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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Lucien Greymark Vie Mar 25, 2011 5:19 pm

Últimamente estaba pasando más tiempo en Paris que en mi propia casa, ya llevaba tres días durmiendo en una habitación de un hotel de la ciudad esperando el momento apropiado para pasarme por el College, y por fin había llegado el momento. Meterme en el recinto académico resulto bastante fácil, nadie le negaba una visita a un noble solamente por que no fuese del país, más bien todo lo contrario, los rectores lo utilizaban como excusa para promocionarse y así conseguir abales económicos de los poderosos. En cualquier caso, por una vez el tener titulo me iba a ser útil para variar. Llevaba más de una semana preocupado, uno de los profesores del College había empezado a recolectar información sobre nosotros, los que no éramos humanos, información que resultaba increíblemente verídica. Claro la mayoría de los estudiosos del centro se lo tomaban bastante a broma pero eso tal vez no durase demasiado tiempo. Cuando un científico observaba algo no paraba hasta encontrar algo que demostrase su teoría, eso podría ponernos a todos en un peligro más grande del que jamás habíamos imaginado.

Y ahí estaba… No es que me hiciese demasiada ilusión salvarle el trasero a los vampiros ocupándome de este asunto pero, por desgracia, si quería salvar a los míos de los ojos públicos tendría que morderme la lengua y hacer lo necesario, como siempre. La entrada del College daba a un enorme hall con acceso a las escaleras de los pisos superiores, ya a estas horas la mayoría de los alumnos se habían retirado, intentando volver a casa antes de que la oscuridad llegase. El sol ya se ocultaba en el horizonte, debía darme prisa, si es que quería ocuparme de esos escritos antes de que el académico volviese de sus clases y le diese por asegurarse de que si trabajo seguía a salvo. Subí las escaleras con algo de prisa, dejando de lado al supuesto guía que me enseñaría las instalaciones, sabía exactamente a donde quería ir. Subí escalones hasta el tercer piso, lugar donde se encontraban los despachos de los profesores ya avance a paso rápido hasta el final del pasillo. No tarde en encontrar la caja fuerte en el despacho del académico, los documentos estaban guardados en una carpeta marrón de piel.

“¿Qué demonios es esto?” Por un momento, y por primera vez en treinta años, sentí frio. Los datos del académico no solo resultaban verídicos, sino que también tenían una fuente viable, una fuente que, según él, se encontraba entre esos seres fantásticos que estaba estudiando. Alguien le estaba proporcionando esa información, estaba vomitando secretos de ambas especies como si fuese un niño de colegio. ¿Es que se había vuelto loco? Tenía que estarlo si había llegado a eso. La humanidad entera se nos echaría encima si supiesen lo que podemos hacer. A cada segundo que pasaba me convencía mas de que esto no debía continuar, me acerque a la chimenea y lance la carpeta contra al fuego. “Un problema menos. Lástima que el informante sea anónimo.”

Salí de la sala lo más rápido que pude, ya nada me retenía allí. Pero claro no todo es siempre fácil ¿verdad? Ahí estaba el “guía” plantado delante de mí como si llevase horas buscándome. Qué remedio tendría que hacer una pequeña visita. Una que duro más de una hora. Cuando por fin llegamos a la última sala, el aula de música, conseguí que me dejase en paz, a lo mejor ya era hora de que se marchase, en fin lo mismo daba, con estar de nuevo solo me bastaba. Un hermoso piano de cola se alzaba en mitad de la sala, de una madera oscura y con un aspecto impoluto. Que recuerdos me traía aquel instrumento, como cambiaban las cosas cuando me sentaba en el. Supongo que no les importaría que lo usase, después de todo ya me había entretenido más de la cuenta, un poco mas tampoco significaba mucho. Mis dedos se deslizaron por las teclas, suavemente, aquel tacto era perfecto, mejor que cualquier cosa, que las armas que empuñaba normalmente, mejor que las amargas reuniones de trabajo.

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Mensaje por Hela Von Fanel Dom Mar 27, 2011 11:00 pm

“El final de un mundo sufragado por el vicio del poder”

El juego dio inicio la noche en la que se lo encontró jugando con un cuchillo de madera a ser el justiciero de la tierra. Lo que él no sabía es que con ese tipo de cosas no se juega. Dejó de ser un infante con una simple espada y rivales imaginarios a ser un hombre de bien con los estudios suficientes como para vengar la muerte de sus familiares a manos de una bestia. Los archivos llenaban el estante de su oficina al igual que las mil maneras de matarles en su cabeza. Era un mortal que sabía demasiado, gracias a un autor que no daba la cara. Los anteojos del infeliz sudaban se empañaron, el sudor de su frente era visible hasta para un ciego y es que aún no comprendía lo que esa mujer esperaba de él.

- ¿Qué no lo sabes? ¿Estás seguro? – Se escabulle una dulce voz dentro de una habitación que se creía desolada, aún cuando las notas musicales parecen perder su belleza ante tal tonalidad en esa mujer, sus palabras no dejan de ser terriblemente amenazantes. – Vamos David, ambos sabemos que tu dinero derrochado en la taberna se debe a única razón… Yo. – El nerviosismo del regordete hombrecillo se ve reflejado en e hecho de tragar saliva en repetidas ocasiones, además de que su respirar y el galope de su corazón se acelera conforme ella pronuncia sus palabras. – Has estado espiándome, jugando con fuego y aún así ¿esperabas que no me diera cuenta de ello? – Su carcajada es fúnebre, al igual que su mirada clavada en la yugular del enfermizo varón. – Basta de estupideces David. Puedo escuchar a tu mente proclamar piedad, pero sabes… Dios no existe – Sentencia antes de llegar hasta él y desgarrar su cuello con sus caninos. La escena es bastante grotesca, admirar a una dama bañada en sangre, encajando sus uñas en un cadáver y tragarse la sangre que emana de allí como si fuese la fuente la vida; no es para nada algo sano, sin embargo, es lo que ocurre tras la puerta de madera.

Según tenía entendido, el hecho de develar los secretos nocturnos a la humanidad le colocaría a ese saco de nada, en un punto tan alto dentro de la sociedad, que nunca más pasaría hambruna. – ¡Idiota! – Exclama con rudeza y despectiva. Esquiva el cuerpo, para encaminarse hasta la oficina del individuo, donde se presume están todos los documentos, en especial aquellos que hablan de la Baronesa. Sus pies le arrastran hasta la habitación, su prisa, su temor le convierte en una víctima más de lo inesperado, de las sorpresas. Desorganiza el maldito cuarto con tal de encontrar el pergamino con esa información, no existe nada allí que haga gala de lo que leyó en la mente de ese tal David. - ¡Maldita sea! – Grita enfadada, dándose cuenta que el fogón contiene las cenizas de algo. Se acerca hasta la chimenea y escruta en sus entrañas la posibilidad de… - ¿Pero que dem… - Es interrumpida por la melodía de un piano, no es un réquiem como los prefiere, es algo más alegre y desgraciadamente hermoso. Hechizada, atrapada por la sutil sinfonía, se mueve entre los pasillos como el espectro que es, sigilosa, acechante y diabólica. Al entrar en la sala la peste le acompaña, sus pupilas se dilatan y su pecho brama. - Deliciae…. – Susurra en su idioma predilecto y aplaude la demostración con cierta galanura. Tres veces se escuchan sus palmas y esa misma cantidad de veces hace eco el silencio – Lamento irrumpir tan abruptamente, pero me fue inevitable la idea de conocer al autor de este vals -
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Mensaje por Lucien Greymark Mar Mar 29, 2011 1:02 pm

Que tranquilidad, y pensar que estaba a punto de irme del College sin haber visto nada más que aquel oscuro despacho. Por una vez desde hacía mucho tiempo me sentía a gusto, no por el piano era más bien por el lugar, un sitio donde los humanos se sentaban a conocer cosas que ignoraban e intentaban descubrir otras, cosas para mejorar el mundo, o por lo menos esperaba que esa fuese su intención. Aquella melodía era precisamente eso, uno de los pocos recuerdos humanos que conservaba. De alguna manera, el tiempo que había pasado como licántropo y las experiencias vividas como tal se agolpaban en mi mente relegando a los humanos a un segundo plano, como desechándolos por no formar parte de mi nueva naturaleza, y confieso que eso me asustaba.

