AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
La primera Nochebuena, de nuestras vidas [Privado]
2 participantes
Página 1 de 1.
La primera Nochebuena, de nuestras vidas [Privado]
Navidad. Esa fecha del año en donde supuestamente echas de menos a tus seres queridos, esos que ya no están o no puedes ver. ¿Ella? No echaba en falta a nadie que pasó a otra vida, su padre estaba perfectamente bien donde permanecía, lejos de ella y de esa casa. ¿Su madrastra? Viviendo una nueva vida y Haytham, buscando sus raíces. Valeria Cavey, en el puesto que siempre le perteneció, en la mansión Cavey, dueña y señora de todo…o casi. Aún tenía que ocuparse del tema de su hermana Abbey Appleby, un tema que en esa noche carecía de sentido.
Inusualmente, esa noche ordenó al servicio que se marchase después del almuerzo. Había encargado un pavo enorme, no se lo comerían entero…dudaba hasta que lo probasen pero ya el hecho de ser ella quien ayudase a su cocinera era más que satisfactorio. Variados canapés, antes del plato principal y como no, una sopa caliente y deliciosa , seguro que cuando él regresase la pediría a gritos silenciosos. Y como no, una deliciosa tarta de distintos chocolates. Todo apenas les llevó toda la tarde, la cocinera se sorprendió por el buen humor que desprendía su señorita y lo generosa que fue al regalarle a la mujer parte de la cena, para que comiese con su familia. No quiso que le diese las gracias , tan altiva y distante como siempre, incapaz de ver que en esa noche, había hecho feliz a muchas personas…y ella se incluiría.
Todo estaba dispuesto, ella misma decoró la mesa en el salón, disponiéndolo todo en la mesa próxima a la chimenea. Tulipanes rojos y blancos, le recordó mucho a Hoör, pureza y coraje, suavidad y elegancia. Una sonrisa se dibujó en sus labios carmesís, al deslizar el dedo índice por uno de los pétalos, sería un buen regalo, relajarle…acariciando con la flor cada centímetro de su piel. Tendrían esa noche , una que jamás habían compartido con nadie. Sonrisa cómplices y prometedoras, miradas que lo prometían todo y más allá. Sí, lo quería, le importaba más que cualquier otra persona y eso no cambiaría jamás. Valeria odiaba, la consumía el odio pero cuando amaba, solo lo hacía una sola vez… y él lo había acaparado todo.
Recordó como en ese mismo salón , por primera vez las miradas lo decían todo. Y el deseo se intensificó a algo mucho más intenso, como si sus almas se hubiesen buscado durante tanto tiempo y por fin… se encontrasen, como lo harían esa noche. Su vestido rojo, como sus labios, le daban ese toque elegante que mezclaba con sus movimientos. No podía evitar asomarse de vez en cuando por si regresaba a su lado, otra noche más. El hermoso árbol, adornado en tonos rojos y dorados, aguardaba bajo su maleza, los regalos de esa noche. Eran varios pero el más valioso lo guardaba en el bolsillo.
Una cajita plateada con un lazo. Iba a hacerle esa noche una promesa, una que sería para siempre. Lo haría como solía, sin palabras, solo con gestos. Se imaginaba sus ojos oscuros brillar, centellear de ilusión como los propios, perderse en su sonrisa… y esperar a lo que tuviese que decirle, algo que ansiaba más que él le regalase nada. Estaba nerviosa, inquieta… más que una niña esperando el regalo bajo el árbol… ella no conoció jamás esa sensación. Sí la del vértigo, suspirar sin venir a cuento, buscarle y encontrarle con la mirada. Lo quería y estaba segura que esa noche se sellaría algo mucho más importante que eso.
Todo estaba dispuesto en la mesa, solo faltaba él. Lo esperaba ansiosa…bromearían sobre lo que ella había cocinado, jugarían al juego que ellos dos conocían… y se perderían en el cuerpo del otro, queriendo, necesitando… abrazar el alma ajena.
Inusualmente, esa noche ordenó al servicio que se marchase después del almuerzo. Había encargado un pavo enorme, no se lo comerían entero…dudaba hasta que lo probasen pero ya el hecho de ser ella quien ayudase a su cocinera era más que satisfactorio. Variados canapés, antes del plato principal y como no, una sopa caliente y deliciosa , seguro que cuando él regresase la pediría a gritos silenciosos. Y como no, una deliciosa tarta de distintos chocolates. Todo apenas les llevó toda la tarde, la cocinera se sorprendió por el buen humor que desprendía su señorita y lo generosa que fue al regalarle a la mujer parte de la cena, para que comiese con su familia. No quiso que le diese las gracias , tan altiva y distante como siempre, incapaz de ver que en esa noche, había hecho feliz a muchas personas…y ella se incluiría.
Todo estaba dispuesto, ella misma decoró la mesa en el salón, disponiéndolo todo en la mesa próxima a la chimenea. Tulipanes rojos y blancos, le recordó mucho a Hoör, pureza y coraje, suavidad y elegancia. Una sonrisa se dibujó en sus labios carmesís, al deslizar el dedo índice por uno de los pétalos, sería un buen regalo, relajarle…acariciando con la flor cada centímetro de su piel. Tendrían esa noche , una que jamás habían compartido con nadie. Sonrisa cómplices y prometedoras, miradas que lo prometían todo y más allá. Sí, lo quería, le importaba más que cualquier otra persona y eso no cambiaría jamás. Valeria odiaba, la consumía el odio pero cuando amaba, solo lo hacía una sola vez… y él lo había acaparado todo.
Recordó como en ese mismo salón , por primera vez las miradas lo decían todo. Y el deseo se intensificó a algo mucho más intenso, como si sus almas se hubiesen buscado durante tanto tiempo y por fin… se encontrasen, como lo harían esa noche. Su vestido rojo, como sus labios, le daban ese toque elegante que mezclaba con sus movimientos. No podía evitar asomarse de vez en cuando por si regresaba a su lado, otra noche más. El hermoso árbol, adornado en tonos rojos y dorados, aguardaba bajo su maleza, los regalos de esa noche. Eran varios pero el más valioso lo guardaba en el bolsillo.
Una cajita plateada con un lazo. Iba a hacerle esa noche una promesa, una que sería para siempre. Lo haría como solía, sin palabras, solo con gestos. Se imaginaba sus ojos oscuros brillar, centellear de ilusión como los propios, perderse en su sonrisa… y esperar a lo que tuviese que decirle, algo que ansiaba más que él le regalase nada. Estaba nerviosa, inquieta… más que una niña esperando el regalo bajo el árbol… ella no conoció jamás esa sensación. Sí la del vértigo, suspirar sin venir a cuento, buscarle y encontrarle con la mirada. Lo quería y estaba segura que esa noche se sellaría algo mucho más importante que eso.
Todo estaba dispuesto en la mesa, solo faltaba él. Lo esperaba ansiosa…bromearían sobre lo que ella había cocinado, jugarían al juego que ellos dos conocían… y se perderían en el cuerpo del otro, queriendo, necesitando… abrazar el alma ajena.
- Spoiler:
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 421
Fecha de inscripción : 26/05/2016
Localización : Paris
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La primera Nochebuena, de nuestras vidas [Privado]
Noche buena, la víspera de la Navidad. Para mi, estas fechas solo eran un día mas, normalmente, enfrascado en algún asedio, batalla a muerte en el que la sangre bañaba el acero de mi espada y los cuervos graznaban, no había tiempo de regalos, ni alabanzas.
Mas este año, cierto nerviosismo me invadía, no solo porque era la primera vez, en la que iba a disfrutar de una cena “distinta” si no porque la mujer con la que la compartiría, por fin se había convertido en mi prometida.
Nunca supe lo que era el amor hasta que sus esmeraldas, hace ya unos meses se fundieron con mis tormentas en la entrada de la casa. Ese día, supe que tenia la batalla perdida, que ella era la única capaz de poner de rodillas y frente a si, a este guerrero que no conocía la derrota, hasta que sus labios la pidieron. ¿Acaso existía algo en esta vida que yo le negaría?
Aquella noche seria especial, no solo por la entrañable fecha, si no porque Valeria seria la mujer con la que compartiría, risas, miradas complicas, champang y a la que devoraría no solo con la mirada, si no con echos que le demostrarían infinitamente mas que las palabras.
Cuando abrí los ojos ella todavía dormía, la observé en profundo silencio durante casi una hora, era imposible no fijarse en esa tez blanca, en esos rojos labios que me atrapaban y aunque sus esmeraldas dormían, sus pestañas me atrapaban.
Ella, no existía nada que fuera mas bello, mas peligroso y a su vez mas perfecto.
Esa mujer me había robado el juicio, la razón, y para que mentir, era dueña absoluta de mi corazón.
Una sonrisa le dediqué cuando los primeros rayos de sol entraron por el postigo de la habitación, resplandecía como el día ,mientras ronroneaba en la cama contra mi piel, felicitándome el día.
No pude evitar que su felicidad se trasformara en la mía, y que su empujón para obligarme a marchar aludiendo a que no molestara en los preparativos se convirtiera en una sonora risa.
Me vestí con mi ropa corriente, tenia que ir recoger su regalo a una aldea de las afueras, donde por suerte encontré un artesano norteño que trabajaba el acero.
Así que tras dedicarle unos besos furtivos y recibir otro par de empujones, partí de la mansión Cavey con su espectro.
La sonrisa no se me borraba de la cara, era imposible, aquella mañana ambos desprendíamos un aura distinta, una en la que bien sabíamos que todo cambiaría...
Con el ocaso regresé a la mansión Cavey, el día no había resultado exactamente como lo había imaginado, lleno de barro hasta la cintura y con sangre desfilando por el acero de la espada me adentre en la casa.
Mi preciosa Valeria salio a mi encuentro, su semblante cambió un instante, uno efímero, pues creo que me conocía bien, lo suficiente como para esperarse de mi eso y mucho mas.
Estaba preciosa, con un vestido rojo a juego con sus labios que oscurecieron mis ojos tan solo con verla.
Mi cuerpo se orilló al suyo, mas sin tocarla, pues no quería mancharla, su aliento golpeó mis labios, deseaba tomarlos, pero no poder hacerlo pues de lo contrario estropearía su atuendo me excitaba de sobre manera.
Ahí estábamos ambos, prendidos en llamas frente a un salón galardonado para la ocasión. Tenia que admitir que había convertido ese frio ambiente en magia, en nuestra primera Navidad.
Sus esmeraldas centelleaban y mis ojos brillaban deleitándose con cada rasgo, con cada gesto, de nuevo me arrastraba al infierno.
-Te deseo -confesé con la voz oscura como la noche -dame un momento y me quitaré el barro.
Tras de mi, un cachorro de lobo rojo, él era el culpable de parte de mi incivilizado aspecto.
Sonreí de medio lado cuando Valeria lo miró y después a mi dudando.
-Es tuyo Valeria, quiero que lo críes, te será fiel.
