Un adios ¿o sólo una despedida? (Anuar)

Un par de días había sido normal. Una semana un poco extraño, dos semanas realmente muy extraño, pero ¿21 días sin que Anuar diera señales de vida? Eso si que era absolutamente aterrador. Soren se había cansado de dar vueltas como un tigre enjaulado en la sala de su casa, pensando en cientos y cientos de explicaciones para esa inesperada ausencia.

No era que Anuar tuviera que reportarse a diario como una novia, pero siempre habían estado en constante comunicación de una u otra forma (a excepción de la semana bajo tierra pero esa era otra historia) así que ese inesperado silencio le había causado una inicial curiosidad que posteriormente se convirtió en nerviosismo y que ahora desembocaba en un ataque neurótico. ¿Y si le había pasado algo malo? Lo primero que había pensado era eso, que algo le había atacado, que había sufrido de una inesperada enfermedad, que había sido capturado por unos Turcos traficantes de pintores que odian comer... Pero la verdad era mucho más simple y evidente. Sólo que Soren no quería verla.

Anuar no podía estar enfermo, ni al borde de la muerte, ni secuestrado en un país de dudosa procedencia. Si fuera algo de eso, el vampiro lo sabría inmediatamente. El vinculo que habían hecho semanas atrás en el cumpleaños del chico, le permitía 'sentir' su presencia en la ciudad, también si se esforzaba podría sentir las sensaciones o sentimientos que tenía en esos momentos. Si Anuar estuviera enfermo o herido, lo sabría, porque el sensor de peligro se activaría en él como lo haría el sensor de un animal en la selva ante la presencia de algún depredador.

No, aquella ausencia tenía otra explicación. Una que Soren se empeñaba una y otra vez en evitar. No quería tan siquiera pensar en esa posibilidad, aunque tristemente, era la única que quedaba.

No supo en que momento sus piernas le condujeron a la estación de ferrocarriles, pero una vez allí, supo con certeza que Anuar estaba en el área. Era tanto su deseo de verlo que había terminado allí de alguna forma, vestido con un chaleco viejo de color rojizo oscuro, como el vino y encima el único gabán que tenía, el que parecía mustio y estaba manchado en los puños de disparejos colores de oleo, llevaba dos medias de diferentes colores, porque en su ensimismamiento no había prestado atención a como se vestía, la cuestión era que estaba allí y necesitaba verlo o sentía que iba a explotar.

Caminó por la plataforma número 5, el tren aún no arribaba y algunos transeuntes (probablemente una familia) esperaban sentados el transporte arrunchados en las sillas por el frío. De haber sido el siglo 20, aquella escena hubiera sido digna de una película a blanco y negro de los años 30, cuando las parejas tenían despedidas trágicas en las estaciones de los trenes y se prometían amarse y esperarse hasta que el otro algún día volviera...

Sus cabellos se revolvían con la fuerte y gélida brisa que soplaba, aquel murmullo que los monstruos de metal arrastraban a su paso con la estela de humo y cenizas que hacia el cielo se extendían sobre ellos, progreso, aquello significaban aquellas manchas negras que teñían el firmamento con opacos y neutros colores, progreso era en aquella época porque la gente ni por error llegaba a creer que aquello fuese un contaminante. Su cuerpo se bamboleaba presa del frio y el cansancio, se mecía de un lado a otro amenazando quizás con caer en cualquier momento a la vías del ferrocarril, y a lo lejos el grito estruendoso de aquel coloso tañían aquella obscura noche y pareció cuestionarse el motivo del cual estuviese ahí en aquellos instantes.

Coloco sus manos sobre su rostro exhalando aquel cálido aliento que se trepo como columnas de humo blanco hasta toparse con su rostro y nublar parcialmente su mirada, el calor que sintió por unos instantes se vio contra arrestado por una fuerte brisa del norte ¿o venia acaso del sur? No supo bien ni tampoco le importo demasiado. Un suave golpe en su hombro le incito a girarse y recibir un perdón inexistente, aquella figura que a cuestas llevaba por lo menos tres maletas siguió su camino sin cuidado, a lindes de las vías con el peligro de perder el equilibrio y caer, y perecer en el intento.

Retrocedió algunos pasos mas si volvió un hombre como aquel a pasar por ese lugar quizás entonces el equilibrio le abandonaría y le dejaría caer y el coloso de metal se encontraba ya demasiado cerca como para intentar evadirlo ¿y que hacia realmente en aquel lugar de viajeros? ¿había ido en espera de alguien? ¿o planeaba subir en uno de aquellos monstruos? Bran…lo había pensado hasta en cansancio y la muerte, había ideado una y otra vez su regreso donde su padre y entonces ¿entonces que le diría? ¿Cuántas veces no había asistido ya a aquel sitio? ¿y cuantas veces no se había negado a ultimo momento? Tantas como había ido, mordió el interior de su mejilla retrocediendo nuevamente con las manos escondidas entre sus ropas y avanzo por las diminutas bancas y pasillos de la central porque nuevamente comprendía que no estaba listo para una acción como aquella.

Y lo estaría menos aun al asistir en soledad ¿Por qué no le había pedido al vampiro que le acompañase? Porque no le había visto y no le había visto por cumplir los caprichos de aquel su mentor y tanto añoraba verle que comenzaba a sentirle cerca.

Soren caminó un poco más sintiendo su nerviosismo acrecentarse en su interior, recorriéndole el cuerpo como un hormigueo incesante. El viento no soplaba fuerte, pero era lo suficiente frío como para colarse entre el abrigo más grueso y para generar pequeños cúmulos de hielo bajo las sillas y en los tornillos con los que estaba fuertemente asegurado los rieles.

