AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Recuerdos vívidos [Nigel]
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Recuerdos vívidos [Nigel]
Querido Nigel:
¿Hace cuanto tiempo ya que no te escribo? Quizás unas cuantas semanas, perdí la cuenta desde tu última carta, y si tomamos en cuenta el tiempo en que probablemente se quedó el sobre encima de tu escritorio esperando ser leído… si lo más seguro es que ya sea más del mes; y no comiences con tu cara de disgusto que sé estás haciendo así lo único que lograrás será envejecer más rápido.
¿Logré sacarte una sonrisa de los labios? No lo niegues que aún a distancia… te sigo conociendo.
En fin, ¿por qué tanto preámbulo, si casi siempre soy concisa y clara? Bueno quizás porque hace poco encontré el inició de esta cadena sin fin entre los dos ¿Recuerdas la fecha exacta en que enviaste la primer carta? Ya son tantos años que la diversión se volvió costumbre y la costumbre se tornó en algo casi indispensable, así es Nigel Quartermane no creas que sin ti no vivo.
Descubrí una pequeña caja de madera garabateada por ambos, dentro había pequeñas piedras de mil formas y colores, hojas quemadas y escritas con algo parecido a poemas “Que daría por una nube tocar para poderla bajar…” fotografías de dos infantes a los que casi si pude reconocer por los elaborados peinados y los trajes tan elegantes ¿recuerdas alguno? si ya sé, tu ceño fruncido con esa ceja que siempre sobesale altiva y demandante ¡Ja! de tan solo imaginarte muero de la risa.
Dejaré a un lado ya mi actitud de remembranza solitaria, iré a París a terminar algunos asuntos y probablemente… más bien, pasaré a visitarte.
Espera mi visita con ánimos de oírme hablar del pasado y presente
¿Hace cuanto tiempo ya que no te escribo? Quizás unas cuantas semanas, perdí la cuenta desde tu última carta, y si tomamos en cuenta el tiempo en que probablemente se quedó el sobre encima de tu escritorio esperando ser leído… si lo más seguro es que ya sea más del mes; y no comiences con tu cara de disgusto que sé estás haciendo así lo único que lograrás será envejecer más rápido.
¿Logré sacarte una sonrisa de los labios? No lo niegues que aún a distancia… te sigo conociendo.
En fin, ¿por qué tanto preámbulo, si casi siempre soy concisa y clara? Bueno quizás porque hace poco encontré el inició de esta cadena sin fin entre los dos ¿Recuerdas la fecha exacta en que enviaste la primer carta? Ya son tantos años que la diversión se volvió costumbre y la costumbre se tornó en algo casi indispensable, así es Nigel Quartermane no creas que sin ti no vivo.
Descubrí una pequeña caja de madera garabateada por ambos, dentro había pequeñas piedras de mil formas y colores, hojas quemadas y escritas con algo parecido a poemas “Que daría por una nube tocar para poderla bajar…” fotografías de dos infantes a los que casi si pude reconocer por los elaborados peinados y los trajes tan elegantes ¿recuerdas alguno? si ya sé, tu ceño fruncido con esa ceja que siempre sobesale altiva y demandante ¡Ja! de tan solo imaginarte muero de la risa.
Dejaré a un lado ya mi actitud de remembranza solitaria, iré a París a terminar algunos asuntos y probablemente… más bien, pasaré a visitarte.
Espera mi visita con ánimos de oírme hablar del pasado y presente
Un cálido abrazo, Charleen
***
Había pasado poco más de dos semanas desde la última carta escrita por puño y letra del heredero Quartermane, la exageración en el tiempo transcurrido era una de las muchas costumbres que la inglesa tenía para con él ya que lo más probable era que aquel sobre color marfil con sello carmín de cera si hubiera estado esperando sobre el escritorio del joven; lo conocía demasiado bien, incluso más de lo que ella desearía.
La relación existente entre ambos jóvenes había empezado por los negocios interminables entre sus familias, lo que los obligó a convivir desde muy temprana edad; ¿Cuántas cosas habían pasado desde entonces? Sería una tontería intentar cuantificarlas pero ¿acaso no ha habido días en los que los recuerdos abruman la mente de cualquier persona?
Y ahora allí estaba, frente al gran jardín como preludio a la lujosa mansión que resguardaba mil secretos; recorrió con pasó decidido aquella verde alfombra aspirando profundo el aroma que la remontaba a su niñez y parte de su adolescencia dejando que sus manos acariciaran al viento que jugueteaba con sus cabellos mientras sus pies parecías sostener un suave y lento vaivén, se paró frente aquella enorme puerta llamando con algo parecido a insistencia, clamando ser oída con rapidez hasta que éstas se abrieron de par en par dejando a la vista el hermoso interior de tan lujoso lugar.