Mas este año, cierto nerviosismo me invadía, no solo porque era la primera vez, en la que iba a disfrutar de una cena “distinta” si no porque la mujer con la que la compartiría, por fin se había convertido en mi prometida.
Nunca supe lo que era el amor hasta que sus esmeraldas, hace ya unos meses se fundieron con mis tormentas en la entrada de la casa. Ese día, supe que tenia la batalla perdida, que ella era la única capaz de poner de rodillas y frente a si, a este guerrero que no conocía la derrota, hasta que sus labios la pidieron. ¿Acaso existía algo en esta vida que yo le negaría?
Aquella noche seria especial, no solo por la entrañable fecha, si no porque Valeria seria la mujer con la que compartiría, risas, miradas complicas, champang y a la que devoraría no solo con la mirada, si no con echos que le demostrarían infinitamente mas que las palabras.
Cuando abrí los ojos ella todavía dormía, la observé en profundo silencio durante casi una hora, era imposible no fijarse en esa tez blanca, en esos rojos labios que me atrapaban y aunque sus esmeraldas dormían, sus pestañas me atrapaban.
Ella, no existía nada que fuera mas bello, mas peligroso y a su vez mas perfecto.
Esa mujer me había robado el juicio, la razón, y para que mentir, era dueña absoluta de mi corazón.
Una sonrisa le dediqué cuando los primeros rayos de sol entraron por el postigo de la habitación, resplandecía como el día ,mientras ronroneaba en la cama contra mi piel, felicitándome el día.
No pude evitar que su felicidad se trasformara en la mía, y que su empujón para obligarme a marchar aludiendo a que no molestara en los preparativos se convirtiera en una sonora risa.
Me vestí con mi ropa corriente, tenia que ir recoger su regalo a una aldea de las afueras, donde por suerte encontré un artesano norteño que trabajaba el acero.
Así que tras dedicarle unos besos furtivos y recibir otro par de empujones, partí de la mansión Cavey con su espectro.
La sonrisa no se me borraba de la cara, era imposible, aquella mañana ambos desprendíamos un aura distinta, una en la que bien sabíamos que todo cambiaría...
Con el ocaso regresé a la mansión Cavey, el día no había resultado exactamente como lo había imaginado, lleno de barro hasta la cintura y con sangre desfilando por el acero de la espada me adentre en la casa.
Mi preciosa Valeria salio a mi encuentro, su semblante cambió un instante, uno efímero, pues creo que me conocía bien, lo suficiente como para esperarse de mi eso y mucho mas.
Estaba preciosa, con un vestido rojo a juego con sus labios que oscurecieron mis ojos tan solo con verla.
Mi cuerpo se orilló al suyo, mas sin tocarla, pues no quería mancharla, su aliento golpeó mis labios, deseaba tomarlos, pero no poder hacerlo pues de lo contrario estropearía su atuendo me excitaba de sobre manera.
Ahí estábamos ambos, prendidos en llamas frente a un salón galardonado para la ocasión. Tenia que admitir que había convertido ese frio ambiente en magia, en nuestra primera Navidad.
Sus esmeraldas centelleaban y mis ojos brillaban deleitándose con cada rasgo, con cada gesto, de nuevo me arrastraba al infierno.
-Te deseo -confesé con la voz oscura como la noche -dame un momento y me quitaré el barro.
Tras de mi, un cachorro de lobo rojo, él era el culpable de parte de mi incivilizado aspecto.
Sonreí de medio lado cuando Valeria lo miró y después a mi dudando.
-Es tuyo Valeria, quiero que lo críes, te será fiel.
- lobo:
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 976
Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: La primera Nochebuena, de nuestras vidas [Privado]
Nerviosa , apoyó la palma de la mano en el cristal empañado. No pudo evitar dibujar alguna que otra letra. V, H…palabras que se repetían y bailaban entre sus dedos. Sonrió de medio lado al oír pasos acercarse hacia donde se encontraba. Era él. Sonrió sin que aún pudiese verla, sonrisa que se desvaneció cuando al girarse, le apreció con detenimiento. Estaba hecho unos zorros, un completo desastre, como siempre la sangre que manchaba su cuerpo no era suya y no solo sangre…barro y humedad, a este paso cogería una pulmonía ¿a quién le tocaría cuidarle? A ella. La idea le resultaba de lo más tentadora pero no, no quería ese regalo para navidad.
-No puedes ni portarte bien en Navidad ¿cierto? -sus ojos se perdieron en sus labios, los cuales rozó pidiéndole una simple cosa -Date un baño, ya lo tienes preparado, sabía que ni en este día podrías dejar la caza… te esperaré aquí. Espero me sorprendas… no suelo verte bien vestido, ni usas mi perfume… y todo eso me gusta demasiado…descontrol -rió dejando un beso en sus labios, tan inmersa en mirarle a los ojos, como si nada más existiese…ella también lo deseaba. Sus orbes esmeralda se clavaron en él, rogándole que se fuese antes de que le diese igual…al final terminarían como en las caballerizas.
¿Suyo? Buscó con la mirada al pequeño cachorro, sentado frente a la puerta, observándolos. Se mordió el labio inferior, un hermoso lobo con pelaje cobrizo había sido su acompañante pero ¿suyo? Era muy pequeño, estaba asustado y perdido, como ambos… ante aquella inusual noche. Le dedicó una sonrisa cómplice y se acercó al cachorro, quedando de rodillas ante él. Acercó su mano hacia el hocico para que se familiarizase con su olor y se acostumbrase, nunca tuvo mascotas más que los perros de su padre pero ningún amigo leal, guardián.
-Eres precioso -acarició la cabeza del animal, dejando que mordiese un tanto sus dedos, una risa se le escapó de los labios carmesís… una deliciosa risa que él pocas veces había oído. -Necesitas un baño también. Te lo darás con él, tienes que vigilarle… -giró el rostro, estaba claro que le había gustado y mucho el regalo, solo había que ver cómo centelleaban sus orbes esmeraldas. - No te seques el pelo, quiero peinártelo yo por primera vez, pelo tan rebelde… como tú -mordió su barbilla esperando que fuese a darse ese ansiado baño, mientras , ella dispondría la comida.
Sirvió un par de copas de whisky, en el árbol faltaban regalos, en especial uno que llevaba ella misma escondido. Él tendría que buscarlo, un juego que seguro le gustaría. Sentada en uno de los sillones, como aquella primera vez. Dio un largo trago al verle aparecer, una imagen muy distinta que antes. Sonrió complacida contra el borde del vaso, la imagen de la joven resplandecía con la luz de la chimenea, las velas…dándole ese toque íntimo.
-Veo que… no eres tan salvaje…bueno, lo eres… -se levantó ofreciéndole la copa, aprovecharía que tomaba de la copa para, deslizar la nariz por su cuello hasta su oreja -Te has puesto mi perfume - sus dedos peinaron su cabello con suavidad… dándole ese toque menos rebelde pero aún así no perdía su esencia -Todo un caballero… he ayudado a hacer todo lo que hay en la mesa, así que espero tengas hambre…si no , tranquilo… ya te lo daré yo
-No puedes ni portarte bien en Navidad ¿cierto? -sus ojos se perdieron en sus labios, los cuales rozó pidiéndole una simple cosa -Date un baño, ya lo tienes preparado, sabía que ni en este día podrías dejar la caza… te esperaré aquí. Espero me sorprendas… no suelo verte bien vestido, ni usas mi perfume… y todo eso me gusta demasiado…descontrol -rió dejando un beso en sus labios, tan inmersa en mirarle a los ojos, como si nada más existiese…ella también lo deseaba. Sus orbes esmeralda se clavaron en él, rogándole que se fuese antes de que le diese igual…al final terminarían como en las caballerizas.
¿Suyo? Buscó con la mirada al pequeño cachorro, sentado frente a la puerta, observándolos. Se mordió el labio inferior, un hermoso lobo con pelaje cobrizo había sido su acompañante pero ¿suyo? Era muy pequeño, estaba asustado y perdido, como ambos… ante aquella inusual noche. Le dedicó una sonrisa cómplice y se acercó al cachorro, quedando de rodillas ante él. Acercó su mano hacia el hocico para que se familiarizase con su olor y se acostumbrase, nunca tuvo mascotas más que los perros de su padre pero ningún amigo leal, guardián.
-Eres precioso -acarició la cabeza del animal, dejando que mordiese un tanto sus dedos, una risa se le escapó de los labios carmesís… una deliciosa risa que él pocas veces había oído. -Necesitas un baño también. Te lo darás con él, tienes que vigilarle… -giró el rostro, estaba claro que le había gustado y mucho el regalo, solo había que ver cómo centelleaban sus orbes esmeraldas. - No te seques el pelo, quiero peinártelo yo por primera vez, pelo tan rebelde… como tú -mordió su barbilla esperando que fuese a darse ese ansiado baño, mientras , ella dispondría la comida.
Sirvió un par de copas de whisky, en el árbol faltaban regalos, en especial uno que llevaba ella misma escondido. Él tendría que buscarlo, un juego que seguro le gustaría. Sentada en uno de los sillones, como aquella primera vez. Dio un largo trago al verle aparecer, una imagen muy distinta que antes. Sonrió complacida contra el borde del vaso, la imagen de la joven resplandecía con la luz de la chimenea, las velas…dándole ese toque íntimo.
-Veo que… no eres tan salvaje…bueno, lo eres… -se levantó ofreciéndole la copa, aprovecharía que tomaba de la copa para, deslizar la nariz por su cuello hasta su oreja -Te has puesto mi perfume - sus dedos peinaron su cabello con suavidad… dándole ese toque menos rebelde pero aún así no perdía su esencia -Todo un caballero… he ayudado a hacer todo lo que hay en la mesa, así que espero tengas hambre…si no , tranquilo… ya te lo daré yo
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 421
Fecha de inscripción : 26/05/2016
Localización : Paris
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La primera Nochebuena, de nuestras vidas [Privado]
Mis ojos centellearon frente a sus esmeraldas, labios que se curvaron en una sonrisa de medio lado, esa que me caracterizaba. No ,era obvio que no podía ni siquiera estar tranquilo ese ,día, quizás porque el caos me acompañaba allá donde iba, quizás porque el regalo que había pedido hacer para ella a un artesano norteña estaba en una de las zonas mas alejadas de París, y para que negadlo, porque de vuelta, me encontré con ese lobo en problemas y no pude evitar jugarme la vida para protegerlo.
Yo era fuego, y ella, ella era el infierno, mi demonio con faldas y atuendo rojo.
Nunca tuve una navidad, pero esta, frente a mis ojos se estaba tornando mágica.
La admiré como si nada en este mundo alcanzara la perfección que englobaba su mirada, somo si verla radiante como las mismas luces que brillaban alrededor del árbol, fuera para mi ya el mejor de los regalos.
Todavía no podía creerme que fuera a convertirse en mi esposa, la miraba como si fuera una maldita diosa, estaba tan enamorado que era incapaz de confesar que a su vez estaba aterrado.
Yo el guerrero que nunca tuvo miedo, ahora temblaba frente a ella.