Entonces le vio, parecía parado allí en medio sin ninguna intención especial, no hablaba con nadie, sólo miraba al vacío o quizás esperaba a que un tren llegara para llevarlo muy lejos de allí. La sola idea le dio escalofríos. Si Anuar se iba de viaje, sería difícil esperar, pero le esperaría, porque para él, esperar no suponía ningún problema, se podrían escribir cartas además y a Soren le gustaba escribir. Quizás Anuar podría hacerle lindos dibujos de los paisajes que fuera viendo en su viaje y Soren podría vivir a través de ellos sus vivencias.

Soren sonrió al pensar en ello y decidió acercarse sigilosamente al muchacho sin que se diera cuenta, quería tomarlo por sorpresa porque de seguro, Anuar no sospechaba que el andaba por ahí.

Entonces Anuar se giraría y le sonreiría de vuelta, con esas sonrisas suyas que lograban derretir hasta el más frío témpano y le abrazaría sin importar que algún chismoso pudiese verlos, entonces le contaría que no había podido comunicarse porque había estado ocupado trabajando en sus cuadros y necesitaba soledad y quietud para que la inspiración llegara, le contaría que, estaba allí porque había ido a averiguar el precio de los pasajes a algún lugar maravilloso que siempre había querido visitar y como había ganado algo de dinero con sus cuadros podría darse el lujo de pagar.

Entonces Soren le besaría y le felicitaría y se sentiría muy feliz por él. Se prometerían enviar cartas cada que tuvieran la oportunidad y sería como en una novela romántica de esas que tanto había leído. Algún día en el futuro, incluso alguien podría hacer una recopilación con esas cartas y quizás un libro que sirviera como prueba fehaciente de que el amor, podía darse de cualquier forma, inclusive entre dos hombres.

Se deslizó silencioso como un felino al asecho y cuando estuvo a pocos centímetros de él, le susurró al oído – Hola mi pintor –

(( sorry por la tardanza. El fin de semana estuve ocupado y esta semana tmb lo estaré por cuestiones de trabajo! pero me pasaré a responder *-* ))

Y su cuerpo se derrumbo como si estuviese hecho de un liviano material que ante el mas minimo soplo habia caído sin mas, con el canto perfecto en la sinfonía del amor y en anhelo, porque habia añorado escuchar aquella voz durante un mes y cada noche se despertaba soñando con verle de pie en el dosel de la cama y una sincera sonrisa surcaba su rostro en el gesto tangible de decepción y cariño ¿y porque no le había ido a buscar? De haber ido en la segunda semana las fuerzas le habrían abandonado y se habría lanzado a sus brazos rogando un perdón, la tercera semana el encuentro se volvía inminente y aun así lejano, deseaba verle llegar y tenia ya resuelta la escusa que le daría porque no podía, ni deseaba, repetir lo que el mentor le había dicho. La cuarta semana sin embargo el ánimo le había decaído y comenzaba a cuestionarse si un mes no era tiempo suficiente para ir a buscarle.

Giro sobre sus talones y comenzó a desvanecerse en un gesto de tristeza que ni el supo bien de donde provenía, respiro profundamente desvaneciendo con aquella inhalación todo gesto no deseoso de su rostro y la tristeza que había sido efímera fue remplazada por el impasible gesto sosegado que tan distintivo en su rostro era. Contuvo el fuerte impulso de lanzarse sobre el y llenarle de besos porque no en aquel lugar, no en ese encuentro ¿Cómo le explicaría su repentina perdida? ¿Cómo explicaría un mes de alejamiento? Todas las escusas que semanas atrás habia ideado le parecían distantes e incoherentes y como el fantasma del pasado comenzaron a perderse en un mar de recuerdos y pesares.

-solo tuyo- susurro como la respuesta de un fiel amante que teme que el mundo sepa su pecado capital, toda mentira que en aquel instante intentase manar de sus labios no sería sino mandrias, una alevosía a su falsa sinceridad, no podia mentirle ¿con que cara le veria después? Y sin embargo sonaba mejor a manchar con sus palabras la relación que llevaba con su mentor ¿Quién seria el entonces? El desdichado que habia entrado en su vida para volverla miseria ¿Quién era el para romper una amistad de tantas centurias? “tu no eres nadie Anuar…un amante que el tiempo borrara” Y las piernas le temblaron nuevamente amenazando con dejarle caer en aquel preciso instante.

-¿Qué haces aquí?...¿tenias planeado ir a algún lado?- cuestiono porque sonaba mejor preguntarle de el y olvidarse un poco de si mismo, le indico con un gesto en la cabeza que le acompañase y comenzó a caminar porque debían alejarse de los ojos curiosos y bocas criticonas. Escondió el rostro entre los hombros, con la crecida mata de opacos cabellos cayendo como cascada sobre su nuca y cubriendo por completo sus orejas y tupidas cejas, moviéndose ante cada pestañeo y su corazón vibraba airoso, engrandecido con su presencia y opaco por el temor de la mentira ¿Cómo contestaría a sus incógnitas? Mordió su labio superior mirándole de soslayo, como si hubiesen estado una vida separados sentía aquel nerviosismo digno solo en un adolescente su primera vez.

Aunque lo que salio de sus labios le gustó, lo que vio en su rostro le desinfló de inmediato. La sonrisa que había anhelado recibir no se dibujó en sus labios con la soltura de siempre, sino que en vez de eso una expresión de apatía (esa misma que solía tener los primeros días) le remplazó. Soren sintió como si le hubiesen tirado de cabezas a un lago congelado, completamente desnudo. Una sensación parecida a cuando un frío puñal te atraviesa la piel.

Soren no supo si debía sonreír a su vez o fingir que no se alegraba tanto de verlo. Se quedó esperando un abrazo imaginario que tampoco llegó y el vació de la noche amenazó con tragárselo. Dudo unos segundos antes de comenzar a caminar para seguirlo, sus manos viajaron a sus bolsillos, un gesto claro de prevención, porque Soren siempre buscaba protegerse así mismo de un posible ataque y aquello se notaba con obviedad en su lenguaje corporal.

