Una visita poco común, con una pausa en nuestras vidas (Iñigo)

El sitio donde había descansado no había sido muy distinto al de las tres noches anteriores. Si bien mi llegada a ese lugar había sido como lo había previsto, los días siguientes no lo fueron tanto. No había forma de encontrar un trabajo y solo bastaba para que notaran mi acento para que me dejaran de lado por ser inglés y no hecho en sus tierras. No era para nada justo, pero en mi vida la mayor parte de las situaciones a las que me había enfrentado, no lo habían sido, por lo que esta experiencia no era más que una para agregar a mi colección. Pero sabía que algo sería distinto y sin duda, distinto era una palabra muy simple para ella.

Era increíble, la forma en que sus ojos observaban cada cosa, como hacía para lo que pasaba por su cabeza lograra llegar tan bien a mis oídos para compartir perfectamente lo que pensaba. Como su cuerpo se movía con tanta elegancia que hasta aquella vestimenta masculina que me había mostrado hacía que viera completamente perfecta a mi vista. Era un sueño hecho realidad para alguien como yo. Se suponía que por lo que ambos éramos jamás podría haber relación entre ambos, así me habían criado y así era como vivía siempre, pero ella en solo unos cuantos segundos me había enseñado que no todo el mundo era igual y sin duda lo noté en ella.

Tenía claro que en los sueños uno despertaba pronto y el golpe solía ser bastante perturbador, pero si Dios había puesto a este ángel frente a mi, lo viviría y disfrutaría hasta que creyera que era tiempo de despertar. Estaba acostumbrado a eso y de algún modo lo superaría, aunque cada vez que recordaba su rostro me era más imposible creerme esa patraña.

Tomé la chaqueta que había dejado sobre unas tablas y comencé a caminar. Mis vestiduras no eran nada decentes. Las había comprado en segunda mano y mi madre se había encargado de adaptarlas a mi tamaño, pero siempre se notaba aquello que hacía darse cuenta a los demás que aquellas ropas nunca habían sido creadas para mí. Fruncí el ceño molesto y pasé una mano son frustración por mi cabello. Ella no se merecía esto, para nada, necesitaba de un joven inteligente, disciplinado, de su mismo status social y del cual no se avergonzara, alguien completamente diferente a mi.

Cuando ya estaba en el lago la vi de inmediato acercarse a mí. Estaba preciosa y no pude evitar sonreír cuando noté como su rostro comenzaba a sonrojarse con solo encontrarse con mi mirada. Los gestos eran mucho más sinceros que las palabras y eran ellos los que me hacían confiar en que quizás esto no era un error que quizás si habían excepciones a las reglas y que puede que esto no fuera un sueño sino que más bien un regalo a mi realidad.

Solo asentí a su comentario, la verdad es que la noche no había sido para nada excelente, pero ese era un detalle que ella no tenía porque saber- Me alegro de volver a verla –dije tomando su mano y llevándola hasta mi boca para besarla. Había pensado volver a besarla en sus labios, pero me retuve justo a tiempo, no sería lo más correcto si es que ella se había arrepentido en algún instante de que eso hubiera pasado- Espero que su noche haya sido agradable y que no haya sido tan agotadora después de todo lo caminado ayer para buscarme un trabajo –fruncí los labios sin soltar su mano- No debí permitir que me acompañara –comencé a caminar sin soltar su mano hasta que de pronto recordé lo que había visto en la contrario- Permítame esto, yo lo llevaré.

Ella tenía la exquisita capacidad para hacer que con solo una de sus miradas mis barreras cayeran y estuviera completamente expuesto a ella. Si tan solo ella supiera aquel detalle con solo decírmelo lograría contarle todo lo que pasa por mi cabeza, jamás podría negarme a nada, no podría alejarme, no podría mentir si ella quería saber algo sobre mi y eso me aterraba.

Si bien ella sabía que mi clase social no era una de las mejores, habían detalles que guardaba tan dentro de mí que ni siquiera mi madre sabía, pero bastaba un solo leve empuje para que me doblegara ante ella. No quería lástima, ni compasión, ni que pensaran que era débil ante los demás, ya había tenido demasiado de ello y ahora lo único que deseaba era que vieran a la persona que realmente había dentro de esta carcasa.