Se agachó a la altura del cachorro, acariciándolo, dejándose morder por el, bromeando mientras reía pletórica y yo, en silencio, observaba cada gesto sintiéndome el hombre mas afortunado del universo.
Alzó su mirada para echarnos a ambos a la bañera, no pude evitar tomar su boca antes de desaparecer del gran salón.
Me relamí mirando al lobo, ese olor que desprendía era embriagador, su aliento era el mejor de los elixires que jamas había probado y su cuerpo, mi tentación.
El deseo tenia un nombre, el mismo que mi único amor.
El baño estaba preparado, el cachorro y yo nos metimos en la tina, dejando el agua embarrada. Eché de menos la piel de Valeria, recordé el ultimo baño que compartimos, ese que significo todo y nada a su vez.
Decidido a darle el gusto a mi prometida, me vestí para afrontar mis primeras navidades, camisa, que coloque´con rapidez, dejando el botón de arriba desabrochado, el traje que encajaba a la perfección sobre mis hombros y como no, abrí el perfume que esparcí sobre mi cuello, mojando ligeramente la blanca camisa.
Rehíce mis pasos hacia el gran salón, allí estaba ella, frente a la chimenea, copa de whisky en la mano.
Sus esmeraldas me buscaron, mis tormentas la encontraron y juntos desafiamos a los elementos pues la pasión que existía era un hecho que no podía pasar por alto.
Se acerco a mi, como el mejor depredador, sus labios rozaron mi cuello mientras se aseguraba de que el reguero de olor quedaba impreso en mi piel como las marcas que mi cuerpo poseía de sus dientes.
-¿Has ayudado en la cocina? -reí divertido tomando la copa para darle un profundo trago sin perder su mirada felina -¿quieres envenenarme o emborracharme? -pregunté acercando mis labios a los suyos, rozándolos despacio, ambos empapados en alcohol.
Admito que me excitaba, hasta el simple echo de tenerla cerca respirando contra mi boca.
-Tengo hambre, tengo sed, tengo necesidad de tu piel -confesé rodeando su cintura con mi brazo para atraerla contra mi cuerpo.
Mi lengua busco furtiva sus besos, profundos, anhelados.
-Quizás deberíamos de cenar, te quiero borracha, desesperada y expuesta a mi
Mis ojos se oscurecieron mientras mis dedos acariciaban la caja que guardaba en el pantalón, esperaba el momento adecuado para darle ese regalo que creo explicaba a la perfección nuestro amor.
Yo era fuego, y ella, ella era el infierno, mi demonio con faldas y atuendo rojo.
Nunca tuve una navidad, pero esta, frente a mis ojos se estaba tornando mágica.
La admiré como si nada en este mundo alcanzara la perfección que englobaba su mirada, somo si verla radiante como las mismas luces que brillaban alrededor del árbol, fuera para mi ya el mejor de los regalos.
Todavía no podía creerme que fuera a convertirse en mi esposa, la miraba como si fuera una maldita diosa, estaba tan enamorado que era incapaz de confesar que a su vez estaba aterrado.
Yo el guerrero que nunca tuvo miedo, ahora temblaba frente a ella.
Se agachó a la altura del cachorro, acariciándolo, dejándose morder por el, bromeando mientras reía pletórica y yo, en silencio, observaba cada gesto sintiéndome el hombre mas afortunado del universo.
Alzó su mirada para echarnos a ambos a la bañera, no pude evitar tomar su boca antes de desaparecer del gran salón.
Me relamí mirando al lobo, ese olor que desprendía era embriagador, su aliento era el mejor de los elixires que jamas había probado y su cuerpo, mi tentación.
El deseo tenia un nombre, el mismo que mi único amor.
El baño estaba preparado, el cachorro y yo nos metimos en la tina, dejando el agua embarrada. Eché de menos la piel de Valeria, recordé el ultimo baño que compartimos, ese que significo todo y nada a su vez.
Decidido a darle el gusto a mi prometida, me vestí para afrontar mis primeras navidades, camisa, que coloque´con rapidez, dejando el botón de arriba desabrochado, el traje que encajaba a la perfección sobre mis hombros y como no, abrí el perfume que esparcí sobre mi cuello, mojando ligeramente la blanca camisa.
Rehíce mis pasos hacia el gran salón, allí estaba ella, frente a la chimenea, copa de whisky en la mano.
Sus esmeraldas me buscaron, mis tormentas la encontraron y juntos desafiamos a los elementos pues la pasión que existía era un hecho que no podía pasar por alto.
Se acerco a mi, como el mejor depredador, sus labios rozaron mi cuello mientras se aseguraba de que el reguero de olor quedaba impreso en mi piel como las marcas que mi cuerpo poseía de sus dientes.
-¿Has ayudado en la cocina? -reí divertido tomando la copa para darle un profundo trago sin perder su mirada felina -¿quieres envenenarme o emborracharme? -pregunté acercando mis labios a los suyos, rozándolos despacio, ambos empapados en alcohol.
Admito que me excitaba, hasta el simple echo de tenerla cerca respirando contra mi boca.
-Tengo hambre, tengo sed, tengo necesidad de tu piel -confesé rodeando su cintura con mi brazo para atraerla contra mi cuerpo.
Mi lengua busco furtiva sus besos, profundos, anhelados.
-Quizás deberíamos de cenar, te quiero borracha, desesperada y expuesta a mi
Mis ojos se oscurecieron mientras mis dedos acariciaban la caja que guardaba en el pantalón, esperaba el momento adecuado para darle ese regalo que creo explicaba a la perfección nuestro amor.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 976
Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: La primera Nochebuena, de nuestras vidas [Privado]
En el instante en el que desapareció por la puerta para darse ese merecido baño, una sonrisa más amplia que otras veces apareció en sus labios carmesí. Esa noche podía afirmar que era feliz, jamás lo diría en voz alta…ni siquiera a él. Desde que llegó las cosas habían cambiado mucho, en varios sentidos. La presencia de aquel hombre en su salón, lo revolvió todo. Pudo pasar todo aquella primera noche, sin embargo, el juego y la tentación se mezclaba con algo imposible para los dos… más que un simple deseo, algo que ninguno podía explicar y solo tenía un nombre que desconocían hasta que evitarlo fue inútil, era amor.
El ruido de la puerta, le incitó a morderse el labio inferior. No solo estaba elegante, desprendía ese olor a perfume que tanto había esperado. Las llamas centelleaban en sus ojos esmeraldas, brillando aún más cuando se acercó a donde estaba. No necesitaba más, regalos caros, lujos excesivos… y justo en ese momento lo comprendió. Le tomó del rostro con una de sus manos, dedicándole la más tierna de las sonrisas, perfilando su mandíbula con dos de sus dedos hasta tomarle de la barbilla y apoyar ambas frentes, mirándole intensamente.
-¿No necesitas muchas cosas? ¿las mereces? -bromeó contra sus labios, los cuales rozó, fundiendo ambas bocas con sumo deleite, necesitaban ese beso para decirse lo que sus labios callaban y sus cuerpos, inconscientemente...buscaba el ajeno, solo con un roce eran capaces de estremecerse anhelando más y mucho más. Sonrió, dejando un beso corto en sus labios, tierno y podía decirse que hasta tímido. Llegó el momento de darle el ansiado regalo.
Aquella esfera de plata no podía significar nada, ni siquiera era de oro…es más, cualquiera pensaría que había optado por eso mismo, cualquier regalo para simplemente no ir con las manos vacías. Pero no, aquel colgante significaba mucho más que cualquier cosa material. Significaba todo, lo que sentía, lo que era incapaz de admitir y lo que jamás sentiría por nadie. Él pudo apreciar que lo miraba de forma diferente, incluso sus finas manos temblaron al tomarle del rostro, estaba nerviosa… y por unos segundos rehuyó su mirada ¿podía haber una imagen que fuese más divertida y tierna de Valeria Cavey? Y todo por su culpa, sin hacer nada era capaz de conseguir justo eso…descolocarla de pies a cabeza.
-Yo…quiero darte algo -Carraspeó por lo bajo, dejando escapar un largo suspiro y reunir el valor de hacerlo, le costaba horrores y no era para menos. Le invitó a sentarse en el suelo, ante la chimenea y ella, hizo lo mismo… alzándose un tanto el vestido y tomar como asiento el regazo del joven noruego. Sonrió, su vestido no tenía bolsillos así que lo tenía escondido en uno de los pliegues del escote del vestido [color=white]-Lo mandé a hacer. Es lo más parecido a lo que mi cabeza y mi frío corazón se asemeja… plata, como la luna siempre me sentí identificada con ello ]/color]-
Sacó la cajita y se la entregó esperando que la abriese, sus manos quedaron a la altura de los hombros ajenos, no podía apartar la mirada de él, perderse cualquier gesto o palabra que emitiesen sus labios. La esfera contenía una H que ocupaba todo el círculo y en medio un V, simulando el corazón de aquella joya. Por detrás una promesa, “Por y para siempre…Valeria”. No era Valeria Cavey, era solo Valeria para él, una prueba de amor…la más directa que ella pudiese darle.
-Siempre, Hoör-apenas fue un hilo de voz que sus labios carmesís le habían dedicado solo a él, se veía tan hermoso con las llamas de la lumbre iluminándole.
El ruido de la puerta, le incitó a morderse el labio inferior. No solo estaba elegante, desprendía ese olor a perfume que tanto había esperado. Las llamas centelleaban en sus ojos esmeraldas, brillando aún más cuando se acercó a donde estaba. No necesitaba más, regalos caros, lujos excesivos… y justo en ese momento lo comprendió. Le tomó del rostro con una de sus manos, dedicándole la más tierna de las sonrisas, perfilando su mandíbula con dos de sus dedos hasta tomarle de la barbilla y apoyar ambas frentes, mirándole intensamente.
-¿No necesitas muchas cosas? ¿las mereces? -bromeó contra sus labios, los cuales rozó, fundiendo ambas bocas con sumo deleite, necesitaban ese beso para decirse lo que sus labios callaban y sus cuerpos, inconscientemente...buscaba el ajeno, solo con un roce eran capaces de estremecerse anhelando más y mucho más. Sonrió, dejando un beso corto en sus labios, tierno y podía decirse que hasta tímido. Llegó el momento de darle el ansiado regalo.
Aquella esfera de plata no podía significar nada, ni siquiera era de oro…es más, cualquiera pensaría que había optado por eso mismo, cualquier regalo para simplemente no ir con las manos vacías. Pero no, aquel colgante significaba mucho más que cualquier cosa material. Significaba todo, lo que sentía, lo que era incapaz de admitir y lo que jamás sentiría por nadie. Él pudo apreciar que lo miraba de forma diferente, incluso sus finas manos temblaron al tomarle del rostro, estaba nerviosa… y por unos segundos rehuyó su mirada ¿podía haber una imagen que fuese más divertida y tierna de Valeria Cavey? Y todo por su culpa, sin hacer nada era capaz de conseguir justo eso…descolocarla de pies a cabeza.
