AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Lo que nadie sabe es que nuestro sufrimiento es opcional (Priv. Magnolia)
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Lo que nadie sabe es que nuestro sufrimiento es opcional (Priv. Magnolia)
Völkker, sentado en el borde de aquella cama, cuna de las más inusitadas pasiones y las más creativas y diversificadas fantasías, con sus codos posados en sus muslos y su barbilla siendo albergado por sus dedos, se mantenía en total y absoluta calma. En el interior de la cama, cubierta por las sábanas y durmiendo plácidamente, yacía una mujer de no menos de cincuenta años. Una sonrisa se encontraba en su rostro maduro con el labial corrido y el rimel en cualquier lugar excepto en sus pestañas.
El jóven cortesano se puso de pie. Su cuerpo se encontraba desnudo siendo su pálida piel la principal prueba de la perversión que yacía en el interior de aquella mujer, puesto que poseía varios moretones y heridas de diversa consideración. Cogió las monedas, juntó su ropa y salió de aquella habitación.
Tomó una bocanada de aire fresco y miró al piso, levemente avergonzado.
Realizó movimientos con su cuello ya que por la tarde no había dormido bien y se dirigió a uno de los baños compartidos con la finalidad de darse una reponedora ducha. Poco servía, ya que posteriormente debía cubrir su figura con el mismo vestuario del día anterior. Suspiraba inaudiblemente sintiendo como el agua fría cubría su cuerpo y agudizaba el dolor de las heridas ante el más mínimo roce. Salió de la ducha, mojado, especialmente su cabello y observó su reflejo en el espejo. Tragó saliva, ya que no le gustaba lo que veía. Sus ojos brillaban considerablemente y el corazón parecía salírsele por la boca. La imágen de los gemelos llegó a su mente luego de posar sus manos sobre el lavabo y sonrió. Sonrió porque todos los sacrificios lo estaba haciendo por ellos, por ellos y su presente y futuro, y ante eso podría sufrir los avergonzamientos sociales y los golpes de las mujeres que buscaban el sadomasoquismo como la mejor forma de expresar sus frustraciones interiores.
Se vistió con aquella sucia camiseta de lana que poseía más de un orificio, su pantalón de tela que había heredado de su abuelo -y que le otorgaba un aspecto anticuado- y unas sandalias que había encontrado en una de las habitaciones. No era lo que él anhelaba pero solía pensar que lo importante era el resto y él podía esperar.
Dirigió su cuerpo y alma hacia uno de los salones comunes de aquel Burdel que era su hogar por las noches y se sentó en una de las sillas. Llevó su mirada hacia la chimenea donde el ardor en sus ojos era evidente, pero no le importó. Parecía como si su alma no estuviese ahí sino que se encontraba varada en parajes inimaginados. Suspiró y se mantuvo con total calma en el lugar. Él no era impulsivo, sino más bien analítico y pensativo, por lo que independiente de lo que sucedía a su alrededor, especialmente con hombres de avanzada edad hostigando a las cortesanas, se mantuvo ininmutable.
Hasta que, claro, una más que melodiosa voz le despertó de sus pensamientos.
El jóven cortesano se puso de pie. Su cuerpo se encontraba desnudo siendo su pálida piel la principal prueba de la perversión que yacía en el interior de aquella mujer, puesto que poseía varios moretones y heridas de diversa consideración. Cogió las monedas, juntó su ropa y salió de aquella habitación.
Tomó una bocanada de aire fresco y miró al piso, levemente avergonzado.
Realizó movimientos con su cuello ya que por la tarde no había dormido bien y se dirigió a uno de los baños compartidos con la finalidad de darse una reponedora ducha. Poco servía, ya que posteriormente debía cubrir su figura con el mismo vestuario del día anterior. Suspiraba inaudiblemente sintiendo como el agua fría cubría su cuerpo y agudizaba el dolor de las heridas ante el más mínimo roce. Salió de la ducha, mojado, especialmente su cabello y observó su reflejo en el espejo. Tragó saliva, ya que no le gustaba lo que veía. Sus ojos brillaban considerablemente y el corazón parecía salírsele por la boca. La imágen de los gemelos llegó a su mente luego de posar sus manos sobre el lavabo y sonrió. Sonrió porque todos los sacrificios lo estaba haciendo por ellos, por ellos y su presente y futuro, y ante eso podría sufrir los avergonzamientos sociales y los golpes de las mujeres que buscaban el sadomasoquismo como la mejor forma de expresar sus frustraciones interiores.