- Por favor, avísenle al joven Quartermane que he llegado
Se dirigió con una amable sonrisa al mayordomo que la recibió dejando que sus grises ojos centellaran bajo el reflejo que el mármol del piso de aquel salón despedía, no hubo necesidad alguna de decir su nombre puesto que la antigüedad hablaba por ella y solo le restaba esperar para escuchar el sonido de aquella tan conocida voz.
La relación existente entre ambos jóvenes había empezado por los negocios interminables entre sus familias, lo que los obligó a convivir desde muy temprana edad; ¿Cuántas cosas habían pasado desde entonces? Sería una tontería intentar cuantificarlas pero ¿acaso no ha habido días en los que los recuerdos abruman la mente de cualquier persona?
Y ahora allí estaba, frente al gran jardín como preludio a la lujosa mansión que resguardaba mil secretos; recorrió con pasó decidido aquella verde alfombra aspirando profundo el aroma que la remontaba a su niñez y parte de su adolescencia dejando que sus manos acariciaran al viento que jugueteaba con sus cabellos mientras sus pies parecías sostener un suave y lento vaivén, se paró frente aquella enorme puerta llamando con algo parecido a insistencia, clamando ser oída con rapidez hasta que éstas se abrieron de par en par dejando a la vista el hermoso interior de tan lujoso lugar.
- Por favor, avísenle al joven Quartermane que he llegado
Se dirigió con una amable sonrisa al mayordomo que la recibió dejando que sus grises ojos centellaran bajo el reflejo que el mármol del piso de aquel salón despedía, no hubo necesidad alguna de decir su nombre puesto que la antigüedad hablaba por ella y solo le restaba esperar para escuchar el sonido de aquella tan conocida voz.
Invitado- Invitado
Re: Recuerdos vívidos [Nigel]
Poco quedaba de la paciencia que Nigel Quartermane definitivamente no poseía. Nuevamente se encontraba ahí, en el despacho, sentado frente al escritorio que a su vez estaba casi cubierto por pilas y pilas de libros, todos con la misma temática: el vampirismo y demás criaturas de la noche. No se sacaría la idea de convertirse en uno de ellos, nadie le haría cambiar de opinión, por que así era el, una vez que una idea le entraba en la cabeza, ya no salía hasta que fuera cumplida y con creces, superando sus propias expectativas. Resoplo detrás de todos esos libros, harto de la situación y eso que habían pasado solo dos días luego de ese encuentro con Amanda Smith, la vampiresa en cuestión, misma que le había puesto como condición a la petición de ser uno de ellos, el investigar, el cultivarse, el ser paciente. – ¡Maldita sea! – Vocifero encolerizado al recordar las palabras de la pelirroja vampiresa, lanzando uno de los libros al piso, seguido de otro y de otro más. En menos de tres minutos, todos los libros que habían estado descansando sobre el escritorio, ahora se encontraban sobre la alfombra del despacho. Nigel pasó por encima de ellos, sin preocuparse en que algunos se vieran mutilados o maltratados. Fue al lado opuesto de la habitación y se sirvió en un pequeño vaso un poco de licor el cual bebió de golpe y casi con rabia. Luego volvió a servirse uno mas y ese prefirió disfrutarlo nuevamente sentado detrás del escritorio, observando el desorden en el despacho, mismo que el había provocado.
Bebió del licor con mas calma y a su vez analizo toda su situación, decidió que lo mejor era calmarse, relajarse y tomar las cosas con paciencia, misma que sacaría de lo mas recóndito de su ser. Bebió de golpe el ultimo sorbo de su bebida y luego coloco el vaso de cristal sobre el escritorio, un sobre color crema llamo su atención. Se trataba de una carta, una de Charleen, misma que no había sido abierta, seguramente por que había estado ahí esperando sobre el escritorio desde días antes. Nigel se había olvidado por completo de su amiga, quizás la única verdadera y la que el realmente apreciaba. Charleen no era como el resto de sus amistades, la mayoría falsas o mal intencionadas, aunque…no podía negarse que siempre había creído que Charleen era una mujer sumamente atractiva, la conocía desde que ambos eran unos niños, pero con el paso de los años esta se había convertido en una belleza, de hecho había intentando conquistarle, pero había fallado, no era como todas las demás, ella si que lo conocía realmente y sabia sus mañas y sus tácticas., finalmente Nigel había desistido de llevarla a la cama, había simplemente aceptado el que hubiera una amistad entre ellos, una de la que poco creía la gente que los veía juntos, pues la mala fama de Nigel lo acompañaba a todos lados.
