Una funsion fuera de lo comun .....((Gilles))

Delicia imparcial. Los invitados habían llegado, le telón estaba a punto de abrirse, tantos murmullos en la sala, comentaban lo maravillosa que era esa mujer actuando en el escenario. Pero a Gilles eso no le importaba, tampoco a los hombres que se aprovecharían de ella. El espectáculo más visto, jamás imaginado, jampas creado, nunca inventado. Las luces se apagaron a su entrada, la función comenzó despiadada, la música era tan excitante y la lentra… oh la tristeza nunca fue tan incitante para la depravación como hasta ahora. Las entrañas del vampiro se removían una y otra vez en su cuerpo, la sed le quemaba la garganta y le hacía carraspear. La indiferencia no podía ser más grande, a los hambrientos no les importaba la obra, tampoco querían escucharla cantar. Lo único que cruzaba en sus mentes era lo bien que sabría la sangre de una bruja en sus gargantas, total. Su representante, ese maldito hombrecillo con el que ella llego hasta el teatro ya estaba… ¿Muerto? Si no era así, muy pronto encontraría en ese estado crucial en la existencia de todo mortal.

Gilles por el contrario, encontró una sutil y nueva forma de admiración. Esa voz de soprano que poseía, le recordaba a su sire, esa inútil mujer que únicamente lo utilizo para tener sexo desenfrenado, que bebió de él y al final, al ver la notable pisca de locura en su cabeza, lo convirtió. ¿Quién era él para juzgar a su madre? Nadie, Gilles cometía exactamente los mismos errores que su creadora con una excepción… Él jamás se dejaría asesinar por estúpido neófito como Lady Dubois. Pretensioso y con un extraño resplandor en su mirada, se aparto de los demás vampiros, se subió hasta el escenario, para admirar más de cerca a esa mujer misteriosa. La capucha no debelaba más que sus labios de un negro sepulcral al igual que la mismísima túnica de la muerte y una piel tan pálida como la luna. De no escuchar y sentir los latidos de su corazón o las respiraciones que se guardaban en su pecho, Gilles aseguraría que se trataba de uno más de los suyos.

Su fragilidad resulto ser importante entre la audiencia, el niño cantaba al igual que ella, un poema, un versículo, una estrofa… Al borde de los sentidos, así mismo los mantenía esa ninfa del teatro y es que cada vez que ella abría su boca y movía su cuerpo dentro de la actuación, una nueva sensación se despertaba en el vampiro, si eso logro con él… ¿Qué no podía con los demás? El hambre se figuro en las pupilas de los demonios, estaban a la espera de que terminará su escena y salir corriendo tras ella, a buscarla, a torturarla como se hacía siempre con las vírgenes y las humanas que osaban en adentrarse al teatro. Una obra sangrienta, despiadada, cruel, mortífera, llena de críticas constructivas, que a pesar de todo siempre deleitaban el morbo de los humanos. Asqueroso, repugnante.

Detrás del maldito telón, continúo alimentando su cabeza con imágenes impúdicas y otras no tanto. Afilando su locura, extasiándose en su lujuria… Su obsesión, una niña y su deseo, la sangre.

Se había alimentado lo suficiente como para sentir por debajo de su pantalón el libido elevarse más allá de lo verosímil. Era un maldito infeliz y repugnante vampiro que se excitaba solo con pensar en lo que haría. Bastante patético a decir verdad, pero es algo que realmente no le interesaba en lo absoluto, si era un pederasta, un pervertido, un malnacido, un idiota, un imbécil, cualquier estupidez y adjetivo calificativo que se les ocurriese; bienvenido…¿Quién mierdas eres tú para juzgarlo? Exacto, el mismo pedazo de caca que él.

Estimulado por su propia cuenta, jadeando, debido a la masturbación que llevaba tras bambalinas, se perdió el resto de la obra, la música finalizo al igual que sus mugidos, unas gotas perfiladas en su frente anunciaron la cúspide en su estallido de emociones, estaba tan concentrado en darse una buena paja que olvido por completo el resto del mundo, no le duro mucho el gusto cuando el grito gutural de un pendejo le despertó de su ensoñación. No se molesto en aplacar a la bestia en su pelvis, así tal cual se encontraba, camino hasta el encuentro del hombrecillo quien escupía blasfemias entre dientes. Al parecer la maldita mujer se les escapo tras su último cantico celestial, una mueca en los labios de Gilles, un mar de sangre derramada, es solo el inicio para una inolvidable velada.