- No es que me haya quedado muy tranquilo luego de terminar con la búsqueda el día de ayer –comenté apretando ligeramente su mano- sé que no está acostumbrada a este tipo de caminatas y menos con un paisaje tan desaliñado, lo siento de verdad –pero justo en el momento en que pretendía seguir disculpándome por no haber sido solo un poco más fuerte y haberla llevado a su casa, sacó ropa del canasto que había traído y me la ofreció.

Mi mirada se encontró con la de ella y solo logré asentir en forma de gratitud. Debía encontrar la forma para agradecer cada una de las cosas que ella estaba haciendo por mi, no era para nada justo solo entregar y no recibir nada a cambio, ya encontraría la forma- La verdad es que también tengo hambre –le comenté sonriendo al ver nuevamente aquel sonrojo en su rostro.

No era posible que solo una simple reacción para el resto de las personas lograra provocar tantas cosas en mi que temiera no tener la capacidad de reaccionar del mismo modo con ella. Su sonrojo me debilitaba, sacaba al caballero que tenía dentro y solo quedaba el hombre, aquel animal que lo único que deseaba era dejarse llevar por los instintos, pero que justo a tiempo era dominado por mi mente, no podía ser salvaje, no con ella. Pero simplemente ella no ayudaba demasiado a mi control. Cando se acercó a besarme pensé que estaba perdido, pero lo corto de este hizo que solo un gemido del animal interno lograra apaciguarme.

Pero cada cosa que hacía me sorprendía aún más no dejaba que yo lograra dar mis respuestas a sus acciones pues al segundo mismo ya estaba haciendo otra cosa, como estar corriendo ahora. La seguí sonriendo y sin duda con una mejor condición física que la de ella. Le ayudé a sentarse luego de sentir nuevamente sus labios en contacto con mi piel y sentir como esta comenzaba a calentarse lentamente. Sería mi perdición estaba seguro y de seguir así en poco tiempo ya mi mente no lograría dejar fuerte por completo al caballero interno.

- Pretendo pasar muchas más cosas que solo atardeceres juntos -dije sonriendo- Iré tras ese árbol a cambiarme de ropa y vengo enseguida –me incliné u poco sobre ella y aún con la sensación de su beso esta vez fui yo quien se acercó hasta sus labios y uniéndolos la besé. Fue solo unos segundos, pero para mi cuerpo fue suficiente- No tardaré –dije bajando la voz mientras me alejaba con la ropa en mi brazos derecho mientras que con la mano izquierda arreglaba mi cabello.

Sabía que estaba desaliñado, por lo que aprovechando que un poco de agua del lago formaba un pequeño canal de agua cerca de donde me encontraba aproveché a oportunidad para asearme. Como un caballero real no había quedado, pero sería lo suficiente para alguien como yo. Y en ese momento una idea pasó por mi cabeza, sabía que mi timidez no ayudaba mucho al hecho de expresarme como quería con ella, pero en ese rincón no había nadie que lograra observarnos y sacando un poco de osadía interna me decidí- Podría usted acercarse un poco My Lady hay algo que quiero enseñarle –lo peor que podría pasar es que recibir un golpe de su parte y no volver a verla, mi corazón comenzó a acelerarse pensando en que sería lo mejor que podría llegar a suceder. Tenía claro que estaba arriesgando demasiado, pero de riesgos era como pensaba vivir de ahora en adelante.

Cada hora, cada minutos, cada segundo que pasaba mi mente maquinaba en contra de todo lo que le estaba ocurriendo en mi vida. Me lanzaba agua sobre el rostro y me bajaba de la nube en la que me encontraba y me dejaba caer para que de una vez por toda me diera cuenta que lo que estaba viviendo no era más que una ilusión y que los finales felices no existían, que no era más que una canasta de ironía envuelta para regalo. Sabía que mi vida no estaba hecha para sorpresas, que la vida de las personas de trabajo no cambiaba de un día para otro y te sacaba de la pobreza en que habías nacido, la vida jamás sería así y ella misma era quien se encargaba de hacer que te dieras cuenta.