Se vistió con aquella sucia camiseta de lana que poseía más de un orificio, su pantalón de tela que había heredado de su abuelo -y que le otorgaba un aspecto anticuado- y unas sandalias que había encontrado en una de las habitaciones. No era lo que él anhelaba pero solía pensar que lo importante era el resto y él podía esperar.
Dirigió su cuerpo y alma hacia uno de los salones comunes de aquel Burdel que era su hogar por las noches y se sentó en una de las sillas. Llevó su mirada hacia la chimenea donde el ardor en sus ojos era evidente, pero no le importó. Parecía como si su alma no estuviese ahí sino que se encontraba varada en parajes inimaginados. Suspiró y se mantuvo con total calma en el lugar. Él no era impulsivo, sino más bien analítico y pensativo, por lo que independiente de lo que sucedía a su alrededor, especialmente con hombres de avanzada edad hostigando a las cortesanas, se mantuvo ininmutable.
Hasta que, claro, una más que melodiosa voz le despertó de sus pensamientos.
Völkker- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 31/08/2012
Localización : En tus más íntimas fantasías
Re: Lo que nadie sabe es que nuestro sufrimiento es opcional (Priv. Magnolia)
A veces, cuando dedicaba demasiado tiempo a darle vueltas a las cosas, sacaba unas conclusiones muy raras. Y mientras mis caderas se movían al ritmo que el cliente de la noche había propuesto, y al tiempo que mi boca emitía gemidos automáticos, lo único que podía pensar era que por cada cliente que atendía, iba regalándoles un pedacito de mi. Un trozo de lo que era Magnolia, u Olivia, al final éramos la misma siendo tan diferentes como éramos. No entendía cómo había durado tanto tiempo complaciendo hombres y me preocupaba que estuvieran a punto de terminarse los pedacitos que podía regalarles. Algo debía quedarme yo o terminaría vacía. Sonreí cuando sentí el peso muerto caer sobre mi cuerpo, lo que quería decir que era hora de vestirse, tomar el dinero y escapar por la puerta antes de que al cliente se le ocurriera tener una segunda oportunidad conmigo.
No todo podía ser tan facil, de hecho estaba encontrando algo complicado salir de debajo de ese cuerpo que después de satisfacerse conmigo, me parecía algo pesado. Apenas se movió y balbuceó algo de que había sido genial pero sería más genial si me pagara y saliera por la puerta. No parecía querer levantarse así que debía apresurar las cosas. Pensé que estaba dormido. Un pequeño error. Me removí y me arrastré hasta quedar con el torso colgando fuera de la cama y las piernas todavía atrapadas bajo el cuerpo y entonces se dio la vuelta con esa mirada que te dice que no está contento. Ay no. Y me quedé estática, sin poder moverme y al alcance de su mano, que era precisamente lo que me preocupaba. Enormemente.
Un montón de acontecimientos llegaron a la habitación de golpe, tan rápido que no tuve tiempo de moverme, o al menos no tan rápido como me exigía la parte de mi cerebro que gritaba que me había metido en problemas. Él se movió y yo cai de la cama. Él se levanto y yo me empujé con los talones hacia la pared. Él se acercó y yo le pedí a algún Dios pagano que me diera la fuerza para escapar antes de que me alcanzara. No pude. Cuando me di cuenta ya estaba levantándome del suelo con una de sus manos en mi cabello y otra en mi cuello y me aplastaba contra la pared y yo tan sólo buscaba una vía de escape. Escuchaba a medias las lecciones de vida que me gritaba mientras me escupía y con una de mis manos tanteaba para ver si encontraba algo lo suficientemente grande y pesado como para dejarlo inconsciente al primer golpe.
Una ventana de oportunidad, un momento en que me lanzó el dinero a la cara diciéndome algo que me sonó a "prostituta barata", cosa que no me importó, y sólo tuve tiempo de tomar mi vestido del suelo y salir corriendo mientras me iba semi vistiendo en el pasillo. Con suerte podría regresar más tarde por el dinero. Entré a la sala común con el vestido sostenido en mi cuerpo sólo por las tiras de los hombros, descalza, despeinada y con el sentimiento de sus manos que apretaban mi cuello todavía. Las miradas no me importaban, los cuchicheos me daban igual, me preocupaba que desde mi regreso todo me estaba saliendo mal. Me dejé caer en una silla y me dirigí al chico que estaba a mi lado, pensativo, una isla de calma en medio de la tormenta lujuriosa que se desataba a nuestro alrededor.
