capaz de verlos.

- Perdóneme, padre, porque he pecado - fue su saludo. Una frase religiosa que había aprendido en su niñez, aunque nunca había vuelto a repetir, dicha con voz gutural y ronca, aunque tranquila y concentrada. Su mano, grande y agrietada, con uñas duras y afiladas, agarró la reja de madera que lo separaba de ver el rostro de su hermano, crujiendo bajo su agarre, aunque no ejerciendo la suficiente fuerza como para despedazarlo en astillas, esperando una respuesta, impaciente.

por **Kerevan D. Flourite** Dom Mayo 22, 2011 8:55 am

Rezar, castigarse, confesar almas que se consumían en sus propios pecados...su vida era pura rutina en la cual él estaba convencido de que encontraría la paz que tanto anhelaba. Estaba seguro que así conseguiría el perdón no solo para él, sino para su propio hermano a quien daba por muerto hacía ya bastante, o por lo menos sería verdaderamente una bestia vieja y mustia.

Cada anochecer él se despertaba, realizaba una pequeña misa para todos los nocturnos que querían acudir, y pasaba horas en el confesionario, sentado con su biblia y su rosario, escuchando los pecados de todos los feligreses que se querían desahogar. Muchas veces escuchaba voces que había escuchado apenas un par de días antes. Había cortesanas que sentían la necesidad de expiarse por sus trabajos, estas eran las que lo hacían por necesidad y él trataba de darles la paz que tanto buscaban. Nunca rechazaba a nadie, pues él mismo se consideraba un gran pecador por sentimientos y deseos que aun después de tantos años seguían guardados bien profundo en su pecho muerto.

Lo que no se esperaba ni por asomo era lo que pasaría aquella noche. Recién acababa de salir una de las putas del confesionario, apenas tuvo tiempo de rezar dos Ave María cuando escuchó la portezuela de nuevo cerrarse al otro lado y una voz pidiendo perdón, como tantas otras. Sin embargo esa voz le causó algo de nostalgia y hasta una suave sonrisa se atrevió a brotar de sus labios serios por tantos años, como se parecía a la voz de su hermano, del hermano que había marchado. Quizás algo más rota, tal vez sería un hombre más mayor que su familiar el que estaba al otro lado. Y aun así su cuerpo se estremeció cuando el aroma del contrario invadió sus fosas nasales. Pero no podía ser, su razón actuaba más que sus finos sentidos, así que no le dio importancia a tantas reacciones.

- Solo Dios es capaz de perdonar tus pecados. - susurró de forma calmada, mirando la cruz que tenía entre sus dedos. Tenía gracia que un monstruo como él diera consuelo a personas cuyos pecados eran inclusive mucho más suaves que los suyos propios, y aun así era como único se sentía bien - Si te arrepientes solo dímelo, yo te ayudaré a limpiarte a sus ojos...¿Qué pecados ahogan tu corazón? - robo, lujuria, gula...casi todos los humanos pecaban de lo mismo.

A veces sentía ganas de decirles que sus pecados eran tan sencillos de dejar de lado que no entendía como los repetían una y otra vez, aun así se mantenía en silencio como debía hacer. Él, que de vez en cuando no podía evitar arrebatar las vidas de otros seres humanos, que viviría eternamente aun estando muerto para poder pagar por todos y cada uno de sus pecados...él que se había convertido en un monstruo y a su propio hermano por haberlo deseado de manera impura. Ni siquiera podía arder en el infierno para ser perdonado.

por **Konstantin Flourite** Dom Mayo 22, 2011 9:47 am

Casi le dieron ganas de reír. De hecho, lo hizo. Soltó una grabe y baja risa, nerviosa y confusa. Era algo muy extraño. Sabía que era su hermano, sus sentidos le decían que no podía tratarse de otra persona, sin embargo, su cabeza decía todo lo contrario. Una voz tan joven... Sonaba igual que cuando lo vio por última vez, cuando debía ser un anciano cansado y arrugado.

La segunda mano se unió a la primera, metiendo los diez dedos entre los agujeros de la reja y apoyando la frente en la madera, intentando ver algo a través de los huecos más dados de si. Era capaz de ver cabello rubio, trozos de piel blanca, la comisura de unos labios rojos y tersos. ¿Podía ser posible que su hermano se hubiera convertido en un ser de la noche, igual que él? Vaya forma más extraña tenía el destino de jugar con las personas.