Mis ojos se abrieron de repente, olvidando todo recuerdo y saliendo de la inopia cuando lo note. Ese olor… Así que no me había equivocado, el informante, la fuente de todos esos documentos no era uno de los míos, sino de ellos. Aquel perfume de muerte y podredumbre que solo era posible de percibir para nosotros se acercaba, seguramente había oído el piano, un error muy grande por mi parte. A pesar de todo no pare de tocar, no dejaría que pensase que podía pillarme por sorpresa. El olor se acercaba cada vez más, camuflado con otro aroma, uno más fresco. Reconocía ese olor… sangre. Mis dedos frenaron su movimiento al acabar la sonata, dejando que la última nota se extinguiese en el silencio de la habitación, solo interrumpido por los aplausos a mi espalda. - ¿No te enseño tu difunta madre que no se debe escuchar a escondidas…. Vampiro? – Vire la cabeza despacio, observando por fin la cara correspondiente a ese olor.

Sorpresa… si, no se puede describir de otra manera. Había conocido a muchos vampiros antes, incluso a vampiros que estaba en una escala social tan alta que solo un Dios los superaría, pero esta vez era… diferente. La mujer que estaba delante de mí, o por lo menos había sido una mujer, era alta, de tez bronceada incluso a pesar de la palidez implícita de su especie. Un cabello lustroso y negro caía en ondas por la espalda y llevaba un vestido típico de alguien que no se molesta lo mas mínimo en ocultar su posición. “Si ya sabía yo que debería haber venido durante el día.” – A ver si lo adivino… vienes por el dosier con los archivos de tu amiguito humano… Un tanto descuidado por tu parte dejarle tanto margen de observación ¿no crees? – Enfrentarse a un vampiro aquí no era una buena opción, seria muchas cosas pero está en particular no era el típico vampiro carne de cañón al que podía matar sin más, los vampiros viejos tenían más poder que ellos y también eran más peligrosos.

Lo primero que hice fue cerrar mi mente, a cal y canto, un pequeño truquito después de haberme pasado más de dos décadas con la realeza del imperio, sabía muy bien cómo hacer que un vampiro no me leyese la mente, no era fácil, y no siempre se conseguía a la perfección, pero mejor intentarlo que ser como un libro abierto. Me levante de la banqueta del piano y me quede mirando a aquella mujer, aun entre impresionado e interesado. Hasta ahora el vampiro más raro que había conocido era Dorian, pero esto… - En fin “my lady”, supongo por el aplauso que habrá disfrutado, una lástima por cierto, no toco con público. – Hay que tener mucho cuidado e ir despacio, de momento no podía hacer nada salvo observar cómo se movía y estar preparado.
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Mensaje por Hela Von Fanel Sáb Abr 02, 2011 11:13 pm

“Juzgar la portada de un libro, nunca estuvo tan cerca de la verdad como hasta ahora”

Su fría espalda se queda recostada sobre la puerta mientras que su mirada se mantiene clavada en la silueta masculina, dueña de aquella flamante melodía que pudo teñir de cierta alegría el infierno que esta poseía. Su comentario para con ella fue agresivo, al menos es lo que la mujer percibe, algo que realmente no le interesa. Ingrato, debería estar agradecido de que alguien como Lorraine aplaudiese una obra mediocre como la suya. Una sonrisa, mejor parecida a una mueca adolorida por el paso de los siglos; aparece en sus labios, ese par de labios carnosos, apetecibles y diabólicamente peligrosos – Mi difunta madre nunca me quiso – Responde con el humor negro escondido tras esas palabras. Es verdad, la mujer que pario a ese monstruo jamás le tomo aprecio, su familia, nunca le apoyó, no conocía el amor hasta que llego él. – Y descuide caballero, que no estaba espiándolo, de ser así jamás habría entrado a encararle – Arquea su ceja derecha con esa aura demencial de auto supremacía. No había más nada que decir, nada que comentar, el simple hecho de cruzar un par de palabras “cordiales” con esa maldita raza, ya le colocaba en una posición bastante incomoda.

La silueta del hombre es fiera, ruda, atrevida, imponente… Justo lo que busca, lo que admira con devoción y locura. Es una reverenda lástima que sea un perro y no uno de los suyos. Aunque quizá y solo tal vez eso transformaría esta noche en algo más interesante que cualquier otra cosa. Se separara de la puerta, avanza dos pasos hacia él mientras escucha sus palabras. “¡¿Me culpa?!” Se cuestiona para sus adentros, más en su rostro no existe ninguna expresión sorpresiva. Es un desgraciado demonio que no debe permitirse flagelar ante el enemigo. Rodea los ojos y resopla sus labios, ha perdido todo atisbo de ser una dama, al final de cuentas nunca lo ha sido ¿Cierto? – No sea idiota, Monsieur – Dice en tono burlesco andando entre la habitación aproximándose peligrosamente hasta el piano. A ella también le gusta la música, pero prefiere las notas lúgubres y mortíferas del violín – Alguien con mi carácter no puede tener amigos y menos seres inferiores como los humanos, por ende su juicio ha errado – Sentencia, está más que claro el que no permitirá ningún insulto, ya sea por debajo de la máscara o directo. Si se le ataca, esa mujer es capaz de responder sin advertencias. – Ya me encargué del imbécil que publicó esa sarta de estupideces acerca de nosotros – Decir esa última palabra le provoca un escalofrío, su espalda se arquea, sus ojos se cierran y sus labios hacen esa mueca representativa del asco, la repugnancia, las ganas de querer regurgitar.

Desliza sobre el color ónix de la madera, sus dedos, quienes juegan caminar sobre el piano. Sus pilas los siguen muy de cerca, no le presta cuidado al hombre. Si se desencadena una batalla entre ambos sería interesante derrochar un poco de diversión para variar. Hace tanto que no se topa de frente con verdadero reto que podría lanzar los dados esta noche y llegar al borde de la muerte solo para satisfacer sus deseos masoquistas. Se muerde el labio inferior, ahoga con ese ademán una carcajada, un pensamiento, una alucinación una idea muy poco ortodoxa para pasar la noche en compañía de su nuevo “amigo” Sí, le hace falta una mascota nueva, la última que tenía desapareció. Cierto, no lo hizo descansa en paz en los calabozos de su mansión - ¿Me permite? – No espera la respuesta y ya se encuentra sentada donde él había estado jugando a tocar el piano. Si bien ella no es una maestra en la música, también se defiende en ese aspecto. Coloca sus manos sobre las teclas sin ninguna gracia, provocando un estruendo, un chillido, un fastidio… La muerte de las notas musicales que él invocó un par de minutos atrás – Lo siento – Dice burlesca, reacomodándose. El pomposo vestido le estorba, lo aparta de su camino con un movimiento sordo, pero fuerte. Cierra sus ojos, se inspira en los pensamientos más distorsionados que puede llegar a tener un demonio, su felicidad, la sangre derramada sobre… Dedos se desenvuelven como mágicas lenguas a través del teclado, tocando, emitiendo esa melodía infernal que deleita a los Dioses en el Olimpo. Hasta el mismo hades ha mandado callar la lira de Orfeo para seducirse por la obra de la vampiresa. Es una conjugación casi imposible, ese tipo de partituras sólo son ejecutadas por alguien consagrado en la música o por un ente errático que ensayó durante sus noches más obscuras, esa sinfonía de destrucción una y otra y otra vez, para testificar que su pesadilla era real. – Música para los Dioses – Canta, su voz es dulce, terrible, jodidamente dulce, una voz de soprano que se escucha desde su garganta. El alarido que destila por su boca es tan sólo un atavío más a esa armonía diabólica que emiten sus acordes.
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Mensaje por Lucien Greymark Sáb Abr 09, 2011 7:14 am

Por lo visto a la dama en cuestión no le gustaba que le dijesen que no escuchase a escondidas. Por otro lado su forma de andar, su porte y su estilo de conversación resultaban un tanto extrañas, como si por un lado demostrase que es la persona que mas atención se merece en este mundo y, al mismo tiempo, no se preocupase porque la gente no le diese ese supuestamente merecido trato. “Una mujer complicada… interesante.” Las mujeres complicadas eran peligrosas sí, pero al mismo tiempo la idea de coger el rompecabezas y unirlo resultaba una idea demasiado tentadora como para ignorarla. En este caso además estábamos hablando de una mujer que no solo era vampiro, sino que además era noble, cualquier idiota con dos dedos de frente se daría cuenta, lo cual me brindaba una oportunidad, una opción de conocer más a fondo el método que utilizaban los de su especie para mantenerse ocultos a los ojos humanos sin llamar la atención.