Corta la cabeza del humano, se adorna con ella, se baña en sangre y los demás vampiros solo pueden observarle, nadie dice nada, no se atreven si quiera a dirigirle la palabra mientras se alimenta asquerosamente de ese maldito bufón, la sangre chorrea su pecho, su cuello, es como ver a un demonio hambriento alimentarse con la primer puta que se le pusiese en frente. Cuando no hay nada más que exprimir suelta el cadáver y este cae desparramado en el piso, el estruendo que hizo al chocar contra el suelo fue estrepitoso y hueco, se podía ver bien como es que ni una gota de sangre habitaba en él, Gilles había tragado hasta la última gota, pero esto no satisfizo su sed, él tenía ganas de algo más indecente que encajar el diente.

Sale del teatro, la sangre comienza a secarse sobre sus prendas, ese maldito tono marrón y peste a putrefacción le sigue. ¿En verdad le es repulsivo? ¡Para nada! Esto solo alimentaba más su demencia castigadora. Su voz jugueteaba tarareando una canción de antaño, donde las rimas siempre son las mismas y terminan con un alarido de terror. –Te voy a encontrar maldita- Susurro dejando que el viento trasladara esas palabras hasta los oídos de la mujer. Su jodido olor era como un elixir que atrae a las llamas del maldito averno. Estaba poseído por una terrible obsesión que pronunciaba el nombre de la ramera “Aún no lo sabes Gilles” –Sí,sí.. ya cállate, sé que no es una puta, tampoco se su nombre pero deja de estar castrándome- Le responde a la voz en su cabeza.

Dobla un par de calles antes de mirarla acuclillarse para susurrar esas palabras de dulzura al jovenzuelo –Mierda se me había ocurrido algo para él- Se puso histérico, en su cabeza se imagino cosas asquerosamente repulsivas que involucraban al chiquillo, muy probablemente lo violaría o tal vez él sería quien se la mamara al escuincle ¿Qué mas da, si ella lo dejo ir? “Ahora sí, esa perra las pagará” Aparece tras ella, su vaho se aloja en los cabellos de su nuca, Gilles formulo esa sonrisa de auto satisfacción en sus labios –Chère- Mete mano en donde no le llaman, rasga las prendas de la fémina. Él quiere, él pretende, él desea y no se detendrá, después de todo ¿Quién se lo impedirá?

Ya había conseguido lo que quería. Un títere con el cual jugar por las noches para que su maldita eternidad no resonara tan patéticamente aburrida. Supo que sería ella, se enteró de eso desde el instante en el que escuchó su voz, ese hechizante cantico emitido por sus cuerdas vocales que se enmaraña hasta en la locura de los dioses. Respiró de su perfume, se embriagó con el elixir que corría por sus venas, aún no podía discernir a que sabría su dulce néctar, pero de una cosa estaba seguro, la deseaba más que nunca. El golpe en su ingle hizo que le soltase, sin darse cuenta la miserable mortal había escapado -Es más rápida de lo que pensé- dijo a la par en que se mordía el labio inferior para acallar ese estúpido grito libidinoso nacido en su miembro tras ese estímulo poco ortodoxo “Sí y también más inteligente que tú” Rugió, se estaba cansando de que esa jodida voz estuviese entrometiéndose en sus asuntos pero ¿Cómo demonios deshacerse de ella? Se encontraba dentro de él, era la conciencia de la que tanto hablan esos sabios o tal vez un demonio diminuto que le había poseído desde el momento en que fue arrojado a la tierra, sea lo que sea Gilles la odiaba y en ocasiones la amaba.

Recobrándose de sus pensamientos más baladíes, hasta aquellos en los que se esmera demasiado. Irguió su cuerpo para emprender el camino hasta la jovencita. No hacía falta correr, apresurar el paso para llegar hasta ella, solo es necesario perseguir el olor del miedo que destila por cada poro húmedo de su frágil cuerpo, perseguir, saborear… oh, si tan solo ella supiera lo que le espera, seguramente el sudor de su piel estaría más lleno de ese éxtasis sublime que a Gilles le apetece. Dobló un par de esquinas antes de poder distinguirla entre las sombras de la noche, la mueca en sus labios representaba la una satisfacción previa “Que estúpido e imbécil eres Gilles, aún no le haces nada y ya estas más excitado que el demonio cuando se cogió a Eva en el edén” Sus pasos se aceleraron lentamente, se encontró tras su espalda y la tomo por esa diminuta cintura resaltada por el maldito corsé. –¡Ma petite! ¿Qué pretendo?... Ya lo sabes, puedes sentirlo en tu altar de Sodoma- Sus manos bajaron hasta sus glúteos para estrujarlos con gran fiereza, su pelvis se aproximó hasta estos para ofrecerle su primer embestida, la primera de muchas que le daría esta noche –sólo, compláceme… ¿si?- Le lamió el cuello y su voz entrecortada era el jadeo perfecto de quien está a punto de romper las cadenas y liberarse de su prisión.