- Ira, pereza, lujuria, envidia, gula... Soy la encarnación del pecado, Padre - murmuró, buscando la mirada azul entre los agujeros - He violado, he matado a tantos que no llevo la cuenta... y no me arrepiento de nada... -se pasó la lengua por el labio inferior, respirando agitado, notando cómo parte del lobo se apoderaba de él, comenzando a hacer ceder la madera que los separaba entre sus manos- Me he mantenido alejado de París durante años, pero he regresado para reencontrarme con mi pasado... Padre... No. Hermano... ¿Tan frágil es tu memoria que has podido olvidar a la sangre de tu sangre? - la risa hizo eco en las paredes de la iglesia, pero no le importo. Le daba igual que alguien lo viera, no importaba quien hubiera aquella noche ahí, pero si tenía la mala suerte de ver algo que no debía, no saldría vivo.

por **Kerevan D. Flourite** Dom Mayo 22, 2011 10:48 am

Al principio no se sobresaltó realmente por las palabras de aquel desconocido, o quizás no tan desconocido. No pecaba de muchas cosas diferentes al resto, aunque ciertamente después ya se iban agravando las cosas. Sus ojos se mantenían cerrados hasta que en un momento dado tenía esa extraña sensación de sentirse observado.

Abrió los ojos y los giró despacio hacia la reja de madera que lo separaba de aquel hombre y sus orbes se desorbitaron al escucharlo, ¿hermano? ¿propia sangre? Tragó grueso y dejó caer biblia y rosario al suelo, girando un poco sobre si mismo para poder tener su rostro de frente al otro lado, acercándose a los agujeros para tratar de ver a través de ellos. Podría jurar que eran sus ojos...

- No puede ser...¿K-Konstantin? - susurró de forma nerviosa, con apenas un leve hilo de voz. Le importaba nada y menos quien pudiera haber allí en ese momento. De haber podido latir probablemente su corazón en su pecho estaría en ese instante desbocado. Alzó las manos para acariciar los dedos descuidados que se dejaron ver por allí, tembloroso - ¿Es posible que sigas vivo?...¿Que puedas hablar?

Para él su hermano solo podía haber corrido dos suertes, estar muerto o seguir siendo una bestia, no concebía el poder estar escuchando su voz y aun así lo creía tan real. Sus ojos se humedecieron un tanto, sensible como siempre había sido, demasiado acongojado ante la posibilidad de tener de nuevo ante él a la única persona que había amado y deseado realmente, por más que eso fuera el pecado más grande y por el que pagaba.

por **Konstantin Flourite** Dom Mayo 22, 2011 11:05 am

La madera se deshizo entre sus dedos cuando escuchó su nombre de los labios y la voz de su hermano. En ese instante pudo verlo claramente, sin nada entre medias que pudiera hacerle dudar. La sonrisa en sus labios no tembló al verlo tan joven y hermoso como recordaba, o quizá aun más, pues esa piel no era tan blanca antes ni se veía tan condenadamente perfecto aunque llevase las mejores y caras ropas.

Parecía que se había emocionado al verlo. No era algo que se esperara, pues siempre había pensado que su hermano lo despreciaría después de haberlo visto transformado, sin embargo, le molestó que hubiese creído que había muerto. ¿Tan incapaz se veía? Y más que eso ¿Quién podía derrotar a una bestia tan poderosa?

- No has cambiado nada, Kerevan... -murmuró, metiendo el brazo entre las astillas y agarrándole el mentón para mirarlo con fijeza, a pesar de la oscuridad podía verlo claramente- ¿Te sorprende que siga vivo? Más me sorprende a mi que te veas tan joven... ¿En qué clase de monstruo te has convertido en este tiempo?

Le soltó con fuerza, haciendo que se golpease la coronilla con la pared que tenía detrás mientras que él se cruzaba de brazos y se acomodaba en aquel cubículo, aunque para su tamaño y aquel pequeño espacio, era bastante complicado.

- ¿Me has echado de menos, hermano? ¿O has agradecido todo este tiempo el que no volviera a acercarme a ti? Por lo que veo, ahora eres un hombre dedicado a Dios... No creo que te resulte agradable codearte con delincuentes y bestias como yo...

por **Kerevan D. Flourite** Lun Mayo 23, 2011 7:06 am

En cuanto aquella madera cedió ante los dedos de su hermano lo pudo ver. Había crecido, lentamente sin duda pues se seguía viendo joven, con esa belleza salvaje y arrebatadora que siempre lo había vuelto loco. Estaba mayor y tan apetitoso que hasta su cuerpo tembló suavemente. Cuando lo agarró quiso apartarse, de verdad que su instinto le decía que lo hiciera por motivos que no comprendía, pero no lo hizo...era su hermano y lo tocaba. Podía sentir el calor de ese leve roce llenarlo, su olor tan cercano...Sus labios se entreabrieron para dejar escapar un suspiro.