Sonreí un poco cuando menciono lo de su madre. No lo respondía con pena, sino más bien como alguien que sería capaz de ver morir a sus padres y ni pestañear por ello. Sin embargo había cierto tono en su voz que delataba algo, sabia reconocer ciertos cambios en el humor de la gente por su olor, por como reaccionaban, y aquel humor que había teñido su voz no era del todo real, así que ciertamente su madre no la quería. – Que lastima. Creo que incluso podría echarme a llorar. – Esta vez el que saco el humor negro y el sarcasmo fui yo, tal vez aquella mujer fuese más de lo que parecía pero no dejaba de ser un vampiro. En cuando me dijo que no me habría encarado si no hubiese querido más bien me dio la impresión de que decía: “si hubiese querido espiarte, ni te habrías dado cuenta.” Lo cual me hizo reír un poco, ya que evidentemente, por muy vieja y experimentada que fuese, seguía subestimando a los míos como a una raza inferior, error que a muchos había llevado a la muerte hasta ahora. – Es curioso que digáis eso mi señora. – Dije caminando hasta estar delante de ella, e inclinándome un poco para ponerme a la altura de su oído. – Teniendo en cuanta que percibo tu olor a tumba desde un kilometro.

Por desgracia había otro olor que ahora mismo la acompañaba, un potente aroma a néctar humano, con un toque metálico, como a cobre, acababa de cenar y me imaginaba que clase de cena había sido. ¿Había necesidad? Los documentos estaban en un lugar en donde resultaba fácil encontrarlos, lo había que destruirlos así que el matar a un humano no era necesario, pero claro ¿desde cuándo un depredador no disfruta saboreando su comida favorita? Un repentino nudo me atenazo el estomago, haciendo que notase un ligero sabor a bilis en el paladar. Un comportamiento como ese, beberte la esencia de otro ser humano solo para poder vivir más tiempo… bueno dejémoslo en que despreciable era quedarse extremadamente corto. – Así que seres inferiores… ¿eso es lo que son para ti? – Fría, arrogante, oscura… resultaba increíble que toda aquella maraña de ponzoña que la formaba pudiese ser externamente tan atractivo, supongo que era la forma del mundo de darnos una patada de ironía en medio del trasero. – No son ganado… son personas, se merecen el mismo respeto y consideración que cualquier otro ser, no son un simple ganado para divertirse. – Cierto los humanos eran toscos, descerebrados en su mayoría, crueles y despiadados, pero este mundo siempre ha sido suyo, es su mundo, no el nuestro. – Ese imbécil, como lo llamas, tenía esposa y tres hijos. ¿Es que como tu madre no te quiso sientes el deseo irrefrenable de que otros pasen por la situación de no tener familia? – Eso era un golpe un tanto bajo, pero de todas maneras quería comprobar si aquel rostro de hielo era capaz de inmutarse, de mostrar una emoción que no fuese el malsano placer de mutilar a alguien.

Me sorprendió un tanto su actitud, parecía… ¿juguetona? No tenían que ser cosas mías, pero sin embargo aquellas expresiones, esos detalles expresados con esfuerzo de su rostro de porcelana me daban a entender eso. Es posible que su intención fuese confundir, llegar a un punto en el que resultase imposible entender lo que pensaba, si era si lo estaba haciendo bastante bien. – Este es un país libre. O eso es lo que dicen. – No me importaba que se pusiese a tocar, es más me resultaba de gran ayuda que la idea hubiese partido de ella, eso me daría tiempo a observarla, a estudiar al enemigo. En una partida de ajedrez no bastaba con saber las normas, había que conocer al adversario, y si de verdad esto podía acabar en sangre, prefería tener todas las piezas a mi favor. Aquella primera nota, un chirrido de lo mas estridente para mi oído mas delicado y agudo me hizo apretar los dientes casi haciéndome pronuncia una palabra no demasiado caballerosa sobre a lo que se dedicaba su difunta madre. “Supongo que me lo merezco. No soy el único que va a meter baza.”

Su melodía era… oscura, como diseñada para relatar la pena y el horror de las almas perdidas antes de caer presas del fuego eterno que era el infierno, cualquier humano que hubiese escuchado algo así habría corrido despavorido o habría muerto en el acto. Sin embargo también no taba otra cosa: tristeza. – O para los muertos. – Aquella voz era… intensa, como un néctar que se te introduce en el oído y ya no quieres atender a nada mas, te deja de preocupar la comida, la bebida, incluso tu vida. – Una improvisación muy macabra, madmoiselle… - Solo faltaba esperar su nombre, ese era el último detalle que faltaba.
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Mensaje por Hela Von Fanel Lun Abr 18, 2011 10:00 pm

“El dolor es fácil de olvidar, nunca existió una mentira tan grande como esta”

Las ocurrencias que le dijeran, todo cuanto en su nombre fuese escupido brutalmente para herirle, no serviría de nada si no tocaban realmente el pedazo desquebrajado de su alma, porque después de tanto maldito tiempo fingiendo indiferencia ante todas las debilidades humanas, es estúpido pensar que se pueden olvidar tan fácilmente. Una falacia de tamaño colosal. Ignora la lástima que pudo tenerle aquel licántropo, le es indiferente, pues apenas y es un completo extraño ¿Por qué habría de importarle tanto?, su mundo se desmoronó cuando de sus labios se emitieron aquellas palabras despectivas referentes al cariño de su familia. ¡Demonios! No necesitaba la pena ajena, nunca le hizo falta semejante cosa pero para su maldita desgracia, eso fue lo que siempre añoro desde el instante en que se le fue negada la caricia de una madre preocupada, la mirada de un padre orgulloso de su retoño y el abrazo incansable de un buen hermano. Los frágiles cristales de sus recuerdos se hicieron añicos, el sonido dentro de su cabeza fue tan jodidamente estruendoso que opacó aquellas notas musicales que se escribían en su mente. Ese maldito infeliz ha dado justo en el blanco, en una de las cosas que pueden volcar su mundo por completo, en la debilidad que muchos imaginan nula, escasa… ese ser repugnante, despreciable, ha logrado marcar la pauta para que lo este odiando desde antes, no por su raza por su ponzoñosa hazaña. Pero esa herida que se ha abierto, no puede ser aceptada por el condenado y, aunque sus facciones al principio denotaron la chispa agónica de sus recuerdos, al elevar la mirada hasta él, ardían al igual que las llamas del mismísimo infierno.

Una sonrisa de medio lado y su atavío está completo. No hace falta tratar de adivinar lo que pasa por su cabeza, es evidente que ha tomado las palabras de aquel individuo y las ha retorcido de tal forma que puede utilizarlas a su favor. Chasquea la lengua, suspira, se digna a hablar una vez más, dado que todo lo que sus labios pronuncian son blasfemias, está vez será algo más personal – Sí, debí pensarlo antes… Una familia ¿Cómo demonios no se me ocurrió? – golpea su cabeza en un intento por reprimirse a si misma, pero es más que evidente el teatro que está montando para su arrepentimiento – Asesinar a sus seres queridos en una nota clara de advertencia o… desatar su ira y hacer de mi juego algo más interesante… - frunce su ceño y suspira lamentándose por algo que no precisamente hace referencia a su maldad – Definitivamente estoy perdiendo mi toque… Pero si lo que le preocupa a usted es la familia en general, también soy una persona bastante condescendiente y para aliviar su dolor puedo arrancarles la vida de un solo tajo, así no hay quien le llore al occiso… - Termina sus pieza fúnebre, baja la tapa para proteger las teclas del piano y apoya sus codos en este. Una posición bastante sugerente aunque no pensada. Lorraine derrocha sensualidad aún cuando no lo planea, tal vez para el hombre frente a ella, le parezca algo completamente repulsivo que una “chupasangre” se le esté insinuando de tal forma, pero no era, evidentemente su intención. Muerde su labio inferior perdiéndose en sus pensamientos, logrando disipar poco de lo que hasta hace unos instantes, le había provocado un hueco en su pecho. Las heridas se estaban sanando nuevamente, cierto está que ya no le falta aquello que añoraba con desdén desde la diminuta ventana cerca del fogón en el que dormía para calentarse cuando aún era la esclava de su propia familia. Pero son esas malditas memorias las que atan su cuerpo de diosa a la humanidad que le toco, la vida nunca es justa para nadie.
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Mensaje por Lucien Greymark Sáb Abr 23, 2011 12:52 pm

Si habia algo en este mundo que resultaba ineherente a todos los humanos eso era el sentimiento, todos y cada uno de ellos habia sido bendecidos con un don que muy pocos son capaces de apreciar, todos ellos, sin excepción alguna, gozaban de la libertad de poder elegir lo que deseaban y cumplirlo, siempre concordante con lo que sentían. ¿Era esa una regla aplicable a nosotros? Es muy posible que en la mayor parte de los asuntos no lo fuese, pues solo con miradas como las de la mujer que tenía delante nos debía de quedar claro que, pese a todas nuestras previsiones, seguíamos sin ser humanos. E ahí precisamente cuando surge la incognita, la duda y el posterior deseo de salir de la ignorancia, puesto que, si es cierto que las reglas de los sentimientos no se aplican a nosotros, ¿Por qué me ha dado la impresión de que realmente siente dolor?