-¿Podrías ayudarme con los botones?- La voz me salió cortada pero me recompuse. Los botones eran como cincuenta pero daba igual. Me di la vuelta despacio dejándolo con mi espalda frente a sus ojos. -Sólo abotona unos cuantos, por favor. No importa.- Traer la espalda descubierta no era lo más prudente para lo que tenia planeado hacer a continuación. Largarme a mi casa.
No todo podía ser tan facil, de hecho estaba encontrando algo complicado salir de debajo de ese cuerpo que después de satisfacerse conmigo, me parecía algo pesado. Apenas se movió y balbuceó algo de que había sido genial pero sería más genial si me pagara y saliera por la puerta. No parecía querer levantarse así que debía apresurar las cosas. Pensé que estaba dormido. Un pequeño error. Me removí y me arrastré hasta quedar con el torso colgando fuera de la cama y las piernas todavía atrapadas bajo el cuerpo y entonces se dio la vuelta con esa mirada que te dice que no está contento. Ay no. Y me quedé estática, sin poder moverme y al alcance de su mano, que era precisamente lo que me preocupaba. Enormemente.
Un montón de acontecimientos llegaron a la habitación de golpe, tan rápido que no tuve tiempo de moverme, o al menos no tan rápido como me exigía la parte de mi cerebro que gritaba que me había metido en problemas. Él se movió y yo cai de la cama. Él se levanto y yo me empujé con los talones hacia la pared. Él se acercó y yo le pedí a algún Dios pagano que me diera la fuerza para escapar antes de que me alcanzara. No pude. Cuando me di cuenta ya estaba levantándome del suelo con una de sus manos en mi cabello y otra en mi cuello y me aplastaba contra la pared y yo tan sólo buscaba una vía de escape. Escuchaba a medias las lecciones de vida que me gritaba mientras me escupía y con una de mis manos tanteaba para ver si encontraba algo lo suficientemente grande y pesado como para dejarlo inconsciente al primer golpe.
Una ventana de oportunidad, un momento en que me lanzó el dinero a la cara diciéndome algo que me sonó a "prostituta barata", cosa que no me importó, y sólo tuve tiempo de tomar mi vestido del suelo y salir corriendo mientras me iba semi vistiendo en el pasillo. Con suerte podría regresar más tarde por el dinero. Entré a la sala común con el vestido sostenido en mi cuerpo sólo por las tiras de los hombros, descalza, despeinada y con el sentimiento de sus manos que apretaban mi cuello todavía. Las miradas no me importaban, los cuchicheos me daban igual, me preocupaba que desde mi regreso todo me estaba saliendo mal. Me dejé caer en una silla y me dirigí al chico que estaba a mi lado, pensativo, una isla de calma en medio de la tormenta lujuriosa que se desataba a nuestro alrededor.
-¿Podrías ayudarme con los botones?- La voz me salió cortada pero me recompuse. Los botones eran como cincuenta pero daba igual. Me di la vuelta despacio dejándolo con mi espalda frente a sus ojos. -Sólo abotona unos cuantos, por favor. No importa.- Traer la espalda descubierta no era lo más prudente para lo que tenia planeado hacer a continuación. Largarme a mi casa.
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
Fecha de inscripción : 17/01/2011
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Re: Lo que nadie sabe es que nuestro sufrimiento es opcional (Priv. Magnolia)
Silencio abrazador que cubre la agonía. Se puede estar en un lugar concurrido de almas solitarias pero lo que retumba en el interior es un vacío sepulcral. Así se encontraba él, Völkker, polaco de nacimiento, con sus codos rozando levemente sus muslos mientras su barbilla se encontraba depositada en sus rígidos dedos. Gritos iban, gritos venían. Y es que en un Burdel la idea de encontrar la calma y la parsimonia era una completa utopía. No le importó. En su mente y consciente divagaban un sinfín de pensamientos que formaban un popurrí con las imágenes provocando así un sentimiento de calma en medio de aquella cruel y vana tempestad. Sus ojos yacían varados en la chimenea cuyo fuego contrastaba con su débil y vulnerable corazón.