- Ha...has crecido, Konstantin. - logró articular, sintiendo como lo observaba. Había crecido, claro que sí, pero le había bastado un segundo para saber que seguía amándolo y deseándolo como tantos años atrás - En lo que Dios quiso que me convirtiera, hermano.

Sintió esa forma tan brusca de soltarlo y el golpe no lo pasó por alto, cosa que le revolvió el pelo pero no se quejó, lo aceptó como debía, como un castigo. Ahora Dios lo estaba poniendo a prueba, debía ser eso sin duda alguna, le ponía delante el fruto de su mayor pecado a ver si era capaz de resistir a la tentación, de callarse sus oscuros sentimientos.

- Konstantin desde que te has marchado no he dejado de pensar en ti ni una sola noche. - reconoció agachando la mirada, tragando grueso - Tú siempre te alejabas de mi, no yo de ti...Y a los pecadores solo trato de mostrarles el camino que deben seguir. Si Dios te ha puesto frente a mi debe ser para arreglarlo todo...todos nuestros pecados. Déjame guiarte por el buen camino, hermano. - metió la mano por el agujero para llevarla al rostro del menor, aunque ahora pareciera algo mayor - Permíteme ayudarte, salvarte...quizás al fin podamos ser perdonados...

por **Konstantin Flourite** Lun Mayo 23, 2011 8:40 am

Le daba autentica rabia verlo así. No era justo. Él había envejecido, no como debería, si no a un ritmo más lento, pero lo había hecho, mientras que su hermano mayor parecía el mismo que entonces. Ahora él parecía el mayor. Y para colmo, seguro que era...

- Vampiro... -musitó con rabia ante la contestación ambigua, arrugando la nariz, reconociendo el olorcillo dulzón que desprendían los de su raza. Realmente era una gran broma del destino. - He crecido... no como tu... -lo miró de arriba a abajo, molesto, recordando todos sus celos y la envidia que siempre lo había corroído- Al menos me queda el consuelo de que no seré un crío para toda la eternidad...

Pero lo cierto era que seguía celoso. No podía soportar el pensar que siempre, SIEMPRE, Kerevan sería mejor que él. No importaba qué hiciera, que su hermano siempre lo sería más. Y Ahora, hasta la longevidad se la había arrebatado. Estaba enfadado, pero aun así, no se apartó cuando su hermano intentó tocarle, pero aunque acariciara su rostro. Se suponía que ahora eran más enemigos que nunca y él iba y hacía todo lo contrario y se acercaba de más a quien siempre había odiado. Lo taladró con la mirada durante mientras lo escuchaba decir un montón de sandeces y no habló hasta que terminó.

- No te creo -respondió. ¿Por qué motivo iba a pensar en él cada noche?- Si siempre me alejé de ti, por algo sería, ¿no? Odio tu forma de ser... No soporto que seas tan perfecto... no aguanto que achaques todo lo que nos pasa a tu "Dios" -lo miró a los ojos con la cara más seria que nunca- No necesito el perdón de nadie... Si Dios realmente existiera, no me habría convertido en un monstruo... en todo caso debería ser él quien tendría que arrodillarse ante mi y pedirme perdón por lo que me ha hecho -bufó, apartando la mirada, pensativo. Era horrible convertirse en una bestia y ver como un espectador cómo esta se apodera de su cuerpo y hacía lo que se le antojaba con él- ¿Qué ayuda me vas a dar tú a mi? - preguntó, mirándolo de nuevo, dándole una patada a la pared que los separaba para terminar de romperla sin importarle lo que pudiera parecer o pensara la gente que estaba afuera- Tu te alimentas de sangre para seguir viviendo... ¿Qué salvación puedes ofrecerme?

por **Kerevan D. Flourite** Lun Mayo 23, 2011 3:02 pm

Vampiro, una sola palabra que englobaba exactamente lo que era, una bestia que necesitaba alimentarse de la vitalidad de otros seres para poder mantenerse fuerte, era un parásito, se odiaba a si mismo pero era la parte de su castigo que le había tocado cargar, su hermano un monstruo y él un virus, por que no sabía otra forma de describirse. Su rostro eternamente juvenil se entristeció notablemente ante sus palabras, le hacían mucho daño, más que nada por que venían de él. No era feliz pensando que viviría eternamente, que seguiría con esa apariencia para siempre y no podría verse nunca maduro.

Se había aprovechado un tanto para seguir acariciando su rostro, aunque se moría de ganas de poder abrazarlo, aun así se separó cuando lo escuchó hablar, parecía que se había propuesto clavarle sus palabras como si fueran estacas, directas a hacer daño, a herir sus sentimientos, lo único que probablemente mantenía de humano.