-Este... yo – No supo que responder en el momento, porque esperaba primero que el chico le contara lo que él hacía allí, así que no había pensado en ello – Vine a buscarte... – Respondió con sinceridad y quiso hundir más su cabeza en los hombros, como si buscara con ello también ocultar su vergüenza – Andaba por aquí cerca... y sentí tu presencia... así que aquí estoy-

No sentía la necesidad de aclarar que era gracias a la sangre, porque le pareció que era algo implícito, pero la curiosidad que se había acumulado durante todo ese tiempo sin saber nada de él, se sentía como un escorpión picándole la lengua - ¿Y tú? ¿Planeas viajar? No es una buena idea viajar en invierno... el frío no es un buen compañero de viaje... claro que si viajas al sur, podrías buscar tierras más cálidas...- Agregó pensativo y de repente, el recuerdo de Damian se le cruzó por la mente. ¿Tendría algo que ver ese chico?

Y de pronto se sintió como el más ruin de los animales rastreros, mucho más repugnante y diminuto que aquellos que había conocido por vez primera en la obscuridad y suciedad del sótano del vampiro, en aquel laberinto de paredes rocosas y pasadizos secretos que le llevaban a ningún lado y le habrían perdido de haber ido solo, la infección que había crecido en su pie la había logrado erradicar después de semanas de aplicarse remedios caseros que había logrado hacerse después de escuchar amenas y prolongadas charlas de personas en el mercado y con algo de suerte consiguió los ingredientes a una mínima cantidad de monedas aunque aquello había implicado privarse algunos días de carne prefería aquello a recibir después la desdichada noticia que deberían amputarle el pie por una gangrena que se había extendido a su tobillo por una infección mal tratada, había visto quizás en demasiadas ocasiones como aquellas cosas solían pasar y el estomago se le revolvió como una serpiente ascendente.

-me alegro- asevero en voz baja sonriendo de medio lado al tiempo que eran devorados por la bruma que comenzó a cernirse en aquel lugar, la sentía fría y texturizada a su alrededor, como una decena de esqueléticas manos que intentaban hacerse de su cuello para estrujarlo y hacerle conocer el temor, el mismo que conocía solo en los ojos de la muerte y el encierro y eran aquellos los dos deleites de Bahir aunque en las últimas semanas no había hecho alarde de presencia ni le había agobiado las noches como pesadillas y malos recuerdos.

-yo…yo estaba pensado en ir a Rumania- le confesó en voz baja girándose a verle solo cuando sintió que el sentimiento de culpa aminoraba…no, jamás aminoro –pero eh venido tantas veces que perdí la cuenta y siempre desisto a último momento- quizás le contaba aquello porque necesitaba decirle a alguien, porque le gustaba abrirse con el y saberse conocido o porque el sentimiento de culpa le incitaba a contar otra clase de verdades y cual fuese el motivo ni el ni el vampiro lo sabrían jamás.

Se detuvo y giro solo cuando el tumulto y murmullo de las personas le resulto lejano y el rugir de las maquinas de vapor parecía la sinfonía de una lejana orquesta, se volteo solo para besar aquellos labios con rapidez y dilección ¿había comprendido acaso en aquel mes la enseñanza que Erkki quería darle? –lamento ser tan imprudente- se disculpo porque si alguien llegase a verlos romperían mas prontamente con el prestigió del vampiro que con el suyo inexistente. Y el impulso de abrazarle le pareció difícil de reprimir, sus brazos rodeaban ya la estilizada figura del vampiro y su rostro se hundía en su pecho, inspiro profundamente temblando ¿Qué mentira le diría? Porque sus labios solo querían pronunciar las noches de espera que habia pasado y los agobiantes días en su ausencia, quizas, algunos mas que otros y con compañías que aminoraban su pesar, a fin de cuentas habia aprendido una verdad que no podia ser repetida ni pronunciada.

El vampiro siguió al humano por la plataforma número 5, a lo lejos el rugir de un tren sonó como un quejido de un enorme animal que volvía cansado a casa. Una bruma muy típica de esas noches invernales decendió del cielo, difuminando el paisaje y haciendo que los árboles y las montañas se perdieran en una densa blancura.

-¿Rumania? - Repitió como si no hubiese escuchado y aquello le sonó como un eco. Se obligó a sonreír y el beso le tomó desprevenido, pues pocas veces habían tenido ese tipo de acercamientos en público. Sus mejillas se llenaron inmediatamente de carmín. Cuando ese roce terminó, la sonrisa que esbozó fue más sincera.

-Entiendo... ¿Irás a visitar a tu padre? - Preguntó con una inocencia muy impropia para alguien que había vivido tanto, pero así era Soren, ingenuo por naturaleza, no sería capaz de ver las cosas a no ser de que pasaran por en frente de su nariz y mucho menos pensar algo malo de la persona que más adoraba. - Me parece una buena idea... digo yo... ha pasado mucho tiempo desde lo ocurrido y bueno... quizás sea momento de hablar con él – No sacó las manos de los bolsillos en ningún momento porque a pesar del beso, seguía sintiendo una barrera invisible que desde hacía mucho no sentía con él.

-Quieres que... ¿Te ayude a empacar? - Le propuso desviando la mirada hacía algún punto del panorama ahora cubierto por neblina – O... ¿ya tienes todo listo? - Entonces sintió la fuerte necesidad de preguntarle cuando volvería, pero le pareció que si preguntaba era como si estuviera condicionándolo, no quería que Anuar se sintiera obligado a quedarse allí por él – ¿Y...cuanto... tiempo...?- Comenzó a decir con sumisión.