-Yo…quiero darte algo -Carraspeó por lo bajo, dejando escapar un largo suspiro y reunir el valor de hacerlo, le costaba horrores y no era para menos. Le invitó a sentarse en el suelo, ante la chimenea y ella, hizo lo mismo… alzándose un tanto el vestido y tomar como asiento el regazo del joven noruego. Sonrió, su vestido no tenía bolsillos así que lo tenía escondido en uno de los pliegues del escote del vestido [color=white]-Lo mandé a hacer. Es lo más parecido a lo que mi cabeza y mi frío corazón se asemeja… plata, como la luna siempre me sentí identificada con ello ]/color]-
Sacó la cajita y se la entregó esperando que la abriese, sus manos quedaron a la altura de los hombros ajenos, no podía apartar la mirada de él, perderse cualquier gesto o palabra que emitiesen sus labios. La esfera contenía una H que ocupaba todo el círculo y en medio un V, simulando el corazón de aquella joya. Por detrás una promesa, “Por y para siempre…Valeria”. No era Valeria Cavey, era solo Valeria para él, una prueba de amor…la más directa que ella pudiese darle.
-Siempre, Hoör-apenas fue un hilo de voz que sus labios carmesís le habían dedicado solo a él, se veía tan hermoso con las llamas de la lumbre iluminándole.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 421
Fecha de inscripción : 26/05/2016
Localización : Paris
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La primera Nochebuena, de nuestras vidas [Privado]
Sus labios atajaron la distancia con mi boca para besarme despacio, calmando mi sed, mi fuego, permitiéndome beber de un beso lento, casi tímido, que me hizo sonreír de medio lado por la dulzura que hoy mi demonio rojo parecía dibujar en cada gesto contra mi piel.
Me relamí, saboreando el carmín de sus labios y esclavo de su cuerpo, de ella, me deje llevar frente a la chimenea, tomando asiento sobre una alfombra en tonos rojizos.
Sus piernas infinitas se alzaron para acaparar mi regazo, admito que mi respiración se disparó cuando su cuerpo se poso sobre el mio.
-Te deseo mucho -susurré contra su boca deslizando mis lengua por ella, saboreando el alcohol de sus labios y la dulzura para la que en ella, no estaba acostumbrado.
Su dedos dibujaron mi mandíbula despacio, la sentía temblar y eso hizo que mis ojos centellearan contra sus esmeraldas que prendidos en el fuego de la chimenea se veían mas brillantes que nunca.
Tomó mi mentón, y mis manos acariciaron su espalda de arriba a bajo, siguiendo su columna vertebral.
Un silencio al que ambos estábamos acostumbrados cuando nuestros ojos gritaban lo que nuestras bocas silenciaban. Tantas cosas que decirle, entre ellas, lo afortunado que me sentía por haberla encontrado. Cuando alcancé París, solo era el reflejo de un hombre abatido, uno que se había perdido en algún punto de su vida donde las flechas de fuego surcaron el cielo.
Nunca tuve una navidad, nunca tuve nada de esto y ella parecía estar regalándome una vida plena de felicidad.
Si, era feliz, como nunca lo fui. No era algo efímero, si no real, era el principio de un camino que sabia seria complicado por el temperamento de ambos, mas que para mi, significaba todo, pues ella era mi vida, mi infierno, mi cielo.
De su escoté saco una pequeña caja, que yo tomé entre mis manos acariciando las betas de madera que envolvía lo que seria mi regalo.
Alcé la mirada un instante, el suficiente para darme cuenta que lo que allí dentro había seria una promesa eterna, un para siempre, que sus ojos expresaron antes de que lo hicieran sus labios.
Abrí la caja, en su interior una pequeña medalla plateada, como la luna que tan bien representaba a mi amada. Y si, sonreí pues mi regalo tena que ver con la misma luna, que hoy en el colgante y en el cielo se reflejaba.
Tímidamente, como si acariciara por primera vez a mi hijo recién nacido, deslicé mi dedo por esa medalla, la “H” marcada a fuego sobre la plata, esa “H” de mi nombre, con un corazón en su centro que representaba la “V” del nombre de mi amada.
Ni siquiera sabia que decir, mi piel se erizó al girar la medalla y leer ese: “por y para siempre”
Mi cuerpo la busco, rodeándola con sus brazos para fundirnos en uno, nariz en su cuello ,su cabello dorado acariciando mi gesto.
-Gracias -susurré -te quiero.
Sentía vergüenza, quizás era ese el motivo por el que hundí allí mi cabeza, como si por primera vez el guerrero se sintiera francamente pequeño.
Nuestros cuerpos temblaron al unisono fundidos en ese abrazo que perduró en el tiempo.
-Valeria, te necesito, por y para siempre. Aunque a veces sea un autentico imbécil, no me sueltes. Quizas cuando menos lo merezca, sera cuando mas lo necesite.
Coloqué el colgante en mi cuello, para mi era una promesa de amor eterno, una reciproca por ambos, pues yo, había sellado nuestro amor en mi piel, en mi corazón y en mi alma...le pertenecía.
-También tengo algo para ti -musité buscando sus labios.
Una cajita salio del bolsillo de mi chaqué y la deposite en su manos, siendo ahora yo, el que se prendía de su mirada.
Mis ojos estaban aguosos, todavía por la emoción de su regalo ,algo que traté de ocultar por orgullo.
No quería perderme sus gestos, ninguno de ellos, así que esperé a que abriera el regalo con cierta impaciencia.
-cuenta la leyenda que la diosa sol, corría en su carro tirado por sendos caballos desprendiendo su luz por el mundo, perseguidos por el lobo Sköoll. Así trascurría el dia, hasta lograr dar el relevo al dios Mani (la luna) perseguida durante la noche por el lobo Hati.
Ese es el motivo de que pase el tiempo, el día, la noche, tiempo que solo quiero a tu lado.
Creo que nada representa mejor nuestro amor, que esos dos lobos que se pelean, que se encuentran y desencuentran, siempre persiguiendo la luz o la oscuridad. Te necesito porque no puedo vivir sin ti.
Déjame detener el tempo esta noche, crearé un eclipse para que los lobos se encuentren mientras nuestra piel se funde, mientras nuestros labios se devoran. Déjame hacerte feliz hoy y siempre.
Me relamí, saboreando el carmín de sus labios y esclavo de su cuerpo, de ella, me deje llevar frente a la chimenea, tomando asiento sobre una alfombra en tonos rojizos.
Sus piernas infinitas se alzaron para acaparar mi regazo, admito que mi respiración se disparó cuando su cuerpo se poso sobre el mio.
-Te deseo mucho -susurré contra su boca deslizando mis lengua por ella, saboreando el alcohol de sus labios y la dulzura para la que en ella, no estaba acostumbrado.
Su dedos dibujaron mi mandíbula despacio, la sentía temblar y eso hizo que mis ojos centellearan contra sus esmeraldas que prendidos en el fuego de la chimenea se veían mas brillantes que nunca.
Tomó mi mentón, y mis manos acariciaron su espalda de arriba a bajo, siguiendo su columna vertebral.
Un silencio al que ambos estábamos acostumbrados cuando nuestros ojos gritaban lo que nuestras bocas silenciaban. Tantas cosas que decirle, entre ellas, lo afortunado que me sentía por haberla encontrado. Cuando alcancé París, solo era el reflejo de un hombre abatido, uno que se había perdido en algún punto de su vida donde las flechas de fuego surcaron el cielo.
Nunca tuve una navidad, nunca tuve nada de esto y ella parecía estar regalándome una vida plena de felicidad.
Si, era feliz, como nunca lo fui. No era algo efímero, si no real, era el principio de un camino que sabia seria complicado por el temperamento de ambos, mas que para mi, significaba todo, pues ella era mi vida, mi infierno, mi cielo.
De su escoté saco una pequeña caja, que yo tomé entre mis manos acariciando las betas de madera que envolvía lo que seria mi regalo.
Alcé la mirada un instante, el suficiente para darme cuenta que lo que allí dentro había seria una promesa eterna, un para siempre, que sus ojos expresaron antes de que lo hicieran sus labios.
Abrí la caja, en su interior una pequeña medalla plateada, como la luna que tan bien representaba a mi amada. Y si, sonreí pues mi regalo tena que ver con la misma luna, que hoy en el colgante y en el cielo se reflejaba.
Tímidamente, como si acariciara por primera vez a mi hijo recién nacido, deslicé mi dedo por esa medalla, la “H” marcada a fuego sobre la plata, esa “H” de mi nombre, con un corazón en su centro que representaba la “V” del nombre de mi amada.
Ni siquiera sabia que decir, mi piel se erizó al girar la medalla y leer ese: “por y para siempre”
Mi cuerpo la busco, rodeándola con sus brazos para fundirnos en uno, nariz en su cuello ,su cabello dorado acariciando mi gesto.
-Gracias -susurré -te quiero.
Sentía vergüenza, quizás era ese el motivo por el que hundí allí mi cabeza, como si por primera vez el guerrero se sintiera francamente pequeño.
Nuestros cuerpos temblaron al unisono fundidos en ese abrazo que perduró en el tiempo.
-Valeria, te necesito, por y para siempre. Aunque a veces sea un autentico imbécil, no me sueltes. Quizas cuando menos lo merezca, sera cuando mas lo necesite.
Coloqué el colgante en mi cuello, para mi era una promesa de amor eterno, una reciproca por ambos, pues yo, había sellado nuestro amor en mi piel, en mi corazón y en mi alma...le pertenecía.
-También tengo algo para ti -musité buscando sus labios.
Una cajita salio del bolsillo de mi chaqué y la deposite en su manos, siendo ahora yo, el que se prendía de su mirada.
Mis ojos estaban aguosos, todavía por la emoción de su regalo ,algo que traté de ocultar por orgullo.
No quería perderme sus gestos, ninguno de ellos, así que esperé a que abriera el regalo con cierta impaciencia.
- colgante:
-cuenta la leyenda que la diosa sol, corría en su carro tirado por sendos caballos desprendiendo su luz por el mundo, perseguidos por el lobo Sköoll. Así trascurría el dia, hasta lograr dar el relevo al dios Mani (la luna) perseguida durante la noche por el lobo Hati.
Ese es el motivo de que pase el tiempo, el día, la noche, tiempo que solo quiero a tu lado.
Creo que nada representa mejor nuestro amor, que esos dos lobos que se pelean, que se encuentran y desencuentran, siempre persiguiendo la luz o la oscuridad. Te necesito porque no puedo vivir sin ti.
Déjame detener el tempo esta noche, crearé un eclipse para que los lobos se encuentren mientras nuestra piel se funde, mientras nuestros labios se devoran. Déjame hacerte feliz hoy y siempre.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 976
Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: La primera Nochebuena, de nuestras vidas [Privado]
El momento que cambiaría muchas cosas, todo. Un regalo, el primero que hacía a alguien y que significaba lo que realmente sentía. Ella y sus sentimientos, los que siempre guardaba bajo llave…ahora se reflejaban en aquella medalla que le pertenecía no solo a él, ella también estaba unida por ese sello que ambos acababan de pactar. Un sello de amor con palabras escritas en el reverso del colgante, miradas plagadas de sentimientos y sensaciones.
