De pesca [Alfred Brooks]

Durante la mañana los mayordomos en la mansión del vampiro Kellen se habían preocupado de vestirle bien, llevaba un traje completamente negro, a excepción de su camisa blanca y los botones plateados que resaltaban del abrigo.

Había tomado desayuno y antes de salir le entregaron guantes negros, un sombrero de copa y un bastón. Caminaba siempre delante del mayordomo, quien siempre llevaba alguna bolsa de compras, pero siempre eran una o dos. Este día iba especialmente cargado. Bolsas en ambos brazos y además, delante de él una torre de al menos cinco cajas que le impedían un poco la visibilidad. Y esto no era porque Engil gustase de gastar el dinero que Kellen le daba, al contrario, intentaba ocupar lo menos posible para no sentirse cada día mas en deuda. Esto no era mas que una técnica para impedir que el mayordomo lo vigilara.

Caminó de prisa, haciendo que el pobre hombre se sintiera complicado pues no podía caminar bien con tantas cajas y bolsas ni menos ver por donde andaba el pequeño lobo.

Una ráfaga de viento sopló y aquello sirvió para que Engil diera pie a su segunda fase del plan. Dejó caer su sombrero y aprovechó la fuerza del viento para que este se fuera rodando por la calle- Rápido James! mi sombrero se escapa! vamos tras él! -Habría gritado para que el mayordomo se diera la vuelta corriendo tras él sombrero, él hizo lo mismo, pero apenas notó que el hombre en traje de pingüino seguía corriendo sin mirar atrás, dio la media vuelta y corrió con mas velocidad.

Mientras, aún con el bastón en una mano, desabrochó su abrigo pues comenzaba a sentir calor a pesar del frío. Intentaba meterse por distintas calles, le daba igual a donde ir, solo quería estar solo, sin ojos vigilantes tras su espalda.

En toda su carrera alcanzó a ver algunos restaurantes, una catedral, el jardín botánico que había visitado en ocasiones, el parque de diversiones, y de pronto no supo como pero ya había dejado casi todo rastro de civilización atrás. Sabía que no estaba tan lejos de la ciudad, pero aquel lugar donde había llegado tampoco era uno céntrico.

Se detuvo a descasar. Posó sus manos sobre sus rodillas y respiró agitado, es mucho lo que había corrido, pero ahora sabía que estaría solo, al menos hasta que lo encontraran, quizás el mayordomo no lo iba a topar en éste momento, lo mas seguro es que cuando cayera la noche serían los mayordomos vampiros de Kellen, o éste mismo, quienes le atraparían. Pero eso no importaba ahora.

Estaba frente a una laguna, a lo lejos se veían unos pequeños botes, había gente que parecía dar un paseo y otros pescaban.- Lastima que no tengo una caña...-Se dijo a si mismo. Miró a aquellos que pescaban y a lo lejos divisó a alguien que se le hacía familiar. Alzó su nariz y aquel aroma le parecía haberlo conocido antes...era otro preso de la luna, un licántropo como él.

Caminó en dirección al hombre, mientras sentía que entre mas se acercaba la tierra estaba mas húmeda y sus zapatos, antes lustrosos, ahora se iban llenando de barro...que genial era aquello.

-Buenas tardes...-Dijo bajito ya cerca de él- Espero no espantar a los peces con mi llegada.

La noche anterior había sido en verdad muy tranquila, de esas extrañas noches en las que nada ocurría, no habían peleas, no habían discusiones y al final solo era él y su compañero sentados en el salón de aquella casa que compartían, hablando de bobadas o, como había sido la otra noche, jugando a las cartas.

Luego de ser obligado a abandonar su naipe inglés por el naipe francés de Jérôme, habían tenido una divertida partida, aunque acabó siendo vencido por el francés más del doble de las ocasiones en las que él le hizo morder el polvo.

No es que fuese tan malo con las cartas, pero el vampiro era demasiado bueno. De alguna forma cuando despertó a ese medio día estaba acostado en su cama, cuando recordaba muy bien haberse quedado dormido en el hombro de Jérôme casi al amanecer.

La verdad es que a veces se sentía demasiado colapsado por sus propios sentimientos acumulados, por sus propios deseos y la enorme sensación de ternura que le despertaba el vampiro. ¿Cómo podía ser tan...?

Bloqueado por sus propios sentimientos decidió salir de allí, pero ya que no tenía trabajo para ese día iba a hacer algo útil. Rebuscó entre sus últimas compras en el fondo del cajón a los pies de su cama y la sacó, esa linda caña que había visto en el Mercado Ambulante. Guardó un buen rollo de hilo y unos anzuelos, pasando luego por la cocina para prepararse unos sandwiches y buscar un balde tanto para su carnada cuando la hallase como para su posible pesca.

Pescar era algo que no hacía desde hace años, desde que su hermanita menor era tan pequeña que no le dejaban ir con él y sus otras hermanas. Realmente mucho tiempo. Así que, en honor a sus recuerdos, decidió ir hacia la Laguna que había visto cerca de las afueras de París.

El camino no fue tan largo y pronto se encontró a las orillas del lago, observando el lugar y sonriendo.

No le costó demasiado atrapar unas largas lombrices y quitándose las botas mientras se arremangaba los pantalones, se metió dentro del agua lanzando su anzuelo con la lombriz dispuesto a pescar.

El agua fresca y fría en sus pies le refrescó los pensamientos, haciéndole sonreír mientras silbaba una vieja canción americana. Casi se le había olvidado lo demoroso que era eso, pero no estaba apurado y era relajante.

Un par de veces tuvo falsas llamadas, y cuando era la tercera vez que tiraba la caña le sintió. Ese olor, familiar pero no tanto. Se habían encontrado en una ocasión antes, un encuentro casual, un sombrero volado por el fuerte viento de París. Ni siquiera se habían alcanzado a intercambiar nombres por como les separó el mayordomo que le acompañaba, pero no se iba a olvidar de su mirada triste.

Se giró a verle cuando estuvo cerca y le sonrió - Buenas tardes, jovencito, no creo que tu presencia los espantes, pero quizás si aullamos si que escapen... - sonriéndole un poco más, quitándose el sombrero para saludarlo - Qué lejos vengo a encontrármelo, ¿no prefiere quitarse esos elegantes zapatos para no ensuciarlos? Puede dejarlos con mis botas si quiere y tiene tiempo... puede acompañarme a pescar, esto es muy lento, lo había olvidado, me haría bien tener alguien con quien converzar - le alegraría el poder conocerle más, el saber la razón de su tristeza.