Suspiró, y con el suspiro retumbaron un sinfín de insultos y maldiciones que seguramente el tan venerado "Dios" se sentiría avergonzado. Un hombre de un cuerpo maduro, portentoso, cuya tosquedad evidenciaba más no belleza alguna, había salido de una de las habitaciones. Todos le observaban al unísono en el que aquella alma solitaria en búsqueda de compañía, abrió las compuertas del Burdel y se alejó de este manteniendo los improperios. El cuchicheo le despertó de sus más íntimos momentos. Parecía ser que los pensamientos no eran su fuerte. De serlo, seguro y mantendría aquellos comentarios en el fondo de su corazón junto a la abrazante intimidad. Alzó una ceja producto de la situación y se mantuvo impertérrito, ininmutable. Pensó en haberlo sacado a patadas, como rutinariamente hacía, pero el hombre no le dio chance alguna.
Más la curiosa chance de observar a una jóven de cabellos claros irrumpió a escena. Esta vez el cuchicheo era más evidente. Las miradas de aquellas almas se dirigían a aquel curvilíneo y atractivo cuerpo. Poseía heridas, igual que él. Poseía una mirada que evidenciaba un deseo irrefrenable por salir de aquel lugar. Más de una vez le había visto. ¿Su nombre?, lo desconocía. Él jamás había sido sociable puesto que los núcleos sociales no formaban parte de su interés. Además, sentía que no encajaba, por lo que no era una sorpresa que no supiese el nombre de todos los cortesanos, más no por eso no les prestaría ayuda si lo necesitaran.
Su melodiosa voz le despertó de sus pensamientos. Frunció su entreceja, mero hecho de inconsciencia y sorpresa, y se puso de pie desde aquella cómoda silla de madera que le había albergado. Realizó un atisbo de sonrisa breve, educada, concisa y débil, sólo para posteriormente asentir sintiendo como aquel deseo irrefrenable de cambiar el curso de las cosas le permitía ir más allá de lo recomendable como atracción nocturna.
El cabello sedoso y suave caía a través de su pecho y su espalda. Realizó una pequeña coleta en la nuca con la finalidad de que le fuese más simple cumplir con su acto humanitario y se acercó aún más a ella. La fragancia que poseía era embriagadora. Si bien existía una batalla entre dos perfumes tras el acto sexual, el de la mujer era el que predominaba. Su aroma se adentraba en sus fosas nasales abrazándole. Cerró sus ojos por un breve momento sólo para tener el placer de aspirar sutilmente. Los abrió posteriormente de forma súbita y comenzó a abrochar los botones. Uno tras otro, con calma y elocuencia, procurando ser sumamente cuidadoso con el tacto con la finalidad de no rozar su piel. — ¿Dura noche? — Preguntó en un tímido susurro con su voz aún inmadura pero masculina y sumamente varonil. Anhelaba calmar y apaciguar la evidente tensión. Además, quería comprender el porqué de su mirada tan perdida y seguramente ella sabría el porqué aquel tipo maldecía a Merlín y a todos sus dioses.
Suspiró, y con el suspiro retumbaron un sinfín de insultos y maldiciones que seguramente el tan venerado "Dios" se sentiría avergonzado. Un hombre de un cuerpo maduro, portentoso, cuya tosquedad evidenciaba más no belleza alguna, había salido de una de las habitaciones. Todos le observaban al unísono en el que aquella alma solitaria en búsqueda de compañía, abrió las compuertas del Burdel y se alejó de este manteniendo los improperios. El cuchicheo le despertó de sus más íntimos momentos. Parecía ser que los pensamientos no eran su fuerte. De serlo, seguro y mantendría aquellos comentarios en el fondo de su corazón junto a la abrazante intimidad. Alzó una ceja producto de la situación y se mantuvo impertérrito, ininmutable. Pensó en haberlo sacado a patadas, como rutinariamente hacía, pero el hombre no le dio chance alguna.
Más la curiosa chance de observar a una jóven de cabellos claros irrumpió a escena. Esta vez el cuchicheo era más evidente. Las miradas de aquellas almas se dirigían a aquel curvilíneo y atractivo cuerpo. Poseía heridas, igual que él. Poseía una mirada que evidenciaba un deseo irrefrenable por salir de aquel lugar. Más de una vez le había visto. ¿Su nombre?, lo desconocía. Él jamás había sido sociable puesto que los núcleos sociales no formaban parte de su interés. Además, sentía que no encajaba, por lo que no era una sorpresa que no supiese el nombre de todos los cortesanos, más no por eso no les prestaría ayuda si lo necesitaran.