Los orbes esmeraldas se deleitaron en él, cada gesto al abrir aquel colgante que lo significaba todo. Promesa que solo haría una vez, él fue el único capaz de descongelar su frío corazón y darle a conocer una faceta de ella misma que desconocía. Ella, amando a alguien que no fuese sí misma. Nerviosa, acarició con dos de sus dedos los bucles que caían a un lado de su rostro. No pudo evitar, morderse el labio inferior al ver como acariciaba el colgante, sin premura. Tuvo celos, unos que reflejó en sus ojos verdes… tenía celos de su propio regalo, ese colgante se estaba llevando caricias que ella necesitaba en ese instante.
Por unos segundos, sintió el calor en sus ojos, ¿lagrimas retenidas? Que él leyese ese “por y para siempre” le emocionó pero no más que aquel abrazo dado con el alma. Pudo sentir como ambas almas se abrazaban, en un remolino negándose a soltarse. Los labios carmesí se entreabrieron, aquel simple gesto le infundió esa calma, tranquilidad y confirmar lo que ya sabía. Lo quería, sentía por él tanto que le asustaba. Él se negó a que le protegiese pero indudablemente lo haría a su modo. Sus labios buscaron su oreja, una de sus manos se enredó en su cabello y un beso tierno, dulce…depositó en su mejilla. Se sonrojó ligeramente, no estaba acostumbrada a que le dijesen esas dos palabras, palabras que ellas no había emitido pero no hacía falta. Cuando se apartó de él, acariciando su mentón con los labios…dejando un beso en éstos, sus orbes esmeraldas se lo gritaron en silencio.
-Espero que no sea ninguna barbaridad de vikingo -susurró riendo por lo bajo, dejando que la risa diese un respiro a aquellos momentos inolvidables - Es… - abrió la solapa de la capa, centrando su mirada en los dos lobos que separados parecían buscarse. Su índice, se deslizó por el colgante…hasta que finalizó el recorrido y buscó su mirada, mirándole a los ojos fijamente como si nada más existiese. Se perdió en su mirada, oscura y profunda en las que las llamas de la lumbre bailaban en sus orbes, hermosa mirada, atractivo rostro… lo que él desprendía le conmovió una vez más.
Entrecerró los ojos, dejando la caja a un lado y ofrecerle el colgante para que se lo pusiese. Se giró, sentándose en su regazo, apoyando la espalda en su pecho. Suspiró tranquila, sonriendo sin que él se percatarse de ello al oír su voz suave relatarle aquella historia. Adoraba oírle relatar ese tipo de historias que desconocía, notaba su respiración muy cerca de su cuello, sus labios acariciando su lóbulo y deseando más. Apartó su cabello rubio para que pudiese serle más fácil, la piel se le erizó tanto por el frío del colgante contrastada con su voz.
-Dos lobos que se buscan hasta encontrarse… -musitó, dejándose vencer mientras una de sus manos lo atraía hacia sí por la nuca y así poder besar su cuello con detenimiento, meciéndole de algún modo entre sus brazos. Lo abrazaba a su modo, siendo incapaz de pasar por alto morder su cuello - Jeg vil ha deg, jeg elsker deg ...-buscó su boca para fundirse en ella, sellando aquel pacto, un pacto de amor…eterno.
Los orbes esmeraldas se deleitaron en él, cada gesto al abrir aquel colgante que lo significaba todo. Promesa que solo haría una vez, él fue el único capaz de descongelar su frío corazón y darle a conocer una faceta de ella misma que desconocía. Ella, amando a alguien que no fuese sí misma. Nerviosa, acarició con dos de sus dedos los bucles que caían a un lado de su rostro. No pudo evitar, morderse el labio inferior al ver como acariciaba el colgante, sin premura. Tuvo celos, unos que reflejó en sus ojos verdes… tenía celos de su propio regalo, ese colgante se estaba llevando caricias que ella necesitaba en ese instante.
Por unos segundos, sintió el calor en sus ojos, ¿lagrimas retenidas? Que él leyese ese “por y para siempre” le emocionó pero no más que aquel abrazo dado con el alma. Pudo sentir como ambas almas se abrazaban, en un remolino negándose a soltarse. Los labios carmesí se entreabrieron, aquel simple gesto le infundió esa calma, tranquilidad y confirmar lo que ya sabía. Lo quería, sentía por él tanto que le asustaba. Él se negó a que le protegiese pero indudablemente lo haría a su modo. Sus labios buscaron su oreja, una de sus manos se enredó en su cabello y un beso tierno, dulce…depositó en su mejilla. Se sonrojó ligeramente, no estaba acostumbrada a que le dijesen esas dos palabras, palabras que ellas no había emitido pero no hacía falta. Cuando se apartó de él, acariciando su mentón con los labios…dejando un beso en éstos, sus orbes esmeraldas se lo gritaron en silencio.
-Espero que no sea ninguna barbaridad de vikingo -susurró riendo por lo bajo, dejando que la risa diese un respiro a aquellos momentos inolvidables - Es… - abrió la solapa de la capa, centrando su mirada en los dos lobos que separados parecían buscarse. Su índice, se deslizó por el colgante…hasta que finalizó el recorrido y buscó su mirada, mirándole a los ojos fijamente como si nada más existiese. Se perdió en su mirada, oscura y profunda en las que las llamas de la lumbre bailaban en sus orbes, hermosa mirada, atractivo rostro… lo que él desprendía le conmovió una vez más.
Entrecerró los ojos, dejando la caja a un lado y ofrecerle el colgante para que se lo pusiese. Se giró, sentándose en su regazo, apoyando la espalda en su pecho. Suspiró tranquila, sonriendo sin que él se percatarse de ello al oír su voz suave relatarle aquella historia. Adoraba oírle relatar ese tipo de historias que desconocía, notaba su respiración muy cerca de su cuello, sus labios acariciando su lóbulo y deseando más. Apartó su cabello rubio para que pudiese serle más fácil, la piel se le erizó tanto por el frío del colgante contrastada con su voz.
-Dos lobos que se buscan hasta encontrarse… -musitó, dejándose vencer mientras una de sus manos lo atraía hacia sí por la nuca y así poder besar su cuello con detenimiento, meciéndole de algún modo entre sus brazos. Lo abrazaba a su modo, siendo incapaz de pasar por alto morder su cuello - Jeg vil ha deg, jeg elsker deg ...-buscó su boca para fundirse en ella, sellando aquel pacto, un pacto de amor…eterno.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 421
Fecha de inscripción : 26/05/2016
Localización : Paris
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La primera Nochebuena, de nuestras vidas [Privado]
Sus dedos se hundieron en mi nuca atrayéndome hacia si, labios que se encontraron lentos, saboreándose como si fuera la primera vez.
Sus ojos centelleaban, esmeraldas que oscurecidas por el deseo me admiraban de cerca, una visión casi espectral de una mujer de la que me había enamorado profundamente.
Como en un lienzo blanco admiré cada gesto de su rostro, mis dedos se pasearon furtivos por la cabeza de sendos lobos, esos que se buscaban y separaban ahora anclados en su inmaculado cuello.
-Te quiero -añadí a sus palabras nórdicas, esas que había aprendido para mi, pero que dejaban un claro tono francés -te necesito Valeria -confesé contra su boca una y otra vez.
Aquella noche era la primera navidad del resto de nuestras vidas, la esperanza anidaba en mi corazón por su culpa.
Cuando llegué a Paris estaba vació, pero ella había llenado cada parte de mi, con recuerdos, risas, con enfados, con miradas, con besos apasionados, con guantazos, sexo, placer, fuego y amor, ese sentimiento que jamas experimenté hasta que la conocí.
Sabia que nada en este camino iba a ser fácil, pues como dos lobos, nos encontrábamos apasionados fundiendonos en un duelo a muerte, en el que la piel se incendiaba, en la que nuestros labios se devoraban fundiendonos en uno, produciendo un eclipse tal, que el resto de París se apagaba.
Mas como los lobos, a veces sacábamos los dientes, gruñendonos uno al otro como bestias salvajes, ella tenia sus secretos, una vida en la que a veces me sentía no encajar y a mi los celos me consumían, sus silencios...y aquel tema tabú del que jamas obtenía explicaciones si no distancia y espacio.
Ella no era consciente de hasta que punto había conseguido levantar en mi al guerrero, no era consciente de mis miedos, que mis actos a veces excesivos eran fruto del pánico, temía perder esto, la utopía que me regalaban sus esmeraldas cuando sus ojos me recorrían.
Saqueé su boca de forma apasionada, rugiendo contra sus labios, reclamando como mio cada resquicio de ella.
Mis dedos sobrevolaron ágiles su corseé, respiración agitada que moría en su boca una y otra vez.
-Estas preciosa -susurré relamiendome, saboreando lentamente lo que era estar vivo.
Mi cuerpo cedió sobre el suyo, la alfombra, el lecho que me permitió arroparla mientras nuestras frentes se acariciaban, nuestros alientos se buscaban y nuestras lenguas se encontraban.
“ Por y para siempre” inscripción que ahora quemaba contra mi barbilla, palabras que lo significaban todo, promesa eterna silenciosa que ardía en mi pecho sellada por palabras mudas entre nosotros.
Quería casarme con esa mujer que me había regalado el cielo, que me había echo arder en el infierno.
Habíamos recorrido un largo camino, un sendero infinito repleto de dificultades que ella había puesto principalmente por lo mismo que yo ardía de celos, miedo..entre nosotros esa palabra devoraba todo.
Conquistar su corazón no estaba siendo fácil, pues ella era hielo y yo fuego y a veces cuando chocábamos era imposible que uno u otro no saliera perdiendo.
Nunca había amado, en esto era un niño que apenas empezaba a gatear sobre su piel, necesitaba que entendiera que caería muchas veces, pero que necesitaba su mano para levantarme, pues de no tenerla me perdería en un abismo del que posiblemente no encontraría salida.
Valeria era mi ancla, la estrella del norte que guía a los marineros a casa. Mi motivo para volver, mi brújula.
Ella lo significaba todo y no sabia si era consciente de como mis ojos la miraban, como mis dedos la tocaban, ni como mi pecho latía cuando la sentía mía.
-Y si tomamos algo de fruta, vino...tu piel...
Sus ojos centelleaban, esmeraldas que oscurecidas por el deseo me admiraban de cerca, una visión casi espectral de una mujer de la que me había enamorado profundamente.
Como en un lienzo blanco admiré cada gesto de su rostro, mis dedos se pasearon furtivos por la cabeza de sendos lobos, esos que se buscaban y separaban ahora anclados en su inmaculado cuello.
-Te quiero -añadí a sus palabras nórdicas, esas que había aprendido para mi, pero que dejaban un claro tono francés -te necesito Valeria -confesé contra su boca una y otra vez.