- Nunca entendí tu odio...yo solo debía ser lo que querían que fuera, a diferencia de ti no tenía la libertad para poder elegir, debía conformarme con lo que me tocara y aceptarlo...- murmuró, contrarrestando sus palabras, por que no quería quedarse callado, no después de tanto tiempo - Dios te castigó a ti por mi culpa, Konstantin. - lo reprendió por meterse así con su señor, no lo veía correcto ni mucho menos - Yo...

Se tapó el rostro cuando el otro terminó rompiendo la pared que los separaba, ese trozo de madera que los alejaba, aunque ya de eso no quedaba nada. Fuera se escucharon murmullos pero solo dijo un "No pasa nada" en alto y volvió a bajar la voz, mirando hacia su hermano de nuevo. Era una bestia, pero tenía razón, él mismo no se quedaba atrás. Tragó grueso y se movió, acercándose y pasando entre la incómoda abertura que había hecho el lobo, sentándose encima de él pues no es como que hubiera mucho más espacio allí. Lo agarró de las mejillas y se las acarició, mostrando un tanto sus colmillos entre sus labios entreabiertos, seguía oliendo a lobo, y el instinto era el instinto...

- Hermano...me alimento de sangre para mantenerme "vivo", si se le puede llamar así...solo para tener más tiempo y poder seguir expiando mis pecados...- susurró, con sus labios muy cerca de los ajenos, pero sin llegar a hacer nada que pudiera considerarse fuera de lugar, excepto el hecho de estar sentado sobre él en un espacio tan estrecho, acariciando sus mejillas - Tú fuiste castigado por mi culpa y yo tengo que buscar la manera de arreglarlo. Por favor, solo dime...¿qué puedo hacer?...

por **Konstantin Flourite** Lun Mayo 23, 2011 4:39 pm

Se rendía. No podía, ni quería, luchar con la tozudez y la estupidez de su hermano. Tan conformista... tan sumiso... Era tan sumamente patético que no merecía la pena ni enfadarse.

- Eres absurdo - murmuró, rodando los ojos, dándose por vencido sin querer discutir con él- De acuerdo, lo que digas... Estoy maldito y es culpa tuya... Fui al bosque y un enorme y monstruoso lobo me mordió durante la luna llena por tu culpa... Todos los males, las enfermedades y los crímenes son culpa tuya... Los seres de la noche somos todos culpa tuya... - Lo cierto era que se había quedado bastante tranquilo después de dejar el confesionario hecho leña. Era impetuoso e impulsivo, pero se calmaba rápido cuando rompía una o dos cosas. Era su manera fácil de desahogarse.

Cuando las voces se acercaron, preguntándose qué había sido ese ruido, estuvo seguro de que su hermano iba a delatarle, que le diría a todos que le estaba haciendo daño y que los humanos lo sacarían de allí a patadas por blasfemo y hereje, pero no sucedió nada de eso y el mayor simplemente lo cubrió, tranquilizando a los feligreses con unas pocas palabras, haciendo que todos se alejasen con la misma rapidez que habían acudido. Lo miró con desconfianza por ese encubrimiento, pues lo veía extraño y muy sospechoso. Y La desconfianza y la sospecha aumentaron cuando lo vio acercarse y sentarse sobre sus piernas con un movimiento tan natural que parecía que lo había hecho durante toda su vida.

De hecho, era la primera vez que tenía a su hermano tan cerca. No recordaba un contacto así entre ellos. Kerevan lo había intentado cuando eran jóvenes, pero él siempre lo rehuía . Y sin embargo, allí estaban, décadas después, hablando como nunca lo habían hecho, dejando que su hermano lo tocase como si realmente lo considerase su familia.

-Me tenéis harto tu y tus pecados- gruñó en voz baja y grave, cogiéndolo de la mandíbula en un fuerte y rápido movimiento al notar su espacio personal invadido, con ojos rubicundos - ¿Por qué? ¿Por qué me castigaron por tu culpa? ¿Que hice para merecerlo? ¿Qué hiciste tu para creer que es tu culpa? -Estaban tan cerca que su agitada respiración hacía que los cabellos de su hermano le acariciasen el rostro al moverse, y sin embargo, no notaba la respuesta. - No le eches la culpa a tus pecados de seguir viviendo... si sigues aquí después de todo este tiempo es porque deseas vivir y te importa un bledo que sea a costa de quien sea... -le soltó, sin tanta furia ni con tanta fuerza como la vez anterior. -No quiero que lo arregles - finalizó, cerrando los ojos, sin imaginarse que podría agotarse tanto con aquel encuentro - Y tampoco podrías... a no ser que me mates, hermano...

por **Kerevan D. Flourite** Mar Mayo 24, 2011 2:28 pm

Jamás conoció alguien que quisiera herirlo tanto con sus palabras como si hermano. No tenía piedad, no la quería tener desde su punto de vista, él solo escupía dardos ponzoñosos al mayor para herirlo, para hacerlo sentir mal, y no se imaginaba hasta que punto lo conseguía. Y no era por el hecho de sus palabras realmente, sino de quien procedían. No es como que se sintiera culpable de todo el dolor del mundo, no era tan idiota, pero sí que se sentía responsable por él, era lo que le habían metido en la cabeza.