Su melodiosa voz le despertó de sus pensamientos. Frunció su entreceja, mero hecho de inconsciencia y sorpresa, y se puso de pie desde aquella cómoda silla de madera que le había albergado. Realizó un atisbo de sonrisa breve, educada, concisa y débil, sólo para posteriormente asentir sintiendo como aquel deseo irrefrenable de cambiar el curso de las cosas le permitía ir más allá de lo recomendable como atracción nocturna.
El cabello sedoso y suave caía a través de su pecho y su espalda. Realizó una pequeña coleta en la nuca con la finalidad de que le fuese más simple cumplir con su acto humanitario y se acercó aún más a ella. La fragancia que poseía era embriagadora. Si bien existía una batalla entre dos perfumes tras el acto sexual, el de la mujer era el que predominaba. Su aroma se adentraba en sus fosas nasales abrazándole. Cerró sus ojos por un breve momento sólo para tener el placer de aspirar sutilmente. Los abrió posteriormente de forma súbita y comenzó a abrochar los botones. Uno tras otro, con calma y elocuencia, procurando ser sumamente cuidadoso con el tacto con la finalidad de no rozar su piel. — ¿Dura noche? — Preguntó en un tímido susurro con su voz aún inmadura pero masculina y sumamente varonil. Anhelaba calmar y apaciguar la evidente tensión. Además, quería comprender el porqué de su mirada tan perdida y seguramente ella sabría el porqué aquel tipo maldecía a Merlín y a todos sus dioses.
Völkker- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 31/08/2012
Localización : En tus más íntimas fantasías
Re: Lo que nadie sabe es que nuestro sufrimiento es opcional (Priv. Magnolia)
A veces, después de mucha labor de convencimiento lograba creerme el cuento de que los insultos que profería la gente hacia mi persona no me dolían pero la verdad es que si dolían, porque cuando era de noche, y estabas acostada en tu cama, sola, mirando el techo y con el cuerpo cansado, de pronto parecían pequeñas astillas que se te clavaban. Tal vez durante los días normales no recordaras todo lo que alguna vez te decían, pero cuando estabas mal eran como piedras que ayudaban a ahogarte en un océano de incertidumbre y falta de autoestima. La pausa entre mi petición y su respuesta se me hizo eterna, principalmente porque mis ojos habían seguido la espalda del hombre que iba hablando de mi como si hubiera incendiado su casa, con su esposa y sus hijos dentro, y lo escuchaba porque él quería que lo escuchara y que supiera que no estaba contento. Probablemente ya me habría castigado llevándose el dinero que me pertenecía por aguantar su peso sobre mi durante un buen rato. Suspiré para romper el encanto y sonrei en respuesta a una sonrisa tímida que me dedicó aquel muchacho, al menos para sacarme de la cabeza el montón de basura que habían echado sobre mi esa noche.
Sentí sus manos en mi cabello y tan sólo atiné a alisarme el frente del vestido, ya tenía tiempo que nadie me tocaba así, con cuidado y delicadeza, sin jalar, sin obtener un placer inmediato en el grito o la queja que yo puiera soltar por la boca. Y luego sus dedos calmados viajando hacia abajo por la hilera de botones realizando el trabajo que yo le había encomendado, sin tocarme la piel y sintiendo su respiración profunda en la piel. Hasta ahora caía en cuenta de que no lo conocía, es decir, tal vez lo había visto en el burdel pero ahí dentro la mayoría de nosotros éramos sólo caras bonitas en busca de alguien que quisiera satisfacer sus más básicos instintos con nosotros.
Después, su voz llegó a mis oidos y encogí sólo un hombro. ¿Qué podía decirle que no supiera él ya? Miré hacia la puerta por donde había salido el hombre que estuvo a punto de ahorcarme en una de las habitaciones. Pasé saliva y asentí. -Un poquito- Era un decir, en realidad había sido una noche de esas que preferirías no repetir. Nunca.