Aquella noche era la primera navidad del resto de nuestras vidas, la esperanza anidaba en mi corazón por su culpa.
Cuando llegué a Paris estaba vació, pero ella había llenado cada parte de mi, con recuerdos, risas, con enfados, con miradas, con besos apasionados, con guantazos, sexo, placer, fuego y amor, ese sentimiento que jamas experimenté hasta que la conocí.
Sabia que nada en este camino iba a ser fácil, pues como dos lobos, nos encontrábamos apasionados fundiendonos en un duelo a muerte, en el que la piel se incendiaba, en la que nuestros labios se devoraban fundiendonos en uno, produciendo un eclipse tal, que el resto de París se apagaba.
Mas como los lobos, a veces sacábamos los dientes, gruñendonos uno al otro como bestias salvajes, ella tenia sus secretos, una vida en la que a veces me sentía no encajar y a mi los celos me consumían, sus silencios...y aquel tema tabú del que jamas obtenía explicaciones si no distancia y espacio.
Ella no era consciente de hasta que punto había conseguido levantar en mi al guerrero, no era consciente de mis miedos, que mis actos a veces excesivos eran fruto del pánico, temía perder esto, la utopía que me regalaban sus esmeraldas cuando sus ojos me recorrían.
Saqueé su boca de forma apasionada, rugiendo contra sus labios, reclamando como mio cada resquicio de ella.
Mis dedos sobrevolaron ágiles su corseé, respiración agitada que moría en su boca una y otra vez.
-Estas preciosa -susurré relamiendome, saboreando lentamente lo que era estar vivo.
Mi cuerpo cedió sobre el suyo, la alfombra, el lecho que me permitió arroparla mientras nuestras frentes se acariciaban, nuestros alientos se buscaban y nuestras lenguas se encontraban.
“ Por y para siempre” inscripción que ahora quemaba contra mi barbilla, palabras que lo significaban todo, promesa eterna silenciosa que ardía en mi pecho sellada por palabras mudas entre nosotros.
Quería casarme con esa mujer que me había regalado el cielo, que me había echo arder en el infierno.
Habíamos recorrido un largo camino, un sendero infinito repleto de dificultades que ella había puesto principalmente por lo mismo que yo ardía de celos, miedo..entre nosotros esa palabra devoraba todo.
Conquistar su corazón no estaba siendo fácil, pues ella era hielo y yo fuego y a veces cuando chocábamos era imposible que uno u otro no saliera perdiendo.
Nunca había amado, en esto era un niño que apenas empezaba a gatear sobre su piel, necesitaba que entendiera que caería muchas veces, pero que necesitaba su mano para levantarme, pues de no tenerla me perdería en un abismo del que posiblemente no encontraría salida.
Valeria era mi ancla, la estrella del norte que guía a los marineros a casa. Mi motivo para volver, mi brújula.
Ella lo significaba todo y no sabia si era consciente de como mis ojos la miraban, como mis dedos la tocaban, ni como mi pecho latía cuando la sentía mía.
-Y si tomamos algo de fruta, vino...tu piel...
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 976
Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: La primera Nochebuena, de nuestras vidas [Privado]
Inevitablemente, se deleitó en la imagen del noruego acariciando el colgante, como si de algún modo él firmase como hizo ella con su colgante. El índice recorriendo el lobo del día, terminando en el de la noche. No la tocaba a ella directamente y aún así, podía sentir la caricia como si el colgante se hubiese tatuado en su piel. Aún se le hacía extraño, increíble que alguien no solo correspondiese a lo que ella sentía y no solo eso, quería pasar el resto de sus días a su lado. Dedicó una breve sonrisa, seguido de un fugaz beso en sus labios, seguía observándole detenidamente, centrándose en aquella esfera de plata como la luna que ahora adornaba su cuello.
Nada iba a ser fácil a partir de ahora. Ninguno de los dos era fácil, tenían su carácter, chocaban irremediablemente pero una mirada bastaba para olvidarlo todo, volviendo a arder juntos en las llamas del infierno. Los besos cálidos, tiernos, se volvieron apasionados, buscarse como si nada importase. Sonrió contra sus labios, mirándolos fijamente , dibujando su contorno tanto con sus ojos como su dedo índice, sentir cada palabra chocar contra la yema de su dedo.
-Aún estás a tiempo de huir -bromeó , encerrando el rostro del noruego en sus manos, buscando su mirada una vez más -Desde hoy, nada será igual y lo sabes. No más dudas, ni temores. Y esto lo demuestra -tomó la esfera y la alzó ante ambas miradas, Valeria sonrió, le había gustado mucho su regalo de Navidad pero no más la reacción de él al recibir el suyo. Dejó descansar la esfera en su pecho, al igual que la mano derecha sobre el corazón del noruego, sintiendo su latido sobre la ropa, un latido salvaje, desbocado que aumentaba a medida que ella acortaba las distancias -Vaya, quería comprobar que no solo…a mí me ocurría -con la mano libre, dejó apoyada la mano ajena en su propio pecho, para que comprobase que el corazón del demonio parecía haberse descongelado frente aquella chimenea, frente a él…
-La cena. Es mi otro regalo… así que espero que tengas hambre -se incorporó para ofrecerle su mano, tirando de él un tanto más fuerte para que sus cuerpos chocasen, el escalofrío era mutuo, sus cuerpos volvían a buscarse irremediablemente. Valeria se echó a reír tirando de él hacia la mesa. Nada de una mesa grande en la que los separarían sendas sillas, solo dos sillas, platos para dos y comida para ambos -Te haré los honores para que partas el pavo y demás, te serviré el vino…va a ser divertido como luchas contra otro animal pero cocinado -tomó asiento a su lado, sirviendo el vino, sin quitarle los ojos de encima…
-Sé que quieres salir a repartir los regalos de Navidad. Iremos pero en cuanto terminemos… el regalo principal está en el dormitorio. Algo nos espera a ambos. Me lo pondré solo para ti pero… no se te ocurra romperlo, me gusta demasiado -dio un sorbo a su vino, sonriendo maliciosa, tomando un trozo de carne y llevárselo a la boca. Ni en una noche como esa podía dejar de buscarle.
Estaba delicioso, tanto los canapés como el plato principal, satisfecha de poder haber contribuido a aquella deliciosa cena. Su mano se deslizó por la mesa, buscando la ajena, necesitaba esa pequeña muestra de afecto mientras sus miradas no dejaban de bailar silenciosas. Mirándose como si nada más existiese. Solo ellos dos.
Nada iba a ser fácil a partir de ahora. Ninguno de los dos era fácil, tenían su carácter, chocaban irremediablemente pero una mirada bastaba para olvidarlo todo, volviendo a arder juntos en las llamas del infierno. Los besos cálidos, tiernos, se volvieron apasionados, buscarse como si nada importase. Sonrió contra sus labios, mirándolos fijamente , dibujando su contorno tanto con sus ojos como su dedo índice, sentir cada palabra chocar contra la yema de su dedo.
-Aún estás a tiempo de huir -bromeó , encerrando el rostro del noruego en sus manos, buscando su mirada una vez más -Desde hoy, nada será igual y lo sabes. No más dudas, ni temores. Y esto lo demuestra -tomó la esfera y la alzó ante ambas miradas, Valeria sonrió, le había gustado mucho su regalo de Navidad pero no más la reacción de él al recibir el suyo. Dejó descansar la esfera en su pecho, al igual que la mano derecha sobre el corazón del noruego, sintiendo su latido sobre la ropa, un latido salvaje, desbocado que aumentaba a medida que ella acortaba las distancias -Vaya, quería comprobar que no solo…a mí me ocurría -con la mano libre, dejó apoyada la mano ajena en su propio pecho, para que comprobase que el corazón del demonio parecía haberse descongelado frente aquella chimenea, frente a él…
-La cena. Es mi otro regalo… así que espero que tengas hambre -se incorporó para ofrecerle su mano, tirando de él un tanto más fuerte para que sus cuerpos chocasen, el escalofrío era mutuo, sus cuerpos volvían a buscarse irremediablemente. Valeria se echó a reír tirando de él hacia la mesa. Nada de una mesa grande en la que los separarían sendas sillas, solo dos sillas, platos para dos y comida para ambos -Te haré los honores para que partas el pavo y demás, te serviré el vino…va a ser divertido como luchas contra otro animal pero cocinado -tomó asiento a su lado, sirviendo el vino, sin quitarle los ojos de encima…
-Sé que quieres salir a repartir los regalos de Navidad. Iremos pero en cuanto terminemos… el regalo principal está en el dormitorio. Algo nos espera a ambos. Me lo pondré solo para ti pero… no se te ocurra romperlo, me gusta demasiado -dio un sorbo a su vino, sonriendo maliciosa, tomando un trozo de carne y llevárselo a la boca. Ni en una noche como esa podía dejar de buscarle.
Estaba delicioso, tanto los canapés como el plato principal, satisfecha de poder haber contribuido a aquella deliciosa cena. Su mano se deslizó por la mesa, buscando la ajena, necesitaba esa pequeña muestra de afecto mientras sus miradas no dejaban de bailar silenciosas. Mirándose como si nada más existiese. Solo ellos dos.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 421
Fecha de inscripción : 26/05/2016
Localización : Paris
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La primera Nochebuena, de nuestras vidas [Privado]
Su dedo paseo por el filo de mis labios dibujando una sonrisa eterna, esa que se pintaba cuando la observaba.
Aquella noche la felicidad quedaba mas que patente entre nosotros, sentimientos encontrados, dos depredadores mirándose de frente, provocándose, tentándose y amándose de un modo sobre humano.
Dicen que hay dos tipos de amor, uno paciente, que comprende, que acompaña en la vida y que apacigua al guerrero sirviendo como eterna vaina del acero.
Luego estaba el nuestro, apasionado, desmedido, furia, lujuria, pasión, sangre y fuego todo ardiendo vigoroso en nuestro pecho.
Eso eramos nosotros, el amor destructivo que todo lo devora, que se busca, que se encuentra, que se retroalimenta.
Puede que su vida fuera efímera, mas esos y no los otros se convierten en leyenda.
Frente a nuestros ojos, la medalla en forma de luna con nuestros nombres entrelazados y una promesa eterna, silenciosa y forjada a fuego. Mano que anido en mi pecho mostrandole la tempestar con la que latía al sentirla cerca.
Mi mano contra su corazón, palabras que hablaban de que a partir de esa noche todo cambiaría para nosotros, quizás porque mis ojos reflejaban el miedo de perderla, quizás porque sus miedos durante demasiado tiempo habían separado nuestros cuerpos o quizás porque realmente hoy se daba cuenta de que yo estaba profundamente enamorado de cada resquicio de ella, lo bueno y lo malo.
¿Cuando lo supe? Cuando sus esmeraldas me vencieron en un duelo singular en el patio de esa mansión donde me iba a alojar.
Amor a primera vista, chispas, rayos y centellas sentí atravesarme de golpe mientras ella se movía.