Notaba su respiración golpear sus labios y creía que se moría allí mismo si no tomaba su boca de forma desesperada, por Dios que quería beber de su aliento, de su boca...estaba casi hasta temblando de necesidad y aun así no hacía nada. Ese lobo ciego, ¿tan difícil era ver que durante toda su vida su hermano lo había buscado desesperadamente? Cualquier roce para él era suficiente, las sonrisas...quizás era normal, no es el plato de cada día que un hombre se enamore de su hermano, así que no es como que sea lo primero que se le pase a nadie por la cabeza, era lógico visto así. Cuando lo soltó no se separó en lo más mínimo, solo acarició un poco más su rostro hasta su cuello, bajando tanto la voz que de seguro si se escuchaban el uno al otro era por sus agudizados sentidos.

- Quieres saber y yo te lo diré...Igual que a Adan y Eva se les puso la manzana, el pecado...a mi se me puso delante del mismo modo. Algo prohibido y que no debía mirar siquiera bajo ningún concepto. - susurró, pasándose la lengua por los labios nervioso - Y yo lo hice, miré y deseé...deseé tanto que creí que iba a morir si no lo obtenía. El día que cambiaste fue por que yo había decidido tomarlo, iba a caer en la tentación y deseaba por encima de todas las cosas poder pegar un bocado a esa deliciosa...manzana. - no había mejor manera de explicarlo sin explicarlo, ¿no? Y como era su hermano igual ni siquiera se paraba a pensar y darse cuenta de que el pecado para el rubio, no era otro sino él. Mientras hablaba no había podido dejar de mirarle los labios, por que la tentación de tomarlos era cada vez más intensa, tanto que estaba despertando sus instintos más salvajes, menos humanos - Jamás acabaré contigo hermano, a menos que me vaya yo también. Eres toda mi familia, todo lo que de verdad me queda...no podría acabar contigo, te quiero...y siempre te he querido a pesar de que tú solo sientas odio y desprecio por mi.

Ahí una confesión en toda regla, claro que de ahí a que su hermano lo tomara por donde era, podía haber mucha diferencia, él solo se apartó un poco de él, agachando la cabeza.

por **Konstantin Flourite** Mar Mayo 24, 2011 3:28 pm

Estrechó la mirada, fijándose en sus labios mientras hablaba. ¿Siempre habían sido así? eran extraños... y si se quedaba mirándolos, solo le hacían pensar cosas obscenas. le dieron ganas de rompérselos de un puñetazo, pero no estaba seguro de quien se haría más daño y prefería no averiguarlo a costa de clavarse aquellos colmillos en el puño. Por que sí, podía ver esos afilados colmillos a pesar de los gruesos labios que tenía su hermano. Parecía que se los estaba enseñando a propósito mientras hablaba, o quizás solo fuera por la enfermiza cercanía a la que estaban sometidos, y no era porque no hubiera espacio en el confesionario, si no porque tenía al mayor tan encima... acorralándole... Se sentía casi amenazado, como si intentase clavarle los dientes... o algo peor...

Y aquella forma de mirarlo, aquellas palabras, la manera que tenía de relamerse con los ojos llenos de apetito... Era lo suficientemente egocéntrico como para imaginarse que estaba hablando de él. Fue un gran shock pararse a pensar que su hermano mayor, aquel al que siempre había envidiado y odiado, sentía un estúpido y enfermizo deseo hacia él. Se suponía que él era el hermano feo y tonto... ¿Cómo iba a ser posible? La incredulidad cruzó su rostro, siguiéndole la duda y, finalmente, la aceptación llegó, seguida por una sonrisa perversa y divertida.

- Con que... manzana... -murmuró con diversión, posando una mano sobre la mejilla del menor para clavar sus uñas en esta y hacer tres largas heridas desde el pómulo hasta el mentón, sin perder de vista aquellos ojos nublados - Así que me deseas... Yo soy tu tentación... Esto no se trata solo de la familia... En realidad te da exactamente igual...

Se le escapo una risilla grabe y psicópata al tiempo que le agarraba del cuello y se tiraba al suelo lleno de astillas, haciendo caer a Kerevan con brusquedad y el aterrizando encima sin ninguna delicadeza e impidiéndole cualquier posible movimiento o escape.