Esperé a que terminara, no fue demasiado tiempo y me giré para mirarlo bien por primera vez, algo dentro de mi me decía que no quería que él fuera una cara más y la mejor forma de volverlo una persona, era mirarlo a los ojos. Pasé el dedo pulgar por la comisura de los labios para borrarle una sombra de pintura de labios. Un rastro que su última clienta le había dejado. Fue un acto que no pensé demasiado antes de efectuarlo. -Pero creo que tu tampoco has tenido una noche excepcional, ¿O me equivoco?- Ahí estaba la defensa psicológica inconsciente que utilizaba para no seguir pensando que mi vida era una basura, mejor hablar de las tristezas de los demás, convertir tus propios problemas en una especie de espejo donde todo rebotada y tu nunca eras la víctima. Al menos hasta que llegaba la noche, tu cama y la soledad que venía en el mismo paquete con tu profesión.
Sentí sus manos en mi cabello y tan sólo atiné a alisarme el frente del vestido, ya tenía tiempo que nadie me tocaba así, con cuidado y delicadeza, sin jalar, sin obtener un placer inmediato en el grito o la queja que yo puiera soltar por la boca. Y luego sus dedos calmados viajando hacia abajo por la hilera de botones realizando el trabajo que yo le había encomendado, sin tocarme la piel y sintiendo su respiración profunda en la piel. Hasta ahora caía en cuenta de que no lo conocía, es decir, tal vez lo había visto en el burdel pero ahí dentro la mayoría de nosotros éramos sólo caras bonitas en busca de alguien que quisiera satisfacer sus más básicos instintos con nosotros.
Después, su voz llegó a mis oidos y encogí sólo un hombro. ¿Qué podía decirle que no supiera él ya? Miré hacia la puerta por donde había salido el hombre que estuvo a punto de ahorcarme en una de las habitaciones. Pasé saliva y asentí. -Un poquito- Era un decir, en realidad había sido una noche de esas que preferirías no repetir. Nunca.
Esperé a que terminara, no fue demasiado tiempo y me giré para mirarlo bien por primera vez, algo dentro de mi me decía que no quería que él fuera una cara más y la mejor forma de volverlo una persona, era mirarlo a los ojos. Pasé el dedo pulgar por la comisura de los labios para borrarle una sombra de pintura de labios. Un rastro que su última clienta le había dejado. Fue un acto que no pensé demasiado antes de efectuarlo. -Pero creo que tu tampoco has tenido una noche excepcional, ¿O me equivoco?- Ahí estaba la defensa psicológica inconsciente que utilizaba para no seguir pensando que mi vida era una basura, mejor hablar de las tristezas de los demás, convertir tus propios problemas en una especie de espejo donde todo rebotada y tu nunca eras la víctima. Al menos hasta que llegaba la noche, tu cama y la soledad que venía en el mismo paquete con tu profesión.
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
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Re: Lo que nadie sabe es que nuestro sufrimiento es opcional (Priv. Magnolia)
Tembló, sutilmente, al momento de sentir como la fragancia de la jóven cortesana se adentraba a través de sus fosas nasales. Desconocía si ella había sido la testigo presencial de aquel acto, y su interés se mantuvo en el limbo durante varios segundos. Sus ojos recorrieron la figura, seguramente, deseada y envidiada de la mujer, cual andinista en la cruda patagonia. Su corazón latía a un nivel inimaginado. Él era un gran amante y una mejor compañía en su labor como cortesano, más no era el individúo con más confianza y amor propio cuando se trataba de "Völkker, el humano". Piel suave, tersa, fina, independiente del hecho de que había estado trabajando minutos atrás. Eso, definitivamente, evidenciaba cuán especial y única era su belleza.
Titubeó y se estremeció levemente al sentir el contacto de uno de sus dedos sobre sus rosados labios. Se sorprendió, alzó una ceja y un pequeño orificio se formó en sus labios. No sudó. Seguramente si no habría trabajado minutos antes, lo habría hecho. Y una sonrisa cómplice se posó en sus labios sólo para posteriormente realizar una pequeña, breve y educada reverencia. Su respuesta le había dejado con la duda. Quizá y como un enigma en medio de lo rutinario que era ser Cortesano cumpliendo fantasías nocturnamente. No insistió más en el tema, le complicaba, y él no era una especie de psicólogo encargado de subsanar los problemas psicológicos de la mujer. Muy por el contrario, seguro si comentaba, aún sin tener conocimiento de causa, de alguna u otra forma heriría susceptibilidades.