Nuestras bocas se buscaron ansiosas, necesitadas de mucho mas que palabras, saqueé con mi lengua cada trazo, cada camino ya explorado que sabia a alcohol, a maderos, a llamas y a ella.
Sonreí de medio lado cuando esta me hablo de mi siguiente regalo, la cena, esa que expuesta en la mesa olía tan bine que era capaz por si sola de embriagar los sentidos de un rey.
-¿Con eso pretendes nublar mi juicio para poder aprovecharte de mi durante la noche? -bromeé tomando su mano para alzarme.
Nosotros impactamos furiosos, mis manos en sus nalgas, tire de estas para aprisionarlas contra mi cuerpo que endurecido la buscaba entre jadeos mudos y miradas arduas.
Tomamos asiento sin que nuestros ojos pudieran apartarse del otro, cuando nos mirábamos el mundo se detenía. ¿Lo notaria ella?
Trinche el pavo con bastante soltura, digamos que los cuchillos no guardaban secretos para mi, fanfarrón la mire sonriente mientras sus labios se apoderaban de una copa de vino tinto que los mojaba ligeramente retándome a devorarlos.
Mis dedos acapararon su mentón, me agaché para tomar el carmín con desasosiego, estaba excitado de nuevo y la oscuridad de mis ojos reflejaron mi recelo.
-No se si llegaré a este paso a repartir los regalos cuando lo único que ansió es subir a tu cuarto y poseerte de mil formas distintas y no todas en el lecho.
Tomé asiento y empecé a devorar la comida, apenas podía separarme del plato y por un momento hasta Valeria perdió intensidad, pues la comida admito estaba deliciosa.
Alcé un instante la mirada cuando su mano me busco, enredándose a la mía.
Vale, tenia que admitirlo, comía como un vikingo, luchaba como un vikingo y follaba como un vikingo ¿podía quejarse mi dama de que no hiciera todo con la intensidad necesaria?
Mis ojos la buscaron, intensos, brillantes, desafiando el tiempo y el espacio que nos separaba.
De nuevo me apoderé de sus labios sin descanso.
-Te quiero...por y para siempre -recode llevando mi mano al medallon, a su promesa de eterno amor.
Aquella noche la felicidad quedaba mas que patente entre nosotros, sentimientos encontrados, dos depredadores mirándose de frente, provocándose, tentándose y amándose de un modo sobre humano.
Dicen que hay dos tipos de amor, uno paciente, que comprende, que acompaña en la vida y que apacigua al guerrero sirviendo como eterna vaina del acero.
Luego estaba el nuestro, apasionado, desmedido, furia, lujuria, pasión, sangre y fuego todo ardiendo vigoroso en nuestro pecho.
Eso eramos nosotros, el amor destructivo que todo lo devora, que se busca, que se encuentra, que se retroalimenta.
Puede que su vida fuera efímera, mas esos y no los otros se convierten en leyenda.
Frente a nuestros ojos, la medalla en forma de luna con nuestros nombres entrelazados y una promesa eterna, silenciosa y forjada a fuego. Mano que anido en mi pecho mostrandole la tempestar con la que latía al sentirla cerca.
Mi mano contra su corazón, palabras que hablaban de que a partir de esa noche todo cambiaría para nosotros, quizás porque mis ojos reflejaban el miedo de perderla, quizás porque sus miedos durante demasiado tiempo habían separado nuestros cuerpos o quizás porque realmente hoy se daba cuenta de que yo estaba profundamente enamorado de cada resquicio de ella, lo bueno y lo malo.
¿Cuando lo supe? Cuando sus esmeraldas me vencieron en un duelo singular en el patio de esa mansión donde me iba a alojar.
Amor a primera vista, chispas, rayos y centellas sentí atravesarme de golpe mientras ella se movía.
Nuestras bocas se buscaron ansiosas, necesitadas de mucho mas que palabras, saqueé con mi lengua cada trazo, cada camino ya explorado que sabia a alcohol, a maderos, a llamas y a ella.
Sonreí de medio lado cuando esta me hablo de mi siguiente regalo, la cena, esa que expuesta en la mesa olía tan bine que era capaz por si sola de embriagar los sentidos de un rey.
-¿Con eso pretendes nublar mi juicio para poder aprovecharte de mi durante la noche? -bromeé tomando su mano para alzarme.
Nosotros impactamos furiosos, mis manos en sus nalgas, tire de estas para aprisionarlas contra mi cuerpo que endurecido la buscaba entre jadeos mudos y miradas arduas.
Tomamos asiento sin que nuestros ojos pudieran apartarse del otro, cuando nos mirábamos el mundo se detenía. ¿Lo notaria ella?
Trinche el pavo con bastante soltura, digamos que los cuchillos no guardaban secretos para mi, fanfarrón la mire sonriente mientras sus labios se apoderaban de una copa de vino tinto que los mojaba ligeramente retándome a devorarlos.
Mis dedos acapararon su mentón, me agaché para tomar el carmín con desasosiego, estaba excitado de nuevo y la oscuridad de mis ojos reflejaron mi recelo.
-No se si llegaré a este paso a repartir los regalos cuando lo único que ansió es subir a tu cuarto y poseerte de mil formas distintas y no todas en el lecho.
Tomé asiento y empecé a devorar la comida, apenas podía separarme del plato y por un momento hasta Valeria perdió intensidad, pues la comida admito estaba deliciosa.
Alcé un instante la mirada cuando su mano me busco, enredándose a la mía.
Vale, tenia que admitirlo, comía como un vikingo, luchaba como un vikingo y follaba como un vikingo ¿podía quejarse mi dama de que no hiciera todo con la intensidad necesaria?
Mis ojos la buscaron, intensos, brillantes, desafiando el tiempo y el espacio que nos separaba.
De nuevo me apoderé de sus labios sin descanso.
-Te quiero...por y para siempre -recode llevando mi mano al medallon, a su promesa de eterno amor.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 976
Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: La primera Nochebuena, de nuestras vidas [Privado]
Aún quedaba noche por disfrutar, experimentar esa sensación que solo otra persona es capaz de transmitirte. El momento más perfecto y cercano que había tenido nunca con nadie, cada segundo descubrían algo nuevo, desconocido para ambos. Su regalo era justo lo que a ambos representaban, el de ella una promesa que atrapaba a ambos. Una promesa que lo había afianzado todo, como crear en el noruego miedos por el hecho de perderla. Conocía esa sensación, la tuvo todo el tiempo en el que negaba sentir por él, dejarse llevar por aquel encantamiento y ahora, solo pensaba en un futuro no lejano…juntos, sin soledad aunque tuviese ella misma que luchar contra titanes. Titanes con sabiduría de magia, fuerza y avaricia.
Rió contra la copa de vino al ver la forma en la que cortaba la carne, Valeria no era de comer mucho, así que con dos trozos y un poco de guarnición de verduras y patatas panaderas era suficiente. Acercó el bol de la guarnición, terminaría comiendo de allí sin tanto protocolo. Él de clase alta desconocía ciertas parte del protocolo, como ahora. Enarcó una ceja al ver la voracidad con la que comía, al igual que lo hacía en el lecho y eso, solo por imaginarlo, se relamió, mordiéndose los labios.
-No estás metido en una cueva, maldita sea. Usa los cubiertos ¿quieres? Y no te manches, tenemos que ir a casa de tu amiga… por una noche, parece un caballero -lo regañó, frunciendo ligeramente el ceño entre risas. Comió a su ritmo, degustando un par de copas de vino pero el postre… no se encontraba allí. -El postre pedí lo llevasen a la habitación, estás satisfecho con la carne, el caldo y demás. -se levantó para rodear la mesa y sentarse en su regazo, sin soltar la copa -Dormirás como un bebé, un par de días, hazte a la idea… ¿sabes por qué? - mordió sus labios, dejando que cada palabra chocase contra su boca -Lo del establo no será nada comparado con esta noche, puedes tenerlo por seguro y será mejor que nos vayamos… no podemos quedar mal ante tus amigos. -sonrió, bebiendo de su copa, relamiéndose, mordiéndose el labio inferior sin tener claro si le dejaría salir de allí.
Se levantó para tirar de él, cuanto antes fuesen, antes volverían…la verdad es que el hecho de ir con otras personas esa noche se le hacía más que raro, inquietante ¿cómo comportarse? Esperaba tuviesen whisky, eso lo relajaba todo. Sus orbes esmeraldas , no dejaban ni un segundo de observarle. Iba elegantemente vestido y olía tan bien que solo pensaba en devorar cada parte de su piel.
Durante el camino, una sonrisa maliciosa apareció en sus labios, nada bueno estaría pensando. No dijo nada, el silencio era el mejor conversador. Esperaba el momento perfecto y fue antes de llamar a la puerta. No le dejó hacerlo, tampoco le importó que alguien los viese por la calle ¿desde cuándo le importaba? Hacía lo que le venía en gana siempre. sus manos enguantadas lo atrajeron por la cintura, sus cuerpos chocaron irremediablemente y su boca buscó la ajena, el vaho del frío no permitió que por unos segundos sus miradas se encontrasen, por lo que le tomó de la ropa con una de sus manos, a modo amenazante… la otra, navegó por su abrigo hasta apoyarla en su alto vientre, haciendo presión.
-Solo te replantearé algo… pregunta -rió, siseando, mordiéndole los labios, temblaba por el frío y la excitación -Lo llevo puesto, bajo todas estas capas de ropa, solo tendría que quitármelas y lo verías pero… eso será después, cuando volvamos… imagínalo, SOLO para ti -lamió sus labios, soltándolo y llamar a la puerta, ahora tendría la imagen en la cabeza, cruel y deseoso castigo. Valeria le miró con intensidad, ¿qué tendría bajo la ropa?
Rió contra la copa de vino al ver la forma en la que cortaba la carne, Valeria no era de comer mucho, así que con dos trozos y un poco de guarnición de verduras y patatas panaderas era suficiente. Acercó el bol de la guarnición, terminaría comiendo de allí sin tanto protocolo. Él de clase alta desconocía ciertas parte del protocolo, como ahora. Enarcó una ceja al ver la voracidad con la que comía, al igual que lo hacía en el lecho y eso, solo por imaginarlo, se relamió, mordiéndose los labios.
-No estás metido en una cueva, maldita sea. Usa los cubiertos ¿quieres? Y no te manches, tenemos que ir a casa de tu amiga… por una noche, parece un caballero -lo regañó, frunciendo ligeramente el ceño entre risas. Comió a su ritmo, degustando un par de copas de vino pero el postre… no se encontraba allí. -El postre pedí lo llevasen a la habitación, estás satisfecho con la carne, el caldo y demás. -se levantó para rodear la mesa y sentarse en su regazo, sin soltar la copa -Dormirás como un bebé, un par de días, hazte a la idea… ¿sabes por qué? - mordió sus labios, dejando que cada palabra chocase contra su boca -Lo del establo no será nada comparado con esta noche, puedes tenerlo por seguro y será mejor que nos vayamos… no podemos quedar mal ante tus amigos. -sonrió, bebiendo de su copa, relamiéndose, mordiéndose el labio inferior sin tener claro si le dejaría salir de allí.