- Eres un enfermo y un depravado - dijo entre risas, cogiéndole las manos por encima de su cabeza e inmovilizándolas. Aquello le resultaba sumamente divertido y se sentía como un niño con un nuevo juguete. Cuando lo tuvo bien quietecito y amarrado, lo dejó sujeto con una mano mientras que la otra la alzaba a su propio cuello y con la una del dedo pulgar, se hacía un corte sangrante que goteaba rápidamente. - ¿Qué deseas más, hermano? ¿Esto? -preguntó, pasando ese mismo dedo por los gruesos labios de su hermano, manchandolos de su sangre - ¿O esto? - añadió, cogiendo esa misma mano y metiendola bajo la sotana para acariciar su su sexo y pegarse a su cuerpo todo lo que podía.

Lo cierto era que aquello debía repugnarlo y horrorizarlo. Pero con todo el tiempo que había pasado en la más absoluta soledad y que había perdido toda la moral de los seres humanos, no le importaba nada que Kerevan fuera hombre, mujer, su hermano, su padre, un cura o el mismísimo Jesucristo... Tan solo tenía claro que tenía a su mayor rival en la palma de su mano y que pensaba aprovecharlo al máximo.

por **Kerevan D. Flourite** Mar Mayo 24, 2011 4:15 pm

Sorpresa, sorpresa...el lobo no era tan tonto como parecía y había sido capaz de ver la verdad en las palabras de su hermano. Esperaba de todo, esperaba que le repugnara y le empujara bien lejos, pero lo que vio en su rostro fue más una sorpresa. Los suyos propios se abrieron mucho, sintiendo como abría sendas heridas en su rostro que se cerraron casi al momento dada una de sus habilidades, pues era capaz de curarse a una gran velocidad.

- Hermano yo...- no fue capaz de decir nada más antes de que lo empujara de aquella forma tan brusca. Terminó tirado en el suelo, quejándose un poco no solo por el golpe, sino por algunas astillas que se le habían clavado o arañado y lo miró respirando algo agitado, tenía miedo, seguía siendo una bestia y además una que por algún motivo despertaba su instinto de depredador y su sentido de la supervivencia, saltándole todas las alarmas.

Escuchó sus insultos, tratando de revolverse un poco por lo que pudiera hacerle, pero su hermano era fuerte y él en cierto modo no quería que se apartara, solo desvió la cara a un lado, ahogando un jadeo de incomodidad hasta que el delicioso y al mismo tiempo asqueante olor a sangre le llegó. Le gustaba, era su alimento, pero la sangre de su hermano tenía un leve regusto, un olor que por algún motivo le daba escalofríos, una esencia animal que le repugnaba del mismo modo que le atraía. Escuchó su pregunta, respirando agitado y su lengua no tardó en aparecer, rauda a lamer su dedo antes de que desapareciera, sorbiendo su propio labio para degustar toda la sangre que le había dejado, sangre de su propia sangre, redundante, enfermizo y delicioso...excitante.

- Nghaaaa...K-Kons...tantin tu mano...saca tu...mano...- le pidió totalmente agitado y de forma bastante visible como su pecho se movía arriba y abajo. No era capaz de darle una respuesta por que en ese instante deseaba tanto una cosa como la otra. A pesar de sus palabras su miembro estaba casi erguido del todo, por la cercanía anterior, por los roces de ese momento. De sus labios escaparon suspiros - Por fa...vor hermano...- pidió mirándolo, aunque su cara parecía pedir más que siguiera.

por **Konstantin Flourite** Mar Mayo 24, 2011 4:57 pm

Podía notar cómo la temperatura aumentaba, al menos la suya, ya que el cuerpo de su hermano estaba demasiado muerto y frío como para que eso sucediera. Incluso dudaba que pudiera levantarla, aunque después de un par de roces, estaba bastante claro que si podía, a pesar de que su piel estuviera helada. Y a pesar de todo, empezaba a excitarse. Podían considerarlo enfermo, sádico y todo lo que quisieran, pero pensaba disfrutar humillando a Kerevan. Se sentía demasiado poderoso como para detenerse en ese momento y aunque tuviera algo de conciencia, no habría querido detenerse.

Le hizo gracia la mueca de asco que hizo cuando probó el sabor de su sangre lupina, y, sin embargo, rebañó los restos con su lengua como si no quisiera dejar gota -Tengo más... Ven a buscarla... si puedes... - se burló de él, pues aunque la herida de su cuello seguía abierta al no tenía ningún tipo de poder de sanación, hacía todo lo posible porque su hermano no pudiera moverse. Sabía que si hubiera querido habría podido luchar contra él, que seguramente habrían estado al mismo nivel de fuerzas, o que quizá Kerevan lo superase; pero algo le decía que hiciera lo que hiciera, su hermano no iba a oponer ningún tipo de resistencia.