Si la sorpresa que le había causado el hecho de observar su aterciopelada piel había sido abundante, cuando le preguntó por él, fue mayor. Frunció ambas cejas logrando así que un par de arrugas se posaran en su frente. ¿Desde cuándo la gente le preguntaba por él? No por el cortesano que realizaba las fantasías por un par de monedas, sino por el humano que se había encargado, diariamente, de dirigir la vida de sus dos hermanos pequeños. ¿Y es que acaso se encontraba haciendo realidad en medio de una utopía que, a fin de cuentas, no era tan así cómo él creía? ¿Es que se estaba burlando? ¿Es que le había llegado el comentario de que su trabajo no era una pasión en su vida sino una forma de brindarle a sus hermanos la vida que él quería para ellos? Dudas surcaron su consciente y por una ínfima cantidad de segundos parecía "ido", como si no estuviera allí.
Negó con su cabeza, más para sí mismo que para ella, sonriendo tímida y brevemente mientras entrelazaba los dedos de sus manos a la altura de sus muslos. — Cuando cada noche estamos cubiertos de rutina y monotonía, es difícil buscar la excepcionalidad. — Murmuró con sinceridad y posteriormente se encogió de hombros con simpleza. Un suave e inusitado suspiro se asomó desde sus labios. — De todas formas, soy fiel creyente que en un segundo todo puede cambiar. — Se recriminó mentalmente el hecho de no haber tenido el tacto suficiente para no mantener el silencio. Él era reservado. ¿Qué le hacía pensar que sus ansias de ser escuchado por alguien podrían ser comprendidas por ella? Bufó. Y optó por bajar su mirada ante el hecho de que, seguramente, había hablado más de la cuenta.
Titubeó y se estremeció levemente al sentir el contacto de uno de sus dedos sobre sus rosados labios. Se sorprendió, alzó una ceja y un pequeño orificio se formó en sus labios. No sudó. Seguramente si no habría trabajado minutos antes, lo habría hecho. Y una sonrisa cómplice se posó en sus labios sólo para posteriormente realizar una pequeña, breve y educada reverencia. Su respuesta le había dejado con la duda. Quizá y como un enigma en medio de lo rutinario que era ser Cortesano cumpliendo fantasías nocturnamente. No insistió más en el tema, le complicaba, y él no era una especie de psicólogo encargado de subsanar los problemas psicológicos de la mujer. Muy por el contrario, seguro si comentaba, aún sin tener conocimiento de causa, de alguna u otra forma heriría susceptibilidades.
Si la sorpresa que le había causado el hecho de observar su aterciopelada piel había sido abundante, cuando le preguntó por él, fue mayor. Frunció ambas cejas logrando así que un par de arrugas se posaran en su frente. ¿Desde cuándo la gente le preguntaba por él? No por el cortesano que realizaba las fantasías por un par de monedas, sino por el humano que se había encargado, diariamente, de dirigir la vida de sus dos hermanos pequeños. ¿Y es que acaso se encontraba haciendo realidad en medio de una utopía que, a fin de cuentas, no era tan así cómo él creía? ¿Es que se estaba burlando? ¿Es que le había llegado el comentario de que su trabajo no era una pasión en su vida sino una forma de brindarle a sus hermanos la vida que él quería para ellos? Dudas surcaron su consciente y por una ínfima cantidad de segundos parecía "ido", como si no estuviera allí.
Negó con su cabeza, más para sí mismo que para ella, sonriendo tímida y brevemente mientras entrelazaba los dedos de sus manos a la altura de sus muslos. — Cuando cada noche estamos cubiertos de rutina y monotonía, es difícil buscar la excepcionalidad. — Murmuró con sinceridad y posteriormente se encogió de hombros con simpleza. Un suave e inusitado suspiro se asomó desde sus labios. — De todas formas, soy fiel creyente que en un segundo todo puede cambiar. — Se recriminó mentalmente el hecho de no haber tenido el tacto suficiente para no mantener el silencio. Él era reservado. ¿Qué le hacía pensar que sus ansias de ser escuchado por alguien podrían ser comprendidas por ella? Bufó. Y optó por bajar su mirada ante el hecho de que, seguramente, había hablado más de la cuenta.
Völkker- Prostituta Clase Baja
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Localización : En tus más íntimas fantasías
Re: Lo que nadie sabe es que nuestro sufrimiento es opcional (Priv. Magnolia)
La piel en mi cuello comenzaba a arder, podía sentir cómo las marcas aparecían de pronto y me pasé instintivamente una mano por encima de donde sentía el ardor. Ladeé la cabeza un poco evitando su mirada y de pronto siendo consciente de los murmullos que crecían a mi alrededor, las voces que hablaban de la chica descalza que había salido corriendo, la que no había sido capaz de complacer hasta las últimas consecuencias a su cliente, la que había sido insultada y probablemente usada sin paga en una habitación de ese edificio. Pasé saliva y concentré mi atención en él. El chico que me había abotonado el vestido, el chico que antes de mi interrupción se veía tan tranquilo, tan calmado, tan ajeno al montón de locura que se elevaba alrededor. No sabía su nombre.