Tomo el abrecartas y rajo el lateral de la carta, la cual leyó con cuidado y la cual le arranco un par de sonrisas. ¡Vaya que la extrañaba! En cuanto término de leerla pensó en responder, tomando una hoja en blanco y acercándose la tinta y la pluma, pero justo en ese instante uno de los sirvientes le interrumpió tocando a la puerta, para posteriormente anunciarle que Charleen estaba en casa. Los ojos de Nigel se abrieron con notable sorpresa, no podía creer esa enorme coincidencia, era como si se le hubiera invocado. Le pidió al mayordomo que le atendiera como a una reina, mientras el aprovechaba para cambiarse de ropa por una mas apropiada y en cuanto estuvo listo bajo para encontrarse con ella. – No sabía que el mito de las hechiceras fuese real, ¡pero sin duda eres una de ellas! – Exclamo lleno de jubilo refiriéndose a esa gran coincidencia de la que había sido testigo. – La más bella, por supuesto y la más bienvenida en esta casa. – Beso la mejilla de su amiga para luego hacerle una seña con la mano e invitarla a tomar asiento. – Cuanto tiempo Charleen, una verdadera sorpresa sin duda, aunque sigo molesto contigo, no creas que se me olvida que faltaste a mi boda, hiciste mucha falta, eres de las pocas personas que aun no me detestan. – Bromeo mientras se dejaba caer en uno de los sofás de la lujosa sala, Charleen era la unica persona con la que podria decirse que Nigel actuaba con naturalidad, sin hacer tanto alarde a su posicion social o a todo lo que conllevaba ser alguien como el.
Bebió del licor con mas calma y a su vez analizo toda su situación, decidió que lo mejor era calmarse, relajarse y tomar las cosas con paciencia, misma que sacaría de lo mas recóndito de su ser. Bebió de golpe el ultimo sorbo de su bebida y luego coloco el vaso de cristal sobre el escritorio, un sobre color crema llamo su atención. Se trataba de una carta, una de Charleen, misma que no había sido abierta, seguramente por que había estado ahí esperando sobre el escritorio desde días antes. Nigel se había olvidado por completo de su amiga, quizás la única verdadera y la que el realmente apreciaba. Charleen no era como el resto de sus amistades, la mayoría falsas o mal intencionadas, aunque…no podía negarse que siempre había creído que Charleen era una mujer sumamente atractiva, la conocía desde que ambos eran unos niños, pero con el paso de los años esta se había convertido en una belleza, de hecho había intentando conquistarle, pero había fallado, no era como todas las demás, ella si que lo conocía realmente y sabia sus mañas y sus tácticas., finalmente Nigel había desistido de llevarla a la cama, había simplemente aceptado el que hubiera una amistad entre ellos, una de la que poco creía la gente que los veía juntos, pues la mala fama de Nigel lo acompañaba a todos lados.
Tomo el abrecartas y rajo el lateral de la carta, la cual leyó con cuidado y la cual le arranco un par de sonrisas. ¡Vaya que la extrañaba! En cuanto término de leerla pensó en responder, tomando una hoja en blanco y acercándose la tinta y la pluma, pero justo en ese instante uno de los sirvientes le interrumpió tocando a la puerta, para posteriormente anunciarle que Charleen estaba en casa. Los ojos de Nigel se abrieron con notable sorpresa, no podía creer esa enorme coincidencia, era como si se le hubiera invocado. Le pidió al mayordomo que le atendiera como a una reina, mientras el aprovechaba para cambiarse de ropa por una mas apropiada y en cuanto estuvo listo bajo para encontrarse con ella. – No sabía que el mito de las hechiceras fuese real, ¡pero sin duda eres una de ellas! – Exclamo lleno de jubilo refiriéndose a esa gran coincidencia de la que había sido testigo. – La más bella, por supuesto y la más bienvenida en esta casa. – Beso la mejilla de su amiga para luego hacerle una seña con la mano e invitarla a tomar asiento. – Cuanto tiempo Charleen, una verdadera sorpresa sin duda, aunque sigo molesto contigo, no creas que se me olvida que faltaste a mi boda, hiciste mucha falta, eres de las pocas personas que aun no me detestan. – Bromeo mientras se dejaba caer en uno de los sofás de la lujosa sala, Charleen era la unica persona con la que podria decirse que Nigel actuaba con naturalidad, sin hacer tanto alarde a su posicion social o a todo lo que conllevaba ser alguien como el.
Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
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