- Para decir incoherencias, mejor no digas nada... -gruñó, alzando la mirada para ver que las marcas de su cara habían desaparecido como si nunca se las hubiera hecho, y le dieron ganas de hacérselas de nuevo. Sin embargo, lo único que hizo fue romper el tejido del habito en dos, desgarrandolo de arriba a abajo para que quedara desnudo por completo, a su completa merced.

- Lo deseas tanto que no merece la pena ni intentarlo... -murmuró, mirando su cuerpo pálido a la luz de las velas que se colaban entre las rendijas, observando aquel miembro completamente alzado y esperando. - Aun así, pienso humillarte y convertirlo en la peor experiencia de tu existencia - prometió, frotando su entrepierna contra él cual perro, simulando una penetración al tiempo que le abría las piernas todo lo que podía, soltándole las manos no sin asegurarse de que no se movería con el peso de su cuerpo.

por **Kerevan D. Flourite** Jue Mayo 26, 2011 6:51 am

La tentación de la sangre era demasiado fuerte, deseaba morderlo, devorarlo por completo y dejarlo seco hasta que la vida se le escapara con un último y agonizante suspiro, pero al mismo tiempo no podía imaginarse acabando con la vida de su hermano, ni siquiera atacándolo, lo que no parecía ser lo mismo a la inversa. Notaba esa forma en la que lo provocaba, como le decía que buscase más sangre aun a sabiendas de que no se podía mover, que lo tenía bien agarrado y no iba a forcejear con él.

Sus ojos se abrieron de forma desorbitada cuando sintió que rajaba su ropa, cuando se vio expuesto de aquella manera ante los ojos de aquella bestia. No podía negar que lo deseaba, más que cualquier otra cosa, era con lo que había soñado durante muchos años peor no así, no de esa manera, no escuchando esas crueles palabras. Amaba a su hermano y lo último que quería era que lo tratara de esa forma y que su intención no fuera otra más que humillarlo. Era doloroso y las lágrimas no tardaron en correr por su rostro, fácil de llanto como era, no habría mejor situación para llorar que aquella. Y aun así no pudo más que ahogar un gimoteo al sentir esos roces contra su cuerpo.

- ¿Por...qué?...- preguntó con la voz algo tomada, sin embargo sus manos no tardaron en buscar el cuerpo de su hermano y lo rodeó por los hombros en un abrazo, ahora que lo tenía tan cerca, mientras su respiración se agitaba más y más. No lograba oponer resistencia, aunque se revolvía un poco de vez en cuando, seguía siendo su hermano, por quien daría la inmortalidad y de verdad...no se veía capaz. Suspiraba, acariciando su cabeza y su nuca - Kons...tantin...¿Porqué tanto...odio?...- aunque ya se lo había dicho, odiaba su personalidad, pero no le había quedado otra que ser así...- N-no lo hagas...no aquí...no así...por favor...

Sabía que por más que tratara de suplicar en susurros todo quedaba vacío, simplemente por que lo deseaba más que nada, deseaba que su hermano lo hiciera suyo, pero la verdad de esa manera, que lo hiciera solo por crueldad, le dolía y mucho.

por **Konstantin Flourite** Jue Mayo 26, 2011 3:02 pm

Mientras le arrancaba la ropa, pudo ver en el gesto de su hermano una mezcla de miedo y algo más... pero no era ninguna de las reacciones que deseaba de él. Quería ver miedo, desesperación, angustia... pero ese "no sé que" que tambien le mostraba, le hacía enfadar aun más y a la vez, le satisfacía saber que, en parte, estaba consiguiendo lo que quería. Una cantidad de sentimientos contradictorios se arremolinaban en su pecho y le hacían pensar cada vez con menos claridad. Habría deseado que en ese momento el lobo se apoderase de él; al menos podría haberse dejado dominar y no tener excusa para cómo se estaba comportando.

Se inclinó para lamer su rostro al verlo llorar, recogiendo las lagrimas con satisfacción, pero en cuando empezó a escuchar aquellos desesperantes gimoteos y notar cómo lo acariciaba y abrazaba le hizo estallar en un gruñido y golpearlo contra el suelo lleno de astillas, estallando un golpe en su cara justo después, desesperado.

- ¡Silencio! ¡No quiero oírte! -le espetó, cogiendo los restos de sus ropajes y atándolos al rededor de sus brazos para impedir que volviera a tocarlo - Cuanto más supliques, peor será para ti...

No apartó la mirada de ese rostro, siempre odiosamente perfecto, mientras se desataba los calzones para sacar su miembro erecto y clavarse en su hermano mayor de una sola y mortífera estocada, hasta lo más hondo.