-Entonces confiemos en que cambiará para bien- Claro que en ese momento no veía cómo podía cambiar para mal, o tal vez estaba siendo un poco pesimista. Noté que había cambiado su expresión, bajó su mirada y al romperse la conexión con mis ojos, sentí frío. Un frío que no quería sentir, al menos no esa noche, ¿Ya había terminado nuestra conversación? Me removí nerviosa en mi asiento pensando en qué más podría decirle, en qué otra cosa podría pedirle, en qué podía preguntarle para llamar su atención. Su nombre. No sabía su nombre.
Miré alrededor, al parecer los murmullo se habían callado, la gente ya no hablaba de mi a mis espaldas, el cliente molesto ya había sido olvidado, la rubia que había salido corriendo y que iba solamente con un vestido sobrepuesto parecía no haber existido jamás. Mejor. Me mordí el labio escuchando en mi cabeza las palabras recientes del chico que estaba frente a mi. "En un segundo todo puede cambiar" Seguramente. Lo miré de reojo y estiré mi mano en el justo espacio en el que quedaría frente a sus ojos agachados, una ofrenda de amistad, de paz, de todo. Era un agradecimiento por ser lindo en medio de los cuchicheos, por ser amable en medio de los insultos, por hablar conmigo cuando los demás hablaban a mis espaldas.
Esperé su reacción, un poco. Esperé a que levantara la vista, probablemente extrañado por mi actitud. Y mientras lo esperaba, dudé. ¿Presentarme como Magnolia?, ¿Presentarme como Olivia?, ¿En el burdel? ¿Porqué ahora tenía dudas sobre ello?, ¿Porqué no podía simplemente ser Magnolia para siempre y olvidarme que alguna vez tuve una vida normal, sin preocupaciones?, ¿Porqué no podía volver a ser la niña feliz de once años que jugueteaba por los jardines de la casa familiar? Pasé saliva. Era una tontería y el chico ya me estaba mirando. -Soy Magnolia, un placer-
-Entonces confiemos en que cambiará para bien- Claro que en ese momento no veía cómo podía cambiar para mal, o tal vez estaba siendo un poco pesimista. Noté que había cambiado su expresión, bajó su mirada y al romperse la conexión con mis ojos, sentí frío. Un frío que no quería sentir, al menos no esa noche, ¿Ya había terminado nuestra conversación? Me removí nerviosa en mi asiento pensando en qué más podría decirle, en qué otra cosa podría pedirle, en qué podía preguntarle para llamar su atención. Su nombre. No sabía su nombre.
Miré alrededor, al parecer los murmullo se habían callado, la gente ya no hablaba de mi a mis espaldas, el cliente molesto ya había sido olvidado, la rubia que había salido corriendo y que iba solamente con un vestido sobrepuesto parecía no haber existido jamás. Mejor. Me mordí el labio escuchando en mi cabeza las palabras recientes del chico que estaba frente a mi. "En un segundo todo puede cambiar" Seguramente. Lo miré de reojo y estiré mi mano en el justo espacio en el que quedaría frente a sus ojos agachados, una ofrenda de amistad, de paz, de todo. Era un agradecimiento por ser lindo en medio de los cuchicheos, por ser amable en medio de los insultos, por hablar conmigo cuando los demás hablaban a mis espaldas.
Esperé su reacción, un poco. Esperé a que levantara la vista, probablemente extrañado por mi actitud. Y mientras lo esperaba, dudé. ¿Presentarme como Magnolia?, ¿Presentarme como Olivia?, ¿En el burdel? ¿Porqué ahora tenía dudas sobre ello?, ¿Porqué no podía simplemente ser Magnolia para siempre y olvidarme que alguna vez tuve una vida normal, sin preocupaciones?, ¿Porqué no podía volver a ser la niña feliz de once años que jugueteaba por los jardines de la casa familiar? Pasé saliva. Era una tontería y el chico ya me estaba mirando. -Soy Magnolia, un placer-
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
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