Una mirada solamente era suficiente para mi, desde el principio había visto de esa mujer lo que ella misma esperaba que viese: descontrol, oscuridad y posiblemente una depravación que solo podía ser comparable con la de un demonio, sin embargo, era mi instinto el que me decía que no todo se veía siempre a simple vista: “Las personas mienten, las palabras engañan, incluso los gestos confunden.” Esas eran palabras del filosofo Bernardo Guardi, según él, toda la verdadera realidad que existía no era lo que nosotros viésemos, lo que verdaderamente podíamos constatar como cierto, era la percepción de que la humanidad seguía siendo impredecible. Sus ojos oscuros volvían a centrarse en mí, incluso después de aquel sutil cambio, de aquella mueca apenas observada que rompía por completo los esquemas que hubiese podido tener. – Quizás no se te ocurrió por el simple hecho de que pondrías la misma cara que has puesto hace un segundo…- Una característica propia de mi especie, y más de mi concretamente, es que no solo éramos capaces de recordar aromas personales, sino que también éramos capaces de apreciar variaciones en esos aromas, tan sutiles que solo los más mayores podíamos, y eso cambios eran simplemente eso, sentimientos, alteraciones en el cuerpo. Con los vampiros resultaba mucho más complicado, pues estaban muertos, pero no era imposible. ¿Creía en serio que me tragaría esa evasiva? No tenía ninguna duda de que, sin siquiera pretenderlo, había logrado encontrar el única eslabón débil de la cadena que ceñía de forma implacable la mente de aquella mujer.

Desgraciadamente, un vampiro seguía siendo un vampiro, y percibía desde allí que no me mentía, sería capaz de matar a esa familia sin siquiera pestañear solo por el simple hecho de demostrar que no era tan débil como había parecido hace unos minutos. Me levante del sillón y rodee el piano hasta quedar a su izquierda, situada con aquella tranquilidad seductora, pero que en realidad, más bien parecía que intentaba disimular la oscuridad que rodeaba todo su cuerpo. - ¿Tanto daño te hicieron? Resulta conmovedor que pretendas ser tan cruel como se supone que debes ser… Sin embargo, permíteme que te de un consejo: deja de pensar que por ser cruel estas más satisfecha contigo misma, resulta deprimente. – Esto se estaba volviendo peligroso, tal vez provocarla así no sería lo más aconsejable ahora mismo, pero no podía dejar que mencionase la tortura y el asesinato como una simple metodología de diversión, tendría que poner a alguien a vigilar a esa familia para asegurarme de que su pequeño capricho no se cumpliese, al menos no sin que yo me enterase, y entonces la conversación no sería ni remotamente tan amable como esta. – Además, las damas no deberían hablar así. No sé quién eres ni porque has hecho todo esto, pero si vuelve a pasar algo así, créeme que no querrás tenerme de enemigo, eso… no te gustaría. – Baje la cabeza hasta ponerla a la par con la suya ignorando por completo su involuntario gesto de seducción y provocación y centrando mi mirada en sus ojos con una intensidad similar a la que ella me habia lanzado anteriormente.
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Mensaje por Hela Von Fanel Miér Mayo 04, 2011 10:35 pm

Cualquiera, sin importar de quien se trate, está condenado a la muerte cuando se adentran en el pasado de Lorraine, solo ella y aquel demonio con quien comparte la eternidad, pueden sumergirse en ese océano de tormentos, de lo contrario estarían sellando un pacto, donde los labios de la fémina guardan, tras la seducción, el gélido aliento de la muerte. Él se ha atrevido a romper la cicatriz que intenta reparar esa yaga en la lamia, el disgusto ante semejante acto se observa en esas malditas pupilas, frías, tenebrosas, muertas, sin alma… Esas palabras, se clavan en ella como los alfileres en la piel de un humano, no terminan con la vida de su víctima, solo la torturan hasta el punto en que el dolor se vuelve parte de su ser, acostumbrándose a sobrevivir. Sonríe, sus labios forman esa curva demencia, se mofa de su propia desgracia, lo sabe perfectamente, no tienen que recordarle la miseria, esa jodida mentira en la que se ha escondido durante esos dos siglos de existencia. – Se equivoca caballero, no pretendo ser cruel, sé de lo que soy capaz. Si es una falacia en mi vida, es cosa que a usted no tiene porque interesarle – Una respuesta cordial, ¿No se supone que debería estar arrancándole la cabeza en ese instante? ¡Por favor! Que no por ser una desgraciada se la tiene que pasar desgarrando cuerpos a lo inútil, además suena aún más incitante de esta manera.

Quizá se encuentre destrozada en su más interno ser, tal vez esté sucumbiendo ante esa estúpida nostalgia que le abraza cada jodida noche en que analiza su soledad desde un ángulo diferente, pueden ocurrir miles de cosas en su interior en ese momento pero ¿A quién le importa? La verdad es que a nadie, ni siquiera ella misma se detendrá a escuchar las vocecillas en su cabeza, pero entonces una resalta de entre todas “¡¿Qué estás haciendo Lorraine?!” Oh, hacía tanto tiempo que no la escuchaba… Sus orbes se iluminaron con ese sombrío encanto que hechiza, baja la mirada al piso y a lo lejos escucha la advertencia que le da el licántropo. No fue el mejor momento que pudo haber elegido. Sus movimientos son certeros, rápidos… Una de sus manos pesca el cuello del varón, la fuerza acumulada durante décadas hace que el cuerpo de Lucian se impacte en el respaldo del piano que había sido utilizado como un instrumento para vanagloriar la música. Los sabios de Lorraine se acercan peligrosamente al lóbulo de este, su lengua se abre paso entre sus fauces, es repugnante verle de esa forma descomunalmente obscena, tratando de lamer el oído de la raza enemiga… es simplemente un juego – No me tiente Monsieur… - Una carcajada tenue sale desde su garganta, lo suelta. – Una guerra declarada implica expectativas del enemigo y, si me va a amenazar de esa manera tan ridícula, con promesas salidas de su ego, entonces tiene que cumplir… ¿Es un hombre de palabra? – Cuestiona con una ceja en lo alto, su maldito egocentrismo se marca en cada uno de sus movimientos. Calculadora… “¡Perfecto! Ahora sí eres a quien amo!” No hay duda, esa voz fue la misma que le arrastro a la locura cuando asesino a su familia, su demonio.


FRD: Perdona el retraso y lamento si no es de mis mejores post e.é No sé que tengo en la cabeza. Prometo mejorar (?)
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Mensaje por Lucien Greymark Vie Mayo 06, 2011 4:06 pm

Es increíble como la gente podía llegar a ser tan predecible. Sin querer había tropezado con el único punto que parecía afectar a aquella mujer de hielo cuyo corazón era tan insensible como cualquier piedra y solo encontraba deleite en el sufrimiento, sin embargo ese pequeño punto resultaba vulnerable y cuando lo presionabas un poco el sistema de defensa del individuo se activaba, toda posibilidad de reacción se veía enfocada en no dar a entender que realmente le estabas afectando, por lo menos hasta que presionabas tanto que no podías hacer otra cosa salvo estallar como un globo con demasiado aire. – Saber es curioso. Negando las cosas de esa manera me recuerdas mucho a alguien que conocí hace años. – Y era alguien que conocía demasiado bien, porque casi se había autodestruido en su dolor y su miseria. – Pero mire usted por donde, aunque digas que no te importa lo que digan, parece que en realidad solo quieres el reconocimiento ajeno.

Una de las lecciones básicas a la hora de ver a los niños era que no podías ni darles todo lo que pedían, ni tampoco ignorarlos por completo, porque pasaba exactamente eso, el niño buscaba la atención de los demás de cualquier forma posible hasta que su mente se malograba hasta el punto de ser enfermizo, no porque el niño fuese cruel, perverso y despiadado ni mucho menos, sino porque se sentía tan solo en el fondo que no sabía cómo interactuar para dejar de sentirse así. La vampira que tenía delante era algo parecido, no tan inofensiva como podía serlo un niño pero si era más o menos el mismo concepto. - ¿Es esa la razón por la que le diste la información verdad? No querías sentirte sola… - No era una reacción extraña en un vampiro, y si a eso le sumábamos lo que parecía que era un trastorno como el suyo la cosa se explicaba mucho más.