Damian, tiene que ver con Damian. ¿Porque razón se iría sin decirte nada? Soren Idiota, ¿realmente crees que irá a Rumania?

-eso tenia pensado- susurro encogiéndose de hombros porque cada año asistía cuando mínimo dos veces a aquel lugar y cada vez que ponía pie en esos rieles algo en su interior se rehusaba a volver a lo que nunca pudo llamar su hogar y le llamaba ahora con tanto fervor que cada año el alejarse de aquella estación le resultaba mas difícil y agobiante ¿cuánto tardaría para la próxima vez que se sintiera capaz de afrontar aquello? Aunque y seguramente en final seria el mismo que el de los últimos años.

-pero hay tantas posibilidades que quizas lo mejor sea no ir- confeso sin mas porque podría llegar y quizas su padre seguiría en aquella misma casa, con aquella misma mancha en el suelo y aquella indiferencia tangible hacia el entonces no se sentiría mal y regresaría a París, podría también ser recibido por un hombre diferente, con el rostro envejecido y el semblante triste, sus trémulas manos sujetarían su rostro y en un mar de lagrimas causado por el remordimiento le explicaría su mal comportamiento y le rogaría perdón de rodillas y entonces, entonces se sentiría un mal hijo y debería quedarse para enmendar su error pero y su padre por el contrario ya no estaba la duda le asaltaría y el no saber cuál de las dos acciones anteriores pudiese ser verdad se sentiría no solo un mal hijo sino una persona repulsiva, y solo una de aquellas aseveraciones podía ser verdad porque al serlo las demás pasarían a ser ficticias, mera parte de su imaginación.

-no tenía planeado llevar nada conmigo- porque las ropas eran lo de menos, no poseía suficiente para llenar una maleta y, en efecto, creía ni siquiera poseer una maleta porque la que había llevado consigo a su llegada a París había tenido que ser vendida junto con tantas otras pertenencias en el transcurso de aquellos años –ni siquiera se si debería ir, mucho menos debo preocuparme por el tiempo que pasaría allá- asevero sonriendo de medio lado porque habia decisiones buenas y malas y aquella suponía oscilar demasiado entre una y otra para acertar al grupo perteneciente.
-¿me acompañarías si decidiera ir?- le cuestiono en voz baja observándole por el rabillo del ojo con la densa atmosfera oprimiendo su pecho desde adentro, como si aquella neblina cobrase vida y estrujase su interior con fuerza, como si estuviese ahí para cobrar vidas mas la suya no le pertenecía.

-Debes llevar algo de equipaje... algo para abrigarte, aún no ha llegado lo peor del invierno – Comentó cuando el chico dijo que no planeaba llevar equipaje, y al parecer no estaba muy seguro de ir. Asintió con la cabeza, aquello debía ser difícil, sabía que no tenía una buena relación con su padre por las cosas que había podido intuir en su cabeza y por las que él mismo le había dicho.

-Yo nunca fui capaz de regresar a verlo – Le confesó y el vago recuerdo de aquella noche nevada llegó a su mente como un murmullo aterciopelado – Nunca tuve el valor de volver al castillo y ver a mi familia luego de que escapé de casa – Habían pasado centurias y no había regresado ¿Habría cambiado en algo su situación? Probablemente no, pero habría vencido sus miedos y eso era importante.

La pregunta le hizo abrir los ojos y arquear las cejas, sus labios se curvearon en una sonrisa inmediata, de repente la angustia de momentos atrás se disolvió y tuvo el fuerte impulso de abrazarlo, pero se contuvo, ese lugar era inapropiado, habían tenido suerte y nadie los había visto. Asintió con la cabeza inmediatamente y entonces pareció pensar bien su situación.

-Pediré una licencia en la Universidad – Exclamó emocionado – Y... si no me la dan y me quitan el trabajo... cuando regresemos podré buscar de nuevo... ya sabes... siempre alguien necesita un profesor – Explicó y en su cabeza comenzó a construirse todo un rollo imaginario – Los profesores particulares también ganan bien, si no puedo seguir en la Universidad, podría enseñar en alguna academia menor, en el orfanato o en seminario de sacerdotes – Comentó con expresión alegre – La tienda la cerraré, porque creo que Hyesung no podría llevarla solo, además es una responsabilidad muy grande y cuando regresemos me encargaré de recuperar el tiempo perdido... ¿Cuando partimos? - Preguntó con tono de broma.

Y su mente se quedo en blanco con la imagen jamás observada del recuerdo de Soren ¿habria sido terrible aquella noche en que habia conocido la vida y la muerte? El instante en que su corazón habia dejado de latir ¿y habia sido aquel motivo suficiente para no volver? Supuso entonces que debía ser difícil ver a la cara a tu familia después de haber huido y sabiendo que jamás volverias a ser como ellos, que el tiempo que pasasen juntos seria una falacia o un buen recuerdo por que el tiempo transcurría ahora diferente.

-también podríamos ir a tu castillo- susurro no muy seguro de que pronunciarlo en voz alta pudiese llegar a ser una buena o remota y moderadamente agradable idea ¿y si Soren no anhelaba ir y sus palabras solo le harían sentir que si? ¿y si lo presionaba demasiado? Trago sus palabras, demasiado tarde, porque el viento las habia conocido ya y las recordaría hasta el fin de los tiempos.

Enarco una ceja azorado por su abigarrada forma de hablar, tuvo que fragmentar sus oraciones y acomodar las ideas en su cabeza antes de siquiera pensar en poder contestarle con aquel explayamiento –si no te dan el permiso no podrías ir…- porque recordaba la ultima vez que habia tenido problemas en la universidad y el como aquello le habia afectado –quizas te llevas una sorpresa si le das la oportunidad- asevero encogiéndose de hombros con parsimonia porque aun después de seis meses su rostro seguía siendo un acertijo y un dédalo -¿Cuándo quieres partir?...no seria capaz de elegir un dia porque entonces le recordaría para bien o para mal- le confesó porque no anhelaba vivir con aquel remordimiento.