Rió inconscientemente, notando el odio y la ira bajándose de la nube que eclipsaba su cabeza al sentirse en el interior de su hermano, sintiendo la sangre que se deslizaba entre sus piernas y cómo se iban curando inmediatamente después las heridas que su lujuria había provocado.

- Mira, Kerevan... - lo llamó, mirándolo con el rostro relajado, apoyándose en una de las paredes del confesionario para embestirle lentamente al principio e ir aumentando el ritmo en pocos minutos - ¿Que se siente? ¿Qué pensará Dios de esto? - preguntó con crueldad, inclinándose hacia adelante para apoyar la frente contra la de su hermano, penetrándolo dolorosamente sin cesar.

por **Kerevan D. Flourite** Jue Mayo 26, 2011 3:50 pm

¿Tan malo era haber intentado ser perfecto? ¿Tan terrible era como para que ahora su hermano lo tratase de semejante manera? Su crueldad parecía no tener límites y sintió de nuevo el golpe cuando lo hizo contra el suelo y más aun el golpe contra su rostro. Las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos, su hermano solo buscaba hacerle daño, no quería el placer de su compañía ni nada parecido, solo quería herirle, hacerle mucho daño y verle sufrir...no podía soportarlo, ¿tan grande era su odio?

Sus ojos se abrieron de nuevo con terrible pánico al ver como se sacaba su sexo, erecto y preparado para taladrarlo sin piedad, tal y como hizo apenas instantes después. No pudo hacer nada pues lo había imposibilitado, y solo se mordió el labio inferior para ahogar un terrible y agonizante quejido, haciendo que la sangre corriera por la comisura de su boca, cayendo hacia un lado. Notó que sangraba, sabía que lo había herido pero también pudo notar como curaba al momento, como siempre, debía soportar el dolor una y otra vez.

Había cerrado los ojos con fuerza, conteniendo el llanto para no armar un escándalo pero tuvo que volver a mirarlo, sollozando, se sentía fatal, ya ni siquiera un poco de la emoción del principio, estaba siendo violado por quien amaba, violado por su propio hermano, no podía estar en una situación peor. Lo miró, comenzando a llorar en silencio mientras lo embestía de forma dolorosa a causa de que su cuerpo estaba rechazando totalmente la intromisión, estaba muy estrecho y su esfínter no quería ceder en lo más mínimo el terreno, sus heridas se abrían y cerraban una y otra vez, era una total tortura.

- P-perdó....nalo...S-señor...p-porque...n-no sab...e lo...q-que hace...- dijo en un susurro ahogado, agitado, adolorido...mirando los ojos de su hermano. No sabía que hacer, suplicar no le serviría, no podía moverse, su sexo a pesar de todo se mantenía despierto, quizás no tan duro como antes pero seguía erecto - Te...am-mo...her....mano...

Cerró los ojos, más que dispuesto a recibir otro golpe, un grito, una brutal embestida o lo que tuviera que darle, ya no importaba mucho, sabía que iba a tener que aguantarse hasta que el menor se diera por satisfecho.

por **Konstantin Flourite** Vie Mayo 27, 2011 2:16 pm

Cualquiera que lo viera pensaría que había perdido la cabeza, ahí, embistiendo a su hermano como un animal en celo, enfermo y desquiciado. Y puede que no estuviera muy cuerdo después de todo, pero lo que si era seguro era que en ese momento se trataba de un animal. Era posible que la luna llena estuviera cerca, a tan solo unos días de aparecer. No lo sabía... o más bien, no lo recordaba. Pero no era importante. No cuando estaba llevando a cabo su ansiada venganza.

Aquellas palabras pronunciadas a trompicones en un susurro que no habría podido escuchar cualquiera lo hicieron detenerse. Lo miró con disgusto unos segundos, pensando qué había provocado aquella reacción en él, si el hecho de que suplicase a Dios por su perdón u oír que lo amaba. Y terminó decidiendo que ambas eran igual de perturbadoras.

- Eso no está nada bien... - murmuró, susurrandolo al oído de su hermano, apartándose lo justo para abrirse la muñeca de un mordisco y dejando que la sangre que gotease, primero sobre la boca y los labios de su hermano, dejando que volviera a saborear su sangre, que debía resultarle repugnante, al igual que su olor, y manchando su rostro y su pecho a continuación, sádico como era, regresando a las duras penetraciones - No imaginaba que esto te gustara tanto... - añadió, buscando sus labios por primera vez, por propia voluntad, notando el sabor de sus sangres mezcladas, con sabores tan parecidos y distintos a la vez, estallando abundantemente en su interior con un gemido ronco que se ahogó en su garganta.

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