Por lo visto mi amenaza fue precisamente esa última onza de aire que hizo explotar el globo. “Por fin estallas.” Desde el momento en que entro por la puerta quise comprobar hasta qué punto era fuerte, pero no podía estar seguro solo con sus reacciones, tenía que forzarla. Una jugada muy arriesgada sin duda, pero tampoco me quedaban muchas más opciones. Su movimiento fue rápido, controlado y también agresivo, mucho más del que hubiese esperado de una mujer, pero aun así era más o menos la fuerza que había calculado, ni por asomo era un vampiro mayor, debía de tener una media de trescientos, tal vez trescientos cincuenta años como mucho, y eso me daba una ventaja de movimiento. Como solida decirse: quien se pica es porque ajos come.

Permanecí inmóvil a su mano agarrada en mi cuello, escuchando detenidamente las palabras que me susurraba, había dejado de ser todo seducción y peligro para ser muerte, una sombra que mataba sin dudar. Sin embargo, curiosamente, mi única reacción a esas palabras fue la risa despreocupada, pues el asunto tenía muchísima gracia, una que hacía que las carcajadas saliesen de mi garganta como una manada de caballos en campo abierto. ¿De verdad me creía tan estúpido y vulnerable? – Sabe Madmoiselle, le daré un consejo, y le recomiendo que lo tenga en cuenta de ahora en adelante. – Lo notaba, estaba exactamente donde la llevaba siempre, solo tenía que buscar el momento oportuno. Gire la mirada hacia esos ojos vueltos en rojo por su sangre maldita, luciendo una sonrisa complacida. – Si vas a arrancarle la garganta a alguien, simplemente hazlo, no lo comentes.

Ese era el momento, alce mi mano izquierda para agarrar la extremidad que me sujetaba la garganta, y con un rápido movimiento me la saque de encima, colocando su brazo en una posición incómoda que la obligaba a dejar el cuerpo apoyado sobre el piano. Un sonido de deslizamiento se oyó con un sordo eco mientras la estaca de mi manga derecha salía a la luz y se movía relampagueante hacia su mano inmovilizada. La afilada punta de madera atravesó, piel, musculo y finalmente la madera de caoba del piano. La sangre empezó a salir de la herida cubriendo la oscura madera pulida. Solté la mano de la estaca para sujetar al vampiro del pelo y echar su rostro hacia atrás antes de susurrarle al oído. – Yo siempre cumplo mu palabra vampiro, y si esto no te lo demuestra, te invito a seguir provocándome... A ver que pasa. – Y sin más la solté.

Di media vuelta ignorando por completo al ser que estaba medio tumbado sobre la tapa del instrumento y me dirigí hacia una de las sillas acolchadas de la sala. A pesar de lo que pudiese parecer, nunca me había gustado la idea de dañar a una mujer, por muy vampiro que fuese, si debía hacerlo lo haría exactamente igual que ahora, pero no por ello iba a desagradarme menos. – Bueno… ¿vamos a poder hablar como seres civilizados o quieres un segundo asalto?
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Mensaje por Hela Von Fanel Sáb Mayo 14, 2011 11:18 pm

El dolor tiene diferentes formas de aparecerse en el cuerpo de su víctima, la agonía parece ser algo de lo que nadie se escapa. Pero… ¿Cómo torturar a alguien a quien le gusta ser torturado? Y su brazo fue destrozado por la estaca que ese maldito desgraciado escondía bajo su atavío. Lorraine aúlla. No, no es un alarido que suplique compasión, por el contrario y lejos de ser una suplica, es más bien el rugir de un ente que disfruta lo que ocurre. ¿Por qué tardo tanto en atacarla? ¿Tanta maldita formalidad para acabar tal y como estaban justo ahora? ¿Quién le había fastidiado la noche a quien? ¿Quién fue el que perdió la paciencia primero? Obviamente no fue ella. Su sonrisa se extendió hasta los límites de la realidad, una carcajada se escuchó a lo largo de la habitación y los ecos hicieron acto de presencia, el espectáculo había iniciado. Su brazo tiembla, sus dedos realizan una danza que es provocada por la fractura en sus arterias, el cuerpo de Lorraine se retuerce como una serpiente en la tierra. Su cabeza es amenazada por la mano del licántropo, algo que… ¡Maldita sea! le excita en demasía.

Derrotada se deja caer en sobre el piano, su frente choca con algunas de las teclas y su mirada se clava en la nuca del sujeto. Con la mente hecha un desastre, con los pensamientos enfermizos al igual que el demonio que se revuelca con las putas en el infierno; la lamia hace que la estaca termine se rompa para separar el anclaje que él ejecutó la perfección, no le importa cuanto dolo físico le lleve esa acción, le es indiferente a la sangre que se derrame bajo su herida. ¿No es sí como los demonios se divierten? El charco carmesí bajo el artilugio apesta a muerte, hiede a ella. Levanta su mano en lo alto con la estaca partida aún atravesándola y con la mano libre saca el arma de su extremidad. Con obscenidad y demencia lame la herida, se traga su propia sangre, se satisface en su propia decadencia. Esa mujer es Lorraine la que baila un vals de media noche con el mismísimo demonio, no… Ella es el demonio.

Lamentable, esa maldita ventaja y demostración estúpida de valentía, no afecta en nada la agilidad de la dama, la rapidez que su condición le ha obsequiado. Espectral como la noche, sombría como un fantasma y silenciosa como un felino acechando, logra arrastrarse hasta él. Lo empotra contra la pared a un lado del sillón, con su rostro encarando el muro de madera y su espalda al descubierto de Lorraine – Entonces déjate de estupideces – Le susurra en el oído. La vampiresa no se deshizo del arma y ahora lo ostenta en su otra mano. Con la furia de un titán la clava en su espalda muy cerca de su corazón. Esta cosa apenas si logra rosas los órganos vitales. Lorraine no deseaba matarlo - ¿Quién fue el imbécil que te dijo que a mi me gusta matar a mis víctimas? – Le cuestiona, la sangre comienza a brotar del agujero como agua de una cascada escarlata, la peste es descomunal – Y no he sido yo quien escupió palabras de muerte al enemigo. Usted caballero, amenazo primero – Una mueca retuerce sus labios, retira la estaca. Quizá es un error, tal vez una ventaja… ¿Quién lo sabe realmente? Ni siquiera ella esta consciente de lo que hace, simplemente sigue sus impulsos, ese juego idiota que se va descifrando en su cabeza – quiero que entienda algo… - Lo coge del cuello y hace que su frente se estampe contra la pared – Yo no le di ninguna información al cabrón que viniste a visitar ¿Gente civilizada? – Se cuestiona. ¡Pero que disparate decía él! La juzga antes de entablar una conversación y ahora viene con lecciones de falsa ética – Respóndame algo ¿Quién ataco primero? ¿Lo he hecho yo? – Lo suelta y da dos pasos hacia atrás – Si mal no lo recuerdo, yo no le había tocado hasta hora, así que no diga más tonterías… Su ética está tan jodidamente retorcida al igual que mi mente -
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Mensaje por Lucien Greymark Miér Mayo 25, 2011 2:26 pm


Si la noche ya había empezado siendo interesante ahora resultaba incluso rara. Aquella mujer no parecía dolorida, ni si quiera parecía ofendida por el hecho de que acabase de apuñalarle una mano, es más parecía como si aquello fuese un juego de niños que disfrutase muchísimo. ¿Era posible que me hubiese equivocado desde el principio? Desde un primer momento había sospechado que esa vampira era un ser que, a pesar de evidente crueldad y sadismo, era alguien que solo cometía esos actos por la impotencia que sentía de no haber tenido una vida más normal, y lo pagaba con el resto del mundo impartiéndoles dolor y miseria. Una forma un tanto infantil de venganza genérica pero podía admitirlo, en cambio esto… no es que solamente se comportase como una niña que castigaba al mundo por lo que nunca tuvo, sino que además se relamía, literalmente hablando, con las repercusiones que los demás hacían caer sobre su propia cabeza. En resumidas cuentas: estaba completamente trastornada. Una mirada fría se tornó en mis ojos al ver el grotesco espectáculo del que estaba siendo testigo.

Aquella sonrisa le helaría la sangre a cualquiera, pero eso no importaba, estaba preparado para lo que viniese, había actuado de acuerdo a una hipótesis inicial y posiblemente me había equivocado en ciertas variables, y ahora habría que asumir las consecuencias ¿quería pelea? Bien, pues eso sería lo que tendría si eso era lo que nos tocaba esta noche. – Que exótico… - Dije con cierto tono sarcástico al ver como se relamía la mano herida, gozando de una sangre que apestaba, intoxicada por un cuerpo podrido y muerto , y después nos llamaban bestias a nosotros. A pesar de todo, debía admitir que aquella mujer era de todo menos corriente, había conocido a muchos vampiros en mi vida, y matado a más todavía, pero lo que estaba delante de mí era completamente desconocido, como si el mismo diablo se hubiese metido dentro del cuerpo de una niña con cuerpo de mujer. Era peligrosa, eso lo tenía claro, y lo peor de todo es que esta vez la luna no estaría para ayudarme.