Relamió sus labios observando a través de la densa bruma el tumulto de personas que comenzaban a desbordar el monstruo de metal con pesadas maletas al hombro y pequeños infantes colgando de sus brazos, cubiertos por mantas que no dejaban sino solo ver que algo se escondía bajo todo aquello.

-Ir... al castillo... - Repitió con voz queda porque no se le había ocurrido. Desvió la mirada una vez más y todo el impulso que traía segundos antes mientras hablaba como cotorra mojada sobre sus planes para dejarlo todo bajo control y poderse ir a Rumania desaparecieron al instante para ser remplazados por una expresión de desasosiego.

Suspiró derrotado por lo que sentía en ese momento, intentando encontrar fuerzas en donde no las había. Si Anuar era capaz de volver y enfrentar a su padre vivo ¿Como no podría él regresar a visitar la tumba de sus familiares?. Asintió con la cabeza casi imperceptiblemente, aquel era un paso que tarde o temprano debía dar ¿y que mejor que ir acompañado de la persona más apropiada?.

- No lo se... quizás debamos pensarlo mejor, digo... preparar bien el viaje con más tiempo, no podría darte una fecha exacta sin tener controladas todas las variables, ya sabes, hablar en la Universidad, contabilizar el presupuesto... en fin – Dijo al fin llevándose un dedo a los labios, aquel sería su primer gran viaje juntos. La sola idea era emocionante a pesar de que el destino no fuera una paradisíaca isla tropical.

- Y... ¿Puedo preguntarte algo? - Dijo al fin, la duda le carcomía, sentía como si cientos de termitas trabajaran laboriosamente dentro de su panza, para comersele las tripas. - Porque... no te... ¿habías comunicado antes? - Quería agregar la otra pregunta que le mortificaba, ¿Estaba planeando viajar sin decírselo? Porque había dicho que en repetidas ocasiones se había dirigido a la estación, pero que se arrepentía, eso significaba que iba a viajar sin tan siquiera decircelo. - Me... habría preocupado demasiado si hubieras decidido irte sin avisar... quiero decir... no es que tenas que contármelo todo o pedirme permiso para hacer tus cosas... pero ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos y... siento como si... huyeras de mi...- La voz se le había vuelto delgadita y amarga ahora - ¿Eh hecho algo malo otra vez? - Preguntó y esta vez, le supo como a queso podrido o a vinagre de ajo.

-podrias hacerlo sin decirme la fecha planeado- asevero porque entonces no tendría motivos ni exceso de nerviosismo, su corazón no conocería la premura días atrás ni el agobio de la llegada de la partida, sonrio, por haber pensado en algo tan contradictorio y se encogió de hombros observando en derredor, con la bruma colándose por su nariz, posándose como un manto frente a sus melados orbes ahora vidriosos y aun asi jamás lacrimosos –aunque no necesitas hacerlo si no lo deseas- se apresuro a decir en un tono de voz tan bajo que no le hubiese sorprendido saber si Soren se debatía entre haberlo soñado o haberlo escuchado realmente e inclusive la posibilidad de haberlo leído de su mente no sonaba disparatada o distante.

Y aquel bicho temeroso que se había alojado en su interior pareció doblar y después triplicar su tamaño con aquella dosis de incógnitas mal suministradas ¿Qué mentiras había formulado con tanto esmero las últimas semanas? ¿Cuál de todas no había olvidado ya? La cabeza le daba vueltas como inmersa en un vorágine y agujero negro que, succionando todos sus pensamientos se llevaba también las posibles respuestas que como monologo había repetido frente al espejo cada atardecer.

-yo…- susurro con la vergüenza que su cuerpo desconocía y el miedo que carcomía sus entrañas –no has hecho nada malo- asevero en voz baja procurando encontrar las mejores palabras aunque era bien sabido y no por menos conocido que el joven humano y pelirrojo no solia actuar con decencia en momentos que ameritaban acciones presurosas y certeras, era entonces que el raciocinio le abandonaba y quedaba a merced de los instintos que pareciendo no poseer le flaqueaban siempre en aquellos instantes de desespero.

-esque- repitió la mitad de una decena de veces y supo entonces que decir cualquier mentira seria una obviedad y sin embargo contar la verdad no seria una opción ¿Quién era el para aclamar aquello? Sus labios no debían ser transporte de tan reprochable acción –me la e pasado cuidando a Sophia- le explico temeroso, ni verdad ni mentira, la habia cuidado pero no todo un mes.

Su pecho se infló con el orgullo que sintió como una bomba de helio cuando el chico dejó en sus manos tal decisión tan importante. Soren no era experto en tomar decisiones, ni siquiera con su propia vida, pero saberse digo de una confianza tan grande por parte del pintor le alegraba más de lo que le asustaba.

El silencio de Anuar y su evidente nerviosismo, le hicieron recordar sus pensamientos y suposiciones sobre aquella inesperada ausencia y la imagen de Damian a quien había conocido una semana atrás en la biblioteca Parisina llegó a su cabeza.

Tienes celos de un simple ciego, ¿No confías en Anuar a pesar de todo? Eres una vergüenza.

En realidad, Soren no sabía que sus celos no se debían a la falta de confianza en Anuar, porque ya había comprobado que confiaba en él más que en ningún otro (de lo contrario no le habría enseñado su morada), lo que aún no descubría o que quizás no quería ver, era que en vez de celos lo que sentía era temor, su falta de autoestima y su inseguridad le llevaban a sentirse indigno, a no ser suficientemente bueno para merecer el amor puro de otra persona y que cualquier otra persona podría emplazarle fácilmente.

¿Y que era el comparado con la maravillosa criatura que era Damian Montague?
Damian quien no podía observar con sus ojos, pero que a través de su tacto desnudaba los corazones de las personas ¿Como podría Anuar no proferirlo a él?.

Las palabras de Anuar le volvieron a la realidad y se encontró con la respuesta a sus incógnitas, no había hecho algo malo, Anuar se la había pasado cuidando a Sophia. El corazón se le volvió pequeñito, como una canica de cristal. Mientras él dudaba de Anuar y pensaba tonterías sobre él y Damian, el pintor se había pasado todo ese tiempo cuidando a una amiga en problemas, porque él era un buen amigo. No sabía que había pasado con la gatita, pero si Anuar le había tenido que cuidar era porque algún problema grave había ocurrido.

¿Y que había hecho Soren? No se había atrevido a buscarlo sino hasta ahora y se había puesto a pensar lo peor. Sus manos se cerraron en puños aún en los bolsillos y temblaron con la fuerza con la que las cerraba, sus ojos se aguaron al instante, amenazando con dejar caer lágrimas de carmín y se odió tanto en ese momento que creyó que la cabeza le iba a explotar.

- Soy... un mal amigo – Declaró, un mal amigo, novio, amante y demás, debía agregar, pero la rabia que sentía apenas si lo dejaba hablar – Debí haberte buscado antes para ayudarte con la gata... debía estar ahí – Agregó y sus labios temblaron también - Lo siento...no debi dudar de ti... tu siempre has sido sincero, siempre tan transparente y yo... estaba pensando tonterías...-

Le volteo a ver con escepticismo y asombro al escuchar sus tajantes e hirientes palabras, las sintió, como una decena de puñales clavándose una tras otra en el mismo lugar aunque no eran precisamente una ofensa dirigida a su persona ¿por qué entonces le lastimaban? “porque le han dejado creer que es una mala persona cuando tu en tus engaños eres una aun peor” y el nudo que sintió se le antojo más grande para evitar asi el paso del oxigeno y caer en aquel instante inconsciente por inanición no sabes mas nada de verdades ni mentiras porque su vida nunca habia girado en torno a ellas y ahora parecía no existir nada fuera de su enredoso seno.

-no…no eres un mal amigo- asevero en voz baja, comenzó a sentir como si una centena de ojos de rubíes apareciesen lentamente entre la bruma, como perros de vapor y denso humo que acechaban sus palabras para atacarlo a la mas mínima provocación de la verdad “miente, es mejor que te odie a ti” se repetía una y otra vez con el fiel impulso de abrazarle sucumbido en el fondo de su alma.

Quizas tenia razón, de haberle ido a buscar antes no se hubiese podido negar a su compañía y el mes que se habia estipulado habría quedado atrás y no le interesaría en lo mas mínimo si Erkki, molesto, decidía visitarlo una de aquellas noches para recriminarle el no haber cumplido aquella promesa no pronunciada -¿tonterías?...- y su pecho vibro en el anhelo de una respuesta y la conmoción de una incógnita ¿Qué pasaba por la mente del vampiro que le hacia sentir tan mal? -¿Qué clase de tontos pensamientos?- le cuestiono en voz baja y observándole con extraña fijeza ¿pensaba acaso que habia decidido dejarlo? Quizás pensaba que aquel viaje no planeado era para alejarse de su persona ¿importaría eso acaso? Si Soren quería encontrarlo podría buscarlo por todo el continente y no tardar mas de una noche en la hazaña ¿a que se debía todo aquello? –esque acaso…- titubeo -¿has vuelto a dudar de mi? - ¿y cuanta verdad habia en ello?

“Ya lo sabe, ¡ya lo sabe! Ha vuelto a pasar otra vez... maldita sea, como odio esto.”

Aquellos eran los pensamientos en la mente de Soren mientras Anuar le preguntaba si había vuelto a dudar de él. La vergüenza que lo embargó en esos momentos fue casi tan fuerte como su rabia, esa rabia que amenazaba por convertirse en un odio así mismo. Había pasado ya con Eric y el chico le había dejado claro que no tenía nada con él y que era a Soren a quien quería.

¿Y no había pasado ni un mes y el volvía a dudar de él? Si las cosas seguían así, Soren no podría nunca más conocer a algún amigo o amiga de Anuar, porque esto significaba que se pondría celoso, se sentiría inseguro y estaría pensando estupideces, asustado frente a la posibilidad de ser remplazado por uno de ellos. ¿Que clase de masoquista era que gustaba de sufrir de esa manera?

Aquel era un ciclo infinito que no quería repetir una y otra vez en su vida.
No quería seguir viviendo así, pensando que cualquier ausencia de Anuar era una posible infidelidad o una ruptura. Aquello no era justo con Anuar ni con él mismo.

-Yo... lo lamento...confío en ti, pero... no puedo evitar ponerme nervioso y asustarme – Confesó con el rostro colorado por todos esos sentimientos encontrados – Se que puedo sentir tu presencia y así saber donde estás... pero no quiero convertirme en un neurótico que está a toda hora pendiente de lo que hagas o no – Agregó y finalmente sacó las manos de dentro de los bolsillos, los nudillos estaban blancos por la fuerza – Odio...¡odio sentirme así! Me estoy convirtiendo en una persona extraña... yo no era celoso, yo no era posesivo... yo no me preocupaba tanto por nadie...- Aceptó escupiendo las palabras con rabia.

¿Cuantas veces más Anuar tendría que alejarse unos días o semanas por asuntos personales justo como había pasado en ese momento y cuantas veces más Soren sentiría enloquecerse en la incertidumbre y la confusión? ¿Con cuantas personas más debía sentirse preocupado por perdérlo? No quería seguir sintiéndose así. Si así era el amor, no le gustaba.

- No puedo permitirme seguir sintiéndome así cada vez que no podamos vernos... no quiero, ¡no quiero! - Agregó y esta vez fue imposible que las lagrimas sanguinolentas no asomaran por los lagrimales de sus ojos.

Sus palabras eran escuchadas y reacomodadas en su cabeza con una rapidez que a el mismo le sorprendió y no por menos azoro, comenzó a escuchar un lejano zumbido que amenazo con reventar sus tímpanos en mas de alguna ocasión, su rostro se deformaba con el descontento de aquel sonido que extrañamente parecía manar de los labios del vampiro supliendo cualquier palabras que de estos pudiese escapar aunque inconscientemente comprendía todo aquello que decía sin escucharlo, habia ideado otro lenguaje basado en el tiempo compartido y las experiencias recreadas, un lenguaje que solo ellos debían conocer.

-¿a que te refieres?- le cuestiono con seriedad desde su lugar observando aquellas lagrimas de vino dulce que resbalaban por su lagrimal en contraste con sus pálidas y tersas mejillas de marfil ¿era aquella la sangre del vampiro y la propia?¿o una mezcla de ambas? Trago en seco como el temor y la incertidumbre pudiesen ser tragados también de aquella manera. Su mente solo arrojaba una posibilidad factible a aquellas palabras y sin pronunciarlas se las imaginaba ya en pos del otro “no quiero seguir vendiéndote” porque si en el yacían todos sus temores y extrañezas de su ser no le resultaba extraño ni lejano suponer que para encontrarse nuevamente debía dejarle ¿y cuanto tardaría en regresar a su camino? Podría tardar una vida…una vida de añoranzas y espera.

-¿Qué es lo que si quieres entonces?...-le cuestiono como un fiel lazarillo que aguarda la respuesta de su amo, la petición de a donde llevarlo porque no importaba que sabia bien que aquella discusión y dudas sembradas en antaño en el vampiro y florecidas hoy día eran causa suya, y suyo habría que saberse aunque la idea no le agradaba en demasía, sintió el vientre frio y el pecho pequeño, se imagino su corazón encogiéndose y latiendo débil y asustado -¿quieres volver a ser el de antes?- mas su rostro a diferencia del ajeno no dejo asomar lagrima alguna porque comprendía que hacia falta exponer lagrimas de tristeza para que el alma derrochase agobios -…si me lo pides…si me lo pides hare lo que sea-

Que quería. Una vez más, Anuar le dejaba libres las opciones. En esos momentos de tensión y duda, Soren se preguntó si no sería mejor tener como pareja a alguien con más determinación, una persona dominante que no le diera opción a escoger, que le guiara por un sólo camino sin darle posibilidades. La gente solía decir que los opuestos se atraían, quizás eso era lo que él necesitaba. Y Anuar era demasiado pasivo, tan condescendiente que rayaba en la apatía.

¿Pero que estás pensando idiota? El problema no es Anuar. El problema es tu maldita inseguridad. Sino fuera Anuar, estarías pensando lo mismo respecto a otra persona y tu seguirías comportándote igual.

El vampiro bajó la cabeza al escuchar las palabras del humano, sintiéndose indigno de estar en su presencia. Se llevó el dorso de la mano a la mejilla para limpiar las lágrimas y se quedó en silencio sin poder contestar a la pregunta por lo que le parecieron largos minutos en los que sólo intentó parar de llorar, porque además de inseguro era un idiota sentimental que terminaba llorando con regularidad.

-Tu...eres perfecto – Dijo al fin, volviendo a mirarle a los ojos, además del azul de sus irises, ahora una tenue mancha rojiza se había formado en donde debía ir el color blanco – Me...quieres y me aceptas como soy, no te da miedo estar conmigo y besas increíble – Murmuró abatido – Y a pesar de todo... yo no puedo dejar de sentirme inseguro, de pensar que cualquier persona mucho más interesante que yo, podría aparecer en tu vida – Con cada palabra se sentía más y más ridículo, armando una tormenta en un vaso con agua.

¿Porque no podía hacer como las demás personas que sólo vivían el momento y disfrutaban de la vida? Por el contrario el se debatía en cuestiones innecesarias que para otros serían sólo tonterías.

- Me siento mal porque... estuve pensando que algo así había pasado y tu simplemente estabas cuidando de Sophia... soy un asco – Casi susurró y le dio la impresión de que el viento se habías llevado ese último adjetivo que había usado para si mismo – Creo...creo que necesito tiempo para pensar... porque, realmente quiero cambiar esa parte de mi... -

Veía sin realmente observar y oía sin realmente escuchar porque ¿Cómo prestar atención a lo que con tanta facilidad parecía herirlo? Desvió su mirada al empedrado irregular sobre el cual ambos cuerpos yacían estáticos, afianzados a aquel lugar por la promesa de una charla poco amena y el vestigio y pasado tormentoso de un mes de soledad ¿soledad? El no había estado tan solo, en efecto algunos de sus días habían sido compartidos con figuras curiosas e inusuales -¿te refieres a separarnos otro mes? ¿y a cambiar tu inseguridad?- le cuestiono, porque solo al decirlo en voz alta las ideas parecían cobrar vida y sonar más reales o absurdas de lo que realmente eran, aquella por el contrario se le antojo distante y blasfemosa, una mala broma que el vampiro le había decidido jugar, un juego en el cual su mente se negaba a participar.

-¿y a que se han debido tus pensamientos?- su propia voz le pareció amarga, siseante y tumutlosa, como si algún cumulo de pan y migas se hubiese atorado en su tráquea por la falta de agua ¿y si podía también saber cómo se sentía?¿o leer sus pensamientos? ¿Habría descubierto entonces la forma en que su pecho vibraba al tenerle cerca a aquel ser de perfeccion y defectos aquel que sin ojos podría ver? Mas debía comprender entonces que no era un sentimiento premeditado ni uno dichoso o perfecto, era un sentimiento involuntario de aquellos que uno desea ignorar por no resultar factibles ni placenteros, de esos sentimientos que lo agobian a uno en las frías noches de Enero, que acogen al corazón y producen también dolor de cabezas y migrañas.

-lamento si es por mi que has sentido todo eso…porque no es mi intención ensombrecer tus noches- susurro con la tangible sensación de la vergüenza y el arrepentimiento ¿habría sido y a fin de cuentas buena idea seguir los caprichos del mentor? Porque ahora todo se le pintaba de negro y grises matices, ahora la luna no brillaba ni las estrellas destellaban como sonrisas prematuras, su pecho no vibraba de alegría ni su respiración se agitaba por su cercanía, sus ojos se encontraban tristes y con parsimonia caían en las mejillas escarlata que ahora exponía el vampiro, exponían en el vestigio de la tristeza que al haber sentido ambos solo uno había logrado exteriorizar.

“Quien no demuestra no es siempre el más fuerte” y se le antojo acallar aquella su propia voz con un certero golpe o escopetazo, con un rifle de boquilla cromada y balines de mercurio así moriría envenenada…negó, que barbáricos pensamientos eran aquellos producto de la decadencia del alma, una que por cierto yacía condenada a la eternidad en el averno y una eternidad se le pintaba ahora efímera mas bien sabia seria eterna, y eterna seria su tortura asi como su amor y vergüenza.

¿Esperar otro mes? Aquello sonaba lógico para él, Soren era un experto esperando, habìa esperado toda su vida de hecho, había esperado con paciencia muchas cosas, algunas terminaron por llegar luego de decenas de años y otras demoraron aún más, así que un mes no le parecía la gran cosa, por lo menos ahora sabría y sería consciente de que se habrían impuesto ese y no estaría esperándolo en agonía. Si, un mes estaba bien, Pensó.

A quien engañas, tu mismo acabas de comprobar como te has sentido por la ausencia de Anuar. Tal parece que te has convertido en una débil criatura que no puede vivir sin ese humano.

-No lo se... - Murmuró acongojado, molesto consigo mismo – He esperado toda mi no-vida, por que aparecieras y ahora que estás aquí... te pido que te alejes... - Se llevó esta vez las manos al cabello y tiró de él con suavidad – ¿Estoy volviéndome loco? ¿Es así como se supone que es el amor?- Le preguntó, como si realmente estuviese esperando una respuesta contundente a eso.

Alejó sus manos de allí y por primera vez en esa noche dejó de pensar en si mismo y prestarle atención a sus sentimientos para reparar a Anuar. Para 'sentir' su energía, para interpretar esas señales que emanaban de su cuerpo, invisibles antes, pero un poco más claras ahora que había un vínculo de sangre. Parpadeó y entonces el Aura de Anuar apareció descolorida frente a sus ojos, un tenue color casi muerto, un color que le transmitió desasosiego, por unos instantes, le envolvió la oscuridad que consumía a Anuar por dentro.

Y frente a eso, quedó desarmado.

-No... no es tu culpa... es que yo... nunca aprendí a estar con una persona... por eso ahora siento cosas contradictorias, por eso en este tiempo que no estabas, me sentí confundido y me hice a ideas erróneas...- Declaró al fin y terminó de limpiarse los últimos rastros de lágrimas. - Quiero... cambiar mi inseguridad, pero no se por donde comenzar ni como hacerlo... no se si sea buena idea separarnos un tiempo... no me parece justo contigo... porque eres humano y el tiempo es diferente para ti – Concluyó y luego agregó - ¿Tu que crees que es lo mejor? -

Aquella era una relación de dos ¿verdad? No podía tomar sólo una decisión así.

(( sadsadsad ;0; ))

Su mirada permanecía caída sobre sus negros zapatos, encintados y rasponeados por los meses y quizás años, tiempo en el cual habían atravesado cementerios, campos y ciudades, habían saltado por bardas y habían sostenido personas, le habían visto herir y herir a otros habían hecho también, suspiro en una acción inaudible y le pareció que alguna mano ajena gélida como el soplo oprimía su pecho contrayendo su caja torácica.

-¿Cómo esperas que te conteste eso? Quien sigue lleno de dudas eres tu- asevero en voz baja sin voltear a verle porque entonces y en sus ojos encontraría aquellas verdades jamás pronunciadas y aquella mentiras que con tanto amago intentaba dar por muertas, apoyo su mano sobre su rostro, apretando sus sienes con el dedo medio y el pulgar, apretando hasta que aquel dolor pareció, en una medida desconocida y milimétrica, hacerle olvidar el que en su pecho se alzaba como atravesado por algún jifero y de su interior manaban solo ríos de dolor y tristeza que con presas intentaba mantener dentro.

-¿y desde cuando las cosas han sido justas?- sus brazos se cernieron entorno a si mismo abrazándose en un lejano intento de ser aquel apoyo jamás conocido –si de justicia viviéramos nos quedaríamos esperando- porque comprendía que cuando se aclamaba justicia esta solo decida volverse ausente, una palabra que todos decían y llevaba a dudar alguien hubiese conocido jamás.

-yo pienso que deberías irte…- y las palabras parecieron lacerarle y escocerle en los labios –si crees que asi solucionaras tu inseguridad hazlo- ¿Quién era el a fin de cuentas para detenerle? –pero si te vas no volverás en un mes, volverás solo cuando estés seguro que lo has superado todo- y en aquel momento su mirada se alzo decidida en dirección de aquellos inmensos mares que poseía su interlocutor ocultas tras unas gafas de vidrio ancho, y en los propios no había rastro alguno de titubeo los antes melosos resultaban ahora del color del oro y el fuego.