Pero hace ya bastante tiempo que había tomado la decisión que la vida no era más que riesgos que había que enfrentar, desde el momento en que había salido de mi hogar que lo había decidido. Nunca había pedido mucho de la vida más allá de que mi familia estuviera bien, pero ya estaba harto de eso, quería algo para mi, algo que me hiciera un hombre de dicha y que no fueran más que pensamientos hacia otros, sabía que quizás estaba siendo egoísta, pero el mundo estaba siendo llevado por el egoísmo y no creí que fuera tan malo después de todo pensar solo algunos minutos en uno mismo.

Cuando la vi caminar acercándose a mí no pude evitar que una sonrisa nuevamente se alojara en mi rostro. Lo hacía cada vez que pensaba en ella y me daba cuenta que sin duda mi suerte comenzaba a cambiar favorablemente a mi favor. La vi tan majestuosa a mis ojos, tan diferente a mí. La tela de su vestido caía de forma tan elegante que en comparación al de mis hermanas, la de ella parecía de sacos, sus gestos eran delicados y refinados, mientras que los de trabajo de mi familia eran bruscos y poco femeninos. Éramos tan distintos que temía que se diera cuenta que yo no era el hombre con el que debía estar perdiendo el tiempo, sino que con el que debería estar lidiando para que ensillarla sus caballos y fregara los pisos.

Cerré los ojos cuando sentí su tacto sobre mis labios y suspiré. Pero como ya se había vuelto una costumbre entre ella y yo, no logré responder, porque en ese instante ella adelantó las palabras y los gestos y me enseñó algo que me tenía como regalo. Fruncí el ceño nada molesto, pero si contrariado. Esto no era justo, yo no tenía nada que darle, nada para entregarle y hacer de su vida algo mejor y ella en cambio con solo su presencia hacía mi día por completo.

Tomé el reloj y lo dejé en la cartera de mi pantalón. No tenía otro lugar mejor para protegerlo, luego subí mi mano acariciando su cabello con calma- Debo admitir que me encanta cuando te avergüenzas, pero me gusta más estar mirando tu rostro y que no te escondas por lo que quieres expresar –le dije tomando su mentón y alzando su rostro para poder mirarla con detención.

- Imagino que esto es tan nuevo para mí como para ti, aunque parezca extraño, no tengo mundo y mi vida ha sido siempre el trabajo, no sé como ser delicado ni acomedido con las personas, me cuesta pensar alguna forma de agradecer todo lo que haz hecho por mi, pero puedo intentarlo si me tienes paciencia –le dije intentando que mis palabras fueran lo suficiente para ella y para que quedara de algún modo claro que yo quería entregarles miles de cosas y no sabía cómo.

Bajé mis manos hasta su cintura y la acerqué un poco más a mi al mismo tiempo en que avanzaba y hacía que ella retrocediera hasta dejarla entre el árbol que me había cubierto mientras me cambiaba y mi cuerpo. Su presencia había doblegado un tanto al caballero que intentaba ser y la posesión, el deseo de saber que ella sería solo mía había nacido desde mi interior- Ahora –le comenté sonriendo a medida que acercaba mi rostro más al de ella y notaba su aroma nublando un poco mis sentidos- Quiero enseñarte lo que de algún modo siento y provocas en mi –como había pensado cuando tomé la decisión, sabía que era un riesgo, pero uno que estaba más que dispuesto a probar.

Toqué su cabello con una mano, la miré, sonreí nuevamente intentando darle tranquilidad y con calma me acerqué hasta juntar sus labios con los míos. Fue un roce lento y cuidadoso, uno como los que ya habíamos tenido en momentos anteriores, solo que esta vez no lograba conformarme con eso. Me acerqué un poco más a ella, solo un poco más pues tampoco era mi intención causarle daño e intenté profundizar un poco más el beso. Lo había deseado desde el primero instante en que ella lo había hecho en nuestro primer encuentro, pero esto no era solo algo que yo debía desear, era algo de los dos y no seguiría hasta que ella quisiera los mismo.