Fui ingenuo al pensar que se pensaría las cosas dos veces antes de volver a atacar, y me equivoque. Un dolor punzante y agónico me atravesó la espalda, entre los hombros. “Serás estúpido, le has dado la oportunidad perfecta para matarte.” Había cometido dos errores muy estúpidos en menos de treinta segundos: uno era pensar que se quedaría quietecita después de haberle apuñalado una mano; y dos, pensar que podía confiarme solo porque en el fondo pareciese una chica asustada de sí misma, cuando debí pensar que su naturaleza cruel y moribunda sería superior a todo lo demás. – Que compasiva por tu parte… - Dije en con voz un tanto ahogada por la presencia de la estaca en mi espalada. – Solo juegas con ellos antes de tirarlos a la basura. Muy humano… - ¿Qué no me había tocado? Nooooo, porque ese agarrón de la garganta no era nada hostil claro, eran solo cosas mías. Un gruñido sale involuntario de mi garganta al notar como sale la estaca, mi cuerpo empieza a regenerarse, era una herida profunda y tardaría un rato en cerrarse del todo. Solté una risita al ver como se comportaba, en cierto modo aquello tenia gracia. – Mi ética retorcida eh… No me vengas con esas, solo eres una niña con resentimientos. – Me vire para observarla, ahí altiva, descontrolada y sangrante. – ¿Crees que estoy ciego? En el fondo solo eres una pequeña asustada que lleva tanto tiempo queriendo ser insensible al dolor que se esconde en una personalidad demoniaca, sádica y descontrolada. Estas haciendo pagar tu frustracion a todo el mundo por no haber tenido lo que creias que te merecías. Si mi ética es como tu mente, entonces me parece que no solo eres ingenua por pensar que ese diablo tuyo ayuda, sino también una completa ignorante. – Me incorpore del todo, ya casi recuperado del ataque. – Ah por cierto… - Salí despedido para acortar la distancia entre nosotros antes de darle un bofetón con el revés de la mano que la mando al otro lado de la habitación. – Ahora estamos en paz. – ¿Una mano a cambio de una espalda? A mí no me parecía muy justo. De todas formas la próxima vez no me pillaría tan desprevenido.
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Mensaje por Hela Von Fanel Lun Jun 06, 2011 10:44 pm

El calor del infierno es abrazador para alguien que vive de lo gélido de su corazón, la indiferencia de sus sentimientos y el abandono de cualquier atisbo de humanidad. Es una reverenda lástima que el olvido no sea otra cosa más que una simple mentira que todos tratan de seguir par sentirse mejor. Nadie olvida. Es imposible, pues aún cuando la mentalidad se haya encargado de eliminar esos archivos, aún quedan las marcas en la piel y sobre todo las de ese órgano idiota que no se puede arrancar tan fácilmente del pecho. Para dejar de sentirlo, para terminar con las sensaciones, es necesario estar muerto. Sí, Lorraine había fallecido no una si no dos veces. La primera cuando fue sepultada por el odio en su familia y la segunda cuando un imbécil le entregó la llave de la eternidad… Pudo haber omitido las faltas del licántropo hasta ese instante, engañar a su ego para desaparecerse entre las penumbras. No le importaba nada, después de todo se trataba de otro perro desgraciado que se cruzaba en su camino. La mueca de Lorraine era la misma que poseía la muerte al llevarse consigo las almas de los humanos que perecen, idéntica a la de Lucifer al enterarse del sacrilegio cometido en las iglesias por los mismísimos sacerdotes, el derrame de sangre en nombre de Dios, sacrificios que únicamente engrandecen más el poder del infierno y no el de “el salvador”; sus pupilas son comparadas con la excitación de Perseo al derrotar a Medusa, ojalá todo fuera inmortal y no tener que extinguirse nunca… ¡Que pena! Ella sabe perfectamente que eni ellos poseen el poder suficiente como para engañar a la muerte más de una vez.

Un golpe, un simple golpe lo ha cambiado todo. Las estupideces que le escupió, eran simplemente eso, tonterías de un psicoanálisis tan patético como el hombre que intentaba comprenderla. Que quede claro, cualquier palabra que le digan le será indiferente si eres un extraño para ella. Así que ¿Por qué habría de interesarle la opinión de un animal como ese? Obviamente no lo hizo, pero lo que sí terminó por pactar una enemistad entre ambos, fue aquella bofetada. La hizo volar por la habitación y ¿Qué? Bien pudo únicamente rosarla con el pétalo de una rosa sobre su mejilla y de igual forma lo repudiaría de tal manera en que los granos de arena sobre la tierra serían una cuarta parte de su furia. Pero… ¿A qué se debe tanta rabia? ¿Será que su orgullo fue quebrantado? No, es una bruja ambigua que oscila entre su ego y la nada. Esto va más arraigado a lo que trata desesperadamente por dejar en el pasado. Su infancia. Las mejillas rojas, con moretones y al grado de no poder abrir un ojo, eran el resultado de las cachetadas que le repartía su “madre” de allí su odio se fue acumulando lentamente, no obstante, la acción que le causó aquel trauma fue la vez en la que su padrastro la azotó contra el piso, para montarse sobre ella, tratar de violarla mientras sus toscas manos golpeaban su rostro. Sí cada bofetada que le han dado desde aquel día es un Déjà vu esa es la razón por la cual juro no volver a dejar que le tocasen el rostro para lastimarla. Pero Lucian no lo sabía y ahora su ignorancia sería su condena.

Una mirada llena de cólera, los dientes rechinando del maldito coraje, las garras atravesando cualquier sosa que obstruyera su paso, su cuerpo retorciéndose entre los restos de la madera de ese jodido piano sobre el cual cayo, su sed de venganza acaparando cada parte de su ser… Esa mujer ya no comprende de razones ¡Al diablo con la diplomacia! ¡A la mierda la caridad! Sus movimientos son rápidos, en un abrir y cerrar de ojos se abalanza sobre él para terminar agazapada sobre su cuerpo. Entre el vestido y sus rodillas han quedado secuestradas las piernas de Lucian, impidiéndoles el movimiento. La manos de Lorraine atrapan las del licántropo, las retuercen hasta el punto en que el crujir de huesos es la única melodía de la noche. No es estúpida, sabe que ellos sanan rápidamente. Pero ¿Qué pasa si sus huesos se reponen de la manera errónea? Habría que volverlos a romper un par de veces más para que cobren su forma original. – Jamás, repito, jamás vuelvas – con cada palabra el retorcido tornillo que parecían las manos de Lucian, se desfiguraba un poco más – a cometer esa estupidez – Remata con un doblez que hace crujir una vez más sus huesos – Dicen que las mujeres somos rencorosas. Si vas ser tan idiota, al menos asegúrate de matarme… porque créeme… que lo último que haré yo contigo será asesinarte – La nota de su voz es amenazante, la mueca en sus labios es de desprecio y lo que figura en sus ojos es… - Soy muy humana si me lo propongo pero con bazofias como tú… - Se aleja de él – A mano – Sentencia.
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Mensaje por Lucien Greymark Sáb Jun 25, 2011 6:52 am

Quizás aquello había sido una mala idea. ¿Me había equivocado desde el principio? En una primera instancia había llegado a pensar en no tomarme esto como una conversación hostil, incluso a intentar ver las posibilidades que ofrecía antes de pensar directamente siquiera en matar a esa vampiro. Sin embargo, como algunas veces solía ocurrir, me había dejado llevar por mis instintos en lugar de por mi sentido común, aquella mujer no era normal, y no por el hecho de ser vampiro, sino porque toda su naturaleza, todo sentimiento que podía albergar dentro de ella no era más que una macula de oscuridad, tormento y odio, un odio que atesoraba por encima de cualquier otra cosa no porque fuese justificado o importante, sino porque era lo único que le quedaba para vivir su larga eternidad. Eso había pensado desde el primer momento, que solamente expresaba la frustración de su soledad con lo único que podía. ¿Y si me había equivocado? No sería la primera vez que cometía un error esta noche, resultaba una persona tan difícil de leer como de entender, un enigma como hacía años no veía.

Sin duda lo que si fue un error, y eso quedo claro desde el momento en que vi su cara, fue haberla abofeteado. Resultaba un dato curioso, puesto que desde un primer momento no parecía que le afectasen los golpes, es más parecía que incluso los disfrutaba, pero esto… esto si que no le había gustado, era como si hubiese estado jugando con un animal rabioso y ahora acabase de cabrearlo en serio. Ahora bien, ¿Por qué esa ira por algo tan nimio? Esa era la verdadera pregunta que suponía la respuesta de todo lo demás. Aquel acto, aquella muestra de desprecio debía de ser algo que ella aborrecía, algo que solo se puede odiar si lo has experimentado muchas veces, y la mayoría de ellas sin motivo. La idea vino a mí por sí sola, como si siempre hubiese estado delante de mis narices y no hubiese sido capaz de verla hasta este momento. “La maltrataban… ” Por un momento no pude evitar sentir un sentimiento de compasión por aquella pobre niña, una criatura por entonces inocente que no se merecía otra cosa salvo cariño y devoción de sus padres, y en cambio solo recibía sangre y dolor. ¿Qué clase de ser humano haría algo así? No, humanos no. Aquellos seres no eran mejor que la vampira cruel y sin corazón en la que se había convertido su hija.

Su reacción fue tan rápida que apenas pude reaccionar, sus movimientos no solo eran rápidos sino que además no eran fluidos como antes, sino duros y contundente como si de un mazo golpeando un yunque se tratase. Los huesos de mis brazos empiezan a crujir en un intento desesperado por resistirse a no quebrarse por la fuerza ejercida por ella. No quería matarme, eso lo tenía claro, aunque tampoco sabía si no lo hacía porque una parte de ella no quería, o simplemente porque deseaba torturarme antes de acabar conmigo. El dolor se acentuaba, pero no le daría la satisfacción de gritar, por mucho que me doliese, y que no sería lo peor que pasaría desde luego, no dejaría que su monstruo se alimentase de ese placer. Apreté los dientes y cogí aire antes de hablar, intentando ponerle la mayor tranquilidad posible a mi voz. – ¿Tan despreciada te sentiste? ¿Era tu padre el que te pegaba así? ¿Tu madre? ¿O tal vez los dos? – Esta era una jugada arriesgada, demasiado como fracasar en ella, pero necesitaba tiempo ahora que me había soltado para poder recuperar el movimiento de los brazos. – No me había dado cuenta hasta ahora, pero tus ojos no son los de un monstruo, son los de alguien que es consciente de que está solo. Te sientes tan desgraciado por el hecho de que nadie te quiera que solo puedes regodearte en el sufrimiento y la tristeza de los demás, porque así te puede fingir por un momento que no eres tan miserable como te ves cada vez que te miras al espejo.

Aprovechando que se había levantado por fin empecé la parte dolorosa, cada hueso descolocado se iba colocando poco a poco con chasquidos y sonidos de sangre fluyendo de forma incontrolada, cada rotura era un suplicio, pero aun así lo hice, siempre mirando a la mujer que estaba delante de mi. – Si… eres humana. Pero eres lo peor del ser humano. Los humanos aman, sienten y protegen lo que quieren. ¿Sabes tu lo que es eso vampira? ¿Alguna vez has sentido ese calor humano? Yo no lo creo… y no sé qué me da más lastima, si el hecho de que nadie crea en ti lo suficiente como para ver que podrías ser alguien maravilloso, o que realmente te engañes a ti misma pensando que alguna vez alguien podría verlo. – Nadie podía ver algo que no existía, o que no estaba a la vista de la mayoría. La vampira no lo sabía, pero esa parte de ella que mantenía encerrada, que había dejado de lado por esa personalidad diabólica y descontrolada, era en realidad su mejor parte, una parte que si podría considerarse… humana, un aspecto que realmente coincidía con la hermosura que se podría ver por fuera, e incluso que podía superarla. Sin embargo, nadie vería eso si ella no era capaz de verlo primero. Y no creía que esa fuese su intención. Los huesos terminaron de crujir por fin, ya recolocados en su sitio correspondiente y comenzando a soltarse. – Dices que soy una bazofia pero, ¿Qué me dices de ti?
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Los Demonios Se Visten De Cristal [Lorraine] Empty Re: Los Demonios Se Visten De Cristal [Lorraine]

Mensaje por Hela Von Fanel Miér Jul 20, 2011 11:48 pm

Alguna vez un imbécil le dijo que ser humano no era una debilidad, sino una fortaleza que pocos vampiros poseen, ella es uno de esos. La ira que siente en su interior, todo ese maldito odio que desprende con cada caricia que ofrece a sus víctimas, la delatan como una mujer más mortal que nunca. Reconoce su jodida condición, Lorraine sabe cuales son sus puntos más delicados y los únicos que pueden herir su ego realmente. Maldita sea la hora en la que ese licántropo descubrió sus secretos. ¿Cómo demonios es posible que él haya visto en su mirada lo que nadie había conseguido antes? ¿Cómo fue que él encontró entre sus gritos y mofas a los demonios que lleva dentro? Al igual que él no lo demostraría, pero nadie puede negar que es más patética que nunca, en sus ojos se lee la verdad ¿Cómo salirse por la tangente? Ningún rival ha tenido la osadía de mirar más allá de las garras que muestra como tarjeta de presentación, nadie se había tomado la libertad de mostrar un poco de interés por el detonante que la orilló a ser lo que es. Podría asegurarle el alma de un inocente al demonio diciendo que Lorraine no se inmuto por las palabras que Lucian había dicho, pero sería una jodida mentira como toda su vida – Tú no sabes nada de mí – Dice entre rugidos y escupidas bastante agresivas. Es molesto entender que alguien está analizando su psiquis y tratando de llegar a una conclusión sobre su estado – Te ahorraré tiempo. ¿Quieres un resumen de mi puta vida? ¿Atacarme tan sucio como lo hago yo con los humanos? Bien… Aquí lo tienes – Se aproxima con cólera hasta la ventana. El cristal parece entumecerse con sentir su presencia, es tan fría, tan carente de alma que la tristeza y el vacío son nada comparados con lo que siente en ese preciso momento. Dejarse caer, derrumbarse en su locura no es una opción y, aunque vendería su eternidad por hacerlo, no lo hará… Nunca delante del enemigo.

Afuera un relámpago rompe el firmamento, los árboles arañan la cornisa del Colegio, su cántico infernal despierta a los internos que duermen allí porque no tienen más donde quedarse. Las leyendas de los muertos comienzan a tomar vida, los temores de los hombres se pasean por las calles bajo una tormenta que esconde una realidad no tan lejana de la fantasía. Lorraine cierra su puño y rompe el vidrio de la ventana frente a ella. Después de eso, Lucian tendrá que buscar un refugio para esconder lo que más le importa en la vida, porque la venganza de esa fémina no derramará la sangre de quien ha causado su ira, sino de esos inocentes por quienes él se sacrificaría – No, no sé lo que siente un infante al ser visto con el amor de su madre, tampoco he tenido la “dicha” de apreciar el calor humano porque desgraciadamente nunca fui humana – Frunce su ceño y se carcajea ciegamente, sus pensamientos retorcidos giran alrededor de esas noches en las que se descubrió completamente sola en este maldito mundo – La que me golpeaba era mi madre y mi padre me violaba… La última vez que lo hizo me dio una bofetada como tú lo acabas de hacer – Se gira para mirar su rostro. Los ojos de Lorraine ya no demuestran ese pasado tormentoso del que es presa. Recordar el instante en el que fue poseída para liberarse de sus cadenas es como incendiar la mecha de un cañón – Una vez un sabio dijo que para recibir amor, hay que dar sin esperar nada a cambio… - Se recarga en el muro, muerde su labio inferior y desvía la mirada hacía un estante con varios libros sobre él – Supongo que yo me cansé de esperar y mientras no me entregue completamente nunca lo recibiré – Chasquea la lengua, hace un mohín burlesco. Lorraine no espera que la amen o la quieran porque simplemente no lo desea, al menos es lo que ha estado repitiéndose los últimos dos siglos. – Es deprimente, patético… tienes razón, la escoria soy yo – Mirar su rostro es encarar a la locura, eso es lo que se obtiene cuando se irrita la herida de un caballo malherido al lado del camino.
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Mensaje por Lucien Greymark Vie Ago 12, 2011 10:34 am


Por una vez desde que había empezado esta extraña conversación, una conversación con una demonio, un ser que nunca había considerado como normal o digno de respeto, un ser del cual desconocía incluso su nombre, se daba cuenta de cuanto de verdad había en aquellos ojos. Se decía que los vampiros estaban muertos por dentro, que no eran más que muertos en vida sin más función que la autocomplacencia para así poder rellenar sus vacías e irrelevantes vidas. Sin embargo, esta mujer era distinta, su mente no era maligna porque disfrutase con ello, sino porque más bien era una forma de vengarse del mundo por aquello que siempre fue injusto en su vida, una vida salpicada de desgracias como pocos humanos eran capaces de aguantar y que ahora, solo en un momento en que disponía del poder suficiente como para tomar represalias, aquellos de los que de verdad quería vengarse no estaban presentes. “Me ha costado vampira, lo admito, pero por fin te veo…” El pensamiento vino a mi como una fuente de iluminación en mitad de la oscuridad de sus sarcasmos y sus burlas, de sus deseos de sangre y violencia. Todo siempre tenía un sentido, y ese sentido estaba en aquellos ojos oscuros.

La reacción que tuvo fue del todo menos inesperada, en aquel momento tenía la firme convicción que nada de lo que hiciese aquella vampira me sorprendería, ni siquiera cuando fue a la ventana y se autolesionó. Su agresividad salía, y todo lo que había guardado se preparaba para salir a borbotones. – Es cierto, no te conozco… pero si conozco la ira que te corroe, la rabia que ahoga tu dolor y que convierte el recuerdo de tus seres cercanos, de tu familia, en veneno que corre por tus venas… - Me levante del suelo y fui hasta la ventana, no como alguien que intenta atacar a un enemigo, por alguna razón, ya me resultaba imposible atacarla, no porque hubiese dejado de ver a la vampira que era, sino porque ahora veía más a la niña que había sufrido por todo aquello. – Y algún día, muy probablemente ahora mismo, desearías que aquellas personas jamás hubiesen existido… para evitar el sufrimiento.

Una vez en la ventana, agarre una de las alfombras y la rasgue para poco después terminar de acercarme a ella y cogerle la mano. No necesitaba su permiso, algo me decía que toda aquella ira que tenía no saldría en forma de daño físico, al menos ya no. Para ella lo que realmente resultase doloroso no era el dolor que le provocases por golpes o heridas, sino una herida más profunda, más cerca del corazón de lo que ella podía llegar a admitir. Con su mano herida sostenida en alto saque poco a poco el cristal sin apartar la mirada de la suya. – Cierto, no eres humana… No seas hipócrita, la única razón por la que no lo eres es porque no quieres. – Yo no era humano, había aprendido a vivir con ello, pero al menos la razón por la que no lo era simplemente se debía a que lo había escogido, y lo había echo para que aquellos que si eran humanos tuviesen lo que necesitaban. – Te has encerrado tanto tiempo en ti misma y en esa ira que al final has dejado de serlo sin darte cuenta.

En cierto modo lo sentía, aun recordaba como la mirada de terror y deseos de vivir de Erin cuando su padre intento matarla, había sido la única vez que había convertido a alguien, pero ahora no podía evitar pensar que una parte de esa misma mirada de desesperación que vi en Erin también estaba presente en aquella vampira. La confesión sobre su padre era algo que, sin poder evitarlo, me hacía sentir lastima por aquella niña, un ser inocente que no se merecía para nada lo que la habían obligado a hacer. – Y le mataste por ello…. ¿Verdad? – No hacía falta que me respondiese, aquella expresión en su cara me resultaba más que suficiente. - No puedo culparte… yo habría echo lo mismo. Y se lo merecía. – Y tanto que se lo merecía, alguien que le hacía eso a su propia hija solo se merecía que le arrancasen TODOS los miembros uno por uno.

- El amor no solo es cosa de dar… A veces aunque lo des y te lo den, las cosas se tuercen. – Yo era la viva imagen de esa afirmación, había amado a una persona más de lo que jamás había querido a nadie, y ahora estaba solo, a pesar de que ella había sentido lo mismo por mí. Su mirada perdía se antojaba peligrosa, débil, muy diferente a la arrogancia y despotismo que había tenido nada más entrar por la puerta. La había hundido… - ¿Te has arrepentido alguna vez? De lo que has hecho o de lo que has querido hacerle a los humanos… ¿Aún queda algo de esa niña en ti o realmente esta tan muerta como la vampira que eres ahora?
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Mensaje por Hela Von Fanel Dom Sep 11, 2011 12:29 am

La memoria de una mujer se pierde en el olvido al igual que la estela cósmica de un meteorito muriendo sobre la tierra y sus ilusiones perecederas terminan por ser sepultadas en lo más recóndito de sueños inalcanzables. El dolor reflejado en las lágrimas de un infante llorando, gritos sepulcrales que se clavan como estacas en su obscuro corazón, el vacío en su pecho arde más que nunca, el monstruo bajo la cama ha salido para devorarle una vez más… El réquiem de su violín resuena en el silencio, son los fantasmas quienes acosan sus pensamientos, desolada, sin amor, sin esperanza, sin refugio, sin vida… Murió antes de que su cuerpo dejara de respirar, fue ahogada por el destino. Su mirada se posa en la nada, detrás suyo escucha las palabras lastimeras de un hombre sin culpa alguna de sus pecados ¿Qué sabe él de su dolor? Lorraine calla, no puede pronunciar palabra alguna, está destrozada, su muro se derrumbó y en el templo de sus lamentos se han quedado sus cenizas, vestigios de que la muerte es sólo el comienzo y que la eternidad es tan sólo un mito para crucificar a los hombres… Quiere golpear el cristal que se mantiene intacto, desea arrojar un grito agónico igual de tormentoso que los relámpagos de un monzón… tan profundo y doloroso como el sacrificio de una ilusión.

El juicio ajeno permite ver lo que la ceguera personal no deja, sin embargo, es sólo una opinión subjetiva de todo lo que conforma un ser… Nadie mejor que nosotros para entender lo que somos. Todo lo que Lucian le dedica a la vampiresa es real, pero eso es tan sólo la mitad de lo que ella es, podría abrir su pecho y mostrarle esa parte que, celosamente guarda tan dentro de ella. ¿No era humana porque no quería serlo? Mentiras, esa frase esta edificada con falacias existenciales de las cuales ningún inmortal se escapa. Sus labios forman una mueca sumergida en tristeza, pocas veces se levanta para sonreír amargamente, sus ojos se cierran, trata de no dejarse caer sobre el suelo en el que se encuentra de pie, pero es inútil, es su rostro quien ahora demuestra la derrota… No tiene lágrimas que asesinar, pero si las tuviese, formarían un torrente que arrastraría a la mitad de la ciudad. Su llanto se vio impedido desde el día que descubrió su fortaleza, su demencia y la ira irracional que alimentaba con venganza. Abre sus ojos sólo para observar a ese hombre frente a ella. El cristal de su mano fue removido por él segundos atrás ¿Se lo agradecería? Sonrió con aflicción – Gracias – Su orgullo fue removido por el calor que él le ofrecía. Algunos podrían alegar que fue por lástima que Lucian se le aproximó, pero ella podía leer sus pensamientos, no era lástima… sino compasión, algo que nunca le habían ofrecido.

-¿No lo entiendes?- Posa sus orbes verdeazulados en sus ojos. Sostiene la mirada temblorosa, aprieta sus labios parpadea. No es fácil morir frente a alguien, no es fácil entregarse de esa manera pero ¿Qué más le queda si él la descubrió? Es un hombre excepcional que, a pesar del maltrato que ella le ha dedicado, sigue allí, intentando descubrirla como ningún otro se había atrevido. – Soy más humana que tú – Susurra con una sonría perecedera. Baja la mirada y se encuentra con los fragmentos del cristal – Enfoqué mi sentimientos en algo insano, tanto para mí, como para los demás, pero eso no significa que no sea frágil. Ya lo has visto… Mis muros han caído al igual que los de Jericó… - Relame sus labios, hay resequedad en su boca pero no es por falta de sangre. – Sí, los maté de la peor forma en la que te lo puedas imaginar – El tono de su voz ha cambiado, no es el pedante, el arrogante y supremo de antes, es su dulce… ¿Arrepentida? Era más frágil de lo que nadie imaginaba, pero desgraciadamente esa palabra no se encontraba dentro de su vocabulario y aún cuando el dolor sigue carcomiendo sus entrañas lentamente, no se arrepiente de nada – No – Dice con seguridad, él podría ejecutarla allí mismo y no atacaría. Lorraine está muerta, más muerta que nunca. – De esa niña sólo queda el dolor y el recuerdo – Nuevamente sus ojos se posan en la mirada de Lucian, enfrentan su destino. Lo ha leído dentro de su cabeza, si Lorraine conserva parte de su humanidad él la dejaría libre, de lo contrario la asesinaría, es peligrosa y ambos lo saben, pero él no tiene ni idea de lo atormentada que se encuentra. Se deja caer al suelo, le hirió el alma – Mírame, no existe nada más humano que el dolor -
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