Se levantó para tirar de él, cuanto antes fuesen, antes volverían…la verdad es que el hecho de ir con otras personas esa noche se le hacía más que raro, inquietante ¿cómo comportarse? Esperaba tuviesen whisky, eso lo relajaba todo. Sus orbes esmeraldas , no dejaban ni un segundo de observarle. Iba elegantemente vestido y olía tan bien que solo pensaba en devorar cada parte de su piel.
Durante el camino, una sonrisa maliciosa apareció en sus labios, nada bueno estaría pensando. No dijo nada, el silencio era el mejor conversador. Esperaba el momento perfecto y fue antes de llamar a la puerta. No le dejó hacerlo, tampoco le importó que alguien los viese por la calle ¿desde cuándo le importaba? Hacía lo que le venía en gana siempre. sus manos enguantadas lo atrajeron por la cintura, sus cuerpos chocaron irremediablemente y su boca buscó la ajena, el vaho del frío no permitió que por unos segundos sus miradas se encontrasen, por lo que le tomó de la ropa con una de sus manos, a modo amenazante… la otra, navegó por su abrigo hasta apoyarla en su alto vientre, haciendo presión.
-Solo te replantearé algo… pregunta -rió, siseando, mordiéndole los labios, temblaba por el frío y la excitación -Lo llevo puesto, bajo todas estas capas de ropa, solo tendría que quitármelas y lo verías pero… eso será después, cuando volvamos… imagínalo, SOLO para ti -lamió sus labios, soltándolo y llamar a la puerta, ahora tendría la imagen en la cabeza, cruel y deseoso castigo. Valeria le miró con intensidad, ¿qué tendría bajo la ropa?
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 421
Fecha de inscripción : 26/05/2016
Localización : Paris
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La primera Nochebuena, de nuestras vidas [Privado]
La escuché mientras chupaba la yema de mis dedos, apurando los restos de la salsa que había sobre ellas.
Me divertía como me reprendía por comer así, mancharme y demás tragedias que para mi, solo era el día a día de un norteño.
Claro que sabia comer con los cubiertos, mas ¿acaso tenia que aparentar ser quien no era? No, con ella era yo, ese hombre forjado con la espada y no el noble que acude a bailar al Palacio Royal.
Sonreí de medio lado cuando esta se puso en pie rodeando la mesa para sentarse con suavidad sobre mi regazo, de nuevo aquella tensión que me embriagaba infinitamente mas que el vino ingerido.
Mis labios se entreabrieron acogiendo sus palabras, la deseaba de un modo tal, que mis ojos se oscurecieron solo de imaginar el final de esa noche en la que sus piernas serian mi mayor pecado capital.
Un gruñido contra su boca al imaginar el postre en nuestro lecho, su cuerpo como plato, el chocolate un aderezo y el alcohol resbalando por sus pechos.
-Dormiremos días, meses o años, pero esta noche no te daré tregua -jadeé entre sus labios -quiero follarte de mil formas distintas.
Era cierto, deseaba todo de ella. Aquella noche quería tenerla a mi merced, y a su vez pertenecerle de un modo distinto. Que aquella noche del incendio solo fuera un vano recuerdo, pues hoy haríamos leyenda sentenciando nuestros cuerpos al infierno.
Mordí su labio inferior, sabia a vino, en ella ,emborrachaba de deseo, infinitamente mejor que de aquella copa de vidrio. Su piel olía a lirios y a violetas, deseaba tanto hundirme en ella, saborearla.
Se modio el labio inferior, aquel gesto me enloqueció. Respiración ronca contra su boca que parecía divertirse con el efecto que causaba en mi con cada uno de sus gestos.
Al cuerno llevar los regalos, ¿como hacerlo si en ese momento ni siquiera era capaz de ponerme en pie?
-Valeria, y si antes, echamos uno rápido sobre la mesa, no aguantaré.
Su risa se fundió con mis labios, parecía divertirle el juego de arrastrarme contra su piel para después de prometerme el todo, dejarme sin nada completamente expuesto.
Ese hoy era su juego, hacer que ardiera por dentro repartiendo los regalos, cuando solo quería tomarla sin miramientos.
Tiró de mi, gruñí intentando hacerla cambiar de idea, estaba ya muy excitado, demasiado para salir sin mas de su mansión, pero ella por el contrario estaba disfrutando al sentir mi abultada entrepierna golpeando sus caderas.
Mi lengua saqueo su boca con necesidad, antes de abandonar lo que pronto se convertiría en nuestro hogar.
-Valeria, no me dejes así -susurré pegándome a su espalda mientras atravesábamos el umbral de su casa.
Una risa como respuesta antes de que el gélido frio invernal nos azotara.
Iba a necesitar mucho whisky para lidiar con el calenton que llevaba, maldito demonio con faldas.
El camino a la mansión de Elora se convirtió en fuego, en llamas, en abismo, mis manos se deleitaban en sus muslos, perdiéndose en su piel mientras mi respiración rozaba cada parte de su cuerpo entrecortada de deseo.
Tentado a tomarla en aquel maldito coche, de nuevo puso distancia, gruñí desesperado antes de apearme.
Así llegamos frente a la puerta de la bruja, allí sus ojos esmeraldas se fundieron con los miso, vaho blanquecino frente a nuestras bocas que se buscaron sedientas. La tela de mi chaqueta arrugada entre sus dedos que me atrajeron contra su minúsculo cuerpo encendiéndome con su aliento.
La lacé con violencia, la pared el templo que acogió nuestros cuerpos, no podía mas, era evidente que la necesidad quemaba mi cuerpo. Mi virilidad golpeo su bajo vientre.
Rugí contra su boca, aquella noche no podía ni siquiera pensar, y menos después de la confesión que Valeria acertadamente había susurrado mordiendo mis labios.
Ahora solo una imagen en mi mente, su cuerpo semidesnudo con ropa negra como mi alma en ese instante en el que aferré su cuello sin miramientos.
Dos golpes a la puerta, sonrisa ladina de la dama que de momento se libraba de este encuentro.
Me la recoloqué como pude jadeando mientras la puerta se abría.
-Maldita mujer del demonio -gruñí a sus espaldas tratando de encontrar una paz que no llegaba.
Me divertía como me reprendía por comer así, mancharme y demás tragedias que para mi, solo era el día a día de un norteño.
Claro que sabia comer con los cubiertos, mas ¿acaso tenia que aparentar ser quien no era? No, con ella era yo, ese hombre forjado con la espada y no el noble que acude a bailar al Palacio Royal.
Sonreí de medio lado cuando esta se puso en pie rodeando la mesa para sentarse con suavidad sobre mi regazo, de nuevo aquella tensión que me embriagaba infinitamente mas que el vino ingerido.
Mis labios se entreabrieron acogiendo sus palabras, la deseaba de un modo tal, que mis ojos se oscurecieron solo de imaginar el final de esa noche en la que sus piernas serian mi mayor pecado capital.
Un gruñido contra su boca al imaginar el postre en nuestro lecho, su cuerpo como plato, el chocolate un aderezo y el alcohol resbalando por sus pechos.
-Dormiremos días, meses o años, pero esta noche no te daré tregua -jadeé entre sus labios -quiero follarte de mil formas distintas.
Era cierto, deseaba todo de ella. Aquella noche quería tenerla a mi merced, y a su vez pertenecerle de un modo distinto. Que aquella noche del incendio solo fuera un vano recuerdo, pues hoy haríamos leyenda sentenciando nuestros cuerpos al infierno.
Mordí su labio inferior, sabia a vino, en ella ,emborrachaba de deseo, infinitamente mejor que de aquella copa de vidrio. Su piel olía a lirios y a violetas, deseaba tanto hundirme en ella, saborearla.
Se modio el labio inferior, aquel gesto me enloqueció. Respiración ronca contra su boca que parecía divertirse con el efecto que causaba en mi con cada uno de sus gestos.
Al cuerno llevar los regalos, ¿como hacerlo si en ese momento ni siquiera era capaz de ponerme en pie?
-Valeria, y si antes, echamos uno rápido sobre la mesa, no aguantaré.
Su risa se fundió con mis labios, parecía divertirle el juego de arrastrarme contra su piel para después de prometerme el todo, dejarme sin nada completamente expuesto.
Ese hoy era su juego, hacer que ardiera por dentro repartiendo los regalos, cuando solo quería tomarla sin miramientos.
Tiró de mi, gruñí intentando hacerla cambiar de idea, estaba ya muy excitado, demasiado para salir sin mas de su mansión, pero ella por el contrario estaba disfrutando al sentir mi abultada entrepierna golpeando sus caderas.
Mi lengua saqueo su boca con necesidad, antes de abandonar lo que pronto se convertiría en nuestro hogar.
-Valeria, no me dejes así -susurré pegándome a su espalda mientras atravesábamos el umbral de su casa.
Una risa como respuesta antes de que el gélido frio invernal nos azotara.
Iba a necesitar mucho whisky para lidiar con el calenton que llevaba, maldito demonio con faldas.
El camino a la mansión de Elora se convirtió en fuego, en llamas, en abismo, mis manos se deleitaban en sus muslos, perdiéndose en su piel mientras mi respiración rozaba cada parte de su cuerpo entrecortada de deseo.
Tentado a tomarla en aquel maldito coche, de nuevo puso distancia, gruñí desesperado antes de apearme.
Así llegamos frente a la puerta de la bruja, allí sus ojos esmeraldas se fundieron con los miso, vaho blanquecino frente a nuestras bocas que se buscaron sedientas. La tela de mi chaqueta arrugada entre sus dedos que me atrajeron contra su minúsculo cuerpo encendiéndome con su aliento.
La lacé con violencia, la pared el templo que acogió nuestros cuerpos, no podía mas, era evidente que la necesidad quemaba mi cuerpo. Mi virilidad golpeo su bajo vientre.
Rugí contra su boca, aquella noche no podía ni siquiera pensar, y menos después de la confesión que Valeria acertadamente había susurrado mordiendo mis labios.
Ahora solo una imagen en mi mente, su cuerpo semidesnudo con ropa negra como mi alma en ese instante en el que aferré su cuello sin miramientos.
Dos golpes a la puerta, sonrisa ladina de la dama que de momento se libraba de este encuentro.
Me la recoloqué como pude jadeando mientras la puerta se abría.
-Maldita mujer del demonio -gruñí a sus espaldas tratando de encontrar una paz que no llegaba.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 976
Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Temas similares
» ¿Imaginaste a lo que llegarían nuestras vidas? [Privado]
» Un momento de paz en nuestras vidas ¿no es merecido? [Privado]
» El veneno de nuestras vidas [Gaia]
» Extinguiendo vidas {Privado}
» En otras vidas... (privado)
» Un momento de paz en nuestras vidas ¿no es merecido? [Privado]
» El veneno de nuestras vidas [Gaia]
» Extinguiendo vidas {Privado}
» En otras vidas... (privado)
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour